Por
ELENA G. DE WHITE
Obra
de la pluma inspirada por el espíritu
de
profecía, utilísima para un correcta
comprensión
de la temperancia,
su
significado y su aplicación práctica
en
la vida cristiana.
SECCIÓN I LA FILOSOFÍA DE LA
INTEMPERANCIA
1. La perfección original del hombre
Creado en perfección y hermosura.
El hombre salió de la mano de su Creador
perfecto en su organismo y hermoso en su forma (Christian Temperance and Bible
Hygiene, pág. 7).
El hombre fue el acto culminante de la
creación de Dios, hecho a la imagen de Dios, con el propósito de ser una copia
fiel de Dios (Review and Herald, 18-6-1895).
Adán era un ser noble dotado de una mente
poderosa, de una voluntad en armonía con la voluntad de Dios, y de afectos que
se centraban en el cielo. Su cuerpo no había recibido la herencia de ninguna
enfermedad, y su alma llevaba el sello de la Divinidad (The Youth's Instructor,
5-3-1903).
Estaba delante de Dios en la fortaleza de
la perfecta virilidad. Todos los órganos y facultades de su ser estaban
desarrollados por igual, y equilibrados en forma armoniosa (Redemption; or the
Temptation of Christ, pág. 30).
La promesa de Dios de conservar nuestra
salud.
El Creador del hombre ha dispuesto la
maquinaria viviente de nuestro cuerpo. Toda función ha sido hecha maravillosa y
sabiamente. Y Dios se ha comprometido a conservar esta maquinaria humana
marchando en forma saludable, si el agente humano quiere obedecer las leyes de
Dios y cooperar con él (Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 17).
La responsabilidad hacia las leyes de la
naturaleza.
Para que haya salud se necesita
crecimiento, y el crecimiento exige que se preste cuidadosa atención a las
leyes de la naturaleza, para que los órganos del cuerpo puedan conservarse en
buen estado, sin estorbos en su acción (Manuscrito 47, 1896).
Dios estableció los apetitos e
inclinaciones.
Nuestros apetitos e inclinaciones . . .
fueron establecidos divinamente 12 y cuando fueron dados al hombre eran puros y
santos. Era el propósito de Dios que la razón gobernara los apetitos, y que
éstos contribuyeran a nuestra felicidad; y cuando están regidos y controlados
por una razón santificada son santidad a Jehová (Manuscrito 47, 1896).
2. El comienzo de la intemperancia
Satanás reunió a los ángeles caídos para
planear alguna manera de hacer el mayor daño posible a la familia humana. Se
hizo una propuesta tras otra, hasta que finalmente Satanás mismo ideó un plan.
Tomaría el fruto de la vid, como también el trigo y otras cosas dadas por Dios
como alimento, y las convertiría en venenos que arruinarán las facultades
físicas, mentales y morales del hombre y subyugaran de tal forma los sentidos
que Satanás lograse el dominio completo. Bajo la influencia del licor los
hombres serían llevados a cometer crímenes de toda clase. El mundo se
corrompería mediante el apetito pervertido. Haciendo que los hombres tomaran
alcohol, Satanás los degradaría cada vez más.
Satanás ha tenido éxito en apartar al
mundo de Dios. Ha convertido en una maldición mortal las bendiciones inherentes
al amor y la misericordia de Dios. Ha llenado a los hombres con el ansia del
licor y del tabaco. Este apetito, que no tiene fundamento alguno en la
naturaleza, ha destruido a millones (Review and Herald, 16-4-1901).
El secreto de la estrategia enemiga.
La intemperancia de cualquier clase
entorpece los órganos sensoriales y debilita de tal forma el poder cerebral,
que las cosas eternas no son apreciadas, sino colocadas en el mismo nivel que
las cosas comunes. Las facultades superiores de la mente, destinadas a
propósitos elevados, son puestas en la esclavitud de las pasiones más bajas. Si
nuestros hábitos físicos no son correctos, nuestras facultades mentales y
morales no pueden ser fuertes, porque hay una estrecha relación entre lo físico
y lo moral (Testimonies, tomo 3, págs. 50, 51).
Los nervios del cerebro que relacionan
todo el organismo entre sí son el único medio por el cual el cielo puede
comunicarse con el hombre, y afectan su vida más íntima. Cualquier cosa que
perturbe la circulación de las corrientes eléctricas del sistema nervioso,
disminuye la fuerza de las 13 potencias vitales, y como resultado se atenúa la
sensibilidad de la mente (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 254).
Satanás se halla constantemente alerta
para colocar por completo bajo su dominio a la raza humana. La forma más
poderosa en que él hace presa del hombre es el apetito. que trata de estimular
de toda manera posible ¡Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 177).
La treta de Satanás para desbaratar el
plan de salvación.
Satanás había estado en guerra con el
gobierno de Dios desde que se rebeló por primera vez. Su éxito al tentar a Adán
y a Eva en el Edén y la introducción del pecado en el mundo había envalentonado
a este archienemigo. Se había jactado orgullosamente ante los ángeles
celestiales que cuando Cristo apareciese, tomando la naturaleza humana, sería
más débil que él mismo [Satanás] y sería vencido por su poder.
Se alegró de que Adán y Eva en el Edén no
pudieron resistir sus insinuaciones cuando provocó su apetito. En la misma
forma venció a los habitantes del mundo antiguo, mediante la complacencia del
apetito sensual y de las pasiones corruptas. Mediante la complacencia del
apetito había vencido a los israelitas.
Se jactó de que el mismo Hijo de Dios,
que estaba con Moisés y Josué, no podía resistir su poder y conducir al pueblo
favorecido por su elección hasta Canaán, puesto que casi todos los que habían
salido de Egipto murieron en el desierto; también [se jactó] de haber tentado
al manso Moisés a atribuirse la gloria que correspondía a Dios. Mediante la
complacencia del apetito y la pasión, había inducido a David y a Salomón, que
habían sido especialmente favorecidos por Dios, a incurrir en el desagrado de
Dios. Y se vanagloriaba de que aun podría tener éxito en frustrar el propósito
de Dios en la salvación del hombre mediante Jesucristo (Redemption; or the
Temptation of Christ, pág. 32).
Su tentación más efectiva de hoy.
Satanás se acerca al hombre, como se
acercó a Cristo, con sus tentaciones abrumadoras a complacer el apetito. Bien
conoce su poder para vencer al hombre en este punto. Venció a Adán y a Eva en
el Edén en el apetito, y ellos perdieron su hogar bendito. ¡Qué cúmulo de
miserias y crímenes han llenado nuestro mundo a consecuencia de la caída de
Adán! 14 Ciudades enteras han sido raídas de la faz de la tierra a causa de los
degradantes crímenes y de la repugnante iniquidad que hacía de ellas una mancha
en el universo. La complacencia del apetito era el origen de todos sus pecados.
Mediante el apetito, Satanás dominó la
mente y el ser. Miles que podrían haber vivido, han bajado prematuramente a la
tumba, como desechos físicos, mentales y morales. Tenían buenas facultades,
pero lo sacrificaron todo a la complacencia del apetito que los llevó a aflojar
las riendas, quedando a merced de la concupiscencia (Testimonies, tomo 3, págs.
561, 562).
Satanás triunfa en su funesta obra.
Satanás se regocija al ver cómo la
familia humana se hunde cada vez más en el sufrimiento y la miseria. Sabe que
las personas que tienen malos hábitos y cuerpos malsanos no pueden servir a
Dios con tanto fervor, perseverancia y pureza como si estuvieran sanas. Un
cuerpo enfermo afecta el cerebro. Con la mente servimos al Señor. La cabeza es
la capital del cuerpo. . . . Satanás triunfa en la funesta obra que realiza
haciendo que la familia humana se complazca en hábitos que hacen que sus
miembros se destruyan a sí mismos y unos a otros. Por este medio despoja a Dios
del servicio que le es debido (Spiritual Gifts, tomo 4, pág. 146).
3. El deterioro por la complacencia del
apetito
El alimento que comemos y la vida que
vivimos.
La complacencia del apetito es la causa
más importante de la debilidad física v mental y es el cimiento de la flaqueza
que se nota por doquiera (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 417).
Nuestra salud física es conservada por lo
que comemos; si nuestros apetitos no están bajo el control de una mente
santificada, si no somos temperantes en todo lo que comemos y bebemos, no
estaremos en un estado mental y físico sano para estudiar la Palabra con el
propósito de aprender lo que dicen las Escrituras: ¿Qué haré para tener la vida
eterna? Todo hábito malsano producirá una condición malsana en el sistema, y la
delicada y viviente maquinaria humana del estómago resultará perjudicada, y no
podrá realizar su trabajo debidamente. El régimen alimenticio tiene mucho que
ver con la disposición a entrar en la tentación y cometer pecado (Consejos
Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 61). 15
Adán y Eva fracasaron en esto.
Por ceder a la tentación de satisfacer el
apetito, Adán y Eva cayeron al principio de su elevado, santo y feliz estado. Y
a la misma tentación se debe el que los humanos se hayan debilitado. Han
consentido en que el apetito y la pasión ocupen el trono y reduzcan la razón y
la inteligencia a la esclavitud (La Educación Cristiana, pág. 19).
Sus hijos los han seguido.
Eva fue intemperante en sus deseos cuando
extendió la mano para tomar el fruto del árbol prohibido. La complacencia
propia ha reinado casi suprema en el corazón de hombres y mujeres desde la
caída. Han complacido especialmente el apetito y han sido dominados por él, en
vez de serlo por la razón. Por complacer su gusto, Eva transgredir el
mandamiento de Dios. El le había dado todo lo que sus necesidades requerían,
pero ella no se quedó satisfecha.
Desde entonces sus hijos e hijas caídos
han seguido siempre los deseos de sus ojos y de su gusto. Como Eva, han desobedecido
las prohibiciones que Dios ha hecho y han seguido en el camino de la
desobediencia, y como Eva se han hecho la ilusión de que la consecuencia no
habrá de ser tan terrible como se había sospechado (How to Live, pág. 51).
El pecado hecho atractivo.
El pecado es hecho atractivo por la
cubierta de luz con que Satanás lo recubre. El está muy complacido cuando puede
tener al mundo cristiano en sus hábitos diarios bajo la tiranía de la
costumbre, como los paganos, y cuando los cristianos permiten que el apetito
los gobierne (Signs of the Times, 13-8-1874).
Satanás consigue dominar la voluntad.
Satanás sabe que no puede vencer al
hombre a menos que domine su voluntad. Puede lograr esto engañando al hombre de
tal forma que quiera cooperar con él en violar las leyes de la naturaleza en el
comer y el beber, lo cual es transgresión de la ley de Dios (Manuscrito 3,
1897).
Cada función es debilitada.
Muchos gimen bajo la carga de
enfermedades debido a actos erróneos en el comer y beber que hacen violencia a
las leyes de la vida y la salud. Están debilitando sus órganos digestivos al
complacer el apetito pervertido. El poder de la constitución humana para
resistir los abusos que se le imponen es maravilloso; pero el persistente
hábito erróneo de beber y comer en exceso 16 debilitará toda función del
cuerpo. Por la complacencia del apetito pervertido y la pasión, aun los
cristianos profesos perjudican a la naturaleza en su obra, y disminuyen el
poder físico, mental y moral (La Edificación del Carácter y la Formación de la
Personalidad, pág. 32).
Se fracasa en perfeccionar el carácter.
El poder dominante del apetito resultará
en la ruina de miles de personas, que si hubiesen vencido en este punto,
habrían tenido la fortaleza moral para ganar victoria tras victoria sobre cada
tentación de Satanás. Pero los esclavos del apetito fracasarán en perfeccionar
un carácter cristiano. La continua transgresión del hombre durante seis mil
años ha traído enfermedad, dolor y muerte como frutos (Health Reformer, agosto
de 1875).
La muerte preferida a la reforma.
Muchos están tan entregados a la
intemperancia que no quieren renunciar a la complacencia de su glotonería a
ningún precio. Sacrificarían la salud y morirían prematuramente antes que poner
un límite a su intemperante apetito (Spiritual Gifts, tomo 4, pág. 130).
Un círculo vicioso de degradación.
Cuanto menos estimen los hombres su
propio cuerpo, cuanto menos deseen mantenerlo puro y santo, tanto más
descuidados serán en la complacencia del apetito pervertido (Manuscrito 150,
1898).
El mundo es esclavizado.
Satanás está esclavizando al mundo
mediante el uso del licor y del tabaco, del té y del café. La mente dada por
Dios, que debiera ser conservada limpia, es pervertida por el uso de los
estupefacientes., El cerebro ya no está en condiciones de distinguir correctamente.
El enemigo tiene el dominio. El hombre ha vendido su razón por aquello que lo
enloquece. No tiene el sentido de lo correcto (Evangelism, pág. 529).
El resultado de la violación de la ley
natural.
Muchos se asombran de que la raza humana
haya degenerado tanto, física, mental y moralmente. No comprenden que es la
violación de la constitución y de las leyes de Dios, y la violación de las
leyes de la salud lo que ha producido esta lamentable degeneración. La
transgresión de los mandamientos de Dios ha hecho que su mano bienhechora se
haya retirado.
La intemperancia en el comer y el beber y
la complacencia de las bajas pasiones han entorpecido los más delicados
resortes mentales. . . . 17
Los que se permiten a sí mismos
convertirse en esclavos de un apetito de glotonería, a menudo van más lejos, y
se rebajan complaciendo sus pasiones corrompidas, las cuales se han excitado
por la intemperancia en el comer y beber. Dan rienda suelta a sus pasiones
degradantes hasta que la salud y el intelecto sufren grandemente. Sus
facultades de raciocinio están, en gran medida, destruidas por los malos
hábitos (Spiritual Gifts, tomo 4, págs. 124-131).
Ninguno de los que profesan piedad
considere con indiferencia la salud del cuerpo y se haga la ilusión de que la
intemperancia no es pecado y de que no afectará su espiritualidad. Existe una
relación muy estrecha entre la naturaleza física y la moral. La norma de virtud
es elevada o degradada por los hábitos físicos. . . . Todo hábito que no
promueva la acción saludable del organismo humano, degrada las facultades más
nobles y elevadas. Los hábitos incorrectos en el comer y el beber llevan a
errores de pensamiento y acción. La complacencia del apetito fortalece las
inclinaciones animales dándoles la preeminencia sobre las facultades mentales y
espirituales (Review and Herald, 25-1-1881).
Se cierra el registro de la vida en la
disipación.
Muchos desperdician las últimas preciosas
horas de su tiempo de gracia en escenas de algazara, banqueteo y diversiones,
donde no se da cabida a pensamientos serios, donde el espíritu de Jesús no
sería bienvenido. Sus últimas horas preciosas están pasando mientras sus mentes
están nubladas por el tabaco y las bebidas alcohólicas. No son pocos los que
pasan directamente de los antros de la infamia al sueño de la muerte; cierran
el registro de su vida en compañía del vicio y la disipación. ¡Cómo será el
despertar en la resurrección de los injustos!
El ojo del Señor advierte cada escena de
diversión degradante y de profana disipación. Las palabras y acciones de los
amadores del placer pasan directamente de esos antros del vicio al libro de los
registros finales. ¿Qué valor tiene para el mundo la vida de esta clase de
gente, salvo el de un faro de advertencia para aquellos que desean ser amonestados
a no vivir como esos hombres y a morir como muere el necio? (Signs of the
Times, 6-1-1876).
El cristiano domina su apetito.
Ningún cristiano introducirá en su
organismo alimento o bebida alguna que 18 entorpezca sus sentidos, o que actúe
de tal manera sobre el sistema nervioso que le haga rebajarse a sí mismo o lo
incapacite para ser útil. El templo de Dios no debe ser profanado. Las
facultades de la mente y del cuerpo deben ser mantenidas en salud para que
puedan ser usadas para glorificar a Dios (Manuscrito 126, 1903).
Con incesante vigilancia.
Los apetitos naturales de los hombres han
sido pervertidos por la complacencia. Mediante la satisfacción pecaminosa [sus
apetitos] se han convertido en "deseos carnales que batallan contra el
alma". A menos que el cristiano vele en oración, está dando rienda suelta
a hábitos que debieran ser vencidos. A menos que sienta la necesidad de
constante e incesante vigilancia, sus inclinaciones, profanadas y desviadas,
serán el medio que los apartará de Dios (Manuscrito 47, 1896).
El apetito complacido, enemigo de la
perfección cristiana.
Es imposible que los que complacen el
apetito alcancen la perfección cristiana (Testimonies, tomo 2, pág. 400).
El Espíritu de Dios no puede venir en
nuestro auxilio y ayudarnos a perfeccionar caracteres cristianos, mientras
estemos complaciendo nuestros apetitos en perjuicio de la salud y mientras el
orgullo de la vida tenga el dominio (Health Reformer, septiembre de 1871).
Verdadera santificación.
[La santificación] no es una mera teoría,
una emoción o una forma de palabras, sino un principio activo que afecta la
vida diaria. Exige que nuestros hábitos de comer, beber y vestir sean tales que
aseguren la conservación de la salud física, mental y moral, para que
presentemos al Señor nuestros cuerpos, no como una ofrenda corrompida por los
malos hábitos, sino como "sacrificio vivo, santo, agradable a Dios"
(Review and Herald, 25-1-1881).
Apto para la inmortalidad.
Si el hombre atesora la luz que Dios le
da en su misericordia sobre la reforma pro salud, puede ser santificado
mediante la verdad y hecho idóneo para la inmortalidad. Pero si desprecia esa
luz y vive violando la ley natural, deberá pagar el precio (Testimonies, tomo
3, pág. 162).
4. La importancia de la victoria de
Cristo sobre el apetito.
La primera victoria de Cristo.
Cristo sabía que para poder llevar a cabo
con éxito el plan de salvación, debía 19 comenzar la obra de redimir al hombre
precisamente donde comenzó la ruina. Adán cayó en el terreno del apetito
(Health Reformer, agosto de 1875).
Su primera prueba fue en el mismo punto
donde Adán cayera. Mediante la tentación dirigida al apetito Satanás había
vencido a gran parte de la raza humana, y su éxito le había hecho pensar que el
dominio de este planeta caído estaba en sus manos. Pero en Cristo halló a
alguien que podía resistirle, y dejó el campo de batalla como un enemigo
vencido (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 16).
La causa de la angustia de Cristo.
Muchos que profesan ser piadosos no
investigan la razón del largo período de ayuno y sufrimiento de Cristo en el
desierto. Su angustia no se debió tanto a los tormentos del hambre como a su
comprensión de los terribles resultados, en la raza humana, de la complacencia
del apetito y la pasión. Sabía que el apetito sería el ídolo del hombre y lo
induciría a olvidar a Dios y que le estorbaría directamente el camino de su
salvación (Redemption; or the Temptation of Christ, pág. 50).
Victoria en favor de la raza humana.
Satanás fue derrotado en su intento de
vencer a Cristo en el terreno del apetito. Y allí en el desierto Cristo alcanzó
una victoria en favor de la raza humana en el terreno del apetito haciendo
posible que en su nombre, en toda ocasión futura, el hombre pudiese vencer la
fuerza del apetito para su propio provecho (Redemption; or the Temptation of
Christ, pág. 46).
Nosotros también podemos vencer.
Nuestra única esperanza de recuperar el
Edén es por medio de un firme dominio propio. Si el apetito pervertido tenía un
poder tan grande sobre la humanidad, que, a fin de quebrantar su dominio, el
divino Hijo de Dios hubo de soportar un ayuno de casi seis semanas en favor del
hombre, ¡qué obra está delante del cristiano! Sin embargo, por grande que sea
la lucha, éste puede vencer. Con la ayuda del poder divino que soportó las más
fieras tentaciones que Satanás pudo inventar, él también puede ser completamente
victorioso en su guerra contra el mal, y finalmente podrá llevar la corona de
victoria en el reino de Dios (Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 198).
Victoria mediante la obediencia y el
esfuerzo continuo.
Los que venzan como Cristo venció, necesitarán
precaverse 20 constantemente contra las tentaciones de Satanás. El apetito y
las pasiones deben ser sometidos al dominio de la conciencia iluminada, para
que el intelecto no sufra perjuicio, y las facultades de percepción se
mantengan claras a fin de que las obras y trampas de Satanás no sean
interpretadas como providencia de Dios. Muchos desean la recompensa y la
victoria finales que han de ser concedidas a los vencedores, pero no están
dispuestos a soportar los trabajos, las privaciones y la abnegación como lo
hizo su Redentor. Únicamente por la obediencia y el esfuerzo continuo seremos
vencedores como Cristo lo fue.
El poder dominante del apetito causará la
ruina de millares de personas, que, si hubiesen vencido en ese punto, habrían
tenido fuerza moral para obtener la victoria sobre todas las demás tentaciones
de Satanás. Pero los que son esclavos del apetito no alcanzarán a perfeccionar
el carácter cristiano. La continua transgresión del hombre durante seis mil
años ha producido enfermedad, dolor y muerte. -Y a medida que nos acerquemos al
fin, la tentación de complacer el apetito será más poderosa y más difícil de
vencer (Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 422, 423).
Pedid el poder vencedor de Cristo.
Cristo tiene facultad del Padre para dar
su gracia y fuerza divinas al hombre haciendo que él pueda vencer en su nombre.
No hay sino pocos profesos seguidores de Cristo que eligen alistarse con él en
la obra de resistir las tentaciones de Satanás como él resistió, y vencer. . .
.
Todos están personalmente expuestos a las
tentaciones que Cristo venció, pero se ha hecho provisión de fuerza para ellos
en el todopoderoso nombre del gran Vencedor. Y todos deben vencer
individualmente por sí mismos (Signs of the Times, 13-8-1874).
¿Qué haremos?
¿No nos acercaremos al Señor, para que
nos salve de toda intemperancia en el comer y beber, de toda pasión profana y
concupiscente, de toda perversidad? ¿No nos humillaremos delante de Dios y
desecharemos todo lo que corrompe la carne y el espíritu, para que en su temor
podamos perfeccionar la santidad del carácter? (Joyas de los Testimonios, tomo
3, pág. 198). 21
SECCIÓN II EL ALCOHOL Y LA SOCIEDAD
1. Un incentivo para el crimen
El crimen está en la tierra.
En estos días cuando vicios y crímenes de
toda clase están aumentando rápidamente, hay una tendencia a familiarizarse
tanto con las condiciones prevalecientes que perdemos de vista su causa y su
significado. Se están usando hoy día más bebidas embriagantes que en ninguna
época anterior. En los horribles detalles de odiosa embriaguez y de terrible
criminalidad, los diarios no presentan sino un informe parcial de la historia
de la disipación resultante. La violencia está en la tierra (Drunkenness and
Crime, pág. 3).
El testimonio de la magistratura.
La relación del crimen con la
intemperancia es bien comprendida por los hombres que tienen que tratar con
aquellos que traspasan las leyes del país. Según las palabras de un juez de
Filadelfia: "Podemos achacar cuatro de cada cinco crímenes que se cometen
a la influencia del licor. No hay un caso en veinte cuando la vida de un hombre
está en juego ante un tribunal, en el cual la bebida no sea la causa directa o
indirecta del asesinato. El licor y la sangre, o sea, el derramamiento de
sangre, van tomados de la mano (Drunkenness and Crime, pág. 7).
Elevado porcentaje de crímenes atribuidos
al licor.
Nueve de cada diez personas que son
llevadas a la cárcel son individuos que han aprendido a beber (Review and
Herald, 8-5-1894).
Secuencia de bebida y crimen.
Cuando se complace el apetito por la
bebida embriagante, el hombre lleva voluntariamente a sus labios el trago que
hunde a aquel que fue hecho a la imagen de Dios a un nivel inferior al de la
bestia. La razón es paralizada, el intelecto es obnubilado, las pasiones
animales son excitadas, y entonces se producen 22 crímenes del carácter más
degradante (Testimonies, tomo 3, pág. 561).
Por qué están relacionados el alcohol y
el crimen.
Los que frecuentan las tabernas, que
están abiertas para todos aquellos que son bastante necios como para
familiarizarse con el mal mortal que contienen, están siguiendo el camino que
lleva a la muerte eterna. Se están vendiendo a sí mismos, cuerpo, alma y
espíritu, a Satanás. Bajo la influencia de la bebida que toman son inducidos a
hacer cosas de las cuales huirían con horror si no hubiesen probado la droga
enloquecedora. Cuando están bajo la influencia del veneno líquido, están bajo
el dominio de Satanás. El los gobierna, y ellos colaboran con él (Carta 166,
1903).
La naturaleza de los crímenes cometidos
bajo el dominio del alcohol.
El resultado del hábito de beber alcohol
está demostrado por los terribles homicidios que suceden. Cuán a menudo se
halla que el robo, el incendio, el asesinato se cometieron bajo la influencia
del licor. Sin embargo la circulación del licor está legalizada y produce
enorme perjuicio en las manos de aquellos que se deleitan en tocar aquello que
arruina, no sólo a la pobre víctima, sino a toda su familia (Review and Herald,
1-5-1900).
Casas de prostitución, antros del vicio,
juzgados, prisiones, hospicios, manicomios, hospitales, todos están, en extenso
grado, llenos como resultado de la obra del vendedor de licor. Como la
Babilonia simbólica del Apocalipsis, negocia con "esclavos y almas de
hombres". Detrás del vendedor de licor se halla el poderoso destructor de
almas, y cada acto que la tierra o el infierno pueda imaginar es empleado para
llevar a los seres humanos bajo su poder.
Sus trampas se extienden en la ciudad y
en el campo, en los trenes, en los grandes transatlánticos, en lugares de
trabajo, en las salas de placer, en el dispensario médico, aun en la iglesia en
la sagrada mesa de la comunión. Nada se deja sin hacer para crear y alimentar
el deseo de bebida embriagante. En casi cada esquina está el local público con
sus brillantes luces, su bienvenida y su alegría, para invitar al trabajador,
al rico ocioso, y al joven desprevenido. La obra prosigue día tras día, mes
tras mes, año tras año (Drunkenness and Crime, pág. 8). 23
El bebedor no tiene excusa.
Todos los grados del crimen han sido
cometidos en estado de embriaguez, y sin embargo en muchos casos se ha excusado
a los autores porque no sabían lo que estaban haciendo. Esto no aminora la
culpa del criminal. Si con su propia mano lleva el vaso a sus labios, y toma
deliberadamente aquello que sabe destruirá sus facultades de raciocinio, se
hace responsable de todo el perjuicio que haga mientras esté ebrio, desde el
momento mismo en que permite que su apetito lo domine y él trueca sus
facultades de raciocinio por la bebida embriagante. Fue su propio acto lo que
lo llevó más bajo que las bestias, y el crimen cometido cuando está en estado
de embriaguez debiera ser castigado tan severamente como si la persona tuviera
todo el poder de sus facultades de raciocinio (Spiritual Gifts, tomo 4, pág.
125).
Ebriedad y crimen antes del diluvio y
ahora.
Los males que son tan evidentes en la
época actual, son los mismos que trajeron la destrucción al mundo
antediluviano. "En los días antes del diluvio" uno de los pecados
prevalecientes era la embriaguez. Del registro del Génesis aprendemos que
"se corrompió la tierra delante de Dios, y estaba la tierra llena de
violencia". El crimen reinaba supremo; la vida misma estaba insegura. Los
hombres cuya razón estaba destronada por la bebida embriagante, consideraban
una cosa baladí el tomar la vida de un ser humano.
"Como en los días de Noé, así será
la venida del Hijo del Hombre". La embriaguez y el crimen que ahora
prevalecen, han sido predichos por el mismo Salvador. Estamos viviendo en los
días finales de la historia de esta tierra. Es un tiempo solemnísimo. Todo señala
la pronta venida de nuestro Señor (Review and Herald, 25-10-1906).
Los juicios de Dios en nuestros días.
Debido a la impiedad que se produce en
gran medida como resultado del uso del alcohol, los juicios de Dios están
cayendo hoy sobre nuestra tierra (Counsels on Health, pág. 432).
La lección objetiva de San Francisco.
Por cierto tiempo después del gran
terremoto de la costa de California, las autoridades de San Francisco y de
algunas ciudades y poblaciones menores ordenaron el cierre de las tabernas. Fue
tan notable el efecto de esta ordenanza estrictamente cumplida que los hombres
pensadores de todo el país, especialmente en la costa del Pacífico, dirigieron
su atención 24 hacia las ventajas que resultarían de un cierre permanente de
todos los despachos de bebidas. Durante muchas semanas siguientes al terremoto,
en San Francisco se vio muy poca ebriedad. No se vendían bebidas embriagantes.
El estado de cosas desorganizado y confuso, hacía que las autoridades urbanas
temieran un aumento anormal del desorden y del crimen, y quedaron grandemente
sorprendidas al comprobar lo contrario. Aquellos de los cuales se esperaban
dificultades, no dieron sino muy pocas. Esta inusitada falta de violencia y
crimen podía atribuirse en gran medida a la no consumición de bebidas
embriagantes.
Los directores de algunos de los
principales diarios sostuvieron que el cierre definitivo de las tabernas
resultaría en el mejoramiento permanente de la sociedad y serviría a los
mejores intereses de la ciudad. Pero el sabio consejo fue desechado, y a las
pocas semanas los traficantes de alcohol consiguieron el permiso de abrir
nuevamente sus negocios, tras abonar una suma considerablemente mayor de la que
había entrado en las arcas de la municipalidad en concepto de licencia.
En la calamidad que sobrevino a San
Francisco, el Señor se proponía barrer con los despachos de bebidas que han
sido la causa de tanto mal, miseria y crimen; sin embargo los guardianes del
bienestar público traicionaron la confianza depositada en ellos legalizando la
venta de licor. . . . Ellos saben que al hacerlo están virtualmente autorizando
la comisión de crímenes; sin embargó el conocimiento de este seguro resultado
no los arredra. . . . El pueblo de San Francisco deberá responder en el
tribunal de Dios por la reapertura de las tabernas en esa ciudad (Review and
Herald, 25-10-1906).
Significado del estado de cosas actual.
A pesar de las muchas evidencias del
aumento del crimen y la impiedad, los hombres rara vez se detienen a pensar
seriamente en el significado de estas cosas. Casi sin excepción, los hombres se
jactan de la cultura y del progreso de la edad presente.
Sobre aquellos a quienes Dios ha dado una
gran luz descansa la solemne responsabilidad de llamar la atención de otros al
significado del aumento de la embriaguez y del crimen. También debieran poner
ante la mente de otros las Escrituras que describen claramente las condiciones
25 que imperarán inmediatamente antes de la segunda venida de Cristo. Debieran
levantar fielmente el estandarte divino, y alzar su voz en protesta contra la
sanción del tráfico de alcohol mediante un estatuto legal (Drunkenness and
Crime, pág. 3).
2. Un problema económico
El tráfico de alcohol produce falta de
honradez y violencia.
En cada fase del negocio de la venta de
licores hay falta de honradez y violencia. Las casas de los traficantes de
licores están construidas con el salario de la injusticia, y sostenidas por la
violencia y la opresión (Review and Herald, 1-5-1894).
Millones gastados para comprar miseria y
muerte.
"¡Ay del que edifica su casa sin
justicia, y sus salas sin equidad! . . . Que dice: Edificaré para mí casa
espaciosa, y salas airosas; y le abre ventanas, y la cubre de cedro, y la pinta
de bermellón. ¿Reinarás, porque te rodeas de cedro? . . . Tus ojos y tu corazón
no son sino para tu avaricia, y para derramar sangre inocente, y para opresión
y para hacer agravio".
Este pasaje de la Escritura describe la
obra de aquellos que elaboran y venden el licor embriagante. Su negocio
significa robo. Por el dinero que reciben no entregan ninguna cosa que sea
útil. Cada dólar que añaden a sus ganancias ha traído una maldición al que lo
gastó.
Cada año se consumen millones y millones
de litros de bebida embriagante. Se gastan millones y millones de dólares para
comprar miseria, pobreza, enfermedad, degradación, lujuria, crimen y muerte.
Por el amor a la ganancia, el traficante de licores distribuye a sus víctimas
aquello que corrompe y destruye mente y cuerpo. Hace perpetuar la pobreza y la
miseria de la familia del bebedor (Drunkenness and Crime, págs. 7, 8).
Una situación económica contrastante.
El ebrio es capaz de cosas mejores. Dios
le ha confiado talentos con los cuales glorifique a Dios, pero sus semejantes
han tendido una trampa a su alma, y se han enriquecido a costa de sus recursos.
Han vivido en el lujo, mientras sus pobres hermanos a los cuales han despojado,
vivían en la pobreza y la degradación. Pero Dios requerirá todo esto de la 26
mano de aquel que ha ayudado al bebedor a hundirse en el camino de la ruina (Manuscrito
54, sin fecha).
Legisladores y traficantes de licores son
responsables.
Los legisladores y los traficantes de
licores pueden lavarse las manos como Pilato, pero no estarán libres de la
sangre de las almas. La ceremonia del lavado de sus manos no los limpiará,
cuando por su influencia o por su intermedio han ayudado a hacer bebedores a
los hombres. Serán considerados responsables de los millones de dólares que se
han derrochado para consumir a los consumidores. Nadie puede cerrar los ojos
ante los terribles resultados del tráfico de licores. Los diarios muestran que
la miseria, la pobreza, el crimen que resultan de este tráfico, no son fábulas
artificiosas, y que centenares de personas se están enriqueciendo a costa del
sustento de los hombres a los cuales envían a la perdición por su maldito
negocio de bebidas. ¡Ojalá que se suscitara una conciencia pública que pusiera
fin al tráfico de bebidas, cerrara las tabernas, y diera a esos hombres
enloquecidos la oportunidad de pensar en las realidades eternas! (Review and
Herald, 295-1894).
Podrían haberse fundado escuelas.
Pensemos en el dinero mal gastado en las
tabernas, donde los hombres venden su razón por aquello que los coloca
plenamente bajo el dominio de Satanás. ¡Qué cambio habría en la sociedad si
este dinero se usara para fundar escuelas donde se diera a niños y jóvenes
instrucción bíblica, y se les enseñara cómo ayudar a sus semejantes, cómo
buscar y salvar a los perdidos!
Hay una obra que debe hacerse para todas
las capas de la sociedad. . . . No debemos olvidar a los ministros, abogados,
senadores, jueces, muchos de los cuales usan bebidas alcohólicas y tabaco. . .
. Pedidles que inviertan para el establecimiento de instituciones donde pueda
prepararse a niños y jóvenes para llenar cargos de utilidad en el mundo el
dinero que de otra manera gastarían en la dañina complacencia del licor y el
tabaco (Carta 25, 1902).
Hay que alimentar al hambriento.
Los llantos de los millones de habitantes
de nuestro mundo que se están muriendo de hambre, serían pronto acallados si el
dinero entrado en las arcas de los vendedores de bebidas alcohólicas se usara
para aliviar los sufrimientos de la humanidad. 27 Pero el mal está aumentando
constantemente. Se educa a los jóvenes a amar esta vil mercadería que los está
arruinando en alma y cuerpo. Se niegan a hacer la obra que podrían hacer en la
viña del Señor (Manuscrito 139, 1899).
Podrían haberse establecido misiones.
Pensemos en los miles y millones de
dólares que se invierten en la bebida que hará que el hombre se asemeje a una
bestia, y destruirá su razón. . . . Todo este dinero podría realizar mucho bien
si se usara para el sostén de las misiones en las zonas oscuras de nuestro
mundo. Se está robando a Dios aquello que por derecho le pertenece (Manuscrito
38 1/2, 1905).
Podrían haberse impreso más
publicaciones.
Cuando obedezcamos la orden del apóstol:
"Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la
gloria de Dios", miles de dólares que ahora se sacrifican en aras del
deseo pernicioso, fluirán a la tesorería del Señor, multiplicando las publicaciones
en diferentes idiomas para esparcirlas como hojas de otoño. Se establecerán
misiones en otras naciones, y entonces los seguidores de Cristo serán de veras
la luz del mundo (Signs of the Times, 13-8-1874).
La intemperancia aumentada por los días
de fiesta.
La embriaguez, el desorden, la violencia,
el crimen, el homicidio, vienen como resultado de que el hombre vende su razón.
Los numerosos días de fiesta aumentan los males de la intemperancia. Estas
fiestas no ayudan a la moral o a la religión. En ellas los hombres gastan en la
bebida el dinero que debiera usarse para satisfacer las necesidades de sus
familias; y los vendedores de bebidas recogen su cosecha.
Cuando la bebida está adentro, la razón
ha salido. Esta es la hora y el poder de las tinieblas, cuando todo crimen es
posible, y toda la maquinaria humana está dominada por un poder infernal,
cuando alma y cuerpo son puestos bajo el dominio de la pasión. Y, ¿qué puede
resistir a esta pasión? ¿Qué puede detenerla? Estas almas no tienen un
ancladero seguro. Las fiestas las llevan a la tentación, porque en un día de
fiesta muchos piensan que, por el solo hecho de estar de vacaciones, pueden
hacer lo que les plazca (Manuscrito 17, 1898).
Millones para la tesorería del diablo.
Mirad a los que beben vino, cerveza y
licores. Que saquen la cuenta de cuánto dinero gastan en ello. ¡Cuántos miles y
millones de dólares han entrado en la tesorería del diablo para 28 perpetuar la
iniquidad, para llevar adelante la disolución, la corrupción y el crimen
(Manuscrito 20, 1894).
3. El alcohol y el hogar
El beber en forma moderada.
El beber moderadamente es la escuela en
la cual los hombres se están educando para la carrera del bebedor (Review and
Herald, 25-3-1884).
Bendiciones de Dios convertidas en una
maldición.
Nuestro Creador ha otorgado sus
bendiciones al hombre con mano generosa. Si todos estos dones de la Providencia
fuesen empleados con prudencia y temperancia, la pobreza, la enfermedad y la
miseria quedarían desterradas de la tierra. Pero ¡ay! por todos lados vemos que
las bendiciones de Dios son trocadas en maldición por la perversidad de los
hombres.
No hay clase de personas culpables de
mayor perversión y abuso de sus dones preciosos que la de los que dedican los
productos del suelo a la fabricación de bebidas embriagantes. Los cereales
nutritivos, las sanas y deliciosas frutas, son convertidos en brebajes que
pervierten los sentidos y enloquecen al cerebro. Como resultado del consumo de
estos venenos, miles de familias se ven privadas de las comodidades y aun de las
cosas necesarias de la vida, se multiplican los actos de violencia y crimen, y
la enfermedad y la muerte sumen a miríadas de víctimas en las tumbas de los
borrachos (Obreros Evangélicos, págs. 399, 400).
Los votos matrimoniales disueltos en el
aguardiente.
Mirad el hogar del borracho. Notad la
escuálida pobreza, la miseria, la inenarrable calamidad que está reinando allí.
Mirad a la esposa que una vez fue feliz, huir delante de su maníaco consorte.
Oíd sus ruegos mientras los crueles golpes caen sobre su cuerpo encogido.
¿Dónde están los votos sagrados hechos en el altar del matrimonio? ¿Dónde están
ahora el amor y las caricias, y la fuerza para protegerla? ¡Ay, se han
derretido como perlas preciosas en el aguardiente, la copa de las
abominaciones! Mirad a esos niños semidesnudos. Alguna vez fueron acariciados
tiernamente. No se permitía que los alcanzara la tempestad invernal, ni el
gélido aliento del desprecio y el escarnio del mundo. El cuidado de un padre y
el amor de una madre hacía de su hogar un paraíso. Ahora todo ha 29 cambiado.
Día tras día suben al cielo los gritos de agonía arrancados de los labios de la
esposa y de los hijos del borracho (Review and Herald, 8-11-1881).
Ha perdido la virilidad.
Mirad al borracho. Ved lo que ha hecho
por él el licor. Sus ojos están nublados e inyectados de sangre. Su rostro está
abotagado y embrutecido e hinchado. Su paso es vacilante. El sello de la obra
de Satanás está impreso sobre él. La naturaleza misma se niega a reconocerlo
porque ha pervertido las facultades que Dios le ha dado y prostituido su
virilidad complaciéndose en la bebida (Review and Herald, 8-5-1894).
Una expresión de la violencia de Satanás.
Así obra [Satanás] cuando tienta a los
hombres a vender el alma por la bebida. Toma posesión de cuerpo, mente y alma,
y ya no es el hombre, sino Satanás quien actúa. Y la crueldad de Satanás se
expresa al alzar el borracho su mano para golpear sin misericordia a la mujer a
la cual ha prometido amar y proteger por toda la vida. Los actos del ebrio son
una expresión de la violencia de Satanás (Medical Ministry, pág. 114).
La complacencia en la bebida embriagante
coloca al hombre enteramente bajo el dominio del demonio, quien inventó este
estimulante con el objeto de mutilar y destruir la imagen moral de Dios (Manuscrito
1, 1899).
Se pierden la calma y la paciencia.
No es posible que el hombre intemperante
posea un carácter calmo y bien equilibrado, y si maneja a los irracionales, los
latigazos excesivos con que castiga a las criaturas de Dios revelan la
condición alterada de sus órganos digestivos. En el círculo del hogar puede
observarse el mismo espíritu (Carta 17, 1895).
La vergüenza y la maldición de todo país.
Los ofuscados y embrutecidos desechos de
la humanidad, almas por quienes Cristo murió y por las cuales lloran los
ángeles, se ven en todas partes. Constituyen un baldón para nuestra orgullosa
civilización. Son la vergüenza, la maldición y el peligro de todos los países
(El Ministerio de Curación, pág. 254).
La mujer, víctima de robo; los hijos,
desnutridos.
El borracho no tiene conocimiento de lo
que está haciendo bajo la influencia de la bebida enloquecedora, sin embargo el
que le vende aquello que hace de él un irresponsable está 30 protegido por la
ley en su obra de destrucción. Es legal para él robar a la viuda el alimento
que necesita para seguir viviendo. Es legal para él perpetuar la destrucción de
la familia de su víctima, enviar niños indefensos por las calles en busca de
monedas o de un mendrugo. Estas escenas vergonzosas se repiten día tras día, mes
tras mes, año tras año, hasta que la conciencia del vendedor de bebidas queda
cauterizada como con un hierro al rojo. Las lágrimas de los niños sufrientes,
el grito agonizante de la madre, sólo sirven para exasperar al vendedor de
bebidas. . . .
El comerciante de bebidas no vacilará en
cobrar las deudas del bebedor a su afligida familia, y quitará las cosas aun
más necesarias del hogar para pagar la cuenta de bebidas del marido y padre
fallecido. ¿Qué le importa si los niños del muerto se mueren de hambre? Los
considera criaturas atrasadas e ignorantes, de las cuales se ha abusado, que
han sido maltratadas y degradadas; y no tiene cuidado por su bienestar. Pero el
Dios que gobierna en el cielo no ha perdido de vista la primera causa ni el
último efecto de la indecible miseria y degradación que han sobrevenido al
borracho y a su familia. El libro mayor del cielo contiene cada detalle de la
historia (Review and Herald, 155-1894).
El bebedor responsable por su culpa.
No piense el hombre que se complace en la
bebida que podrá cubrir su degradación echando la culpa sobre el traficante de
bebidas. El tendrá que responder por su pecado y por la degradación de su
esposa e hijos. "Los que dejan a Jehová serán consumidos" (Review and
Herald, 8-5-1894).
En la sombra del licor.
Día tras día, mes tras mes, año tras año,
la perniciosa obra sigue adelante. Padres, maridos y hermanos, apoyo, esperanza
y orgullo de la nación, entran constantemente en los antros del tabernero, para
salir de ellos totalmente arruinados.
Pero lo más terrible es que el azote
penetra hasta el corazón del hogar. Las mujeres mismas contraen más y más el
hábito de la bebida. En muchas casas los niños, aun en su inocente y
desamparada infancia, se encuentran en peligro diario por el descuido, el mal
trato y la infamia de madres borrachas. Hijos e hijas se crían a la sombra de
tan terrible mal. ¿Qué perspectiva les queda 31 para el porvenir salvo hundirse
aun más que sus padres? (El Ministerio de Curación, pág. 261).
4. Una causa de accidentes
El bebedor bajo el dominio de Satanás.
Los hombres que usan el licor se
convierten voluntariamente en esclavos de Satanás. Satanás tienta a aquellos
que ocupan cargos de responsabilidad en ferrocarriles, en barcos, los que
tienen a su cargo lanchas o vehículos cargados de gente que acude en masa a
lugares de diversión idólatra para complacer su apetito pervertido y así
olvidar a Dios y sus leyes. Ofrece sumas tentadoras para sobornarlos y
seducirlos para que, complaciendo hábitos y apetitos equivocados, se coloquen a
sí mismos donde él puede dominar su razón, como un trabajador maneja su
instrumento. Entonces trabaja para destruir a los amadores del placer.
Así los hombres cooperan con Satanás como
sus agentes, sus instrumentos. No pueden ver qué están haciendo. Se hacen las
señales en forma incorrecta, y se provocan colisiones entre los vehículos. De
ahí viene el horror, la mutilación y la muerte. Este estado de cosas se verá
cada vez más. Los diarios darán cuenta de muchos terribles accidentes. Sin
embargo las tabernas seguirán siendo una tentación. Todavía se venderán bebidas
a las pobres almas tentadas que han perdido el poder de erguirse y decir:
"Yo soy un hombre", sino que por sus actos dicen: "No tengo
dominio propio. No puedo resistir la tentación". Todos los tales han
cortado su relación con Dios y son los juguetes del engaño de Satanás
(Manuscrito 17, 1898).
El juicio perjudicado por la bebida.
Los bebedores están bajo la influencia
destructora de Satanás. El les presenta sus falsas ideas, y no puede haber
ninguna confianza en su juicio (Review and Herald, 1-5-1900).
En un tren, algún empleado pasa por alto
una señal, o interpreta erróneamente una orden. El tren sigue adelante; ocurre
un choque, y se pierden muchas vidas. O un vapor encalla, y tanto los pasajeros
como los tripulantes hallan su tumba en el agua. Procédese a una investigación
y se comprueba que alguien que desempeñaba un puesto importante estaba entonces
bajo la influencia de la bebida (El Ministerio de Curación, pág. 254). 32
Dios considera responsable al bebedor.
Los hombres que están al mando de los
grandes transatlánticos, que tienen el control de las vías férreas, ¿son
personas estrictamente temperantes? ¿Están libres sus cerebros de la influencia
de bebidas embriagantes? Si no, los accidentes que suceden bajo su manejo les
serán imputados por el Dios del cielo, que es el dueño de hombres y mujeres
(Review and Herald, 1-5-1900).
Hombres que tienen grandes
responsabilidades en salvaguardar a sus semejantes de accidentes y daños son a
menudo desleales a su deber. Debido a la complacencia en el tabaco y la bebida,
no conservan la mente clara y serena como Daniel en la corte de Babilonia.
Ofuscan su cerebro por el uso de drogas estimulantes, y pierden temporariamente
sus facultades racionales. Muchos naufragios en alta mar pueden atribuirse a la
bebida.
Una y otra vez ángeles invisibles han
protegido a los barcos en el ancho océano porque a bordo había algún pasajero
orando que tenía fe en el poder protector de Dios. El Señor tiene poder para mantener
en sujeción las olas airadas que están ansiosas de destruir y sepultar a sus
hijos (Manuscrito 153, 1902).
Reprobación del uso de licores.
Necesitamos hombres que, bajo la
inspiración del Espíritu Santo, reprendan los juegos de azar y el uso de licores,
males que tanto abundan en estos últimos días (Manuscrito 117, 1907).
El único camino seguro.
¡Cuántos terribles accidentes ocurren por
causa de la bebida! . . . ¿Qué porción de este terrible embriagante puede
tomarse sin atentar contra la vida de seres humanos? Sólo el que se abstiene
estará seguro. Su mente no debe estar confundida por la bebida. Nada
embriagante debe pasar por sus labios. Si proceden así y ocurre una desgracia,
los que ocupan puestos de responsabilidad podrán hacer lo mejor y contemplar
satisfechos su foja de servicios, sea cual fuere el desenlace (Review and
Herald, 29-5-1894).
5. Un problema de salud pública
Han vendido su fuerza de voluntad.
Hay en el mundo una multitud de seres
humanos degradados los cuales, cediendo en su juventud a la tentación de usar
tabaco y alcohol, 33 envenenaron los tejidos del organismo humano y
pervirtieron sus facultades racionales hasta el límite donde quiso llevarlos
Satanás. La capacidad de pensar está ofuscada. Las víctimas ceden a la
tentación del alcohol y venden su capacidad de razonar por un vaso de bebida.
Mirad a ese hombre privado de razón. ¿Qué
es? Es un esclavo de la voluntad de Satanás. El archiapóstata lo dota de sus
propios atributos. Es un esclavo del libertinaje y de la violencia. No hay
crimen que no esté dispuesto a cometer, porque ha puesto en su boca aquello que
lo embriaga y hace de él, mientras esté bajo su influencia, un demonio.
Mirad a nuestros jóvenes. Escribo ahora
acerca de algo que hace doler mi corazón. Han perdido su fuerza de voluntad.
Sus nervios están debilitados porque su poder se ha agotado. En su semblante no
está el brillo rubicundo de la salud. Se ha ido la mirada vivaz de los ojos. Se
ha perdido su lustre. El vino que han bebido ha debilitado su memoria. Son como
personas de edad avanzada. El cerebro ya no puede producir sus ricos tesoros
cuando es necesario (Manuscrito 17, 1898).
Un pecado moral y una enfermedad física.
Entre las víctimas de la intemperancia
hay representantes de toda clase social y de todas las profesiones. Hombres
encumbrados, de gran talento y altas realizaciones, han cedido a sus apetitos
hasta que han quedado incapaces de resistir a la tentación. Algunos que en otro
tiempo poseían riquezas, han quedado sin familia ni amigos, víctimas de padecimientos,
miseria, enfermedad y degradación. Perdieron el dominio de sí mismos. Si nadie
les tiende una mano de auxilio, se hundirán cada vez más. En ellos el exceso no
es tan sólo pecado moral, sino enfermedad física (El Ministerio de Curación,
págs. 127, 128).
En una situación desesperada.
El hombre que contrajo el hábito de la
bebida se encuentra en una situación desesperada. Su cerebro está enfermo y su
voluntad debilitada. En lo que toca a su propia fuerza, sus apetitos son
ingobernables. No se puede razonar con él ni persuadirle a que se niegue a sí
mismo (El Ministerio de Curación, pág. 265).
Cuerpo y alma en esclavitud.
Las casas de bebida están esparcidas por
todas las ciudades y pueblos. . . . El viajero entra en el local público con su
razón, su capacidad de caminar 34 en forma erecta; pero miradlo cuando sale. Se
ha ido el brillo de sus ojos. Se ha ido la capacidad de caminar en forma
erecta; va haciendo eses de un lado para el otro como un barco en el mar. Su
capacidad para razonar está paralizada, la imagen de Dios está destruida. El
brebaje que envenena y enloquece ha dejado una marca sobre él. . . . Está en
una esclavitud de cuerpo y alma, y no puede distinguir entre lo bueno y lo
malo. El comerciante de bebidas ha puesto su botella ante los labios de su
prójimo, y bajo su influencia está lleno de crueldad y homicidio, y en su
locura comete realmente homicidio.
Es llevado ante un tribunal terrenal, y
los que legalizaron el expendio de bebidas son obligados a enfrentarse con el
producto de su propia obra. Ellos autorizaron por ley que se le entregase a ese
hombre una bebida que lo convertiría de cuerdo en loco, y ahora necesitan
enviarlo a la prisión o a la horca por su crimen. Su esposa e hijos han quedado
en el abandono y en la miseria, para convertirse en una carga de la comunidad
en la cual viven. El hombre está perdido en cuerpo y alma, desheredado de la
tierra, y sin esperanza del cielo. . . .
Ninguna fuerza para resistir a la
tentación.
Las víctimas del hábito de beber se
enloquecen tanto bajo la influencia del licor que están dispuestos a vender su
razón por un vaso de aguardiente. No guardan el mandamiento: "No tendrás
dioses ajenos delante de mí". Su fuerza moral está tan debilitada que no
tienen poder para resistir a la tentación, y su deseo de bebida es tan fuerte
que eclipsa todo otro deseo, y no se dan cuenta que Dios pide de ellos que lo
amen con todo su corazón. Son prácticamente idólatras, porque todo lo que
enajena sus afectos del Creador, todo lo que debilita y amortigua la fortaleza
moral, está usurpando el trono de Dios, y recibe el servicio que es debido sólo
a él. Satanás es adorado en todas estas viles idolatrías.
El que se detiene con el vino está
jugando con Satanás el juego de la vida. El fue quien hizo a los malos hombres
agentes suyos, de modo que los que comiencen el hábito de la bebida puedan
convertirse en borrachos. El planeó que cuando el cerebro estuviera confundido
con el alcohol, llevaría al borracho a la desesperación, y le haría cometer
crímenes atroces. En el ídolo que ha levantado para que 35 los hombres lo
adoren todo es contaminación y crimen, y la adoración del ídolo arruinará tanto
el alma como el cuerpo, y extenderá su nefasta influencia sobre la mujer y los
hijos del borracho. Las inclinaciones corruptas del borracho se transmiten a su
descendencia, y de ella a las generaciones siguientes.
Un poder demoníaco en acción.
Pero, ¿no son los gobernantes del país
mayormente responsables por el aumento de la criminalidad, la ola de maldad que
es resultado del expendio de bebidas? ¿No es su deber y no está en su poder
eliminar este mal mortal? Satanás ha formado sus planes, y aconseja a los
legisladores, y éstos reciben sus consejos, y así mantienen en actividad,
mediante disposiciones legislativas, una plétora de mal que resulta en mucha
miseria y crimen de un carácter tan terrible que la pluma humana no puede
describirlo. Un poder demoníaco está en acción a través de instrumentos
humanos, y los hombres están tentados a complacer el apetito hasta que pierden
el dominio propio. La vista de un ebrio, si no fuera tan común, levantaría la
indignación pública y haría que el tráfico de bebidas se eliminara; pero el
poder de Satanás ha endurecido de tal manera los corazones humanos, ha
pervertido de tal forma el juicio humano, que los hombres pueden contemplar los
ayes, el crimen, la pobreza que inundan el mundo por causa del tráfico de
bebidas y permanecer indiferentes. . . .
Día tras día, mes tras mes, año tras año,
las trampas mortales de Satanás se ponen en nuestras comunidades, a nuestras
puertas, en las esquinas, dondequiera sea posible atrapar almas, para que su
poder moral pueda ser destruido, y la imagen de Dios raída, y las almas se
hundan en la degradación más abajo que el nivel de las bestias. Las almas
peligran y perecen, y ¿dónde está la energía activa, el esfuerzo decidido de
parte de los cristianos para alzar una señal de advertencia, para iluminar a
sus semejantes, para salvar a sus hermanos que perecen? No hemos meramente de
hablar de idear métodos para salvar a los que ya están muertos y perdidos, sino
ocuparnos de aquellos que no están todavía más allá del alcance de la
comprensión y de la ayuda. . . .
Legalizando el tráfico de licores, la ley
da su sanción a la caída del alma y se niega a detener el tráfico que inunda 36
el mundo de mal. Consideren los legisladores si no puede evitarse todo esto que
hace peligrar la vida humana, la fuerza física y la visión mental. ¿Es
necesaria toda esta destrucción de la vida humana? (Review and Herald,
29-5-1894).
La responsabilidad del traficante de
licores.
Los que venden bebida embriagante a sus
semejantes . . . reciben las ganancias del borracho, y no le dan equivalente
por su dinero. En lugar de eso le dan aquello que lo enloquece, que le hace
actuar descabelladamente, y lo convierte en un demonio de mal y crueldad. . . .
Pero los ángeles de Dios han sido
testigos de cada paso dado en el camino descendente, y han seguido el rastro de
todas las consecuencias que resultaron del hecho de que un hombre haya puesto
la botella en los labios de su prójimo. El traficante de bebidas figura en los
registros entre aquellos cuyas manos están llenas de sangre. Es condenado por
tener en la mano la bebida intoxicante por la cual su prójimo es tentado a la
ruina, y por la cual los hogares se llenan de miseria y degradación. El Señor
considera responsable al vendedor de bebida por cada centavo que entra en sus
arcas sacado de las ganancias del pobre borracho, que ha perdido toda su fortaleza
moral, que ha hundido su virilidad en la bebida (Review and Herald, 8-5-1894).
Debe dar cuentas a Dios.
No importa cuál sea la riqueza, poder o
posición de un hombre a la vista del mundo, no importa si le está permitido por
la ley del país vender bebidas embriagantes a su prójimo, será tenido por
responsable a la vista del Cielo por degradar al alma que ha sido redimida por
Cristo, y será culpado en el juicio por rebajar un carácter que debería haber
reflejado la imagen de Dios, hasta reflejar la imagen de lo que está más abajo
de la creación animal.
Al incitar a los hombres a educarse en el
hábito del alcohol, el vendedor de bebidas está en la práctica quitando la
justicia del alma y llevando a los hombres a convertirse en abyectos esclavos
de Satanás. El Señor Jesús, el Príncipe de Vida, está en controversia con
Satanás, el príncipe de las tinieblas. Cristo declara que su misión es elevar a
los hombres. . . .
Jesús dejó los atrios celestiales y
depuso su propia gloria, y revistió su divinidad con humanidad para que pudiese
entrar en estrecho contacto con la humanidad, y por 37 precepto y ejemplo
pudiese elevar y ennoblecer la humanidad y restaurar en el alma humana la
imagen perdida de Dios. Esta es la obra de Cristo; pero, ¿cuál es la influencia
de aquellos que legalizan el tráfico de bebidas? ¿Cuál es la influencia de
aquellos que ponen la botella en los labios de su prójimo? Contrasten la obra
del vendedor de bebida con la obra de Jesucristo, y estarán forzados a admitir
que los que trafican con el alcohol, y los que sostienen el tráfico, están
trabajando en colaboración con Satanás. Mediante este negocio están haciendo
una obra mayor en perpetuar la miseria humana de lo que lo están haciendo los
hombres en cualquier otro negocio del mundo. . . .
El vendedor de bebidas asume la misma
actitud de Caín, y dice: "¿Soy yo acaso guarda de mi hermano?", y
Dios le dice, como le dijo a Caín: "La voz de la sangre de tu hermano
clama a mí desde la tierra". Los vendedores de bebidas serán tenidos por
responsables del desamparo que ha entrado en los hogares de aquellos que eran
débiles en fortaleza moral, y que cayeron por la tentación de la bebida. Se les
imputarán la miseria, el sufrimiento, la desesperación que entraron en el mundo
mediante el tráfico de bebidas. Tendrán que responder por los ayes y la
necesidad de las madres y de los hijos que han carecido de comida, vestido y
techo, que han sepultado toda esperanza y alegría. El que cuida del pajarillo y
toma nota de cuando cae al suelo, que reviste el campo de hierba, que hoy es y
mañana es echada en el horno, no pasará por alto a aquellos que han sido
formados a su propia imagen, comprados con su propia sangre, ni desoirá sus
gemidos de dolor. Dios toma nota de toda esta impiedad que perpetúa la miseria
y el crimen. Considera responsables de todo ello a aquellos cuya influencia
ayuda a abrir la puerta de la tentación para el alma (Manuscrito 54, sin
fecha).
La sentencia de Dios sobre el vendedor de
bebidas.
No sabe ni se preocupa de que el Señor
tiene una cuenta que arreglar con él, y cuando su víctima ha muerto, su corazón
de piedra no se inmuta.
No ha prestado oído a la advertencia:
"A ninguna viuda ni huérfano afligiréis. Porque si tú llegas a afligirles,
y ellos clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor; y mi furor se encenderá,
y os mataré a espada, y vuestras 38 mujeres serán viudas, y huérfanos vuestros
hijos" (Review and Herald, 15-5-1894).
No habrá excusa para el traficante de
bebidas en aquel día cuando cada hombre recibirá de acuerdo con sus obras. Los
que hayan destruido la vida tendrán que pagar la penalidad con la suya. La ley
de Dios es santa, justa y buena" (Carta 90, 1908).
No fomentemos el deseo de estimulantes.
Recuerde cada alma que tiene la sagrada
obligación ante Dios de hacer lo mejor por sus semejantes. ¡Cuán cuidadoso
debería ser cada uno de no crear el deseo de estimulantes. Al aconsejar a
amigos y vecinos a tomar licores para su salud, están en peligro de convertirse
en agentes de la destrucción de sus amigos. Han llamado mi atención muchos
incidentes en los cuales por un simple consejo hombres y mujeres se han
convertido en esclavos del hábito de la bebida.
Los médicos son responsables de convertir
a muchos en borrachos. Sabiendo lo que hará la bebida para quienes la aman, se
han tomado la responsabilidad de prescribirla para sus pacientes. Si razonaran
de causa a efecto, sabrían que los estimulantes habrán de producir el mismo
efecto en el órgano del cuerpo que el que producen en el hombre entero. ¿Qué
excusa podrán presentar los médicos por la influencia que han ejercido en
convertir en bebedores a padres y madres? (Review and Herald, 29-5-1894).
Advertidos para librarse de las
consecuencias.
Teniendo a la vista los terribles
resultados de la complacencia en las bebidas embriagantes, ¿cómo es posible que
haya hombre o mujer que pretende creer en la Palabra de Dios que se aventure a
tocar, probar o manejar vino o licores? Una práctica tal está ciertamente en
desacuerdo con la fe que profesan. . . .
El Señor ha dado indicaciones especiales
en su Palabra acerca del uso del vino y los licores. Ha prohibido su uso, y ha
recalcado su prohibición con fuertes advertencias y amenazas. Pero su
amonestación contra el uso de bebidas embriagantes no es el resultado del
ejercicio de una autoridad arbitraria. Ha amonestado a los hombres para que se
libren del mal que resulta de la complacencia en el vino y los licores. . . .
El tráfico de bebidas es un terrible
azote para nuestro país, y está sostenido y legalizado por quienes profesan ser
39 cristianos. Al hacer así, las iglesias se hacen responsables de todos los
resultados de este tráfico mortífero. El tráfico de bebidas tiene la raíz en el
mismo infierno, y lleva a la perdición. Estas son consideraciones solemnes
(Review and Herald, 1-5-1894).
6. El alcohol y las personas de
responsabilidad
Lecciones del caso de Nadab y Abiú.
Nadab y Abiú, los hijos de Aarón que
ministraban en el sagrado oficio del sacerdocio, se sirvieron vino en
abundancia, y, como acostumbraban, fueron a ministrar delante de Jehová. Los
sacerdotes que quemaban incienso delante de Jehová tenían que usar el fuego del
altar de Dios que ardía día y noche, y nunca se apagaba. Dios dio indicaciones
explícitas acerca de la forma en que debía realizarse cada parte de su servicio
para que todo lo que estuviera relacionado con su culto sagrado estuviese de
acuerdo con su santo carácter. Toda desviación de las indicaciones expresas de
Dios en relación con su sagrado servicio era pasible de muerte. Dios no
aceptaría ningún sacrificio que no estuviese sazonado con la sal del fuego
divino, que representaba la comunicación entre Dios y el hombre accesible
solamente mediante Jesucristo. El fuego sagrado que debía ser puesto en el
incensario era mantenido perpetuamente encendido, y mientras los hijos de Dios
estaban afuera, orando fervientemente, el incienso alumbrado por el fuego
sagrado había de subir delante de Dios mezclado con sus oraciones. Este
incienso era un emblema de la mediación de Cristo.
Los hijos de Aarón tomaron fuego común,
que Dios no aceptaba, y ofrecieron un insulto al Dios infinito presentando este
fuego extraño delante de él. Dios los consumió con fuego por su desprecio
deliberado de sus expresas indicaciones. Todas sus obras eran como la ofrenda
de Caín. No se representaba en ellas al divino Salvador. Si esos hijos de Aarón
hubiesen tenido el dominio completo de sus facultades pensantes, habrían
discernido la diferencia entre el fuego común y el sagrado. La complacencia del
apetito rebajó sus facultades y oscureció de tal forma su intelecto que se
extinguir su facultad de discernimiento. Comprendían plenamente el carácter
sagrado del servicio simbólico y la terrible solemnidad y responsabilidad que
pesaba sobre ellos 40 al presentarse delante de Dios para ministrar en el
servicio sagrado.
Eran responsables.
Algunos podrán preguntar: ¿Cómo podían
los hijos de Aarón ser tenidos por responsables cuando sus intelectos estaban
tan paralizados por la embriaguez que no podían discernir la diferencia entre
el fuego sagrado y el común? En el momento de llevar la copa a sus labios se
hicieron responsables por todos los actos que cometiesen bajo la influencia del
vino. La complacencia del apetito les costó la vida a esos sacerdotes. Dios
prohibió expresamente el uso del vino que influyera en la obnubilación del
intelecto.
"Y Jehová habló a Aarón, diciendo:
Tú, y tus hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el
tabernáculo de reunión, para que no muráis; estatuto perpetuo será para
vuestras generaciones, para poder discernir entre lo santo y lo profano, y
entre lo inmundo y lo limpio, y para enseñar a los hijos de Israel todos los
estatutos que Jehová les ha dicho por medio de Moisés....
Aquí tenemos las clarísimas indicaciones
de Dios, y sus razones para la prohibición del uso del vino; para que su
facultad de discriminación y de discernimiento fuese clara, y no confusa en
manera alguna; para que su juicio fuese correcto, y pudiesen siempre discernir
entre lo limpio y lo inmundo. Se da también otra razón de suma importancia por
la cual debían abstenerse de todo lo que pudiese embriagar. Se requería el
pleno uso de la razón despejada para presentar a los hijos de Israel todos los
estatutos que Dios les había hablado.
Requisitos de los dirigentes
espirituales.
Toda comida o bebida que impida el
ejercicio sano y activo de las facultades mentales es un pecado provocativo a
la vista de Dios. Este es especialmente el caso de aquellos que ministran en
las cosas sagradas, que en todo momento debieran ser ejemplos para el pueblo, y
estar en condiciones de darles instrucción adecuada. . . .
Ministros del púlpito sagrado cuyos
labios y boca están corrompidos se atreven a tomar la sagrada palabra de Dios
en sus labios impuros. Piensan que Dios no toma nota de su complacencia
pecaminosa. "Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra,
el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el
mal". 41 Dios no está más dispuesto a recibir un sacrificio de las manos
de aquellos que de esta forma se mancillan a sí mismos y ofrecen con su
servicio el incienso del tabaco y del alcohol de lo que lo estaba para recibir
la ofrenda de los hijos de Aarón, quienes ofrecieron incienso con fuego
extraño.
Dios no ha cambiado. Es tan específico y
exacto en sus requerimientos hoy como lo era en los días de Moisés. Pero en los
santuarios dedicados hoy día al culto, junto con los cantos de alabanza, las
oraciones y la enseñanza desde el púlpito, no hay tan sólo fuego extraño, sino
corrupción abierta. En vez de ser predicada la verdad con la santa unción que
proviene de Dios, se la presenta estando bajo la influencia del tabaco y la
bebida. ¡Fuego extraño, por cierto! Se presentan la verdad y la santidad
bíblica a la gente, y se ofrecen a Dios las oraciones ¡mezcladas con el hedor
del tabaco! ¡Incienso tal es lo que más agrada a Satanás! ¡Qué engaño terrible!
¡Qué ofensa para Dios! ¡Qué insulto para Aquel que es santo y habita en luz
inaccesible!
Si las facultades de la mente estuvieran
en un saludable vigor, los cristianos profesos discernirían la inconsecuencia
de un culto tal. Como en el caso de Nadab y Abiú, sus facultades están tan
embotadas que no hacen diferencia entre lo sagrado y lo profano. Cosas santas y
sagradas son rebajadas al nivel de su aliento contaminado por el tabaco, de sus
cerebros ofuscados, de sus almas mancilladas, contaminadas por la complacencia
del apetito y la pasión. Profesos cristianos comen y beben, fuman y mastican
tabaco, convirtiéndose en glotones y borrachos, para complacer el apetito, ¡y
todavía hablan de vencer como Cristo venció! (Redemption; or the Temptation of
Christ, págs. 82-86).
Se necesitan dirigentes con mentes
claras.
Se necesitan dirigentes con mentes
claras. ¿Qué pasa con nuestros legisladores y nuestros hombres del foro? Si era
necesario que los ministros de las cosas sagradas tuviesen mentes claras y
dominio completo de su razón, ¿no es también importante que los que hacen y
ejecutan las leyes de nuestra gran nación tengan sus facultades despejadas?
¿Qué diremos de los jueces y jurados, en cuyas manos está el disponer de la
vida humana, y cuyas decisiones pueden condenar al inocente o dejar sueltos en
la sociedad a los criminales? ¿No necesitan ellos tener el pleno dominio de sus
facultades mentales? ¿Son ellos temperantes en sus hábitos? Si no lo son, no
son aptos para puestos de tanta responsabilidad. 42 Cuando los apetitos se
pervierten, las facultades mentales se debilitan y existe el peligro de que los
hombres no gobiernen con justicia. La complacencia en aquello que ofusca la
mente, ¿es hoy menos peligrosa que cuando Dios puso restricciones para aquellos
que oficiaban en el culto divino? (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág.
19).
Cuando los hombres de gobierno traicionan
su cometido.
Cuando los hombres de gobierno traicionan
su cometido. Los hombres que hacen las leyes que rigen la vida del pueblo,
debieran más que cualquier otro ser obedientes a las leyes superiores que son
el fundamento de todo gobierno en las naciones y en las familias. ¡Cuán
importante es que los hombres que tienen el poder en sus manos sientan que
ellos mismos están bajo un dominio superior. Pero nunca lo sentirán así
mientras sus mentes estén debilitadas por la complacencia en drogas y bebidas.
Los que tienen el encargo de hacer y ejecutar las leyes debieran tener todas
sus facultades en condiciones de vigorosa acción. Practicando la temperancia en
todas las cosas, pueden preservar la clara discriminación entre lo sagrado y lo
común, y tener sabiduría para administrar con la justicia e integridad que Dios
exigía al Israel de antaño. . . .
Muchos que son elevados a los más altos
puestos de confianza para servir al público son exactamente lo opuesto. Ellos
se sirven a sí mismos, y generalmente hacen uso de drogas, vino y licores.
Abogados, juristas, senadores, jueces y representantes, han olvidado que el
carácter no es el resultado de sus ensueños. Están deteriorando sus facultades
mediante complacencias pecaminosas. Se rebajan de su elevada posición para
corromperse con intemperancia, licencia y toda forma de mal. Sus facultades
prostituidas por el vicio abren el camino para todo mal. . . .
Los intemperantes no debieran ser
colocados en posiciones de confianza por el voto del pueblo. Su influencia
corrompe a otros, y graves responsabilidades están en juego. Con cerebro y
nervios nublados por el tabaco y los estimulantes, ellos hacen una ley de su
propia naturaleza, y cuando se disipa la influencia inmediata [de los
estimulantes o de los licores] se produce un colapso. Con frecuencia la vida
humana se encuentra en la balanza; de la decisión de los hombres que ocupan
esos cargos de confianza dependen la vida y la libertad, o la prisión y la
angustia. Cuán necesario 43 es que todos los que tienen parte en esas transacciones
sean hombres probados, hombres de cultura propia, hombres honrados y veraces,
de firme integridad, que desprecien el cohecho, que no permitan que su juicio o
convicciones acerca de lo correcto sean torcidos por la parcialidad o el
prejuicio. Así dice Jehová: "No pervertirás el derecho de tu mendigo en su
pleito. De palabra de mentira te alejarás, y no matarás al inocente y justo;
porque yo no justificaré al impío. No recibirás presente; porque el presente
ciega a los que ven, y pervierte las palabras de los justos" (Signs of the
Times, 8-7-1880).
Solamente hombres estrictamente
temperantes e íntegros debieran ser admitidos en nuestras cámaras legislativas
y elegidos para presidir en nuestros tribunales. La propiedad, la reputación y
aun la vida misma están inseguras libradas al juicio de hombres intemperantes e
inmorales. ¡Cuántas personas inocentes han sido condenadas a muerte, a cuántas
más se las ha privado de todas sus posesiones terrenales por la injusticia de
jurados, abogados, testigos y aun jueces adictos a la bebida! (Signs of the
Times, 11-2-1886).
Si todos los magistrados fuesen
temperantes.
Si todos los magistrados fuesen
temperantes. Si las personas representativas siguieran el camino del Señor,
señalarían a los hombres una norma elevada y santa. Los que están en posiciones
de confianza serían estrictamente temperantes. Magistrados, senadores y jueces
tendrían un entendimiento claro, y su juicio sería sano y no pervertido. El
temor del Señor estaría siempre delante de ellos, y estarían respaldados por
una sabiduría más alta que la suya propia. El Maestro celestial haría sabios
sus consejos y los fortalecería para obrar a pie firme en oposición a todo lo
torcido, y para hacer avanzar aquello que es correcto, justo y verdadero. La
palabra de Dios sería su guía y toda opresión sería desechada. Legisladores y
administradores se sujetarían a toda ley justa y buena, enseñando siempre el
camino del Señor para hacer justicia y juicio. Dios es quien dirige todo
gobierno y toda ley buenos y justos. Los que tienen la responsabilidad de
administrar alguna parte de la ley son responsables ante Dios como
administradores de sus bienes (Review and Herald, 1-10-1895).
La razón destronada en la fiesta de
Belsasar.
La razón destronada en la fiesta de
Belsasar. En su orgullo y arrogancia, con temerario sentimiento de seguridad,
"Belsasar hizo un gran banquete a mil de sus príncipes, 44 y en presencia
de los mil bebía vino". Todos los atractivos ofrecidos por la riqueza y el
poder aumentaban el esplendor de la escena. Entre los huéspedes que asistían al
banquete real había hermosas mujeres que desplegaban sus encantos. Había
hombres de genio y educación. Los príncipes y los estadistas bebían vino como
agua, y bajo su influencia enloquecedora se entregaban a la orgía. Habiendo
quedado la razón destronada por una embriaguez desvergonzada, y habiendo
cobrado ascendiente los impulsos y las pasiones inferiores, el rey mismo
dirigía la ruidosa orgía (Profetas y Reyes, pág. 385).
En el mismo momento cuando la francachela
estaba en su apogeo, surgió una pálida mano y trazó en la pared de la sala del
banquete la condenación del rey y de su reino. "Mene, Mene, Tekel,
Uparsín" fueron las palabras escritas y ésta fue la interpretación dada
por Daniel: "Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto . . . Tu
reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas". Y el relato nos
dice: "La misma noche fue muerto Belsasar rey de los caldeos. Y Darío de
Media tomó el reino".
Poco pensó Belsasar que un Vigilante
invisible contemplaba su orgía idolátrica. Pero no hay nada que se diga o haga
que no esté registrado en los libros del cielo. Los caracteres místicos
trazados por la pálida mano testifican que Dios es testigo de todo lo que
hacemos, y que es deshonrado por las francachelas y orgías. No podemos ocultar
nada de Dios. No podemos escapar de nuestra responsabilidad ante él. Doquiera
estemos y cualquier cosa que hagamos, somos responsables ante Aquel a quien
pertenecemos por creación y redención (Manuscrito 50, 1893).
Terribles resultados de la disipación de
Herodes.
Terribles resultados de la disipación de
Herodes. En muchas cosas Herodes había reformado su vida disoluta. Pero el
consumo de excesivos alimentos y bebidas estimulantes estaba constantemente
enervando y amortiguando sus facultades morales y físicas, y luchando contra
los fervientes llamados del Espíritu de Dios, que había llevado la convicción
al corazón de Herodes, despertando su conciencia para renunciar a sus pecados.
Herodías estaba al tanto de los puntos débiles del carácter de Herodes. Sabía
que en circunstancias normales, mientras tenía el pleno dominio de su
inteligencia, no podría lograr la muerte de Juan.... 45
Disimuló de la mejor manera posible su
odio aguardando con expectación el día del cumpleaños de Herodes que ella sabía
sería una ocasión de glotonería y embriaguez. El apetito de Herodes por la
comida abundante y el vino le daría a ella la oportunidad de hacerle bajar la
guardia. Lo induciría a complacer su apetito, lo cual despertaría la pasión y
rebajaría el tono del carácter mental y moral haciendo imposible que sus
sensibilidades amortiguadas percibiesen con claridad los hechos y las
evidencias e hiciese decisiones correctas. Hizo los más costosos preparativos
para el festejo y la voluptuosa disipación. Ella conocía la influencia de estas
fiestas intemperantes sobre el intelecto y la moralidad. Sabía que la
complacencia de Herodes en el apetito, el placer y la diversión excitaría sus
pasiones más bajas y lo haría impotente ante las exigencias más nobles del
esfuerzo y el deber.
El alborozo artificial de la mente y el
espíritu producido por la intemperancia rebaja las sensibilidades para el
avance moral, haciendo imposible que los impulsos santos afecten el corazón y
tengan el dominio sobre las pasiones cuando la opinión pública y la moda las
sustentan. Festividades y diversiones, bailes, y el abundante uso del vino,
ofuscan los sentidos y quitan el temor de Dios. . . .
Mientras Herodes y sus príncipes estaban
festejando y bebiendo en el salón del banquete, Herodías, envilecida por el
crimen y la pasión, envió a su hija vestida en la forma más fascinadora a la
presencia de Herodes y de sus reales huéspedes. Salomé estaba ataviada con
costosas guirnaldas y flores. Estaba adornada de joyas relucientes y resplandecientes
brazaletes. Con poca ropa y menos pudor danzó para la diversión de los reales
huéspedes. Ante sus sentidos pervertidos, los fascinó la encantadora apariencia
de ésta, que para ellos era una visión de belleza y hermosura. En lugar de ser
dominadas por la clara razón, el gusto refinado o la conciencia sensible, las
cualidades más bajas de la mente tenían las riendas del mando. La virtud y el
principio no tenían ningún poder de dominio.
El falso encantamiento de la aturdidora
escena pareció privar de toda dignidad y razón a Herodes y sus huéspedes, que
estaban saturados de vino. La música, el vino y la danza habían quitado de
ellos el temor y la reverencia de Dios. Nada parecía sagrado para los sentidos
pervertidos 46 de Herodes. Deseaba hacer algún despliegue que lo exaltara aún
más alto ante los grandes hombres de su reino. Y temerariamente prometió, y
confirmó su promesa con juramento, que daría a la hija de Herodías cualquier
cosa que ésta pidiera. . . .
Habiendo obtenido una promesa tan
maravillosa, ella corrió a su madre, deseando saber qué cosa pedir. La
respuesta de la madre estaba lista: la cabeza de Juan el Bautista en un plato.
Salomé al principio quedó aturdida. No comprendía la venganza escondida en el
corazón de su madre. Se negó a formular un pedido tan inhumano; pero la
determinación de esa impía mujer prevaleció. Además ordenó a su hija que no se
detuviera, sino que se apresurara a presentar su pedido antes que Herodes
tuviese tiempo para reflexionar y cambiar de opinión. Por lo tanto, Salomé
volvió a Herodes con el terrible pedido: "Quiero que ahora mismo me des en
un plato la cabeza de Juan el Bautista. Y el rey se entristeció mucho; pero a
causa del juramento, y de los que estaban con él a la mesa, no quiso
desecharla".
Herodes quedó atónito y confundido. Cesó
su alegría desenfrenada y sus huéspedes se estremecieron de horror ante este
inhumano pedido. Las frivolidades y la disipación de esa noche costaron la vida
de uno de los más eminentes profetas que alguna vez llevaran un mensaje de Dios
a los hombres. La copa embriagante preparó el camino para este terrible crimen
(Review and Herald, 11-3-1873).
Ninguna voz para salvar a Juan.
Ninguna voz para salvar a Juan. ¿Por qué
no se levantó ninguna voz en esa concurrencia para disuadir a Herodes de
cumplir su alocado voto? Estaban aturdidos por el vino y para sus sentidos
ofuscados no había nada que debiese ser respetado.
Aunque los huéspedes reales estaban
prácticamente en condiciones de librarlo de las obligaciones de su juramento,
sus lenguas parecían paralizadas. Herodes mismo estaba bajo el engaño de que
debía, a fin de mantener su propia reputación, cumplir con el juramento hecho
bajo la influencia de la embriaguez. El principio moral, la única salvaguardia
del alma, estaba paralizado. Herodes y sus huéspedes eran esclavos, sujetos a
la más baja servidumbre por el apetito pervertido. . . .
Las facultades mentales estaban enervadas
por el placer de los sentidos, que pervertía sus ideas acerca de la justicia y
la misericordia. 47 Satanás buscó esta oportunidad en la persona de Herodías
para instarles a tomar decisiones apresuradas que costarían la vida preciosa de
uno de los profetas de Dios (Review and Herald, 8- 4-1873).
Amonestaciones divinas.
Amonestaciones divinas. El Señor no puede
soportar mucho más a una generación intemperante y perversa. Hay muchas
solemnes amonestaciones en las Escrituras contra el uso de las bebidas
embriagantes. En tiempos antiguos, cuando Moisés estaba recapitulando el deseo
de Jehová concerniente a su pueblo, se pronunciaron contra los borrachos las
siguientes palabras:
"Y suceda que al oír las palabras de
esta maldición, él se bendiga en su corazón, diciendo: Tendré paz, aunque ande
en la dureza de mi corazón, a fin de que con la embriaguez quite la sed. No
querrá Jehová perdonarlo, sino que entonces humeará la ira de Jehová y su celo
sobre el tal hombre, y se asentará sobre él toda maldición escrita en este
libro, y Jehová borrará su nombre de debajo del cielo".
Dice Salomón: "El vino es
escarnecedor, la sidra alborotadora, y cualquiera que por ellos yerra no es
sabio". ¿Para quién será el ay? ¿Para quién el dolor? ¿Para quién las
rencillas? ¿Para quién las quejas? ¿Para quién las heridas en balde? ¿Para quién
lo amoratado de los ojos? Para los que se detienen mucho en el vino, para los
que van buscando la mistura. No mires al vino cuando rojea, cuando resplandece
su color en la copa. Se entra suavemente; mas al fin como serpiente morderá, y
como áspid dará dolor".
El uso del vino entre los israelitas fue
una de las causas que finalmente contribuyó a su cautiverio. El Señor les dijo
mediante el profeta Amós:
"¡Ay de los reposados en Sion!...
Vosotros que dilatáis el día malo, y acercáis la silla de iniquidad. Duermen en
camas de marfil, y reposan sobre sus lechos; y comen los corderos del rebaño, y
los novillos de en medio del engordadero; gorjean al son de la flauta, e
inventan instrumentos musicales, como David; beben vino en tazones, y se ungen
con los ungüentos más preciosos; y no se afligen por el quebrantamiento de
José. Por tanto, ahora irán a la cabeza de los que van a cautividad, y se
acercará el duelo de los que se entregan a los placeres". 48
"¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es
muchacho, y tus príncipes banquetean de mañana! ¡Bienaventurada tú, tierra,
cuando tu rey es hijo de nobles, y tus príncipes comen a su hora, para reponer
sus fuerzas y no para beber!" "No es de los reyes, oh Lemuel, no es
de los reyes beber vino, ni de los príncipes la sidra; no sea que bebiendo
olviden la ley, y perviertan el derecho de todos los afligidos".
Estas palabras de amonestación y
autoridad son claras y decididas. Los que ocupan cargos públicos de confianza,
cuiden de que no olviden la ley y perviertan el juicio por el vino y la bebida
fuerte. Gobernantes y jueces debieran siempre estar en condiciones de seguir la
indicación del Señor: "A ninguna viuda ni huérfano afligiréis. Porque si
tú llegas a afligirles, y ellos clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor; y
mi furor se encenderá, y os mataré a espada, y vuestras mujeres serán viudas, y
huérfanos vuestros hijos".
Jehová el Dios de los cielos gobierna. El
solo está sobre toda autoridad, sobre todos los reyes y gobernantes. El Señor
ha dado en su Palabra instrucciones especiales con respecto al uso del vino y
de las bebidas fuertes. Ha prohibido su uso, y ha recalcado su prohibición con
severas amonestaciones y amenazas. Pero esta prohibición del uso de las bebidas
embriagantes no es un acto de arbitrariedad. El quiere que los hombres se
abstengan a fin de librarse de las consecuencias del uso del vino y de las
bebidas alcohólicas. Degradación, crueldad, abyección y contienda son los
resultados naturales de la intemperancia. Dios ha señalado las consecuencias de
practicar esta conducta impía. Lo ha hecho para que no haya una perversión de
sus leyes y para que los hombres eviten la miseria ampliamente extendida
resultante de la conducta de hombres perversos los cuales, por amor a la
ganancia, venden venenos enloquecedores (Drunkenness and Crime, págs. 4-6). 49
SECCIÓN III EL TABACO
l. Efectos del uso del tabaco
Efectos en el cuerpo.
Efectos en el cuerpo. El tabaco es un
veneno lento e insidioso, y sus efectos son más difíciles de eliminar del
organismo que los del alcohol (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 424).
El uso del tabaco es un hábito que con
frecuencia afecta el sistema nervioso de una manera más poderosa que el uso de
alcohol. Ata a la víctima con lazos de esclavitud aun más fuertes de los de la
copa embriagante; el hábito es más difícil de vencer. En muchos casos, cuerpo y
mente están intoxicados más profundamente con el uso del tabaco que con los
licores espirituosos, porque es un veneno más sutil (Testimonies, tomo 3, pág.
562).
Los que usan tabaco son culpables ante
Dios.
Los que usan tabaco, son culpables ante
Dios. El tabaco, en cualquier forma se lo use, afecta el organismo. Es un
veneno lento. Afecta el cerebro y ofusca la facultad de razonar, de manera que
la mente no puede discernir claramente las cosas espirituales, especialmente
aquellas verdades que tendrían una tendencia para corregir esta corrupta
complacencia. Los que usan el tabaco en cualquier forma no son limpios delante
de Dios. Es imposible para ellos glorificar a Dios con semejante práctica corrupta
en sus cuerpos y en sus espíritus, que son de Dios. Y mientras sigan usando
venenos lentos pero seguros, que están arruinando su salud y rebajando las
facultades de la mente, Dios no puede aprobarlos. Puede tener misericordia de
ellos mientras se complacen en este hábito pernicioso sin saber el daño que les
está haciendo, pero cuando se les presenta el asunto en su verdadera luz,
entonces son culpables delante de Dios si siguen complaciendo este indecoroso
apetito (Counsels on Health, pág. 81).
Disminuye la resistencia y debilita las
facultades de recuperación.
Disminuye la resistencia y debilita las
facultades de recuperación. El poder sanador de Dios gobierna sobre todo la
naturaleza. 50 Si un ser humano se corta la carne o se rompe un hueso, la
naturaleza comienza inmediatamente a curar la herida, preservando de esta forma
la vida del hombre. Pero el hombre puede colocarse en una posición donde la
naturaleza es estorbada, de modo que no puede hacer su obra. . . . Si se usa
tabaco, . . . el poder sanador de la naturaleza se debilita en mayor o menor
medida (Medical Ministry, pág. 11).
La siembra y la cosecha.
La siembra y la cosecha. Recuerden viejos
y jóvenes que ante toda violación de las leyes de la vida la naturaleza hará
sentir su protesta. El castigo caerá sobre las facultades tanto mentales como
físicas, y no se detendrá en el que con culpable liviandad practica este
hábito. Los efectos de su mala conducta se ven en su descendencia, y así los
males hereditarios se transmiten hasta la tercera y la cuarta generación.
Pensad en esto, padres, cuando os complacéis con el tabaco, esa sustancia
nociva que ofusca la mente y el alma. ¿Adónde os llevará esta práctica? ¿A
quién afectará, además de vosotros? (Signs of the Times, 6-12-1910).
Entre los niños y jóvenes el uso del
tabaco hace un daño incalculable. Las prácticas malsanas de las generaciones
pasadas afectan a los niños y jóvenes de hoy. La incapacidad mental, la
debilidad física, las perturbaciones nerviosas y los deseos antinaturales se
transmiten como un legado de padres a hijos. Y las mismas prácticas, seguidas
por los hijos, aumentan y perpetúan los malos resultados. A esta causa se debe
en gran parte la deterioración física, mental y moral que produce tanta alarma.
Los muchachos empiezan a hacer uso del
tabaco en edad muy temprana. El hábito que adquieren cuando el cuerpo y la
mente son particularmente susceptibles a sus efectos, socava la fuerza física,
impide el crecimiento del cuerpo, embota la inteligencia y corrompe la
moralidad (El Ministerio de Curación, pág. 252).
Comienzos de la intemperancia del tabaco.
Comienzos de la intemperancia del tabaco.
No hay apetito natural por el tabaco en la naturaleza, a menos que sea heredado
(Manuscrito 9, 1893).
Por el uso del té y del café se forma un
apetito por el tabaco (Testimonies, tomo 3, pág. 563).
Los alimentos a base de carne y altamente
sazonados, y el té y café cuyo consumo algunas madres fomentan en sus hijos, 51
sus hijos, los preparan para desear estimulantes más fuertes, como el tabaco.
El uso de éste despierta el deseo de ingerir bebidas alcohólicas (Joyas de los
Testimonios, tomo 1, pág. 419).
El alimento preparado con condimentos y
especias, inflama el estómago, corrompe la sangre y prepara el camino para
estimulantes más fuertes. Produce debilidad nerviosa, impaciencia y falta de
dominio propio. Luego siguen el tabaco y la copa de vino (Signs of the Times,
27-10-1887).
Vidas sacrificadas.
El alcohol y el tabaco contaminan la
sangre de los hombres, y miles de vidas se sacrifican cada año a estos venenos
(Health Reformer, noviembre de 1871).
La naturaleza hace todo lo que puede para
eliminar el tabaco, sustancia venenosa, pero a menudo es vencida. Renuncia a la
lucha para eliminar al intruso, y la vida se sacrifica en el conflicto
(Manuscrito 3, 1897).
Usar tabaco es suicidarse.
Dios requiere pureza de corazón y
limpieza personal ahora tanto como cuando dio sus instrucciones especiales a
los hijos de Israel. Si Dios fue tan minucioso en exigir la limpieza de
aquellos que estaban viajando en el desierto, que estaban casi todo el tiempo
al aire libre, no requiere menos de nosotros que vivimos en casas techadas
donde las impurezas son más visibles, y que tenemos un ambiente menos
saludable. El tabaco es un veneno de la especie más engañosa y maligna porque
tiene una influencia, excitante primero y luego paralizadora, sobre los nervios
del cuerpo. Es tanto más peligroso porque sus efectos en el organismo son muy
lentos y al principio difíciles de ser apreciados. Multitudes han caído
víctimas de su influencia venenosa. Ciertamente se han suicidado mediante este
lento veneno. Preguntarnos, ¿cuál será su despertar en la mañana de la
resurrección? (Spiritual Gifts, tomo 4, pág. 128).
No hay defensa.
La intemperancia de cualquier especie es
como un grillete que tiene asidos a los seres humanos. Los embriagados por el
tabaco se están multiplicando. ¿Qué diremos de este mal? Es sucio; nubla la
mente; embota los sentidos; encadena la voluntad; mantiene a sus víctimas en la
esclavitud de hábitos difíciles de vencer; tiene a Satanás por abogado.
Destruye las claras percepciones de la 52 mente de manera que el pecado y la
corrupción no pueden distinguirse de la verdad y la santidad. Este apetito por
el tabaco es autodestructor. Lleva a un anhelo por algo más fuerte: los vinos y
bebidas fermentadas, todos los cuales son embriagantes (Carta 102a, 1897).
2. La influencia contaminadora y
desmoralizadora del tabaco
Lo encontramos en todas partes.
Doquiera vayamos, encontramos al
aficionado al tabaco que está debilitando mente y cuerpo con su complacencia
favorita. ¿Tienen derecho los hombres a privar a su Hacedor y al mundo del
servicio que les corresponde? . . .
Es un hábito repugnante que contamina al
que lo practica y es muy molesto para los demás. Difícilmente podemos pasar a
través de una muchedumbre sin que los hombres nos arrojen al rostro su aliento
envenenado. Es desagradable, si no peligroso, permanecer en un vagón de tren o
en una habitación donde la atmósfera está impregnada de los olores del alcohol
y del tabaco (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 33, 34).
Maldice y mata.
Mujeres y niños sufren por tener que
respirar en la atmósfera que ha sido contaminada por la pipa, el cigarro, o el
pestilente aliento del que usa tabaco. Los que viven en esta atmósfera siempre
estarán enfermos (Testimonies, tomo 5, pág. 440).
Los pulmones de los niños sufren y se
enferman al inhalar la atmósfera de una habitación envenenada por el aliento
corrompido del que usa tabaco. Muchos niños se envenenan inevitablemente al
dormir en las camas con sus padres fumadores. Al inhalar los efluvios venenosos
del tabaco, arrojados de los pulmones y eliminados por los poros de la piel, el
organismo del niño se llena de veneno. Mientras que en algunos niños actúa como
un veneno lento y afecta el cerebro, el corazón, el hígado y los pulmones, que
se van debilitando y desmejorando paulatinamente, en otros tiene una influencia
más directa, produciendo espasmos, ataques, parálisis y muerte repentina.
Los padres adoloridos lloran la pérdida
de sus amados, y se preguntan el porqué de los misteriosos caminos de Dios,
quien los ha afligido tan cruelmente, cuando la Providencia no dispuso la
muerte de esos niños. Murieron mártires del corrompido deseo de tabaco. 53 Cada
exhalación de los pulmones del esclavo del tabaco envenena el aire a su
alrededor (Health Reformer, enero de 1872).
Un factor del aumento del crimen.
El uso del tabaco y de las bebidas
alcohólicas tiene mucho que ver con el aumento de la enfermedad y el crimen
(Manuscrito 29, 1886).
El uso de licores o del tabaco destruye
los nervios sensitivos del cerebro y obnubila la facultad de razonar. Bajo su
influencia se cometen crímenes que no se hubieran perpetrado si la mente
hubiese estado clara y libre de la influencia de estimulantes o sustancias que
nublan la mente (Manuscrito 38 1/2, 1905).
Satanás domina la mente paralizada.
Miles de personas están continuamente
vendiendo vigor físico, mental y moral por el placer del gusto. Cada facultad
tiene su oficio distintivo, pero todas tienen una relación de dependencia
mutua. Si se conserva cuidadosamente el equilibrio, serán guardadas en acción
armoniosa. Ninguna de estas facultades puede valuarse en billetes y monedas.
Sin embargo se las vende por un buen almuerzo, por alcohol o por tabaco.
Paralizadas estas facultades por la complacencia del apetito, Satanás domina la
mente y lleva a cometer toda suerte de crímenes y maldades (Review and Herald,
18-3-1875).
¿Fumarán las mujeres?
Dios no quiere que la mujer se rebaje a
usar esta asquerosa y entontecedora sustancia. Cuán repugnante es el cuadro que
uno puede imaginarse, de una mujer cuyo aliento esté envenenado por el tabaco.
Uno se estremece al pensar en los niñitos que rodean con los brazos su cuello y
ponen sus labios frescos y puros sobre los labios de esa madre, manchados y
contaminados por el desagradable fluido y el olor del tabaco. Sin embargo, este
cuadro resalta como más repugnante porque es menos frecuente que el que ofrece
el padre, el señor de la casa, que se contamina con esta repugnante mala
hierba. No es de extrañar que veamos niños apartarse del beso del padre al cual
aman, y si lo besan no lo hacen en los labios, sino en la mejilla o en la
frente, donde sus labios puros no serán contaminados (Health Reformer,
septiembre de 1877).
El único camino seguro.
Muchas son las tentaciones que acosan por
todos lados a los jóvenes para arruinarles el futuro, tanto de este mundo como
del venidero. Pero el único camino seguro para jóvenes y viejos es vivir en
estricta conformidad con los principios de la ley física y moral. 54 El camino
de la obediencia es el único que lleva al cielo. Los esclavos del alcohol y del
tabaco darían, a veces, cualquier cantidad de dinero, si al hacerlo pudiesen
vencer su apetito por esas complacencias que destruyen cuerpo y alma. Los que
no quieran someter al dominio de la razón los apetitos y las pasiones, los
complacerán a expensas [del cumplimiento de] obligaciones físicas y morales
(Review and Herald, 18-3-1875).
El poder esclavizador del tabaco.
Al atar sobre los hombres el terrible
hábito del tabaco, Satanás se propone paralizar el cerebro y confundir el
juicio, de manera que no se disciernan las cosas sagradas. Una vez formado el
apetito por esta sustancia nociva, se apodera firmemente de la mente y de la
voluntad del hombre, el cual está en cautiverio bajo su poder. Satanás tiene el
dominio de la voluntad, y las realidades eternas son eclipsadas. El hombre no
puede erguirse en la virilidad que Dios le ha dado; es un esclavo del apetito
pervertido (Carta 8, 1893).
Los que aseguran que el tabaco no les
perjudica pueden convencerse de su error absteniéndose del mismo durante unos
pocos días: los nervios agitados, la cabeza aturdida, la irritabilidad que
sienten les probarán que esta complacencia pecaminosa los ha reducido a la
servidumbre. Ha vencido el poder de la voluntad. Son esclavos de un vicio
terrible en sus resultados (Signs of the Times, 27-10-1887).
El testimonio de los que vencieron.
Al dirigir en cierta oportunidad la
palabra, pedimos que se levantaran aquellos que habían sido adictos al uso del
tabaco, pero que habían dejado de serlo por causa de la luz que habían recibido
mediante la verdad. En respuesta se levantaron entre treinta y cinco y cuarenta
personas, diez o doce de las cuales eran mujeres. Luego invitamos a que se
levantaran aquellos a quienes los médicos les habían dicho que sería fatal para
ellos dejar el uso del tabaco, porque se habían acostumbrado tanto a su
estímulo artificial que no podrían vivir sin él. En respuesta se levantaron
ocho personas, cuyos rostros indicaban sanidad mental y física (Review and
Herald, 23-8-1877).
Una advertencia contra la presunción.
Padres, amonestad a vuestros hijos contra
el pecado de presunción. Enseñadles que es presunción alimentar el apetito por
el tabaco, 55 el alcohol o cualquier cosa dañina. Enseñadles que sus cuerpos
son propiedad de Dios. Son suyos por creación y por redención. No son dueños de
sí mismos, porque han sido comprados por precio. Enseñadles que el cuerpo es
templo de Dios y que no debe ser debilitado y enfermado por la complacencia del
apetito.
El Señor no creó la enfermedad y
debilidad que hoy ven en los cuerpos y en las mentes de la raza humana. El
enemigo ha hecho esto. El desea debilitar el cuerpo, sabiendo que es el único
medio por el cual pueden desarrollarse la mente y el alma para edificar un
carácter simétrico. Los hábitos que son contrarios a las leyes de la naturaleza
batallan constantemente contra el alma.
Dios os llama a hacer una obra que
mediante su gracia podéis hacer. ¿Cuántos cuerpos sanos hay que puedan ser
presentados a Dios como un sacrificio que él aceptará en su servicio? ¿Cuántos
pueden presentarse con la virilidad o femineidad que Dios les ha dado? ¿Cuántos
pueden hacer gala de una pureza de gustos, apetitos y hábitos que pueda
compararse con la de Daniel? ¿Cuántos tienen nervios calmos, mente clara y
juicio sano? (Signs of the Times 4-4-1900).
3. La profanación del templo de Dios
Inconveniente, costoso, sucio.
El uso del tabaco es un hábito
inconveniente, costoso y sucio. Las enseñanzas de Cristo, que señalan la
pureza, la abnegación y la temperancia, todas reprenden esta práctica
corruptora. . . . ¿Es para gloria de Dios que los hombres debiliten las
facultades físicas, confundan el cerebro y rindan la voluntad a este veneno
entontecedor? (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 17, 18).
Mirando a través de ventanas nubladas.
El joven que haya adquirido la costumbre
de usar tabaco habrá contaminado todo su ser. La voluntad ya no tiene la
prontitud y la fuerza que hacían de él, antes que aceptara el veneno del
enemigo, una persona valiosa y en quien podía confiarse. . .No era necesario
que su mente decayera. No necesitaba haber perdido la inspiración que viene de
Dios. Pero cuando el agente humano trabaja en perfecta armonía con el
destructor, agitando nervios y músculos. . . de toda la estructura humana, 56
está dañando la maquinaria mediante la cual trabaja el intelecto. Está nublando
las ventanas a través de las cuales ve. Lo ve todo bajo una luz pervertida
(Manuscrito 17, 1898).
Incienso a su majestad satánica.
Al ver a personas que pretendían gozar de
la bendición de una completa santificación mientras eran esclavas del tabaco y
escupían y contaminaban todo a su alrededor, he pensado: ¿Qué tal sería el
cielo si en él hubiera personas que usan tabaco? Los labios que estaban tomando
el nombre precioso de Cristo estaban contaminados por la saliva mezclada con
tabaco, el aliento estaba corrompido por el hedor, y los mismos rasgos
denotaban contaminación; el alma que amaba esa suciedad y se gozaba en esa
atmósfera venenosa, también tenía que estar contaminada. Las señales exteriores
testificaban de lo que había adentro.
Hombres que profesan piedad ofrecen sus
cuerpos en el altar de Satanás, y queman el incienso del tabaco a su majestad
satánica. ¿Parece severa esta afirmación? La ofrenda debe ser presentada a
alguna deidad. Como Dios es puro y santo y no aceptará nada que sea
contaminador en su carácter, rechaza este sacrificio costoso, inmundo y
profano; por lo tanto concluimos que es Satanás quien reclama ese honor
(Counsels on Health, pág. 83).
La pipa o el cielo.
He visto más de un ejemplo del poder de
estos hábitos. Conocí a una mujer cuyo médico le había aconsejado que fumara
como remedio para el asma. Según las apariencias, había sido una ferviente
cristiana durante muchos años, pero llegó a ser tan adicta a fumar, que cuando
se la instó a renunciar a ese hábito por malsano y contaminador, se negó
terminantemente a hacerlo. Dijo: "Cuando se me presente claramente el
asunto de que debo renunciar a mi pipa o perder el cielo, entonces diré:
'Adiós, cielo'; no puedo abandonar mi pipa". Esta mujer sólo estaba
expresando con palabras lo que muchos dicen con sus actos. Dios, el hacedor de
cielo y tierra, el que creó al hombre y exige todo su corazón, todos sus
afectos, es puesto en segundo lugar después de este repugnante y contaminador
hábito molesto, el tabaco (Carta 8, 1893).
El universo no caído se asombra que se
descarte a Cristo en favor de estas complacencias que destruyen alma y cuerpo
(Carta 8, 1893). 57
Débil apreciación de la expiación y de
las cosas eternas.
Cuando practicamos un régimen de comida y
bebida que disminuye el vigor mental y físico, o somos hechos presa de hábitos
que tienden hacia ese resultado, deshonramos a Dios porque le robamos el
servicio que él exige de nosotros. Los que adquieren y fomentan el apetito
artificial por el tabaco, lo hacen a expensas de la salud. Están destruyendo
energía nerviosa, cercenando fuerza vital y sacrificando fortaleza mental.
Los que profesan ser seguidores de Cristo
y tienen este terrible pecado en la puerta, no pueden tener una elevada
apreciación de la expiación y una alta estima de las cosas eternas. Las mentes
que están ofuscadas y parcialmente paralizadas por sustancias malsanas, son
vencidas fácilmente por la tentación y no pueden gozar de comunión con Dios
(Signs of the Times, 6-1-1876).
Si Cristo y los apóstoles estuvieran
aquí.
El apóstol Santiago dice que la sabiduría
que viene de arriba "primeramente es pura". Si él hubiera visto a sus
hermanos usar tabaco, ¿no habría denunciado la práctica como "terrena,
animal, diabólica"? (La Edificación del Carácter y la Formación de la
Personalidad, pág. 24).
Si Pedro estuviera ahora en la tierra,
exhortaría a los que dicen ser seguidores de Cristo a abstenerse de los deseos
carnales que batallan contra el alma. Pablo pediría a todas las iglesias que se
limpiaran de toda contaminación de carne y espíritu, perfeccionando la santidad
en el temor de Dios. Cristo echaría del templo a aquellos que estuvieran
contaminados por el uso del tabaco y que mancillaran el santuario de Dios con
su aliento tabacal. Diría a esos adoradores, como a los judíos: "Mi casa
es casa de oración; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones".
Nosotros diríamos a los tales: Vuestras ofrendas profanas de tabaco mascado y
arrojado, contaminan el templo, y Dios las abomina. Vuestra adoración no es
aceptable, porque vuestros cuerpos, que debieran ser templos del Espíritu
Santo, están contaminados. Vosotros también robáis a la tesorería de Dios miles
de dólares por complacer el apetito artificial (Signs of the Times, 13-8-
1874).
Sacerdotes que usaran tabaco habrían
sufrido la muerte.
Los sacerdotes, que ministraban en las
cosas sagradas, recibieron la orden de lavarse pies y manos antes de entrar en
el tabernáculo, 58 a la presencia de Dios, para pedir por Israel, para que no
profanasen el santuario. Si los sacerdotes hubiesen entrado al santuario con la
boca contaminada por el tabaco, habrían compartido la suerte de Nadab y Abiú.
Sin embargo, profesos cristianos se inclinan delante de Dios en sus familias
para orar, con sus labios contaminados por la suciedad del tabaco. . . .
Sed limpios.
Hombres que han sido apartados por la
imposición de las manos para ministrar en las cosas sagradas, a menudo se paran
detrás del púlpito con su boca contaminada, sus labios mancillados y su aliento
corrompido por las suciedades del tabaco. Hablan a la congregación en lugar de
Cristo. ¿Cómo puede un servicio tal ser aceptable a un Dios santo, que exigía
que los sacerdotes de Israel hicieran preparativos muy especiales antes de
entrar a su presencia, para que su augusta santidad no los consumiera por
deshonrarlo, como en el caso de Nadab y Abiú?
Pueden estar seguros los tales que el
poderoso Dios de Israel es todavía un Dios de limpieza. Profesan servir a Dios
mientras están cometiendo idolatría, haciendo un dios de su apetito. El tabaco
es su ídolo acariciado. Toda consideración elevada y santa debe inclinarse ante
él. Profesan ser adoradores de Dios, y al mismo tiempo están violando el primer
mandamiento. Tienen otros dioses delante de Jehová. "¡Sed limpios, los que
lleváis los vasos de Jehová!" (Spiritual Gifts, tomo 4, págs. 127, 128).
No contaminará el templo de Dios.
Dios desea que todos los que creen en él
sientan la necesidad de mejorar. Debe aumentarse toda facultad recibida. No
debe ponerse a un lado ningún don. Como labranza y edificio de Dios, el hombre
está bajo su supervisión en todo sentido de la palabra, y cuanto más se
familiarice con su Hacedor, tanto más sagrada considerará su propia vida. No
pondrá tabaco en su boca, sabiendo que contamina el templo de Dios. No beberá
vino o licor, porque, como el tabaco, degradan todo el ser (Manuscrito 130,
1899).
4. Un derroche de economías
El dinero de Dios despilfarrado.
El amor al tabaco es un deseo apremiante.
Por él se despilfarran medios que ayudarían en la buena obra de vestir al
desnudo, alimentar al hambriento y enviar la verdad a las pobres almas sin
Cristo. 59 ¡Qué registro aparecerá cuando las cuentas de la vida sean
arregladas en el libro de Dios! Aparecerá que enormes sumas de dinero se han
gastado en tabaco y bebidas alcohólicas. ¿Para qué? ¿Para asegurar la salud y
prolongar la vida? ¡Oh, no! ¿Para ayudar en el logro de un carácter cristiano y
la aptitud para la compañía de los santos ángeles? ¡Oh, no!, sino para fomentar
un depravado apetito artificial por aquello que envenena y mata, no sólo a
quien lo usa, sino a aquellos a quienes transmite su legado de enfermedad y
debilidad mental (Signs of the Times, 27- 10-1887).
Todos deberán dar cuenta.
Millones de dólares se gastan en
estimulantes y estupefacientes. Todo este dinero pertenece por derecho a Dios,
y los que de esta forma malversan los bienes confiados por él, algún día serán
llamados a rendir cuenta de cómo han usado los bienes de su Señor (Carta 243a,
1905).
Los que usan tabaco que consideren lo que
hacen.
¿Habéis considerado vuestra
responsabilidad como mayordomos de Dios respecto a los recursos que están en
vuestras manos? ¿Cuánto dinero del Señor gastáis en tabaco? Recapacitad en lo
que habéis gastado así en toda vuestra vida. ¿Cómo se compara el importe de lo
gastado en este vicio con lo que habéis dado para aliviar a los pobres y
difundir el Evangelio?
Ningún ser humano necesita tabaco; en
cambio hay muchedumbres que mueren por falta de los recursos que gastados en
tabaco resultan más que derrochados. ¿No habéis malgastado los bienes del
Señor? ¿No os habéis hecho reos de hurto para con Dios y para con vuestros
semejantes? ¿No sabéis que "no sois vuestros? Porque comprados sois por
precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los
cuales son de Dios" (El Ministerio de Curación, pág. 253).
Apetito versus afecto natural y
exigencias de Dios.
Los esclavos del tabaco verán a sus
familias sufrir por falta de comodidades de vida y del alimento necesario, pero
no tendrán la fuerza de voluntad para renunciar a su tabaco. Los clamores del
apetito prevalecen sobre el afecto natural. Los domina el apetito, que tienen
en común con las bestias. No progresaría la causa del cristianismo, ni aun de
la humanidad, si dependiera de quienes usan habitualmente tabaco y licor. Si
tuvieran medios para dedicar solamente en un sentido, la tesorería del Señor no
estaría bien abastecida, pero ellos dispondrían de su tabaco y licor. 60 El que
idolatra el tabaco no renunciará a su apetito por la causa de Dios (Review and
Herald, 8-8- 1874).
Tomando la delantera en abnegación, sacrificio
propio y temperancia.
El hombre que ha llegado a ser la
propiedad de Jesucristo, y cuyo cuerpo es el templo del Espíritu Santo, no será
esclavizado por el hábito pernicioso del empleo del tabaco. Sus facultades
pertenecen a Cristo, que lo ha comprado con el precio de su sangre. Su
propiedad es del Señor. ¿Cómo, pues, puede quedar sin culpa al gastar todos los
días el capital que el Señor le ha confiado para gratificar un apetito que no
tiene fundamento en la naturaleza?
Una enorme suma se malgasta todos los
años en esta complacencia, mientras que hay almas que perecen por falta de la
palabra de vida. Los profesos cristianos roban a Dios en los diezmos y las
ofrendas, mientras ofrecen sobre el altar del vicio destructor en el uso del
tabaco, más de lo que dan para aliviar a los pobres o para suplir las
necesidades de la causa de Dios. Los que están verdaderamente santificados,
vencerán todo deseo pernicioso. Entonces, todos estos canales de gastos
innecesarios fluirán a la tesorería del Señor, y los cristianos serán los
primeros en la abnegación, el sacrificio propio y la temperancia. Entonces
serán la luz del mundo (La Edificación del Carácter y la Formación de la
Personalidad, págs. 39, 40).
5. El poder del ejemplo
Los mayores dan el ejemplo.
¡Cuán a menudo vemos niños de no más de
ocho años fumando! Si habláis con ellos acerca de eso, dicen: "Mi padre
fuma, y si le hace bien a él, me hará a mí". Señalan al ministro o al
director de la escuela dominical, y dicen: "Si esos hombres buenos fuman,
ciertamente yo también puedo fumar". ¿Qué otra cosa podemos esperar de los
niños, con sus tendencias heredadas, cuando los mayores les dan ese ejemplo?
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 18).
Popularidad del hábito del tabaco.
Tan poderoso es el hábito una vez
adquirido, que fumar se hace popular. Se pone un ejemplo de pecado delante de
los jóvenes. Debiera explicárselas para eliminar de su mente todo pensamiento
de que fumar no es perjudicial. No se les habla de los efectos 61 perjudiciales
sobre las facultades físicas, mentales y morales. . .
Si un seguidor de Cristo se aventura a
dejarse llevar por la influencia de otros y se conforma a la disipación que
está de moda en el mundo, está bajo el dominio de Satanás, y su pecado es aun
mayor que el de los incrédulos declarados -los impíos- porque él está
defendiendo falsos colores. Su vida es inconsecuente; mientras profesa ser
cristiano, en la práctica está cediendo a tendencias artificiales pecaminosas
que batallan contra la purificación y la elevación necesarias para el
crecimiento espiritual. . . .
Adoptando el hábito, en la práctica están
en comunión con el mundo. Todos los tales que pretenden ser cristianos, no
tienen derecho a arrogarse ese nombre, porque cristiano es el que se parece a
Cristo. Cuando se haga el juicio y todos sean juzgados de acuerdo con las
acciones hechas en el cuerpo, ellos verán que han representado mal a Cristo en
la vida práctica y que no han sido un sabor de vida para vida, sino un sabor de
muerte para muerte. En comunión con ellos habrá una numerosa compañía que se
habrá conformado a prácticas viciosas; pero el número no excusará su iniquidad,
ni disminuirá su condenación por destruir el poder nervioso del cerebro y la
salud física. Todos serán juzgados personalmente. Aparecerán delante de Dios
para oír su sentencia (Manuscrito 123, 1901).
Clérigos que fuman.
Cuántos hay que son ministros en el
sagrado púlpito, ocupan el lugar de Cristo, buscan a los hombres para que sean
reconciliados con Dios, exaltan el Evangelio de gracia, siendo ellos mismos
esclavos del apetito y estando contaminados por el tabaco. Están debilitando
diariamente el poder nervioso de su cerebro por el uso del sucio tabaco. Y
estos hombres pretenden ser embajadores del santo Jesús (Health Reformer,
diciembre de 1871).
Nadie puede ser un verdadero ministro de
justicia, y estar a la vez bajo el dominio de apetitos sensuales. No puede
complacerse en el hábito de fumar, y sin embargo ganar almas para la plataforma
de la verdadera temperancia. La nube de humo que sale de sus labios no tiene un
efecto saludable sobre los bebedores de alcohol. El sermón evangélico debe
provenir de labios no contaminados por el humo del tabaco. Con labios puros y
limpios los siervos de Dios deben contar los triunfos de la cruz. 62 La práctica
de beber licor, té y café y fumar, debe ser vencida mediante el poder de Dios
para convertir. Nada que contamine entrará en el reino de Dios (Manuscrito 86,
1897).
Cuando los clérigos echan su influencia y
ejemplo del lado de este hábito perjudicial, ¿qué esperanza hay para los
jóvenes? Debemos levantar más y más alto el estandarte de la temperancia.
Debemos dar un testimonio claro y decidido contra el uso de las bebidas
embriagantes y del tabaco (Manuscrito 82, 1900).
El médico que fuma.
Muchos de los que acuden al médico están
arruinando su alma y su cuerpo por el consumo de tabaco o de bebidas
embriagantes. El médico fiel a su responsabilidad debe mostrar a estos
pacientes la causa de sus padecimientos. Pero si el médico fuma o toma bebidas
alcohólicas, ¿qué valor tendrán sus palabras? Al recordar su propia debilidad,
¿no vacilará en señalar la mancha que ve en la vida de su paciente? Mientras
siga él mismo usando tales cosas, ¿cómo podrá convencer a los jóvenes de que
ellas tienen efectos perniciosos?
¿Cómo puede el médico dar ejemplo de
pureza y de dominio propio? ¿Cómo puede ser agente eficaz en la causa de la
temperancia, si se entrega a un hábito vicioso? ¿Cómo puede desempeñar
provechoso servicio junto al lecho del enfermo y del moribundo, cuando su
hábito ofende por estar cargado con el olor del alcohol o del tabaco?
Mientras siga trastornando sus nervios y
anublando su cerebro con venenos narcóticos, ¿cómo podrá corresponder a la
confianza que en él se deposita como médico entendido? ¡Cuán imposible le
resultará diagnosticar con rapidez u obrar con precisión!
Si no respeta las leyes que rigen su
propio ser, si prefiere sus apetitos a la salud de su mente y cuerpo, ¿no se
declara inhabilitado para que le sea confiada la custodia de vidas humanas? (El
Ministerio de Curación, pág. 95).
Padre descalificado para las
responsabilidades paternas.
Padres, las horas áureas que deberíais
emplear en obtener un conocimiento profundo del temperamento y carácter de
vuestros hijos, y en aprender la mejor manera de tratar con sus jóvenes mentes,
son demasiado preciosas para ser despilfarradas en el pernicioso hábito de
fumar o en holgazanear en la taberna. 63
La complacencia en el uso de este
venenoso estimulante descalifica al padre para criar a sus hijos en la
disciplina y amonestación del Señor. Dios indicó a los hijos de Israel que los
padres debían enseñar a sus hijos los estatutos y preceptos de su ley cuando se
levantaran, cuando se sentaran, cuando salieran y cuando entraran.
Se presta demasiado poca atención a este
mandamiento de Dios, porque Satanás, mediante sus tentaciones, ha encadenado a
muchos padres en la esclavitud de hábitos indecorosos y de apetitos
perjudiciales. Sus facultades físicas, mentales y morales están tan paralizadas
por estos medios, que es imposible para ellos cumplir con sus deberes para con
sus familias. Sus mentes están tan atontadas por las influencias
estupefacientes del tabaco o el licor, que no se dan cuenta de su
responsabilidad de criar a sus hijos para que tengan el poder moral de resistir
a la tentación, de controlar el apetito, de ponerse de parte de lo correcto, de
no ser influidos por el mal, sino de ejercer una fuerte influencia hacia el
bien.
Por la pecaminosa complacencia del
apetito pervertido, los padres se ponen a menudo en una condición de
excitabilidad o agotamiento nervioso que los incapacita para discriminar entre
el bien y el mal, de dirigir sabiamente a sus hijos y de juzgar correctamente
sus motivos y acciones. Están en peligro de magnificar enormemente asuntos
triviales en su mente, mientras disculpan con liviandad graves pecados. El
padre que se ha convertido en esclavo del apetito anormal, que ha sacrificado
la virilidad que Dios le ha dado para llegar a ser un adicto del tabaco, no
puede enseñar a sus hijos a controlar el apetito y la pasión. Es imposible que
él pueda educarlos por precepto o por ejemplo. ¿Cómo puede el padre cuya boca
está llena de tabaco, cuyo aliento envenena la atmósfera del hogar, enseñar a
sus hijos lecciones de temperancia y autodominio? . . .
Tenidos por responsables del ejemplo y la
influencia.
Cuando nos acercamos a los jóvenes que
están adquiriendo el hábito de fumar y les hablamos de su perniciosa influencia
sobre el organismo, con frecuencia se hacen fuertes citando el ejemplo de sus
padres, o de ciertos ministros cristianos, o de buenos y piadosos miembros de
iglesia. Dicen: "Si no les hace mal a ellos, tampoco me hará daño a
mí". ¡Qué cuenta tendrán que dar a Dios por su intemperancia 64 los
profesos cristianos! Su ejemplo fortalece las tentaciones de Satanás para
pervertir los sentidos de los jóvenes mediante el uso de estimulantes
artificiales; no les parece a ellos una cosa muy mala hacer lo que respetables
miembros de iglesia tienen la costumbre de hacer. Pero hay sólo un paso del uso
de tabaco al del alcohol: generalmente los dos vicios van juntos.
Miles aprenden a ser bebedores debido a
influencias como éstas. Demasiado a menudo sus mismos padres les enseñan la
lección sin darse cuenta. Debe realizarse un cambio radical en las cabezas de
las familias antes que pueda hacerse mucho progreso en librar la sociedad del
monstruo de la intemperancia (Health Reformer, septiembre de 1877).
El que fuma no puede ayudar a los
borrachos.
Como dos males gemelos, el tabaco y el
alcohol van tomados de la mano (Review and Herald, 9-7-1901).
Los que fuman tienen argumentos muy
pobres para disuadir al adicto al alcohol. Dos tercios de los borrachos de
nuestro país contrajeron el vicio del licor por el hábito de fumar (Signs of
the Times, 27-10-1887).
Los fumadores en la obra de temperancia.
Los fumadores no pueden ser obreros
aceptables en la causa de la temperancia, porque no son consecuentes con lo que
profesan para ocuparse en la obra de temperancia. ¿Cómo pueden hablar al hombre
que está destruyendo la razón y la vida al beber licores, mientras sus propios
bolsillos están llenos de tabaco, y ellos anhelan estar libres para masticar,
fumar y escupir todo lo que quieran? ¿Con qué solvencia pueden abogar por
reformas morales ante organizaciones de salud y desde plataformas de
temperancia, mientras ellos mismos están bajo la esclavitud del tabaco? Si
quieren tener poder para influir sobre la gente para que venza su amor por los
estimulantes, sus palabras han de salir con hálito puro y de labios limpios
(Testimonies, tomo 5, pág. 441).
¿Qué poder tiene el adicto al tabaco para
detener el avance de la intemperancia? Debe realizarse una revolución sobre el
problema del tabaco antes que pueda ponerse el hacha a la raíz del árbol. El
té, el café y el tabaco, así como las bebidas alcohólicas, son diferentes
grados en la escala de los estimulantes artificiales (Christian Temperance and
Bible Hygiene, pág. 34). 65
SECCIÓN IV OTROS ESTIMULANTES Y DROGAS
1. Abstinencia de los deseos carnales
Siempre hay una reacción.
Bajo el título de estimulantes y
narcóticos se clasifica una gran variedad de sustancias que, aunque empleadas
como alimento y bebida, irritan el estómago, envenenan la sangre y excitan los
nervios. Su consumo es un mal positivo. Los hombres buscan la excitación de
estimulantes, porque, por algunos momentos, producen sensaciones agradables.
Pero siempre sobreviene la reacción. El uso de estimulantes antinaturales lleva
siempre al exceso, y es un agente activo para provocar la degeneración y el
decaimiento físico (El Ministerio de Curación, pág. 250).
La abarcante advertencia de Pedro.
"Os ruego. . . que os abstengáis de
los deseos carnales que batallan contra el alma" (1 Ped. 2: 11), es el
lenguaje que usa el apóstol Pedro. Muchos consideran esta advertencia aplicable
sólo a la licencia; pero tiene un sentido más amplio. Nos guarda contra toda
complacencia perjudicial del apetito o la pasión. Es una advertencia de las más
fuertes contra el uso de estimulantes y narcóticos tales como el té, el café,
el tabaco, el alcohol y la morfina. Estas complacencias pueden bien ser
clasificadas entre la concupiscencia que ejerce una influencia perniciosa sobre
el carácter moral. Cuanto más temprano en la vida se formen estos hábitos
perjudiciales, más firmemente tomarán posesión de la víctima convirtiéndola en
un esclavo de la concupiscencia, y más ciertamente rebajarán la norma de
espiritualidad (Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 74).
Aminora la actividad física y mental.
No permitáis que se os haga participar en
el uso de estimulantes, porque esto no sólo producirá una reacción y la pérdida
de fortaleza física, sino que traerá como consecuencia la ofuscación del
intelecto (Testimonies, tomo 4, pág. 214). 66
La energía vital es impartida a la mente
mediante el cerebro; por lo tanto el cerebro nunca debiera ser embotado por el
uso de drogas, o excitado por el uso de estimulantes. Cerebro, hueso y músculo
deben ser puestos en acción armoniosa para que todos puedan trabajar como
máquinas bien reguladas, y cada parte actúe en armonía, sin que ninguna esté
sobrecargada (Carta 100, 1898).
Cuando los que tienen el hábito de usar
té, café, tabaco, opio, o licores alcohólicos, son privados de esta
complacencia habitual, encuentran que es imposible participar con interés y con
celo en el culto de Dios. La gracia de Dios parece carente de poder para avivar
o espiritualizar sus oraciones o sus testimonios. Estos cristianos profesos
deben considerar la fuente de su gozo. ¿Es de arriba o de abajo? (La
Edificación del Carácter y la Formación de la Personalidad, pág. 41).
La edad avanzada de algunos no es
argumento.
Los que consumen té, café, opio y alcohol
pueden, a veces, alcanzar edad avanzada, pero este hecho no es argumento en
favor del uso de esos estimulantes. Sólo el gran día de Dios revelará lo que
esas personas podrían haber realizado, pero no lo hicieron, debido a sus
hábitos de intemperancia (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 35).
No todos son tentados por igual.
Algunos miran con horror a hombres que
han sido vencidos por el licor y andan haciendo eses y tambaleándose por la
calle, cuando al mismo tiempo ellos están complaciendo su apetito por cosas que
difieren en su naturaleza de la bebida alcohólica, pero que perjudican la
salud, afectan el cerebro y destruyen su sentido elevado de las cosas
espirituales. El que bebe licores tiene apetito por la bebida fuerte, y lo
satisface, mientras que otro no tiene apetito por las bebidas embriagantes,
pero desea alguna otra complacencia perjudicial, y no practica la abnegación
más de lo que lo hace el borracho (Spiritual Gifts, tomo 4, pág. 125.).
La falsificación satánica del árbol de la
vida.
Del comienzo al fin, el crimen del uso
del tabaco y de la medicación con opio y drogas tiene su origen en el
conocimiento pervertido. Miles y decenas de miles de vidas se pierden por el
acto de tomar y comer el fruto venenoso, mediante las complicaciones de nombres
que el común del pueblo no comprende. Dios no dispuso que el hombre tuviese
este gran conocimiento que los hombres dicen ser tan maravilloso. 67 Están
usando los productos venenosos que Satanás mismo ha plantado para que tomen el
lugar del árbol de la vida, cuyas hojas son para la sanidad de las naciones.
Los hombres trafican con licores y drogas que están destruyendo a la familia
humana (Manuscrito 119, 1898).
2. Té y café
El régimen alimentario y las bebidas
estimulantes de nuestros días no llevan al mejor estado de salud. El té, el
café y el tabaco, son todos estimulantes y contienen venenos. No sólo no son
necesarios, sino dañinos, y debieran ser descartados si queremos añadir a la
ciencia, templanza (Review and Herald, 21-2-1888).
Los estimulantes no son alimento.
El té y el café no nutren el organismo.
Alivian repentinamente, antes que el estómago haya tenido tiempo de digerirlos.
Esto demuestra que aquello que los consumidores de estos estimulantes llaman
fuerza proviene de la excitación de los nervios del estómago, que transmiten la
irritación al cerebro, y éste a su vez es impedido a aumentar la actividad del
corazón y a infundir una energía de corta duración a todo el organismo. Todo
esto es fuerza falsa, cuyos resultados ulteriores dejan en peor condición, pues
no imparten ni una sola partícula de fuerza natural (Joyas de los Testimonios,
tomo 1, pág. 196).
La salud no mejora en ningún sentido por
el uso de las cosas que estimulan por un tiempo pero que después causan una
reacción que deja el organismo humano más deprimido que antes. El té y el café
estimulan las energías que flaquean por el momento, pero cuando ha pasado su
influencia inmediata, sobreviene un estado de depresión. Estas bebidas no
tienen en absoluto ningún alimento en sí mismas. La leche y el azúcar que
contienen constituyen todo el alimento que proporciona una taza de té o café
(Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 510).
Por el hecho de que estos estimulantes
producen resultados pasajeros tan agradables, muchos piensan que los necesitan
realmente y continúan consumiéndolos. Pero siempre hay una reacción. El sistema
nervioso, habiendo sido estimulado indebidamente, obtuvo fuerzas de las
reservas para su empleo inmediato (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 418).
68
Lo que hace el té.
Penetra en la circulación y reduce
gradualmente la energía del cuerpo y de la mente. Estimula, excita, aviva y
apresura el movimiento de la maquinaria viviente, imponiéndole una actividad
antinatural, y da al que lo bebe la impresión de que le ha hecho un gran
servicio infundiéndole fuerza. Esto es un error.
El té sustrae energía nerviosa y debilita
muchísimo. Cuando desapareció su influencia y cesa la actividad estimulada por
su uso, ¿cuál es el resultado? Una languidez y debilidad que corresponden a la
vivacidad artificial que impartiera el té.
Cuando el organismo está ya recargado y
necesita reposo, el consumo de té acicatea la naturaleza, la estimula a cumplir
una acción antinatural y por lo tanto disminuye su poder para hacer su trabajo
y su capacidad de resistencia; y las facultades se agotan antes de lo que el Cielo
quería. El té es venenoso para el organismo. Los cristianos deben abandonarlo.
. . . El segundo efecto de beber té es dolor de cabeza, insomnio, palpitaciones
del corazón, indigestión, temblor nervioso y muchos otros males (Joyas de los
Testimonios, tomo 1, págs. 195, 196).
El café es más dañino todavía.
La influencia del café es hasta cierto
punto la misma que la del té, pero su efecto sobre el organismo es aún peor. Es
excitante, y en la medida en que lo eleve a uno por encima de lo normal, lo
dejará finalmente agotado y postrado por debajo de lo normal. A los que beben
té y café, los denuncia su rostro. . . . No se advierte en el rostro el
resplandor de la salud (Joyas de los Testimonios, tomo 1, págs. 195, 196).
Beber café es una complacencia perjudicial.
Por un tiempo excita la mente. . . . pero el efecto posterior es el
agotamiento, la postración, la parálisis de las facultades mentales, morales y
físicas. La mente se enerva, y a menos que el hábito sea vencido mediante el
esfuerzo decidido, la actividad del cerebro queda permanentemente disminuida
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 34).
Efecto de todas las bebidas que contienen
cafeína.
Parecida resulta también la acción del
café y de muchas otras bebidas populares. El primer efecto es agradable. Se
excitan los nervios del estómago, y esta excitación se transmite al cerebro,
que, a su vez acelera la actividad del corazón, y da al organismo entero cierta
energía pasajera. No se hace caso del cansancio, 69 la fuerza parece haber
aumentado. La inteligencia se despierta y la imaginación se aviva (El
Ministerio de Curación, págs. 250, 251).
Mediante esta práctica continua de
complacencia del apetito, el vigor natural del organismo queda gradual e
imperceptiblemente lesionado. Si queremos conservar la acción saludable de
todas las facultades del organismo, la naturaleza no debe ser forzada a una
acción antinatural. La naturaleza permanecerá en su puesto del deber, y hará su
labor sabia y eficientemente, si se abandonan los falsos estimulantes que han
sido traídos para tomar su lugar (Review and Herald, 19-4-1887).
Pérdida de tiempo por enfermedad.
Muchos que se han acostumbrado al uso de
bebidas estimulantes, sufren de dolor de cabeza y de postración nerviosa, y
pierden mucho tiempo por enfermedad. Creen que no pueden vivir sin los
estimulantes, e ignoran su efecto sobre la salud. Lo que lo hace aún más
peligroso es que sus malos efectos se atribuyen a menudo a otras causas
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 35).
Bebidas que forman hábito.
El té y el café no son ni saludables ni
necesarios. No tienen ninguna utilidad en lo que respecta a la salud del
cuerpo. Pero la práctica en el uso de estas cosas se convierte en un hábito
(Manuscrito 86, 1897).
Se produce un deseo antinatural.
El consumo continuo de estos excitantes
de los nervios provoca dolor de cabeza, insomnio, palpitaciones del corazón,
indigestión, temblores y otros muchos males; porque esos excitantes consumen
las fuerzas vitales. Los nervios cansados necesitan reposo y tranquilidad en
vez de estímulo y recargo de trabajo. La naturaleza necesita tiempo para
recuperar las agotadas energías. Cuando sus fuerzas son aguijoneadas por el uso
de estimulantes uno puede realizar mayor tarea; pero cuando el organismo queda
debilitado por aquel uso constante, se hace más difícil despertar las energías
hasta el punto deseado. Es cada vez más difícil dominar la demanda de
estimulantes hasta que la voluntad queda vencida y parece que no hay poder para
negarse a satisfacer un deseo tan ardiente y antinatural, que pide estimulantes
cada vez más fuertes, hasta que la naturaleza, exhausta, no puede responder a
su acción (El Ministerio de Curación, pág. 251). 70
Preparan el organismo para la enfermedad.
Son estos estimulantes perjudiciales los
que están ciertamente minando el cuerpo y preparando el organismo para las
enfermedades agudas, al dañar la fina maquinaria de la naturaleza y demoliendo
sus fortificaciones erigidas contra la enfermedad y el deterioro prematuro
(Testimonies, tomo 1, págs. 548,549).
Todo el organismo sufre.
Por el uso de los estimulantes sufre todo
el organismo. Los nervios se desequilibran, el hígado funciona mal, la calidad
de la sangre y su circulación son afectadas, y la piel se vuelve inactiva y
pálida. La mente también es perjudicada. La influencia inmediata de estos
estimulantes es excitar el cerebro a una actividad indebida, sólo para dejarlo
más débil y menos apto para el esfuerzo. El efecto ulterior es la postración,
no sólo mental y física, sino moral. Como resultado, vemos a hombres y mujeres
nerviosos, de juicio defectuoso y de mente desequilibrada. A menudo manifiestan
un espíritu precipitado, impaciente y acusador, que mira las faltas de los
demás como a través de un lente de aumento, pero completamente incapaz de
discernir sus propios defectos (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs.
35, 36).
La lengua se suelta.
Cuando estos tomadores de té y de café se
reúnen para una fiesta social, los efectos de su pernicioso hábito se hacen
manifiestos. Todos se sirven abundantemente de sus bebidas favoritas, y al
sentir la influencia estimulante, sus lenguas se sueltan, y comienzan la impía
tarea de hablar en contra de los demás. Sus palabras no son pocas o bien
escogidas. Los bocados del chismerío pasan en la rueda, y demasiado a menudo
también el veneno del escándalo. Esos chismosos irreflexivos se olvidan que hay
un testigo. Un Vigilante invisible está escribiendo sus palabras en los libros
del cielo. Jesús registra todas esas críticas despiadadas, esos informes
exagerados, esos sentimientos de envidia, expresados bajo la excitación de la
taza de té, como si fuesen dirigidos en contra de él. "En cuanto lo
hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis"
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 36).
Un verdadero derroche.
El dinero gastado en té y café es peor
que derrochado. Sólo hacen daño al que los usa, y lo hacen en forma continua
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 35). 71
Bebidas destructivas.
Todos deben presentar un claro testimonio
contra el té y el café, al no usarlo jamás. Son sustancias narcóticas,
perjudiciales tanto para el cerebro como para los otros órganos del cuerpo
(Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 517).
Destruye el templo de Dios.
El borracho vende su razón por una copa
de veneno. Satanás asume el dominio de su razón, de sus afectos y de su
conciencia. Ese hombre está destruyendo el templo de Dios. El que toma té ayuda
a hacer la misma obra. Sin embargo, ¡cuántos hay que colocan en sus mesas esos
agentes destructores, sofocando de esa forma sus atributos divinos (Manuscrito
130, 1899).
Enemigo de la vida espiritual.
El beber té y café es un pecado, una
complacencia dañina, que, a semejanza de otros males, perjudica el alma. Estos
ídolos acariciados crean una excitación, una acción mórbida del sistema
nervioso (Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 511).
Los que complacen su apetito pervertido,
lo hacen en perjuicio de la salud y del intelecto. No pueden apreciar el valor
de las cosas espirituales. Su facultad de razonar se embota, el pecado no
aparece muy pecaminoso, y la verdad no es considerada de mayor valor que los
tesoros terrenales (Spiritual Gifts, tomo 4, pág. 129).
Menos sensible a la influencia del
Espíritu Santo.
Al que usa estimulantes, todas las cosas
le parecen insípidas sin la complacencia favorita. Esto amortece las
sensibilidades naturales tanto del cuerpo como de la mente, y hace que éstos
sean menos susceptibles a las influencias del Espíritu Santo. En ausencia del
estimulante habitual, siente un hambre del cuerpo y del alma, no de justicia,
de santidad, ni de la presencia divina, sino de su ídolo acariciado. En la
complacencia de los deseos perniciosos, los profesos cristianos debilitan
diariamente sus potencias, imposibilitándose para glorificar a Dios (La Edificación
del Carácter y la Formación de la Personalidad, pág. 41).
Fomenta el deseo de estimulantes más
fuertes.
Por el uso del té y del café, se crea el
apetito por el tabaco, y éste fomenta el apetito por los licores (Testimonies,
tomo 3, pág. 563).
Algunos han cedido.
Algunos han cedido y usualmente beben té
y café. Los que violan las leyes de la salud, se 72 volverán mentalmente ciegos
y violarán las leyes de Dios (Review and Herald, 21-10-1884).
El pueblo de Dios debe vencer.
Los que han recibido instrucciones acerca
de los peligros del consumo de carne, té, café y alimentos demasiado
condimentados o malsanos, y quieran hacer un pacto con Dios por sacrificio, no
continuarán satisfaciendo sus apetitos con alimentos que saben son malsanos.
Dios pide que los apetitos sean purificados y que se renuncie a las cosas que
no son buenas. Esta obra debe ser hecha antes que su pueblo pueda estar delante
de él como un pueblo perfecto (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 354).
La perseverancia decidida traerá la
victoria.
Los que usan estos venenos lentos, como
el fumador, piensan que no pueden vivir sin ellos porque se sienten muy mal
cuando no tienen esos ídolos.
¿Por qué sufren cuando interrumpen el uso
de estos estimulantes? Porque han estado violando la naturaleza en su obra de
preservar todo el organismo en armonía y salud. Sufrirán desvanecimientos,
dolor de cabeza, adormecimiento, nerviosismo e irritabilidad. Se sienten como
si fueran a hacerse pedazos, y algunos no tienen el valor de perseverar en
abstenerse de ellos hasta que la naturaleza violada pueda recuperarse, sino que
recurren de nuevo al uso de las mismas cosas dañinas. No le dan a la naturaleza
el tiempo de recuperarse del que le han hecho, sino que para gozar de alivio
momentáneo vuelven a esas complacencias perjudiciales. La naturaleza se está
poniendo cada vez más débil e incapaz de recuperarse. Pero si ellos quieren ser
decididos en sus esfuerzos para perseverar y vencer, la naturaleza maltratada
pronto se reanimará y realizará su obra sabiamente y bien sin esos estimulantes
(Spiritual Gifts, tomo 4, págs. 128, 129).
En algunos casos es tan difícil renunciar
a este hábito del té y del café como lo es para el borracho dejar el uso del
licor (Counsels on Health pág. 442).
Un voto que abarque el té y el café.
Todos estos irritantes nerviosos están
consumiendo las fuerzas vitales; y el desasosiego, la impaciencia, la debilidad
mental causados por los nervios destrozados llegan a ser un elemento de lucha
que está trabajando constantemente contra el progreso espiritual. Los
cristianos, ¿pondrán el apetito bajo el 73 dominio de la razón, o seguirán
complaciéndolo porque se sienten tan "abatidos" al no hacerlo, como
el borracho sin su estimulante? Los que abogan por la reforma en la
temperancia, ¿no se despertarán también en cuanto a estas cosas perjudiciales?
¿No debiera abarcar el voto también el café y el té como estimulantes dañinos?
(Counsels on Health, pág. 442).
Algunos necesitan dar este paso.
Esperamos llevar a nuestros hermanos y
hermanas a un nivel aún más alto haciéndoles firmar el voto de abstenerse del
café de Java [un tipo de café que seguramente se usaba mucho en el año cuando
la Sra. White escribió esto] y de la hierba que viene de la China. Vemos que
hay algunos que necesitan dar este paso en la reforma (Review and Herald,
19-4-1887).
Conducta apropiada en la mesa ajena -una
palabra a los colportores evangélicos.
Si os sentáis a su mesa, comed
moderadamente, y sólo alimentos que no confundan la mente. Absteneos de toda
intemperancia. Sed vosotros mismos una lección objetiva que ilustre los
principios correctos. Si os ofrecen té para beber, decidles con palabras sencillas
su efecto perjudicial sobre el organismo (Manuscrito 23, 1890).
Siguiendo a Jesús en la senda de la
reforma.
Jesús venció en el terreno del apetito, y
nosotros también podemos hacerlo. Avancemos, entonces, paso a paso, en la
reforma, hasta que todos nuestros hábitos estén de acuerdo con las leyes de la
vida y la salud. El Redentor del mundo en el desierto de la tentación peleó en
favor nuestro la batalla en el terreno del apetito. Como nuestra garantía, él
venció, haciendo posible que el hombre pueda vencer en su nombre. "Al que
venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y
me he sentado con mi Padre en su trono" (Review and Herald, 19-4-1887).
3. Las drogas
Una práctica común que es peligrosa.
Una práctica que prepara el terreno para
un gran acopio de enfermedades y de males aun peores es el libre uso de drogas
venenosas. Cuando se sienten atacados por alguna enfermedad, muchos no quieren
darse el trabajo de buscar la causa. Su principal afán es librarse de dolor y molestias.
Por tanto, recurren a específicos, cuyas propiedades apenas conocen, o acuden
al médico para conseguir algún remedio que neutralice las 74 consecuencias de
su error, pero no piensan en modificar sus hábitos antihigiénicos. Si no
consiguen alivio inmediato, prueban otra medicina, y después otra. Y así sigue
el mal (El Ministerio de Curación, pág. 88).
Medicina a toda costa.
Los enfermos tienen urgencia por sanarse,
y los amigos de los enfermos son impacientes. Quieren tomar remedios, y si no
sienten en su organismo esa influencia poderosa que sus puntos de vista
equivocados los llevan a pensar que debieran sentir, cambian de médico con
impaciencia. El cambio a menudo aumenta el mal. Toman una serie de medicinas
tan peligrosas como la primera (How to Live, Nº 3, pág. 62).
Los tristes resultados.
Por el uso de drogas venenosas muchos se
acarrean enfermedades para toda la vida, y se malogran muchas existencias que
hubieran podido salvarse mediante los métodos naturales de curación. Los
venenos contenidos en muchos así llamados remedios crean hábitos y apetitos que
labran la ruina del alma y del cuerpo. Muchos de los específicos populares, y
aun algunas de las drogas recetadas por médicos, contribuyen a que se
contraigan los vicios del alcoholismo, del opio y de la morfina, que tanto
azotan a la sociedad (El Ministerio de Curación, pág. 88).
El sistema nervioso se desarregla.
Las drogas estupefacientes, sean cuales
fueren, desarreglan el sistema nervioso (How to Live, Nº 3, pág. 57).
Un castigo fijado para cada transgresión.
Dios ha establecido leyes que gobiernan
nuestra constitución, y estas leyes que él ha implantado en nuestro ser son
divinas, y para cada transgresión existe una penalidad, que ha de cumplirse
tarde o temprano. La mayor parte de las enfermedades que han hecho sufrir y que
están haciendo padecer a la humanidad, han sido creadas por los hombres debido
a la ignorancia de las leyes básicas que rigen su propio organismo. Parecen
indiferentes en materia de salud, y trabajan con perseverancia para
despedazarse, y cuando están quebrantados y debilitados corporal y mentalmente,
mandan a buscar al médico y se acarrean la muerte con las drogas* (Consejos
Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 20). 75
La vida sencilla o la farmacia.
Miles de personas que están enfermas
podrían recuperar la salud, si, en lugar de hacer depender su vida de la
farmacia, eliminaran todos las drogas y vivieran en forma sencilla, sin usar
té, café, alcohol o especias que irritan el estómago y lo dejan débil, incapaz
de digerir aun el alimento más simple sin un estímulo. El Señor desea dejar
brillar su luz en rayos claros y distintos para todos los que están débiles y
enfermizos (Medical Ministry, pág. 229).
Un círculo vicioso.
Usar drogas mientras se siguen
practicando malos hábitos es una inconsecuencia, y deshonra grandemente a Dios
al deshonrar el cuerpo que él ha hecho. Sin embargo, se siguen recetando
estimulantes y drogas, y los seres humanos los usan libremente, mientras no
descartan las complacencias dañinas que producen la enfermedad (Carta 19,
1892).
Los que quieren complacer su apetito y
luego sufren por causa de su intemperancia, y toman drogas para aliviarse,
pueden estar seguros que Dios no intervendrá para salvar la salud y la vida que
tan temerariamente se expone al peligro. La causa ha producido el efecto.
Muchos, como último recurso, siguen las indicaciones de la Palabra de Dios, y
solicitan las oraciones de los ancianos de la iglesia en favor de la
restauración de su salud. Dios no ve conveniente contestar oraciones ofrecidas
en favor de los tales, porque sabe que si se les devolviera la salud,
nuevamente la sacrificarían en aras del apetito malsano (Spiritual Gifts, tomo
4, pág. 145).
Un pecado contra los niños.
Si los que toman esas drogas fueran los
únicos en sufrir, el mal no sería tan grande. Pero los padres no sólo pecan
contra sí mismos al ingerir drogas venenosas, sino que pecan contra sus hijos.
La condición corrompida de su sangre, el veneno distribuido por todo el
organismo, el cuerpo débil y las diferentes enfermedades producidas como
resultado del uso de las drogas, se transmiten a su descendencia y quedan como
una desgraciada herencia, la cual es otra gran causa de la degeneración de la
raza humana (How to Live, Nº 3, pág. 50).
Es más fácil usar drogas.
Haced uso de los remedios que Dios ha
provisto. El aire puro, la luz solar y el uso inteligente del agua son agentes
benéficos en la restauración de la salud. Pero el uso del agua es considerado
demasiado 76 trabajoso. Es más fácil usar las drogas que los remedios naturales
(Healthful Living, pág. 247).
Muchos padres reemplazan la atención
cuidadosa del enfermo por las drogas (Health Reformer, septiembre de 1866).
Lejos de las drogas.
La medicación por medio de las drogas,
tal como se la practica generalmente, es una maldición. Aprended a evitar las
drogas. Usadlas cada vez menos y confiad más en la higiene; entonces la
naturaleza responderá a los médicos de Dios: el aire puro, el agua pura, el
ejercicio apropiado, una clara conciencia. Los que persisten en el uso del té,
el café y los alimentos a base de carne sentirán la necesidad de las drogas,
pero muchos podrían restablecerse sin una pizca de medicina si obedecieran las
leyes de la salud. Rara vez es necesario usar drogas (Counsels on Health, pág.
261).
La única esperanza de mejorar la
situación estriba en educar al pueblo en los principios correctos. Enseñen los
médicos que el poder curativo no está en las drogas, sino en la naturaleza. La
enfermedad es un esfuerzo de la naturaleza para librar al organismo de las
condiciones resultantes de una violación de las leyes de la salud. En caso de
enfermedad, hay que indagar la causa. Deben mortificarse las condiciones
antihigiénicas y corregirse los hábitos erróneos. Después hay que ayudar a la
naturaleza en sus esfuerzos por eliminar las impurezas y restablecer las
condiciones normales del organismo (El Ministerio de Curación, págs. 88, 89).
Importancia de la medicina preventiva.
La primera tarea del médico debería ser
la de educar al enfermo y al doliente explicándoles el camino a seguir para
prevenir la enfermedad. Puede hacerse el mayor bien si tratamos de iluminar la
mente de todos aquellos a los cuales podamos alcanzar. Eso sería para ellos la
mejor forma de prevenir la enfermedad y el sufrimiento, la debilidad y la
muerte prematura. Pero los que no se cuidan de emprender un trabajo que exige
esfuerzo de sus facultades físicas y mentales, estarán prontos a recetar
drogas, lo cual pondrá en el organismo humano un fundamento para un mal
doblemente mayor que el que ellos pretenden haber aliviado (Medical Ministry,
págs. 221, 222). 77
Hay que enseñar a la gente que las drogas
no curan la enfermedad. Es cierto que a veces proporcionan algún alivio
inmediato momentáneo, y el paciente parece recobrarse por efecto de las drogas,
cuando se debe en realidad a que la naturaleza posee fuerza vital suficiente
para expeler el veneno y corregir las condiciones causantes de la enfermedad.
Se recobra la salud a pesar de la droga, que en la mayoría de los casos sólo
cambia la forma y el foco de la enfermedad. Muchas veces el efecto del veneno
parece quedar neutralizado por algún tiempo, pero los resultados subsisten en
el organismo y producen un gran daño ulterior (El Ministerio de Curación, pág.
88).
Una exhortación a los médicos
concienzudos.
Un médico que tenga el valor moral para
arriesgar su reputación al iluminar el entendimiento mediante la verdad lisa y
llana, mostrando la naturaleza de la enfermedad y cómo prevenirla, y la
práctica peligrosa de recurrir a las drogas, tendrá una carrera difícil, pero
vivirá y dejará vivir. . . . Como reformador, hablará claramente en cuanto a
los falsos apetitos y a la ruinosa complacencia propia en el vestir, el comer y
beber, el sobrecargarse de mucho trabajo para hacer en un tiempo dado, lo cual
tiene una influencia desastrosa sobre el temperamento y las facultades físicas
y mentales. . . .
Los hábitos correctos y apropiados,
practicados inteligentemente y con perseverancia, eliminarán la causa de la
enfermedad, y no se necesitará recurrir a las drogas (Medical Ministry, pág.
222).
Estudiad y enseñad las leyes de la
medicina preventiva.
Hay ahora una positiva necesidad, aun
entre los médicos reformadores en la línea del tratamiento de la enfermedad, de
que se hagan esfuerzos mayores y concienzudos para realizar y llevar adelante
la obra en favor de sí mismos, y de instruir a los que acuden a ellos debido a
su habilidad profesional para descubrir la causa de sus enfermedades. Debieran
llamar la atención en manera especial hacia las leyes que Dios ha establecido,
que nadie puede violar impunemente. Ellos se detienen mucho en el desarrollo de
la enfermedad, pero en general no llaman la atención hacia las leyes que
debieran ser escrupulosa e inteligentemente obedecidas para prevenir la
enfermedad (Medical Ministry, pág. 223). 78
Medicinas que dejan rastros perjudiciales.
Los siervos de Dios no debieran
administrar medicinas que saben dejarán rastros perjudiciales en el organismo,
aunque momentáneamente alivien el sufrimiento. Todo preparado venenoso, tomado
de los reinos vegetal y mineral, introducido en el organismo dejará su
desastrosa influencia, afectando el hígado y los pulmones y trastornando el
organismo en general (Spiritual Gifts, tomo 4, pág. 140).
Por qué se establecieron nuestros
sanatorios.
No debiera introducirse en el organismo
humano nada que deje en pos de sí una influencia funesta. La razón que se me ha
dado por la cual debemos establecer sanatorios en diversas localidades es la de
arrojar luz sobre este asunto para practicar tratamientos higiénicos (Medical
Ministry, pág. 228).
Hace años el Señor me reveló que debieran
establecerse instituciones para tratar a los enfermos sin drogas. El hombre es
propiedad de Dios, y son una ofensa a Dios la devastación que se ha hecho de la
habitación viviente y los sufrimientos causados por las semillas de la muerte sembrados
en el organismo humano (Medical Ministry, pág. 229).
Debiera proporcionárseles a los pacientes
alimento bueno y saludable; debe observarse una abstinencia total de todas las
bebidas embriagantes; deben descartarse las drogas y seguirse métodos racionales
de tratamiento. No debe dárseles alcohol, té, café o drogas a los pacientes,
porque éstos siempre dejan rastros. Al seguir estas reglas, muchos que han sido
desahuciados por los médicos pueden ser restaurados a la salud (Medical
Ministry, pág. 228).
Rara vez se necesitan drogas.
Muchos podrían restablecerse sin una
pizca de medicina si vivieran de acuerdo con las leyes de la salud. Rara vez se
necesita usar drogas. Se requerirán esfuerzos fervientes, pacientes y
prolongados para establecer la obra y llevarla adelante sobre la base de
principios higiénicos. Pero, combínese la oración ferviente y la fe con
vuestros esfuerzos, y tendréis éxito. Mediante esta obra estaréis enseñando a
los pacientes, y también a otros, cómo cuidar de sí mismos cuando están
enfermos sin recurrir al uso de las drogas (Medical Ministry, págs. 259, 260).
Nuestras instituciones están establecidas
para que los enfermos puedan ser tratados con métodos higiénicos, descartando
casi enteramente el uso de las drogas.... Tendrán que rendir una terrible
cuenta a Dios los hombres que 79 tienen tan poco respeto por la vida humana
como para tratar tan cruelmente el cuerpo al administrar sus drogas. . . . No
tendremos disculpa si por ignorancia destruimos el edificio de Dios,
introduciendo en nuestro estómago drogas venenosas bajo una variedad de nombres
que no comprendemos. Es nuestro deber rechazar todas las recetas de esta clase.
Deseamos construir un sanatorio donde puedan curarse las enfermedades mediante
las provisiones de la misma naturaleza, y donde pueda enseñarse a la gente cómo
tratarse a sí misma cuando está enferma, donde puedan aprender a comer con
moderación alimentos saludables y se eduquen a rechazar todos estos elementos
dañinos: té, café, vinos y estimulantes de toda clase, y a descartar la carne
de animales muertos (Manuscrito 44, 1896).
Para una obra más efectiva.
No se ventila la cuestión de la reforma
pro salud como debiera hacérselo. Un régimen sencillo y la ausencia total de
drogas, que dejen a la naturaleza libre para recuperar las energías gastadas
del cuerpo, haría que nuestros sanatorios fueran mucho más eficientes en
restaurar la salud de los enfermos (Carta 73a, 1896).
Enseñad a los pacientes cómo colaborar
con Dios.
Debe enseñarse a la gente a comprender
que es un pecado destruir las energías físicas, mentales y espirituales, y que
debe comprender cómo colaborar con Dios en su propio restablecimiento. Mediante
la fe en Cristo pueden vencer el hábito de usar estimulantes y drogas que
destruyen la salud (Manuscrito 12, 1900). 80
SECCIÓN V BEBIDAS EMBRIAGANTES MÁS SUAVES
1. Importancia de los hábitos de estricta
temperancia
Ejemplos del Antiguo y el Nuevo
Testamentos.
Cuando el Señor suscitó a Sansón como
libertador de su pueblo, ordenó que su madre siguiera hábitos correctos de vida
antes del nacimiento del niño. La misma prohibición había de ser impuesta al
niño desde el principio, porque debía ser consagrado a Dios como nazareo desde
su nacimiento.
El ángel de Dios a la mujer de Manoa y le
informó que tendría un hijo, y en vista de esto, le dio importantes
instrucciones: "Ahora, pues, no bebas vino ni sidra, ni comas cosa
inmunda" (Juec. 13: 4).
Dios tenía asignada una importante obra
para el hijo prometido de Manoa, y para asegurarle las cualidades necesarias
para realizar esa obra, los hábitos de la madre tanto como del niño tenían que
ser cuidadosamente regulados. "No beberá vino ni sidra", fue la
instrucción del ángel para la mujer de Manoa, "y no comerá cosa inmunda;
guardará todo lo que le mandé" (Juec. 13: 14). El niño sería afectado para
bien o para mal por los hábitos de la madre. Ella misma debía gobernarse por
principios y practicar la temperancia y la abnegación, si había de procurar el
bienestar de su niño.
En el Nuevo Testamento hallamos un
ejemplo no menos impresionante de la importancia de los hábitos de temperancia.
Juan el Bautista era un reformador. Se le
había confiado una gran obra en favor de la gente de sus días, y en preparación
para esa obra, sus hábitos fueron cuidadosamente regulados desde su mismo
nacimiento. El ángel Gabriel fue enviado del cielo para instruir a los padres
de Juan en los principios de la reforma pro salud. "No beberá vino ni
sidra", dijo el mensajero celestial, "y será lleno del Espíritu
Santo" (Luc. 1: 15). 81
Juan se separó de sus amigos y de los
lujos de la vida, para ir a vivir solo en el desierto, alimentándose de una
dieta puramente vegetal. La sencillez de su vestimenta -un manto tejido con
pelo de camello- era un reproche para el lujo y la ostentación de la gente de su
generación, especialmente de los sacerdotes judíos. También su régimen, de
langostas y miel silvestre, era un reproche para la glotonería que prevalecía
por doquiera.
La obra de Juan fue predicha por el
profeta Malaquías: "He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga
el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres
hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres" (Mal. 4: 5,
6). Juan el Bautista salió con el espíritu y el poder de Elías para preparar el
camino del Señor, y para hacer volver la gente a la sabiduría de los justos.
Era un representante de los que viven en los últimos días, a quienes Dios ha
confiado sagradas verdades para presentar ante la gente y preparar el camino
para la segunda venida de Cristo. Y los mismos principios de temperancia que
Juan practicó debieran ser observados por aquellos que en nuestros días han de
advertir al mundo de la llegada del Hijo del Hombre.
Dios hizo al hombre a su propia imagen, y
espera que el hombre conserve íntegras las facultades que se le han impartido
para el servicio del Creador. ¿No debiéramos prestar atención a sus
advertencias, y tratar de conservar cada facultad en las mejores condiciones
para servir a Dios? Lo mejor que podamos dar a Dios es débil, por cierto.
¿Por qué hay tanta miseria hoy en el
mundo? ¿Será porque a Dios le agrada ver sufrir a sus criaturas? ¡Oh, no! Es
porque los hombres han sido debilitados por prácticas inmortales. Nos quejamos
de la transgresión de Adán y parece que pensamos que nuestros primeros padres
dieron muestra de gran debilidad al ceder a la tentación. Pero si la
transgresión de Adán fuera el único mal que tuviéramos que enfrentar, la
condición del mundo sería mucho mejor de lo que es. Ha habido una sucesión de
caídas desde los días de Adán (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs.
37-39).
Una advertencia sobre el efecto del vino.
La historia de Nadab y Abiú también está
registrada como una advertencia para el hombre, que muestra que el efecto del
vino 82 sobre el intelecto es confundir. Y siempre tendrá esta influencia sobre
las mentes de aquellos que lo usan. Por lo tanto Dios prohibe explícitamente el
uso de vino y de bebidas fuertes (Signs of the Times, 8-7-1880).
Nunca hubieran cometido Nadab y Abiú su
fatal pecado, si antes no se hubiesen intoxicado parcialmente bebiendo mucho
vino. Sabían que era menester hacer la preparación más cuidadosa y solemne
antes de presentarse en el santuario donde se manifestaba la presencia divina;
pero debido a su intemperancia se habían descalificado para ejercer su santo
oficio. Su mente se confundió y se embotaron sus percepciones morales, de tal
manera que no pudieron discernir la diferencia que había entre lo sagrado y lo
común (Patriarcas y Profetas, pág. 376).
2. Efectos psíquicos de las bebidas
embriagantes suaves
Las tendencias heredadas despertadas por
el vino y la sidra.
Para las personas que han heredado el
apetito por los estimulantes, no es seguro en ninguna manera beber vino o sidra
en el hogar, porque Satanás las está instando continuamente a complacerse. Si
ellas ceden a sus tentaciones, no saben dónde se detendrán; el apetito exige
que se lo complazca, y es complacido para ruina de ellos. El cerebro se
obnubila, la razón ya no sostiene las riendas, sino que las afloja quedando a
merced de la concupiscencia. El libertinaje abunda y se practican vicios de
casi cualquier clase como resultado de complacer el apetito por el vino y la
sidra (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 32, 33).
No puede crecer en gracia.
Es imposible que el que ame estos
estimulantes y se acostumbre a usarlos crezca en gracia. Se vuelve indecoroso y
sensual; las pasiones animales dominan las facultades superiores de la mente, y
la virtud no es atesorada (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 33).
Perversión de la mente por las bebidas
embriagantes suaves.
Tan gradualmente Satanás aparta de los
baluartes de la temperancia; tan insidiosamente el vino y la sidra ejercen su
influencia sobre el gusto, que se entra en el camino de la embriaguez sin
siquiera sospecharlo. Se cultiva el gusto por los estimulantes; se desequilibra
el sistema nervioso; 83 Satanás mantiene la mente en una fiebre de inquietud; y
la pobre víctima que se considera perfectamente segura, sigue avanzando hasta
que toda barrera es derribada, todo principio sacrificado. Están minadas las
más fuertes resoluciones y los intereses eternos son demasiado débiles para
conservar el apetito envilecido bajo el dominio de la razón. Algunos nunca
están realmente borrachos, pero siempre están bajo la influencia de bebidas
embriagantes suaves. Están febricitantes, inestables mentalmente, no realmente
delirantes, pero seguramente desequilibrados, porque las facultades más nobles
de la mente están pervertidas (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág.
33).
Vino y sidra no fermentados.
El jugo puro de la uva, libre de
fermentación, es una bebida saludable (Manuscrito 126, 1903).
La sidra y el vino pueden envasarse frescos
y mantenerse dulces por largo tiempo, y si se usan sin fermentar, no
destronarán la razón (Review and Herald, 25-3-1884).
La sidra dulce.
¿Sabemos de qué está hecha esta deliciosa
sidra dulce? Los que convierten las manzanas en sidra para el mercado no son
muy escrupulosos acerca de la condición de la fruta usada, y en muchos casos se
exprime el jugo de manzanas descompuestas. Los que no pensarían siquiera en
introducir el veneno de manzanas podridas en su organismo, están dispuestos a
beber la sidra hecha con ellas, y la consideran exquisita; pero el microscopio
revelaría el hecho que esta agradable bebida a menudo no es apta para el
estómago humano, aun recién exprimida de la prensa. Si se la hierve y se tiene
cuidado de quitar las impurezas, sería menos censurable.
A menudo he oído personas decir:
"¡Oh!, esto es apenas sidra dulce; es perfectamente inofensiva, y aun
saludable". Se llevan a casa grandes cantidades de ella. Por algunos días
sigue siendo dulce, luego comienza la fermentación. El gusto fuerte la hace
tanto más agradable a muchos paladares, y el que ama el vino o la sidra dulces
está poco dispuesto a admitir que su bebida favorita se está volviendo cada vez
más fuerte y agria (Review and Herald, 25-3-1884).
La única conducta segura.
Los que han heredado la sed de
estimulantes antinaturales no deberían tener de ningún modo vino, cerveza o
sidra a la vista o a su alcance, porque 84 esto los expone continuamente a la
tentación (El Ministerio de Curación, pág. 255).
Si los hombres llegaran a ser templados
en todas las cosas, si no tocaran, ni gustaran, ni palparan té, café, tabaco,
vinos, opio y bebidas alcohólicas, la razón tomaría las riendas del gobierno en
sus propias manos y tendría bajo su dominio los apetitos y pasiones.
Mediante el apetito Satanás domina la
mente y todo el ser. Miles de personas que podrían haber vivido han pasado a la
tumba destrozados en lo físico, lo mental y lo moral porque sacrificaron todas
sus facultades a la complacencia del apetito (Christian Temperance and Bible Hygiene,
pág. 37).
3. Los efectos embriagantes del vino y la
sidra
La gente puede embriagarse tan
ciertamente con vino y sidra como con bebidas más fuertes, y la peor clase de
embriaguez es la producida por las bebidas así llamadas más suaves. Las
pasiones son más perversas; la transformación del carácter es más grande, más
decidida y obstinada. Unos pocos vasos de sidra o de vino dulce pueden
despertar un gusto por bebidas más fuertes, y muchos que se han vuelto
borrachos empedernidos han puesto de esta forma el fundamento del hábito de
beber (Review and Herald, 25-3-1884).
Un posible precursor de la embriaguez
habitual.
Un solo vaso de vino puede abrir la
puerta de la tentación que llevará al hábito de la embriaguez (Testimonies,
tomo 4, pág. 578).
Condiciones de enfermedad producidas por
el uso de sidra.
Del consumo habitual de sidra puede
resultar una tendencia a enfermedades diversas, tales como hidropesía,
desórdenes hepáticos, temblores nerviosos y congestión cerebral. Mediante su
consumo muchos acarrean sobre sí mismos enfermedades permanentes. Algunos
mueren de tuberculosis o son víctimas de apoplejía sólo por esta causa. Algunos
sufren de dispepsia. Toda función vital se niega a actuar, y los médicos les
dicen que tienen desarreglos hepáticos, cuando si ellos se deshicieran de su
barril de sidra y nunca cedieran a la tentación de reemplazarlo, sus fuerzas
vitales maltratadas recobrarían el vigor (Review and Herald 25-3-1884). 85
Efectos del vino después del diluvio.
El mundo había llegado a ser tan corrupto
debido a la complacencia del apetito y las bajas pasiones en los días de Noé,
que Dios destruyó a sus habitantes con las aguas del diluvio. A medida que los
hombres se multiplicaron nuevamente sobre la tierra, la complacencia del vino,
llevada hasta la embriaguez, pervirtió los sentidos y preparó el camino para el
comer carne en exceso y el fortalecimiento de las pasiones animales. Los
hombres se levantaron contra el Dios del cielo, y sus facultades y oportunidades
se consagraron para glorificarse a sí mismos antes que honrar a su Creador
(Redemption; or the Temptation of Christ, págs. 21, 22).
Lleva al consumo de bebidas más fuertes.
El beber sidra lleva al consumo de
bebidas mas fuertes. El estómago pierde su vigor natural y se necesita algo más
fuerte para despertarlo a la acción. En cierta ocasión en que mi esposo y yo
estábamos viajando, nos vimos obligados a pasar varias horas esperando el tren.
Mientras estábamos en la estación entró al restaurante anexo un campesino de
rostro enrojecido y congestionado, que con voz fuerte y ronca preguntó:
"¿Tiene Ud. aguardiente de primera?" Se le contestó que sí, y pidió
medio vaso. "¿Tiene pimienta?" "Sí", fue la respuesta.
"Bueno, ponga adentro dos cucharadas bien grandes". Luego pidió que
agregaran dos cucharadas de alcohol, y terminó pidiendo "una buena
cantidad de pimienta negra". El hombre que estaba preparando la mistura
preguntó: "¿Qué va Ud. a hacer con esta mezcla?" El contestó:
"Supongo que esto me hará efecto", y llevándose el vaso lleno a los
labios bebió todo su ardiente contenido. Mi esposo dijo: "Ese hombre ha
usado estimulantes hasta destruir las delicadas paredes del estómago. Supongo
que estarán tan insensibles como una bota quemada".
Muchos al leer esto se reirán de la
advertencia de peligro. Dirán: "Ciertamente el poco de vino o sidra que yo
uso no puede hacerme daño". Satanás tiene marcados a los tales como su
presa; los lleva paso a paso, y ellos no se dan cuenta de eso, hasta que las
cadenas del hábito y el apetito son demasiado fuertes para ser rotas. Vemos el
poder que el apetito por la bebida fuerte tiene sobre los hombres; vemos
cuántos hombres de todas las profesiones y de pesadas responsabilidades, de
elevada posición, de eminentes talentos, de grandes logros, de finos
sentimientos, de fuertes nervios 86 y de grandes facultades intelectuales lo
sacrifican todo por la complacencia del apetito hasta reducirse al nivel de las
bestias brutas; y en muchísimos casos, su caída comenzó con el consumo de vino o
sidra. Sabiendo esto, me opongo decididamente a la elaboración de vino o sidra
para ser usados como bebida.... Si todos fueran vigilantes y fieles en guardar
las pequeñas brechas abiertas por el uso moderado de los supuestamente
inofensivos vino y sidra, se cerraría el camino a la embriaguez (Review and
Herald, 25-3-1884).
4. El vino en la Biblia
El vino de Caná no era fermentado.
En ninguna parte sanciona la Biblia el
uso del vino fermentado. El vino que Cristo hizo con agua en las bodas de Caná
era zumo puro de uva. Este es el "mosto" que se halla en el
"racimo", del cual dice la Escritura: "No lo desperdicies, que
bendición hay en él"(Isa. 65: 8).
Fue Cristo quien advirtió a Israel en el
Antiguo Testamento: "El vino es escarnecedor, la cerveza alborotadora; y
cualquiera que por ello errare no será sabio" (Prov. 20: 1). Cristo no
suministró semejante bebida. Satanás induce a los hombres a dejarse llevar por
hábitos que anublan la razón y entorpecen las percepciones espirituales, pero
Cristo nos enseña a dominar la naturaleza inferior. Nunca ofrece él a los
hombres lo que podría ser una tentación para ellos. Su vida entera fue un
ejemplo de abnegación. Para quebrantar el poder de los apetitos ayunó cuarenta
días en el desierto, y en beneficio nuestro soportó la prueba más dura que la
humanidad pudiera sufrir. Fue Cristo quien dispuso que Juan el Bautista no
bebiese vino ni bebidas fuertes. Fue él quien impuso la misma abstinencia a la
esposa de Manoa. Cristo no contradijo su propia enseñanza. El vino sin fermentar
que suministró a los convidadas de la boda era una bebida sana y refrigerante.
Fue el vino del que nuestro Salvador hizo uso con sus discípulos en la primera
comunión. Es también el vino que debería figurar siempre en la Santa Cena como
símbolo de la sangre del Salvador. El servicio sacramental está destinado a
refrigerar y vivificar el alma. Nada de lo que sirve al mal debe relacionarse
con dicho servicio (El Ministerio de Curación, pág. 256).
El vino recomendado en la Biblia no es
embriagante.
En ningún lugar la Biblia enseña el uso
del vino embriagante 87 ya sea como bebida o como símbolo de la sangre de
Cristo. Apelamos a la razón natural para decidir si la sangre de Cristo está
mejor representada por el jugo puro de uva en su estado natural, o después que
se ha convertido en un vino fermentado y embriagante.... Instamos a que este
último nunca sea puesto sobre la mesa del Señor. . . . Protestamos que Cristo
nunca hizo vino embriagante; un acto tal habría sido contrario a todas las
enseñanzas y ejemplos de su vida. . . . El vino que Cristo elaboró del agua por
un milagro de su poder era el jugo puro de la vid (Signs of the Times,
29-8-1878).
5. Los cristianos y la elaboración de
licores
Muchos que vacilarían en poner licor en
los labios de su prójimo se dedican al cultivo del lúpulo, y así prestan su
influencia contra la causa de la temperancia. No puedo comprender cómo, a la
luz de la ley de Dios, los cristianos pueden dedicarse concienzudamente a
cultivar lúpulo o a la elaboración de vino o sidra para el mercado (Christian
Temperance and Bible Hygiene, pág. 32).
Evitad la apariencia del mal.
Siento tristeza en el corazón cuando
hombres y mujeres inteligentes que profesan ser cristianos argumentan que no
hay daño en hacer vino o sidra para el mercado, porque mientras no estén
fermentados no embriagarán. Yo sé que hay otro aspecto de este asunto que ellos
se niegan a considerar porque el egoísmo ha cerrado sus ojos a los terribles
males que pueden resultar del uso de esos estimulantes. No veo cómo nuestros
hermanos pueden abstenerse de toda apariencia de mal al dedicarse extensamente
al negocio de cultivar lúpulo, sabiendo qué uso se dará al lúpulo.
Los que ayudan a producir estas bebidas
que fomentan y educan el apetito por estimulantes más fuertes, tendrán la
recompensa de acuerdo con sus obras. Son transgresores de la ley de Dios y
serán castigados por los pecados que cometen y por aquellos que cometieron
otros influidos por las tentaciones que ellos pusieron en su camino.
Que todos los que profesan creer la
verdad para este tiempo y que profesan ser reformadores actúen en consonancia
con su fe. Debiera trabajarse cuidadosamente con una persona, cuyo nombre está
en el libro de la iglesia, si se dedica a elaborar vino o sidra para el
mercado, y si continúa 88 en su práctica, debiera ser puesta bajo censura por
la iglesia. Los que no quieran ser disuadidos de hacer esta obra son indignos
de ocupar un lugar y de tener su nombre entre el pueblo de Dios.
Debemos ser seguidores de Cristo, debemos
afirmar nuestro corazón y nuestra influencia contra toda mala práctica. ¿Cómo
nos sentiremos en el día cuando se derramen los juicios de Dios al enfrentar
hombres que se han vuelto borrachos por nuestra influencia? Estamos viviendo en
el día real de expiación y nuestros casos pronto habrán de ser revisados
delante de Dios. ¿Cómo estaremos en pie en el tribunal celestial si nuestra
conducta ha favorecido el uso de estimulantes que pervierten la razón y
destruyen la virtud, la pureza y el amor de Dios? (Testimonies, tomo 5, págs.
358, 359).
El amor al dinero no ha de desviarnos.
Tengo unas pocas hectáreas de terreno.
Cuando lo compré estaba plantado con vides para vino, pero no venderé una libra
de esa uva a ninguna bodega. El dinero que obtendría de ello aumentaría mis entradas,
pero antes que ayudar la causa de la intemperancia permitiendo que se convierta
en vino, dejaría que se echara a perder en las parras. . . .
El amor al dinero llevará a los hombres a
violar su conciencia. Quizá ese mismo dinero sea llevado a la tesorería del
Señor, pero él no aceptará una ofrenda tal: es una ofensa para él. Fue obtenida
traspasando su ley, que requiere que el hombre ame a su prójimo como a sí
mismo. No es excusa para el transgresor decir que si él no hubiese hecho vino o
sidra, algún otro lo habría hecho, y su prójimo se habría convertido lo mismo
en borracho. Por el hecho de que hay quienes ponen la botella en los labios de
su prójimo, ¿se arriesgarán los cristianos a manchar sus vestiduras con la
sangre de almas, a incurrir en la maldición pronunciada sobre aquellos que
ponen esta tentación en el camino de los hombres que yerran? Jesús llama a sus
seguidores para que se alisten bajo su bandera y ayuden a destruir las obras
del diablo.
El Redentor del mundo, que sabe bien la
condición de la sociedad en los últimos días, describe el comer y el beber como
los pecados que condenan a esta época. Nos dice que así como era en los días de
Noé, así será cuando apareciere el Hijo del Hombre. "Estaban comiendo y
bebiendo, casándose 89 y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en
el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a
todos". Un estado de cosas igual existirá en los últimos días, y los que
creen estas advertencias tendrán el mayor cuidado de no tener una conducta que
los lleve a la condenación (Review and Herald, 25-3-1884).
A la luz de las Escrituras, la naturaleza
y la razón.
A la luz de lo que enseñan las
Escrituras, la naturaleza y la razón respecto al uso de bebidas embriagantes,
¿cómo pueden los cristianos dedicarse al cultivo del lúpulo para la fabricación
de cerveza, o a la elaboración de vino o sidra? Si aman a su prójimo como a sí
mismos. ¿cómo pueden contribuir a ofrecerle lo que ha de ser para él un lazo
peligroso? (El Ministerio de Curación, págs. 256, 257).
Hermanos, consideremos este asunto a la
luz de las Escrituras y ejerzamos una influencia decidida en favor de la
temperancia en todas las cosas. Manzanas y uvas son dones de Dios; pueden
dárseles usos excelentes como saludables artículos de alimentación, o pueden
ser prostituidos al dárseles un uso incorrecto. Dios ya está agostando las
cosechas de vides y manzanas debido a las prácticas pecaminosas de los hombres.
Estamos ante el mundo como reformadores; no demos ocasión de que los infieles o
incrédulos reprochen nuestra fe. Cristo dijo: "Vosotros sois la sal de la
tierra", "la luz del mundo". Mostremos que nuestros corazones y
nuestra conciencia están bajo la influencia transformadora de la gracia divina
y que nuestras vidas están regidas por los puros principios de la ley de Dios,
aun cuando estos principios puedan requerir el sacrificio de intereses
temporales (Testimonies, tomo 5, pág. 361).
6. Temperancia y abstinencia total
Si algo hace falta para apagar la sed, el
agua pura tomada poco antes o después de la comida es todo lo que la naturaleza
requiere. Nunca té, café, cerveza, vino o ninguna bebida alcohólica. El agua es
el mejor líquido de que dispongamos para limpiar los tejidos (Review and Herald
29-7- 1884).
Haríamos bien en considerar detenidamente
la lección que aquí se presenta [la de Daniel y sus compañeros]. Nuestro
peligro no está en la escasez, sino en la abundancia. Constantemente 90 estamos
tentados a excedernos. Los que quieran conservar sus facultades íntegras para
el servicio de Dios deben observar estricta temperancia en el uso de sus
bondades, así como una total abstinencia de toda complacencia perjudicial o
degradante.
Las generaciones jóvenes están rodeadas
de incitaciones calculadas para tentar el apetito. Especialmente en nuestras
grandes ciudades, se facilita toda forma de complacencia y se invita a
disfrutarla. Aquellos que, como Daniel, se nieguen a contaminarse, cosecharán
la recompensa de sus hábitos temperantes. Con su mayor vigor físico y poder de
resistencia, tienen un depósito bancario al cual pueden acudir en caso de
emergencia (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 27, 28).
Se insiste muchas veces en que para
quitar a la juventud el gusto por la literatura pasional o indigna, debe
proporcionársela una clase mejor de literatura de imaginación. Pero esto es
como intentar curar a un borracho dándole, en vez de aguardiente, bebidas
fermentadas más suaves, como vino, cerveza o sidra. El uso de estas bebidas
fomentaría continuamente la sed de estimulantes más activos. La única seguridad
para el borracho, y la única salvaguardia para el hombre templado, es la
abstinencia total (El Ministerio de Curación, págs. 352, 353). 91
SECCIÓN VI PRINCIPIOS ACTIVOS DE UNA VIDA
RENOVADA
1. Sólo cuando se cambia la vida
El carácter reformado.
Nuestra obra en favor de los tentados y
caídos alcanzará verdadero éxito únicamente en la medida en que la gracia de
Cristo vuelva a formar el carácter, y el hombre sea puesto en relación viva con
el Dios infinito. Tal es el propósito de todo verdadero esfuerzo pro
temperancia (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 399).
Cristo obra desde adentro.
Los hombres no serán nunca temperantes
hasta que la gracia de Cristo sea un principio viviente en el corazón . . . Las
circunstancias no pueden producir reformas. El cristianismo propone una reforma
del corazón. Lo que Cristo obra dentro, se realizará bajo el dictado de un
intelecto convertido. El plan de comenzar afuera y tratar de obrar hacia el
interior siempre ha fracasado (Consejos sobre el Régimen Alimenticio, pág. 40).
Debe recuperarse el poder del dominio
propio.
Uno de los efectos más deplorables de la
apostasía original fue la pérdida de la facultad del dominio propio por parte
del hombre. Sólo en la medida en que se recupere esta facultad puede haber
verdadero progreso.
El cuerpo es el único medio por el cual
la mente y el alma se desarrollan para la edificación del carácter. De ahí que
el adversario de las almas encamine sus tentaciones al debilitamiento y a la
degradación de las facultades físicas. Su éxito en esto envuelve la sujeción al
mal de todo nuestro ser. A menos que estén bajo el dominio de un poder
superior, las propensiones de nuestra naturaleza física acarrearán ciertamente
ruina y muerte.
El cuerpo tiene que ser puesto en
sujeción. Las facultades superiores de nuestro ser deben gobernar. Las pasiones
han de obedecer a Dios. El poder soberano de la razón, 92 santificado por la
gracia divina, debe dominar en nuestra vida (El Ministerio de Curación, págs.
91, 92).
Inutilidad de los intentos de abstinencia
por etapas.
Aquellos que han tenido más oportunidades
y mucha preciosa luz, que gozan de las ventajas de la educación, ¿argumentarán
que no pueden cortar definitivamente con las prácticas malsanas? Los que tienen
excelentes facultades de raciocinio, ¿por qué no razonan de causa a efecto?
¿Por qué no abogan por la reforma, asentando firmemente sus pies sobre los
principios, decididos a no probar bebida alcohólica o a usar tabaco? Estos son
venenos, y su uso es una violación de la ley de Dios. Cuando se hacen esfuerzos
por ilustrarlos sobre este punto, algunos dicen: Yo me iré absteniendo de a
poco. Pero Satanás se ríe de tales decisiones. El dice: Están seguros en mi
poder. No tengo nada que temer de ellos en este respecto.
Pero él sabe que no tiene ningún poder
sobre el hombre que, cuando los pecadores lo incitan, tiene el valor moral para
decir "No" honrada y positivamente. El tal ha abandonado la compañía
del diablo, y mientras se aferra de Jesucristo está a salvo. Está donde ángeles
celestiales pueden relacionarse con él dándole fortaleza moral para vencer
(Manuscrito 86, 1897).
Una batalla dura, pero Dios ayudará.
¿Fuma Ud. o bebe bebidas embriagantes?
Apártelas de Ud., porque nublan sus facultades. Renunciar al uso de estas cosas
significará una dura batalla, pero Dios lo ayudará a pelear esta batalla.
Pídale gracia para vencer y luego crea que él se la dará, porque lo ama. No
permita que compañeros mundanos lo aparten de su lealtad a Cristo. Más bien
aparte su mente de esos compañeros y concéntrela en Cristo. Dígales que Ud.
está buscando el tesoro celestial. Ud. no se pertenece; ha sido comprado por
precio, con la misma vida del Hijo de Dios, y debe glorificar a Dios en su
cuerpo y en su espíritu, porque son de Dios (Carta 226, 1903).
Pida ayuda a Dios y a los justos.
Tengo un mensaje del Señor para el alma
tentada que ha estado bajo el dominio de Satanás, pero que está luchando para
librarse. Acuda al Señor en busca de ayuda. Vaya a aquellos que sabe que aman y
temen a Dios, y dígales: Ténganme bajo su cuidado; porque Satanás me tienta
furiosamente. No tengo poder para huir de la trampa. Guárdenme con Uds. a cada
93 momento hasta que tenga más fuerza para resistir la tentación (Carta 166,
1903).
Relación personal con Dios.
Presentad a Dios vuestras necesidades,
gozos, tristezas, cuidados y temores . . . "Porque el Señor es muy
misericordioso y compasivo"(Sant. 5: 11). Su amoroso corazón se conmueve
por nuestras tristezas, y aun por nuestra presentación de ellas. . . . Ninguna
cosa que de alguna manera afecte nuestra paz es tan pequeña que él no la note.
No hay en nuestra experiencia ningún pasaje tan oscuro que él no pueda leer, ni
perplejidad tan grande que él no pueda desenredar. Ninguna calamidad puede
acaecer al más pequeño de sus hijos, ninguna ansiedad puede asaltar el alma,
ningún gozo alegrar, ninguna oración sincera escaparse de los labios, sin que
el Padre celestial esté al tanto de ello, sin que tome en ello un interés
inmediato. El "sana a los quebrantados de corazón, y venda sus
heridas"(Sal. 147: 3). Las relaciones entre Dios y cada una de las almas
son tan claras y plenas como si no hubiese otra alma por la cual hubiera dado a
su Hijo amado (El Camino a Cristo, págs. 102, 103).
2. La conversión, el secreto de la
victoria
Consentir es pecado.
La complacencia del apetito antinatural,
ya sea por el té, el café, el tabaco o el alcohol, es intemperancia, y se halla
en guerra contra las leyes de la vida y la salud. Usando estos artículos
prohibidos, se crea una condición en el sistema, que el Creador nunca se
propuso que hubiera. Esta indulgencia en cualquiera de los miembros de la
familia humana es pecado. . . . El sufrimiento, la enfermedad y la muerte, son
la penalidad segura de la indulgencia (Evangelismo, pág. 198).
Cuando el Espíritu Santo trabaja entre
nosotros.
La primera y más importante cosa es
ablandar y subyugar el alma presentando a nuestro Señor Jesucristo como el
Portador del pecado, el Salvador que perdona el pecado, haciendo el Evangelio
tan claro como sea posible. Cuando el Espíritu Santo trabaja entre nosotros, .
. . se convencen las almas que no están listas para la aparición de Cristo. . .
. Los adictos al tabaco sacrifican su ídolo y el bebedor su alcohol. No podrían
hacer esto si no captaran por la fe las promesas de Dios para el perdón de sus
pecados (Evangelism, pág. 264). 94
La gran necesidad del hombre.
Cristo dio su vida para comprar la
redención para el pecador. El Redentor del mundo sabía que la complacencia del
apetito estaba trayendo flaqueza física y amortiguando las facultades
perceptivas, de manera que no pudiesen discernirse las cosas sagradas y
eternas. Sabía que la complacencia propia estaba pervirtiendo las facultades
morales, y que la gran necesidad del hombre era la conversión del corazón, la
mente y el alma de la vida de complacencia propia a una vida de abnegación y
sacrificio (Medical Ministry, pág. 264).
El hombre fracasará con su propia fuerza.
El hábito del tabaco . . . ofusca
muchísimas mentes. ¿Por qué no renuncia Ud. a este hábito? ¿Por qué no se
levanta y dice: No serviré más al pecado y al diablo? Diga: Abandonaré esta
hierba venenosa. Nunca podrá hacerlo por su propia fuerza. Cristo dice:
"Yo estoy a tu diestra para ayudarte" (Manuscrito 9, 1893).
Por qué tantos fracasan.
Las tentaciones a la complacencia del
apetito tienen un poder que puede ser vencido solamente por la ayuda que Dios
puede impartir. Pero con cada tentación tenemos la promesa de Dios de que habrá
una salida. ¿Por qué, pues, tantos son vencidos? Es porque no ponen su
confianza en Dios. No sacan provecho de los medios provistos para su seguridad.
Por lo tanto, las excusas que se presentan en favor de la complacencia del
apetito pervertido no tienen peso delante de Dios (Christian Temperance and
Bible Hygiene, pág. 22).
El único remedio.
Para toda alma que lucha por elevarse de
una vida de pecado a una vida de pureza, el gran elemento de fuerza reside
"en el único nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos
ser salvos"(Hech. 4: 12). "Si alguno tiene sed", de esperanza
tranquila, de ser libertado de inclinaciones pecaminosas, Cristo dice:
"Venga a mí, y beba"(Juan 7: 37). El único remedio contra el vicio es
la gracia y el poder de Cristo.
De nada sirven las buenas resoluciones
que uno toma confiado en su propia fuerza. No conseguirán todas las promesas
del mundo quebrantar el poder de un hábito vicioso. Nunca podrán los hombres
practicar la templanza en todo sino cuando la gracia divina renueve sus
corazones. No podemos guardarnos del pecado ni por un solo momento. Siempre
tenemos que depender de Dios. . . . 95
Cristo llevó una vida de perfecta
obediencia a la ley de Dios, y así dio ejemplo a todo ser humano. La vida que
él llevó en este mundo, tenemos que llevarla nosotros por medio de su poder y bajo
su instrucción.
Se requiere perfecta obediencia.
En la obra que desempeñamos por los
caídos, han de quedar impresas en el espíritu y en el corazón las exigencias de
la ley de Dios y la necesidad de serle leales. No dejéis nunca de manifestar
que hay diferencia notable entre el que sirve a Dios y el que no le sirve. Dios
es amor, pero no puede disculpar la violación voluntaria de sus mandamientos.
Los decretos de su gobierno son tales que los hombres no pueden evitar las
consecuencias de desobedecerlos. Dios sólo honra a los que le honran. El
comportamiento del hombre en este mundo decide su destino eterno. Según haya
sembrado, así segará. A la causa ha de seguir el efecto.
Sólo la obediencia perfecta puede
satisfacer el ideal que Dios requiere. Dios no dejó indefinidas sus demandas.
No prescribió nada que no sea necesario para poner al hombre en armonía con él.
Hemos de enseñar a los pecadores el ideal de Dios en lo que respecta al
carácter, y conducirlos a Cristo, cuya gracia es el único medio de alcanzar ese
ideal.
La victoria asegurada mediante la
impecable vida de Cristo.
El Salvador llevó sobre sí los achaques
de la humanidad y vivió una vida sin pecado, para que los hombres no teman que
la flaqueza de la naturaleza humana les impida vencer. Cristo vino para
hacernos "participantes de la naturaleza divina", y su vida es una
afirmación de que la humanidad, en combinación con la divinidad, no peca.
El Salvador venció para enseñar al hombre
cómo puede él también vencer. Con la Palabra de Dios, Cristo rechazó las
tentaciones de Satanás. Confiando en las promesas de Dios, recibió poder para
obedecer sus mandamientos, y el tentador no obtuvo ventaja alguna. A cada
tentación Cristo contestaba: "Escrito está". A nosotros también nos
ha dado Dios su Palabra para que resistamos al mal. Grandísimas y preciosas son
las promesas recibidas, para que seamos "hechos participantes de la
naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que está en el mundo por
concupiscencia" (2 Ped. 1: 4).
Encareced al tentado que no mire a las
circunstancias, a su propia flaqueza, ni a la fuerza de la tentación, sino al
96 poder de la Palabra de Dios, cuya fuerza es toda nuestra. "En mi
corazón -dice el salmista- he guardado tus dichos, para no pecar contra
ti". "Por la palabra de tus labios yo me he guardado de las vías del
destructor" (Sal. 119: 11; 17: 4).
Unidos con Cristo mediante la oración.
Dirigid a la gente palabras de aliento;
elevadla hasta Dios en oración. Muchos vencidos por la tentación se sienten
humillados por sus caídas, y les parece inútil acercarse a Dios; pero este
pensamiento es del enemigo. Cuando han pecado y se sienten incapaces de orar,
decidles que es entonces cuando deben orar. Bien pueden estar avergonzados y
profundamente humillados; pero cuando confiesen sus pecados, Aquel que es fiel
y justo se los perdonará y los limpiará de toda iniquidad.
No hay nada al parecer tan débil, y no
obstante tan invencible, como el alma que siente su insignificancia y confía
por completo en los méritos del Salvador. Mediante la oración, el estudio de su
Palabra y el creer que su presencia mora en el corazón, el más débil ser humano
puede vincularse con el Cristo vivo, quien lo tendrá de la mano y nunca lo
soltará (El Ministerio de Curación, págs. 134-137).
Salud y fuerza para el vencedor.
Cuando los hombres que se han complacido
en hábitos incorrectos y prácticas pecaminosas se rinden al poder de la verdad
divina, la aplicación de esa verdad al corazón revitaliza las facultades
morales que parecían estar paralizadas. El receptor llega a tener una
comprensión más fuerte y más clara que antes de que su alma se asegurara a la
Roca eterna. Aun su salud física mejora al darse cuenta que está seguro en
Cristo. La bendición especial de Dios, que descansa sobre el receptor, es de
por sí salud y fuerza (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 13).
El poder para vencer está sólo en Cristo.
Los hombres han contaminado el templo del
alma, y Dios los llama a desertar y a luchar con todas sus fuerzas para
reconquistar la virilidad que Dios les diera. Nada excepto la gracia de Dios
puede convencer y convertir el corazón; sólo de él los esclavos de los hábitos
pueden obtener poder para romper las cadenas que los atan. Es imposible que un
hombre presente su cuerpo como sacrificio viviente, santo, aceptable a Dios
mientras siga complaciendo hábitos que le están restando de su vigor físico,
mental y moral. Nuevamente dice el apóstol: 97 "No os conforméis a este
siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento,
para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta" (Rom. 12: 2) (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 10,
11).
En la fuerza de Cristo,
Cristo peleó la batalla en el terreno del
apetito y salió victorioso. Nosotros también podemos vencer mediante la fuerza
derivada de él. ¿Quién entrará por las puertas de la ciudad? No aquellos que
declaran que no pueden vencer la fuerza del apetito. Cristo ha resistido el
poder de aquel que quisiera mantenernos en esclavitud; aunque debilitado por su
largo ayuno de cuarenta días, resistió a la tentación y demostró por medio de
ese acto que nuestros casos no son desesperados. Yo sé que no podemos obtener
la victoria solos. ¡Cuán agradecidos debiéramos estar de que tenemos un
Salvador viviente que está listo y deseoso de ayudarnos!
Recuerdo el caso de un hombre en una
congregación a la cual me tocó dirigir la palabra. Estaba casi perdido física y
mentalmente por el uso del licor y del tabaco. Estaba postrado por los efectos
de la disipación, y su vestimenta estaba en consonancia con su quebrantada
condición. A todas luces había ido demasiado lejos como para ser rescatado,
pero cuando lo insté a que resistiera la tentación en la fuerza del Salvador
resucitado, se levantó temblando y dijo: "Ud. se interesa por mí, y yo me
interesaré por mí mismo". Seis meses después llegó a mi casa. No lo
reconocí. Con un rostro radiante de gozo y los ojos llenos de lágrimas, me
aferró la mano y dijo: "Ud. no me conoce, pero, ¿recuerda al hombre
vestido de azul que se levantó en su congregación y dijo que trataría de
reformarse?" Estaba asombrada. Allí estaba de pie, y parecía diez años más
joven. Había ido a su casa de esa reunión y había pasado en oración y lucha
largas horas hasta que salió el sol. Fue una noche de conflicto, pero gracias a
Dios, salió victorioso. Este hombre podía hablar, por su triste experiencia,
acerca de la esclavitud de estos malos hábitos. Sabía cómo advertir a los
jóvenes de los peligros de la contaminación y podía señalar a Cristo como la
única fuente de ayuda a los que como él hubiesen sido vencidos (Christian
Temperance and Bible Hygiene, págs. 19, 20).
Sin Cristo no hay reforma genuina.
Sin el poder divino, ninguna reforma
verdadera puede llevarse a cabo. Las vallas 98 humanas levantadas contra las
tendencias naturales y fomentadas no son más que bancos de arena contra un
torrente. Sólo cuando la vida de Cristo es en nuestra vida un poder vivificador
podemos resistir las tentaciones que nos acometen de dentro y de fuera.
Cristo vino a este mundo y vivió conforme
a la ley de Dios para que el hombre pudiera dominar perfectamente las
inclinaciones naturales que corrompen el alma. El es el Médico del alma y del
cuerpo y da la victoria sobre las pasiones guerreantes. Ha provisto todo medio
para que el hombre pueda poseer un carácter perfecto.
Al entregarse uno a Cristo, la mente se
sujeta a la dirección de la ley; pero ésta es la ley real, que proclama la
libertad a todo cautivo. Al hacerse uno con Cristo, el hombre queda libre.
Sujetarse a la voluntad de Cristo significa ser restaurado a la perfecta
dignidad de hombre.
Obedecer a Dios es quedar libre de la
servidumbre del pecado y de las pasiones e impulsos humanos. El hombre puede
ser vencedor de sí mismo, triunfar de sus propias inclinaciones, de principados
y potestades, de los "señores del mundo, gobernadores de estas
tinieblas", y de las "malicias espirituales en los aires" (El
Ministerio de Curación, págs. 92, 93).
3. La voluntad, clave del éxito
Una lucha mano a mano.
Cuando los hombres se conforman con vivir
meramente para este mundo, la inclinación del corazón se une con las
sugerencias del enemigo y se cumplen sus planes. Pero cuando se esfuerzan por
abandonar la negra bandera de la potestad de las tinieblas y se alistan bajo la
bandera ensangrentada del Príncipe Emanuel, la lucha comienza y la guerra se
realiza a la vista del universo del cielo.
Todo el que lucha del lado del bien debe
pelear mano a mano con el enemigo. Debe revestirse con toda la armadura de Dios
a fin de poder estar firme contra los engaños del diablo (Manuscrito 47, 1896).
El hombre debe hacer su parte.
Dios no puede salvar al hombre contra su
voluntad del poder de los artificios de Satanás. El hombre debe trabajar con su
poder humano, ayudado por el poder divino de Cristo, para resistir y vencer 99
a cualquier precio. En otras palabras, el hombre debe vencer así como Cristo
venció. Y entonces, mediante la victoria que es su privilegio ganar por el
todopoderoso nombre de Jesús, puede llegar a ser heredero de Dios y coheredero
de Cristo.
Esto no podría ocurrir si solamente
Cristo fuera el que obrara la victoria. El hombre debe hacer su parte. Debe ser
vencedor por su cuenta mediante la fuerza y gracia que Jesús le da. El hombre
debe ser colaborador de Cristo en la obra de vencer, y entonces será partícipe
con Cristo de su gloria (Review and Herald, 21-11-1882).
"Sé varón".
Las víctimas de los malos hábitos deben
reconocer la necesidad del esfuerzo personal. Otros harán con empeño cuanto
puedan para levantarlos, y la gracia de Dios les es ofrecida sin costo; Cristo
podrá interceder, sus ángeles podrán intervenir; pero todo será en vano si
ellos mismos no resuelven combatir por su parte.
Las últimas palabras de David a Salomón,
joven a la sazón y a punto de ceñir la corona de Israel, fueron éstas:
"Esfuérzate, y sé varón" (1 Rey. 2: 2). A todo hijo de la humanidad,
candidato a inmortal corona, van dirigidas estas palabras inspiradas:
"Esfuérzate, y sé varón".
A los que ceden a sus apetitos se les ha
de inducir a ver y reconocer que necesitan renovarse moralmente si quieren ser
hombres. Dios les manda despertarse y recuperar, por la fuerza de Cristo, la
dignidad humana dada por Dios y sacrificada a la pecaminosa satisfacción de los
apetitos.
El puede: debe resistir el mal.
Al sentir el terrible poder de la
tentación y la fuerza arrebatadora del deseo que le arrastra a la caída, más de
uno grita desesperado: "No puedo resistir al mal". Decidle que puede
y que debe resistir. Bien puede haber sido vencido una y otra vez, pero no será
siempre así. Carece de fuerza moral, y le dominan los hábitos de una vida de
pecado. Sus promesas y resoluciones son como cuerdas de arena. El conocimiento
de sus promesas quebrantadas y de sus votos malogrados le debilitan la confianza
en su propia sinceridad, y le hacen creer que Dios, no puede aceptarle ni
cooperar con él, pero no tiene por qué desesperar.
Quienes confían en Cristo no han de ser
esclavos de tendencias y hábitos hereditarios o adquiridos. En vez de quedar
sujetos a la naturaleza inferior, han de dominar sus 100 apetitos y pasiones.
Dios no deja que peleemos contra el mal con nuestras fuerzas limitadas.
Cualesquiera que sean las tendencias al mal, que hayamos heredado o cultivado,
podemos vencerlas mediante la fuerza que Dios está pronto a darnos.
El poder de la voluntad.
El tentado necesita comprender la
verdadera fuerza de la voluntad. Ella es el poder gobernante en la naturaleza
del hombre, la facultad de decidir y elegir. Todo depende de la acción correcta
de la voluntad. El desear lo bueno y lo puro es justo; pero si no hacemos más
que desear, de nada sirve. Muchos se arruinarán mientras esperan y desean
vencer sus malas inclinaciones. No someten su voluntad a Dios. No escogen
servirle.
Debemos elegir.
Dios nos ha dado la facultad de elección;
a nosotros nos toca ejercitarla. No podemos cambiar nuestros corazones ni
dirigir nuestros pensamientos, impulsos y afectos. No podemos hacernos puros,
propios para el servicio de Dios. Pero sí podemos escoger el servir a Dios;
podemos entregarle nuestra voluntad, y entonces él obrará en nosotros el querer
y el hacer según su buena voluntad. Así toda nuestra naturaleza se someterá a
la dirección de Cristo.
Mediante el debido uso de la voluntad,
cambiará enteramente la conducta. Al someter nuestra voluntad a Cristo, nos
aliamos con el poder divino. Recibimos fuerza de lo alto para mantenernos
firmes. Una vida pura y noble, de victoria sobre nuestros apetitos y pasiones,
es posible para todo el que une su débil y vacilante voluntad a la omnipotente
e invariable voluntad de Dios (El Ministerio de Curación, págs. 130-132).
Si la voluntad está dispuesta.
La voluntad es el poder gobernante en la
naturaleza del hombre. Si la voluntad está dispuesta, todo el resto del ser
estará bajo su mando. La voluntad no es el gusto o la inclinación, sino la
elección, el poder de decidir, el poder real que obra en los hijos de los
hombres para obedecer a Dios o desobedecerle.
Estaréis en constante peligro hasta que
comprendáis la verdadera fuerza de la voluntad. Podéis creer y prometer todas
las cosas, pero vuestras promesas y vuestra fe no tienen valor hasta que hayáis
puesto vuestra voluntad del lado del bien. Si peleáis la batalla de la fe con
vuestra fuerza de voluntad, no hay duda que venceréis. 101
Cuando ponemos la voluntad del lado de
Cristo.
Tu parte es poner tu voluntad del lado de
Cristo. Cuando le rindes tu voluntad, inmediatamente toma posesión de ti y obra
en ti para querer y hacer según su beneplácito. Tu naturaleza es sometida al
dominio de su Espíritu. Aun tus pensamientos le están sujetos. Si no puedes
dominar como quieres tus impulsos y emociones, puedes dominar la voluntad, y
así se obrará un cambio total en tu vida. Cuando rindes tu voluntad a Cristo,
tu vida se esconde con Cristo en Dios. Está aliada con el poder que está por
encima de todos los principados y potestades. Tienes una fuerza de Dios que te
mantiene unido a su fuerza, y es posible para ti una nueva vida, la vida de la
fe.
Nunca tendrás éxito en elevarte a ti
mismo a menos que tu voluntad esté del lado de Cristo, colaborando con el
Espíritu de Dios. No pienses que no puedes, sino dí: "Yo puedo, y lo
haré". Dios ha prometido su Espíritu para ayudarte en todo esfuerzo
decidido.
Es oído el más débil pedido de auxilio.
Cada uno de nosotros puede conocer que
hay un poder obrando con nuestros esfuerzos para vencer. ¿Por qué los hombres
no echarán mano de la ayuda que se ha provisto, a fin de ser elevados y
ennoblecidos? ¿Por qué se degradan a sí mismos por la complacencia del apetito
pervertido? ¿Por qué no se alzan en la fuerza de Jesús, para vencer en su
nombre? Jesús oirá la más débil oración que podamos ofrecer. Se compadece de la
debilidad de cada alma. Se ha puesto ayuda para cada uno sobre Aquel que es
poderoso para salvar. Te señalo a Jesucristo, el Salvador del pecador, quien
sólo puede darte poder para vencer en todas las cosas.
Coronas para todos los que triunfen.
El cielo vale la pena cualquier
sacrificio de nuestra parte. No podemos correr ningún peligro en este asunto.
En esto no debemos arriesgarnos. Debemos saber que nuestros pasos están
ordenados por el Señor. Que Dios nos ayude en nuestra gran obra de vencer. El
tiene coronas para todos los que triunfan. Tiene ropas blancas para los justos.
Tiene un mundo eterno de gloria para aquellos que buscan gloria, honor e
inmortalidad. Todo aquel que entre en la ciudad de Dios, lo hará como
triunfador. No entrará en ella como un criminal condenado, sino como un hijo de
Dios. Y la bienvenida para todos los que entren, será: "Venid, benditos de
mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del
mundo" (Mat. 25: 34). 102
Con placer hablaré palabras que ayuden a
las almas temblorosas a aferrarse de la fe en el poderoso Ayudador, para que
desarrollen un carácter que Dios contemplará complacido. El Cielo podrá
invitarlas y presentarles sus bendiciones más escogidas, y ellas pueden tener
toda facilidad para desarrollar un carácter perfecto; pero todo será en vano a
menos que ellas estén dispuestas a ayudarse a sí mismas. Deben hacer uso de sus
propias facultades, recibidas de Dios, o se hundirán cada vez más y no tendrán
ningún valor para el bien, ni en este mundo ni en la eternidad (Christian
Temperance and Bible Hygiene, págs. 147-149).
4. Victoria permanente
Importancia de vivir saludablemente.
Los que luchan contra el poder de los
apetitos deberían ser instruidos en los principios del sano vivir. Debe
mostrárselas que la violación de las leyes que rigen la salud, al crear
condiciones enfermizas y apetencias que no son naturales, echa los cimientos
del hábito de la bebida. Sólo viviendo en obediencia a los principios de la
salud pueden esperar verse libertados de la ardiente sed de estimulantes
contrarios a la naturaleza. Mientras confían en la fuerza divina para romper
las cadenas de los apetitos, han de cooperar con Dios obedeciendo a sus leyes
morales y físicas.
Empleo; sostén propio.
A los que se esfuerzan por reformarse se
les debe proporcionar ocupación. A nadie capaz de trabajar se le debe enseñar a
esperar que recibirá comida, ropa y vivienda de balde. Para su propio bien,
como para el de los demás, hay que idear algún medio que le permita devolver el
equivalente de lo que recibe. Aliéntese todo esfuerzo hacia el sostenimiento
propio, que fortalecerá el sentimiento de la dignidad personal y una noble
independencia. Además la ocupación de la mente y el cuerpo en algún trabajo
útil es una salvaguardia esencial contra la tentación.
Desengaños; peligros.
Los que trabajan en pro de los caídos
encontrarán tristes desengaños en muchos que prometían reformarse. Muchos no
realizarán más que un cambio superficial en sus hábitos y prácticas. Los mueve
el 103 impulso, y por algún tiempo parecen haberse reformado; pero su corazón
no cambió verdaderamente. Siguen amándose egoístamente a sí mismos, teniendo la
misma hambre de vanos placeres y deseando satisfacer sus apetitos. No saben lo
que es la edificación del carácter, y no puede uno fiarse de ellos como de
hombres de principios. Han embotado sus facultades mentales y espirituales
cediendo a sus apetitos y pasiones, y esto los ha debilitado. Son volubles e
inconstantes. Sus impulsos tienden a la sensualidad. Tales personas son a
menudo una fuente de peligro para los demás. Considerados como hombres y
mujeres regenerados, se les confían responsabilidades, y se los pone en
situación de corromper a los inocentes con su influencia.
La única solución es la total dependencia
de Cristo.
Aun aquellos que con sinceridad procuran
reformarse no están exentos del peligro de la recaída. Necesitan que se les
trate con gran sabiduría y ternura. La tendencia a adular y alabar a los que
fueron rescatados de los más hondos abismos, prepara a veces su ruina. La
práctica de invitar a hombres y mujeres a relatar en público lo experimentado en
su vida de pecado abunda en peligros, tanto para los que hablan como para los
oyentes. El espaciarse en escenas del mal corrompe la mente y el alma. Y la
importancia concedida a los rescatados del vicio les es perjudicial. Algunos
llegan a creer que su vida pecaminosa les ha dado cierta distinción. Así se
fomenta en ellos la afición a la notoriedad y la confianza en sí mismos, con
consecuencias fatales para el alma. Podrán permanecer firmes únicamente si
desconfían de sí mismos y dependen de la gracia de Cristo.
Los rescatados han de ayudar a otros.
A todos los que dan pruebas de verdadera
conversión se les debe alentar a que trabajen por otros. Nadie rechace al alma
que deja el servicio de Satanás por el servicio de Cristo. Cuando alguien da
pruebas de que el Espíritu de Dios lucha con él, alentadle para que entre en el
servicio del Señor. "Recibid a los unos en piedad, discerniendo"(Jud.
22). Los que son sabios en la sabiduría que viene de Dios verán almas
necesitadas de ayuda, personas que se han arrepentido sinceramente, pero que,
si no se les alienta, no se atreverán a asirse de la esperanza. El Señor
incitará al corazón de sus siervos a dar la bienvenida a estos temblorosos y
arrepentidos, y a invitarles a la comunión de su amor. Cualesquiera que 104 hayan
sido los pecados que los asediaron antes, por muy bajo que hayan caído, si
contritos acuden a Cristo, él los recibe. Dadles, pues, algo que hacer por él.
Si desean procurar sacar a otros del abismo de muerte del que fueron rescatados
ellos mismos, dadles oportunidad para ello. Asociadlos con creyentes
experimentados, para que puedan ganar fuerza espiritual. Llenadles el corazón y
las manos de trabajo para el Maestro.
Cuando la luz brille en el alma, algunos
que parecían estar completamente entregados al pecado, se pondrán a trabajar
con éxito en favor de pecadores tales como eran ellos. Por medio de la fe en
Cristo, habrá quienes alcancen altos puestos de servicio, y se les encomendarán
responsabilidades en la obra de salvar almas. Saben dónde reside su propia
flaqueza, y se dan cuenta de la depravación de su naturaleza. Conocen la fuerza
del pecado y el poder de un hábito vicioso. Comprenden que son incapaces de
vencer sin la ayuda de Cristo, y su clamor continuo es: "A ti confío mi
alma desvalida".
Estos pueden auxiliar a otros, Quien ha
sido tentado y probado, cuya esperanza casi se desvaneció, pero fue salvado por
haber oído el mensaje de amor, puede entender la ciencia de salvar almas. Aquel
cuyo corazón está lleno de amor por Cristo porque el Salvador le buscó y le
devolvió al redil, sabe buscar al perdido. Puede encaminar a los pecadores
hacia el Cordero de Dios. Se ha entregado incondicionalmente a Dios, y ha sido
aceptado en el Amado. La mano que el débil había alargado en demanda de auxilio
fue asida. Por el ministerio de tales personas, muchos hijos pródigos volverán
al Padre (El Ministerio de Curación, págs. 132-134).
Se ayuda a sí mismo el que ayuda a los
demás.
Puede llegar a ser hijo de Dios uno que
está debilitado y hasta degradado por la complacencia pecaminosa. Está en su
poder el hacer continuamente bien a los demás al ayudarlos a vencer la
tentación; al hacerlo se estará beneficiando a sí mismo. Puede ser una luz
clara y brillante en el mundo, y al fin oír la bendición: "Bien hecho,
buen siervo y fiel", de los labios del Rey de gloria (Christian Temperance
and Bible Hygiene, pág. 149).
La temperancia presentada desde el punto
de vista del cristiano.
En Australia me encontré con un hombre
que era 105 considerado libre de toda clase de intemperancia, excepto por un
hábito. Fumaba. Vino a escucharnos a la carpa, y vuelto a casa una noche, según
nos contó después, luchó contra el hábito del tabaco y obtuvo la victoria.
Algunos de sus familiares le habían dicho que le darían cincuenta libras esterlinas
si renunciaba a su tabaco, pero él no había querido hacerlo. "Pero",
dijo, "cuando Uds. presentan los principios de la temperancia ante
nosotros como lo han hecho, no puedo resistirlos. Uds. presentan ante nosotros
la abnegación de Alguien que dio su vida por nosotros. No lo conozco ahora,
pero deseo conocerlo. Nunca ofrecí una oración en mi casa. He descartado mi
tabaco, pero esto es todo lo que he hecho".
Oramos con él, y después de ausentarnos
le escribimos, y más tarde lo visitamos de nuevo. Finalmente llegó el momento
en que se entregó a Dios, y se está convirtiendo en una verdadera columna de la
iglesia en el lugar donde vive. Está trabajando con toda su alma para llevar a
sus familiares al conocimiento de la verdad (Evangelism, págs. 531, 532).
Un pescador gana la victoria.
En ese lugar, un pescador acababa de ser
convertido a la verdad. Aunque había usado habitualmente la hierba venenosa,
por la gracia de Dios decidió abandonarla. Se le preguntó: "¿Tuvo Ud. una
lucha muy dura para renunciar al tabaco?" "Yo diría que sí",
contestó, "pero vi la verdad tal como me fue presentada. Aprendí que el
tabaco es perjudicial. Oré al Señor que me ayudara a abandonarlo, y él me ayudó
en forma señalada. Pero todavía no he decidido renunciar a mi taza de té. Esta
bebida me da fuerza, y sé que si no la tomo voy a sufrir de fuertes dolores de
cabeza".
Los males del uso del té le fueron
presentados por la Hna. Sara McEnterfer. Ella lo animó a tener el valor moral
para tratar de probar qué significaría para él renunciar a su taza de té. El
dijo: "Lo haré". Dos semanas después dio su testimonio en la reunión:
"Cuando dije que renunciaría al té", dijo, "me propuse hacerlo.
No lo tomé, y el resultado fue un dolor de cabeza muy fuerte. Pero pensé: ¿Voy
a tener que seguir usando té para evitarme el dolor de cabeza? ¿Tengo yo que
depender tanto de él que cuando no lo tomo estoy en esta condición? Ahora sé
que sus efectos son malos. No lo voy a tomar más. No lo tomé más desde 106
entonces, y me siento cada día mejor. La cabeza ya no me duele. Mi mente está
más clara que antes. Puedo comprender mejor las Escrituras al leerlas".
Pensé en este hombre, pobre en bienes de
este mundo, pero con el valor moral suficiente para cortar con los hábitos de
fumar y tomar té, que traía desde la niñez. No rogó que se le concediera
complacerse un poco en el mal hacer. No; vio que el tabaco y el té eran
perjudiciales, y decidió que su influencia estaría del lado correcto. Ha dado
evidencia de que el Espíritu Santo está trabajando en su mente y carácter para
hacer de él un vaso para honra (Manuscrito 86, 1897).
Apoyaos en su fuerza.
El Señor tiene un remedio para cada
persona que está asediada por un gran apetito por las bebidas fuertes o el
tabaco, o por cualquier otra cosa dañina que destruye la fuerza cerebral y
contamina el cuerpo. Nos pide que salgamos de entre esas cosas y, nos
separemos, y no toquemos cosas inmundas. Debemos dar un ejemplo de temperancia
cristiana. Debemos hacer todo lo que esté en nuestro poder mediante la
abnegación y el sacrificio propio para dominar el apetito. Después de haberlo
hecho todo, nos pide que nos irgamos, apoyados en su fuerza. Desea que seamos
victoriosos en todo conflicto con el enemigo de nuestras almas. Desea que
obremos con entendimiento, como sabios generales de un ejército, como hombres
que tienen perfecto dominio sobre sí mismos (Manuscrito 38 1/2, 1905).
5. Ayuda para los tentados
"Tomad mi yugo sobre vosotros".
Jesús miraba a los acongojados y de
corazón quebrantado, a aquellos cuyas esperanzas habían sido defraudadas, y que
procuraban satisfacer los anhelos del alma con goces terrenales, y los invitaba
a todos a buscar y encontrar descanso en él.
Con toda ternura decía a los cansados:
"Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde
de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas"(Mat. 11:29).
Con estas palabras, Cristo se dirigía a
todo ser humano. Sabiéndolo o sin saberlo, todos están trabajados y cargados.
Todos gimen bajo el peso de cargas que sólo Cristo puede quitar. La carga más
pesada que llevamos es la del pecado. Si tuviéramos que llevarla solos nos
aplastaría. Pero el que 107 no cometió pecado se ha hecho nuestro sustituto.
"Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros"(Isa. 53:6).
El llevó el peso de nuestra culpa.
También quitará la carga de nuestros hombros cansados. Nos dará descanso.
Llevará por nosotros la carga de nuestros cuidados y penas. Nos invita a echar
sobre él todos nuestros afanes; pues nos lleva en su corazón.
Cristo conoce las debilidades de la
humanidad.
El Hermano mayor de nuestra familia
humana está junto al trono eterno. Mira a toda alma que vuelve su rostro hacia
él como al Salvador. Sabe por experiencia lo que es la flaqueza humana, lo que
son nuestras necesidades, y en qué consiste la fuerza de nuestras tentaciones,
porque fue "tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin
pecado"(Heb. 4:15). Está velando sobre ti, tembloroso hijo de Dios. ¿Estás
tentado? Te librará. ¿Eres débil? Te fortalecerá. ¿Eres ignorante? Te
iluminará. ¿Estás herido? Te curará. Jehová "cuenta el número de las
estrellas"; y, vio obstante, es también el que "sana a los
quebrantados de corazón, y liga sus heridas"(Sal. 147:4,3).
Cualesquiera que sean tus angustias y
pruebas, expónlas al Señor. Tu espíritu encontrará sostén para sufrirlo todo.
Se te despejará el camino para que puedas librarte de todo enredo y aprieto.
Cuanto más débil y desamparado te sientas, más fuerte serás con su ayuda.
Cuanto más pesadas sean tus cargas, más dulce y benéfico será tu descanso al
echarlas sobre Aquel que se ofrece a llevarlas por ti (El Ministerio de
Curación, págs. 47, 48).
Poder para hacer frente a toda tentación.
El que realmente cree en Cristo es hecho
partícipe de la naturaleza divina y tiene poder del cual puede apropiarse en
cada tentación (Review and Herald, 14-1-1909).
Como el hombre caído no podía vencer a
Satanás con su fuerza humana, Cristo vino de los atrios reales del cielo para
ayudarlo con su fuerza combinada divina y humana. Cristo sabía que Adán en el
Edén, en sus circunstancias ventajosas, podría haber resistido las tentaciones
de Satanás y haberlo vencido. También sabía que no era posible que el hombre
fuera del Edén, separado de la luz y del amor de Dios desde la caída, resistiera
las tentaciones de Satanás con su propia fuerza. A fin de proporcionar
esperanza al hombre y salvarlo de la completa ruina, se humilló a sí mismo 108
al tomar la naturaleza del hombre, para que con su poder divino combinado con
el humano, pudiese alcanzar al hombre allí donde estaba. Para todos los caídos
hijos e hijas de Adán obtuvo esa fuerza que es imposible que obtengan por sí
mismos, para que en su nombre puedan vencer las tentaciones de Satanás
(Redemption; or the Temptation of Christ, pág. 44).
Ayuda para los que se provocan
enfermedades a sí mismos.
Muchos de los que acudían a Cristo en
busca de ayuda habían atraído la enfermedad sobre sí, y sin embargo él no
rehusaba sanarlos. Y cuando estas almas recibían la virtud de Cristo,
reconocían su pecado, y muchos se curaban de su enfermedad espiritual al par
que de sus males físicos (El Ministerio de Curación, pág. 49).
Poder para liberar a los cautivos.
Cristo demostró su completa autoridad
sobre los vientos y las olas, así como sobre los endemoniados. El que apaciguó
la tempestad y sosegó el agitado mar, dirigió palabras de paz a los intelectos
perturbados y dominados por Satanás.
En la sinagoga de Capernaum estaba Jesús
hablando de su misión de libertar a los esclavos del pecado. De pronto fue
interrumpido por un grito de terror. Un loco hizo irrupción entre la gente,
clamando: "Déjanos; ¿qué tenemos contigo, Jesús Nazareno? ¿has venido a
destruirnos? Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios".
Jesús reprendió al demonio diciendo:
"Enmudece, y sal de él. Entonces el demonio, derribándole en medio, salió
de él, y no le hizo daño alguno"(Luc. 4:34, 35).
La causa de la aflicción de este hombre
residía también en su propia conducta. Le habían fascinado los placeres del
pecado, y pensó hacer de la vida un gran carnaval. La intemperancia y la
frivolidad pervirtieron los nobles atributos de su naturaleza, y Satanás asumió
pleno dominio sobre él. El remordimiento llegó demasiado tarde. Cuando hubiera
querido sacrificar sus bienes y sus placeres para recuperar su virilidad
perdida, ya estaba incapacitado y a la merced del maligno.
En presencia del Salvador, se le había
despertado el deseo de libertad, mas el demonio opuso resistencia al poder de
Cristo. Cuando el hombre procuró pedir ayuda a Jesús, el espíritu maligno le
puso en la boca sus propias palabras, y él gritó con angustia y temor.
Comprendía parcialmente 109 que se hallaba en presencia de quien podía
libertarlo; pero cuando intentó ponerse al alcance de aquella mano poderosa,
otra voluntad le retuvo; y las palabras de otro fueron pronunciadas por su
medio.
Terrible era el conflicto entre sus
deseos de libertad y el poder de Satanás. Parecía que el pobre atormentado
habría de perder la vida en aquel combate con el enemigo que había destruido su
virilidad. Pero el Salvador habló con autoridad y libertó al cautivo. El que
había sido poseído del demonio, estaba ahora delante de la gente admirada, en
pleno goce de la libertad y del dominio propio.
Con voz alegre, alabó a Dios por su
liberación. Los ojos que hasta entonces despedían fulgores de locura brillaban
ahora de inteligencia y derramaban lágrimas de gratitud. La gente estaba muda
de asombro. Tan pronto como hubo recuperado el uso de la palabra, exclamó:
"¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es ésta, que con potestad aun a los
espíritus inmundos manda, y le obedecen?"(Mar. 1:27).
Liberación para los que hoy están en
necesidad.
También hoy hay muchedumbres tan
ciertamente dominadas por el poder de los malos espíritus como lo era el
endemoniado de Capernaum. Todos los que se apartan voluntariamente de los
mandamientos de Dios se colocan bajo la dirección de Satanás. Muchos juegan con
el mal, pensando que podrán romper con él cuando quieran; pero quedan cada vez
más engañados hasta que se encuentran dominados por una voluntad más fuerte que
la suya. No pueden sustraerse a su misterioso poder. El pecado secreto o la
pasión dominante puede hacer de ellos cautivos tan inertes como el endemoniado
de Capernaum.
Sin embargo, su condición no es
desesperada. Dios no domina nuestra mente sin nuestro consentimiento, sino que
cada hombre está libre para elegir el poder que quiera ver dominar sobre él.
Nadie ha caído tan bajo, nadie es tan vil que no pueda hallar liberación en
Cristo. El endemoniado, en vez de oraciones, sólo podía pronunciar las palabras
de Satanás; sin embargo la muda súplica de su corazón fue oída. Ningún clamor
de un alma en necesidad, aunque no llegue a expresarse en palabras, quedará sin
ser oído. Los que consienten en hacer pacto con el Dios del cielo no serán
abandonados al poder de Satanás ni a las flaquezas de su propia naturaleza. 110
"¿Será quitada la presa al valiente?
o ¿libertarase la cautividad legítima? Así . . . dice Jehová: Cierto, la
cautividad será quitada al valiente, y la presa del robusto será librada; y tu
pleito pleitearé, y yo salvaré a tus hijos" (Isa. 49:24, 25).
Maravillosa será la transformación de
quien abra por la fe la puerta de su corazón al Salvador (El Ministerio de
Curación, págs. 60-62).
El amor del Salvador por las almas entrampadas.
Jesús conoce las circunstancias
particulares de cada alma. Cuanto más grave es la culpa del pecador, tanto más
necesita del Salvador. Su corazón rebosante de simpatía y amor divinos se
siente atraído ante todo hacia el que está más desesperadamente enredado en los
lazos del enemigo. Con su propia sangre firmó Cristo los documentos de
emancipación de la humanidad.
Jesús no quiere que los comprados a tanto
precio sean juguete de las tentaciones del enemigo. No quiere que seamos
vencidos ni que perezcamos. El que dominó los leones en su foso, y anduvo con
sus fieles testigos entre las llamas, está igualmente dispuesto a obrar en
nuestro favor para refrenar toda mala propensión de nuestra naturaleza. Hoy
está ante el altar de la misericordia, presentando a Dios las oraciones de los
que desean su ayuda. No rechaza a ningún ser humano lloroso y contrito.
Perdonará sin reserva a cuantos acudan a él en súplica de perdón y
restauración. A nadie dice todo lo que pudiera revelar, sino que exhorta a toda
alma temblorosa a que cobre ánimo. Todo el que quiera puede valerse de la
fuerza de Dios, y hacer la paz con él, y el Señor la hará también.
A las almas que se vuelven a él en busca
de amparo, Jesús las levanta sobre toda acusación y calumnia. Ningún hombre ni
ángel maligno puede incriminar a estas almas. Cristo las une con su propia
naturaleza divina y humana (El Ministerio de Curación, págs. 59, 60).
Promesas preciosas.
Estas preciosas palabras puede hacerlas
suyas toda alma que more en Cristo. Puede decir:
"A Jehová esperaré,
esperaré al Dios de mi salud:
el Dios mío me oirá. 111
"Tú, enemiga mía, no te huelgues de
mí;
porque aunque caí, he de levantarme;
aunque more en tinieblas,
Jehová será mi luz . . .
"El tendrá misericordia de nosotros;
él sujetará nuestras iniquidades,
y echará en los profundos de la mar todos
nuestros
pecados" (Miq. 7:7, 8, 19).
Dios ha prometido lo siguiente:
"Haré más precioso que el oro fino
al varón,
y más que el oro de Ofir al
hombre"(Isa. 13:12).
"Bien que fuisteis echados entre los
tiestos,
seréis como las alas de la paloma
cubierta de plata,
y sus plumas con amarillez de
oro"(Sal. 68:13).
Aquellos a quienes Cristo más haya
perdonado serán los que más le amarán. Estos son los que en el último día
estarán más cerca de su trono.
"Y verán su cara; y su nombre estará
en sus frentes" (El Ministerio de Curación, pág. 137).112
SECCIÓN VII LA REHABILITACIÓN DEL
INTEMPERANTE
1. Consejos en cuanto a la forma de obrar
La obra de la temperancia es un tema
viviente.
Toda verdadera reforma tiene su lugar en
la obra del Evangelio y tiende a elevar al alma a una vida nueva y más noble.
La obra de temperancia requiere especialmente la ayuda de los obreros
cristianos, quienes deberían atender a esta reforma, y hacer de ella una cuestión
vital. En todas partes deberían enseñar al pueblo los principios de la
verdadera templanza, e invitar a los oyentes a firmar el voto de temperancia.
Debe hacerse todo lo posible en beneficio de quienes son esclavos de malos
hábitos.
En todas partes hay algo que hacer por
las víctimas de la intemperancia. En el seno de las iglesias, de las
instituciones religiosas y de los hogares en que se hace profesión cristiana,
muchos jóvenes van camino de su ruina. Sus hábitos intemperantes les acarrean
enfermedades, y por el afán de obtener dinero para satisfacer sus apetitos
pecaminosos caen en prácticas deshonestas. Arruinan su salud y su carácter.
Lejos de Dios, desechos de la sociedad, estas pobres almas se sienten sin
esperanza para esta vida ni para la venidera. A los padres se les parte el
corazón. Muchos consideran a estos extraviados como casos desesperados; pero
Dios no los considera así, pues comprende todas las circunstancias que han
hecho de ellos lo que son, y se apiada de ellos. Esta clase de gente requiere
ayuda. Jamás debe dársele lugar a que diga: "Nadie se preocupa de mi
alma".
Prestad preferente atención a la
condición física.
Entre las víctimas de la intemperancia
hay representantes de toda clase social y de todas las profesiones. Hombres
encumbrados, de gran talento y altas realizaciones, han cedido a sus apetitos
hasta que han quedado incapaces de resistir a la tentación. Algunos que en otro
tiempo poseían riquezas, han quedado sin familia ni amigos, presos de
padecimientos, miseria, 113 enfermedad y degradación. Perdieron el dominio de
sí mismos. Si nadie les tiende una mano de auxilio, se hundirán cada vez más.
En ellos el exceso no es tan sólo pecado moral, sino enfermedad física.
Muchas veces, al ayudar a los
intemperantes, deberíamos primero, conforme a lo que Cristo hizo tantas veces,
atender a su condición física. Necesitan alimentos y bebidas sanos y no
excitantes, ropa limpia y facilidades para asegurar la limpieza del cuerpo.
Necesitan que se les rodee de influencias sanas, cristianas y enaltecedoras. En
cada ciudad debería haber un lugar donde los esclavos del vicio hallaran ayuda
para romper las cadenas que los aprisionan. Para muchos las bebidas alcohólicas
son el único solaz en la aflicción; pero tal no sucedería si, en vez de desempeñar
el papel del sacerdote y del levita, los cristianos de profesión siguieran el
ejemplo del buen samaritano.
Se necesita paciencia al tratar con
ebrios, posesos del demonio.
Al tratar con las víctimas de la
intemperancia debemos recordar que no son hombres cuerdos, sino que de momento
están bajo el poder de un demonio. Hay que ser pacientes y tolerantes con
ellos. No os fijéis en su exterior repulsivo; antes acordaos de la preciosa
vida por cuya redención Cristo murió. Al despertar el borracho a la conciencia
de su degradación, haced cuanto os sea posible por demostrarle que sois amigos
suyos. No pronunciéis una sola palabra de censura. No le manifestéis reproche
ni aversión por vuestros actos y miradas. Muy probable es que esa pobre alma se
maldice ya a sí misma. Ayudadle a levantarse. Decidle palabras que le alienten
a tener fe. Procurad fortalecer todo buen rasgo de su carácter. Enseñadle a
tender las manos al cielo. Mostradle que le es posible llevar una vida que le
gane el respeto de sus semejantes. Ayudadle a ver el valor de los talentos que
Dios le ha dado, pero que él descuidó de acrecentar.
Aunque la voluntad esté depravada y
débil, hay para ese hombre esperanza en Cristo, quien despertará en su corazón
impulsos superiores y deseos más santos. Alentadle a que mantenga firme la
esperanza que le ofrece el Evangelio. Abrid la Biblia ante el tentado que
lucha, y leedle una y otra vez las promesas de Dios, que serán para él como
hojas del árbol de la vida. Seguid esforzándoos con paciencia, 114 hasta que con
gozo agradecido la temblorosa mano se aferre a la esperanza de redención por
Cristo.
Se necesitan esfuerzos continuos.
Debéis seguir interesándoos por aquellos
a quienes queráis ayudar. De lo contrario, nunca alcanzaréis la victoria.
Siempre los tentará el mal. Una y otra vez se sentirán casi vencidos por la sed
de bebidas embriagantes; puede que caigan y vuelvan a caer; pero no cejéis por
ello en vuestros esfuerzos.
Resolvieron hacer el esfuerzo de vivir
para Cristo; pero debilitóse su fuerza de voluntad, y, por tanto, deben
guardarlos cuidadosamente los que velan por las almas como quienes han de dar
cuenta. Perdieron su dignidad humana, y la han de recuperar. Muchos han de
luchar con potentes tendencias hereditarias al mal. Al nacer heredaron deseos
contrarios a la naturaleza e impulsos sensuales, y hay que prevenirlos
cuidadosamente contra ellos. Por dentro y por fuera, el bien y el mal porfían
por la supremacía. Quienes no han pasado jamás por semejantes experiencias no
pueden conocer la fuerza casi invencible de los apetitos ni lo recio del
conflicto entre los hábitos de satisfacerlos y la resolución de ser templados en
todo. Hay que volver a batallar repetidamente.
No nos desanimemos por las apostasías.
Muchos de los atraídos a Cristo carecerán
de valor moral para proseguir la lucha contra los apetitos y pasiones. Pero el
obrero no debe desalentarse por ello. ¿Recaen tan sólo los sacados de los
profundos abismos?
Recordad que no trabajáis solos. Los
ángeles comparten el servicio de los sinceros hijos de Dios. Y Cristo es el
restaurador. El gran Médico se pone al lado de sus fieles obreros, diciendo al
alma arrepentida: "Hijo, tus pecados te son perdonados"(Mar. 2:5).
Muchos entrarán en el cielo.
Muchos desechados se aferrarán a la
esperanza que el Evangelio les ofrece, y entrarán en el reino de los cielos,
mientras que otros que tuvieron hermosas oportunidades y mucha luz, pero no las
aprovecharon, serán dejados en las tinieblas de afuera (El Ministerio de
Curación, págs. 127-130).
Buenos impulsos debajo de una apariencia
repulsiva.
Nos dejamos desalentar con demasiada
facilidad respecto a los que no corresponden en el acto a los esfuerzos que
hacemos por ellos. No debemos jamás dejar de trabajar por 115 un alma mientras
quede un rayo de esperanza. Las preciosas almas costaron al Redentor demasiados
sacrificios para que queden abandonadas así al poder del tentador.
Debemos ponernos en el lugar de los
tentados. Consideremos la fuerza de la herencia, la influencia de las malas
compañías, el poder de los malos hábitos. ¿Qué tiene de extraño que bajo
semejantes influencias muchos se degraden? ¿Debe sorprendernos que no se apresuren
a corresponder a los esfuerzos que se hacen para levantarlos?
Muchas veces, luego de ganados al
Evangelio, los que parecían toscos y poco promisorios, llegan a ser sus
partidarios y defensores más leales y ardientes. No estaban del todo
corrompidos. Bajo una apariencia repulsiva, hay en ellos buenos impulsos que se
pueden despertar. Sin una mano que les ayude, muchos no lograrán jamás
reponerse moralmente; pero mediante esfuerzos pacientes y constantes se los
puede levantar. Necesitan palabras de ternura, benevolente consideración, ayuda
positiva. Necesitan consejos que no apaguen en sus almas el último pábilo de
aliento. Tengan esto en cuenta los obreros de Jesús que traten con ellos.
Frutos del milagro de la gracia.
Hallaránse algunos con las mentes envilecidas
por tanto tiempo que nunca llegarán a ser en esta vida lo que hubieran podido
ser si hubiesen vivido en mejores circunstancias. Pero los brillantes rayos del
Sol de justicia pueden alumbrar sus almas. Tienen el privilegio de poseer la
vida que puede medirse con la vida de Dios. Sembrad en sus mentes pensamientos
que eleven y ennoblezcan. Hacedles ver por vuestra vida la diferencia entre el
vicio y la pureza, entre las tinieblas y la luz, y por vuestro ejemplo lo que
significa ser cristiano. Cristo puede levantar a los más pecadores, y ponerlos
donde se les reconozca por hijos de Dios y coherederos con Cristo de la
herencia inmortal.
Por el milagro de la gracia divina,
muchos pueden prepararse para una vida provechosa. Despreciados y desamparados,
cayeron en el mayor desaliento y pueden parecer estoicos e impasibles. Pero
bajo la influencia del Espíritu Santo, se desvanecerá la estupidez que hace
parecer imposible su levantamiento. La mente lerda y nublada despertará. El
esclavo del pecado será libertado. El vicio desaparecerá, y la ignorancia
quedará vencida. La fe que obra con 116 amor purificará el corazón e iluminará
la mente (El Ministerio de Curación, págs. 125, 126).
2. El obrero de temperancia
Se demanda obra personal.
La obra misionera no consiste meramente
en predicar. Incluye trabajo personal en favor de los que han abusado de su
salud y se han colocado a sí mismos donde no tienen poder moral para dominar
sus apetitos y pasiones. Ha de trabajarse tanto por estas almas como por las
otras que están más favorablemente situadas. Nuestro mundo está lleno de
personas que sufren (Evangelismo, pág. 198).
El ejemplo de dominio propio.
Los que se dominan a sí mismos son aptos
para trabajar por los débiles y errantes. Tratarán con ellos con ternura y paciencia.
Por su propio ejemplo mostrarán qué es lo correcto, luego tratarán de colocar a
los errantes allí donde estarán bajo buenas influencias.
"Desde los días de vuestros padres
os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me
volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis: ¿En qué
hemos de volvernos?"
Si alguno de ustedes halla a otros que
están en la incertidumbre acerca de lo que deben hacer, Uds. deben mostrárselo.
Todos debieran estar empeñados en la obra de salvar almas. Todos debieran estar
preparados para dar instrucción acerca de la ciencia de la salvación
(Manuscrito 38 1/2, 1905).
Sed compasivos y misericordiosos.
Tratemos de aprender cómo alcanzar a la
gente. No hay mejor manera de hacerlo que ser compasivo y misericordioso. Si
sabéis de quienes están enfermos o necesitados de asistencia, ayudadlos
tratando de aliviarlos en su dolencia. Al hacer esta obra, el poder del Señor
hablará al alma mediante ella (General Conference Bulletin, 23-4-1901).
Ganad por la simpatía y el amor.
Las personas se sienten atraídas por la
simpatía y el amor, y muchos pueden ser ganados de esta forma a las filas de
Cristo y la reforma. Pero no han de ser obligados ni impulsados. La tolerancia,
el candor, la consideración y la cortesía cristianas hacia los que no ven la
verdad como nosotros la vemos, ejercerán una influencia 117 poderosa para el
bien. Debemos aprender a no ir demasiado rápido y a exigir demasiado de los que
están recién convertidos a la verdad (Manuscrito 1, 1878).
Fomentad las pequeñas atenciones.
En todas nuestras relaciones hemos de
tener presente que en la experiencia ajena hay capítulos sellados en que no
penetran las miradas de los mortales. En las páginas del recuerdo hay historias
tristes que son inviolables para los ojos ajenos. Hay consignadas allí largas y
rudas batallas libradas en circunstancias críticas, tal vez dificultades de
familia que día tras día debilitan el ánimo, la confianza y la fe. Los que
pelean la batalla de la vida contra fuerzas superiores pueden recibir fortaleza
y aliento merced a menudas atenciones que sólo cuentan un esfuerzo de amor.
Para ellos, el fuerte apretón de mano de un amigo verdadero vale más que oro y
plata. Las palabras de bondad son tan bien recibidas como las sonrisas de
ángeles (El Ministerio de Curación, pág. 115).
Ofreced algo mejor - No ataquéis.
Poca utilidad tiene el intento de
reformar a los demás atacando de frente lo que consideremos malos hábitos
suyos. Tal proceder resulta a menudo más perjudicial que benéfico. En su
conversación con la samaritana, en vez de desacreditar el pozo de Jacob, Cristo
presentó algo mejor. "Si conocieses el don de Dios -dijo-, y quién es el
que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua viva"(Juan
4: 10). Dirigió la plática al tesoro que tenía para regalar y ofreció a la
mujer algo mejor de lo que ella poseía: el agua de vida, el gozo y la esperanza
del Evangelio.
Esto ilustra la manera en que nos toca
trabajar. Debemos ofrecer a los hombres algo mejor de lo que tienen, es decir
la paz de Cristo, que sobrepuja todo entendimiento. Debemos hablarles de la
santa ley de Dios, trasunto fiel de su carácter y expresión de lo que él desea
que lleguen a ser. Mostradles cuán infinitamente superior a los goces y
placeres pasajeros del mundo es la imperecedera gloria del cielo. Habladles de
la libertad y descanso que se encuentran en el Salvador. Afirmó: "El que
bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed"(vers. 14).
Levantad en alto a Jesús y clamad:
"He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo"(S. Juan
1:29). El solo puede satisfacer el ardiente deseo del corazón y dar paz al
alma. 118
Abnegados, bondadosos, corteses.
De todos los habitantes del mundo, los
reformadores deben ser los más abnegados, bondadosos y corteses. En su vida
debe manifestarse la verdadera bondad de las acciones desinteresadas. El que al
trabajar carece de cortesía, que se impacienta por la ignorancia y aspereza de
otros, que habla descomedidamente u obra atolondradamente, puede cerrar la
puerta de los corazones de modo que nunca podrá llegar a ellos.
Como el rocío y las lluvias suaves caen
sobre las plantas agostadas, caigan también con suavidad vuestras palabras
cuando procuréis sacar a los hombres del error. El plan de Dios consiste en
llegar primero al corazón. Debemos decir la verdad con amor, confiados en que
él le dará poder para reformar la conducta. El Espíritu Santo aplicará al alma
la palabra dicha con amor.
Por naturaleza somos egoístas y tercos.
Pero si aprendemos las lecciones que Cristo desea darnos, nos haremos
partícipes de su naturaleza, y de entonces en adelante viviremos su vida. El
ejemplo admirable de Cristo, la incomparable ternura con que compartía los
sentimientos de los demás, llorando con los que lloraban, regocijándose con los
que se regocijaban, deben ejercer honda influencia en el carácter de los que le
siguen con sinceridad. Con palabras y actos bondadosos tratarán de allanar el
camino para los pies cansados (El Ministerio de Curación, págs. 114, 115).
La moneda perdida es todavía preciosa.
En la parábola del Salvador, aunque la
dracma perdida estaba en el polvo y la basura, no dejaba de ser una moneda de
plata. Su dueña la buscó porque tenía valor. Así también toda alma, por
degradada que esté por el pecado, es preciosa a la vista de Dios. Como la
moneda llevaba la imagen y la inscripción del monarca reinante, así también el
hombre cuando fue creado recibió la imagen y la inscripción de Dios. Aunque
empeñada y deteriorada por el pecado, el alma humana guarda aún vestigios de
dicha inscripción. Dios desea recuperar esta alma, y estampar nuevamente en
ella su propia imagen en justicia y santidad.
¡Cuán poco simpatizamos con Cristo en
aquello que debiera ser el lazo de unión más fuerte entre nosotros y él, esto
es, la compasión por los depravados, culpables y dolientes, que están muertos
en delitos y pecados! La inhumanidad del hombre para con el hombre es nuestro
119 mayor pecado. Muchos se figuran que están representando la justicia de
Dios, mientras que dejan por completo de representar su ternura y su gran amor.
Muchas veces aquellos a quienes tratan con aspereza y severidad están pasando
por alguna violenta tentación. Satanás se está ensañando en aquellas almas, y
las palabras duras y despiadadas las desalientan y las hacen caer en las garras
del tentador (El Ministerio de Curación, págs. 120, 121).
No se censure a la oveja extraviada.
La parábola de la oveja perdida es una
eficaz ilustración del amor del Salvador por los que yerran. El Pastor deja a
las noventa y nueve al abrigo del redil mientras sale a buscar a la oveja
perdida, a punto de perecer; cuando la halla, la pone sobre su hombro, y
regresa con regocijo. No buscó faltas en la oveja descarriada; no dijo:
"Que se vaya, si quiere"; sino que salió por entre el temporal de
agua y nieve para salvar a la que estaba perdida. Pacientemente prosiguió su
búsqueda hasta que halló el objeto de su preocupación.
Así debemos tratar al que yerra, al
descarriado. Debiéramos estar dispuestos a sacrificar nuestra propia comodidad
cuando está en peligro un alma por la cual Cristo murió. Jesús dijo:
"Habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por
noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento". Así como se
manifestó gozo por el hallazgo de la oveja perdida, los verdaderos siervos de
Cristo manifestarán gozo y gratitud rebosantes cuando sea salvada un alma de la
muerte (Manuscrito 1, 1878).
Cristo nos mostrará cómo.
Somos invitados a trabajar con energía
más que humana, a obrar con el poder que hay en Cristo Jesús. El que
condescendió a tomar la naturaleza humana es el que nos mostrará como dirigir
la batalla. Cristo dejó su obra en nuestras manos y hemos de luchar con Dios,
impetrando día y noche el poder invisible. Echando mano de Dios por intermedio
de Jesucristo es como ganaremos la victoria (Joyas de los Testimonios, tomo 2,
pág. 399).
La gratitud de los salvados.
El valor de un alma no puede ser
plenamente comprendido por mentes finitas. ¡Con cuánta gratitud los rescatados
y glorificados recordarán a los que fueron instrumentos para su salvación!
Nadie lamentará en aquel día sus esfuerzos abnegados y labores perseverantes,
su paciencia, tolerancia y fervientes anhelos del 120 corazón por las almas que
podrían haberse perdido si hubiese descuidado su deber o si se hubiese cansado
de bien hacer (Manuscrito 1, 1878).
Salvaguardias para el obrero.
Las tentaciones a que estamos expuestos cada
día hacen de la oración una necesidad. Todo camino está sembrado de peligros.
Los que procuran rescatar a otros del vicio y de la ruina están especialmente
expuestos a la tentación. En continuo contacto con el mal, necesitan apoyarse
fuertemente en Dios, si no quieren corromperse. Cortos y terminantes son los
pasos que conducen a los hombres desde las alturas de la santidad al abismo de
la degradación. En un solo momento pueden tomarse resoluciones que determinen
para siempre el destino personal. Al no obtener la victoria una vez, el alma
queda desamparada. Un hábito vicioso que dejemos de reprimir se convertirá en
cadenas de acero que sujetarán a todo el ser.
Muchos se ven abandonados en la tentación
porque no han tenido la vista siempre fija en el Señor. Al permitir que nuestra
comunión con Dios se interrumpa, perdemos nuestra defensa. Ni aun todos
vuestros buenos propósitos e intenciones os capacitarán para resistir al mal.
Tenéis que ser hombres y mujeres de oración. Vuestras peticiones no deben ser lánguidas,
ocasionales, ni caprichosas, sino ardientes, perseverantes y constantes. No
siempre es necesario arrodillarse para orar. Cultivad la costumbre de conversar
con el Salvador cuando estéis solos, cuando andéis o estéis ocupados en vuestro
trabajo cotidiano. Elévese el corazón de continuo en silenciosa petición de
ayuda, de luz, de fuerza, de conocimiento. Sea cada respiración una oración.
Protección para los que confían en Dios.
Como obreros de Dios, debemos llegar a
los hombres doquiera estén, rodeados de tinieblas, sumidos en el vicio y
manchados por la corrupción. Pero mientras afirmemos nuestro pensamiento en
Aquel que es nuestro sol y nuestro escudo, el mal que nos rodea no manchará
nuestras vestiduras. Mientras trabajemos para salvar las almas prontas a
perecer, no seremos avergonzados si ponemos nuestra confianza en Dios. Cristo
en el corazón, Cristo en la vida: tal es nuestra seguridad. La atmósfera de su
presencia llenará el alma de aborrecimiento a todo lo malo. Nuestro espíritu
puede identificarse de tal modo con el suyo, que en pensamiento y propósito
seremos uno con él (El Ministerio de Curación, págs. 408, 409). 121
SECClON VIII NUESTRA AMPLIA PLATAFORMA DE
TEMPERANCIA
1. Lo que abarca la verdadera temperancia
Alcancemos el mas alto grado de
perfección.
"Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis
otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios".
Se nos concede solamente una vida; y la
pregunta de cada uno debería ser: ¿Cómo puedo, invertir mi vida para que
produzca el mayor beneficio? ¿Cómo puedo hacer lo máximo para la gloria de Dios
y en beneficio de mis semejantes? Porque la vida es solamente valiosa cuando se
la usa para alcanzar esos fines.
Nuestro primer deber hacia Dios y
nuestros semejantes es el propio desarrollo. Cada facultad que el Creador nos
ha confiado debería ser cultivada hasta alcanzar el más alto grado de
perfección, para que seamos capaces de hacer la mayor cantidad de bien que
podamos. Por lo tanto, es tiempo bien empleado el que está dirigido al
establecimiento y preservación de una sólida salud física y mental. No podemos
permitirnos menguar o estropear una sola función de la mente o el cuerpo por
trabajo excesivo, o por abuso de cualquier parte de la maquinaria viviente. Tan
seguramente como hacemos esto, sufriremos las consecuencias.
La intemperancia, en el verdadero sentido
de la palabra, está en la base de la mayor parte de las enfermedades de la
vida, y anualmente destruye decenas de millares. Porque la intemperancia no se
limita al uso de licores embriagantes; tiene un sentido más amplio, e incluye
la complacencia da dañina de cualquier apetito o pasión (Signs of the Times,
17-11-1890).
Exceso en comer, beber, dormir y ver.
La excesiva indulgencia en comer, beber,
dormir, y ver, es pecado. La acción saludablemente armoniosa de todas las
facultades 122 del cuerpo y de la mente produce felicidad; y cuanto más
elevadas y refinadas son las facultades, tanto más pura y sin mezcla la
felicidad (Testimonies, tomo 4, pág. 417).
Temperancia en la alimentación.
Los principios de la templanza deben
llevarse más allá del mero consumo de bebidas alcohólicas. El uso de alimentos
estimulantes indigestos es a menudo igualmente perjudicial para la salud, y en
muchos casos, siembra las semillas de la embriaguez. La verdadera temperancia
nos enseña a abstenernos por completo de todo lo perjudicial, y a usar
cuerdamente lo que es saludable. Pocos son los que comprenden debidamente la
influencia que sus hábitos relativos a la alimentación ejercen sobre su salud,
su carácter, su utilidad en el mundo y su destino eterno. El apetito debe
sujetarse siempre a las facultades morales e intelectuales. El cuerpo debe
servir a la mente, y no la mente al cuerpo (Patriarcas y Profetas, pág. 605).
Comer demasiado o con mucha frecuencia.
Los que comen y trabajan
intemperantemente e irracionalmente, hablan y actúan irracionalmente. No es
necesario beber bebidas alcohólicas para ser intemperante. El pecado de
intemperancia en el comer -comer con mucha frecuencia, demasiado, y de
abundante y malsano alimento- destruye la acción saludable de los órganos
digestivos, afecta el cerebro, y pervierte el juicio, perturbando el
pensamiento y la acción saludable, racional y tranquila (Christian Temperance
and Bible Hygiene, pág. 155).
Los que después que la luz ha venido a ellos,
no comen ni beben por principio, y en cambio son dominados por el apetito, no
serán tenaces en ser gobernados por principio en otras cosas (Health Reformer,
agosto de 1866).
También la temperancia en el vestir.
El pueblo de Dios tiene que aprender el
significado de la temperancia en todas las cosas. Tiene que practicarla en
comer, beber y vestirse. Toda indulgencia propia debe ser desechada de sus
vidas. Antes de que puedan comprender realmente el significado de la verdadera
santificación y de la conformidad a la voluntad de Cristo, deben, por la
cooperación con Dios, obtener el dominio sobre los hábitos y las prácticas
equivocadas (Medical Ministry, pág. 275).
Temperancia en el trabajo.
Debemos practicar la temperancia en
nuestra labor. No es nuestro deber colocarnos 123 donde tengamos que trabajar
en exceso. A veces, algunos serán puestos donde esto es necesario, pero debería
ser la excepción, no la regla. Debemos practicar la temperancia en todas las
cosas. Si honramos al Señor haciendo nuestra parte, él hará la suya para
preservar nuestra salud. Debemos tener un dominio razonable de todos nuestros
órganos. Por la práctica de la temperancia en el comer, en el beber, en el
vestir, en trabajar, y en todas las cosas, podemos hacer para nosotros mismos lo
que ningún médico puede hacer en nuestro favor (Manuscrito 41, 1908).
Viviendo con capital prestado.
La intemperancia en el comer y beber, en
trabajar y en casi todas las cosas, existe por todas partes. Los que hacen
grandes esfuerzos para ejecutar cierta suma de trabajo en un tiempo dado y
siguen trabajando cuando su criterio les dice que deberían descansar, jamás son
vencedores. Están viviendo de capital prestado. Están gastando la fuerza vital
que necesitarán en un tiempo futuro. Y cuando se exija la energía que emplearon
con tanta imprudencia, desfallecerán por falta de ella. Habrá desaparecido la
fuerza física; decaerán las facultades mentales, Se darán cuenta de que han
perdido algo, pero no sabrán lo que es. Su tiempo de necesidad habrá llegado,
pero sus recursos físicos estarán agotados. Todo aquel que viola las leyes de
la salud, deberá algún día sufrir en mayor o menor grado. Dios nos ha dotado de
fuerza corporal, necesaria en diferentes períodos de nuestra vida. Si
imprudentemente agotamos esta fuerza por el ajetreo constante, seremos
perdedores algún día. Nuestra eficacia se menoscabará, si acaso nuestra vida
misma no se destruye (La Educación Cristiana, págs. 144, 145).
El trabajo nocturno.
Como regla, la labor del día no debería
prolongarse en la noche . . . Se me ha mostrado que los que hacen esto, a
menudo pierden más de lo que ganan, porque sus energías se agotan y trabajan
con excitación nerviosa. Pueden no darse cuenta de ningún daño inmediato, pero
con toda seguridad están minando su organismo (Counsels on Health, pág. 99).
Temperancia en el estudio.
La intemperancia en el estudio es una
especie de intoxicación, y los que se entregan a ella, como el borracho, se
apartan de la senda segura, tropiezan y caen en las tinieblas. El Señor quiere
que todo alumno recuerde que el ojo debe mantenerse 124 sincero para la gloria
de Dios. No ha de agotar o malgastar sus facultades físicas y mentales
procurando adquirir todo el conocimiento posible de las ciencias, sino que debe
conservar la frescura y el vigor de todas ellas para dedicarse a la obra que el
Señor le ha señalado: ayudar a
las almas a hallar la senda de la
justicia (Consejos para los Maestros, pág. 311).
Intemperancia en la búsqueda de riquezas.
Abundan los organismos quebrantados,
entre los hombres, debido a la dedicación a obtener riquezas; debido a un deseo
desordenado de riquezas. Empequeñecen sus vidas para el solo propósito de
adquirir dinero; sacrifican el descanso, el sueño y las comodidades de la vida
para este único objeto. Su organismo naturalmente bueno se destruye, la
enfermedad se instala como una consecuencia del abuso de sus facultades
físicas, y la muerte cierra la escena de una vida pervertida. Ni una sola
moneda de su riqueza obtenida a tan terrible precio, puede llevar a ese hombre
consigo. El dinero, los palacios, y los ricos oropeles no le sirven de nada
ahora; el trabajo de su vida es peor que la inutilidad (Health Reformer, abril
de 1877).
Guardar cada fibra del ser.
Cada órgano, cada fibra del ser, debe ser
preservado sagradamente de cualquier práctica dañina, si no hemos de ser
contados entre los que Cristo representó como caminando en la misma senda
deshonrosa que anduvieron los habitantes del mundo antes del diluvio. Los que
se encuentran entre éstos serán señalados para la destrucción, porque han
persistido en llevar hábitos legítimos a extremos y han creado y se han
complacido en hábitos que no tienen fundamento en la naturaleza, y que han
llegado a ser una concupiscencia militante. . .
La masa de los habitantes de este mundo
está destruyendo para sí la verdadera base de los más altos intereses
terrenales. Están destruyendo su poder de dominio propio y haciéndose incapaces
de apreciar las realidades eternas. Ignorando voluntariamente su propia
estructura, conducen a sus hijos por la misma senda de complacencia propia,
haciéndoles sufrir el castigo de la transgresión de las leyes de la naturaleza.
. . .
Nuestros hábitos de comer y beber
muestran si somos del mundo o estamos entre los que el Señor, con su poderosa
hacha de la verdad, ha separado del mundo. Estos 125 son su pueblo peculiar,
celoso de buenas obras (Manuscrito 86, 1897).
Temperancia en todas las cosas.
Para preservar la salud, es necesaria la
temperancia en todas las cosas- temperancia en el trabajo, temperancia en el
comer y en el beber. Nuestro Padre celestial envió la luz de la reforma de la
salud para preservar de los malos resultados de un apetito degradado, para que
los que aman la pureza y la santidad puedan saber cómo usar con discreción las
buenas cosas que él ha provisto para ellos, y para que ejerciendo temperancia
en la vida cotidiana, puedan ser santificados por medio de la verdad (Christian
Temperance and Bible Hygiene, pág. 52).
Los abogados de la temperancia deberían
poner su norma sobre una plataforma más amplia. Luego deberían trabajar juntos
con Dios. Con cada pizca de su influencia deberían animar la divulgación de los
principios de reforma (Manuscrito 86, 1897).
2. El cuerpo es el templo
La responsabilidad del cristiano.
"¿No sabéis -pregunta Pablo- que
sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno
destruyera el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios,
el cual sois vosotros, santo es". El hombre es la hechura de Dios, su obra
maestra, creado para un alto y santo propósito; y en cada parte del tabernáculo
humano Dios desea escribir su ley. Cada nervio y músculo, cada facultad mental
y física debe ser guardada pura.
Dios quiere que el cuerpo sea un templo
para su Espíritu. Cuán solemne, entonces, es la responsabilidad que descansa
sobre cada alma. . . . Cuántos hay que, bendecidos con razón e inteligencia,
talentos que deberían ser usados para la gloria de Dios, voluntariamente
degradan el alma y el cuerpo. Sus vidas son una continua ronda de excitación.
Partidos de cricket y fútbol, y carreras de caballos absorben la atención. La
maldición del licor, con su mundo de pesar, está profanando el templo de Dios.
. . . Por el uso de la bebida y el tabaco los hombres están envileciendo la
vida que se les ha dado para altos y santos propósitos. Sus prácticas están
representadas por maderas, heno y rastrojo. Sus poderes dados por Dios están
pervertidos 126 y sus sentidos degradados para satisfacer los deseos de la
mente carnal.
El ebrio se vende a sí mismo por una copa
de veneno. Satanás toma el dominio de su razón, sus afectos, su conciencia. Tal
hombre está destruyendo el templo de Dios. El beber té le ayuda a hacer esta
obra. Sin embargo, cuántos son los que ponen estos agentes destructores sobre
sus mesas.
No hay derecho a dañar ningún órgano de
la mente o el cuerpo.
Ningún hombre o mujer tiene algún derecho
a formar hábitos que disminuyan la acción saludable de un órgano de la mente o
del cuerpo. El que pervierte sus facultades está profanando el templo del
Espíritu Santo. El Señor no obrará un milagro para restaurar la salud de los
que continúan usando drogas que degradan el alma, la mente y el cuerpo tanto
que las cosas sagradas no son apreciadas. Los que se dan al uso del tabaco y la
bebida no aprecian su intelecto. No se dan cuenta del valor de las facultades
que Dios les ha dado. Permiten que sus facultades se marchiten y decaigan.
Dios desea que todos los que creen en él
sientan la necesidad de desarrollo. Cada facultad confiada debe ser mejorada.
Ninguna debe ser descuidada. Como labranza y edificio de Dios, el hombre está
bajo su supervisión en todo el sentido de la palabra; y cuanto mejor se
relacione con su Hacedor, más sagrada llegará a ser su vida en su estimación. .
. .
Dios pide a sus hijos que vivan una vida
pura y santa. Ha dado a su Hijo para que podamos alcanzar esta norma. Ha hecho
toda la provisión necesaria para capacitar al hombre para vivir, no para una satisfacción
animal, como las bestias que perecen, sino para Dios y el cielo. . . .
Dios lleva cuenta.
El castigo físico por pasar por alto las
leyes naturales aparecerá en forma de enfermedad, un organismo arruinado, y aun
la muerte. Pero también tiene que hacerse pronto un arreglo con Dios. El
registra cada trabajo, si es para el bien o para el mal, y en el día del juicio
cada hombre recibirá de acuerdo con su obra. Cada transgresión de las leyes de
la vida física es una transgresión de las leyes de Dios; y el castigo debe
seguir, y seguirá a cada una de tales transgresiones. 127
La casa humana, el edificio de Dios,
requiere una estrecha y vigilante custodia.... La vida física debe ser
cuidadosamente educada, cultivada, y desarrollada para que mediante los hombres
y las mujeres sea revelada la naturaleza divina en su plenitud. Dios espera que
los hombres usen el intelecto que les ha dado. Que empleen cada poder del
raciocinio para él. Han de dar a la conciencia el lugar de supremacía que se le
ha asignado. Las facultades mentales y físicas, junto con los afectos, tienen
que ser cultivados para que puedan alcanzar la más alta eficiencia (Review and
Herald, 6-11-1900).
Guiados por una conciencia iluminada.
El apóstol Pablo escribe: "¿No
sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno
sólo lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que
lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona
corruptible, pero nosotros, una incorruptible" (Signs of the Times,
2-10-1907).
El apóstol Pablo menciona aquí las
carreras pedestres, con las cuales los corintios estaban familiarizados. Los
contendientes de estas carreras estaban sujetos a la más severa disciplina para
ponerlos en condiciones de afrontar la prueba de su fuerza. Su dieta era
simple. El alimento abundante y el vino eran prohibidos. Su comida era
cuidadosamente seleccionada. Estudiaban para saber qué se adaptaba mejor para
mantenerlos sanos y activos, y qué podía impartirles vigor físico y resistencia,
para que pudieran exigir sus fuerzas hasta el máximo. Cada complacencia que
podría tender a debilitar las fuerzas físicas era prohibida (Signs of the
Times, 27-1-1909).
Si los paganos, que no estaban dominados
por una conciencia iluminada, que no tenían el temor de Dios delante de ellos,
podían someterse a la privación y a la disciplina del entrenamiento, negándose
a cada complacencia debilitadora solamente por una corona de sustancia
perecedera y el aplauso de la multitud, cuánto más los que corren la carrera
cristiana con la esperanza de la inmortalidad y la aprobación del alto Cielo
deberían estar dispuestos a privarse de los estimulantes malsanos y las
complacencias que degradan la moral, debilitan el intelecto y colocan las
facultades superiores bajo el dominio de los apetitos y pasiones animales. 128
Multitudes en el mundo están presenciando
este juego de la vida, la lucha cristiana. Y no es todo. El Monarca del
universo y las miríadas de ángeles celestiales son espectadores de esta
carrera; están observando ansiosamente para ver quiénes serán los triunfadores
de éxito que ganarán la corona de gloria que no se esfuma. Con intenso interés
Dios y los ángeles celestiales toman en cuenta la negación propia, el
sacrificio propio, y los agonizantes esfuerzos de los que se empeñan en correr
la carrera cristiana. La recompensa dada a cada hombre estará de acuerdo con la
perseverante energía y la fiel solicitud con que realiza su parte en esta gran
disputa.
En los juegos referidos, sólo uno tenía
la seguridad del premio. En la carrera cristiana, dice el apóstol: "Así
que, yo de esta manera corro, no como a la Ventura". No seremos
desilusionados al final de la carrera. Para todos los que cumplen cabalmente
con las condiciones de la Palabra de Dios, y tienen un sentido de su
responsabilidad para preservar el vigor físico y la actividad del cuerpo, a fin
de tener mentes bien equilibradas y moral saludable, la carrera no es incierta.
Todos pueden ganar el premio, y obtener y llevar la corona de gloria inmortal que
no se desvanece. . . .
Promesas para el vencedor.
El mundo no debe ser criterio para
nosotros. Es de buen tono dar rienda suelta al apetito en alimentos copiosos y
estimulantes antinaturales, fortaleciendo así las propensiones animales y
dañando el crecimiento y desarrollo de las facultades morales. Pero no se da
ninguna seguridad a ningún hijo o hija de Adán de que puede llegar a ser un
victorioso vencedor en la guerra cristiana a menos que decida practicar la
temperancia en todas las cosas. Si hace así, no luchará como quien hiere al
aire.
Si los cristianos mantienen su cuerpo en
sumisión, y ponen todos sus apetitos y pasiones bajo el dominio de una
conciencia iluminada, sintiendo que es una obligación que deben a Dios y a sus
prójimos obedecer las leyes que gobiernan la salud y la vida, tendrán la
bendición del vigor físico y mental. Tendrán el poder moral para entrar en la
lucha contra Satanás; y en el nombre de Aquel que venció el apetito en favor de
ellos, llegarán a su vez a ser más que vencedores por sí mismos. Esta guerra
está 129 abierta para todos los que quieran entrar en la batalla (Signs of the
Times, 2-10-1907).
3. Temperancia y espiritualidad
La rendición a Satanás.
Al rendirse a las tentaciones de Satanás
a dejarse dominar por la intemperancia, el hombre pone las facultades
superiores en sujeción a los apetitos y pasiones animales, y cuando éstas ganan
ascendencia, el ser humano, que ha sido creado un poco menor que los ángeles,
con facultades susceptibles del más alto cultivo, se somete al dominio de
Satanás. Y él gana fácil acceso a los que son esclavos del apetito. Mediante la
intemperancia algunos sacrifican la mitad, otros dos tercios de sus facultades
físicas, mentales y morales y llegan a ser juguetes del enemigo.
Los que deberían tener mentes claras para
discernir los engaños de Satanás tienen que poner sus apetitos físicos bajo el
dominio de la razón y la conciencia. La acción moral vigorosa de las facultades
superiores de la mente es esencial para la perfección del carácter cristiano, y
la fuerza o la debilidad de la mente tiene muchísimo que ver con nuestra
utilidad en este mundo y con nuestra salvación final. La ignorancia que ha
prevalecido respecto a la ley de Dios concerniente a nuestra naturaleza física,
es deplorable. La intemperancia de cualquier clase es una violación de las
leyes de nuestro ser. La imbecilidad prevalece en gran medida. Se hace
atractivo el pecado cubriéndolo de la luz que Satanás arroja sobre él, y se
siente muy complacido cuando puede mantener al mundo cristiano en sus hábitos
diarios bajo la tiranía de la costumbre, como los paganos, y permitir que el
apetito los gobierne.
La fortaleza del cuerpo y la del
intelecto sacrificadas.
Si los hombres y las mujeres inteligentes
tienen sus facultades morales embotadas por la intemperancia de cualquier
clase, están, en muchos de sus hábitos, sólo un poco más arriba que los
paganos. Satanás está constantemente arrastrando a la gente de la luz salvadora
a la costumbre y a la moda que no respeta la salud física, mental y moral. El
gran enemigo sabe que si domina el apetito y la pasión, la salud del cuerpo y
la fortaleza del intelecto son sacrificadas sobre el altar de la complacencia
propia, y el hombre 130 es llevado a una rápida ruina. Si el intelecto
iluminado mantiene las riendas, dominando las tendencias animales y
manteniéndolas en sujeción a las facultades morales, Satanás sabe bien que su
poder de vencer con sus tentaciones es muy pequeño.
Luchar contra las demandas de la moda.
En nuestros días, la gente habla de la
edad oscura y se jacta del progreso. Pero con este progreso no decrece la
maldad y el crimen. Deploramos la ausencia de la sencillez natural y el
incremento de la ostentación artificial. Salud, fuerza, belleza y larga vida,
que fueron comunes en la así llamada "Edad Oscura", son raras ahora.
Casi todo lo deseable es sacrificado para satisfacer las demandas de la vida a
la moda.
Una gran parte del mundo cristiano no
tiene el derecho de darse ese nombre. Sus hábitos, su lujo desmedido y el trato
general de sus propios cuerpos, son una violación de la ley física y están en
contra de la Biblia. Están labrando para ellos mismos, en el curso de la vida,
sufrimiento físico y debilidad mental y moral.
Por medio de estos ardides, Satanás en
muchos aspectos, ha hecho de la vida doméstica una existencia de cuidados y
complicadas cargas para satisfacer las demandas de la moda. Persigue el
propósito de mantener las mentes ocupadas tan completamente con las cosas de
esta vida que no puedan dar sino poca atención a sus más altos intereses. La
intemperancia en comer y en vestir ha embargado tanto las mentes del mundo
cristiano que no se da tiempo para ser sabio respecto a las leyes del ser que
deben ser obedecidas. Profesar el nombre de Cristo es de poca importancia si la
vida no corresponde a la voluntad de Dios, revelada en su Palabra. . . .
Cuando la santificación es imposible.
Una gran proporción de todas las
debilidades que afligen a la familia humana son el resultado de sus propios
hábitos equivocados, por ignorar voluntariamente o hacer caso omiso de la luz
que Dios ha dado en relación con las leyes del ser. No es posible para nosotros
glorificar a Dios mientras vivimos violando las leyes de la vida. El corazón no
puede mantener la consagración a Dios mientras se da rienda suelta al apetito
concupiscente. Un cuerpo enfermo y un intelecto desordenado, a causa de una
continua complacencia en una concupiscencia 131 dañina, hace imposible la
santificación del cuerpo y del espíritu.
El apóstol comprendió la importancia de
las saludables condiciones del cuerpo para la exitosa perfección del carácter
cristiano. Dice: "Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que
habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado"
(Redemption; or the Temptation of Christ, págs. 57-62).
Los hábitos, los gustos, y las
inclinaciones deben ser educados.
Nada puede ser más ofensivo a Dios que
dañar o abusar de los dones que nos ha presentado para ser usados en su
servicio. Está escrito: "Si pues coméis o bebéis, o hacéis otra cosa,
hacedlo todo para gloria de Dios".
En cada obra importante hay tiempos de
crisis, en que hay gran necesidad de que los que están relacionados con la obra
tengan mentes claras. Debe haber hombres que se den cuenta, como el apóstol San
Pablo, de la importancia de practicar la temperancia en todas las cosas. Hay
una obra que debemos hacer, una obra firme, solícita por nuestro Maestro. Todos
nuestros hábitos, gustos, e inclinaciones deben ser educados en armonía con las
leyes de la vida y la salud. Por este medio podemos asegurarnos la mejor
condición física, y tener claridad mental para discernir entre lo bueno y lo
malo.
La intemperancia de cualquier clase
embota los órganos perceptivos y debilita tanto el poder nervioso del cerebro
que las cosas eternas no son apreciadas, sino que son puestas a un nivel igual
que las cosas comunes. Las facultades superiores de la mente, destinadas para
nobles propósitos, se las somete a la esclavitud de las bajas pasiones. Si los
hábitos físicos no son correctos, las facultades mentales y morales no pueden
ser vigorosas, porque existe una gran simpatía entre lo físico y lo moral. El
apóstol Pedro entendió esto y llevó su voz en amonestación: "Amados, yo os
ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales
que batallan contra el alma".
Intereses superiores en peligro.
Así la Palabra de Dios plenamente nos
amonesta que, a menos que nos abstengamos de los deseos carnales, la naturaleza
física entrará en conflicto con la espiritual. La indulgencia concupiscente
batalla contra la salud y la paz. Se establece una lucha entre los atributos
superiores e inferiores del hombre. Las tendencias 132 inferiores, fuertes y
activas, oprimen el alma. Los más altos intereses del ser son puestos en
peligro por la complacencia de un apetito no santificado (Signs of the Times,
27-1-1909).
Una lección para los adventistas del
séptimo día.
El caso de los hijos de Aarón ha sido
registrado para beneficio del pueblo de Dios, y debería enseñar a los que
especialmente se están preparando para la segunda venida de Cristo, que la
complacencia de un apetito depravado destruye la sensibilidad del alma, y
afecta tanto a los poderes de raciocinio que Dios ha dado al hombre, que las
cosas espirituales y santas pierden su carácter sagrado. La desobediencia
parece placentera en vez de excesivamente pecaminosa (Signs of the Times,
8-7-1880).
Venced toda práctica malsana.
Los principios de temperancia son de
largo alcance; y existe el peligro de que los que han recibido gran luz sobre
este asunto fracasen en apreciar esta luz. Dios requiere que su pueblo que vive
en estos últimos días, venza cada práctica malsana, presentando sus cuerpos
como un sacrificio vivo, santo, agradable a él para que puedan ganar un asiento
a su diestra.
Es nuestro deber ponernos a nosotros
mismos en sujeción y luchar para poner nuestra mente, nuestra voluntad y nuestros
gustos en conformidad con los requerimientos de nuestro Creador. Sólo la gracia
de Dios puede capacitarnos para hacer esto: por su poder nuestras vidas pueden
ser puestas en armonía con los principios rectos. Cosecharemos lo que
sembramos, y solamente los que se ponen a sí mismos en sujeción a la voluntad
de Dios son verdaderamente sabios (Carta 69, 1896).
Dominados por una conciencia esclarecida.
Si los cristianos pusieran todos sus
apetitos y pasiones bajo el dominio de una conciencia iluminada, considerando
que la obediencia a las leyes que gobiernan la vida y la salud es una
obligación que deben a Dios y a su prójimo, tendrían la bendición del vigor
físico y mental. Tendrían Poder moral para alistarse en la guerra contra
Satanás; y en el nombre de Aquél que venció para ellos, serían más que
vencedores ellos mismos (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 39, 40).
Por qué muchos caerán.
Queremos que nuestras hermanas que ahora
se están perjudicando a sí mismas por hábitos erróneos los pongan a un lado, y
vengan al frente y 133 sean obreras en la reforma. La razón porque muchos de
los nuestros caerán en el tiempo de prueba, estriba en el descuido de la
temperancia y en la complacencia del apetito.
Moisés predicó mucho sobre el asunto, y
la razón por la cual el pueblo no entró en la tierra prometida se debía a la
repetida indulgencia del apetito. Nueve décimas de la maldad entre los niños de
hoy es causada por la intemperancia en el comer y en el beber. Adán y Eva
perdieron el Edén por la complacencia del apetito, y nosotros solamente podemos
ganarlo de nuevo si nos reformamos (Review and Herald, 21-10-1884).
Corred para que la obtengáis.
Hay preciosas. victorias que ganar; y los
vencedores en esta lucha contra el apetito y toda concupiscencia mundana recibirán
una corona de vida que no se disipará, un hogar bienaventurado en aquella
ciudad cuyas puertas son de perlas y cuyos fundamentos son de piedras
preciosas. ¿No vale la pena luchar por ese premio? ¿No vale la pena cada
esfuerzo que podemos hacer. Entonces corramos para obtenerlo (Signs of the
Times, 1-9-1887).
4. El ejemplo de Daniel
No podemos tener una correcta comprensión
del tema de la temperancia hasta que lo consideremos desde el punto de vista de
la Biblia. Y en ninguna parte podremos encontrar una ilustración más abarcante
y convincente de la verdadera temperancia y las bendiciones que la acompañan
que la que brinda la historia del profeta Daniel y sus compañeros en la corte
de Babilonia (Signs of the Times, 6-12-1910).
Cuando el pueblo de Israel, su rey, sus
nobles y sacerdotes, fueron llevados a la cautividad, se eligieron de entre
ellos cuatro personas para servir en la corte del rey de Babilonia. Uno de
estos era Daniel, quien en su temprana juventud prometía llegar a la notable
capacidad desarrollada en los años posteriores. Estos jóvenes eran todos de
principesco abolengo, y se los describe como muchachos en quienes no había
"tacha alguna, y de buen parecer, y enseñados en toda sabiduría, y sabios
en ciencia, y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del
rey"(Daniel 1:4). Percibiendo los talentos superiores de estos jóvenes
cautivos, el rey Nabucodonosor determinó preparar 134 los para ocupar
importantes posiciones en su reino. A fin de que pudieran estar plenamente
capacitados para la vida en la corte, de acuerdo con la costumbre oriental
había de enseñárseles el idioma de los caldeos, y debían estar sujetos durante
tres años a un curso completo de disciplina física e intelectual.
Afrontando la prueba.
Entre las viandas colocadas ante el rey
se hallaba la carne de cerdo y otras carnes declaradas inmundas por la ley de
Moisés, y que a los hebreos les habían sido expresamente prohibidas como
alimento. Aquí Daniel fue colocado en una severa prueba. ¿Se adheriría él a las
enseñanzas de sus padres concernientes a las carnes y bebidas, y ofendería al
rey y probablemente perdería no solamente su posición sino su vida? ¿O
desobedecería el mandamiento del Señor, y retendría el favor del rey,
obteniendo así grandes ventajas intelectuales y las más halagüeñas perspectivas
mundanas?
Daniel no dudó por mucho tiempo. Decidió
permanecer firme en su integridad, cualquiera fuera el resultado. "Propuso
en su corazón de no contaminarse en la ración de la comida del rey, ni en el
vino de su beber"(Dan. 1: 8).
Ni estrecho, ni fanático.
Hay muchos entre los profesos cristianos
hoy que considerarían a Daniel demasiado exigente, y lo clasificarían como
estrecho o fanático. Ellos consideran el asunto de comer y beber como de poca
consecuencia para exigir una norma tan decidida, que envolvía el probable
sacrificio de toda ventaja terrenal. Pero aquellos que razonan así encontrarán
en el día del juicio que se han apartado de los expresos mandatos de Dios, y
establecido su propia opinión como una norma de lo correcto e incorrecto.
Encontrarán que lo que les parecía de poca importancia no era considerado así
por Dios. Los requerimientos divinos deben ser sagradamente obedecidos. Los que
aceptan y obedecen uno de los preceptos de Dios porque es conveniente hacerlo,
mientras que rechazan otro porque su observancia requeriría sacrificio, bajan
la norma de la justicia, y por su ejemplo inducen a otros a considerar
livianamente la santa ley de Dios. El "así ha dicho el Señor" ha de
ser nuestra regla en todas las cosas.
Un carácter intachable.
Daniel estaba sujeto a las más severas
tentaciones que pueden asaltar a los jóvenes de hoy en día; sin embargo era
fiel a la instrucción religiosa 135 recibida en los primeros años. Se hallaba
rodeado por influencias calculada para trastornar a los que vacilasen entre los
principios y las inclinaciones; sin embargo, la Palabra de Dios los presenta
como un carácter intachable. Daniel no osó confiar en su propio poder moral. La
oración era para él una necesidad. Hizo de Dios su fortaleza, y el temor del
Señor estaba constantemente delante de él en todas las transacciones de la
vida.
Daniel poseía la gracia de la genuina
mansedumbre. Era leal, firme y noble. Trató de vivir en paz con todos, y sin
embargo era imposible de torcer, como el glorioso cedro, dondequiera que
hubiera un principio envuelto. En todo lo que no ofreciera conflicto con su
lealtad a Dios, era respetuoso y obediente hacia aquellos que tenían autoridad
sobre él; pero tenía un concepto tan alto de las exigencias divinas que los
requerimientos de los gobernantes terrenales eran colocados en un lugar
subordinado. Ninguna consideración egoísta lo inducía a desviarse de su deber.
El carácter de Daniel es presentado al
mundo como un notable ejemplo de lo que la gracia de Dios puede hacer por los
hombres caídos por naturaleza y corrompidos por el pecado. El registro que
tenemos de su vida noble y abnegada es un motivo de aliento para el común de
los hombres. De él podemos obtener fuerza para resistir noble y firmemente la
tentación, y con la gracia de la mansedumbre, perseverar en todo lo recto, bajo
la más severa prueba.
La aprobación de Dios vale más que la
vida.
Daniel podría haber encontrado una excusa
plausible para apartarse de sus hábitos estrictamente temperantes; pero la
aprobación de Dios era más cara para el que el favor del más poderoso potentado
terrenal, más cara aún que la vida misma. Habiendo obtenido, por su conducta
cortés, el favor de Melsar, el funcionario que estaba a cargo de los jóvenes
hebreos, Daniel solicitó para ellos la franquicia de no comer de la comida del
rey, ni del vino de su beber. Melsar temía que si accedía a este pedido,
incurriría en el desagrado del rey, y así pondría en peligro su propia vida.
Como muchos en el día de hoy, pensaba que un régimen frugal haría que estos
jóvenes aparecieran pálidos y enfermizos, y fueran deficientes en fuerza
muscular, en tanto que el alimento abundante de la mesa del rey los haría
sonrosados y hermosos, y promovería la actividad física y mental. 136
Daniel pidió que el asunto fuera decidido
después de una prueba de diez días: a los jóvenes hebreos, durante este breve
período, se les permitiría comer alimentos sencillos, en tanto que sus
compañeros participaran de los alimentos dedicados al rey. Por fin el pedido
fue concedido, y Daniel se sintió seguro de que había ganado su causa. Aunque
era sólo un joven, había visto los efectos perjudiciales del vino y de una vida
lujuriosa sobre la salud física y mental.
Dios vindica a sus siervos.
Al final de los diez días el resultado
fue completamente opuesto a las expectativas de Melsar. No solamente en la
apariencia personal, sino en la actividad y el vigor físico y mental, los que
habían sido temperantes en sus hábitos exhibieron una notable superioridad
sobre sus compañeros que habían complacido el apetito. Como resultado de esta
prueba, Daniel y sus asociados recibieron el permiso de continuar su sencillo
régimen alimentario durante todo el curso de educación que siguieran para los
deberes del reino.
El Señor consideró con aprobación la
firmeza y la abnegación de estos jóvenes hebreos, y su bendición los acompañó.
"Dióles Dios conocimiento e inteligencia en todas letras y ciencia; mas
Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños"(Dan. 1:17). A la
expiración de los tres años de educación, cuando su capacidad y sus
adquisiciones fueron probadas por el rey, "no fue hallado entre todos
ellos otro como Daniel, Ananías, Misael, y Azarías: y así estuvieron delante
del rey. Y en todo negocio de sabiduría e inteligencia que el rey les demandó,
hallólos diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo
su reino"(Daniel 1:19, 20).
Dominio propio, una condición de la
santificación.
La vida de Daniel es una ilustración
inspirada de lo que constituye un carácter santificado. Presenta una lección
para todos, y especialmente para los jóvenes. El cumplimiento estricto de los
requerimientos de Dios es benéfico para la salud del cuerpo y la mente. A fin
de alcanzar las más altas condiciones morales e intelectuales, es necesario
buscar sabiduría y fuerza de Dios, y observar la estricta temperancia en todos
los hábitos de la vida. En la experiencia de Daniel y de sus compañeros tenemos
un ejemplo del triunfo de los principios sobre la tentación a complacer el
apetito. Nos muestra que por medio de los principios religiosos los jóvenes 137
pueden triunfar sobre el apetito de la carne, y permanecer leales a los
requerimientos divinos, aun cuando ello les costase un gran sacrificio.
¿Qué habría acontecido si Daniel y sus
compañeros hubieran transigido con los funcionarios paganos y hubieran cedido a
la presión de la oportunidad, comiendo y bebiendo como era usual para los
babilonios? Este solo abandono de los principios habría debilitado su sentido
de lo justo y su aborrecimiento de lo erróneo. La complacencia del apetito
habría envuelto el sacrificio del vigor físico, la claridad del intelecto, y el
poder espiritual. Un paso falso habría conducido probablemente a otros, hasta
que, al cortarse su vinculación con el cielo, habrían sido arrastrados por la
tentación.
Dios ha dicho: "Honraré a los que me
honran" (1 Samuel 2:30). Mientras Daniel se aferró a su Dios con
inconmovible confianza, el espíritu del poder profético vino sobre él. Mientras
era instruido por los hombres en los deberes de la corte, Dios le enseñaba a
leer los misterios de las edades futuras, y a presentar a las generaciones del
porvenir por medio de símbolos y símiles, los maravillosos acontecimientos que
habrían de suceder en los últimos días (La Edificación del Carácter y la
Formación de la Personalidad, págs. 21-29).
Los jóvenes hebreos no obraron
presuntuosamente, sino confiando firmemente en Dios. No decidieron
singularizarse, aunque preferían eso antes que deshonrar a Dios (Profetas y
Reyes, pág. 354).
La recompensa de la temperancia es para
nosotros también.
Los hebreos cautivos fueron hombres con
las mismas pasiones que nosotros. En medio de las seductoras influencias de la
fastuosa corte de Babilonia permanecieron firmes. Los jóvenes de hoy están
rodeados de incitaciones a la complacencia propia. Especialmente en nuestras
grandes ciudades, cada forma de complacencia sensual se hace fácil y tentadora.
Los que, como Daniel, rehúsan corromperse a sí mismos, cosecharán la recompensa
de los hábitos de temperancia. Con su vigor físico más desarrollado y mayor
poder de resistencia, tendrán como un depósito bancario al cual echar mano en
caso de emergencia.
Los hábitos físicos correctos promueven
la superioridad mental. El poder intelectual, el vigor físico, y la extensión
138 de la vida dependen de leyes inmutables. La naturaleza de Dios no
interferirá para preservar a los hombres de las consecuencias de violar los
requerimientos de la misma. Quien lucha por la victoria debe ser moderado en
todas las cosas. La claridad de mente y la firmeza de propósito de Daniel, su
poder de adquirir conocimiento y de resistir la tentación, se debieron en gran
medida a la sencillez de su dieta, en relación con su vida de oración.
Hay mucha verdad áurea en el adagio:
"Cada hombre es el arquitecto de su propia fortuna". Si bien es
cierto que los padres son responsables de moldear el carácter como de la
educación y preparación de sus hijos, también es cierto que nuestra posición y
nuestra utilidad en el mundo dependen en alto grado de nuestro propio curso de
acción. Daniel y sus compañeros gozaron de los beneficios de una correcta
preparación y educación en su vida temprana, pero estas ventajas solas no
podrían haber hecho de ellos lo que fueron. Vino el tiempo cuando debían actuar
por sí mismos, cuando su futuro dependía de su propio curso de acción. Entonces
decidieron ser fieles a las lecciones que recibieron en la niñez. El temor de
Dios, que es el principio de la sabiduría, fue el fundamento de su grandeza
(Youth's Instructor, 9-7-1903).
5. Los alimentos sobre nuestras mesas
La intemperancia comienza en nuestras
propias mesas.
Muchas madres que deploran la
intemperancia que existe por doquiera no investigan lo suficiente como para ver
la causa. Demasiado a menudo se la puede rastrear hasta la mesa del hogar. Más
de una madre, aun entre las que profesan ser cristianas, diariamente pone
delante de su familia alimentos excesivos y muy sazonados que tientan el
apetito y estimulan a comer demasiado (Christian Temperance and Bible Hygiene,
págs. 75, 76).
Después de un tiempo, por la complacencia
continua del apetito, los órganos digestivos se debilitan y el alimento
ingerido no satisface. Se establecen condiciones malsanas y se anhela ingerir
alimentos más estimulantes. El té, el café y la carne producen un efecto inmediato.
Bajo la influencia de estos venenos, el sistema nervioso se excita y, en
algunos casos, el intelecto parece vigorizado momentáneamente y la imaginación
resulta más vívida. Por el hecho de que estos 139 estimulantes producen
resultados pasajeros tan agradables, muchos piensan que los necesitan realmente
y continúan consumiéndolos.... El apetito se acostumbra a desear algo más
fuerte, lo cual tenderá a aumentar la sensación agradable, hasta que
satisfacerlo llega a ser un hábito y de continuo se desean estimulantes más
fuertes, como el tabaco, los vinos y licores (Joyas de los Testimonios, tomo 1,
págs. 417, 418).
Alimentos sanos, sencillamente
preparados.
Cada madre debería vigilar cuidadosamente
su mesa, y no permitir sobre ella nada que tenga la más leve tendencia a
colocar el fundamento de hábitos de intemperancia. Los alimentos deberían
prepararse en la forma más sencilla posible, libre de condimentos y especias, y
aun de una cantidad indebida de sal.
Vosotros que tenéis sobre vuestro corazón
el bien de vuestros hijos y queréis verlos crecer con gustos y apetitos no
pervertidos, debéis abriros paso con perseverancia y urgencia contra los
sentimientos y prácticas populares. Si queréis prepararlos para ser útiles
sobre la tierra y obtener la recompensa eterna en el reino de gloria, debéis
enseñarles a obedecer las leyes de Dios, manifestadas tanto en la naturaleza
como en la revelación, en vez de seguir las costumbres del mundo.
El esfuerzo concienzudo, la oración y la
fe, cuando están unidos a un correcto ejemplo no serán infructíferos. Presentad
vuestros hijos a Dios con fe, y procurad impresionar sus mentes susceptibles
con un sentido de sus obligaciones hacia su Padre celestial. Eso requerirá
lección sobre lección, línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito
aquí, otro poquito allí (Review and Herald, 6-11-1883).
La mitad de las madres lamentablemente
ignorantes.
Ni la mitad de las madres saben cómo
cocinar o qué poner delante de sus hijos. Ponen delante de sus niñitos
nerviosos esas ricas sustancias que queman su garganta y todo su trayecto hasta
las tiernas mucosas del estómago, transformándolo en un depósito ardiente, y
así no reconocen el alimento saludable. Los pequeños vendrán a la mesa y no
comerán esto o lo otro. Llegan a dominar y consiguen lo que quieren, sea ello
para su bien o no. 140
Yo recomendaría que se los deje sin
alimento por lo menos tres días hasta que tengan suficiente hambre como para
gozar de un alimento sano. Yo me arriesgaría a que pasaran hambre. Nunca he
puesto sobre mi mesa cosas de las cuales no les permitía participar a mis
hijos. Ponía delante de ellos lo que yo misma comía. Los niños comían de este
alimento y nunca se les ocurría pedir cosas que no estaban sobre la mesa. No
debemos estimular la indulgencia del apetito de nuestros niños poniendo delante
de ellos estos alimentos demasiado sazonados (Manuscrito 3, 1888).
Pavimentando el camino de la
intemperancia.
Las mesas de nuestro pueblo
norteamericano están generalmente preparadas para hacer ebrios (Testimonies,
tomo 3, pág. 563).
Los que creen la verdad presente deben
rehusar beber té o café, porque excitan el deseo de estimulantes más fuertes.
Deben rehusarse a comer carne, porque ésta también excita el deseo de bebidas
fuertes. Los alimentos sanos, preparados con gusto y habilidad, deben ser
actualmente nuestro régimen alimentarlo (Evangelismo, pág. 197).
La carne estimula.
Los resultados inmediatos de comer carne
pueden manifestarse como una aparente vigorización del organismo, pero esto no
es razón para que se la considere el mejor ingrediente de la dieta. El consumo
moderado de brandy puede tener el mismo efecto por un tiempo, pero cuando su
influencia excitante desaparece sigue una sensación de languidez y debilidad.
Los que dependen de alimentos sencillos y nutritivos que son comparativamente
no estimulantes en sus efectos, pueden soportar más trabajo en el curso de
meses y años que el que come carne o bebe licor. Los que trabajan al aire libre
sentirán menos daño del uso de carne que los que tienen hábitos sedentarios,
porque el sol y el aire son una gran ayuda para la digestión, y hacen mucho
para contrarrestar los efectos de los hábitos equivocados de comer y beber.
Los efectos de los estimulantes.
Todos los estimulantes aceleran demasiado
la maquinaria humana, y aunque por un tiempo parecen incrementarse la actividad
y el vigor, en proporción a la influencia irritante empleada, sobreviene una
reacción; seguirá una debilidad proporcionada al grado de excitación
antinatural que se ha producido. Cuando se siente esta debilidad, otra vez se
usa algo para estimular y tonificar el organismo y conseguir inmediato 141
alivio de esa desagradable languidez. Gradualmente la naturaleza se acostumbra
a depender de este remedio repetido con frecuencia, hasta que sus facultades
son debilitadas por ser a menudo estimuladas para una acción antinatural. Todas
las personas deberían estar familiarizadas con las leyes de su ser. Cómo vivir,
cómo regular el trabajo, y cómo comer y beber en relación con la salud, debería
ser un importante tema de estudio.
Cuanto más sencilla y naturalmente
vivimos, tanto más estaremos capacitados para resistir la epidemia y la
enfermedad. Si nuestros hábitos son buenos y el organismo no está debilitado
por la acción antinatural, la naturaleza nos proveerá todos los estímulos que
necesitamos. . . .
El apetito, un guía inseguro.
La regla que algunos recomiendan es comer
cuando quiera que haya una sensación de hambre, y comer hasta estar satisfecho.
Esta modalidad conducirá a la enfermedad y a muchos males. Actualmente el
apetito no es generalmente natural, por lo tanto no es un correcto índice de
las necesidades del organismo. Ha sido mimado y mal dirigido hasta llegar a la
morbosidad, y ya no puede ser un guía seguro. Se ha abusado de la naturaleza, y
sus esfuerzos se han frustrado por los malos hábitos y la complacencia en el
pecaminoso halago de los sentidos, hasta que el gusto y el apetito también son
pervertidos.
No es natural tener ansias por comer
carne. No fue así en el principio. El apetito por la carne ha sido creado y
desarrollado por el hombre. Nuestro Creador ha provisto para nosotros en las
verduras, cereales y frutas, todos los elementos de nutrición necesarios para
la salud y el vigor. La carne no formaba parte del alimento de Adán y Eva antes
de su caída. Si las frutas, las leguminosas, y los cereales no son suficientes
para satisfacer las necesidades del hombre, entonces el Creador cometió un
error al darlos a Adán. . . .
Para que Israel pudiera preservar la
fortaleza física y moral.
Dios no sustrajo la carne de la
alimentación de los hebreos en el desierto simplemente para mostrar su
autoridad, sino para su bien, para que pudieran preservar su fortaleza física y
moral. El sabía que el uso del alimento animal fortalece las pasiones animales
y debilita el intelecto. Sabía que la satisfacción del apetito de los hebreos
142 mediante la carne, debilitaría sus facultades morales y los pondría en una
disposición irritable tal que la vasta multitud llegaría a ser insubordinada,
perdería el alto sentido de sus obligaciones morales, y rehusaría ser legislada
por las sabias leyes de Jehová. Existiría la violencia y la rebelión entre
ellos haciendo imposible para sí ser un pueblo puro y feliz en la tierra de
Canaán. Dios sabía qué era lo mejor para los hijos de Israel, por lo tanto los
privó en una gran medida del uso de carne.
Satanás los tentó a considerar esto como
algo injusto y cruel. Les hizo anhelar las cosas prohibidas porque vio que
mediante la complacencia del apetito pervertido llegarían a tener una mente
carnal y fácilmente podrían ser llevados a hacer la voluntad de Satanás; los
órganos inferiores serían fortalecidos, mientras que las facultades
intelectuales y morales se debilitarían.
Satanás no es un novicio en la tarea de
destruir almas. Sabe bien que si puede conducir a los hombres y las mujeres a
hábitos erróneos de comer y beber ha ganado, en alto grado, el dominio de sus
mentes y sus pasiones inferiores. En el principio, el hombre comía los frutos
de la tierra, pero el pecado introdujo el uso de la carne de animales muertos
como alimento. Esta dieta obra directamente contra el espíritu del verdadero
refinamiento y la pureza moral. La sustancia de lo que es puesto en el estómago
pasa a la circulación y es convertida en carne y sangre. . . .
Dios requiere que su pueblo sea templado
en todas las cosas. El ejemplo de Cristo, durante su largo ayuno en el
desierto, debería enseñar a sus seguidores a rechazar a Satanás cuando viene
bajo el disfraz del apetito. Entonces podrían tener influencia para reformar a
los que han sido extraviados por la indulgencia, y han perdido el poder moral
para vencer la debilidad y el pecado que han tomado posesión de ellos. Así los
cristianos pueden asegurarse salud y felicidad en una vida pura y bien
ordenada, y con una mente clara y sin mancha delante de Dios (Signs of the
Times, 6-1-1876).
Como ve la reforma el nuevo converso.
Cuando el mensaje alcanza a las personas
que no han oído la verdad para este tiempo, ellas ven que deben realizar una
gran reforma en su régimen alimenticio. Se dan cuenta de que deben abandonar la
carne, porque crea un apetito por el licor, y llena 143 el organismo de
enfermedad. Al consumir carne, las facultades físicas, mentales y morales se
debilitan. El hombre se edifica de lo que come. Las pasiones animales
predominan como resultado de comer carne, de usar tabaco, y de beber alcohol
(Consejos Sobre el Régimen Alimenticio, pág. 317).
Intemperancia en la variedad de platos.
Yo voy más lejos. La temperancia debería
practicarse en cocinar los alimentos y en la variedad de platos que se
presentan, para que la madre pueda economizar toda labor posible. No es
esencial una gran variedad de alimentos para sostener la vida; en cambio
perjudica los órganos digestivos, y produce un conflicto en el estómago. Con la
bendición de Dios, el alimento sencillo, simple, sostendrá la vida, y será lo
mejor para el cuerpo entero.
Pocos se dan cuenta de que generalmente
se ingiere más alimento de lo necesario. Pero el alimento extra es una carga
para el estómago, y perjudica toda la estructura humana (Manuscrito 50, 1893).
Comer demasiado es intemperancia.
La intemperancia se ve tanto en la
cantidad como en la calidad de lo que se come (Counsels on Health, pág. 576).
La intemperancia abarca mucho. Para
algunos consiste en comer demasiado de un alimento, que si se tomara en la
cantidad apropiada, no sería objetable. Todo lo que se pone en el estómago, más
allá de la real necesidad del organismo, llega a ser un factor peligroso. Se
descompone en el estómago y causa dispepsia. Comer de continuo más de lo
necesario consume las fuerzas vitales y priva al cerebro del poder para hacer
su trabajo (Manuscrito 155, 1899).
El que se complace en comer libremente, y
sobrecarga los órganos digestivos hasta el punto de incapacitarles de digerir
adecuadamente el alimento, también es un hombre intemperante, y encontrará que
le es imposible discernir claramente las cosas espirituales (Manuscrito 41,
1908).
Nuestro Padre celestial desea que usemos
con discreción las buenas cosas que él nos ha dado (Signs of the Times,
27-1-1909).
Un lugar importante en nuestra salvación.
Los que no son reformadores en lo que
respecta a la salud, se tratan a sí mismos de una manera injusta e insensata.
Por la complacencia del apetito, se infieren injurias terribles. Algunos pueden
144 pensar que la cuestión del régimen alimenticio no es lo suficientemente
importante como para ser incluida en la religión. Pero tal cosa es un gran
error. La Palabra de Dios declara: "Si pues coméis, o bebéis, o hacéis
otra cosa, hacedlo todo a gloria de Dios". El tema de la temperancia, en
todos sus aspectos, tiene un lugar importante en la obra de nuestra salvación
(Evangelismo, pág. 197).
Si los hombres y las mujeres viven
perseverantemente de acuerdo con las leyes de la vida y la salud, se darán
cuenta de los benditos resultados de una completa reforma de la salud (Signs of
the Times, 6-1-1876).
Todos están siendo probados.
Es de gran importancia que hagamos
individualmente nuestra parte y tengamos una comprensión inteligente de lo que
debemos comer y beber, y cómo debemos vivir para preservar la salud. Todos
están siendo probados para ver si aceptan los principios de la reforma pro
salud o siguen una conducta de complacencia propia (Consejos Sobre el Régimen
Alimenticio, pág. 39).
6. Nuestra posición es la abstinencia
total
El único proceder seguro.
La única conducta segura consiste en no
tocar ni probar té, café, vino, tabaco, opio ni bebidas alcohólicas. La
necesidad que tienen los hombres de esta generación de invocar en su ayuda el
poder de la voluntad fortalecida por la gracia de Dios, a fin de no caer ante
las tentaciones de Satanás, y resistir hasta la menor complacencia del apetito
pervertido, es dos veces mayor hoy que hace algunas generaciones. Pero la
actual tiene menos dominio propio que las anteriores (Joyas de los Testimonios,
tomo 1, págs. 418, 419).
Nunca participemos de un vaso de bebida
alcohólica. Nunca lo toquemos (Manuscrito 38 1/2, 1905).
La voluntad para no tocar, no gustar, no
manipular.
Si todos fuéramos vigilantes y fieles en
guardar la pequeña abertura hecha por el moderado uso del así llamado
inofensivo vino y sidra, el camino a la ebriedad sería cerrado. Lo que se
necesita en cada comunidad es un propósito firme, y una voluntad para no tocar,
no gustar, no manipular tales cosas. Entonces la reforma de la temperancia
sería fuerte, permanente y completa (Review and Herald, 25-3-1884).
Absténgase estrictamente de todo alimento
y bebida estimulante. Usted es propiedad de Dios. No debe abusar de 145 ningún
órgano del cuerpo. Tiene que cuidar sabiamente su cuerpo, para que pueda ser un
hombre perfectamente desarrollado. ¿No es un acto de ingratitud de su parte
hacer algo que debilite tanto sus fuerzas vitales que usted sea incapaz de
representar a Dios apropiadamente, o hacer la obra que él tiene para usted?
(Carta 236, 1903).
Los principios de la temperancia derivan
de la ley de Dios. Si los hombres guardaran estricta y concienzudamente la ley
de Dios, no habría ebrios, intoxicados por el tabaco, enfermedad, penuria y
crimen. Si las tabernas se cerraran por falta de clientela, terminarían las
nueve décimas partes de toda la miseria existente en el mundo. Los hombres
jóvenes caminarían en forma erecta y distinguida, con paso elástico y firme,
clara mirada y saludable estado.
Cuando los ministros, desde sus púlpitos
menosprecian la lealtad a la ley de Dios; cuando se unen al mundo para hacerla
impopular; cuando estos maestros del pueblo participan sin miramiento en el
vaso social, la droga corruptora, el tabaco, ¿qué profundidad de vicio no puede
esperarse de la juventud de esta generación? . . . Habéis oído mucho respecto a
la autoridad y santidad de la ley de los Diez Mandamientos. Dios es el autor de
esa ley, que es el fundamento de su gobierno en el cielo y en la tierra. Todas
las naciones esclarecidas han basado sus leyes sobre este gran fundamento de
toda ley; sin embargo, legisladores y ministros, que son reconocidos como
dirigentes y maestros del pueblo, viven en abierta violación de los principios
establecidos en esos santos estatutos.
Muchos ministros predican a Cristo desde
el púlpito, y luego no vacilan en entorpecer sus sentidos bebiendo vino, o aun
brandy y otras bebidas alcohólicas. La norma cristiana dice: "No tocar; no
gustar; no manipular"; y las leyes de nuestro ser físico repiten el
solemne mandato con énfasis. Es el deber de cada ministro cristiano poner la
verdad claramente ante su pueblo, enseñándola por precepto y por ejemplo. . . .
Se declara que la iglesia cristiana debe
ser la sal de la tierra, la luz del mundo. ¿Podemos aplicar esto a las iglesias
de hoy, muchos de cuyos miembros están usando no solamente esa sustancia
corruptora, el tabaco, sino también el vino embriagante y los licores
espirituosos, y están poniendo la copa de bebida en los labios de 146 sus
prójimos? La iglesia de Cristo debería ser una escuela en la cual la juventud
inexperta pudiera educarse para dominar sus apetitos, desde un punto de vista
moral y religioso. Allí debería enseñársele cuán inseguro es entremeterse con
la tentación, entretenerse con el pecado; que no hay tal cosa como un bebedor
moderado y mesurado; que la senda del bebedor es siempre hacia abajo. Los
jóvenes deberían ser exhortados a "no mirar cuando el vino rojea, cuando
resplandece su color en el vaso", porque "al fin como serpiente
morderá y como basilisco dará dolor" (Signs of the Times, 29-8-1878).
La total abstinencia es nuestra
plataforma.
Cuando la temperancia es presentada como
parte del Evangelio, muchos verán su necesidad de reforma. Verán el mal de los
licores embriagantes, y que una total abstinencia es la única plataforma sobre
la cual puede colocarse concienzudamente el pueblo de Dios (Testimonies, tomo
7, pág. 75).
7. Relación con la feligresía de la
iglesia
Un elemento vivo, fundamental en la
iglesia.
En el círculo de la familia y en la
iglesia deberíamos colocar la temperancia cristiana sobre una elevada plataforma.
Debería ser un elemento vivo, fundamental, la reforma de los hábitos, la
disposición y el carácter. La intemperancia está en la base de todos los males
de nuestro mundo (Manuscrito 50, 1893).
Los que no deben ser admitidos en la
iglesia.
Dios nos da el privilegio de estar bien
despiertos respecto a este terrible mal. Que él nos ayude a trabajar con todo
nuestro poder para salvar a hombres y mujeres y a la juventud de este esfuerzo
del enemigo para entramparnos. No introducimos en la iglesia a los que usan
bebidas alcohólicas o tabaco. No podemos admitirlos. Pero podemos tratar de
ayudarlos a vencer esos hábitos. Podemos enseñarles que abandonando esas
prácticas dañinas ellos y sus familias serán más felices. Los que tienen el
corazón lleno del Espíritu de Dios no sentirán necesidad de estimulantes
(Review and Herald, 15-6-1905).
El verdadero convertido abandona hábitos
y apetitos contaminadores.
Los hombres y mujeres tienen muchos
hábitos que son antagónicos con los principios de la Biblia. Las víctimas de
las bebidas fuertes y del tabaco están corrompidas, 147 en cuerpo alma y
espíritu. Tales personas no deben ser recibidas en la iglesia hasta que den
evidencia de que están verdaderamente convertidas, que sienten la necesidad de
la fe que obra por el amor y purifica el alma. La verdad de Dios purifica al
verdadero creyente. El que está plenamente convertido abandonará todo hábito y
apetito envilecedor. Por una abstinencia total vencerá su deseo de las
complacencias destructoras de la salud (Evangelismo, pág. 196).
8. Los Adventistas del Séptimo Día son
dirigentes espirituales
Preserva el vigor mental y da poder de
resistencia.
Hay una solemne responsabilidad que
descansa sobre todos, especialmente sobre los ministros que enseñan la verdad,
de vencer el apetito. La utilidad de los ministros de Cristo sería mucho mayor
si dominaran sus apetitos y pasiones; y sus facultades mentales y morales
serían más vigorosas si combinaran la labor física con el ejercicio mental. Con
estrictos hábitos de temperancia, con trabajo mental y físico combinados
podrían realizar una cantidad mucho mayor de tareas y preservar la claridad de
mente. Si siguieran un curso tal, sus pensamientos y palabras fluirían más
libremente, sus ejercicios religiosos serían más activos, y las impresiones
hechas sobre sus oyentes serían más marcadas.
La intemperancia en comer, aun de
alimentos de buena calidad, tendrá una influencia deprimente sobre el
organismo, y embotará las emociones más agudas y más santas. La estricta
temperancia en comer y beber es sumamente esencial para la preservación de la
salud y el ejercicio vigoroso de todas las funciones del cuerpo. Los estrictos
hábitos de temperancia, combinados con el ejercicio de los músculos, así como
el de la mente, preservarán tanto el vigor mental como el físico y darán poder
de resistencia a los que están ocupados en el ministerio, a los redactores, y a
todos los que tengan hábitos sedentarios (Health Reformer, agosto de 1875).
Seguid el ejemplo de Cristo.
Los ministros de Cristo, que profesan ser
sus representantes, deben seguir su ejemplo, y ante todo deben adquirir hábitos
de estricta temperancia. Deben mantener la vida y el ejemplo de Cristo 148
delante de la gente por medio de su propia vida abnegada, de sacrificio propio
y activa generosidad. Cristo venció el apetito en favor de los hombres; y en su
lugar ellos deben presentar a los demás un ejemplo digno de ser imitado. Los
que no sienten la necesidad de dedicarse a la obra de vencer al apetito,
dejarán de obtener preciosas victorias, y llegarán a ser esclavos del apetito y
la concupiscencia, que están llenando la copa de iniquidad de los que moran en
la tierra (Joyas de los Testimonios, tomo 1, pág. 421).
La visión espiritual menoscabada.
Estoy instruida para decir a mis hermanos
en el ministerio: Por la intemperancia en el comer os estáis descalificando
vosotros mismos para ver claramente la diferencia entre el fuego sagrado y el
común. Y por esta intemperancia estáis revelando vuestro desprecio por las
amonestaciones que el Señor os ha dado. Su palabra a vosotros es: "¿Quién
hay entre vosotros que teme a Jehová, y oye la voz de su siervo? El que anda en
tinieblas y carece de luz, confíe en el Señor Jehová y apóyese en su Dios. He
aquí que vosotros encendéis fuego y estáis cercados de centellas: Andad a la
luz de vuestro fuego, y de las centellas que encendisteis. De mi mano os vendrá
esto; en dolor seréis sepultados" Isaías 50: 10, 11 (Testimonies, tomo 7,
pág. 258).
Una ayuda para pensar con claridad.
No tenemos derecho a recargar nuestras
fuerzas físicas y mentales hasta el punto de volvernos irritables y proferir
palabras que deshonren a Dios. El Señor desea que nos mantengamos siempre
serenos y pacientes. Hagan los demás lo que hagan, debemos representar a Cristo
y obrar como él obraría en circunstancias parecidas.
Una persona que ocupa un cargo de
responsabilidad debe tomar cada día decisiones cuyas consecuencias son
importantes. A menudo debe pensar rápidamente, y esto no lo pueden hacer con
éxito sino los que practican estricta templanza. El espíritu se fortalece
cuando las fuerzas mentales y físicas son tratadas correctamente. Si el
esfuerzo no es excesivo, adquiere con cada ejercicio nuevo vigor (Joyas de los
Testimonios, tomo 3, pág. 183).
Calificaciones de los hombres elegidos
para posiciones de responsabilidad.
Significa mucho ser leal a Dios. El tiene
derechos sobre todos los que están empleados en su servicio. Desea que la mente
y el cuerpo sean preservados 149 en la mejor condición de salud, que cada
facultad y don estén bajo el dominio divino, y sean tan vigorosos como puedan
llegar a ser mediante cuidadosos y estrictos hábitos de temperancia. Estamos
bajo la obligación para con Dios de hacer una consagración sin reservas de nosotros
mismos, en cuerpo y alma, y con todas las facultades como dones suyos, para ser
empleados en su servicio. Todas nuestras energías y capacidades tienen que ser
constantemente fortalecidas y desarrolladas durante este período de prueba.
Solamente los que aprecian estos principios, y han sido adiestrados para cuidar
sus cuerpos inteligentemente y en el temor de Dios, debieran ser elegidos para
asumir responsabilidades en esta obra. Los que han estado por mucho tiempo en
la verdad y, sin embargo, no pueden distinguir entre los puros principios de la
justicia y los principios del mal, cuya comprensión respecto a la justicia, la
misericordia, el amor de Dios están oscurecidos, deberían ser relevados de sus
responsabilidades. Cada iglesia necesita un testimonio claro y nítido. La
trompeta debe dar un sonido cierto (Signs of the Times, 2-10-1907).
Los obreros sanitarios deben ser
temperantes.
El [el médico] ve que los que están
siguiendo el curso de enfermería deberían recibir una cabal educación en los
principios de la reforma de la salud, que deberían ser enseñados a ser
estrictamente temperantes en todas las cosas, porque el descuido respecto a las
leyes de la salud es inexcusable en los que son apartados para enseñar a otros
cómo vivir (Testimonies, tomo 7, pág. 74).
Educad, educad, educad.
Puesto que los principios de salud y
temperancia son tan importantes, y son tan a menudo mal comprendidos,
descuidados, o desconocidos, deberíamos instruirnos al respecto, para que no
solamente podamos poner nuestras propias vidas en armonía con tales principios,
sino también enseñarlos a otros. La gente necesita ser instruida, línea sobre
línea, precepto sobre precepto. El tema debe mantenerse fresco delante de ella.
Casi cada familia necesita ser sacudida. La mente debe ser iluminada y
despertada la conciencia respecto al deber de practicar los principios de la
verdadera reforma.
Especialmente los ministros deberían
llegar a ser sabios en esta cuestión. Como pastores del rebaño, serán
responsables por su ignorancia voluntaria y su menosprecio 150 de las leyes de
la naturaleza. Encuentren ellos qué es lo que constituye la verdadera reforma
higiénica, y enseñen sus principios, tanto por precepto como por un sereno y
constructivo ejemplo. No deberían ignorar su deber en esta cuestión, no
ponerlos a un lado porque algunos puedan llamarlos extremistas. En las
convenciones, asambleas y otras reuniones grandes e importantes debería darse
instrucciones sobre la salud y la temperancia. Póngase al servicio todo el
talento disponible y sígase la obra con publicaciones sobre el tema.
"Educad, educad, educad", debería ser el santo y seña (Manuscrito 9,
sin fecha). 151
SECCIÓN IX LA COLOCACIÓN DEL FUNDAMENTO
DE LA INTEMPERANCIA
1. La influencia prenatal
Dónde debe comenzar la reforma.
Los esfuerzos de nuestros obreros que
enseñan la temperancia no tienen bastante alcance para desterrar la maldición
de la intemperancia. Una vez formados los hábitos es difícil vencerlos. La
reforma debe empezar con la madre antes del nacimiento de sus hijos; y si se
siguieran fielmente las instrucciones de Dios, no existiría la intemperancia.
Debiera ser el esfuerzo constante de cada
madre conformar sus hábitos con la voluntad de Dios, a fin de cooperar con él
en proteger a sus hijos de los vicios destructores de la salud y la vida que
existen en la actualidad. Sin dilación pónganse las madres en la debida
relación con su Creador, para que por su gracia ayudadora levanten alrededor de
sus hijos un baluarte contra la disipación y la intemperancia (Consejos Sobre el
Régimen Alimenticio, pág. 266).
Los hábitos del padre y de la madre.
Como regla, cada hombre intemperante que
cría hijos transmite sus inclinaciones y tendencias malas a su descendencia
(Review and Herald, 21-11-1882).
El niño será afectado para bien o para
mal por los hábitos de la madre. Ella misma tiene que ser dominada por los
buenos principios, y debe observar las leyes de la temperancia y el dominio
propio, si quiere asegurar el bienestar de su hijo (Consejos Sobre el Régimen
Alimenticio, pág. 256).
La herencia de las malas tendencias.
Los pensamientos y los sentimientos de la
madre tendrán una poderosa influencia sobre el legado que ella da a su niño. Si
permite que su mente se espacie en sus propios sentimientos, si cede al egoísmo
y si es malhumorada y exigente, la disposición 152 de su hijo testificará de
este temperamento. Así muchos han recibido, como un legado, tendencias al mal
casi invencibles. El enemigo de las almas conoce este hecho mucho mejor que
muchos padres. El pondrá sus tentaciones sobre la madre sabiendo que si ella no
lo resiste, podrá afectar por la madre a su hijo. La única esperanza de la
madre está en Dios. Pero puede acudir a él en busca de fortaleza y gracia, y no
irá en vano (Signs of the Times, 13-9-1910).
Mensaje de Dios para cada madre.
En las Escrituras se explica el cuidado
con que la madre debe vigilar sus propios hábitos de vida. Cuando el Señor
quiso suscitarse a Sansón por libertador de Israel, "el ángel de
Jehová" apareció a la madre y le dio instrucciones especiales respecto a
sus hábitos de vida y a cómo debía tratar a su hijo. "No bebas -le dijo-
vino, ni sidra, ni comas cosa inmunda" (Jueces 13: 13, 7).
Muchos padres creen que el efecto de las
influencias prenatales es cosa de poca monta; pero el Cielo no las considera
así. El mensaje enviado por un ángel de Dios y reiterado en forma solemnísima
merece que le prestemos la mayor atención.
Al hablar a la madre hebrea, Dios se
dirige a todas las madres de todos los tiempos. "Ha de guardar -dijo el
ángel- todo lo que le mandé". El bienestar del niño dependerá de los
hábitos de la madre. Ella tiene, pues, que someter sus apetitos y sus pasiones
al dominio de los buenos principios. Hay algo que ella debe rehuir, algo contra
lo cual debe luchar si quiere cumplir el propósito que Dios tiene para con ella
al darle un hijo. Si, antes del nacimiento de éste, la madre procura
complacerse a sí misma, si es egoísta, impaciente e imperiosa, estos rasgos de
carácter se reflejarán en el temperamento del niño. Así se explica que muchos
hijos hayan recibido por herencia tendencias al mal que son casi irresistibles.
Pero si la madre se atiene
invariablemente a principios rectos, si es templada y abnegada, bondadosa,
apacible y altruista, puede transmitir a su hijo estos mismos preciosos rasgos
de carácter. Muy terminante fue la prohibición impuesta a la madre de Sansón
respecto al vino. Cada gota de bebida alcohólica que la madre toma para halagar
al paladar compromete la salud física, intelectual y moral 153 de su hijo, y es
un pecado positivo contra su Creador (El Ministerio de Curación, págs. 288,
289).
Responsables del bienestar de las
generaciones futuras.
Si las mujeres de las generaciones
pasadas hubieran sido impulsadas siempre por motivos elevados, teniendo en
cuenta que las futuras generaciones serían ennoblecidas o degradadas por su
curso de acción, habrían llegado a la firme conclusión de que no unirían los
intereses de su vida con hombres que fomentaran apetitos antinaturales por las
bebidas alcohólicas y el tabaco, el cual es un lento, pero seguro y mortal
veneno que debilita el sistema nervioso y degrada las nobles facultades de la
mente. Si los hombres decidían permanecer maniatados por estos hábitos viles,
las mujeres deberían haberlos dejado disfrutar de su soltería para que gozaran
de esas compañías de su elección. Las mujeres no deberían haberse considerado a
sí mismas de tan poco valor como para unir su destino con hombres que no tenían
dominio sobre sus apetitos, sino cuya principal felicidad consistía en comer y
beber y en halagar sus pasiones animales.
Las mujeres no siempre han seguido los
dictados de la razón, sino de sus impulsos. En un alto grado, no han sentido
las responsabilidades que descansaban sobre ellas de no formar hogares que
estamparían sobre su descendencia un bajo nivel moral y una pasión por
satisfacer apetitos degradados a expensas de la salud y aun de la vida. Dios
las tendrá por responsables en gran medida por la salud física y el carácter
moral así transmitido a las generaciones futuras (How to Live, Nº 2, págs. 27,
28).
El recién nacido.
La súplica del padre y la madre debiera
ser que "nos enseñe lo que hayamos de hacer con el niño que ha de
nacer" (Juec. 13: 8). Hemos presentado al lector lo que Dios ha dicho
concerniente a la conducta de la madre antes del nacimiento de sus hijos. Pero
esto no es todo. El ángel Gabriel fue enviado de los atrios celestiales para
dar instrucción en cuanto al cuidado de los niños después de su nacimiento, a
fin de que los padres comprendiesen plenamente su deber.
Más o menos en tiempo del primer
advenimiento de Cristo, el ángel Gabriel visitó a Zacarías con un mensaje
similar al que había sido dado a Manoa. Al anciano sacerdote se le dijo que su
esposa tendría un hijo, que se llamaría 154 Juan. "Y -dijo el ángel-
tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; porque será
grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu
Santo" (Juan 1: 15). Este niño de la promesa habría de criarse con los
hábitos de temperancia más estrictos. Se le iba a confiar una obra importante
de reforma que consistiría en preparar el camino para Cristo.
Existía entre el pueblo la intemperancia
en todas sus formas. El hábito de beber y comer con lujuria minaba la fuerza
física, y degradaba la moral en tal forma que los crímenes más repugnantes que
se cometían no parecían pecaminosos. La voz de Juan iba a llegar desde el
desierto en son de reprensión por los hábitos pecaminosos de la gente, y sus
propios hábitos de abstinencia iban a ser un reproche por los excesos de su
tiempo (Consejos sobre el Régimen Alimenticio, págs. 265, 266).
2. La fuerza de las tendencias heredadas
Se transmiten apetitos insaciables.
Ambos padres transmiten a sus hijos sus
propias características, mentales y físicas, su temperamento y sus apetitos.
Con frecuencia, como resultado de la intemperancia de los padres, los hijos
carecen de la fuerza física y poder mental y moral. Los que beben alcohol y los
que usan tabaco pueden transmitir a sus hijos sus deseos insaciables, su sangre
inflamada y sus nervios irritables, y se les transmiten en efecto. Los
licenciosos legan a menudo sus deseos pecaminosos, y aun enfermedades
repugnantes, como herencia a su prole. Como los hijos tienen menos poder que
sus padres para resistir la tentación, hay en cada generación tendencia a
rebajarse más y más (Patriarcas y Profetas, pág. 604).
Hasta la tercera y cuarta generación.
Nuestros progenitores nos han transmitido
costumbres y apetitos que están llenando el mundo con enfermedad. Los pecados
de los padres, por causa del apetito pervertido, han visitado con terrible
poder a los hijos hasta la tercera y cuarta generación. La mala alimentación de
muchas generaciones, los hábitos de glotonería y de complacencia propia de la
gente, están llenando nuestros hospicios, nuestras cárceles y nuestros
manicomios. La intemperancia en beber té y café, vino, cerveza, ron y coñac, y
el uso de tabaco, opio y otros narcóticos, ha resultado en gran degeneración
mental y 155 física, y esta degeneración está aumentando constantemente (Review
and Herald, 29-7-1884).
El legado a las generaciones venideras.
Dondequiera que los hábitos de los padres
sean contrarios a la ley física, el daño hecho a sí mismos será repetido en las
generaciones futuras (Manuscrito 3, 1897).
La raza está gimiendo bajo un peso de
dolor acumulado debido a los pecados de generaciones anteriores. Y, sin
embargo, con apenas una reflexión o cuidado, hombres y mujeres de la generación
presente dan rienda suelta a la intemperancia hasta la saciedad y embriaguez, y
con eso dejan, como un legado para la próxima generación, enfermedad,
intelectos debilitados y costumbres corrompidas (Testimonies, tomo 4, pág. 31).
Contrarrestando tendencias heredadas.
Los padres pueden haber transmitido a sus
hijos tendencias al apetito y la pasión, lo cual hará más difícil la tarea de
educar y preparar a estos hijos para que sean estrictamente temperantes y
tengan hábitos puros y virtuosos. Si el apetito por alimentos malsanos y por
estimulantes y narcóticos les ha sido transmitido a ellos como un legado de sus
padres, ¡qué responsabilidad terriblemente solemne descansa sobre los padres
para contrarrestar las malas tendencias que les han dado a sus hijos! ¡Cuán
fervientemente y diligentemente deberían los padres obrar para cumplir su
deber, en fe y esperanza, para con su desdichada prole! (Testimonies, tomo 3,
págs. 567, 568).
Hacer frente a la marea del mal.
Muchos sufren las consecuencias de las
transgresiones de sus padres. Si bien no son responsables de lo que hicieron
éstos, es, sin embargo, su deber averiguar lo que son o no son las violaciones
de las leyes de la salud. Deberían evitar los hábitos malos de sus padres, y
por medio de una vida correcta ponerse en mejores condiciones (El Ministerio de
Curación, pág. 179).
Ahora se requiere mayor poder moral.
Para los hombres de esta generación es
mucho mayor que lo que era varias generaciones atrás la necesidad de llamar en
su ayuda al poder de la voluntad, fortalecido por la gracia de Dios, a fin de
resistir las tentaciones de Satanás y oponerse a la menor complacencia del
apetito pervertido. Pero la presente generación tiene menos poder de
autocontrol 156 que el que tenían los que vivieron entonces. Aquellos que se
entregan a estos estimulantes transmiten sus depravados apetitos y pasiones a
sus hijos, y ahora se necesita mayor poder moral para oponerse a la
intemperancia en todas sus formas. El único curso perfectamente seguro es mantenerse
firme, observando temperancia estricta en todas las cosas, y nunca
aventurándose en el camino de peligro (Christian Temperance and Bible Hygiene,
pág. 37).
3. Formación de normas de conducta
Comenzad desde la infancia.
Que los padres comiencen una cruzada
contra la intemperancia en sus propios hogares, en sus propias familias, en los
principios que les enseñan a sus hijos a seguir desde su misma infancia, y
pueden esperar el éxito (Testimonies, tomo 3, pág. 567).
Enseñad diligentemente.
Enseñad a vuestros niños desde la cuna a
practicar la abnegación y el dominio propio. . . . Inculcad en sus tiernas
inteligencias la verdad de que Dios no nos ha creado para que viviéramos
meramente para los placeres presentes, sino para nuestro bien final. Enseñadles
que el ceder a la tentación es dar prueba de debilidad y perversidad, mientras
que el resistir a ella denota nobleza y virilidad. Estas lecciones serán como
semilla sembrada en suelo fértil, y darán fruto que llenará de alegría vuestro
corazón (El Ministerio de Curación, pág. 300).
La importancia de comenzar precozmente.
No puede darse demasiada importancia a la
primera educación de los niños. Las lecciones aprendidas, los hábitos
adquiridos durante los años de la infancia y de la niñez, influyen en la formación
del carácter y la dirección de la vida mucho más que todas las instrucciones y
que toda la educación de los años subsiguientes (El Ministerio de Curación,
págs. 293, 294).
Trascendente influencia de los hábitos
tempranos.
En gran medida, el carácter se forma en
los primeros años. Los hábitos establecidos entonces tienen más influencia en
hacer a los hombres gigantes o enanos en intelecto, que cualquier dote natural;
pues los mejores talentos pueden, por causa de malos hábitos, llegar a torcerse
y debilitarse. Cuanto más temprano en la vida uno contrae hábitos
perjudiciales, más firmemente éstos asirán a su víctima en la 157 esclavitud, y
más ciertamente rebajarán su norma de espiritualidad (Counsels on Health, págs.
112, 113).
Es difícil desaprender los hábitos
establecidos.
Es un asunto muy difícil desaprender los
hábitos que han sido complacidos durante la vida. El demonio de la
intemperancia es de gigantesca fuerza, y no es fácilmente vencido. . . . Os
valdrá la pena, madres, emplear las preciosas horas que os han sido dadas por
Dios en formar el carácter de vuestros hijos, y en enseñarles a adherirse
estrictamente a los principios de temperancia en el comer y el beber (Christian
Temperance and Bible Hygiene, pág. 79).
El gusto por el licor creado en edad
temprana.
Enseñad a vuestros hijos a aborrecer los
estimulantes. Son muchos los que ignorantemente fomentan en ellos el apetito
por estas cosas. He visto en Europa a nodrizas poner un vaso de vino o cerveza
en los labios de los pequeños inocentes cultivando así en ellos el gusto por
los estimulantes. A medida que crecen, aprenden a depender más y más de estas
cosas, hasta que poco a poco quedan vencidos, y son arrastrados a la deriva y
finalmente ocupan la sepultura de un borracho (Consejos sobre el Régimen
Alimenticio, págs. 276, 277).
Los primeros tres años.
Permítase que el egoísmo, la ira y la
terquedad sigan su curso durante los primeros tres años de la vida de un niño,
y será difícil llevarlo a someterse a disciplina saludable. Su disposición ha
llegado a ser descontenta, su deleite es hacer su propia voluntad y el control
paterno le resulta desagradable. Estas malas tendencias crecen con el
desarrollo del niño, hasta que en la virilidad el egoísmo supremo y una falta
de autocontrol lo colocan a la merced de los males que corren a rienda suelta
en nuestro país (Health Reformer, abril de 1877).
Grave responsabilidad de los padres.
Cuán difícil es obtener la victoria sobre
el apetito una vez que éste se ha establecido. Cuán importante es que los
padres críen a sus hijos con gustos puros y apetitos no pervertidos. Los padres
deberían recordar siempre que descansa sobre ellos la responsabilidad de
instruir a sus hijos en una forma tal que ellos tengan fibra moral para resistir
el mal que los rodeará cuando salgan al mundo. 158
Cristo no pidió a su Padre que quitara a
sus discípulos del mundo, sino que los guardara del mal en el mundo, que los
guardara de ceder a las tentaciones que encontrarían por todos lados. Esta es
la oración que padres y madres deberían ofrecer por sus hijos. Pero,
¿pleitearán con Dios y luego dejarán a sus hijos hacer como a ellos les agrada?
Dios no puede guardar del mal a los hijos si los padres no cooperan con él. Los
padres debieran emprender su obra valientemente y alegremente, llevándola
adelante con infatigable esfuerzo (Review and Herald, 9-7-1901).
Aquellos que complacen el apetito de un
niño y no le enseñan a controlar sus pasiones, puede que más tarde vean el
terrible error que han cometido [cuando contemplen] al esclavo amante del
tabaco y bebedor, cuyos sentidos están entorpecidos, y cuyos labios profieren
falsedad y blasfemia (Counsels on Health, pág. 114).
Moldeando el carácter para resistir la
tentación.
Los primeros pasos en la intemperancia se
dan generalmente en la niñez o en la temprana juventud. Se da al niño alimento
estimulante, y se despiertan insaciables apetitos antinaturales. Estos
depravados apetitos se fomentan a medida que se desarrollan. El gusto
continuamente llega a ser más pervertido; se desean estimulantes más fuertes y
se gusta de ellos, hasta que pronto el esclavo del apetito desecha todo freno.
El mal comenzó precozmente en la vida y podría haber sido evitado por los
padres. Presenciamos en nuestro país activos esfuerzos para reprimir la
intemperancia, mas se ha encontrado que es un asunto difícil subyugar y
encadenar al fuerte y completamente desarrollado león.
Si la mitad de los esfuerzos que se
ejercen para detener este mal gigante fuesen dirigidos hacia la instrucción de
los padres en cuanto a su responsabilidad en formar los hábitos y caracteres de
sus hijos, resultaría un beneficio mil veces mayor que del actual curso de
combatir solamente el desarrollado mal. El apetito antinatural por licores
espirituosos se origina en el hogar, en muchos casos en las mismas mesas de
aquellos que son más entusiastas en principiar las campañas de temperancia. . .
.
Los padres no deberían considerar
ligeramente la tarea de instruir a sus hijos. Deberían emplear mucho tiempo en
159 el cuidadoso estudio de las leyes que regulan nuestro ser. Su primer
objetivo debería ser aprender la manera adecuada de tratar con sus hijos a fin
de que puedan asegurarles mentes sanas en cuerpos sanos. Demasiados padres
están dominados por la costumbre en vez de estarlo por la razón sólida y las
demandas de Dios. Muchos que profesan ser seguidores de Cristo son tristemente
negligentes de los deberes del hogar. No advierten la importancia sagrada del
depósito que Dios ha colocado en sus manos a fin de que moldeen los caracteres
de sus hijos para que éstos tengan fibra moral para resistir las muchas
tentaciones que entrampan los pies de la juventud (Signs of the Times,
17-11-1890).
Comenzad con la cuna.
Si los padres hubiesen hecho su deber en
poner la mesa con alimento saludable, descartando sustancias irritantes y
estimulantes, y al mismo tiempo hubiesen enseñado a sus hijos el dominio
propio, y educado sus caracteres para que desarrollen poder moral, no
tendríamos ahora que vérnoslas con el león de la intemperancia. Después que los
hábitos de complacencia propia han sido formados y han crecido con su
desarrollo y se han fortalecido con su poder, cuán difícil es entonces para los
que no han sido adecuadamente instruidos en la juventud romper sus malos hábitos
y aprender a refrenarse ellos mismos y a refrenar sus apetitos antinaturales.
Cuán difícil es enseñar a los tales y hacerles sentir la necesidad de
temperancia cristiana cuando alcancen la madurez. Las lecciones de la
temperancia deberían comenzar con el niño mecido en la cuna (Review and Herald,
11-5-1876).
El ajuste de cuentas final.
Cuando los padres y los hijos se
encuentren en el final ajuste de cuentas, ¡qué escena será presentada! Miles de
hijos que han sido esclavos del apetito y el vicio degradante, cuyas vidas son
ruinas morales, estarán cara a cara con sus padres, quienes hicieron de ellos
lo que son. ¿Quién sino los padres debe cargar esta horrenda responsabilidad?
¿Hizo el Señor corruptos a estos jóvenes? ¡Oh, no! El los hizo a su imagen, un
poco menor que los ángeles (Testimonies, tomo 3, pág. 568).
4. Ejemplo y conducción paternales
Responsables por el carácter.
Solamente muy pocos padres comprenden que
sus hijos son lo que su ejemplo y 160 disciplina los han hecho, y que ellos son
responsables por los caracteres que desarrollan sus hijos (The Health Reformer,
diciembre de 1872).
Es obra de las madres ayudar a sus hijos
a adquirir hábitos correctos y gustos puros. Eduquen el apetito; enseñen a sus
hijos a aborrecer los estimulantes. Críen a los hijos de modo que tengan vigor
moral para resistir al mal que los rodea. Enséñenles a no dejarse desviar por
nadie, a no ceder a ninguna influencia por fuerte que sea, sino a ejercer ellos
mismos influencia sobre los demás para el bien (El Ministerio de Curación, pág.
257).
La madre un ejemplo.
La mujer debe ocupar en la familia una
posición más sagrada y elevada que la del rey sobre su trono. Su gran obra es
hacer de su vida un ejemplo vivo el cual desearía que sus hijos imiten
(Testimonies, tomo 3, pág. 566).
Temperancia en todos los detalles de la
vida hogareña.
Los padres deberían conducirse de tal
modo que sus vidas sean una lección diaria de control sobre sí mismos y
abstención para su casa. . . . Recomendamos con ahínco que los principios de la
temperancia sean practicados en todos los detalles de la vida del hogar, que el
ejemplo de los padres sea una lección de temperancia (Signs of the Times,
20-4-1882).
Dios completará los esfuerzos de los
padres.
Cuando atendáis vuestros deberes como
padre o madre, en el poder de Dios, con una firme determinación de nunca
mitigar vuestros esfuerzos ni abandonar vuestro puesto del deber, esforzándonos
en hacer de vuestros hijos lo que Dios haría de ellos, entonces Dios mirará
sobre vosotros con aprobación. El sabe que estáis haciendo lo mejor que podéis,
y él aumentará vuestro poder. Dios hará por sí mismo la parte de la obra que la
madre o el padre no pueden hacer; él obrará con los esfuerzos sabios,
pacientes, bien dirigidos de la madre temerosa de Dios. Padres, Dios no se
propone hacer la obra que ha dejado para que vosotros hagáis en vuestro hogar.
Si queréis tener a salvo a vuestros hijos de los peligros que los rodean en el
mundo, no debéis entregaros a la indolencia y ser siervos perezosos (Review and
Herald, 10-7-1888). 161
5. Enseñando abnegación y autocontrol
Comenzad con la niñez.
La abnegación y el autocontrol deberían
ser enseñados a los hijos, e impuestos sobre ellos, hasta donde sea
consecuente, desde la niñez. Y en primer lugar es importante que los pequeños
sean enseñados que ellos comen para vivir, no viven para comer; que el apetito
debe ser mantenido en sujeción a la voluntad, y que la voluntad debe estar
gobernada por una razón serena e inteligente (Signs of the Times, 20-4-1882).
Enseñad principios de reforma.
Padres y madres, orad y velad. Guardaos
mucho de la intemperancia en cualesquiera de sus formas. Enseñad a vuestros
hijos los principios de una verdadera reforma pro salud. Enseñadles lo que
deben evitar para conservar la salud. La ira de Dios ha comenzado ya a caer
sobre los rebeldes. ¡Cuántos crímenes, cuántos pecados y prácticas inicuas se
manifiestan por todas partes! (Joyas de los Testimonios, tomo 3, págs. 360,
361).
Enseñad el verdadero objeto de la vida.
En la Palabra de Dios han sido dadas
instrucciones explícitas. Que estos principios sean llevados a efecto por la
madre, con la cooperación y el apoyo del padre, y que los hijos sean enseñados
desde la infancia a practicar hábitos de autocontrol. Enséñeseles que no es el
objeto de la vida complacer los apetitos sensuales, sino honrar a Dios y
bendecir a sus prójimos.
Padres y madres, trabajad ferviente y
fielmente, contando con Dios por gracia y sabiduría. Sed firmes pero suaves. En
todas vuestras órdenes proponeos asegurar el mayor bien para vuestros hijos y
ved entonces que estas órdenes sean obedecidas. Vuestra energía y decisión
deben ser firmes, sin embargo siempre en sujeción al Espíritu de Cristo.
Entonces realmente podemos esperar ver que nuestros hijos sean "como
plantas crecidas en su juventud, nuestras hijas como esquinas labradas como las
de un palacio" (Signs of the Times, 13-9-1910).
Hay que culpar a los padres si los hijos
son bebedores.
Hay un lamento general debido a que la
intemperancia prevalece en un grado tan terrible; pero imputamos la causa
principal a los padres y las madres que han colocado sobre sus mesas los medios
por los cuales los apetitos de sus hijos son acostumbrados por estimulantes
excitantes. Ellos mismos han sembrado en sus hijos las semillas de
intemperancia, 162 y es culpa suya si sus hijos llegan a ser bebedores (Health
Reformer, mayo de 1877).
Muchas veces el alimento es de tal índole
que excita un deseo por las bebidas alcohólicas. Se presentan delante de los
niños platos elaborados: alimentos condimentados, salsas sabrosas, tortas y
pasteles. Estas comidas demasiado condimentadas irritan el estómago y crean un
deseo de estimulantes cada vez más fuertes. No sólo se tienta al apetito con
alimento inadecuado del cual se permite a los niños que lo consuman en
abundancia, sino que se los deja que coman entre horas, y para cuando alcanzan
los doce o catorce años de edad son dispépticos confirmados.
Posiblemente habréis visto el grabado que
representa el estómago de un aficionado a las bebidas fuertes. Una condición
similar se produce bajo la influencia de las especias fuertes. Con el estómago
en una condición tal, hay un deseo vehemente de aplacar el apetito, de algo más
y más fuerte. El próximo paso será encontrar a los hijos en la calle aprendiendo
a fumar (Consejos sobre el Régimen Alimenticio, pág. 277).
El camino a la intemperancia.
El camino a la intemperancia. En su
ignorancia o descuido, los padres dan a sus hijos las primeras lecciones en la
intemperancia. En la mesa, cargada con condimentos dañinos, alimento muy
sazonado y chucherías condimentadas con especias, el niño adquiere un gusto por
lo que es perjudicial para él, lo cual tiende a irritar las tiernas capas del
estómago, enciende la sangre, y fortalece las pasiones animales. El apetito
pronto anhela alguna cosa más fuerte, y se usa tabaco para complacer ese deseo
vehemente. Esta indulgencia solamente aumenta el ansia antinatural por
estimulantes, se recurre pronto a las bebidas alcohólicas, y la embriaguez
viene después. Este es el recorrido de la gran avenida a la intemperancia
(Review and Herald, 6-9-1877).
Facultades morales paralizadas.
Mediante el canal del apetito, se
encienden las pasiones y las facultades morales se paralizan, de suerte que la
instrucción paternal en los principios de moralidad y verdadera bondad recae en
el oído sin afectar el corazón. Las más terribles amonestaciones y amenazas de
la Palabra de Dios no son suficientemente poderosas para mover el intelecto
entorpecido y despertar la conciencia violada. 163
La complacencia del apetito y la pasión
afiebra y debilita la mente, e inhabilita para la educación. Nuestra juventud
necesita una educación fisiológica tanto como otros conocimientos científicos o
literarios. Es importante que ellos comprendan la relación que su comer y
beber, y sus hábitos generales, tienen con la salud y la vida. A medida que
comprendan su propia constitución, sabrán cómo protegerse contra la debilidad y
la enfermedad. Con una constitución sólida hay esperanza de lograr casi cualquier
cosa. La benevolencia, el amor y la piedad pueden cultivarse. Una falta de
vigor físico se manifestará en las facultades morales debilitadas. El apóstol
dice: "No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo
obedezcáis en sus concupiscencias" (Health Reformer, diciembre de 1872).
Esto le atañe a uno.
Deberíais estudiar la temperancia en
todas las cosas. Deberíais estudiarla en lo que coméis y en lo que bebéis. Y
sin embargo decís: "A nadie le importa lo que como, o lo que bebo, o lo
que pongo sobre mi mesa". Esto le atañe a uno, a menos que toméis a
vuestros hijos y los encerréis, o entren en el desierto donde vosotros no
seréis una carga sobre otros, y donde vuestros indóciles y viciosos hijos no
corromperán la sociedad en la cual ellos se mezclen (Testimonies, tomo 2, pág.
362).
Enseñad a vuestros hijos independencia
moral.
Los padres debieran enseñar a sus hijos a
tener independencia moral, no a seguir el impulso y la inclinación, sino a
ejercer sus facultades de razonamiento y actuar por principio. Que las madres
pregunten, no por la última moda, sino por el camino del deber y la utilidad, y
dirijan en esto los pasos de sus hijos. Los hábitos sencillos, la moral pura y
una noble independencia en la debida dirección, serán de más valor a la
juventud que los dones del genio, las dotes del saber, o el lustre externo que
el mundo pueda darles. Enseñad a vuestros hijos a caminar en las sendas de
justicia, y ellos a su vez conducirán a otros en el mismo camino. Así podréis
ver al final que vuestra vida no ha sido en vano, pues habéis sido instrumentos
en traer precioso fruto al granero de Dios (Review and Herald, 6-11-1883).
Estudien los padres las leyes de la vida.
Los padres debieran poner en primer
término la comprensión de las leyes de la vida y la salud para que en la
preparación del alimento o mediante cualesquiera otros hábitos, no hagan nada
que 164 desarrolle malas tendencias en sus hijos. Cuán cuidadosamente debieran
las madres estudiar cómo preparar sus mesas con el alimento más sencillo y
saludable para que los ¿órganos digestivos no sean debilitados, alteradas las
energías nerviosas y la instrucción que debieran dar a sus hijos contrarrestada
por el alimento colocado delante de ellos. Este alimento o debilita o fortalece
el estómago y tiene mucho que ver en el control de la salud física y moral de
los hijos, que son propiedad de Dios adquirida con sangre. ¡Qué sagrado
cometido es confiado a los padres al encomendárseles custodiar las
constituciones físicas y morales de sus hijos a fin de que el sistema nervioso
pueda estar bien equilibrado, y el alma no sea puesta en peligro! (Testimonies,
tomo 3, pág. 568).
Los hijos también deben entender
fisiología.
Los padres deben procurar despertar en
sus hijos interés en el estudio de la fisiología. Desde el mismo amanecer de la
razón, la mente humana debería tener entendimiento acerca de la estructura
física. Podemos contemplar y admirar la obra de Dios en el mundo natural, pero
la habitación humana es la más admirable. Es, por lo tanto, de la mayor
importancia que la fisiología ocupe un lugar importante entre los estudios
elegidos para los niños. Todos ellos deben estudiarla. Y luego, los padres
deben cuidar de que a esto se añada la higiene práctica.
Debe hacerse comprender a los niños que
todo órgano del cuerpo y toda facultad de la mente son dones de un Dios bueno y
sabio, y que cada uno de ellos debe ser usado para su gloria. Debe insistiese
en los debidos hábitos respecto al comer, al beber y al vestir. Los malos
hábitos hacen a los jóvenes menos susceptibles a la instrucción bíblica. Los
niños deben ser protegidos contra la complacencia del apetito, y especialmente
contra el uso de estimulantes y narcóticos (Consejos para los Maestros, págs.
96, 97).
Preparados para hacer frente a la tentación.
Los hijos debieran ser enseñados y
educados de modo que puedan calcular encontrarse con dificultades, y contar con
tentaciones y peligros. Debieran ser enseñados a tener control sobre sí mismos
y a superar noblemente las dificultades; y si ellos no se lanzan al peligro
voluntariamente, e innecesariamente se colocan a sí mismos en el camino de la
tentación; si evitan las malas influencias y la compañía viciosa, 165 y
entonces son inevitablemente obligados a estar en peligrosa compañía, tendrán
fuerza de carácter para mantenerse de parte de lo recto y preservar el
principio, y saldrán en el poder de Dios con su moral incontaminado. Las
facultades morales de los jóvenes que han sido educados correctamente, si ellos
hacen de Dios su confianza, serán iguales como para resistir la prueba más
poderosa (Health Reformer, diciembre de 1872).
Si los principios correctos en cuanto a
la temperancia fueran implantados en la juventud que forma y moldea la
sociedad, habría poca necesidad de cruzadas de temperancia. Prevalecerían la
firmeza de carácter, el control moral, y en el poder de Jesús serían resistidas
las tentaciones de estos últimos días (Christian Temperance and Bible Hygiene,
pág. 79).
6. La juventud y el futuro
Un índice para el futuro.
Los jóvenes de hoy son un índice seguro
para el futuro de la sociedad; y tal como los vemos, ¿qué podemos esperar para
ese futuro? La mayoría son aficionados a la diversión y renuentes para
trabajar. Carecen de valor moral para negar el yo y responder a las demandas
del deber. Tienen solamente poco autocontrol, y llegan a estar excitados y
enojados por el motivo más insignificante. Muchísimos en cada edad y etapa de
la vida están sin principio o conciencia; y con sus hábitos ociosos y
manirrotos están precipitándose en el vicio y corrompiendo la sociedad, hasta
que nuestro mundo se convierta en una segunda Sodoma (Christian Temperance and
Bible Hygiene, pág. 45).
El tiempo para establecer buenos hábitos.
Si en la juventud se forman hábitos
correctos y virtuosos, éstos generalmente caracterizarán la conducta del
poseedor a través de la vida. En la mayoría de los casos, se encontrará que
aquellos que en su vida posterior reverencian a Dios y honran lo recto,
aprendieron esa lección antes que el mundo tuviera tiempo de estampar su imagen
de pecado sobre el alma. Generalmente, los de edad madura son tan insensibles a
las nuevas impresiones como lo es la roca endurecida; pero la juventud es
impresionable. La juventud es el tiempo de adquirir conocimiento para
practicarlo diariamente durante la vida; es entonces cuando puede formarse
fácilmente un 166 carácter recto. Es el tiempo para establecer buenos hábitos,
obtener y mantener el poder de autocontrol. La juventud es el tiempo de la
siembra, y la semilla sembrada determina la cosecha tanto para esta vida como
para la vida venidera (Counsels on Health, pág. 113).
Ser temperante es ser viril.
El único camino en el que cualquiera
puede estar protegido contra el poder de la intemperancia, es absteniéndose
totalmente de vino, cerveza y bebidas fuertes. Debemos enseñar a nuestros hijos
que a fin de ser viriles no deben tocar estas cosas. Dios nos ha mostrado qué
constituye la verdadera virilidad. El que venciere será honrado, y su nombre no
será borrado del libro de vida (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág.
37).
En nuestras grandes ciudades hay cantinas
a la mano derecha y a la izquierda que tientan a los transeúntes a complacer un
apetito el cual, una vez establecido, es sumamente difícil de vencer. Los
jóvenes debieran ser enseñados a nunca tocar tabaco o bebida embriagante. El
alcohol roba a los hombres su facultad de raciocinio (Review and Herald,
15-6-1905).
Nadab y Abiú habían formado el hábito de
beber.
Cualquier cosa que menoscabe la fuerza
física, debilita la inteligencia y la hace menos clara para discernir entre el
bien y el mal y entre lo justo y lo injusto. Este principio está ilustrado en
el caso de Nadab y Abiú. Dios les encomendó la ejecución de la obra más
sagrada, permitiéndoles que se acercasen a él en el cumplimiento del servicio
que les había señalado; pero ellos tenían la costumbre de tomar vino y
emprendieron el servicio sagrado del santuario con la mente confusa. . . .
"y salió fuego de delante de Jehová que los quemó, y murieron delante de
Jehová" (La Educación Cristiana, pág. 295).
Una advertencia a los padres y los
jóvenes.
Padres e hijos debieran ser amonestados
por la historia de Nadab y Abiú. La complacencia del apetito pervirtió la facultad
de raciocinio, y condujo al quebrantamiento de un mandamiento expreso, lo cual
trajo el juicio de Dios sobre ellos. Aun cuando los hijos pueden no haber
tenido la debida instrucción, y sus caracteres no hayan sido moldeados
apropiadamente, Dios se propone relacionarlos consigo mismo como lo hizo con
Nadab y Abiú, si hacen caso de sus mandamientos. 167 Si con fe y valor someten
su voluntad en sumisión a la voluntad de Dios, él les enseñará y sus vidas
serán como el lirio blanco puro, pleno de fragancia en las aguas estancadas. En
el poder de Jesús deben resolverse a controlar la inclinación y la pasión, y
ganar victorias sobre las tentaciones de Satanás cada día. Este es el camino
que Dios ha señalado para que los hombres sirvan a los elevados propósitos
divinos (Signs of the Times, 8-7-1880).
El único digno de honra:
El joven que está determinado a mantener
su apetito bajo el control de Dios, y que rechaza la primera tentación a beber
licor embriagante diciendo con cortesía pero firmemente: "No, gracias",
es el único digno de honra. Que los jóvenes asuman su posición como abstemios
totales, aun cuando los hombres que ocupan un elevado sitial en el mundo no
tengan el valor moral para tomar osadamente su firme posición contra un hábito
que es ruinoso para la salud y la vida (Carta 166, 1903).
La influencia de un joven consagrado.
Un joven que ha sido instruido por la
recta enseñanza hogareña llevará sólidas maderas en el edificio de su carácter,
y por su ejemplo y vida, si sus facultades son empleadas debidamente, llegará a
ser un poder en nuestro mundo para conducir a otros hacia arriba y hacia
adelante en el camino de la justicia. La salvación de un alma es la salvación
de muchas almas (Review and Herald, 10-7-1888).
Tejiendo una tela de hábitos.
Recordad que estáis diariamente tejiendo
para vosotros mismos una tela de hábitos. Si estos hábitos están de acuerdo con
la regla bíblica, estáis dando cada día pasos hacia el cielo, creciendo en
gracia y el conocimiento de la verdad; y Dios os dará sabiduría como se la dio
a Daniel. No elijáis los caminos de complacencia egoísta. Practicad hábitos de
estricta temperancia y sed cuidadosos en guardar santamente las leyes que Dios
ha establecido para gobernar vuestro ser físico. Dios tiene derechos sobre
vuestras facultades Por eso es pecado la negligente desatención a las leyes de
la salud. Cuanto mejor observéis las leyes de la salud, más claramente podréis
discernir las tentaciones y resistirlas, y más claramente podréis discernir el
valor de las cosas eternas (Youth's Instructor, 25-8-1886).
El ejemplo de Daniel.
Ningún joven o señorita podría ser más
penosamente tentado que Daniel y sus compañeros. 168 A estos cuatro jóvenes
hebreos se les asignó su ración de vino y carne de la mesa del rey. Pero ellos
eligieron ser temperantes. Vieron que había peligro por doquiera, y que si
ellos habían de resistir la tentación, debían hacer esfuerzos más decididos de
su parte, y confiar los resultados a Dios. El joven que desee resistir como
Daniel resistió debe ejercer sus facultades espirituales al máximo, cooperando
con Dios y confiando totalmente en el poder que Dios ha prometido a todo el que
viene a él en humilde obediencia.
Hay una constante guerra que debe reñirse
entre la virtud y el vicio. Los elementos discordantes de uno, y los puros
principios de la otra, están luchando por la supremacía. Satanás está
aproximándose a cada alma con alguna forma de tentación tocante a la
complacencia del apetito. La intemperancia es terriblemente prevaleciente.
Miremos donde miremos, contemplamos este mal fomentado livianamente.
Rehusar es honroso.
Los seguidores de Jesús nunca serán
avergonzados por practicar temperancia en todas las cosas. Entonces, ¿por qué
algún joven debería sonrojarse con vergüenza al rehusar la copa de vino o la espumosa
jarra de cerveza? Una negativa a complacer el apetito pervertido es un acto
honroso. Pecar es indigno de un hombre; dar rienda suelta a hábitos dañinos en
el comer y beber es ser débil, cobarde y degradado; pero renunciar al apetito
pervertido es ser fuerte, valiente, noble. En la corte de Babilonia, Daniel
estaba rodeado por tentaciones a pecar, pero con la ayuda de Cristo mantuvo su
integridad. Quien no puede resistir la tentación, cuando toda facilidad para
vencer ha sido puesta dentro de su alcance, no es registrado en los libros del
cielo como un hombre.
"¡Atreveos a ser como Daniel,
atreveos a ser los únicos!" Tened valor para hacer lo recto. Una reserva
silenciosa y cobarde ante malos compañeros, mientras dais oído a sus ardides,
os hace uno con ellos. "Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el
Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por
Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas".
Se necesita valor moral.
En todos los tiempos y en todas las
circunstancias se requiere valor moral para adherirse a los principios de
estricta temperancia. Podemos esperar que por seguir una conducta tal
sorprenderemos a 169 quienes no se abstienen totalmente de todos los
estimulantes, ¿pero cómo llevaremos adelante la obra de reforma si nos
conformamos a los hábitos y las prácticas dañinos de aquellos con quienes nos
asociamos? . . . .
En el nombre y por el poder de Jesús cada
joven puede vencer al enemigo hoy en la cuestión del apetito pervertido. Mis
queridos jóvenes amigos, avanzad paso a paso, hasta que todos vuestros hábitos
estén en armonía con las leyes de la vida y la salud. Aquel que venció en el
desierto de la tentación declara: "Al que venciere, le daré que se siente
conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su
trono" (The Youth's Instructor, 16-7-1903).
No somos eximidos de la tentación.
Daniel amó, temió y obedeció a Dios. No
obstante, él no huyó del mundo para evitar su influencia corruptora. En la
providencia de Dios Daniel estaba en el mundo pero no era del mundo. Rodeado
con todas las tentaciones y fascinaciones de la vida de la corte, se sostuvo en
la integridad de su alma, firme como una roca en su adhesión a los principios.
Hizo de Dios su poder y Dios no lo olvidó en su tiempo de mayor necesidad
(Testimonies, tomo 4, págs. 569, 570).
El resultado de la fiel instrucción
hogareña.
Los padres de Daniel le habían enseñado
en su niñez hábitos de estricta temperancia. Le enseñaron que debía ajustarse a
las leyes de la naturaleza en todos sus hábitos; que su comida y bebida tenían
una influencia directa sobre su naturaleza física, mental y moral, y que era
responsable ante Dios por sus aptitudes; pues todas las había recibido como un
don de Dios, y no debía empequeñecerlas o mutilarlas por algún curso de acción.
Como resultado de esta enseñanza, la ley de Dios era enaltecido en la mente de
Daniel, y reverenciada en su corazón. Durante los primeros años de su
cautiverio, Daniel pasó a través de una ordalía que tenía como fin
familiarizarlo con la magnificencia cortesana, con la hipocresía, y con el
paganismo: ¡Una extraña escuela, realmente, para prepararlo para una vida de
sobriedad, laboriosidad y fidelidad! Y sin embargo vivió incontaminado por la
atmósfera de mal con la cual estaba rodeado.
El caso de Daniel y sus jóvenes
compañeros ilustra los beneficios que pueden resultar de una dieta sobria, y
muestra lo que Dios hará por aquellos que cooperen con él en la purificación y
elevación del alma. Ellos fueron una 170 honra para Dios, y una luz clara y
brillante en la corte de Babilonia.
El llamamiento que Dios nos hace.
En esta historia oímos la voz de Dios que
se dirige a nosotros individualmente, invitándonos a que juntemos todos los
preciosos rayos de luz sobre este tema de la temperancia cristiana, y a que nos
coloquemos en la debida relación con las leyes de la salud.
Queremos tener una parte en la herencia
eterna. Queremos tener un lugar en la ciudad de Dios, libre de toda impureza.
Todo el cielo está observando para ver cómo estamos peleando la batalla contra
la tentación. Todos los que profesan el nombre de Cristo anden de tal modo ante
el mundo que puedan enseñar por ejemplo así como por precepto los principios de
la vida verdadera. "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de
Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a
Dios, que es vuestro culto racional" (Christian Temperance and Bible
Hygiene, págs. 23, 24).
Los estudiantes deben tener cuidado.
La naturaleza del alimento y la manera en
que se come, ejercen una poderosa influencia sobre la salud. Muchos estudiantes
no han hecho nunca un esfuerzo resuelto por dominar el apetito, o por observar
las debidas reglas de la alimentación. Algunos comen demasiado en las comidas,
y otros entre horas, cuandoquiera se presenta la tentación.
La necesidad de tener cuidado en los
hábitos de la alimentación, debe ser inculcada en la mente de los alumnos. Se
me ha instruido que a los que asisten a nuestras escuelas no se les debe servir
alimentos a base de carne y preparaciones de alimentos que se conocen como
malsanos. No debe colocarse sobre la mesa cosa alguna que contribuya a alentar
un deseo de estimulantes. Apelo a todos para que se nieguen a comer las cosas
que perjudican la salud. Así pueden servir al Señor con sacrificio (Consejos
para los Maestros, pág. 228).
Haced valer vuestra varonil libertad.
Jóvenes, que pensáis que no podéis comer
los alimentos sencillos y nutritivos suministrados en el Health Institute
[Instituto de Salud] y que debéis ir al restaurante y conseguir algo para
complacer vuestro apetito, es tiempo que os levantéis y afirméis vuestra
varonil libertad (Manuscrito 3, 1888). 171
No os metáis en tentación.
¿Dejaréis que el empleo temporal y
terrenal os conduzca a la tentación? ¿Dudaréis de vuestro Señor que os ama?
¿Descuidaréis la obra que os ha sido dada, de trabajar para Dios? Estáis
asociados con una clase de personas que son mundanas, sensuales, y diabólicas.
Habéis respirado malaria moral, y estáis en serio peligro de fracasar donde
podríais vencer si os colocarais en la debida relación con Jesús, haciendo de
su vida y carácter vuestro criterio. Ahora bien, a fin de huir de la corrupción
que hay en el mundo a causa de la concupiscencia, debéis ser participantes de
la naturaleza divina. Es vuestro deber mantener vuestra alma en la atmósfera
del cielo.
No debierais colocaros a vosotros mismos
donde seréis corrompidos por un compañerismo disoluto. Como uno que ama vuestra
alma yo os suplico que evitéis, tanto como sea posible, la compañía de los
libertinos, los licenciosos y los impíos. Orad: "No nos metas en
tentación", es decir, "oh Señor, no permitas que seamos vencidos
cuando nos asalte la tentación". Velad y orad para que no os metáis en
tentación. Hay una diferencia entre ser tentado y meterse en tentación (Carta
8, 1893).
Jesús fue sociable y sobrio.
Jesús reprendió la intemperancia, la
complacencia propia y la necedad. Sin embargo, era sociable en su naturaleza.
Aceptaba invitaciones a comer con el erudito y noble, así como con el pobre y
afligido. En esas ocasiones, su conversación era elevadora e instructiva, y
mantenía a sus oyentes extasiados. No daba permiso a escenas de disipación y
jarana, pero la felicidad inocente le era placentera. Una boda judía era una
ocasión solemne e imponente, el placer y gozo de la cual no desagradaban al
Hijo del hombre (Redemption; or the Miracles of Jesus, págs. 13, 14).
Dirigid, pero no reprimáis.
La Palabra de Dios no condena o reprime
la actividad del hombre, pero intenta darle una dirección correcta. Mientras el
mundo está llenando mente y alma con excitación, el Señor pone la Biblia en sus
manos, para que la estudie, aprecie y escuche como una guía para sus pies. La
Palabra es su luz (Carta 8, 1893). 172
SECCIÓN X MEDIDAS PREVENTIVAS
l. Educación en la temperancia
Lo que podemos hacer.
¿Qué puede hacerse para rechazar la
ascendente marea del mal? Promúlguense e impónganse rígidamente leyes que
prohiban la venta y el consumo de alcohol como bebida. Háganse todos los
esfuerzos posibles para estimular el regreso del ebrio a la temperancia y la
virtud. Pero se necesita aún más para desterrar de nuestro país la maldición de
la embriaguez. Suprímase el apetito por las bebidas embriagantes, y su consumo
y venta acabarán (Obreros Evangélicos, pág. 402).
Rica cosecha de esfuerzos educativos.
Hombres de diferentes vocaciones y
posiciones en la vida han sido vencidos por las contaminaciones del mundo, por
el consumo de bebidas alcohólicas, por la complacencia de las concupiscencias
de la carne, y han caído bajo la tentación. Mientras que estos seres caídos
excitan nuestra compasión y reciben nuestra ayuda, ¿no debiera dedicarse algo
de atención también a los que no han descendido a esas profundidades, pero que
están asentando los pies en la misma senda? (Joyas de los Testimonios, tomo 2,
pág. 494).
Si la mitad de los esfuerzos que se
ejercen para detener este mal gigante fuesen dirigidos hacia la instrucción de
los padres en cuanto a su responsabilidad en formar los hábitos y caracteres de
sus hijos, resultaría un beneficio mil veces mayor que del actual curso de
combatir solamente el mal ya crecido. El apetito antinatural por licores
espirituosos se origina en el hogar, en muchos casos en las mismas mesas de
aquellos que son más entusiastas en principiar las campañas de temperancia.
Nosotros damos a todos los obreros en la buena causa, este saludo: ¡Buena
suerte!; pero los invitamos a examinar más profundamente las causas del mal
contra el que luchan, y trabajar más cabalmente y consecuentemente en la obra
de reforma (Signs of the Times, 17-11-1890). 173
Qué enseñar.
Debe recordarse de continuo a la gente
que el equilibrio de sus facultades mentales y morales depende en gran parte de
las buenas condiciones de su organismo físico. Todos los narcóticos y
estimulantes artificiales que debilitan y degradan la naturaleza física tienden
también a deprimir la inteligencia y la moralidad. . . .
Los que trabajan a favor de la
temperancia tienen que educar al pueblo en este sentido. Enséñenle que la
salud, el carácter y aun la vida, corren peligro por el uso de estimulantes que
excitan las energías exhaustas para que actúen en forma antinatural y
espasmódico (El Ministerio de Curación, pág. 258).
Seamos valientes y venzamos.
La vida física debe ser cuidadosamente
educada, cultivada y desarrollada para que mediante hombres y mujeres la
naturaleza divina pueda revelarse en su plenitud. Dios espera que los hombres
usen el intelecto que él les ha dado. Espera que usen para él toda facultad de
raciocinio. Los hombres han de dar a la conciencia el lugar de supremacía que
le ha sido asignado. Las facultades mentales y físicas, con los afectos, han de
cultivarse de modo que puedan alcanzar la eficiencia más elevada. . . .
¿Se complace Dios viendo que algunos de
los órganos y las facultades que él ha dado a los hombres se descuidan,
maltratan, o privan de la salud y eficiencia que les es posible adquirir por
medio del ejercicio? Entonces cultivemos el don de la fe. Seamos valientes y
venzamos toda práctica que eche a perder el templo del alma. Dependemos
totalmente de Dios, y nuestra fe se fortalece por creer todavía, aunque no
podamos ver el propósito de Dios en su trato con nosotros, o las consecuencias
de ese trato. La fe señala hacia adelante y hacia arriba a las cosas venideras,
aferrándose del único poder que puede hacernos completos en Dios. "¿O
forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz: sí, haga paz conmigo",
dice el Señor (Manuscrito 130, 1899).
Ningún tema es de mayor interés.
Dios ha enviado su mensaje de
amonestación para despertar a los hombres y las mujeres a su riesgo y peligro.
Pero miles, sí, millones, están despreciando la palabra que les señala su
peligro. Comen alimento que es pernicioso para la salud. Rehúsan ver que por
comer alimento inadecuado y beber licor embriagante, 174 están atándose a sí
mismos en esclavitud. Violan las leyes de la vida y la salud hasta que el
apetito los sujeta en sus cadenas. . . .
Ningún tema entre los que son presentados
a los habitantes de nuestras ciudades atraería un interés tan grande como el
que concierne a la salud física. La verdadera temperancia demanda total
abstinencia de bebidas fuertes. Exige también reforma en los hábitos
dietéticos, en el vestir y en el sueño. A los que complacen el apetito nos les
agrada oír que depende de ellos decidir si serán inválidos. Necesitan despertar
y razonar de causa a efecto. Necesitan comprender que son productores de
enfermedad debido a su ignorancia sobre el tema del comer, el beber y el vestir
apropiados (Manuscrito 155, 1899).
El secreto de una obra permanente.
Hemos visto que las victorias ganadas por
la "Cruzada de Temperancia" con frecuencia no son permanentes. En
aquellos lugares donde la excitación llega al máximo, y aparentemente se
alcanzaron los mayores resultados en cerrar cantinas y en reducir el número de
ebrios, después de unos pocos meses, la intemperancia prevaleció en mayor grado
que antes que fuera hecho el esfuerzo por suprimirla.
La razón de esto es evidente. El trabajo
no es profundo y cabal. El hacha no es puesta a la raíz del árbol. Las raíces
de la intemperancia yacen a mayor profundidad que el mero beber bebidas
alcohólicas. A fin de hacer del movimiento de temperancia un éxito, la obra de
reforma debe comenzar en nuestras mesas (Signs of the Times, 6-1-1876).
Preséntese con fuerza y claridad.
Muéstresele a la gente qué bendición
resultará para ella la práctica de los principios de la salud. Vean las
personas lo que Dios se ha propuesto que lleguen a ser los hombres y las
mujeres. Señalad el gran sacrificio hecho para la elevación y el ennoblecimiento
de la raza humana. Con la Biblia en la mano, presentad los requerimientos de
Dios. Decid a los oyentes que él espera que usen las facultades de la mente y
del cuerpo de manera tal que lo honren. Mostradles cómo el enemigo está
tratando de arrastrar a los seres humanos hacia abajo, induciéndoles a
complacer el apetito pervertido. 175
Decidles con claridad, sencilla y
fervorosamente, cómo millares de hombres y mujeres están usando el dinero de
Dios para corromperse a sí mismos y para hacer de este mundo un infierno. Se
gastan millones por lo que enloquece a los hombres. Presentad este asunto con
tanta claridad que su fuerza no pueda sino advertirse. Hablad luego a vuestros
oyentes acerca del Salvador, que vino a este mundo para salvar a los hombres y
mujeres de todas las prácticas pecaminosas. "Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna".
Pedid a los que asisten a las reuniones
que os ayuden en la tarea que estáis tratando de hacer. Mostradles cómo los
malos hábitos resultan en cuerpos y mentes enfermos, y en miseria
indescriptible. El uso de bebidas alcohólicas e intoxicantes está privando a
millares de personas de su razón. Y sin embargo, la venta de estas bebidas es
legalizada. Decidles que tienen un cielo que ganar y un infierno del cual huir.
Pedidles que firmen la promesa. La comisión del gran YO SOY ha de ser vuestra
autoridad. Tened las promesas preparadas y presentadlas al fin de la reunión
(Evangelismo, págs. 349, 350).
2. La firma de la promesa
Cada adventista debe firmar.
Por la luz que Dios me ha dado, cada
miembro entre nosotros debiera firmar la promesa y estar relacionado con la
asociación de temperancia (Review and Herald, 21-10-1884).
Firmad y animad a otros a firmar.
He aquí una obra abierta ante los
jóvenes, los de edad madura y los ancianos. Cuando la promesa de temperancia os
es presentada, firmadla. Más que eso, resolved poner todas vuestras energías
contra el mal de la intemperancia, y animad a otros que están tratando de hacer
una obra de reforma en el mundo (Review and Herald, 14-1-1909).
Firme todo joven cada promesa presentada.
La intemperancia y la profanidad y la
disipación son hermanas. Que cada joven temeroso de Dios ciña la armadura y
avance al frente. Coloquen los jóvenes su nombre en cada promesa de temperancia
presentada. Presten así su influencia en favor de firmar la promesa, e induzcan
a otros a 176 firmarla. Que ninguna débil excusa los disuada de dar ese paso.
Trabajen por el bien de sus propias almas y por el bien de otros (The Youth's
Instructor, 16-7-1903).
Firme el bebedor.
Traten los obreros de la temperancia de
inducir al bebedor a firmar una promesa que de aquí en adelante él no usará
licor embriagante. Esto es bueno (Manuscrito 102, 1904).
Firmen los hijos del bebedor. Un
llamamiento.
Que ni una gota de vino o licor pase por
sus labios, pues en su uso hay locura y dolor. Prometed nosotros mismos que os
abstendréis totalmente, pues ello es vuestra única seguridad. . . . No
permitáis que por vuestras palabras y vuestro ejemplo un hijo llegue a ser
agente de Satanás para tentar a uno de los miembros de la familia a tomar la
iniciativa para complacer y despertar el demonio del apetito que echó a perder
la vida del padre y lo envió prematuramente a la tumba (Manuscrito 25, 1893).
Firmen los que ocupan cargos elevados.
Debemos presentar la promesa de
abstinencia total a los que ocupan cargos elevados, pidiéndoles que den el
dinero que de otra manera gastarían por la complacencia dañina del licor y el
tabaco para establecer instituciones donde niños y jóvenes puedan ser
preparados para ocupar posiciones de utilidad en el mundo (Testimonies, tomo 7,
pág. 58).
Firmad en nuestros congresos.
En nuestros congresos debemos llamar la
atención a esta obra y hacer de ella un asunto de viva importancia. Debemos
presentar a la gente los principios de la verdadera temperancia y solicitarle
que firme la promesa de abstinencia (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág.
398).
No ofrezcáis excusa.
Que ninguna excusa sea ofrecida cuando se
os pide que coloquéis vuestro nombre en la promesa de temperancia, pero firmad
cada promesa presentada, e inducid a otros a firmar con vosotros. Trabajad por
el bien de vuestras almas, y el bien de otros. Nunca dejéis pasar una
oportunidad de poner vuestra influencia del lado de la estricta temperancia
(Counsels on Health, pág. 441).
No firmar hace bajar la guardia.
Después del discurso del domingo de
tarde, la promesa fue puesta en circulación, y se juntaron ciento treinta y
siete nombres. Nosotros fuimos apenados al saber que algunos pocos nombres no
177 fueron dados por algo que consideramos que no era una razón justa para un
verdadero hijo de Dios. Su excusa era que su trabajo los ponía en lugares donde
el vino les sería ofrecido (como es costumbre en este país), y no rehusarían
tomarlo por temor de ofender a aquellos por quienes estaban trabajando. Pensé
que aquí había una muy buena oportunidad para que ellos levantaran la cruz, y
dejaran brillar su luz como peculiar pueblo de Dios a quien él estaba
purificando. . . .
En todos los tiempos y en todas las
circunstancias se requiere valor moral para resistir la tentación en la
cuestión del apetito. Podemos esperar que una práctica tal será una sorpresa
para aquellos que no practican hábitos de total abstinencia de todos los
estimulantes; ¿pero cómo llevaremos adelante la obra de reforma si nos
conformamos a los hábitos y las prácticas de aquellos con quienes nos
asociamos? Aquí está la verdadera oportunidad para manifestar que somos un
pueblo peculiar, celoso de buenas obras.
Los bebedores de cerveza presentarán sus
vasos de cerveza, y aquellos que profesan ser hijos de Dios pueden aducir la
misma excusa para no firmar la promesa de temperancia, -debido a que serán
convidados con cerveza, y no será agradable negarse a beber. Estas excusas
pueden ser llevadas a cualquier extremo, pero no son de peso alguno; y fuimos
apenados porque alguien que pretendía creer la verdad se negase a firmar el
voto, se negase a poner barreras alrededor de su alma para fortalecerse contra
la tentación. Escogieron dejar la puerta abierta, de manera que pudiesen
prontamente trasponerla y aceptar la tentación sin esforzarse en resistirla. .
. .
Falta de valor para decir: "He
firmado el voto".
No todos los que pretenden creer la
verdad han asumido la debida posición en relación con la temperancia como es su
deber sagrado hacerlo. Ha habido quienes se han mantenido al margen de
respaldar decididamente la causa de la temperancia. ¿Por qué razón? Algunos
dicen que cuando se les convida con vino o cerveza no tienen el valor moral de
decir: Yo he firmado el voto de no probar vino fermentado o bebida alcohólica.
Los nombres de esas personas, ¿estarán registrados en los libros del cielo como
quienes defienden la complacencia del apetito? (Review and Herald, 19-4-1887).
178
Importancia de que hombres destacados
firmen el voto.
Soñé que había una gran compañía reunida
al aire libre, y un hombre joven de elevada estatura que a menudo he visto en
mis sueños cuando están en juego asuntos de importancia, estaba sentado cerca
del que presidía la reunión. Este joven se levantó y se dirigió a los hombres
que parecían estar al frente de la compañía, y dijo: "Aquí tengo un papel
escrito en el cual me gustaría que cada uno de ustedes pusiese su firma".
Lo presentó en primer lugar al Hno. A. Lo miró y leyó en voz alta: "Por el
presente se compromete Ud. a abstenerse de todo vino fermentado y de bebidas
alcohólicas de toda clase, y a usar su influencia para inducir a otros, según
Ud. pueda, a seguir su ejemplo".
Vi al Hno. A sacudir la cabeza diciendo
que no era necesario que él pusiese su nombre en el papel. Comprendía su deber
y respaldaba igualmente la causa de la temperancia, pero no se sentía obligado
a comprometerse personalmente porque había excepciones en todas esas cosas.
Extendió el mismo papel al Hno. B, quien
lo tomó, lo miró cuidadosamente y dijo: "Yo soy de la misma opinión que el
Hno. A. A veces siento la necesidad de algo que me estimule cuando estoy débil
y nervioso, y no deseo comprometerme a que bajo ninguna circunstancia usaré
vino o licores".
Había una mirada triste, penosa en su
rostro. Pasó el papel a otros. Hubo unos veinte o treinta que siguieron el
ejemplo de los Hnos. A. y B. Volvió a los primeros dos, les extendió el papel,
y dijo con firmeza y decisión, aunque en tono bajo: "Vosotros dos estáis
en el mayor peligro de ser vencidos en cuanto al apetito. La obra de reforma
debe comenzar en vuestra mesa y luego ser llevada a cabo concienzudamente en
todo lugar y bajo cualquier circunstancia. Vuestro destino eterno depende de la
decisión que hagáis ahora. Ambos tenéis puntos fuertes en vuestro carácter, y
sois débiles en otros. Ved lo que ha hecho vuestra influencia". Vi los
nombres de todos los que se habían negado a firmar el voto en el reverso del
papel. . . .
Nuevamente presentó el papel y dijo en
forma autoritaria: "Firmad este papel o renunciad a vuestros cargos. 179
No sólo firmad, sino por vuestro honor, llevad a cabo vuestras decisiones. Sed
fieles a vuestros principios. Como mensajero de Dios, vengo hasta vosotros y os
pido vuestros nombres. Ninguno de vosotros ha visto la necesidad de la reforma
pro salud, pero cuando las plagas de Dios os rodeen por todos lados, entonces
veréis los principios de la reforma pro salud y la estricta temperancia en todas
las cosas, que sólo la temperancia es el fundamento de todas las gracias que
proceden de Dios, el fundamento de todas las victorias a ganarse. Si os negáis
a firmar esto, nunca se os dará otra oportunidad. Vosotros dos necesitáis
humillar y ablandar vuestro espíritu, que la misericordia, la tierna compasión
y la respetuosa ternura tomen el lugar de la rudeza y la aspereza. La voluntad
firme y decidida para realizar vuestras ideas a cualquier costo". . . .
Vi cómo, con manos temblorosas, cada uno
daba su nombre y los treinta firmaron.
Entonces se dio uno de los discursos más
solemnes sobre la temperancia. El que presidía presentó el tema.
"Aquí", decía el orador, está el apetito creado debido al amor por la
bebida alcohólica. El apetito y la pasión son las señales predominantes de la
época. El apetito, la forma en que es complacido, influye sobre el estómago y
excita las propensiones animales. . . .
El estómago se enferma, entonces el
apetito se hace mórbido y continuamente está deseando algo que estimule, algo
que satisfaga por completo. Algunos adquieren el pernicioso hábito del té y del
café, y van todavía más lejos hasta el extremo de fumar, vicio que obnubila el
estómago y los lleva a desear con vehemencia algo más fuerte que el tabaco.
Entonces siguen aun más hasta hacer uso de bebidas alcohólicas (Manuscrito 2,
1874).
Primeros incidentes en la firma del voto.
La mañana del lunes 2 de junio de 1879,
mientras asistíamos a un congreso celebrado en Nevada, Missouri, -nos reunimos
en la carpa para asistir a la organización de una asociación de temperancia.
Había una buena representación de nuestra gente. Habló el pastor Butler, quien
confesó que no se había destacado en la reforma de la temperancia tanto como
debiera haberlo hecho. Afirmó que siempre había sido un hombre estrictamente
temperante por cuanto se había abstenido del alcohol, el té y el café, pero que
no 180 había firmado el voto que se estaba haciendo circular entre nuestro
pueblo. Pero ahora estaba convencido que al no hacerlo estaba poniendo obstáculos
a otros que deberían firmarlo. Puso entonces su nombre bajo el del coronel
Hunter; mi esposo puso el suyo debajo del apellido del Hno. Butler, yo escribí
el mío a su lado, y siguió el del Hno. Farnsworth. Así se dio un buen comienzo
a la obra.
Mi esposo siguió hablando mientras se
hacía circular el papel del voto. Algunos vacilaban pensando que la plataforma
era demasiado amplia al incluir el té y el café; pero finalmente dieron sus
nombres comprometiéndose a la abstinencia total.
El Hno. Hunter, quien fue invitado
entonces a hablar, respondió dando un testimonio muy impresionante acerca de
cómo la verdad lo había encontrado de lo que había hecho por él. Afirmó haber
tomado tanto licor como para hacer flotar un barco, y que ahora deseaba aceptar
toda la verdad, incluso la de la reforma. Había renunciado al licor y al
tabaco, y esa mañana había tomado su última taza de café. Creía que los
testimonios eran de Dios y deseaba ser guiado por la voluntad de Dios expresada
en ellos.
Como resultado de la reunión ciento
treinta y dos personas firmaron el voto de abstinencia total y se ganó una
decidida victoria en pro de la temperancia (Manuscrito 79, 1907).
Trabajo en todas partes.
Haced resaltar la reforma pro temperancia
y pedid a las personas que firmen el voto de temperancia. Por todas partes
llamad la atención a esta obra y haced de la misma un tópico capital
(Manuscrito 52, 1900).
3. Eliminad la tentación
La mancha oscura permanece.
A pesar de los miles de años de
experiencia y progreso, la misma mancha oscura que ensució las primeras páginas
de la historia permanece para desfigurar nuestra civilización moderna. La
embriaguez, con todas sus consecuencias, se halla dondequiera que vayamos. A
pesar de los nobles esfuerzos de los obreros de la temperancia, el mal ha
ganado terreno. Se han redactado leyes permisivas, pero la regulación legal no
ha detenido su avance, salvo en territorios comparativamente 181 limitados
(Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 29).
El producto de las leyes permisivas.
El producto de las leyes permisivas.
Mediante el pago de una suma miserable se concede a los hombres la licencia
para expender a sus semejantes el brebaje que les robará todo aquello que hace
deseable esta vida y toda esperanza de la vida venidera. Ni el legislador ni el
vendedor de bebidas ignoran el resultado de su obra. En el mostrador del hotel,
en la cervecería, en la taberna, el esclavo del apetito dilapida sus medios por
aquello que destruye la razón, la salud y la felicidad. El vendedor de bebidas
colma sus arcas con el dinero que debiera proporcionar alimento y vestido para
la familia del pobre borracho.
Esta es la peor clase de latrocinio. Sin
embargo hombres que ocupan cargos relevantes en la sociedad y en la iglesia
prestan su influencia en favor de las leyes permisivas. ¿Y por qué? ¿Porque
pueden cobrar alquileres más altos cediendo sus edificios a los traficantes de
bebidas? ¿Porque eso es deseable para conseguir el apoyo político de sus
intereses en el alcohol? ¿Porque esos profesos cristianos están ellos mismos
complaciéndose secretamente en el tentador veneno? Por cierto, un amor noble y
abnegado por la humanidad no autorizaría a los hombres a incitar a sus
semejantes a destruirse a sí mismos.
Las leyes que permiten la venta de
bebidas alcohólicas han llenado nuestros pueblos y ciudades, y hasta nuestras
aldeas y caseríos aislados de engaños y trampas para los pobres y débiles
esclavos del apetito. Los que tratan de reformarse están circundados
diariamente por la tentación. La terrible sed del borracho exige ser
satisfecha. Por todas partes hay fuentes de destrucción. ¡Ay, cuán a menudo su
fuerza moral es vencida! ¡cuán a menudo sus convicciones son silenciadas! El
bebe y cae. Siguen noches de libertinaje, días de estupor, imbecilidad y
miseria. Así, paso a paso, la obra prosigue, hasta que el hombre que una vez
fuera un buen ciudadano, un esposo y padre bondadoso, parece haberse convertido
en un demonio.
Imaginemos que esos funcionarios que al
comienzo [del año] concedieron licencia a los traficantes de bebidas, pudiesen
[al fin del año] contemplar un cuadro fiel de los resultados del expendio de
bebidas realizado en virtud de esa licencia. Está abierta ante ellos en sus
asombrosos 182 y terribles detalles, y ellos saben que todo responde a la
realidad. Allí están los padres, madres e hijos cayendo bajo la mano del
asesino; allí están las miserables víctimas del frío y del hambre y de sucias y
repugnantes enfermedades, criminales encerrados en oscuros calabozos, víctimas
de la locura torturados por visiones de enemigos y de monstruos. Allí están los
padres de cabellos grises lamentando a los que fueran hijos promisorios y
bellas hijas descendidos prematuramente a la tumba. . . .
Día tras día los clamores de agonía
arrancados de los labios de la mujer e hijos del borracho ascienden al cielo.
Todo esto es lo que el vendedor de bebidas puede añadir a sus ganancias. Y esta
obra infernal se realiza ¡bajo el amplio sello de la ley! Así se corrompe la
sociedad, los presidios y las cárceles están atestados de pobres y criminales y
la horca es provista de víctimas. El mal no termina con el borracho y su
infeliz familia. Las cargas de los impuestos aumentan, la moralidad de la
juventud corre peligro, así como la propiedad y hasta la vida de cada miembro
de la sociedad. Pero por más vívidamente que se presente el cuadro, nunca
alcanzará a describir la realidad. Ninguna pluma humana puede bosquejar
completamente los horrores de la intemperancia.
Si el único mal derivado de la venta de
bebidas alcohólicas fuese la crueldad y la negligencia manifestada por los
padres intemperantes hacia sus hijos, esto solo debería bastar para condenar y
destruir su expendio. No sólo el borracho hace miserable la vida de sus hijos,
sino que mediante su pecaminoso ejemplo los guía también a ellos por la senda
del crimen. ¿Cómo pueden hombres y mujeres cristianos tolerar este mal? Si las
naciones bárbaras robaran nuestros hijos y los maltrataran en la forma como los
padres intemperantes maltratan a sus descendientes, toda la cristiandad se levantaría
para poner fin a la afrenta. Pero en un país pretendidamente gobernado por
principios cristianos, el sufrimiento y el pecado impuestos sobre la inocente e
indefensa niñez por la venta y el uso de las bebidas embriagantes ¡son
considerados un mal necesario! (Review and Herald, 8-11- 1881).
Bajo la protección de la ley.
Muchos abogan porque se cobren patentes a
los traficantes en alcoholes pensando que así se pondrá coto al mal de la
bebida. Pero conceder 183 patente a dicho tráfico equivale a ponerlo bajo la
protección de las leyes. El gobierno sanciona entonces su existencia, y fomenta
el mal que pretende restringir. Al amparo de las leyes de patentes, las
cervecerías, las destilerías y los establecimientos productores de vinos se
extienden por todo el país, y el tabernero hace su obra nefanda a nuestras
mismas puertas.
En muchos casos se le prohibe vender
bebidas alcohólicas al que ya está ebrio o se conoce como borracho habitual;
pero la obra de convertir en borrachos a los jóvenes sigue adelante. La
existencia de este negocio depende de la sed de alcohol que se fomente en la
juventud. Al joven se le va pervirtiendo poco a poco hasta que el hábito de la
bebida queda arraigado, y se le despierta la sed, que, cueste lo que cueste, ha
de satisfacer. Menos daño se haría suministrando bebidas al borracho habitual,
cuya ruina, en la mayoría de los casos, es ya irremediable, que en permitir que
la flor de nuestra juventud se pierda por medio de tan terrible hábito.
Al conceder patente al tráfico de
alcoholes, se expone a constante tentación a los que intentan reformarse. Se
han fundado instituciones para ayudar a las víctimas de la intemperancia a
dominar sus apetitos. Tarea noble es ésta; pero mientras la venta de bebidas
siga sancionada por la ley, los beodos sacarán poco provecho de los asilos
fundados para ellos. No pueden permanecer siempre allí. Deben volver a ocupar
su lugar en la sociedad. La sed de bebidas alcohólicas, si bien refrenada, no
quedó anulada, y cuando la tentación los asalta, como puede hacerlo a cada
paso, aquéllos vuelven demasiado a menudo a caer en ella.
El dueño de un animal peligroso, que, a
sabiendas, lo deja suelto, responde ante la ley por el mal que cause el animal.
En las leyes dadas a Israel, el Señor dispuso que cuando una bestia peligrosa
causara la muerte de un ser humano, el dueño de aquélla debía expiar con su propia
vida su descuido o su perversidad. De acuerdo con este mismo principio, el
gobierno que concede patentes al vendedor de bebidas debiera responder de las
consecuencias del tráfico. Y si es un crimen digno de muerte dejar suelto un
animal peligroso, ¿cuánto mayor no será el crimen que consiste en sancionar la
obra del vendedor de bebidas? 184
Concédense patentes en atención a la
renta que producen para el tesoro público. Pero, ¿qué es esta renta comparada
con los enormes gastos que ocasionan los criminales, los locos, el pauperismo,
frutos todos del comercio del alcohol? Estando bajo la influencia de la bebida,
un hombre comete un crimen; se le procesa, y quienes legalizaron el tráfico de
las bebidas se ven obligados a encarar las consecuencias de su propia obra.
Autorizaron la venta de bebidas que privan al hombre de la razón, y ahora
tienen que mandar a este hombre a la cárcel o a la horca, dejando a menudo sin
recursos a una viuda y sus hijos, quienes quedarán a cargo de la comunidad en
que vivan.
Si se considera tan sólo el aspecto
financiero del asunto, ¡Cuán insensato es tolerar semejante negocio! Pero, ¿qué
rentas pueden compensar la pérdida de la razón, el envilecimiento y la
deformación de la imagen de Dios en el hombre, así como la ruina de los niños
que, reducidos al pauperismo y a la degradación, perpetuarán en sus propios
hijos las malas inclinaciones de sus padres beodos? (El Ministerio de Curación,
págs. 263-265).
Lo que puede lograr la prohibición.
El hombre que contrajo el hábito de la
bebida se encuentra en una situación desesperada. Su cerebro está enfermo y su
voluntad debilitada. En lo que toca a su propia fuerza, sus apetitos son
ingobernables. No se puede razonar con él ni persuadirle a que se niegue a sí
mismo. El que ha sido arrastrado a los antros del vicio, por mucho que haya
resuelto no beber más, se ve inducido a llevar de nuevo la copa a sus labios; y
apenas pruebe la bebida, sus más firmes resoluciones quedarán vencidas, y
aniquilado todo vestigio de voluntad. . . . Al legalizar el tráfico de las
bebidas alcohólicas, la ley sanciona la ruina del alma, y se niega a contener
el desarrollo de un comercio que llena al mundo de males.
¿Debe esto continuar así? ¿Seguirán las
almas luchando por la victoria, teniendo ante ellas y abiertas de par en par
las puertas de la tentación? ¿Continuará la plaga de la intemperancia siendo
baldón del mundo civilizado? ¿Seguirá arrasando, año tras año, como fuego
consumidor, millares de hogares felices? Cuando un buque zozobra a la vista de
la ribera, los espectadores no permanecen indiferentes. Hay quienes arriesgan
la vida para ir en auxilio de hombres y mujeres a punto de hundirse en el
abismo. 185 ¿Cuánto más esfuerzo no debe hacerse para salvarlos de la suerte
del borracho?
El borracho y su familia no son los
únicos que corren peligro por culpa del que expende bebidas, ni es tampoco el
recargo de impuestos el mayor mal que acarrea su tráfico. Estamos todos
entretejidos en la trama de la humanidad. El mal que sobreviene a cualquier
parte de la gran confraternidad humana entraña peligros para todos.
Más de uno, que seducido por amor al
lucro o a la comodidad no quiso preocuparse para que se restringiese el tráfico
de bebidas, advirtió después demasiado tarde que este tráfico le afectaba. Vio
a sus propios hijos embrutecidos y arruinados. La anarquía prevalece. La
propiedad peligra. La vida no está segura. Multiplícanse las desgracias en
tierra y mar. Las enfermedades que se engendran en las guaridas de la suciedad
y la miseria penetran en las casas ricas y lujosas. Los vicios fomentados por
los que viven en el desorden y el crimen infectan a los hijos de las clases de
refinada cultura.
No existe persona cuyos intereses no
peligren por causa del comercio de las bebidas alcohólicas. No hay nadie que
por su propia seguridad no debiera resolverse a aniquilar este tráfico (El
Ministerio de Curación, págs. 265, 266).
Nunca podrá haber una sociedad justa
mientras existan estos males, y no podrá efectuarse ninguna reforma verdadera
hasta que la ley cierre las tabernas, no sólo los domingos, sino todos los días
de la semana. El cierre de esos locales promovería el orden público y la
felicidad doméstica (Signs of the Times, 11-2-1886).
La honra de Dios, la estabilidad de la
nación, el bienestar de la sociedad, del hogar y del individuo, exigen cuanto
esfuerzo sea posible para despertar al pueblo y hacerle ver los males de la
intemperancia. Pronto percibiremos el resultado de este terrible azote mejor de
lo que lo notamos ahora. ¿Quién se esforzará resueltamente por detener la obra
de destrucción? Apenas si ha comenzado la lucha. Alístese un ejército que acabe
con la venta de los licores ponzoñosos, que enloquecen a los hombres. Póngase
de manifiesto el peligro del tráfico de bebidas, y créese una opinión pública
que exija su prohibición. Otórguese a los que han perdido la razón por la
bebida una oportunidad para escapar de la esclavitud. Exija la voz de la nación
a sus legisladores que suprima 186 tan infame tráfico (El Ministerio de
Curación, págs. 267, 268).
4. Diversión y sustitutos inofensivos
Influencia de la ociosidad, la falta de
propósito y las malas compañías.
Pero, a fin de llegar a la raíz de la
intemperancia debemos ir más allá del uso del alcohol o el tabaco. La
ociosidad, la falta de ideal, las malas compañías, pueden ser las causas que
predispongan a la intemperancia (La Educación, pág. 198).
Influencia de un hogar atrayente.
Haced vuestro hogar tan atractivo como
podáis. Corred las cortinas y dejad que penetre la luz del sol, que es el
médico del cielo. Anheláis paz y quietud en vuestros hogares. Anheláis que
vuestros hijos tengan caracteres hermosos. Haced que vuestro hogar sea tan
atractivo que ellos no deseen irse a la taberna (Manuscrito 27, 1893).
El poder retentivo de un hogar atrayente.
Cuántos padres se lamentan de que no
pueden mantener a sus hijos en el hogar, porque éstos no lo aman. Precozmente
en su vida ya desean la compañía de los extraños; y tan pronto como tienen la
edad para hacerlo, rompen con lo que a ellos les parece que es un cautiverio y
una restricción irrazonable, y no prestarán oídos ni a las oraciones de la
madre ni a los consejos del padre. El examen del caso por lo general revela que
el pecado está a la puerta de los padres. No hicieron del hogar lo que debería
haber sido un lugar atrayente, agradable, brillante con la luz de las palabras
bondadosas, de las miradas llenas de simpatía y del verdadero amor.
El secreto para salvar a vuestros hijos
radica en hacer que vuestro hogar sea hermoso y atrayente. La indulgencia de
los padres no ligará a los hijos a Dios ni al hogar; pero una influencia firme
y piadosa para disciplinar y educar en forma correcta la mente salvará a muchos
hijos de la ruina (Review and Herald, 9-12-1884).
Haced del hogar un sitio donde existan el
gozo, la cortesía y el amor. . . . Si la vida hogareña es lo que debe ser, los
hábitos que allí se formen constituirán una poderosa defensa contra los asaltos
de la tentación cuando el joven abandone el refugio del hogar y vaya al mundo
(Counsels on Health, pág. 100). 187
Los hogares en el campo y el trabajo
útil.
Una de las salvaguardias más seguras para
los jóvenes es la ocupación útil. Si se los hubiera adiestrado en hábitos
industriosos, de modo que todas sus horas fuesen empleadas provechosamente, no
tendrían tiempo para lamentar su suerte o para ociosas ilusiones. Estarían
menos expuestos a contraer hábitos o relaciones viciosos. Que los jóvenes
aprendan desde la niñez que no hay excelencia sin trabajo arduo. . . .
Todo joven debiera lograr el máximo de
sus talentos, aprovechando hasta lo sumo las oportunidades presentes. Quien así
lo haga podrá alcanzar casi cualquier altura en logros morales e intelectuales.
Pero debe poseer un espíritu valiente y resuelto. Necesitará cerrar los oídos a
la voz del placer; deberá rechazar con frecuencia las solicitaciones de jóvenes
compañeros. Debe estar en guardia continuamente, para no ser apartado de su
propósito.
Muchos padres se trasladan de sus hogares
en el campo a la ciudad, considerando a ésta como un sitio más conveniente o ventajoso.
Pero al realizar este cambio exponen a sus hijos a muchas y grandes
tentaciones. Los muchachos no tienen empleo y aprenden en la escuela de la
calle, y avanzan paso a paso en la depravación, hasta que pierden todo interés
en cualquier cosa que sea buena, pura y santa. Cuánto mejor hubiera sido que
los padres permanecieran con sus familias en el campo, donde las influencias
son más favorables para el fortalecimiento físico y mental. . . .
Por la negligencia de los padres, los
jóvenes de nuestras ciudades están corrompiendo sus caminos y contaminando sus
almas ante Dios. Este será siempre el fruto de la pereza. Los hospicios, las
cárceles y las horcas hablan penosamente de los deberes descuidados por los
padres (Review and Herald, 13-9-1881).
Remplazad con placeres inocentes las
diversiones pecaminosas.
No se les puede pedir a los jóvenes que
sean tan sosegados y graves como los de más edad, ni a los niños que sean tan
serios como los ancianos. Al paso que las diversiones pecaminosas son condenadas,
como deben serlo, provean los padres, maestros y custodios de la juventud
placeres inocentes en su lugar, los que no contaminarán ni corromperán las
virtudes morales. No sometáis a los jóvenes a reglas y restricciones rígidas
que los llevarán a sentirse oprimidos y quebrantarlas y correr a los caminos
188 de la insensatez y la destrucción. Con mano firme, bondadosa, considerada,
mantened las riendas del gobierno, guiando y controlando sus mentes y
propósitos, pero en forma tan gentil, prudente y amable que ellos vean que lo
que os interesa es su bienestar (Review and Herald, 9-12-1884).
Proporcionar vacaciones interesantes.
Hemos tratado diligentemente que las
vacaciones resulten tan interesantes como sea posible para los jóvenes y los
niños. . . . Nuestro propósito ha sido mantenerlos alejados de escenas de
diversiones entre incrédulos. . . .
Pienso que al paso que les prohibimos a
nuestros hijos los placeres mundanos, que tienden a corromper y extraviar,
debiéramos proporcionarles recreación inocente, que los conduzca por senderos
agradables donde no existe peligro. Ningún hijo de Dios necesita tener una
experiencia triste o lúgubre. Las órdenes divinas, las divinas promesas,
muestran que es así. Los caminos de la sabiduría "son caminos deleitosos,
y todas sus veredas paz". Los caminos del mundo envanecen, y por su goce
fugaz muchos sacrifican el compañerismo del Cielo, con la paz, el amor y la
felicidad que brinda. Pero lo que han elegido como objeto de placer, pronto se
transforma en algo que amarga y no satisface.
Los atractivos de la vida cristiana.
Necesitamos hacer todo lo que esté de
nuestra parte para ganar almas mediante la presentación de los atractivos de la
vida cristiana. Nuestro Dios ama lo bello. Podría haber revestido la tierra de
castaño y gris, y los árboles de un ropaje triste en lugar del vivo follaje
verde; pero deseaba que sus hijos fueran felices. Cada hoja, cada capullo y
flor que se abren, son una prueba de su tierno amor; y debiéramos proponernos
manifestar a otros este maravilloso amor expresado en sus obras creadas.
Dios desearía que todo hogar y toda
iglesia ejercieran poder de atracción para apartar a los niños de los placeres
seductores del mundo y de relacionarse con aquellos cuya influencia es de
tendencia corruptora. Estudiad para ganar a los jóvenes para Jesús. Impresionad
sus mentes con la misericordia y la bondad de Dios al permitirles, pecadores
como son, disfrutar de las ventajas, la gloria y la honra de ser hijos e hijas
del Altísimo. ¡Qué pensamiento más extraordinario, qué condescendencia
inaudita, qué asombroso 189 amor, que los hombres finitos puedan ser aliados
del Omnipotente! "A los que creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios". "Amados, ahora somos hijos de Dios". ¿Puede
alguna honra mundanal igualarse a esto?
Representemos la vida cristiana como
realmente es; hagamos que el camino sea alegre, invitador, interesante.
Podremos hacerlo si lo deseamos. Podemos llenar nuestra mente con cuadros
vívidos de las cosas espirituales y eternas, y al hacerlo así contribuir a que
sean una realidad para otras mentes. La fe contempla a Jesús que permanece como
nuestro Mediador a la diestra de Dios. La fe contempla las mansiones que ha ido
a preparar para los que lo aman. La fe ve el manto y la corona preparados para
el vencedor. La fe oye los cantos de los redimidos, y acerca las glorias
eternas. Debemos acercarnos a Jesús en amorosa obediencia, si queremos ver al
rey en su hermosura (Review and Herald, 29-1-1884).
5. El sentido de la obligación moral
Guiados por principios morales y
religiosos.
Tenemos que actuar desde un punto de
vista moral y religioso. Debemos ser templados en todas las cosas, porque se
nos ofrece una corona incorruptible, un tesoro celestial (Joyas de los
Testimonios, tomo 1, pág. 191).
Como seguidores de Cristo, debiéramos
obrar por principios en el comer y el beber (Redemption; or the Temptation of
Christ, pág. 60).
El caso de Daniel nos muestra que,
gracias a los principios religiosos, los jóvenes pueden triunfar sobre la
concupiscencia de la carne y permanecer leales a los requerimientos de Dios,
aun cuando el hacerlo les demande un gran sacrificio (Testimonies, tomo 4, pág.
570).
No tenéis derecho moral para hacerlo que
os plazca.
¿No tengo derecho a hacer lo que me
plazca con mi cuerpo? -No, no tenéis derecho moral, porque violáis las leyes de
la vida y de la salud que Dios os ha dado. Sois propiedad del Señor, suyos por
creación y suyos por redención. "Amarás a tu prójimo como a ti
mismo". Aquí se presenta a la consideración la ley del respeto propio y la
del respeto a la propiedad del Señor. Esto llevará a respetar las obligaciones
bajo las que está todo ser humano de preservar la maquinaria 190 viviente,
formada tan asombrosa y maravillosamente (Manuscrito 49, 1897).
Sentir la santidad de la ley natural.
Se ha de condenar estrictamente toda ley
que gobierna el organismo humano, porque como ley de Dios es de tanta
importancia con la palabra de la Santa Escritura, y toda desviación voluntaria
de la obediencia a esta ley es tan ciertamente pecado como una violación de la
ley moral. Toda la naturaleza manifiesta la ley de Dios, pero en nuestra
estructura física Jehová ha escrito su ley con su propio dedo sobre cada nervio
que vibra, sobre cada fibra viviente y sobre cada órgano del cuerpo. Sufriremos
pérdida y fracaso si nos apartamos de la senda de la naturaleza, que ha sido
señalada por Dios mismo, para ir en pos de una de nuestra invención.
Debemos esforzarnos legítimamente si
queremos ganar la dádiva de la vida eterna. El camino tiene la anchura
necesaria, y todos los que corren la carrera pueden ganar un premio. Si creamos
apetitos antinaturales y nos mostramos indulgentes con ellos en cualquier
grado, violamos las leyes de la naturaleza y el resultado se traducirá en
condiciones físicas, mentales y morales debilitadas. Quedamos en consecuencia
descalificados para ese esfuerzo perseverante enérgico y promisorio que
podríamos haber hecho si hubiésemos sido fieles a las leyes de la naturaleza.
Si dañamos un solo órgano del cuerpo, le robamos a Dios del servicio que
podríamos haberle rendido. "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del
Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois
vuestros? Porque habéis sido comprados por precio: glorificad, pues, a Dios en
vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (Review and
Herald. 18-10-1881).
Un constante sentido de la
responsabilidad.
Los que tienen una constante comprensión
de que permanecen en esta relación con Dios no ingerirán alimentos que agradan
al apetito pero que causan daño a los órganos digestivos. No arruinarán la
propiedad de Dios siendo indulgentes con hábitos impropios en el comer, el
beber o el vestir. Tratarán con sumo cuidado la maquinaria humana, porque
entienden que deben hacerlo a fin de obrar en sociedad con Dios. El Señor desea
que gocen de salud, que sean felices y útiles. Pero para que logren esto han de
poner su voluntad junto a la voluntad del Señor (Carta 166, 1903). 191
Protegidos por el baluarte de la
independencia moral.
Mediante esfuerzos fervientes y
perseverantes, que no estén influidos por las costumbres cambiantes de la vida,
los padres pueden levantar alrededor de sus hijos un baluarte moral que los
defenderá de las miserias y crímenes provocados por la intemperancia. No se ha
de permitir que los hijos procedan como les plazca, desarrollando rasgos
indebidos que debieran ser cortados en flor, sino que se los ha de disciplinar
con cuidado y educarlos para que tomen posición junto a lo recto, a la reforma
y a la sobriedad. Tendrán entonces independencia moral como para arrostrar
resueltamente en toda crisis la tormenta de oposición que con seguridad
asaltará a los que se han decidido en favor de la verdadera reforma (Pacific
Health Journal, mayo de 1890).
Traed a vuestros niños a Dios en fe y
tratad de impresionar sus mentes susceptibles con un sentido de sus
obligaciones hacia su Padre celestial. Esto requerirá lección tras lección,
línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí, otro poquito allá (Review
and Herald, 6-11-1883).
Enseñadlo como un privilegio y una
bendición.
Incúlquese en los alumnos el pensamiento
de que el cuerpo es un templo en el cual Dios desea morar; que hay que
conservarlo puro, como morada de pensamientos elevados y nobles. Al ver, por
medio del estudio de la fisiología, que están "asombrosa y
maravillosamente" formados, sentirán reverencia. En vez de mancillar la
obra de Dios, sentirán ambición por hacer de su parte todo lo posible por
cumplir el glorioso plan del Creador. De ese modo llegarán a considerar la
obediencia a las leyes de la salud, no como un sacrificio o un acto de
abnegación, sino como lo que realmente es: un privilegio y una bendición
inestimables (La Educación, pág. 197).
Un gran triunfo si se lo enfoca desde el
punto de vista moral.
Si podemos despertar la sensibilidad
moral de nuestro pueblo en el asunto de la temperancia, obtendremos un gran
triunfo. Se ha de enseñar y practicar la temperancia en todas las cosas de esta
vida (Signs of the Times, 2-10-1907).
Cada uno responderá a Dios personalmente.
La obediencia a las leyes de la vida debe
constituir un asunto de deber personal. Hemos de dar cuenta a Dios por nuestros
hábitos y prácticas. La pregunta a la que debemos responder no es: ¿Qué dirá el
mundo? sino: ¿Cómo trataré yo, 192 que pretendo ser cristiano, la habitación
que Dios me ha dado? ¿Obraré para mi más elevado bienestar temporal y
espiritual conservando mi cuerpo como un templo para la morada del Espíritu
Santo, o me sacrificaré en aras de las ideas y prácticas del mundo? (Manuscrito
86, 1897).
Más que vencedores.
Si los cristianos guardan el cuerpo en
sujeción y someten todos sus apetitos y pasiones al dominio de la conciencia
iluminada, sintiendo que es un deber para con Dios y el prójimo obedecer las
leyes que rigen la salud y la vida, tendrán la bendición del vigor físico y
mental. Contarán con poder moral para entrar en la guerra contra Satanás, y en
el nombre de Aquel que venció el apetito en su favor, pueden ser más que
vencedores en su propio bien (Review and Herald, 21-11-1882). 193
SECCIÓN XI NUESTRA RELACIÓN CON OTRAS
ORGANIZACIONES DE TEMPERANCIA
1. El trabajo con otros
Manteneos hombro con hombro.
En otras iglesias hay cristianos que se
destacan en defensa de los principios de la templanza. Debemos procurar
acercarnos a estos obreros y preparar el terreno para que nos acompañen.
Debemos invitar a hombres grandes y buenos a que secunden nuestros esfuerzos
por salvar lo que se ha perdido (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 398).
Unámonos cuando podamos hacerlo.
Siempre que veáis una oportunidad de
uniros con la gente temperante, hacedlo (Review and Herald, 14-2-1888).
Dondequiera que mi esposo, en sus tareas,
tiene ocasión de hacerlo, invita a los obreros de la causa de la temperancia a
sus reuniones y les da oportunidad de hablar. Y cuando se nos invita a nosotros
a concurrir a sus reuniones, siempre lo hacemos (Carta 274, 1907).
Vinculaos sólo con los leales a Dios.
No hemos de ponernos de parte de
organizaciones de temperancia compuestas de toda clase de hombres, con todo
tipo de complacencias egoístas, y considerarlos reformadores. Existe una más
alta norma bajo la cual se ha de agrupar nuestro pueblo. Como pueblo hemos de
distinguir entre los que son leales a la ley de Dios y los que no lo son (Carta
1, 1882).
Una actitud razonable hacia otras
organizaciones.
El asunto de la temperancia ha de ser
respetado por todo cristiano genuino, y debiera recibir especialmente la
aprobación de todos los que profesan ser reformadores. Pero habrá en la iglesia
quienes no manifestarán prudencia en el manejo de este asunto. Algunos
mostrarán un evidente desprecio por cualesquiera reformas que surjan en
cualquier otro pueblo que no sea el de su propia fe; en esto pecan de excesivo
exclusivismo. 194
Otros aceptarán ansiosamente toda novedad
con pretensiones de temperancia, supeditando todo otro interés a ese punto; se
ignora el carácter próspero, peculiar y santo de nuestra fe, se aceptan las
reuniones de temperancia y se forma una alianza entre el pueblo observador de
los mandamientos de Dios y toda clase de personas. Los peligros acosan la fe de
toda alma que no está estrechamente relacionada con Dios (Carta 1, 1882).
Lecciones de una unión dañosa con un
grupo superficial.
Se han formado sociedades y clubes de
temperancia entre los que no hacen profesión de la verdad *. . . . Se me mostró
que la condición de la iglesia de -------- era peculiar. Había muchos que, si
hubieran manifestado tanto celo y espíritu misionero en la obra de la reforma
entre nosotros como pueblo como lo hicieron con el Club de la Cinta Roja, Dios
habría aprobado su forma de proceder. Pero las distintas organizaciones de
temperancia son muy limitadas en sus ideas de reforma.
Los que asignan gran influencia a la
agitación provocada por esta cuestión y al mismo tiempo son adictos al tabaco,
beben té y café y gustan en su mesa de alimento destructor de la salud, no son
personas temperantes. Realizan movimientos débiles y espasmódicos, llenos de
celo y excitación, pero no van al fondo de la auténtica reforma y al poco
tiempo manifestarán poco interés, y volverán muchos a sus impías y antiguas
complacencias debido a que sólo arrancaron las hojas del árbol en lugar de poner
el hacha a la raíz. Este asunto de la temperancia debe llegar a la raíz del mal
o será de poco beneficio.
Nuestra influencia debe alcanzar al leal
y fiel.
Mientras los nuestros se mezclen con la
clase de los que son enemigos de Cristo y de la verdad, ellos no recibirán ni
impartirán fuerza. . . No debemos ser exclusivistas como pueblo; nuestra luz
debe difundirse, buscando constantemente salvar al que perece. Pero al hacer
esto la fuerza de nuestra influencia debe siempre alcanzar al leal y fiel. . .
.
La casa de Dios profanada.
La casa dedicada al culto de Dios no es
el lugar para introducir la clase de gente 195 que va allí y contamina el
templo de Dios con su intemperancia en el uso del tabaco al paso que se dicen
abogados de la temperancia. Las palabras burdas, el habla y las acciones
ruidosas, no constituyen un encomio para esos hermanos. . . .
Es imposible para nuestro pueblo
concordar con cualquier reunión o club de temperancia, cuando nuestra fe es tan
diferente. . . .
Nuestros amigos incrédulos se han
regocijado viendo que la disensión crecía en la iglesia a causa de los de
nuestro pueblo que se unían con el Club de la Cinta Roja. No tenían simpatías
por nosotros como pueblo en el asunto de la temperancia. Están muy atrás y han
ridiculizado a nuestro pueblo como fanático de la salud. Ahora están deseando
favorecerse y recibir el poder de nuestra influencia, al paso que no se acercan
con simpatía a nuestra fe, cuando si el asunto hubiera sido manejado con
discreción, podría haber influido sobre algunos para hacerles cambiar su
opinión sobre nuestra fe.
Si se hubiera dejado al club de
temperancia que siguiera solo, nosotros, como pueblo, hallándonos en terreno
más avanzado, guardando respectivamente la alta norma que Dios nos ha dado para
cumplir como necesaria para nuestra posición y fe, habría habido en la iglesia
una influencia mucho más saludable que la que se ve ahora sobre el asunto de la
temperancia (Carta 1, 1882).
No se han de sacrificar los principios.
Por la luz que Dios me ha dado, todo miembro
de entre nosotros debiera firmar el voto y vincularse con la asociación de
temperancia. . . .
Debiéramos unirnos con otra gente tanto
como podamos hacerlo sin sacrificar los principios. Esto no significa que
tengamos que ingresar en sus logias y sociedades *, sino que sepan que
simpatizamos de todo corazón con la causa de la temperancia. 196
No deberíamos trabajar únicamente por
nuestro pueblo, sino dedicar también trabajo a las mentes nobles fuera de
nuestras filas. Debiéramos estar a la cabeza en la reforma pro temperancia
(Review and Herald, 21-10-1884).
Labor efectiva en unión con obreros
dedicados a la temperancia cristiana.
Poco después de que mi esposo y yo
regresáramos de California a Míchigan en la primavera de 1877, se nos solicitó
encarecidamente que participáramos en una reunión pública de temperancia, una
gestión realmente loable que estaba en marcha entre la mejor clase de
ciudadanos de Battle Creek. Este movimiento incluía al Club de Reforma Battle
Creek, con seiscientos miembros, y a la Unión de Mujeres Cristianas, con
doscientos sesenta. Dios, Cristo, el Espíritu Santo y la Biblia eran palabras
corrientes en esos fervorosos obreros. Mucho bien se había realizado ya, y la
actividad de los obreros, el método con el que trabajaban y el espíritu de sus
reuniones prometían mayor bien en lo futuro. . . .
Por invitación de la Comisión de
Arreglos, formada por el alcalde Austin, W. H. Skinner, cajero del banco First
National y C. C. Peavey, hablé en la enorme tienda el domingo 1 de julio por la
noche, acerca de la temperancia cristiana. Dios me ayudó aquella noche, y
aunque hablé 90 minutos, la muchedumbre de más de 5.000 personas escuchó en un
silencio absoluto (Testimonios Selectos, tomo 3, pág. 282).
Presentad conferencias sobre temperancia
en otras iglesias.
Que las conferencias sobre la reforma de
la temperancia que se dan a los adventistas del séptimo día se presenten en
otras iglesias. . . . Los adventistas no han de realizar ninguna campaña,
escrita o de viva voz, contra ningún movimiento de temperancia (Carta 107,
1900).
Las diferencias doctrinales no deben
alejarnos.
Aunque sus amigos no creen como nosotros
en muchos puntos de doctrina *, no obstante debemos unirnos a ellos si por
hacerlo así podemos ayudar a nuestros semejantes. Dios nos ha de hacer aprender
individualmente a trabajar con tacto y habilidad en la causa de la temperancia
y otras 197 reformas, y a emplear con sabiduría nuestros talentos para
beneficio y elevación de la humanidad.
Si hemos de entrar en el gozo de nuestro
Señor, debemos ser sus colaboradores. Con el amor de Jesús ardiendo en nuestro
corazón, hallaremos siempre el camino para llegar a la mente y el corazón de
los demás. Esto nos hará abnegados, considerados y bondadosos, y la bondad abre
las puertas del corazón; la mansedumbre es por lejos más potente que el
espíritu de Jehú (Review and Herald, 10-2-1885).
Sentir nuestra responsabilidad.
Los que han trabajado en la causa de la
temperancia y en su obra han dejado al Señor a la zaga, debieran haber hecho
mucho más en favor de sí mismos. Necesitamos sentir nuestra responsabilidad en
esta obra (Review and Herald, 8-5-1900).
Relevados de construir edificios.
El plan y el constante esfuerzo de
Satanás es enredar la obra de Dios en una labor supuestamente benéfica y
excelente, de modo que las puertas no puedan abrirse para entrar en nuevos
campos y trabajar con gente que posee conocimientos avanzados sobre principios
de temperancia. Unirnos con esa gente en su obra, sería hacer una obra especial
para este tiempo, sin hacernos cargo de las responsabilidades de un trabajo que
exigirá un desembolso de medios en establecer edificios que pondrá en aprietos a
las asociaciones, una obra que absorberá y consumirá pero no producirá
(Manuscrito 46, 1900).
Dios abrirá el camino.
Buscad toda ocasión para iluminar y
beneficiar a los obreros de la temperancia. Siempre me ha interesado la
organización de la temperancia. Si el Espíritu Santo os conduce, se abrirán
caminos para que obréis (Carta 316, 1907).
2. Cooperación con la Unión de Mujeres
Cristianas
Una organización con la que podemos
unirnos.
La Unión de Mujeres Cristianas es una
organización con cuyos esfuerzos por la difusión de los principios de la
temperancia podemos unirnos de todo corazón. Se me ha dado luz respecto a que
no nos mantengamos alejados de ellas, sino que, al paso que de nuestra parte no
debe haber sacrificio de los principios, hemos de unirnos con ellas en 198 todo
lo que podamos en la tarea de reformas de la temperancia. . . . Debemos
trabajar con ellas cuando podamos, y con seguridad podemos hacerlo en el asunto
de cerrar completamente las tabernas.
En la medida en que el agente humano
somete su voluntad a la voluntad de Dios, el Espíritu Santo hará su impresión
sobre el corazón de aquellos a quienes él ministra. Se me mostró que no debemos
apartarnos de las obreras de la Unión de Mujeres Cristianas. Por el hecho de
unirnos con ellas en favor de la abstinencia total no cambiamos nuestra
posición respecto a la observancia del séptimo día, y podemos manifestar
nuestro aprecio hacia su actitud concerniente al asunto de la temperancia. Al
abrir la puerta e invitarlas a unírsenos en la obra de temperancia, nos
aseguramos su ayuda en todo lo relacionado con la temperancia, y ellas, por
unirse a nosotros, oirán nuevas verdades que el Espíritu Santo está aguardando
inculcar en los corazones (Review and Herald, 18-6-1908).
Sorprendida por nuestra indiferencia.
He tenido alguna oportunidad de ver lo
mucho que ganaríamos en relacionarnos con representantes de la Unión de Mujeres
Cristianas, y he quedado sorprendida al ver la indiferencia de muchos de
nuestros dirigentes hacia esa organización. Exhorto a mis hermanos a que
despierten (Carta 274, 1907).
Cómo podemos trabajar juntos.
Necesitamos actualmente manifestar un
interés decidido en la obra de temperancia de la Unión de Mujeres Cristianas.
Nadie que asevere tomar parte en la obra de Dios, debe dejar de interesarse en
el gran objeto de esta organización, en sus ramos de temperancia. Sería bueno
que en nuestros congresos anuales, invitásemos a los miembros de dicha unión a
tomar parte en nuestros ejercicios. Esto les ayudaría a familiarizarse con las
razones de nuestra fe, y nos prepararía el camino para unirnos con ellos en la
obra de la temperancia. Si lo hacemos, veremos que la cuestión de la
temperancia significa más de lo que muchos de entre nosotros suponen.
En algunas cosas, las dirigentes de la
Unión de Mujeres Cristianas están más adelantadas que los que dirigen nuestra
obra. El Señor tiene en esa organización almas preciosas que pueden sernos de
gran ayuda en nuestros esfuerzos por favorecer el movimiento de temperancia. La
educación 199 que nuestro pueblo ha recibido en la verdad bíblica y en el
conocimiento de las exigencias de la ley de Dios, habilitará a nuestras
hermanas para impartir a estas nobles defensoras de la temperancia algo que
será para su bienestar espiritual. Así se creará unión y simpatía donde en lo
pasado existieron a veces prejuicios y malentendidos. . . . No podemos hacer
una obra mejor que la de unirnos, siempre que podamos hacerlo sin compromiso,
con las obreras de la Unión de Mujeres Cristianas (Obreros Evangélicos, págs.
398, 399).
Acerca de este asunto le escribí a una de
nuestras hermanas en 1898:
"Estoy plenamente convencida de que
el Señor la está guiando para que Ud. pueda mantener claros y distintos los
principios de la temperancia en toda su pureza, en relación con la verdad para
estos últimos días. Los que quisieran hacer su voluntad conocerán de la
doctrina. . . . El Señor no le ordena que se separe de la Unión de Mujeres
Cristianas. Necesitan toda la luz que usted pueda darles. Haga brillar toda la
luz posible en el camino de ellas. Concuerde con ellas en el terreno de los
principios elevados y puros que hicieron posible la creación de la Unión de
Mujeres Cristianas. El Señor le ha dado a usted facultades y talentos que han
de ser preservados incorruptos en su sencillez. Por medio de Jesucristo usted
puede hacer una buena obra (Review and Herald, 15-10-1914).
Que ellas enseñen a nuestras mujeres cómo
trabajar.
Resultaría en mucho bien si algunas de
las integrantes de la Unión de Mujeres Cristianas fueran invitadas a nuestros
congresos para que participen en las reuniones y enseñen a nuestras hermanas
cómo trabajar. En las reuniones oirían y recibirían al paso que impartirían.
Hay una gran obra que debe ser hecha y en lugar de presentar los puntos de
nuestra fe que son cuestionables para los incrédulos, digámosles como Felipe le
dijo a Natanael: "Ven y ve".
No podemos unirnos para venerar el
domingo.
Deseo que nos unamos con las obreras de
la Unión de Mujeres Cristianas, pero no podemos unirnos a ellas en la obra de
exaltar un falso día de reposo. No podemos obrar en asuntos que signifiquen la
transgresión de la ley de Dios, sino que debemos decirles: "Venid a la
plataforma correcta" (Manuscrito 93, 1908). 200
Nunca rechacéis invitaciones para hablar.
Se me ha formulado la pregunta: Cuando la
Unión de Mujeres Cristianas nos pide que hablemos en sus reuniones, ¿debemos
aceptar la invitación?
En respuesta, contesto: Cuando se os pide
que habléis en tales reuniones, nunca rechacéis. Esta es la norma que yo
siempre he seguido. Cuando se me pidió que hablara sobre temperancia, nunca
vacilé. Entre quienes están trabajando por la divulgación de la temperancia el
Señor tiene muchas almas a las que se les ha de presentar la verdad para este
tiempo. Hemos de llevar el mensaje a la Unión de Mujeres Cristianas.
El único propósito de Cristo cuando
estuvo en esta tierra fue reflejar la luz de su justicia a los que se hallaban
en tinieblas. Las obreras de la Unión de Mujeres Cristianas no poseen la verdad
completa en todos sus puntos, pero están haciendo una buena obra (Manuscrito
31, 1911).
Libres para actuar de acuerdo con ellas.
Estoy profundamente interesada en la
Unión de Mujeres Cristianas. Es del agrado del Señor que os sintáis libres de
actuar en concierto con ellas. . . . No temo que habréis de perder vuestro
interés o apostatar de la verdad porque os intereséis en esta gente que ha
asumido una actitud tan noble en el asunto de la temperancia, y yo he de instar
a nuestro pueblo y a los que no son de nuestra fe a que nos ayuden a llevar
adelante la obra de la temperancia cristiana. . . .
En nuestras labores conjuntas, mi esposo
y yo siempre sentimos que era nuestro deber dejar sentado en todo lugar donde
realizábamos reuniones que estábamos en completa armonía con los obreros de la
causa de la temperancia. Siempre expusimos claramente este asunto ante la
gente. Nos llegaban invitaciones de diferentes lugares para hablar sobre el
tema de la temperancia, y siempre las acepté si me resultaba posible
atenderlas. Esa ha sido mi experiencia no sólo en este país, sino también en
Europa, Australia y otros lugares donde he trabajado.
No perdáis una sola oportunidad de uniros
con la obra de temperancia.
Lamento que no haya habido un interés más
vivo entre nuestro pueblo de los últimos años para magnificar esta rama de la
obra del Señor. No podemos permitirnos perder una oportunidad de unirnos con la
obra de temperancia en cualquier lugar. Aunque la causa 201 de la temperancia
en los países extranjeros no siempre avanza tan rápidamente como desearíamos,
no obstante en algunos lugares los esfuerzos de los que están empeñados en ella
se han visto correspondidos con un éxito señalado. En Europa encontramos a la
gente firme en este punto. En cierta ocasión en que acepté una invitación para
hablar a un gran auditorio sobre temperancia, la gente me hizo el honor de
colgar la bandera norteamericana sobre el púlpito. Escucharon mis palabras con
la más profunda atención y al finalizar la charla me tributaron un sincero
agradecimiento. En toda mi obra sobré este asunto, nunca recibí una palabra
irrespetuosa (Carta 278, 1907). 202
SECCIÓN XII LA EXHORTACIÓN DE LA HORA
Los defensores de la temperancia no hacen
todo su deber a menos que ejerzan su influencia por precepto y ejemplo de viva
voz, por la pluma y el voto en favor de la prohibición y abstinencia total
(Obreros Evangélicos, pág. 402).
1. La situación actual
Una repetición de los mismos pecados.
Existen en nuestros días los mismos
pecados que trajeron los juicios sobre el mundo en los días de Noé. Los hombres
y las mujeres se exceden tanto en su comida y bebida que terminan en la
glotonería y la embriaguez. Este pecado prevaleciente, la complacencia del
apetito pervertido, inflamó las pasiones de los hombres en los días de Noé e
hizo que cundiera la corrupción. La violencia y el pecado llegaron al cielo.
Esa contaminación moral fue finalmente barrida de la tierra por medio del
diluvio. . . .
La comida, la bebida y el vestido se
llevan a tales extremos que se convierten en crímenes. están entre los pecados
notables de los últimos días y constituyen una señal de la pronta venida de
Cristo. El tiempo, el dinero y la fuerza, que pertenecen al Señor pero que él
nos ha confiado, se malgastan en lo superfluo y lujoso del vestido y para
satisfacer el apetito pervertido que disminuye la vitalidad y acarrea
sufrimiento y corrupción (Christian Temperance and Bible Hygiene, págs. 11,
12).
Una sucesión de caídas.
Desde los días de Adán hasta los nuestros
ha habido una sucesión de caídas, cada una mayor que la anterior, en todo tipo
de crímenes. Dios no creó una raza de seres tan desprovista de salud, belleza y
poder moral como ahora existe en el mundo. Males de toda clase se han
incrementado terriblemente sobre la raza humana. Eso no ha ocurrido por la providencia
especial 203 de Dios, sino directamente en contra de su voluntad. Ha
sobrevenido por el desprecio del hombre de los mismos medios que Dios ha
ordenado para protegerlo de los terribles males existentes. La obediencia a la
ley de Dios en todo respecto salvaría a los hombres de la intemperancia, de la
disipación y de la enfermedad de cualquier tipo. Nadie puede violar la ley
natural sin sufrir el castigo (Review and Herald, 4-3-1875).
Miles venden sus aptitudes mentales.
¿Cuál sería el hombre que vendería
deliberadamente, por alguna suma de dinero, sus aptitudes mentales? Si alguno
le ofreciera dinero para que enajenara su intelecto, rechazaría disgustado la
necia propuesta. Sin embargo son miles los que se desprenden de la salud del
cuerpo, del vigor del intelecto y la elevación del alma por causa de la
complacencia del apetito. En lugar de ganar sólo experimentan pérdida. No se
dan cuenta de esto porque tienen su sensibilidad entorpecida. Han malbaratado
las facultades que recibieron de Dios. ¿Y a cambio de qué? He aquí la
respuesta: Sensualidad rastrera y vicios degradantes. Se da rienda suelta a la
complacencia del gusto a costa de la salud y del intelecto (Review and Herald,
4-3-1875).
El insidioso cambio gradual.
El uso de licor embriagante destrona la
razón y endurece el corazón contra toda influencia pura y santa. La roca
inanimada oirá antes los llamados de la verdad y la justicia que el hombre cuya
sensibilidad está paralizada por la intemperancia. Los sentimientos más
delicados del corazón no se embotan en seguida. El cambio se opera
gradualmente. Los que se aventuran a internarse en la senda prohibida se
desmoralizan y corrompen gradualmente. Y aunque en las ciudades abundan los
locales donde se expende licor, lo que hace más fácil la complacencia, y aunque
los jóvenes están rodeados por incitaciones que tientan el apetito, el mal no
siempre comienza con el uso de bebidas embriagantes. El té, el café y el tabaco
son estimulantes artificiales y su consumo provoca la demanda de estímulos más fuertes,
que se encuentran en las bebidas alcohólicas. Y mientras los cristianos
duermen, el gigantesco mal de la intemperancia gana en fuerza y hace nuevas
víctimas (Signs of the Times, 6-12-1910). 204
Tentaciones por doquiera.
En salones particulares y en puntos
concurridos por la sociedad elegante, se sirve a las señoras bebidas de moda,
con nombres agradables, pero que son realmente intoxicantes. Para los enfermos
y los exhaustos, hay licores amargos, que reciben mucha publicidad y que
consisten mayormente en alcohol.
Para despertar la sed de bebidas en los
chiquillos, se introduce alcohol en los confites. Estos dulces se venden en las
tiendas. Y mediante el regalo de estos bombones el tabernero halaga a los niños
y los atrae a su negocio.
Día tras día, mes tras mes, año tras año,
la perniciosa obra sigue adelante. Padres, maridos y hermanos, apoyo, esperanza
y orgullo de la nación, entran constantemente en los antros del tabernero, para
salir de ellos totalmente arruinados (El Ministerio de Curación, págs. 260,
261).
En la "marcha de la muerte".
A fin de que los hombres no se den tiempo
para meditar, Satanás los conduce al torbellino de la búsqueda de placeres y
algazara, de comer y beber. Les inculca el deseo de hacer exhibiciones que
exalten el yo. Paso a paso, el mundo está llegando a las condiciones que
existieron en los días de Noé. Se comete todo crimen concebible. La
concupiscencia de la carne, la altivez de los ojos, la ostentación del egoísmo,
el abuso del poder, la crueldad, . . . son todas obras de los agentes
satánicos. A esa ronda de pecado y locura los hombres le llaman
"vida". . . .
El mundo, que actúa como si no hubiera
Dios, absorto en propósitos egoístas, experimentará pronto una súbita
destrucción, y no escapará. Muchos continúan en una gratificación descuidada
del yo hasta que llegan a estar tan disgustados con la vida que terminan con su
existencia. Bailando y parrandeando, bebiendo y fumando, gratificando sus
pasiones animales, marchan como bueyes al matadero. Satanás está trabajando con
todo su arte y encantos para mantener a los hombres marchando a ciegas, hasta
que el Señor se levante de su lugar para castigar a los habitantes de la tierra
por sus iniquidades, cuando la tierra devolverá su sangre y no cubrirá más sus
muertos. El mundo entero parece empeñado en la marcha de la muerte
(Evangelismo, págs. 21, 22).
La maldición llevada a las naciones
paganas.
De los países denominados cristianos el
azote pasa a comarcas 205 paganas. A los pobres e ignorantes salvajes se les
enseña a consumir bebidas alcohólicas. Aun entre los paganos, hay hombres
inteligentes que reconocen el peligro mortal de la bebida, y protestan contra
él; pero en vano intentaron proteger a sus países del estrago del alcohol. Las
naciones civilizadas imponen a las naciones paganas el tabaco, el alcohol y el
opio. Las pasiones desenfrenadas del salvaje, estimuladas por la bebida, le
arrastran a una degradación anteriormente desconocida, y hacen casi imposible e
inútil el mandar misioneros a aquellos países.
Mediante el trato con pueblos que
debieran haberles dado el conocimiento de Dios, los paganos contraen vicios que
van exterminando tribus y razas enteras. Y por esto en las regiones tenebrosas
de la tierra se odia a los hombres de los países civilizados.
Aun las iglesias cristianas están
paralizadas.
Los traficantes de bebidas constituyen
una potencia mundial. Tienen de su parte la fuerza combinada del dinero, de los
hábitos y de los apetitos. Su poder se deja sentir aun en la iglesia. Hay
hombres que deben su fortuna directa o indirectamente al tráfico de las
bebidas, son miembros de la iglesia, y reconocidos como tales. Muchos de ellos
hacen donativos liberales para obras de beneficencia. Sus contribuciones ayudan
a sostener las instituciones de la iglesia y a sus ministros. Se aquistan el
respeto que se suele conceder a los ricos. Las iglesias que aceptan a
semejantes hombres como miembros sostienen en realidad el tráfico de las
bebidas alcohólicas. Con demasiada frecuencia el pastor no tiene valor para
defender la verdad. No declara a su congregación lo que Dios dijo respecto a la
obra del expendedor de bebidas. Decir la verdad con franqueza sería ofender a
su congregación, comprometer su popularidad y perder su sueldo (El Ministerio
de Curación, págs. 261, 262).
Los ministros han arriado la bandera.
El Señor tiene una controversia con los
habitantes de la tierra que viven en este tiempo de peligro y corrupción. Los
ministros del Evangelio se han apartado del Señor y los que profesan el nombre
de Cristo son culpables de no mantener en alto la bandera de la verdad. Los
ministros temen manifestarse como prohibicionistas declarados, y se quedan tranquilos
en lo que atañe a la maldición de la bebida, no sea que 206 les rebajen el
sueldo o la congregación se ofenda. Si presentaran la verdad de la Biblia con
poder y claridad, mostrando la línea de separación entre lo sagrado y lo común,
temerían la pérdida de su popularidad personal, porque un gran número de los
que figuran como miembros de iglesia perciben ingresos, directos o indirectos,
del tráfico de bebidas.
Esa gente no ignora el pecado que está
cometiendo. Nadie necesita que se le informe que el tráfico de bebidas ocasiona
a sus víctimas miseria, vergüenza, degradación y muerte, con la ruina eterna de
sus almas. Los que perciben ingresos directos o indirectos de ese comercio,
guardan dinero que proviene de la pérdida de almas humanas.
Las iglesias que mantienen como miembros
a los que están relacionados con la venta de bebidas, se hacen responsables de
las operaciones que se efectúan en el tráfico de bebidas. . . .
Dinero manchado con la sangre de las
almas.
Dinero manchado con la sangre de las almas.
El mundo y la iglesia pueden unirse en rendir alabanzas al hombre que instigó
al apetito, y obedeció al deseo vehemente del apetito que él ayudó a crear;
pueden contemplar con una sonrisa a quien contribuyó a envilecer al hombre que
fue formado a la imagen de Dios, hasta que esa imagen queda prácticamente
borrada; pero Dios lo mira con desaprobación y escribe su condenación en el
libro mayor de la muerte. . . .
Ese mismo hombre tal vez haga cuantiosas
donaciones a la iglesia, pero, ¿aceptará Dios el dinero arrancado a la familia
del ebrio? Está manchado con sangre de almas y tiene encima la maldición de
Dios. El Señor dice: "Porque yo Jehová soy amante del derecho, aborrecedor
del latrocinio para holocausto". La iglesia puede elogiar la generosidad
de quien da tales ofrendas, pero si los ojos de los miembros de la iglesia
fuesen ungidos con el colirio celestial, no llamarían bien al mal ni justicia a
la iniquidad. Dice el Señor: "¿Para qué me sirve . . . la multitud de
vuestros sacrificios? . . . ¿Quién demanda esto de vuestras manos, cuando venís
a presentaras delante de mí para hollar mis atrios? No me traigáis más vana
ofrenda; el incienso me es abominación". "Habéis hecho cansar a
Jehová con vuestras palabras. Y decís: ¿En qué le hemos cansado? En que decís:
Cualquiera que hace mal agrada a Jehová, 207 y en los tales se complace; o si
no, ¿dónde está el Dios de justicia?" (Review and Herald, 15-5- 1894).
Condiciones que exigen los juicios de
Dios.
Condiciones que exigen los juicios de
Dios. Debido a la gran maldad resultante del uso de bebidas alcohólicas, los
juicios de Dios están cayendo ahora sobre la tierra. ¿No tenemos la solemne
responsabilidad de realizar decididos esfuerzos en contra de este gran mal?
(Counsels on Health, pág. 432).
La debida reforma.
Es necesario que haya una gran reforma en
el asunto de la temperancia. El mundo está lleno de toda clase de complacencia
propia. A causa de la influencia entorpecedora de los estimulantes y narcóticos
la mente de muchos es incapaz de discernir entre lo sagrado y lo común
(Counsels on Health, pág. 432).
Dios pide que se ayude al ebrio.
Vuestro vecino puede estar cediendo a la
tentación de destruirse por consumir bebidas alcohólicas y usar tabaco. Puede
estar quemando sus órganos vitales con los ardientes estimulantes. Va por el
camino de la ruina propia, de su esposa y sus hijos, quienes no tienen éxito en
sus intentos de detener los pies que transitan por el camino a la perdición.
Dios os llama a trabajar en su viña y a hacer todo lo que podáis para salvar a
vuestros prójimos (Manuscrito 87, 1898).
Al hacer frente a esas cosas, y ver las
terribles consecuencias de beber alcohol, ¿no haremos todo lo que está de
nuestra parte para alistar a tantos como podamos a fin de que ayuden a Dios en
la lucha contra este gran mal? (Evangelismo, pág. 197).
2. Llamado a la batalla
Nuestro lugar es en primera fila.
Entre todos los que se llaman amigos de
la temperancia, los adventistas deben hallarse en primera fila (Obreros
Evangélicos, pág. 398).
En materia de temperancia debieran
hallarse más adelantados que cualquier otra gente (Medical Ministry, pág. 273).
Al paso que la intemperancia tiene sus
partidarios declarados y confesos, ¿no saldremos al frente nosotros que decimos
honrar la temperancia y nos pondremos firmes a su lado, luchando por la corona
de vida inmortal y no concediéndole el mínimo de influencia a este terrible mal
que es la intemperancia? (Review and Herald, 19-4-1887). 208
Me siento apenada cuando considero a
nuestro pueblo y compruebo que no se interesa como debiera en la cuestión de la
temperancia. . . . Debiéramos estar a la cabeza en la reforma pro temperancia
(Review and Herald, 21-10-1884).
No es asunto de broma.
Muchos hacen de la temperancia un asunto
de broma. Afirman que el Señor no se interesa en cosas minúsculas como nuestra
comida y bebida. Pero si al Señor no le importaran estas cosas, no se le habría
revelado a la esposa de Manoa, dándole instrucciones definidas y ordenándole
dos veces que cuidara de cumplirlas. ¿No es ésta evidencia suficiente de que él
se preocupa por estas cosas? (Signs of the Times, 13-9-1910).
Parte del mensaje del tercer ángel.
Toda verdadera reforma tiene su lugar en
la obra del mensaje del tercer ángel. Especialmente la reforma pro temperancia
exige nuestra atención y apoyo (joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 398).
¿No habrá entre nosotros como pueblo un
reavivamiento en la obra de la temperancia? ¿Por qué no estamos realizando
muchos más esfuerzos decididos para oponernos al comercio de bebidas
alcohólicas, que arruina las almas de los hombres y provoca violencia y
crímenes de todo tipo? Con la gran luz que Dios nos ha confiado debiéramos
estar al frente de toda verdadera reforma (Counsels on Health, pág. 432).
Esfuerzos continuos y fervientes.
La intemperancia aún continúa con sus
estragos. La iniquidad en todas sus formas se yergue como potente barrera para
impedir el progreso de la verdad y la justicia. Males sociales generados por la
ignorancia y el vicio están aún causando miseria indecible y arrojando su
sombra funesta sobre la iglesia y el mundo. La depravación entre los jóvenes
aumenta en lugar de disminuir. El esfuerzo ferviente y constante será lo único
que servirá para eliminar esta maldición desoladora. El conflicto con los
intereses y el apetito, con los malos hábitos y las pasiones no santificadas
será violento y mortal; únicamente los que obren por principios podrán ganar la
victoria en esta guerra (Review and Herald, 6-11-1883).
Dios obra por medio de su iglesia.
Si tanto los hombres como las mujeres han
de ser así engañados, ¿no obrará el Señor mediante su iglesia, impulsando a su
pueblo a cumplir 209 su deber con esas víctimas seducidas? Muchos consideran la
bebida como el único consuelo en sus penas. Eso no ocurriría si el pueblo de
Dios aprovechara las oportunidades que se le ofrecen. Si no tuvieran los ojos
obstruidos por el egoísmo podrían ver la obra que aguarda ser hecha. Serían
enviados por Dios a realizar la obra que él esperaba que hicieran al comienzo
de su experiencia, cuando sus almas estaban llenas de gozo y alegría porque sus
pecados habían sido perdonados (Manuscrito 87, 1898).
Un arma más efectiva que el hacha.
Dios desea que estemos donde podamos
amonestar a la gente. Desea que nos dediquemos al problema de la temperancia.
Por los hábitos errados en el comer y el beber los hombres destruyen el poder
que tienen para el pensamiento y la inteligencia. No es necesario que tomemos
un hacha e irrumpamos en sus tabernas. Disponemos de un arma más potente: la
Palabra del Dios vivo. Esta Palabra se abrirá paso a través de las sombras
infernales que Satanás intenta arrojar en el camino de los hombres. Dios es
fuerte y todopoderoso. Hablará a sus corazones. Lo hemos visto haciéndolo
(General Conference Bulletin, 23-4-1901).
Que la juventud se una para detener el
mal.
Nadie puede lograr tanto en la lucha
contra la intemperancia como la juventud temerosa de Dios. Los jóvenes de
nuestras ciudades debieran en este tiempo unirse como un ejército, resueltos a
oponerse firme y decididamente a toda forma de complacencia egoísta y
destructora de la salud. ¡Qué fuerza representarían para el bien! ¡Cuántos
podrían salvar de la degradación en los locales y jardines donde hay música y
otros atractivos que seducen a la juventud! . . .
Los hombres y mujeres jóvenes que dicen
creer en la verdad para este tiempo pueden agradar a Jesús sólo si se unen en
un esfuerzo para hacer frente a los males que, con influencia seductora, se han
introducido en la sociedad. Debieran hacer todo lo posible por detener la marea
de intemperancia que se expande con poder desmoralizador por sobre la tierra.
Sabiendo que la intemperancia tiene sus partidarios declarados y confesos,
tomen los que honran a Dios una firme posición contra esta marea de mal que
arrastra rápidamente a la perdición tanto a hombres como a mujeres (The Youth's
Instructor, 16-7-1903). 210
Llamados a la guerra santa contra el
apetito y la concupiscencia.
¿Están nuestros jóvenes preparados para
alzar sus voces por la causa de la temperancia y mostrar a la cristiandad que
la sostienen? ¿Se entregarán a la guerra santa contra el apetito y la
concupiscencia? Nuestra civilización artificial fomenta males que destruyen los
principios sólidos. Y el Señor está a las puertas. ¿Dónde están los hombres que
saldrán a la obra, confiando plenamente en Dios, listos para trabajar y hacer
frente? Dios invita: "Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña" (Manuscrito
134, 1898).
Sigamos la instrucción de Dios.
Debemos comenzar a trabajar en el asunto
de la temperancia. Hemos de encararlo en la forma en que el Señor a menudo me
lo ha presentado que debiera hacerse (Carta 334, 1905).
Llamados a unirnos en nuestras sociedades
de temperancia.
Se han formado sociedades y clubes de
temperancia entre aquellos que no hacen profesión de la verdad, mientras que
nuestro pueblo, aunque muy adelantado a toda otra denominación del país en
principios y práctica de temperancia, ha sido lento en organizarse en
sociedades de temperancia y ha fracasado así en ejercer una influencia que de
otro modo podría haber hecho sentir (Carta 1, 1882).
Por la luz que Dios me ha dado, todo
miembro de entre nosotros debiera firmar el voto y unirse a la asociación de
temperancia (Review and Herald 21-10-1884).
Todo miembro de iglesia al trabajo.
Que los que tienen sus Biblias y creen en
la Palabra de Dios se transformen en obreros activos en pro de la temperancia.
¿Quién se esforzará ahora en adelantar la obra de nuestro Redentor? Que cada
miembro de la iglesia trabaje en la dirección correcta (Carta 18a, 1906).
Anhelamos que cada uno sea un obrero de
la temperancia (Manuscrito 18, 1894).
El poder del ejemplo.
Por nuestro ejemplo y esfuerzo personales
podemos ser los medios de salvar a muchas almas de la degradación de la
intemperancia, el crimen y la muerte (Testimonios Selectos, tomo 3, pág. 212).
Necesidad de hombres que sean como
Daniel.
Se necesitan hoy hombres que sean como
Daniel, hombres que posean la abnegación y el valor de ser reformadores
radicales en favor de la temperancia. Que todo cristiano comprenda que su
ejemplo y su influencia deben estar del lado 211 de la reforma. Sean los
ministros del Evangelio fieles en instruir y amonestar al pueblo. Y recordemos
todos que nuestra felicidad en los dos mundos depende del progreso que hayamos
hecho en uno (Signs of the Times, 6-12-1910).
3. Mediante la voz -una parte de nuestro
mensaje evangélico
Presentad la temperancia junto con las
verdades espirituales.
Debiéramos también presentar lo que la
Palabra de Dios dice sobre cuestiones como la salud y la temperancia en
relación con la exposición de verdades espirituales. En toda forma posible
debemos tratar de poner a las almas bajo el poder convencedor y convertidor de
Dios (Carta 148, 1909).
He oído que algunos dicen, cuando hablan
de la temperancia: "No tengo tiempo. Tengo tanto que hacer predicando aquí
y allá sobre el mensaje del tercer ángel y las razones de nuestra fe, que no
puedo dedicar tiempo para ocuparme en la obra de la salud y la
temperancia". Si estos hombres redujeran sus sermones un tercio, la gente
recibiría de ellos más beneficio y entonces dispondrían de tiempo para hablar
de este asunto (Review and Herald, 14-2-1888).
Temperancia y salvación.
Como pueblo se nos ha confiado la obra de
hacer conocer los principios de la reforma pro salud. Hay quienes piensan que
la cuestión del régimen alimentarlo no es de suficiente importancia como para
ser incluido en su obra evangélica. Pero los tales cometen un gran error. La
Palabra de Dios dice: "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa,
hacedlo todo para la gloria de Dios" (1 Cor. 10: 31). El tema de la
temperancia, en todos sus aspectos, tiene un lugar importante en la obra de la
salvación (Testimonies, tomo 9, pág. 112).
Una parte del mensaje del tercer ángel.
Hermanos y hermanas, deseamos que veáis
la importancia de esta obra de temperancia, y deseamos que nuestros obreros se
interesen en la misma y comprendan que está tan unida al mensaje del tercer
ángel como lo está el brazo derecho al cuerpo. Debemos progresar en esta obra
(Review and Herald, 14-2-1888).
Hacer clara la ley natural e instar a que
se la obedezca es la obra que acompaña al mensaje del tercer ángel, con el 212
propósito de preparar un pueblo para la venida del Señor (Joyas de los
Testimonios, tomo 1, pág. 320).
Conmoved la opinión pública.
Los que han de preparar el camino para la
segunda venida de Cristo están representados por el fiel Elías, así como Juan
vino en el espíritu de Elías a preparar el camino para el primer advenimiento
de Cristo. Se ha de presentar con ahínco el gran tema de la reforma, y se debe
conmover a la opinión pública. La temperancia en todas las cosas se ha de
relacionar con el mensaje, para apartar al pueblo de Dios de su idolatría, su
gula y su extravagancia en el vestir y otras cosas (Testimonies, tomo 3, pág.
62).
Levantemos nuestras voces contra el azote
de la embriaguez. Esforcémonos por advertir al mundo contra su influencia
seductora. Pintemos ante jóvenes y viejos los terribles resultados de la
complacencia del apetito (Manuscrito 80, 1903).
Muchos sentirán su necesidad de reforma
cuando la temperancia sea presentada como parte del Evangelio. Ellos verán lo
pernicioso de las bebidas embriagantes y que la abstinencia total es la única
posición en la cual el pueblo de Dios puede situarse concienzudamente
(Testimonies, tomo 7, pág. 75).
No presentemos un mensaje insípido.
Debe mantenerse con todo vigor el
conflicto contra este mal que destruye la imagen de Dios en el hombre. La lucha
está ante nosotros. Ningún mensaje insípido podrá hacer sentir su influencia en
la actualidad. Dios considera rebelde y corrupto a nuestro mundo, pero enviará
sus santos ángeles para que ayuden a los que se han de empeñar en destruir el
culto de esos ídolos (Carta 102a, 1897).
El mal [de la intemperancia] debe ser
enfrentado con más valentía de lo que ha sido en lo pasado (The Youth's
Instructor, 9-3-1909).
Sermones sobre temperancia en toda
campaña ciudadana. Hemos de multiplicar nuestros esfuerzos en defensa de la
causa de la temperancia. El tema de la temperancia cristiana debiera hallar
cabida en nuestros sermones en toda ciudad donde trabajemos. Se ha de presentar
ante la gente la reforma pro salud en todos sus aspectos, y se han de realizar
esfuerzos especiales para instruir a los jóvenes, los adultos y a los ancianos
en los principios de la vida cristiana. 213 Reavivemos este aspecto del mensaje
y hagamos avanzar la verdad como una lámpara que arde (Manuscrito 61, 1909).
Con argumentos convincentes y
llamamientos enérgicos.
En todas nuestras reuniones muy
concurridas debemos presentar a nuestros oyentes el tema de la temperancia con
enérgicos llamamientos y mediante los argumentos más convincentes. El Señor nos
ha confiado la obra de enseñar la temperancia cristiana desde el punto de vista
bíblico (Manuscrito 82, 1900).
Escuelas de salud que complementen las
reuniones públicas.
Hay una gran obra que debe ser hecha en
llevar a conocimiento de la gente los principios de la reforma pro salud.
Deberían realizarse reuniones públicas para introducir el tema y mantener
escuelas en las que a los que manifiesten interés se les pueda explicar más
particularmente acerca de nuestros alimentos saludables y de cómo se puede
disfrutar de un régimen alimentarlo sano, nutritivo y agradable, sin el uso de
carne, té o café. . . .
Atacad a fondo el tema de la temperancia
con toda la fuerza de la unción del Espíritu Santo. Mostrad la necesidad de una
total abstinencia de toda bebida embriagante, Mostrad el daño terrible que
produce en el cuerpo humano el uso del tabaco y del alcohol (Evangelism, pág.
534).
Mostrad por qué hemos cambiado nuestros
hábitos alimentarios.
Debieran pronunciarse conferencias que
expliquen por qué son esenciales las reformas en el régimen alimentario, que
muestren que el uso de alimentos muy sazonados provoca inflamación en el
delicado revestimiento de los órganos digestivos. Que se exponga por qué como
pueblo hemos cambiado nuestros hábitos en la comida y la bebida. Mostrad por
qué desechamos el tabaco y todas las bebidas embriagantes. Formulad de un modo
claro y sencillo los principios de la reforma pro salud, y juntamente con esto,
poned sobre la mesa alimento saludable en abundancia, preparado apetitosamente;
y el Señor os ayudará para que la urgencia de la reforma cause impresión y hará
ver a la gente que esta reforma es para su completo bienestar (Medical
Ministry, pág. 286).
Impulsadla al máximo.
Cuando le hayamos mostrado a la gente que
tenemos principios correctos concernientes a la reforma pro salud, debiéramos
entonces dedicarnos al 214 asunto de la temperancia en todos sus aspectos, e
impulsarla al máximo (Carta 63, 1905).
Presentémosla en forma atrayente.
Presentad los principios de la
temperancia en su forma más atrayente. Haced circular los libros que instruyen
respecto a la vida sana (Testimonies, tomo 7, pág. 136).
La alta norma de las reuniones de
temperancia.
Se ha de cuidar que las reuniones de
temperancia resulten tan elevadoras y ennoblecedoras como sea posible. Evitad
la obra superficial y todo lo que tenga carácter teatral. Los que comprendan el
carácter solemne de esta obra mantendrán alta la norma. Pero existe una clase
de personas que no tiene respeto verdadero por la causa de la temperancia; lo
único que les interesa es mostrar su ingenio en el escenario. Los puros, los
considerados y los que comprenden el propósito de la obra debieran ser animados
a trabajar en estas grandes ramas de la reforma. Tal vez no sean
intelectualmente brillantes, pero si son puros y humildes, temerosos de Dios y
leales, el Señor aceptará sus labores (Testimonies, tomo 5, pág. 127).
No trabajemos solos.
No debe tratar de hacer esta obra un solo
hombre. Únanse varios en un esfuerzo tal. Preséntense con un mensaje del Cielo,
imbuidos con el poder del Espíritu Santo. . . . Muéstreseles a los hombres y
mujeres lo calamitoso de gastar dinero en complacencias que destruyen la salud
de la mente, del alma y del cuerpo (Evangelism, pág. 531).
Presentad el camino señalado por Dios.
La abnegación, la humildad y la templanza
que se requiere de los justos, a quienes Dios especialmente guía y bendice, han
de ser presentadas a la gente en contraste con los hábitos extravagantes y
destructores de la salud de los que viven en esta época degenerada. Dios ha
mostrado que la reforma pro salud está tan íntimamente relacionada con el
mensaje del tercer ángel como la mano lo está con el cuerpo. En ninguna parte
se ha de encontrar una causa mayor de degeneración física y moral como
resultado del descuido de este importante asunto. Los que satisfacen el apetito
y la pasión y cierran sus ojos a la luz para no ver las complacencias
pecaminosas que no están dispuestos a abandonar, son culpables delante de Dios.
215
El riesgo de apartarse de la luz.
Cualquiera que se aparta de la luz en
algo, endurece su corazón para no prestar consideración a la luz sobre otros
asuntos. Quien viola las obligaciones morales en la cuestión de la comida y el
vestido, prepara el camino para violar las demandas de Dios en lo que se
refiere a los intereses eternos. . . .
El pueblo al que Dios está conduciendo
debe ser peculiar. Sus integrantes no han de asemejarse al mundo. Pero si
obedecen las directivas de Dios, cumplirán con los propósitos de él y le
rendirán su voluntad. Cristo morará en el corazón. El templo de Dios será
santo. Vuestro cuerpo, dice el apóstol, es el templo del Espíritu Santo.
Llamados a obedecer las leyes naturales.
Dios no exige que sus hijos se nieguen a
sí mismos en perjuicio de su fortaleza física. Les pide que obedezcan las leyes
naturales para que preserven la salud física. Señala el camino de la
naturaleza, que tiene cabida para todo cristiano. Con mano generosa Dios ha
provisto para nosotros una variedad de ricas gracias para nuestro sustento y regocijo.
Pero a fin de que disfrutemos del apetito natural, que preservará la salud y
prolongará la vida, lo restringe. El Señor dice: Cuidado; refrenadlo y negaos
al apetito antinatural. Si fomentamos un apetito pervertido, violamos las leyes
de nuestro ser y asumimos la responsabilidad por el abuso de nuestros cuerpos y
por las enfermedades que nos sobrevengan (Testimonies, tomo 3, págs. 62, 63).
Una cuña efectiva para entrar.
He sido informada por parte de mi guía
que aquellos que creen la verdad, no solamente deben practicar la reforma pro
salud, sino que deben enseñarla diligentemente a otros; porque será un agente
por cuyo intermedio la verdad puede ser presentada a la atención de los no
creyentes. Ellos razonarán que si tenemos ideas tan seguras con respecto a la
salud y la temperancia, debe haber algo en nuestra creencia religiosa que vale
la pena ser investigado. Si nos apartamos de la reforma pro salud, perderemos
mucho de nuestra influencia sobre el mundo exterior (Evangelismo, pág. 339).
Las disertaciones sobre temperancia
llegarán a muchos. Se ha de prestar cuidadosa atención para ayudar a los que
están esclavizados por los malos hábitos. Deben oír disertaciones de la Palabra
de Dios en lo que concierne a la temperancia. Debemos conducirlos a la cruz de
Cristo. Personas 216 que hacía casi veinte años que no entraban en una iglesia
han asistido a tales reuniones y se han convertido. El resultado fue que
desecharon el té y el café, el tabaco, la cerveza y las bebidas embriagantes.
En su carácter se produjeron cambios extraordinarios. Muchos reciben así la
luz, al paso que otros la rechazan, para su propia pérdida eterna. Esta obra
cuesta tiempo y esfuerzo agotador, y causa mucha angustia de alma el ver a
tantos oír y entender, pero, por causa de la cruz, negarse a aceptar a
Jesucristo (Manuscrito 52, 1900).
Trabajo personal por los intemperantes.
Trabajad por el intemperante y el adicto
al tabaco, diciéndoles que ningún beodo heredará el reino de Dios, y que
"no entrará en ella ninguna cosa inmunda". Mostradles el bien que
podrían hacer con el dinero que ahora gastan en lo que no les hace más que daño
(Medical Ministry, pág. 268).
Trabajad, orad, levantad.
Las infelices víctimas de la
intemperancia tal vez rehúsen aprovecharse de la oportunidad de recuperar su
virilidad rompiendo su relación con Satanás. ¿Es menor vuestro deber de luchar
para despertar el alma muerta en transgresiones y pecados, haciendo todo lo que
el esfuerzo humano pueda hacer? Jesús obrará milagros maravillosos si los
hombres hacen la parte que Dios les ha confiado. Con su propia fuerza el hombre
nunca puede rescatar almas de las garras de Satanás. Esa restauración solamente
puede cumplirse mediante la unión con Cristo. El hombre debe obrar, debe orar,
debe levantar con su esfuerzo humano al desanimado y desesperanzado, mientras
se aferra del brazo del Todopoderoso y lucha, como Jacob, por la victoria. Su
clamor debe ser: No te dejaré, si no me bendices (Manuscrito 87, 1898).
Por qué es vital el mensaje de
temperancia.
El cristiano será temperante en todas las
cosas -en la comida, en la bebida, en el vestido y en todo aspecto de la vida.
"Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para
recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible". No tenemos
derecho a la complacencia en nada que lleve a una condición mental que impida
al Espíritu de Dios impresionarnos con el sentido de nuestro deber. Una de las
obras maestras de la habilidad satánica es colocar a los hombres donde con
dificultad puedan ser alcanzados por el Evangelio (Review and Herald,
29-8-1907). 217
Los laicos llamados a la obra pública de
la temperancia.
Una iglesia que trabaja es una iglesia
viva. Miembros de la iglesia, haced que la luz brille. Que se oigan vuestras
voces en humilde oración, en testimonios contra la intemperancia, la necedad y
las diversiones de este mundo, y en la proclamación de la verdad para este
tiempo. Vuestra voz, vuestra influencia, vuestro tiempo, todos son dones de
Dios y se han de emplear en la ganancia de almas para Cristo. Visitad a
vuestros vecinos y mostrad interés en la salvación de sus almas (Medical
Ministry, pág. 332).
Obra de temperancia en domingo.
El domingo puede dedicarse a diversas
actividades que lograrán mucho resultado para Dios. . . Hablad de la temperancia
y la vida religiosa genuina. Aprenderéis así el arte de trabajar y alcanzaréis
a muchas almas (Joyas de los Testimonios, tomo 3, pág. 396).
En los congresos.
En nuestras tareas de los congresos se
debe dar más atención a la obra de la enseñanza de los principios de la reforma
pro salud y temperancia; estos asuntos deben ocupar un lugar importante en
nuestros esfuerzos para este tiempo. Mi mensaje es: Educad, educad en el tema
de la temperancia (Manuscrito 65, 1908).
En nuestras iglesias.
Toda iglesia necesita un testimonio claro
y penetrante, que dé a la trompeta un sonido cierto. Si podemos despertar la
sensibilidad moral con el tema de la práctica de la temperancia en todas las
cosas, se ganará una muy grande victoria (Manuscrito 59, 1900).
Preparaos para enseñar a otros.
Me pregunto por qué algunos de nuestros
hermanos en el ministerio están tan alejados de la proclamación del excelso
tema de la temperancia. ¿Por qué no se manifiesta un interés mayor en la
reforma pro salud? (Carta 42, 1898).
No sólo debemos educarnos para vivir en
armonía con las leyes de la salud, sino para enseñarles a otros el camino
mejor. Hay muchos, aun de entre los que profesan creer las verdades especiales
para este tiempo, que ignoran lamentablemente lo que atañe a la salud y la
temperancia. Necesitan ser instruidos, línea sobre línea, precepto sobre
precepto. Se les ha de presentar el tema con claridad. Este asunto no debe ser
pasado por alto como si no tuviera importancia, porque casi cada familia
necesita ser sacudida en este punto. Se debe despertar la conciencia al deber
de 218 practicar los principios de la verdadera reforma. Dios quiere que su
pueblo sea temperante en todas las cosas. . .
Sin acobardarse por el ridículo.
Nuestros ministros debieran llegar a
considerar con inteligencia este asunto. No debieran ignorarlo, ni ser
apartados por los que los llaman extremistas. Averigüen ellos lo que constituye
la verdadera reforma pro salud, y enseñen sus principios, tanto por precepto
como por un ejemplo sereno y consecuente. Debiera darse instrucción sobre la
salud y la temperancia en nuestras grandes reuniones. Buscad despertar el
intelecto y la conciencia. Poned en servicio todo talento disponible y
continuad la obra con publicaciones sobre el tema. "Educad, educad, educad",
es el mensaje con el cual se me ha impresionado (Christian Temperance and Bible
Hygiene, pág. 117).
4. La instrucción sobre temperancia: uno
de los objetivos de nuestra obra médica
Establecidos para predicar la verdadera
temperancia.
Es con este propósito con el cual
nuestros sanatorios están establecidos, para predicar la verdadera temperancia
(Consejos sobre el Régimen Alimenticio, pág. 191).
Presentadla desde el punto de vista
moral.
En nuestros sanatorios nuestros ministros
que se ocupan de la palabra y la doctrina, debieran presentar charlas breves
sobre los principios de la temperancia, mostrando que el cuerpo es el templo
del Espíritu Santo y recordándole a la gente la responsabilidad que tiene sobre
sí, como posesión comprada de Dios, de hacer del cuerpo un templo santo, apto
para que more el Espíritu Santo. Cuando se le presente esta instrucción, la
gente llegará a interesarse en la doctrina de la Biblia.
También debe presentarse la pestilencia
moral que está asemejando a los habitantes del mundo actual a los del mundo
antes del diluvio: audaces, blasfemos, intemperantes, corrompidos. Los pecados
que se practican están convirtiendo a esta tierra en un lazareto de corrupción.
Estos pecados deben ser severamente reprochados. Los que predican deben
levantar la norma de la temperancia desde el punto de vista cristiano. Cuando
la temperancia sea presentada como parte del Evangelio, muchos verán su
necesidad de reforma (Manuscrito 14, 1901). 219
Los médicos han de instruir en asuntos de
temperancia.
Deben dar instrucción a la gente acerca
de los peligros de la intemperancia. En lo futuro este mal deberá combatiese
más audazmente que en lo pasado. Los ministros y los médicos deben presentar
los males de la intemperancia. Ambas clases deben trabajar en el Evangelio con
poder para condenar el pecado y ensalzar la justicia. Los ministros o médicos
que no dirigen llamamientos personales a la gente son remisos en su deber. No
cumplen la obra que Dios les ha asignado (Joyas de los Testimonios, tomo 2,
pág. 398).
Hay que enseñar temperancia estricta.
Cuando el médico ve sufrir al paciente de
una enfermedad derivada de alimentos o brebajes impropios o de otros hábitos
erróneos, y no se lo dice, le perjudica. Los beodos, los dementes, los
disolutos, todos imponen al médico la declaración terminante de que los
padecimientos son resultado del pecado. Los que entienden los principios de la
vida deberían esforzarse por contrarrestar las causas de las enfermedades. Al
ver el continuo conflicto con el dolor y tener que luchar constantemente por
aliviar a los que padecen, ¿cómo puede el médico guardar silencio? ¿Puede
decirse que es benévolo y compasivo si deja de enseñar la estricta templanza
como remedio contra la enfermedad? (El Ministerio de Curación, pág. 77).
Un guardián de la salud física y moral.
El verdadero médico es educador. Reconoce
su responsabilidad, no sólo para con los enfermos que están bajo su cuidado
personal, sino también para con la población en que vive. Es guardián de la
salud física y moral. Su tarea no sólo consiste en enseñar métodos acertados
para el tratamiento de los enfermos, sino también en fomentar buenos hábitos de
vida y esparcir el conocimiento de sanos principios.
Nunca fue tan necesario como hoy dar
educación en los principios que rigen la salud. A pesar de los maravillosos
adelantos relacionados con las comodidades y el bienestar de la vida, y aun con
la higiene y el tratamiento de las enfermedades, resulta alarmante el decaimiento
del vigor y de la resistencia física. Esto requiere la atención de cuantos
toman muy a pecho el bienestar del prójimo.
Nuestra civilización artificial fomenta
males que anulan los sanos principios. Las costumbres y modas están en pugna
con la naturaleza. Las prácticas que imponen, y los apetitos 220 que alientan,
aminoran la fuerza física y mental y echan sobre la humanidad una carga
insoportable. Por doquiera se ven intemperancia y crímenes, enfermedad y
miseria.
Muchos violan las leyes de la salud por
ignorancia, y necesitan instrucción. Pero la mayoría sabe cosas mejores que las
que practica. Debe comprender cuán importante es que rija su vida por sus
conocimientos. El médico tiene muchas oportunidades para hacer conocer los
principios que rigen la salud y para enseñar cuán importante es que se los
ponga en práctica. Mediante acertadas instrucciones puede hacer mucho para
corregir males que causan perjuicios indecibles (El Ministerio de Curación,
págs. 87, 88).
El sanatorio, una fuerza educadora.
Que los asuntos que conciernen a la
reforma pro salud ocupen un lugar sobresaliente en la obra de todos nuestros
sanatorios y escuelas. El Señor desea hacer de nuestros sanatorios una fuerza
educadora en todo lugar. Sea que se trate de grandes o pequeñas instituciones,
la responsabilidad es la misma. La comisión del Salvador para nosotros es:
"Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras
buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos"
(Manuscrito 65, 1908).
Los pacientes dejarán de sentir necesidad
de estimulantes y narcóticos.
En nuestras instituciones médicas debiera
darse instrucción clara en cuanto a la temperancia. Se les debiera mostrar a
los pacientes lo nocivo de las bebidas embriagantes, y la bendición que hay en
la total abstinencia. Se les debiera pedir que abandonen las cosas que han
arruinado su salud, y en su lugar se les debiera proveer de fruta en
abundancia. . .
Y cuando a los enfermos se los haga
realizar esfuerzo físico, el cerebro y los nervios agotados hallarán alivio, y
el agua pura y el alimento saludable y apetitoso los restaurarán y
fortalecerán. No sentirán necesidad de drogas o de bebidas embriagantes
destructoras de la salud (Carta 145, 1904).
En relación con los restaurantes
higiénicos.
Se han de establecer restaurantes
higiénicos en las ciudades, y por su medio proclamar el mensaje de temperancia.
Debieran hacerse arreglos para realizar reuniones en relación con nuestros
Restaurantes. Toda vez que sea posible, téngase una habitación donde se pueda
invitar a los parroquianos a 221 conferencias sobre la ciencia de la salud y la
temperancia cristiana, en las que puedan recibir instrucción sobre la
preparación de alimento saludable y otros temas importantes. En esas reuniones
debiera haber oración, canto y disertación, no sólo sobre los temas de la salud
y la temperancia, sino también sobre otros asuntos bíblicos apropiados. Cuando
se enseñe a la gente cómo preservar la salud física, aparecerán muchas
oportunidades de sembrar las semillas del Evangelio del reino (Testimonies,
tomo 7, pág. 115).
5. La influencia de la pluma
Publicaciones sobre temperancia.
Tenemos que hacer una obra en los ramos
de la temperancia además de hablar en público. Debemos presentar nuestros
principios en folletos, libritos y periódicos (Obreros Evangélicos, pág. 399).
Todo adventista debe propagarla.
El asunto de la temperancia ha de recibir
decidido apoyo del pueblo de Dios. La intemperancia lucha por la supremacía;
aumenta la complacencia propia y se necesitan con urgencia publicaciones que
traten de la reforma pro salud. Las publicaciones que hablen de este asunto son
la mano ayudadora del Evangelio, que conduce a las almas a escudriñar la Biblia
para una mejor comprensión de la verdad. Ha de proclamarse la nota de advertencia
contra el gran mal de la intemperancia; y para que esto pueda hacerse, todo
observador del sábado debiera estudiar y practicar la instrucción contenida en
nuestros periódicos y libros sobre salud. Y debieran hacer más que eso:
debieran realizar fervientes esfuerzos para propagar esas publicaciones entre
sus vecinos (Counsels on Health, pág. 462).
Alcanzad a la gente donde está.
La propagación de nuestras publicaciones
sobre salud es una obra de la mayor importancia. Es una obra en la que debieran
mostrar vivo interés todos los que creen las verdades especiales para este
tiempo. Dios desea que ahora, como nunca antes, se sacuda la mente de la gente
para que investigue el gran tema de la temperancia y los principios que
fundamentan la verdadera reforma pro salud. La vida física ha de ser
cuidadosamente educada, cultivada y desarrollada, para que mediante los hombres
y las mujeres, la naturaleza divina pueda revelarse en su plenitud. Tanto las
facultades físicas como las mentales, con los sentimientos, han de ser
adiestradas para que 222 puedan alcanzar el mayor grado de eficiencia. Debe
mantenerse ante el pueblo la reforma, la continua reforma. . .
La luz que Dios ha dado sobre la reforma
pro salud es para nuestra salvación y la salvación del mundo. Debiera
informarse a los hombres y mujeres respecto a la morada humana compuesta por
nuestro Creador como su habitación, y de la cual desea que seamos fieles
mayordomos. Deben darse al mundo estas grandes verdades. Hemos de alcanzar a la
gente donde está, y por ejemplo y precepto llevarla a ver las bellezas del
camino mejor. . . .
Nadie piense que la circulación de
nuestros periódicos sobre salud es algo de poca monta. Todos debieran ocuparse
en esta obra con más interés y realizar esfuerzos mayores en ese sentido. Dios
bendecirá grandemente a quienes la apoyen con fervor, porque es una obra que
debiera recibir atención en este tiempo.
Los ministros pueden y debieran hacer
mucho para impulsar la circulación de nuestros periódicos sobre salud. Todo
miembro de la iglesia debiera trabajar con tanto fervor por éstos como por
nuestros otros periódicos. . . .
La circulación de las revistas sobre
salud será un medio poderoso en la preparación de la gente para que acepte
aquellas verdades especiales que la han de hacer idónea para la pronta venida
del Hijo del hombre (Counsels on Health, págs. 445-447).
Nuestro pueblo debiera ocuparse en todas
partes.
Dondequiera estéis, haced brillar vuestra
luz. Poned nuestras revistas y folletos en manos de aquellos con quienes os
relacionáis cuando vais viajando en vehículos, estáis haciendo visitas o cuando
conversáis con vuestros vecinos; aprovechad toda oportunidad para hablar una
palabra en sazón. El Espíritu Santo hará germinar la semilla en algunos
corazones. . . .
Tengo que hablar palabras de aliento
acerca del número especial [sobre temperancia] del Watchman [Our Times], que
publicará en breve la Southern Publishing House. Me regocijaré al ver a
nuestras asociaciones ayudar en esta obra haciéndose cargo de un gran número de
ejemplares para hacerlos circular. Que no se pongan impedimentos en este
esfuerzo, sino que todos se ocupen de dar a este número sobre temperancia una
amplia difusión. 223
No podría presentarse un momento mejor
que el actual para un movimiento de esta clase, en que la cuestión de la
temperancia ha despertado un interés tan amplio. Que nuestro pueblo se ocupe
decididamente en todas partes de presentar nuestra posición sobre la
temperancia. Que se haga todo lo posible por difundir llamamientos enérgicos y
conmovedores para el cierre de las tabernas. Que se haga de ese período un
poder para el bien. Que nuestra obra por la temperancia sea más animosa, más
decidida (Review and Herald, 18-6-1908).
Nuestra responsabilidad en esta hora
solemne.
Sobre nosotros, a quienes Dios ha
concedido gran luz, descansa la solemne responsabilidad de llamar la atención
de hombres y mujeres juiciosos al significado de la prevalencia de la
embriaguez y el crimen con que están tan familiarizados. Debiéramos poner ante
sus mentes los pasajes que retratan claramente las condiciones que existirían
precisamente antes de la segunda venida de Cristo. . . .
En estos tiempos en que los diarios
rebosan de horribles detalles de borracheras repugnantes y crímenes terribles,
hay una tendencia a familiarizarse tanto con las condiciones existentes, que
perdemos de vista el significado de esas condiciones. La violencia está en la
tierra. Se consumen más bebidas embriagantes que las que hasta aquí se han
consumido alguna vez. Los periódicos están llenos del relato del crimen
resultante. Y sin embargo, a pesar de las muchas evidencias de la impiedad
creciente, los hombres rara vez se detienen a considerar con seriedad el
significado de estas cosas. Casi sin excepción, los hombres se ufanan de la
ilustración y del progreso de la era presente. . . .
¡Cuán importante es que los mensajeros de
Dios llamen la atención de los estadistas, de los directores de periódicos, de
los hombres juiciosos de todas partes al profundo significado de la embriaguez
y de la violencia que actualmente llenan la tierra de desolación y muerte! Como
fieles colaboradores de Dios, debemos presentar un testimonio claro y decidido
en favor de la cuestión de la temperancia. . . .
Ahora se nos presenta la oportunidad
dorada para cooperar con las inteligencias celestiales en iluminar el
entendimiento de aquellos que están estudiando el significado del rápido
aumento del crimen y el de desastre. Cuando hagamos 224 fielmente nuestra
parte, el Señor bendecirá nuestros esfuerzos para la salvación de muchas
preciosas almas (Review and Herald, 25-10-1906).
Salid con las manos llenas de material de
lectura
Las publicaciones sobre la reforma pro
salud llegarán a muchos que no mirarán ni leerán nada acerca de importantes
temas bíblicos. La complacencia de todo apetito pervertido está haciendo su
obra de muerte. Se debe hacer frente a la intemperancia. Mediante esfuerzo
unido e inteligente haced conocer los males de anublar, por el vino y las
bebidas fuertes, las facultades concedidas por Dios. La verdad debe llegarle a
la gente mediante la reforma pro salud. Esto es esencial a fin de atraer la atención
respecto a la verdad de la Biblia.
Dios requiere que su pueblo sea
temperante en todas las cosas. A menos que practiquen la temperancia, no serán,
no podrán ser santificados por la verdad. Sus mismos pensamientos y mentes se
tornarán depravados. Muchos de aquellos a quienes se considera desesperadamente
corrompidos podrían, si se los instruyera adecuadamente tocante a sus prácticas
malsanas, ser atraídos por la verdad. Entonces podrían ser vasos elevados,
ennoblecidos, santificados y aptos para el uso del Maestro. Salid con vuestras
manos llenas de material de lectura apropiada, y con vuestro corazón lleno del
amor de Cristo por sus almas, alcanzándolos donde se encuentren (Manuscrito 1,
1875).
Organización y preparación para un
trabajo efectivo
Necesitamos trabajar por los intereses de
la reforma pro temperancia, y hacer de esto un asunto de vital interés. Esa es
una de las formas en que llegaremos a ser pescadores de hombres. Se está
realizando una buena obra en la difusión de nuestras publicaciones. Juntaos en
grupos para la prosecución de una obra vigilante. Aprended a hablar de tal modo
que no ofendáis. Cultivad la delicadeza en el habla. Permitid que la gracia de
Cristo more copiosamente en vosotros, hablándoos palabras alentadoras. Dirijo
un ferviente llamamiento a nuestro pueblo: Venid a las filas, venid a las filas
(Manuscrito 99, 1908).
Pregonad la advertencia.
Los hijos de Dios han de ser de mente
pronta, rápidos para discernir y aprovecharse de toda oportunidad para el
avance de la causa del Señor. Tienen un mensaje que llevar. Mediante la pluma y
la voz 225 han de pregonar la nota de advertencia. Oirán sólo unos pocos; sólo
unos pocos tendrán oídos para oír. Satanás ha inventado astutamente muchas
formas de mantener a los hombres y mujeres bajo su influencia. Les hace
debilitar sus órganos mediante la complacencia del apetito pervertido y por la
indulgencia en los placeres del mundo. Las bebidas embriagantes, el tabaco, el
teatro y las carreras de caballos éstos y muchos otros males están entorpeciendo
las sensibilidades del hombre y llevando a multitudes a prestar oídos sordos a
las misericordiosas súplicas de Dios (Review and Herald, 23-6-1903).
6. El poder del voto
Nuestra responsabilidad como ciudadanos.
Al paso que de ningún modo debemos vernos
envueltos en cuestiones políticas, no obstante es nuestro privilegio asumir
nuestra posición decididamente en todo lo relacionado con la reforma pro
temperancia. En cuanto a esto a menudo he presentado un claro testimonio. En un
artículo publicado en la Review del 8 de noviembre de 1881, escribí: . . .
La parálisis moral que domina a la
sociedad tiene una causa. Las leyes sostienen un mal que mina sus mismos
fundamentos. Muchos deploran los males que saben existen ahora, pero se
consideran libres de toda responsabilidad en el asunto. Esto no puede ser. Cada
persona ejerce una influencia en la sociedad.
Cada votante tiene voz.
En nuestro favorecido país, cada votante
tiene voz para determinar qué leyes regirán la nación. ¿No deben esa influencia
y ese voto ser echados de lado de la temperancia y de la virtud? . . .
Podemos invitar a los amigos de la causa
de la temperancia a unirse para el conflicto, y tratar de rechazar la marea del
mal que desmoraliza al mundo; pero ¿de qué valdrán todos nuestros esfuerzos
mientras la venta de las bebidas embriagantes tenga el apoyo de la ley? ¿Deberá
permanecer la maldición de la intemperancia para siempre como azote de nuestro
país? ¿Habrá de pasar como fuego devorador sobre miles de hogares felices cada
año?
Mediante la voz, la pluma y el voto.
Hablamos de los resultados, temblamos
ante los resultados y nos preguntamos qué podemos hacer con los terribles
resultados, mientras demasiado a menudo toleramos y aun sancionamos la causa.
226 Los defensores de la temperancia no hacen todo su deber a menos que ejerzan
su influencia por precepto y ejemplo -de viva voz, por la pluma y el voto- en
favor de la prohibición y abstinencia total. No necesitamos esperar que Dios
haga un milagro para producir esta reforma, y así suprima la necesidad de
nuestros esfuerzos. Nosotros mismos debemos trabarnos en lucha con este
gigantesco enemigo, haciendo nuestro lema: No transigiremos ni cejaremos en
nuestros esfuerzos antes de obtener la victoria. . . . (Obreros Evangélicos,
págs. 401, 402).
La elección de hombres rectos.
Los hombres intemperantes no deben ser
colocados en puestos de confianza por el voto del pueblo (Signs of the Times,
8-7-1880).
A merced de hombres intemperantes.
Se vota para cargos públicos por muchos
hombres cuyas mentes están privadas de su vigor pleno por la complacencia en
las bebidas espirituosas, o continuamente anubladas por el uso del soporífero
tabaco. . . . La paz de las familias felices, la reputación, la propiedad, la
libertad y hasta la vida misma están a merced de hombres intemperantes en todas
nuestras cámaras legislativas y en nuestras cortes de justicia.
Por haber cedido a la complacencia del
apetito, muchos que una vez fueron rectos, fueron caritativos, perdieron su
integridad y su amor por sus semejantes y se unieron a los deshonestos y
libertinos, abrazaron su causa y compartieron su culpa.
Pérdida de la sagrada prerrogativa de
ciudadano.
Cuántos pierden su prerrogativa como
ciudadanos de una república, sobornados por un vaso de whisky para depositar su
voto por algún candidato ruin. Como clase, los intemperantes no vacilarán en
emplear el engaño, el cohecho y aun la violencia contra los que rechazan la
licencia sin límites para el apetito pervertido (Review and Herald, 8-11-1881).
Responsabilidad de los ciudadanos
pasivos.
Muchos le prestan su influencia al gran
destructor, ayudándole mediante la voz y el voto a destruir la imagen moral de
Dios en el hombre, sin pensar en las familias que son degradadas por el apetito
pervertido por la bebida (Manuscrito 87, 1898).
Y los que con sus votos aprueban el
tráfico de bebidas serán tenidos por responsables de las iniquidades cometidas
por quienes están bajo la influencia de bebidas fuertes (Carta 243a, 1905). 227
Nuestros pioneros tomaron una importante
decisión.*
[Página del diario de Elena G. de White,
de 1859.] "Asistí a la reunión en la víspera. Fue una reunión bastante
franca e interesante. Después de que hubo concluido, se trató y consideró el
asunto del voto. Primero habló Jaime y luego lo hizo el hermano Andrews, y
pensaron que lo mejor era prestar su influencia en favor de lo recto y en
contra de lo incorrecto. Piensan votar por hombres temperantes para los cargos
en nuestra ciudad en lugar de que por su silencio corran el riesgo de que en
los cargos sean puestos hombres intemperantes. El hermano Hewett habla de su
experiencia reciente y está persuadido de que es correcto que emita su voto. El
hermano Hart habla a favor. El hermano Lyon se opone. Nadie más pone reparos al
asunto del voto, pero el hermano Kellogg empieza a sentir que es correcto.
Entre los hermanos hay sentimientos gratos. Ojalá todos puedan proceder en el
temor de Dios.
"Hombres intemperantes han estado
hoy en la oficina expresando adulonamente su aprobación a la negativa de votar
de los observadores del sábado, como también su esperanza de que se han de
mantener firmes en su posición y al igual que los cuáqueros, no emitirán su
voto. Satanás y sus ángeles malignos están ocupados en este tiempo, y él tiene
obreros sobre la tierra. Ojalá Satanás sea chasqueado, es mi oración"
(Diario de E. G. de White, domingo 6 de marzo de 1859).
La lección de antiguos reinos.
La prosperidad de una nación depende de
la virtud e inteligencia de sus ciudadanos. Para conseguir estas bendiciones,
son indispensables hábitos de estricta temperancia. La historia de los reinos
antiguos está llena de lecciones amonestadoras para nosotros. El lujo, 228 la
complacencia de los sentidos y la disipación prepararon su caída. Resta ver si
nuestra república recibirá la advertencia de su ejemplo, y evitará su suerte.
-Review and Herald, noviembre 8 de 1881. (Obreros Evangélicos, págs. 402, 403).
7. El llamado a la cosecha
Es tiempo de que trabajemos.
Hermanos y hermanas, ¿no es tiempo de que
trabajemos? ¿No es tiempo de que despertemos los dones que Dios nos ha dado, de
que nos llenemos de un celo que no hemos tenido todavía? ¿Y no es tiempo de que
nos plantemos como Caleb, pasemos al frente, levantemos nuestras voces y clamemos
contra los rumores que circulan en nuestro derredor? ¿No somos capaces de
poseer la tierra? Con Dios podemos realizar una potente obra en el ramo de la
temperancia (Manuscrito 3, 1888).
¿Quién ayudará?
Todos en derredor de nosotros son
víctimas del apetito depravado, ¿y qué estáis haciendo por ellos? ¿No podéis
ayudarles, mediante vuestro ejemplo, a poner sus pies en el camino de la
temperancia? ¿Podéis percataros de las tentaciones que les sobrevienen a los
jóvenes que crecen junto a nosotros, y no tratar de advertirlos para salvarlos?
¿Quién permanecerá del lado del Señor? ¿Quién ayudará a contener esta marea de
inmoralidad, dolor y miseria, que está llenando el mundo? (Christian Temperance
and Bible Hygiene, pág. 40).
Nuestro día de oportunidad.
La intemperancia de todo tipo está
tomando cautivo al mundo, y los que en este tiempo son verdaderos educadores,
los que instruyen en la abnegación y el sacrificio propios, tendrán su
recompensa. Ahora es nuestro tiempo, ahora es nuestra oportunidad para realizar
una obra bendecida (Medical Ministry, pág. 25).
Somos responsables.
Somos responsables de los males que
podríamos haber refrenado en otros mediante la reprensión, mediante la
advertencia, mediante el ejercicio de la autoridad paternal o pastoral, como si
nosotros fuésemos culpables de los actos (Testimonies, tomo 4, pág. 516).
Avivad la obra de la temperancia.
La causa de la temperancia necesita ser
reavivada como nunca lo ha sido aún (Review and Herald, 14-1-1909).
Años ha, considerábamos la difusión de
los principios de temperancia como uno de nuestros deberes más importantes. 229
Debiera serlo también ahora (Obreros Evangélicos,. pág. 398).
Si llevásemos adelante la obra pro
temperancia como se inició hace treinta años *; si en nuestros congresos presentáramos
a la gente los males de la intemperancia en el comer y beber, especialmente los
males de la bebida; si estas cosas fuesen presentadas en relación con las
evidencias de la pronta venida de Cristo, la gente se conmovería. Si
manifestáramos un celo proporcional a la importancia de las verdades que
presentamos, podríamos contribuir a rescatar de la ruina a centenares, sí, a
millares (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág. 399).
Si nuestro pueblo pudiera comprender
cuánto está en juego, y buscara redimir el tiempo que se ha perdido, poniendo
ahora el corazón y el alma y la fuerza en la causa de la temperancia, se vería
un gran bien como resultado (Carta 78, 1911).
Con Dios somos mayoría.
Vosotros decís: somos una minoría. ¿No es
Dios mayoría? Si estamos del lado del Dios que hizo el cielo y la tierra, ¿no
estamos del lado de la mayoría? Tenemos de nuestra parte a los ángeles que son
superiores en fortaleza (Manuscrito 27, 1893).
Con nuestras débiles manos humanas
podemos hacer poco, pero tenemos un Ayudador infalible. No debemos olvidar que
el brazo de Cristo puede llegar hasta lo más profundo del dolor y la
degradación humanos. El puede ayudarnos a vencer aun a este terrible demonio de
la intemperancia (Christian Temperance and Bible Hygiene, pág. 21).
Los campos listos para la cosecha.
En todo lugar se le ha de dar más
importancia al asunto de la temperancia. La embriaguez, y el crimen que siempre
la siguen, claman por que se levante una voz que combata ese mal. Cristo ve una
abundante cosecha que espera ser recogida. Las almas están hambrientas de la
verdad, sedientas del agua de la vida. Muchos están en el umbral mismo del
reino, esperando sólo ser introducidos en él. ¿No puede ver el pueblo que
conoce la verdad? ¿No oirán la voz de Cristo que dice: "¿No decís
vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo:
Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la
siega"? (Carta 10, 1899). 230
APÉNDICE A
ELENA G. DE WHITE, PROPULSORA DE LA
TEMPERANCIA
Comisionada para hablar sobre
temperancia.
También debía hablar sobre el tema de la
temperancia como la mensajera señalada por el Señor. He sido llamada a muchos
lugares para hablar sobre temperancia delante de grandes asambleas. Durante
muchos años fui conocida como vocera de la temperancia (Manuscrito 140, 1905).
Me regocijo de haber tenido el privilegio
de dar mi testimonio sobre este tema en locales atestados en muchos países.
Muchas veces he hablado sobre este tema a grandes congregaciones en nuestros
congresos (Carta 78, 1911).
Manera de presentar el tema.
Dejamos la senda trillada del
conferenciante popular, y rastreamos el origen de la intemperancia que
prevalece en el hogar, la mesa familiar y la complacencia del apetito en los niños.
El alimento estimulante crea un deseo de estimulantes todavía más fuertes. El
muchacho cuyo gusto se envicia así, y a quien no se le enseña dominio propio,
es el borracho o el esclavo del tabaco de años posteriores. El tema fue
abordado sobre esta amplia base; y se señaló el deber de los padres de
ejercitar a sus hijos en los conceptos correctos de la vida y sus
responsabilidades, y en establecer el fundamento de sus rectos caracteres
cristianos. La gran obra de la reforma provocada por la temperancia debe
comenzar en el hogar para que tenga un completo éxito (Review and Herald,
23-8-1877).
Una gran reunión sobre temperancia en
Kokomo, Indiana.
El redactor del Kokomo Dispatch [Mensaje
de Kokomo] estuvo el sábado en el congreso. Después hizo imprimir avisos para
anunciar que íbamos a disertar sobre el tema de la temperancia cristiana, en el
lugar del congreso el domingo de tarde. . . Tres trenes de excursión volcaron
su carga viviente en nuestro lugar del congreso. La gente aquí es muy
entusiasta por el tema de la temperancia. A las 231 14:30 hablamos a unas ocho
mil personas sobre el tema de la temperancia desde un punto de vista moral y
cristiano. Recibimos la bendición de una notable claridad y fluidez y el gran
auditorio presente nos escuchó con la mejor atención (Review and Herald,
23-8-1877).
Hablando de temperancia en Salem, Oregon.
El domingo 23 de junio [1873], hablé en
la iglesia metodista de Salem acerca de la temperancia. La asistencia era
extraordinariamente buena, y tuve libertad para tratar éste mi tema favorito.
Se me pidió que volviese a hablar en ese mismo lugar el domingo siguiente al
congreso. Pero no pude hacerlo por la ronquera. El martes siguiente a la noche,
volví, sin embargo, a hablar en esta iglesia. Recibí muchas invitaciones a
hablar respecto de la temperancia en diversas ciudades y pueblos de Oregon,
pero el estado de mi salud me impidió cumplir con estas peticiones. . .
(Testimonios Selectos, tomo 3, pág. 292).
En el viaje de Denver a Walling's Mills,
el retiro montañés donde mi esposo estaba pasando los meses de verano, nos
detuvimos en Boulder City [a comienzos de agosto de 1878], y contemplamos con
gozo nuestro pabellón de lona donde el pastor Cornell estaba dirigiendo una
serie de reuniones (Testimonios Selectos, tomo 3, pág. 296). La carpa había
sido prestada para que en ella realizáramos reuniones de temperancia y, por
invitación especial, hablé a atentos oyentes que llenaban la carpa. Aunque
estaba cansada por el viaje, el Señor me ayudó a presentar con éxito, ante la gente,
la necesidad de practicar una estricta temperancia en todas las cosas
(Testimonies, tomo 4, pág. 297).
Unicamente la eternidad habrá de revelar
lo que ha alcanzado este ministerio, y cuántas almas enfermas de duda y
cansadas de la mundanalidad y de agitación, fueron llevadas al gran Médico que
anhela salvar hasta lo sumo a cuantos acuden a él. Cristo es un Salvador
resucitado, y hay sanidad en sus alas (Joyas de los Testimonios, tomo 2, pág.
399).
Unidos con otros para ayudar a los
prójimos.
Pasado el sábado, por la noche hablé en
el Washingtonian Hall *. . . El domingo por la tarde, hablé en el mismo local a
una 232 buena congregación sobre el tema de la temperancia. Me escucharon con
el más profundo interés. Hablé con soltura y poder presentando a Jesús, quien
tomó sobre sí las debilidades de la humanidad, y llevó sus pesares y dolores
venciendo por nosotros...
Al terminar la reunión, se me honró
presentándome al presidente del Washingtonian Home. Me agradeció en nombre de
la familia y amigos por el placer de escuchar las declaraciones que hice. Fui
invitada cordialmente a visitarlos cuando pasara otra vez por Chicago, y les
aseguré que consideraría un privilegio el hacerlo. Quedé contenta porque tuve
esta oportunidad de presentar el tema de la temperancia desde el punto de vista
cristiano, delante de las ocupantes de ese hogar para ebrias, donde se les
ayudaba para vencer el poderoso hábito que arroja a tantos en una esclavitud
casi sin esperanza. Se me informó que entre los que están obligados a buscar su
ayuda amistosa hay abogados, médicos y aun ministros (Review and Herald,
10-2-1885).
Respuestas animadoras.
Hablo con toda decisión sobre este tema
[la temperancia], y tiene una notable influencia sobre otras mentes. Con
frecuencia, el testimonio que dan es: "No he usado tabaco, vino, o
estimulante alguno ni estupefacientes desde ese discurso que Ud. dio sobre
temperancia". Luego añaden: "Debo conocer principios iluminadores
para la acción; pues deseo que otros conozcan los beneficios que he recibido. Esta
reforma implica grandes consecuencias para mí y todos aquellos con quienes me
relaciono. Escogeré la mejor parte, trabajar con Cristo, con principios y
propósitos establecidos para ganar una corona de vida como vencedor"
(Carta 96, 1899).
En nuestras reuniones públicas, en
Australia, nos esforzamos especialmente para presentar con claridad los
principios fundamentales de la reforma pro temperancia. Generalmente, cuando
hablaba a la gente en domingo, mi tema era salud y temperancia. Durante algunos
de los congresos, se daba instrucción diaria sobre este tema. En varios
lugares, nuestra posición en cuanto al uso de estimulantes y narcóticos indujo
a los amigos de la temperancia a asistir a nuestras reuniones y aprender más de
las varias doctrinas de nuestra fe (Manuscrito 79, 1907). 233
Relaciones con la Unión de Mujeres
Cristianas de Melbourne.
El Dr. M. G. Kellogg vino a mi carpa para
ver si quería entrevistarme con la presidenta y la secretaria de la Unión de
Mujeres Cristianas [una asociación de temperancia]. Las invitamos a nuestra
carpa y la visita fue muy agradable. La presidenta es una vegetariana estricta
que no ha probado la carne durante cuatro años. Su rostro límpido es un crédito
de sus hábitos de sobriedad. La secretaria es joven, Ambas son inteligentes.
Manifiestan profundo interés en todo lo que han oído. Me han pedido que hable
en el bello local donde celebran sus reuniones, y pidieron al Hno. Starr que
escriba para su revista de temperancia.
La presidenta expresó un ferviente deseo
de que confraternicemos en la obra de temperancia. "Tenga la seguridad
-dijeron- de que entraremos en cada puerta abierta ante nosotros a fin de hacer
brillar nuestra luz a otros". Parecían muy complacidas al ver, oír y estar
convencidas que los frutos del Espíritu son poseídos y revelados por este
pueblo [los adventistas]. A cada una de ellas di un ejemplar de Christian
Temperance [Temperancia cristiana], a una The Great Controversy [El Conflicto
de los Siglos], a la otra Patriarchs and Prophets [Patriarcas y Profetas]
(Manuscrito 2, 1894).
Continuando con educación sobre salud.
El capitán Press y su esposa, la
presidenta de la Unión de Mujeres Cristianas de Victoria [Australia],
estuvieron presentes. La Sra. Press me visitó en mi carpa en los terrenos del
congreso, y me instó para que hablara a su sociedad. Después del discurso del
domingo, vino a mí y tomándome la mano, dijo: "Le agradezco por este
discurso. Veo muchos puntos nuevos que han hecho una impresión perdurable en mi
mente. Nunca perderé su fuerza".
Me presentaron a su esposo; hombre de
apariencia nobilísima. Es piloto y ocupa un puesto muy importante. El Hno.
Starr y su esposa almorzaron con ellos y los trataron en forma muy agradable.
La Sra. Press, en representación de la Unión de Mujeres Cristianas, ha hecho un
pedido muy ferviente de instrucción en dietética higiénica. Hemos hecho
arreglos para un curso de arte culinario, a celebrarse en Melbourne, en el
local vecino al de la Unión de Mujeres Cristianas. Se darán cuatro lecciones,
una por semana, comenzando 234 el jueves próximo. En cada lección se enseñará
la forma de preparar ocho platos diferentes. Se ha provocado gran entusiasmo
con el tema. La Sra. Press es vegetariana y no ha probado carne durante cuatro
años.
Bien, de la mejor clase de gente asiste a
nuestras reuniones en Williamstown. El Sr. Press y su esposa asistieron a
algunas de las reuniones del congreso, y dijeron que la Biblia ahora es un
libro nuevo para ellos. Ven que está lleno de verdad preciosa que es un regalo
para el alma (Manuscrito 6, 1894).
Manteniendo las relaciones.
La Sra. Press, presidenta de la Unión de
Mujeres Cristianas de Victoria, y la Sra. Kirk la secretaria, su hermana y dos
señoras de edad, con la sobrina de la Sra. Press, han almorzado con nosotros.
Nos relacionamos con la Sra. Press y la Sra. Kirk en Melbourne; acaban de haber
asistido a una convención de temperancia en Sidney. Nuestra entrevista fue
agradable, y ahora han salido en nuestro carruaje a ver el campo, mientras yo
continúo escribiendo. Espero que estas hermanas sean llevadas a un conocimiento
de la verdad. Anhelamos ver a aquellos que son inteligentes, convertidos y de
pie en la vindicación de la verdad (Manuscrito 30, 1893).
Reuniones sobre temperancia, al aire
libre, en Nueva Zelandia.
Algunos de los oyente quedaron muy
entusiasmados con el tema. El alcalde, el policía y varios otros dijeron que
era, con mucho, el mejor discurso sobre temperancia evangélica que habían oído.
Lo declaramos todo un éxito, y decidimos que celebraríamos una reunión similar
el siguiente domingo por la tarde. Aunque el cielo estaba nublado y amenazaba
llover, tuvimos éxito y hubo más público que el domingo anterior. Hubo un gran
número de jóvenes que escucharon embelesados. Algunos de ellos estuvieron tan
serios como una tumba. Fue una ocasión especial. Había habido una carrera de
caballos de dos días y una exposición de ganado. Esto había interesado a la
gente hasta tal punto, que temí que no tuviéramos tan buen auditorio. Se había
hablado de la exposición de agricultura y ganadería durante semanas y se habían
hecho preparativos para ella. Bien, esa fue mi oportunidad de hablar a aquellos
a quienes no habría tenido la ocasión de hablar si no hubiera sido por esta
circunstancia especial. 235
Un jovencito, de unos 17 años de edad,
lloró como una criatura cuando leí un artículo de cómo un jovencito de 17 años
fue inducido a entrar en una cantina, bebió su primer vaso de licor, y eso hizo
lo que siempre hará: lo enloqueció momentáneamente. Después de tomar ese licor,
el jovencito no recordaba nada de lo que había sucedido. Había habido una pelea
en la cantina, y en la mano del muchacho se encontró un cuchillo que había
quitado la vida de un ser humano, y fue culpado del homicidio y fue condenado a
cinco años de cárcel. Era un artículo conmovedor que hizo asomar lágrimas a
muchos ojos, tanto de adultos como de jóvenes (Carta 68, 1893).
Atención lograda por un enfoque muy
especial.
Mi tema era la temperancia, tratada desde
el punto de vista cristiano, la caída de Adán, la promesa del Edén, la venida
de Cristo a nuestro mundo, su bautismo, su tentación en el desierto y su victoria.
Y todo esto para dar al hombre otra oportunidad, haciendo posible que el hombre
venciera de parte de sí mismo, por su propia cuenta mediante los méritos de
Jesucristo. Cristo vino para proporcionar al hombre poder moral a fin de que
pudiera ser victorioso venciendo la tentación sobre el apetito, y rompiendo la
cadena de la esclavitud de hábitos y complacencia del apetito pervertido y para
que avanzara en poder moral como un verdadero hombre. Así el registro del cielo
lo consigna en sus libros como un verdadero hombre a la vista de Dios.
Era algo tan diferente de cualquier cosa
que hubieran oído sobre temperancia, que quedaban como embelesados (Manuscrito
55, 1893).
Uso efectivo de las Escrituras y de
cantos.
Hablé por la tarde sobre el tema de la
temperancia, tomando como mi texto el primer capítulo de Daniel. Todos
escucharon atentamente, pareciendo sorprendidos de oír la temperancia
presentada de la Biblia. Después de ocuparme de la integridad y firmeza de los
cautivos hebreos, pedí al coro que cantara: "¡Atrévete a ser un Daniel,
atrévete a mantenerte solo! ¡Atrévete a tener un propósito firme! ¡Atrévete a
proclamarlo!" Las notas inspiradoras de este himno resonaron de los
cantores en la plataforma y se les unió la congregación. Entonces proseguí con
mi discurso, y sé que antes de que terminara, muchos de los presentes tenían
una mejor comprensión del significado de la temperancia 236 cristiana. El Señor
me dio fluidez y su bendición, y una impresión solemnísima quedó sobre muchas
mentes (Carta 42, 1900).
Un pedido de la Unión de Mujeres
Cristianas.
Durante una serie de reuniones celebradas
en la última parte del año 1899, en Maitland, Nueva Gales del Sur [Australia],
la presidenta de la filial de Maitland de la Unión de Mujeres Cristianas me
pidió que les hablara una noche. Dijo que estarían muy contentas de oírme aun
cuando sólo hablara diez minutos. Le pregunté si los diez minutos que me
proponía que hablara era todo el tiempo que se me concedía, porque a veces el
Espíritu del Señor venía sobre mí, y mi discurso era de más de diez minutos.
"¡Oh! -dijo ella- los suyos me dijeron que Ud. no hablaba en la noche, y
yo determiné diez minutos pensando que no la conseguiría si le asignaba más
tiempo. Mientras más nos hable, más agradecidas estaremos".
Le pedí a la Sra. Winter, la presidenta,
si era su costumbre leer un pasaje de las Escrituras al comenzar la reunión.
Dijo que así era. Entonces le pedí el privilegio de orar, que me concedió con
gusto. Les hablé con desenvoltura durante una hora. Algunas de las mujeres que
estuvieron presentes esa noche asistieron después a las reuniones en la carpa
(Manuscrito 79, 1907). 237
APÉNDICE B
TÍPICAS DISERTACIONES SOBRE TEMPERANCIA,
DE ELENA G. DE WHITE
1. En Cristianía (actual Oslo), Noruega -
1886
El domingo, a pedido del presidente de la
sociedad de temperancia, hablé sobre ese tema. La reunión se celebró en el
gimnasio militar de los soldados, el local más grande de la ciudad. . . Se
reunieron unas mil seiscientas personas. Entre ellas, un obispo de la iglesia
oficial con una cantidad de clérigos. Un buen porcentaje eran de la mejor clase
social.
La presentación.
Me ocupé del tema desde un punto de vista
religioso mostrando que la Biblia está llena de hechos que hablan de
temperancia y que Cristo hizo obra de temperancia desde el mismo principio.
Debido a la complacencia del apetito, pecaron y cayeron nuestros primeros
padres. Cristo reparó el fracaso del hombre. En el desierto de la tentación,
soportó la prueba que el hombre no había podido soportar. Mientras sufría los
más agudos tormentos del hambre, débil y demacrado por el ayuno, Satanás estaba
cerca, con sus múltiples tentaciones, para asaltar al Hijo de Dios, para
aprovechar de su debilidad y vencerlo, y así torcer el plan de salvación. Pero
Cristo fue firme. Venció en lugar de la raza humana, para que pudiera
rescatarla de la degradación de la caída. Demostró que con la fortaleza de él
es posible que venzamos nosotros. Jesús simpatiza con las debilidades de los
hombres; vino a la tierra para que pudiera proporcionarnos poder moral. No
importa cuán fuerte sea la pasión o el apetito, podemos ganar la victoria
porque podemos tener fuerza divina que se une con nuestros débiles esfuerzos.
Los que se refugian en Cristo tendrán un baluarte en el día de la tentación.
La amonestación de la historia bíblica.
Mostré la importancia de los hábitos
mesurados citando amonestaciones 238 y ejemplos del relato bíblico. Nadab y
Abiú fueron hombres ocupados en un oficio santo; pero el consumo de vino hizo
que su mente se nublara tanto, que no pudieron distinguir entre lo sagrado y
las cosas comunes. Al ofrecer "fuego extraño", no hicieron caso de la
orden de Dios, y fueron muertos por el juicio divino. Mediante Moisés, el Señor
prohibió expresamente el consumo de vino u otras bebidas alcohólicas a los que
debían ministrar en las cosas santas, a fin de que pudieran "discernir
entre lo santo y lo profano" y pudieran "enseñar . . . todos los
estatutos que Jehová les ha dicho". El efecto de las bebidas embriagantes
es debilitar el cuerpo, confundir la mente y rebajar la conducta. Todos los que
ocupaban puestos de responsabilidad habían de ser hombres estrictamente
temperantes a fin de que su mente fuera clara para discriminar entre lo
correcto y lo erróneo, para que poseyeran firmeza de principios y sabiduría
para administrar justicia y mostrar misericordia.
Esta orden directa y solemne había de
extenderse de generación a generación hasta el fin del tiempo. En nuestras
asambleas legislativas y tribunales de justicia, no menos que en nuestras
escuelas e iglesias, se necesitan hombres de principios; hombres de dominio
propio, de aguda percepción y sano juicio. Si la intemperancia ha nublado la
mente o rebajado los principios, ¿cómo puede dictaminar el juez una decisión
justa? Se ha incapacitado para pesar las evidencias u ocuparse de una
investigación crítica; no tiene poder moral para elevarse por encima de los
motivos egoístas o de la influencia de la parcialidad o el prejuicio. Y debido
a esto, una vida humana puede ser sacrificada, o un inocente despojado de su
libertad o de una buena fama que es más apreciada que la vida misma. Dios ha
prohibido que aquellos a quienes ha confiado responsabilidades sagradas, como
maestros o dirigentes del pueblo, se incapaciten así para los deberes de su alto
puesto.
Instrucciones a Manoa y Zacarías.
Hay una lección para los padres en las
instrucciones dadas a la esposa de Manoa y a Zacarías, el padre de Juan el
Bautista. El ángel del Señor presentó las nuevas de que Manoa se convertiría en
el padre de un hijo que había de liberar a Israel; y en respuesta a la ansiosa
pregunta: "¿Cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer
con él?" el ángel dio instrucciones especiales para la madre: "No
beberá vino 239 ni sidra, y no comerá cosa inmunda; guardará todo lo que le
mandé". El niño será afectado, para bien o para mal por los hábitos de la
madre. Ella misma debe ser gobernada por principios, y debe practicar la
temperancia, moderación y abnegación, si quiere procurar el bienestar de su
hijo.
Y los padres, tanto como las madres,
están incluidos en esta responsabilidad. Ambos padres transmiten a sus hijos
sus características propias, mentales y físicas, sus inclinaciones y apetitos.
Como resultado de la intemperancia paternal, con frecuencia les falta a los
hijos vigor físico y poder mental y moral. Los que beben licores y son
aficionados al tabaco, transmiten su propio apetito insaciable, su sangre
enardecida y sus nervios irritados, como un legado para sus descendientes. Y
los hijos tienen menos poder para resistir la tentación que el que tuvieron sus
padres, cada generación se hunde más que la precedente.
La pregunta de cada padre y madre debiera
ser: "¿Qué haremos con el hijo que pronto nos nacerá?" Muchos están
inclinados a tratar livianamente este tema; pero el hecho de que un ángel del
cielo fuera enviado a esos padres hebreos, con instrucciones dadas dos veces en
la forma más explícita y solemne, muestra que Dios lo considera como algo de
gran importancia.
Cuando el ángel Gabriel apareció a Zacarías,
prediciendo el nacimiento de Juan el bautista, éste fue el mensaje que dio:
"Será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del
Espíritu Santo". Dios tenía una obra importante para que hiciera el
prometido hijo de Zacarías; una obra que requería pensamiento activo y acción
vigorosa. Debía tener una constitución física sana y vigor mental y moral y a
fin de lograr para él esas cualidades necesarias, sus hábitos fueron
cuidadosamente regulados, aun desde la infancia. Con frecuencia se dan en la
niñez y en la primera juventud los primeros pasos en la intemperancia. Por lo
tanto, debe recurriese a los más fervientes esfuerzos para instruir a los
padres en cuanto a su responsabilidad. Los que colocan en sus mesas vino y
cerveza, están fomentando en sus hijos un apetito por las bebidas fuertes.
Instamos a que los principios de temperancia se practiquen en todos los
detalles de la vida hogareña; que el ejemplo de los padres sea una lección de
temperancia; que se enseñen moderación y dominio propio a los hijos y que se
los presente 240 a ellos con convicción, hasta donde sea posible, aun desde la
infancia.
La juventud es un indicio de la sociedad
futura.
El futuro de la sociedad está indicado
por la juventud de hoy. En los jóvenes vemos a los futuros maestros,
legisladores y jueces, los dirigentes y el pueblo que determinarán el carácter
y el destino de la nación. Por lo tanto, cuán importante es la misión de los
que han de formar los hábitos e influir en las vidas de la generación que surge.
Tratar con las mentes es la mayor obra jamás confiada a los hombres. El tiempo
de los padres es demasiado valioso para gastarlo en la complacencia del apetito
o para ir en pos de la riqueza o de la moda. Dios ha colocado en sus manos a la
preciosa juventud no sólo para que se la capacite para un lugar de utilidad en
esta vida, sino para que sea preparada para las cortes celestiales. Siempre
debiéramos tener en cuenta la vida futura y trabajar de tal manera que cuando
lleguemos a las puertas del paraíso, podamos decir: "He aquí, yo y los
hijos que me dio Jehová".
Pero en la obra de la temperancia hay
deberes que recaen sobre los jóvenes que nadie puede hacer por ellos. Si bien
es cierto que los padres son responsables por el sello del carácter tanto como
por la educación y la preparación que dan a sus hijos e hijas, sigue siendo
verdad que nuestro puesto y utilidad en el mundo dependen, en gran manera, de
nuestro propio curso de acción.
El noble ejemplo de Daniel.
En ninguna parte encontraremos una
ilustración más abarcante y vigorosa de la verdadera temperancia y sus
bendiciones inherentes, que en la historia del joven Daniel y sus compañeros en
la corte de Babilonia. Cuando fueron elegidos para que se les enseñara la
sabiduría y la lengua de los caldeos, para que pudieran "estar en el
palacio del rey", "les señaló el rey ración para cada día, de la
provisión de la comida del rey, y del vino que él bebía". Pero
"Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida
del rey, ni con el vino que él bebía". Esos jóvenes no sólo rehusaron
beber del vino del rey, sino que se abstuvieron de los manjares de su mesa.
Obedecieron la ley divina, tanto natural como moral. Con sus hábitos de
moderación se unían fervor de propósito, diligencia y firmeza. Y el resultado
muestra la sabiduría de su proceder. 241
Dios siempre honra lo correcto. Los
jóvenes más promisorios de todos los países subyugados por el gran conquistador
habían sido reunidos en Babilonia; sin embargo, en medio de todos ellos, los
cautivos hebreos no tenían rival. Su forma erecta, su paso firme y elástico, la
belleza de su rostro que mostraba que su sangre estaba incontaminada, los
sentidos no embotados, el aliento impoluto: todos eran otros tantos
certificados de buenos hábitos, insignias de la nobleza con que honra la
naturaleza a los que son obedientes a sus leyes. Y cuando su habilidad y
conocimientos fueron puestos a prueba por el rey, al terminar los tres años de
preparación, ninguno fue hallado "como Daniel, Ananías, Misael y
Azarías". Su aguda comprensión, su lenguaje selecto y exacto, su extenso y
variado conocimiento, testificaban de un vigor sin deterioro y de la potencia
de sus facultades mentales.
La historia de Daniel y sus compañeros ha
sido registrada en las páginas de la Palabra inspirada para beneficio de los
jóvenes de todos los siglos venideros. Los que quieran preservar sus facultades
intactas para el servicio de Dios, deben observar estricta temperancia en el
uso de todas las buenas dádivas divinas, así como abstinencia total de toda
complacencia dañina o denigrante. Lo que los hombres han hecho, los hombres
pueden hacer. Esos fieles hebreos, ¿se mantuvieron firmes en medio de gran
tentación y dieron un noble testimonio a favor de la verdadera temperancia? Los
jóvenes de hoy pueden dar un testimonio similar, aun bajo circunstancias
igualmente desfavorables. Ojalá ellos emularan el ejemplo de aquellos jóvenes
hebreos; pues todos los que lo deseen, al igual que ellos, pueden gozar del
favor y de la bendición de Dios.
Dinero que podría haber hecho bien.
Hay todavía otro aspecto del tema de la
temperancia que debería ser considerado cuidadosamente. No sólo es el uso de
estimulantes antinaturales, inútiles y perniciosos, sino es también derroche y
despilfarro. Cada año así se disipa una inmensa suma. El dinero que se gasta
para tabaco podría sostener todas las misiones del mundo; los medios peor que
derrochados en bebidas fuertes educarían a los jóvenes que ahora van a la
deriva en una vida de ignorancia y crimen y los prepararían para hacer una
noble obra para Dios. Hay millares y más millares de padres que gastan sus
ingresos en complacencia 242 propia, robando a sus hijos alimento, vestido y
los beneficios de la educación. Y multitudes de profesos cristianos estimulan
estas prácticas con su ejemplo. ¿Qué cuenta darán a Dios por el derroche de sus
dádivas?
El dinero es uno de los dones confiados a
nosotros para alimentar al hambriento, vestir al desnudo, socorrer al afligido
y enviar el Evangelio a los pobres. Pero, ¡cómo se descuida esta obra! Cuando
venga el Maestro a ajustar cuentas con sus siervos, ¿no dirá a muchos: "En
cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo
hicisteis"? En todo lo que nos rodea hay una obra que hacer para Dios. Se
necesitan nuestros medios, tiempo, vigor e influencia. ¿Echaremos mano de esta
obra y viviremos para glorificar a Dios y bendecir a nuestros prójimos?
¿Cimentaremos el reino de Dios en la tierra?
Se necesitan ahora hombres como Daniel
-hombres que tengan la moderación y el valor para ser reformadores totales en
cuanto a temperancia. Procure cada cristiano que su ejemplo e influencia estén
de parte de la reforma. Sean fieles los ministros del Evangelio en hacer sonar
la amonestación a la gente. Recuerden todos que nuestra felicidad en dos mundos
depende del correcto empleo de uno de ellos (Historical Sketches of S. D. A.
Foreign Missions [bosquejos históricos de las misiones adventistas
extranjeras], págs. 207-211).
2. Un discurso sobre temperancia -1891
Satanás fue el primer rebelde del
universo, y desde su expulsión del cielo, siempre ha estado procurando que cada
miembro de la familia humana apostate de Dios, así como él lo hizo. Trazó sus
planes para arruinar al hombre, y mediante la indebida complacencia del
apetito, lo indujo a transgredir los mandamientos de Dios. Tentó a Adán y a Eva
para que comieran del fruto prohibido y así consiguió su caída y expulsión del
Edén. Cuántos dicen: "Si yo hubiera estado en el lugar de Adán, nunca
habría transgredido en una prueba tan simple". Pero tú, que te jactas así,
tienes una gran oportunidad de mostrar tu fortaleza de propósito, tu fidelidad
a los principios en la prueba. ¿Obedeces cada orden de Dios? ¿No ve Dios pecado
en tu vida?
Ojalá la caída de Adán y Eva hubiera sido
la única caída. Pero desde la pérdida del Edén hasta ahora, ha habido 243 una
sucesión de caídas. Satanás se ha propuesto arruinar al hombre apartándolo de
la lealtad a los mandamientos de Dios, y uno de sus métodos más efectivos es el
de tentarlo a la complacencia del apetito pervertido. Por doquiera vemos las
señales de la intemperancia humana. En nuestras ciudades y aldeas hay tabernas
en cada rincón, y en los rostros de sus clientes vemos la terrible obra de
ruina y destrucción. Por doquiera, Satanás procura atraer a los jóvenes al
camino de la perdición, y si puede colocar una vez los pies de ellos en el
camino, los apresura en su curso descendente guiándolos de un libertinaje a
otro, hasta que sus víctimas pierden la sensibilidad de la conciencia y no
tienen más temor de Dios delante de sus ojos. Cada vez tienen menos dominio
propio. Se entregan al vino y al alcohol, al tabaco y al opio, y van de un
grado de disipación a otro. Son esclavos del apetito. Aprenden a despreciar
consejos que una vez respetaron. Se revisten de fanfarronería y se jactan de
ser libres, cuando son los esclavos de la corrupción. Por libertad quieren
decir que son esclavos del egoísmo, del apetito depravado y del libertinaje.
Prosigue la controversia.
En el mundo prosigue una gran
controversia. Satanás está determinado a que los seres humanos sean sus
súbditos, pero Cristo ha pagado un precio infinito para que el hombre pueda ser
redimido del enemigo y para que la imagen moral de Dios sea restaurada en la
raza caída. Al instituir el plan de salvación, Dios ha hecho resaltar que da al
hombre un precio infinito; pero Satanás procura anular este plan haciendo que
el hombre no cumpla las condiciones bajo las cuales se proporciona la
salvación.
Cuando Cristo comenzó su ministerio, se
arrodilló a la orilla del Jordán y ofreció una petición al Cielo a favor de la
raza humana. Había recibido el bautismo de manos de Juan y los cielos se
abrieron, el Espíritu de Dios, en la forma de una paloma, lo rodeó, y del cielo
se oyó una voz que decía: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo
complacencia". Fue oída la oración de Cristo por un mundo perdido y todos
los que creen en él son aceptados en el Amado. Mediante Cristo, los hombres
caídos pueden hallar acceso al Padre, pueden tener gracia que los capacite para
ser vencedores por los méritos de un Salvador crucificado y resucitado. 244
El significado de la victoria de Cristo.
Después de su bautismo, Cristo fue guiado
por el Espíritu al desierto. Había tomado la humanidad sobre sí, y Satanás se
jactaba de que lo vencería como había vencido a hombres fuertes de los siglos
pasados, y lo asaltó con las tentaciones que habían causado la caída del
hombre. Había de decidirse en este mundo el gran conflicto entre Cristo y Satanás.
Si el tentador podía tener éxito venciendo a Cristo aun en un solo punto, el
mundo sería dejado a la perdición. Satanás quería tener poder para herir la
cabeza del Hijo de Dios; pero la simiente de la mujer había de herir la cabeza
de la serpiente; Cristo había de desbaratar al príncipe de la potestad de las
tinieblas. Cristo ayunó en el desierto durante cuarenta días. ¿Para qué lo
hizo? ¿Había algo en el carácter del Hijo de Dios que requería una humillación
y sufrimiento tan grandes? No, era sin pecado. Soportó toda esa humillación y
aguda angustia por causa del hombre caído, y nunca podemos comprender el
carácter oprobioso del pecado de la complacencia del apetito pervertido,
excepto cuando comprendemos el significado espiritual del largo ayuno del Hijo
de Dios. Nunca podemos comprender la fuerza y poder cautivador del apetito,
hasta que discernimos el carácter del conflicto del Salvador al vencer a
Satanás, colocando así al hombre en terreno ventajoso, donde, por los méritos
de la sangre de Cristo, puede resistir a los poderes de las tinieblas y vencer
por sí mismo.
Después de ese largo ayuno, Cristo estaba
hambriento, y en su debilidad Satanás lo asaltó con las fieras tentaciones. El
diablo le dijo: "Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan
en pan". Satanás pretendió ser el mensajero de Dios, aduciendo que Dios
había visto la disposición del Salvador para colocar sus pies en el sendero de
la abnegación, y que no se requería que sufriera más humillaciones y dolor sino
que podía ser liberado del terrible conflicto que estaba delante de él como
Redentor del mundo. Trató de persuadirlo que Dios tan sólo quería probar su
fidelidad, que ahora su lealtad se había manifestado plenamente, y que estaba
en libertad de usar su poder divino para aliviar sus propias necesidades. Pero
Cristo advirtió la tentación y declaró: "Escrito está: No sólo de pan
vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". 245
Cuando seáis tentados a una ilícita
complacencia del apetito, debéis recordar el ejemplo de Cristo y debéis
manteneros firmes venciendo como venció Cristo. Debéis responder diciendo:
"Así dice Jehová", y en esa forma definir la cuestión para siempre
con el príncipe de las tinieblas. Si parlamentáis con la tentación y usáis
vuestras propias palabras, sintiendo suficiencia propia, estando llenos de
arrogancia, seréis vencidos. Las armas que usó Cristo fueron las palabras de
Dios: "Escrito está"; y si esgrimís la espada del Espíritu, también
podréis salir victoriosos por los méritos de vuestro Redentor.
Satanás tiene más éxito con el hombre.
Las tres principales tentaciones con las
cuales es acosado el hombre fueron soportadas por el Hijo de Dios. Rehusó
rendirse al enemigo en cuanto al apetito, la ambición y el amor del mundo. Pero
Satanás tiene más éxito cuando asalta el corazón humano. Induciendo a los
hombres a rendirse a sus tentaciones, puede dominarlos. Y no hay otra clase de
tentaciones en las que tenga mayor éxito que mediante las que se refieren al
apetito. Si puede controlar el apetito, puede controlar a todo el hombre.
No hay sino dos poderes que dominan la
mente de los hombres: el poder de Dios y el poder de Satanás. Cristo es el
Creador y Redentor del hombre; Satanás es el enemigo y destructor del hombre.
El que se ha entregado a Dios, se vigorizará para la gloria de Dios, en cuerpo,
alma y espíritu. El que se ha entregado al control de Satanás, se destruye a sí
mismo. Más de un hombre vende su razón por un vaso de licor y se convierte en
una amenaza para su familia, su vecindario y su país. Sus hijos se ocultan
cuando viene a casa y su desanimada esposa teme encontrarse con él porque la
saluda con golpes crueles. Gasta su dinero en bebidas fuertes mientras su
esposa e hijos sufren por falta de las cosas indispensables para la vida.
Satanás dirige a las víctimas del apetito
a hechos de violencia. El bebedor de licor es un hombre de pasiones fieras y
fácilmente excitables y presenta cualquier excusa trivial para pelear; y cuando
está bajo la influencia de la pasión, el ebrio no perdonará ni a su mejor
amigo. Con frecuencia oímos de asesinatos y hechos de violencia y encontramos
que la principal causa es el hábito de beber licores. 246
Bebedores moderados.
Hay quienes se llaman a sí mismos
defensores de la temperancia y, sin embargo, se complacen en el consumo de vino
y sidra, pretendiendo que esos estimulantes no son dañinos y son aun
saludables. Así muchos dan el primer paso en el sendero descendente. Se produce
la ebriedad tan ciertamente con vino y sidra como con bebidas más fuertes, y es
la peor clase de ebriedad. Las pasiones son más perversas; la transformación
del carácter es mayor, más determinada y obstinada. Unos pocos vasos de sidra o
vino pueden despertar el apetito por bebidas más fuertes, y en muchos casos los
que han llegado a ser bebedores consumados han colocado así el fundamento del
hábito de la bebida.
Para las personas que han heredado una
predisposición por los estimulantes, es muy peligroso que tengan a su alcance
vino y sidra en su casa; pues Satanás continuamente los insta a dar rienda
suelta a su deseo. Si se rinden a la tentación, no saben dónde detenerse; el
apetito demanda más y más, y es complacido para ruina de ellos. Se nubla el
cerebro la razón no domina más las riendas, sino que las coloca sobre el cuello
de la concupiscencia. Abunda el libertinaje y se practican vicios de toda clase
como resultado de la complacencia del apetito por vino y sidra. Es imposible
que un adicto a esos estimulantes y acostumbrado a su uso, luego crezca en la
gracia. Se vuelve vulgar y sensual; las pasiones animales controlan las
facultades superiores de la mente y no se fomenta la virtud.
Beber moderadamente es una escuela en la
cual los hombres se educan para la carrera de los ebrios. Tan gradualmente los
aparta Satanás de los baluartes de la temperancia, tan insidiosamente el vino y
la sidra ejercen su influencia sobre el gusto, que se entra en la senda de la
ebriedad sin advertirlo. Se cultiva el gusto por los estimulantes; se desajusta
el sistema nervioso; Satanás mantiene la mente en una inquietud febril; y la
pobre víctima imaginándose perfectamente segura, prosigue más y más, hasta que
se derriba toda barrera y se sacrifica todo principio. Se minan las
resoluciones más fuertes y los intereses eternos son demasiado débiles para
mantener el apetito pervertido bajo el dominio de la razón. Algunos a la verdad
nunca están ebrios pero siempre están bajo la influencia de bebidas suaves. Su
mente es febril e inestable, no caen en un 247 verdadero delirio, pero son
realmente desequilibrados pues están pervertidas las facultades más nobles de
la mente.
También el tabaco.
También los que usan tabaco están
debilitando sus facultades físicas y mentales. El uso de tabaco no se funda en
la naturaleza. La naturaleza se rebela contra él y cuando el fumador trata
primero de forzar ese hábito antinatural sobre su organismo, se riñe una dura
batalla. El estómago y, ciertamente, todo el cuerpo se rebelan contra la
práctica abominable, pero el culpable persevera hasta que la naturaleza renuncia
a la lucha y el hombre se convierte en un esclavo del tabaco.
Si la salvación se le ofreciera al hombre
en condiciones tan difíciles de soportar, Dios sería considerado como un amo
duro. Satanás es un amo duro y requiere que sus súbditos pasen por pruebas
difíciles, y los convierte en esclavos de la pasión y del apetito; pero Dios es
consecuente en todos sus requerimientos y pide de sus hijos sólo lo que
redundará en su felicidad presente y eterna. "Al Señor tu Dios adorarás, y
a él sólo servirás". Esta es la orden de Dios y sin embargo, cuántos, aun
de los que profesan ser siervos de Dios, son adictos al tabaco y lo convierten
en su ídolo. Los hombres debieran disfrutar de aire puro, debieran tener buen
aliento y debieran alabar a Dios por sus beneficios, sin embargo están
corrompiendo la atmósfera con el humo de pipas y cigarrillos. Deben pasar por
el suplicio de fumar a fin de estimular los pobres nervios relajados como una
preparación para los deberes del día; pues si no fumaran, serían irritables e incapaces
de controlar sus pensamientos.
No había fumado.
Como ilustración de la incapacidad del
fumador de dominar sus sentidos cuando le falta el estimulante, relataré algo
que supe. Un hombre de edad que fue una vez mi vecino inmediato era gran
fumador; pero una mañana no había fumado como lo hacía habitualmente, cuando
entré para que me diera un libro que le había prestado. En vez de entregarme el
libro que le pedía, me dio una brida. En vano me esforcé para hacerle entender
lo que quería; tuve que retirarme sin el libro. Al día siguiente, fui otra vez
y le hice el mismo pedido, y él inmediatamente me dio el libro. Entonces le
pregunté por qué no me lo había dado el día anterior. Dijo: "¡Cómo! ¿Estuvo
Ud. aquí ayer? No me acuerdo. Oh, ya sé lo que pasó. 248 ¡No había
fumado!" Tal era el efecto sobre su mente cuando no usaba el estimulante.
Su médico le dijo que debía abandonar esa práctica, o no viviría. Ciertamente
la abandonó, pero de allí en adelante siempre sufrió por la falta de su
estimulante acostumbrado; tuvo que luchar una batalla continua.
A los noventa años de edad, un día estaba
buscando algo. Cuando se le preguntó qué quería, contestó: "Estaba
buscando mi tabaco". Sufría sin él, y sin embargo continuar su uso
significaba muerte para él.
Un camino de liberación.
Dios requiere que sus hijos se abstengan
siempre de tales hábitos antinaturales y desastrosos. Pero, cuando los hombres
están atados por esas cadenas, ¿no hay camino de liberación? Sí, el Señor Jesús
ha muerto para que, por los méritos de su vida y muerte, puedan vencer los
hombres. Puede también salvar hasta lo sumo a los que se allegan a Dios por su
intermedio. Vino a la tierra para que pudiera combinar el poder divino con el
esfuerzo humano y, cooperando con Cristo, colocando la voluntad del lado de
Dios, el esclavo puede llegar a ser libre, heredero de Dios y coheredero con
Cristo.
La sensibilidad moral se nubla con el
vino.
En los días de Israel, cuando fue
instituido el servicio del santuario, el Señor ordenó que sólo se debía usar
fuego sagrado cuando se quemara incienso. El fuego sagrado fue encendido por
Dios mismo, y el humo fragante representaba las oraciones del pueblo que
ascendían delante de Dios. Nadab y Abiú fueron sacerdotes del santuario, y
aunque no era legítimo usar fuego común, cuando esos sacerdotes fueron delante
de Dios, se atrevieron a encender sus incensarios con fuego sin consagrar. Los
sacerdotes se habían estado complaciendo en el consumo de vino y estaba nublada
su sensibilidad moral; no discernieron el carácter de sus acciones ni
comprendieron cuál sería la terrible consecuencia de su pecado. Un fuego salió
llameante del lugar santísimo y los consumió.
Después de la destrucción de Nadab y
Abiú, el Señor habló a Aarón y le dijo: "Tú, y tus hijos contigo, no
beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de reunión, para que no
muráis; estatuto perpetuo será para vuestras generaciones, para poder discernir
entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio, y para enseñar a
los hijos de Israel todos los estatutos que Jehová les 249 ha dicho por medio
de Moisés". Los sacerdotes y jueces de Israel habían de ser hombres
estrictamente temperantes a fin de que sus mentes fueran claras para discriminar
entre los recto y lo erróneo, para que poseyeran firmeza de principios y
sabiduría para administrar justicia y mostrar misericordia.
Si los hombres fueran estrictamente
temperantes.
Cómo mejoraría nuestro país si se
realizaran todos estos requerimientos, si los hombres que están en puestos
sagrados y judiciales vivieran con cada palabra que procede de la boca de Dios.
Dios, que hizo al hombre, ¿acaso no sabe lo que es mejor para él, qué es más
conducente para sus intereses espirituales y eternos? Dios está obrando para el
mayor bien de sus criaturas. Si los hombres fueran estrictamente temperantes,
no habría ni la décima parte de las muertes que hay ahora y disminuirían
grandemente los sufrimientos físicos y mentales. Habría muchos menos accidentes
en tierra y mar. Debido a que el hombre procede como le place, en vez de
someterse a los requerimientos de Dios, hay tanto mal en el mundo.
Dios nos ha dado leyes para que vivamos
por ellas, pero ahora, como en los días de Noé, la imaginación del corazón de
los hombres es de continuo solamente el mal; los hombres caminan conforme a las
inclinaciones y maquinaciones de su propio corazón y así se acarrearán su
propia ruina. Dios quiere que los hombres se mantengan en su virilidad de
origen divino, libres de la esclavitud del apetito.
¿Cómo pueden confiar los hombres en las
decisiones de jurados que son adictos al licor y al tabaco? Si son llamados a
decidir en casos importantes, cuando están privados de sus estimulantes de
costumbre, no pueden usar la mente en forma correcta, no están en condiciones
de pronunciar un juicio inteligente; ¿y cuánto valdrán sus decisiones?
Los que están en puestos de
responsabilidad debieran ser temperantes e íntegros, y especialmente a los que
se ha confiado funciones judiciales debieran ser hombres sobrios que pudieran
pronunciar justicia y no ser desviados por soborno o prejuicio. Pero cuán
vastamente diferente es la condición de nuestros asuntos judiciales y
gubernamentales de la que sería posible por la obediencia a las 250 órdenes de
Dios. El licor, el tabaco, una conducta relajada, inducen a los hombres a
tratar alevosamente con sus prójimos.
Tentaciones por doquiera.
Por doquiera hay tentaciones para
nuestros jóvenes, tanto como para los de edad madura. Así en América como en
Europa, los lugares de vicio y destrucción son atrayentes mediante la ejecución
de música, de modo que los pies incautos son entrampados. Se hace todo lo
posible para atraer a los jóvenes a la taberna. ¿Qué se hará para salvar a
nuestra juventud? Cristo realizó un sacrificio infinito, se hizo pobre para que
por su pobreza pudiéramos enriquecernos y tuviéramos una vida que se mide con
la de Dios, ¿y no haremos ningún sacrificio para salvar a los que van a la
ruina en torno de nosotros? ¿Qué estamos haciendo por la causa de la
temperancia para salvar a la juventud de hoy día? ¿Quién se pone del lado de
Cristo como colaborador con Dios?
Padres, ¿estáis enseñando a vuestros
hijos para que venzan ? ¿Estáis procurando dominar la marea de mal que amenaza
hundir nuestra nación? Madres, ¿estáis haciendo vuestra obra como educadoras?
En su niñez, ¿estáis enseñando a vuestros hijos hábitos de dominio propio y
temperancia? No esperéis hasta que la pasión los retenga con sus lazos de
hierro, sino ahora llevadlos a Dios, enseñadles que Jesús los ama, que el Cielo
tiene derecho sobre ellos. En su juventud, poned sus manos en las manos de
Cristo para que él pueda conducirlos. Madres, despertaos a vuestra
responsabilidad moral, y trabajad por vuestros hijos como quienes deben dar
cuenta. Debemos hacer algo para detener la marea de mal, para que los niños y
jóvenes no sean arrastrados a la perdición. Debemos ser vencedores y enseñar a
nuestros hijos a serlo.
Cristo venció en nuestro lugar.
En el desierto de la tentación, Cristo
pasó por el terreno donde cayó Adán. Comenzó la obra donde comenzó la ruina, y
en lugar de nosotros venció el poder del maligno en el punto del apetito.
Satanás abandonó el campo como un enemigo vencido y nadie está eximido de
entrar en la batalla del lado del Señor, pues no hay razón para que no podamos
ser vencedores si confiamos en Cristo. "Al que venciere, le daré que se
siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi
Padre en su trono". 251 Mediante los méritos de Cristo, hemos de ser purificados,
refinados, redimidos y se nos dará un lugar con Cristo en su trono. ¿Se podría
conferir al hombre un honor mayor que éste? ¿Podríamos aspirar a algo mayor? Si
somos vencedores, Cristo declara: "No borraré su nombre del libro de la
vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles"
(Signs of the Times, 22, 29-6 y 6-7-1891).
3. En Sydney, Australia - 1893
"Como fue en los días de Noé, así
también será en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, se casaban y se
daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el
diluvio y los destruyó a todos. Asimismo como sucedió en los días de Lot;
comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que
Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre y los destruyó a todos.
Así será el día en que el Hijo del hombre se manifieste"(Luc. 17: 26-30).
Ahora bien sabemos que la intemperancia está por doquiera en nuestro mundo. No
es pecado comer y beber para sostenernos físicamente y en hacer lo que es para
nuestro bien espiritual. Pero cuando dejamos la eternidad fuera de nuestro
cómputo y llevamos al exceso esas cosas necesarias, entonces es cuando surge el
pecado. Vemos por doquiera tal crimen tal iniquidad. ¿No es tiempo de que
comencemos a estudiar por nosotros mismos? Tenemos almas que ganar o que
perder. Dios creó a nuestros primeros padres y los colocó en el paraíso. Dios
formuló una sola restricción: "Del fruto del árbol que está en medio del
huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis".
Perderían su derecho a la vida si no obedecían la restricción.
Satanás es representado por la serpiente.
El tentador está por doquiera, en todos lados, y cuando Dios prohibe algo ¿cuál
es el resultado? En muchos casos, en lugar de obedecer la voz de admonición,
escuchan al tentador. Y en lugar de todas las atracciones que presenta Satanás,
cosechan dolores y desgracia. A Adán y a Eva se les dio todo lo que requerían
sus necesidades, pero escucharon al tentador y desobedecieron a Dios.
Cuando Dios vino a preguntarle a Adán, él
echó toda la culpa a Eva. Dios dijo: "Pondré enemistad entre ti y 252 la
mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y
tú le herirás en el calcañar". El enemigo no puede tocaros, a menos que se
lo permitáis. Pero aquí está la enemistad que Dios pone contra la serpiente. No
hay enemistad entre los hombres malos y los ángeles, sino que hay enemistad
entre los que sirven al Señor y las huestes de las tinieblas.
Una cuestión tremendamente importante.
La cuestión de la temperancia es de
tremenda importancia para cada uno de nosotros. Es muy abarcante. He hablado 21
veces seguidas sobre este tema y tan sólo lo he tocado. Pero aquí debemos
incluir sólo unas pocas ideas. Cuando este primer sermón evangélico fue
presentado en el Edén por Dios mismo, fue una estrella de esperanza que iluminó
el oscuro y triste futuro. La pareja del Edén no iba a quedar abandonada a una
ruina sin esperanza.
Cuando Cristo vino a nuestro mundo como
un nene en Belén, los ángeles cantaron: "¡Gloria a Dios en las alturas, y
en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!" "El ángel les
dijo: No temáis porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo
el pueblo: que os ha nacido hoy en la ciudad de David, un Salvador, que es
Cristo el Señor".
Satanás con toda su sinagoga -pues
Satanás pretende ser religioso- determinó que Cristo no llevaría a cabo los
consejos del cielo. Después de que Cristo fue bautizado, se arrodilló en la
ribera del Jordán; y nunca antes el cielo había escuchado una oración tal como
la que salió de sus divinos labios. Cristo tomó nuestra naturaleza sobre sí. La
gloria de Dios, en la forma de una paloma de oro bruñido, descansó sobre él, y
de la gloria infinita se oyeron estas palabras: "Este es mi Hijo amado, en
quien tengo complacencia". La raza humana está ceñida por el brazo humano
de Cristo, mientras con su brazo divino se aferra del trono del Infinito. La
oración de Cristo se abrió paso por la oscuridad y penetró donde está Dios. Eso
significa que el cielo está abierto delante de cada uno de nosotros. Significa
que las puertas están de par en par, que se imparte la gloria al Hijo de Dios y
a todos los que creen en su nombre. Nuestra petición será oída en el cielo, así
como Dios respondió la oración de nuestro Sustituto y Garantía, el Hijo del
Dios infinito. 253
Cristo probado en las tres tentaciones
resaltantes.
Cristo entró en el desierto, con el
Espíritu de Dios sobre él, para ser tentado por el diablo. El enemigo había de tentar
al Hijo de Dios. Cristo fue tentado en las tres tentaciones principales con las
cuales es acosado el hombre.
"Jesús lleno del Espíritu Santo
volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto por cuarenta días,
y era tentado por el diablo. Y no comió nada en aquellos días, pasados los
cuales, tuvo hambre. Entonces el diablo le dijo: Si eres Hijo de Dios, di a
esta piedra que se convierta en pan. Jesús, respondiéndole, dijo: Escrito está:
No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra de Dios". Aquí
estaba el Hijo del Dios infinito, y Satanás vino a él como un ángel de luz.
Aquí lo tentó en el punto del apetito. Cristo estaba hambriento y necesitaba
alimento. ¿Por qué no realizó ese milagro? No entraba en el plan de Dios, pues
Cristo no debía obrar ningún milagro para su propio bien. ¿Cuál fue su
posición? Estaba pasando por el terreno donde cayó Adán. Adán disponía de todo
lo que requerían sus necesidades. Pero un hambre terrible oprimía a Cristo, y
lo que necesitaba era alimento. El diablo fue frustrado en esa tentación.
"Entonces el diablo le llevó a la
santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Si eres Hijo
de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti,
y en sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra".
¿Para qué eliminó la otra parte que dice: "Que te guarden en todos tus
caminos"? Mientras Cristo se mantuviera en los caminos de Dios, ningún mal
podría sobrevenirle. Jesús dijo de Satanás: "Nada tiene en mí". Esta
tentación de Satanás a Cristo era un desafío. Satanás dijo: "Si" eres
Hijo de Dios. ¿Qué se hubiera ganado si Cristo hubiese hecho como Satanás le
pedía? Nada. Cristo hizo frente con un "escrito está". Satanás vio
que no podía hacer nada allí.
Entonces lo tentó en otro punto. Hizo que
todo el mundo, con su esplendor, pasara delante de Cristo y Satanás quiso que
Cristo se prosternara delante de él. Satanás tenía poder sobre la familia
humana. "Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró
todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré,
si postrado me adorares". La divinidad brilló a través de la 254
humanidad, y Cristo dijo: "Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu
Dios adorarás y a él sólo servirás".
Satanás abandonó el campo de batalla como
un enemigo vencido. Nuestro Salvador pasó sobre el terreno y fue vencedor.
Estuvo desfalleciente sobre el campo de batalla. No hubo ningún regazo para
acunar su cabeza, y ninguna mano para acariciar sus sienes. Ángeles vinieron
para servirle. Una ayuda tal podemos pedir. Cristo vio que era imposible que el
hombre venciera con sus propias fuerzas. Vino para traer poder moral al hombre.
Esa es nuestra única esperanza.
Victoria mediante Cristo.
Vemos la importancia de vencer el
apetito. Cristo venció, y podemos obtener la victoria como Cristo. Pasó por el
campo de batalla, y hay victoria para el hombre. ¿Qué ha hecho para la familia
humana? Ha elevado al hombre en la escala de valores morales. Podemos ser
vencedores mediante nuestra Suficiencia [Cristo]. En Cristo, hay esperanza para
el más desamparado. "¿Mudará el etíope su piel, y el leopardo sus manchas?
Así también, ¿podréis vosotros hacer bien, estando habituados a hacer
mal?" "Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros
pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren
rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana". Allí tenernos las
ricas promesas de Dios. ¿Para qué vino Cristo? Para representar al Padre. ¡Qué
corazón de amor y simpatía! Vino para traer vida eterna, para quebrantar todo
yugo. Cuando Dios dio a su Hijo, dio todo el cielo. No podía dar más.
El valor de un alma.
"El Espíritu del Señor está sobre
mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado
a sanar a los quebrantados de corazón a pregonar libertad a los cautivos, y
vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos". El es el único
que tenía poder para hacerlo. Aquí se ha pagado el gran precio por las almas
hundidas en el pecado. El hombre debe ser de valor. Cristo lo pesa. El que
Cristo tome la naturaleza humana sobre sí, muestra que coloca un valor sobre
cada alma. "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?
Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro
cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios". Este es el valor
que 255 Dios coloca sobre el hombre, y otra vez dice: "Haré más precioso
que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al hombre". Pero Dios
no hará nada sin la cooperación del agente humano.
Anublados por la intemperancia.
"Nadab y Abiú, hijos de Aarón,
tomaron cada uno su incensario, y pusieron en ellos fuego, sobre el cual
pusieron incienso, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca
les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová y los quemó, y murieron delante
de Jehová. Entonces dijo Moisés a Aarón: Esto es lo que habló Jehová, diciendo:
En los que a mí se acercan me santificaré, y en presencia de todo el pueblo
seré glorificado. Y Aarón calló. . . Y Jehová habló a Aarón, diciendo: Tú y tus
hijos contigo, no beberéis vino ni sidra cuando entréis en el tabernáculo de
reunión, para que no muráis; estatuto perpetuo será para vuestras generaciones,
para poder discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo
limpio". Las mentes de Nadab y Abiú estaban anubladas debido a la
intemperancia, y en lugar de tomar el fuego que Dios les había ordenado,
tomaron fuego común, y Dios los destruyó. Si se hubieran abstenido de vino,
hubieran distinguido la diferencia entre lo sagrado y lo común. Pero fueron
directamente en contra de los requisitos de Dios.
Una causa de accidentes.
Leemos de desastres en barcos, y
accidentes en ferrocarriles, ¿y qué pasa? En muchísimos casos, alguien ha
tenido nublada su mente con bebidas embriagantes. No sintió el peso de la
responsabilidad que descansaba sobre él. Se han perdido muchísimas vidas debido
a que alguien se embriagó. El hombre que puso la botella en los labios de su
prójimo será culpable de algunas muertes.
En los días de la antigüedad, cuando un
hombre tenía un animal malo, tenía que pagar por él. "Si un buey acorneare
a hombre o a mujer, y a causa de ello muriere, el buey será apedreado, y no
será comida su carne mas el dueño del buey será absuelto. Pero si el buey fuere
acorneador desde tiempo atrás, y a su dueño se le hubiere notificado, y no lo
hubiere guardado, y matare a hombre o mujer el buey será apedreado, y también
morirá su dueño" (Exo. 21: 28, 29).
Queremos aplicar este principio a los que
preparan el mortífero veneno. Aquí está la ley que el Dios del cielo dio para
que rigiera en el caso de los animales malos. Cristo 256 está procurando
salvar, y Satanás destruir. Os pido a los que tenéis facultades de
razonamiento, que penséis en esto. El embriagado está privado de su razón. Se
presenta Satanás y se posesiona de él y lo imbuye con su espíritu; y su primer
deseo es golpear o matar a alguno de sus amados. Sin embargo, los hombres
permiten que prosiga esta maldición que hace que el hombre sea inferior que las
bestias. ¿Qué ha ganado el ebrio? Nada sino el cerebro de un loco. Y aquí [en
Estados Unidos] las leyes son de tal naturaleza [sin restricciones contra el
alcoholismo] que las tentaciones están continuamente delante de ellos.
Ese vendedor de bebidas tiene que
responder por todos los pecados del ebrio y el borracho tendrá que dar cuenta
por sus hechos. La única esperanza de ambos es colocar su alma sobre el
Salvador crucificado y resucitado. "Porque de tal manera amo Dios al
mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no
se pierda, mas tenga vida eterna". ¿Qué dice Cristo? Sois
"colaboradores de Dios". Cristo vino para restituir en el hombre el
poder moral. Aquí vemos cómo las pasiones humanas destruyen a los seres
humanos. Aquí son tentados nuestros jóvenes. Las mentes de muchos están
cautivadas por los juegos de azar y las carreras de caballos. Dios nos ayude a
despertar.
Los que están en los consejos
legislativos no debieran beber vino ni licores fuertes. Necesitan mentes claras
para que su razonamiento sea agudo y bien definido. En su poder está el destino
de vidas humanas, si éste o aquel hombre será castigado con la pena de muerte,
o recibirá otra condena. Hemos sabido de una orgía de embriaguez en los tribunales
de justicia. ¿Han tenido un cerebro claro y ojos puros para la gloria de Dios?
Se degrada la naturaleza del hombre. Cristo vino para elevar. "Ni gustes,
ni aun toques", debiera ser nuestro lema. Debierais ser temperantes en el
comer. Pero abandonad completamente el licor. No lo toquéis. No puede haber
temperancia en su uso. Satanás arrebataría para sí la familia humana. Cristo
vino para redimir, para elevar al hombre pues tomó sobre sí la naturaleza
humana.
Comenzad con los niños.
Padres, debéis despertar al deber que
Dios os ha dado. Enseñad obediencia a vuestros niños. Muchos han perdido el
respeto por el padre y la madre. Tendrán tan poco respeto por su Padre
celestial como por sus propios padres. Enseñad a vuestras hijos. Dadles 257
lecciones cuando son nenes de brazos. Los ángeles os rodearán cuando hagáis
esto. Cuando aquellas madres cansadas no sabían qué hacer con sus hijos,
pensaron que podían llevarlos a Jesús. Y cuando una madre comenzó y le dijo a
otra: "Quiero que Jesús bendiga a mis niños", entonces otra se unió
al grupo y después otra, y así hasta que un buen grupo vino a Jesús con sus
niños. Y cuando llegaron donde estaba Jesús, él captó el ruido. Sabía cuando se
pusieron en marcha. Jesucristo simpatizó con esas madres. Cuando presentaron
sus hijitos a Jesús, él dijo: "Dejad a los niños venir a mí, y no se lo
impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos". Padres,
comprended esto; las puertas están abiertas de par en par.
El tono de la voz que usáis es un medio
de educar a vuestros hijos. Nadie sabrá nunca todas las molestias que dan las
manecitas. Madres hay Uno que sabe todo es el Dios del cielo. Madres, cada día
que cumplís vuestros deberes, las palabras: "Vencedora por medio de
Cristo" se escriben frente a vuestros nombres. ¿Qué barreras vais a
levantar contra sus almas [de los niños]? Si hacen algo malo, no los amenacéis
con la ira de Dios, sino presentadlos a Cristo en vuestras oraciones. Sea
vuestro hogar tan atrayente como podáis. Descorred las cortinas y permitid que
entre el médico del cielo, que es la luz del sol. Queréis paz y quietud en
vuestros hogares. Queréis que vuestros hijos tengan bellos caracteres. Haced
que vuestros hogares sean tan atractivos como para que ellos no deseen ir a la
taberna. Mostradles las flores y las hojas de los árboles. Decidles que Dios
hizo cada brizna de hierba y dio sus bellos matices a cada flor. Decidles que
aquí está la expresión del amor de Dios para ellos, que ésa es la voz de Dios
que les dice que él los ama.
Hogares como el de Abrahán.
Queréis que vuestros hogares sean como el
de Abrahán. El condujo su casa tras sí. Les enseñó a obedecer las órdenes de
Dios. Madres, esas son las lecciones que debéis enseñar pacientemente a
vuestros hijos. No podéis permitiros pasar tiempo estudiando las modas del día.
Enseñadles que son propiedad de Cristo. Hoy estamos haciendo nuestros
caracteres. Jóvenes, señoritas, hoy estáis determinando vuestro destino futuro.
Dejad que penetre Cristo. El os preservará de la tentación. 258
El tabaco está minando el organismo de
muchos. Está entrando en los fluidos y las partes sólidas del cuerpo. Hemos
conocido adictos del tabaco que fueron curados de ese hábito vil. Mi esposo y
yo fundamos una institución de salud en Norteamérica. Era alarmante el
testimonio de los que trataban a los pacientes de tabaquismo. Contaban de las
alarmantes emanaciones en los baños y en las sábanas de los tratamientos. Pero
se los colocó sobre una sólida roca. Hemos visto salir con seguridad a muchos
que decían que no podían vencer.
Una mayoría con Dios.
Ningún borracho puede tener su nombre
escrito en los libros del cielo. Resistid la tentación con valor. En el nombre
de Jesucristo de Nazaret, podéis aferraros del poder divino. Cristo obrará en
favor de cada uno de vosotros. La afición al tabaco que se crea no tiene base
en la naturaleza. Sin embargo, podéis ganar la victoria. La maldición de Dios
está sobre el que pasa la botella a los labios de su prójimo. Decís que estamos
en minoría. ¿No es mayoría Dios? Si estamos del lado de Dios que hizo los
cielos y la tierra, ¿no estamos del lado de la mayoría? Tenemos a nuestro lado
los ángeles que sobrepujan en fortaleza. Apartaos de las prácticas de este
siglo degenerado. Hermanas y madres, estáis abusando de los cuerpos que Dios os
ha dado. Señoritas, ¿qué significa esa forma de ceñir vuestra cintura que no da
a vuestros pulmones, hígado y órganos vitales su espacio apropiado? Vuestra
posteridad futura testificará contra vosotras. ¿Cómo podría haber hablado como
lo he hecho si me hubiera ceñido como una de vosotras? Como veis, nada está
oprimiendo esos órganos vitales. A veces vemos a mujeres que tienen que leer
algo en público y no pueden leerlo en voz alta. Parece que no tuvieran voz. Se
aprietan hasta hacer diminuta su cintura, como si Dios no hubiera sabido cómo
hacerlas.
El Señor ordenó que la esposa de Manos
siguiera estrictos hábitos de temperancia. "A esta mujer apareció el ángel
de Jehová, y le dijo: He aquí que tú eres estéril, y nunca has tenido hijos;
pero concebirás y darás a luz un hijo. Ahora, pues, no bebas ni vino ni sidra,
ni comas cosa inmunda". El ángel que apareció a Zacarías y a Elisabet
dijo: "Tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo,
y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de
su nacimiento; porque 259 será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra,
y será lleno del Espíritu Santo". Aquí se toma en cuenta al niño antes de
su nacimiento y después. Vosotras, madres, debéis dar valor a estas cosas. Los
apetitos de la madre se transmiten a los hijos. Muchas de vosotras que os
complacéis en algunas cosas para satisfacer el apetito, estáis retirando el
apuntalamiento de la base de vuestra casa. Hay hombres que podrían haber tenido
un registro tan limpio como el de Daniel. Satanás está jugando sus cartas en
procura de vuestra alma. Necesitamos quedar libres y puros de las degradaciones
de este mundo. "El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no
borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi
Padre, y delante de sus ángeles". Cristo venció en nuestro lugar. Podemos
vencer por el nombre de Jesucristo de Nazaret.
Cuando los redimidos entren por las
puertas de la ciudad, Jesucristo les dará la bienvenida a todos, y tendrán
arpas de oro y cantarán las glorias de Jesucristo, y vestirán mantos tejidos en
los telares del cielo que no tienen hebra alguna de procedencia humana en
ellos.
Queremos ir al cielo, y Jesucristo tiene
el propósito de que lo logremos si cooperamos con él (Manuscrito 27, 1893).
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