domingo, 27 de mayo de 2012

CONSEJOS SOBRE LA SALUD


CONSEJOS SOBRE LA SALUD

e Instrucciones para los Obreros Médicos Misioneros
por ELENA G. DE WHITE
SECCIÓN I
LA NECESIDAD DEL MUNDO
Multitudes en aflicción *
Cuando Cristo vio las multitudes que se habían reunido alrededor de él, "tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor". Cristo vio la enfermedad, la tristeza, el dolor y la degradación de las multitudes que se agolpaban a su paso. Le fueron presentadas las necesidades y desgracias de todos los seres humanos. En los encumbrados y los humildes, los más honrados y los más degradados, veía almas que anhelaban las mismas bendiciones que él había venido a traer; almas que necesitaban solamente un conocimiento de su gracia para llegar a ser súbditos de su reino. "Entonces dice a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, mas los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies" (Mateo 9: 36-38).
Hoy existe la misma necesidad. Hacen falta en el mundo obreros que trabajen como Cristo trabajó en favor de los dolientes y pecaminosos. Hay, a la verdad, una multitud que alcanzar. El mundo está lleno de enfermedad, sufrimiento, angustia y pecado. Está lleno de personas que necesitan que se las atienda: los débiles, impotentes, ignorantes, degradados.
En el camino a la destrucción
Muchos de los jóvenes de esta generación, aun en las iglesias, instituciones religiosas y hogares que profesan ser cristianos, están eligiendo la senda que conduce a la 14 destrucción. Por medio de costumbres intemperantes se acarrean enfermedades y por la codicia de obtener dinero para su costumbres pecaminosas caen en prácticas ímprobas. Arruinan su salud y su carácter. Enajenados de Dios, y parias de la sociedad, esos pobres seres consideran que no tienen esperanza para esta vida ni para la venidera. Han quebrantado el corazón de sus padres y los hombres los declaran sin esperanza; pero Dios los mira con compasiva ternura. El comprende todas las circunstancias que los indujeron a caer bajo la tentación. Constituyen estos seres errantes una clase que exige ser atendida.
Abundan la pobreza y el pecado
Lejos y cerca, no sólo entre los jóvenes sino entre los de cualquier edad, hay almas sumidas en la pobreza, la angustia y el pecado, a quienes abruma un sentimiento de culpabilidad. Es obra de los siervos de Dios buscar estas almas, orar con ellas y por ellas, y conducirlas paso a paso al Salvador.
Pero los que no reconocen los requerimientos de Dios no son los únicos que están en angustia y necesidad de ayuda. En el mundo actual, donde predominan el egoísmo, la codicia y la opresión, muchos de los verdaderos hijos de Dios están en menester y aflicción. En lugares humildes y miserables, rodeados por la pobreza, enfermedad y culpabilidad, muchos están soportando pacientemente su propia carga de dolor y tratando de consolar a los desesperados y pecadores que los rodean. Muchos de ellos son casi desconocidos de las iglesias y los ministros; pero son luces del Señor que resplandecen en medio de las tinieblas. El Señor los cuida en forma especial e invita a su pueblo a ayudarles a aliviar sus necesidades. Dondequiera que haya una iglesia, debe dedicarse atención especial a buscar esta clase y atenderla. 15
El Trabajo por las clases superiores
Y mientras trabajemos por los pobres, debemos dedicar atención también a los ricos, cuyas almas son igualmente preciosas a la vista de Dios. Cristo obraba en favor de todos los que querían oír su palabra. No buscaba solamente a los publicanos y parias, sino al Fariseo rico y culto, al noble judío y al gobernante romano. El rico necesita que se trabaje por él con amor y temor de Dios. Con demasiada frecuencia confía en sus riquezas, y no siente su peligro. Los bienes mundanales que el Señor ha confiado a los hombres, son muchas veces una fuente de gran tentación. Miles son inducidos así a prácticas pecaminosas que los confirman en la intemperancia y el vicio.
Entre las miserables víctimas de la necesidad y el pecado se encuentran muchos que poseyeron en un tiempo riquezas. Hombres de diferentes vocaciones y posiciones en la vida, han sido vencidos por las contaminaciones del mundo, por las concupiscencias de la carne, y han caído bajo la tentación. Mientras que estos seres caídos excitan nuestra compasión y reciben nuestra ayuda, ¿no debiera dedicarse algo de atención también a los que no han descendido a esas profundidades pero que están asentando los pies en la misma senda? Hay millares que ocupan posiciones de honor y utilidad que están practicando hábitos que significan la ruina del alma y del cuerpo. ¿No deben hacerse los esfuerzos más fervientes para ilustrarlos?
Los ministros del Evangelio, estadistas, autores, hombres de riquezas y talento, hombres de gran habilidad comercial y capaces de ser útiles, están en mortal peligro porque no ven la necesidad de la temperancia estricta en todas las cosas. Debemos atraer su atención a los principios de la temperancia, no de una manera estrecha o arbitraria, sino en la luz del gran propósito de Dios para la humanidad. Si pudieran presentárseles así los principios de la verdadera 16 temperancia, muchos de las clases superiores reconocerían su valor y los aceptarían cordialmente.
Riquezas perdurables en lugar de tesoros mundanales
Hay otro peligro al cual están especialmente expuestas las clases ricas, que constituyen un campo de trabajo para el misionero médico. Son muchísimos los que prosperan en el mundo sin descender a las formas comunes del vicio y, sin embargo, son empujados a la destrucción por el amor a las riquezas. Absortos en sus tesoros mundanales, son insensibles a los requerimientos de Dios y a las necesidades de sus semejantes. En vez de considerar su riqueza como un talento que ha de ser usado para glorificar a Dios y elevar a la humanidad, la consideran como un medio de complacerse y glorificarse a sí mismos. Añaden una casa a otra, un terreno a otro; llenan sus casas de lujo, mientras que la escasez recorre las calles y en derredor de ellos hay seres humanos que se hunden en la miseria, el crimen, la enfermedad y la muerte. Los que así dedican su vida a servirse a sí mismos, no están desarrollando los atributos de Dios sino los de Satanás.
Estos hombres necesitan que el Evangelio aparte sus ojos de la vanidad de las cosas materiales para contemplar lo precioso de las riquezas duraderas. Necesitan aprender el gozo de dar, la bienaventuranza de convertirse en colaboradores de Dios.
Las personas de esta clase son con frecuencia las más difíciles de alcanzar, pero Cristo preparará medios por los cuales puedan ser alcanzadas. Busquen a estas almas los obreros más sabios, llenos de confianza y esperanza. Con la sabiduría y el tacto nacidos del amor divino, con el refinamiento y la cortesía que resultan únicamente de la presencia de Cristo en el alma, trabajen por los que, deslumbrados por el brillo de las riquezas terrenales, no ven la gloria del tesoro celestial. Estudien los obreros la Biblia con ellos, 17 grabando en sus corazones las verdades sagradas. Léanles las palabras de Dios: "Mas de él sois vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, y justificación, y santificación, y redención". "Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová que hago misericordia, juicio, y justicia en la tierra: porque estas cosas quiero, dice Jehová". "En el cual tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados por las riquezas de su gracia". "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús"(1 Corintios 1: 30; Jeremías 9: 23, 24; Efesios 1: 7; Filipenses 4: 19).
Una súplica tal, hecha con el espíritu de Cristo, no será considerada impertinente. Impresionará a muchos de los que pertenecen a las clases superiores.
Por esfuerzos hechos con sabiduría y amor, más de un hombre rico será despertado hasta el punto de sentir su responsabilidad para con Dios. Cuando se les haga entender claramente que el Señor espera que ellos alivien como representantes suyos a la humanidad doliente, muchos responderán y darán de sus recursos y su simpatía para beneficio de los pobres. Cuando sus mentes sean así apartadas de sus propios intereses egoístas, muchos serán inducidos a entregarse a Cristo. Con sus talentos de influencia y recursos se unirán gozosamente en la obra de beneficencia con el humilde misionero que fue agente de Dios para su conversión. Por el uso correcto de su tesoro terrenal se harán "tesoro en los cielos que nunca falta; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe'. Se asegurarán el tesoro que la sabiduría ofrece, "sólidas riquezas, y justicia " (Proverbios 8: 18). 18
Una raza degenerada
Me fue presentado el actual debilitamiento de la familia humana. Cada generación se ha estado debilitando más y la enfermedad, bajo todas sus formas, aflige a la especie humana. Miles de pobres mortales, con cuerpos enfermizos, deformados, con nervios destrozados y mentes sombrías, arrastran una mísera existencia. El poder de Satanás sobre la familia humana aumenta. Si el Señor no viniese pronto a quebrantar su poder, la tierra quedaría despoblada antes de mucho.
Se me reveló que el poder de Satanás se ejerce especialmente sobre los hijos de Dios. Muchos me fueron presentados en una condición de duda y desesperación. Las enfermedades del cuerpo afectan la mente. Un enemigo astuto y poderoso acompaña nuestros pasos, y dedica su fuerza y habilidad a tratar de apartarnos del camino recto. Y demasiado a menudo sucede que los hijos de Dios no están en guardia y por lo tanto, ignoran sus designios. Satanás obra por los medios que mejor le permiten ocultarse, y a menudo alcanza su objeto. Joyas de los testimonios, tomo 1, pág. 103.
La violación de la ley física *

El hombre salió de las manos de su Creador perfecto en su organización y de bellas proporciones. Si por más de seis mil años ha podido soportar el impacto creciente de las enfermedades y la violencia, es una prueba concluyente del poder de resistencia con que fue dotado. Aunque los antediluvianos se entregaron al pecado sin restricción, transcurrieron más de dos mil años antes que comenzaran a sentirse los efectos de la violación de las leyes naturales. Si Adán no hubiera poseído originalmente una resistencia 19 física superior a la de los hombres que viven en la actualidad, la raza humana ya se hubiera extinguido.

A través de las sucesivas generaciones que siguieron a la caída del hombre, la tendencia ha sido continuamente hacia abajo. Las enfermedades se han transmitido de padres a hijos, una generación tras otra. Aun los niños en sus cunas sufren malestares causados por el pecado de sus padres. . .

Los patriarcas de Adán a Noé, con pocas excepciones, vivieron cerca de mil años. Después el promedio de vida de los seres humanos ha ido en constante descenso.

En tiempos del primer advenimiento de Cristo, la raza humana ya estaba tan degenerada que no sólo los viejos, sino también los adultos y jóvenes eran traídos a los pies del Salvador, de todas partes, para que les sanara sus enfermedades. Muchos sufrían bajo el peso de una miseria inexpresable.
La violación de las leyes físicas, con su consecuente sufrimiento y muerte prematura, ha prevalecido durante tanto tiempo, que estas consecuencias han llegado a aceptarse como la suerte natural de la humanidad; pero Dios no creó a la raza humana en una condición tan debilitada. Este estado de cosas no es obra de la Providencia, sino del hombre. Fue producido por los malos hábitos, es decir por la violación de las leyes que Dios estableció para gobernar la existencia humana. La transgresión sostenida de las leyes de la naturaleza es una transgresión continua de la ley de Dios. Si los seres humanos hubieran obedecido siempre la ley de los Diez Mandamientos, practicando en sus vidas los principios de dichos preceptos, hoy no existiría la maldición de las enfermedades que inundan al mundo. . .
Cuando los seres humanos toman cualquier curso de acción que los hace derrochar su vitalidad o que anubla su intelecto, pecan contra Dios; no lo glorifican por medio del cuerpo y del espíritu que le pertenecen. Pero a pesar de que el hombre lo ha insultado, el amor de Dios todavía se extiende 20 a la raza humana, concediéndole la luz, capacitando a la gente para ver que si desean llevar una vida perfecta necesitan obedecer las leyes naturales que gobiernan el ser. Entonces, ¡cuán importante es que las personas caminen en esa luz, y que ejerciten todas las energías, tanto del cuerpo como de la mente, para glorificar a Dios!
El pueblo de Dios debe mantenerse puro
Vivimos en un mundo que se opone a la justicia y la pureza del carácter, y especialmente a la acción de crecer en la gracia. Hacia dondequiera que se mire, se ve contaminación y corrupción, deformidad y pecado. ¡Cuánta diferencia hay entre todo esto y la obra que debe cumplirse en nosotros justamente antes de recibir el don de la inmortalidad! En estos últimos días los elegidos de Dios deben mantenerse sin mancha en medio de las corrupciones que pululan alrededor de ellos. Si se ha de realizar esta obra, necesita comenzarse de inmediato, inteligentemente y con fervor. El Espíritu de Dios debe tener un control perfecto, e influir sobre cada acción.
La reforma de la salud es uno de los aspectos de la gran obra destinada a preparar un pueblo para la venida del Señor. Se encuentra tan estrechamente unida con el mensaje del tercer ángel como lo está la mano con el cuerpo. Los seres humanos han considerado livianamente la ley de los Diez Mandamientos; sin embargo el Señor no vendrá a castigar a los transgresores de su ley sin enviarles primero un mensaje de amonestación. Los hombres y las mujeres no pueden violar las leyes naturales mediante la complacencia de sus apetitos depravados y pasiones carnales, sin violar la ley de Dios. Por eso él ha permitido que brille sobre nosotros la reforma de la salud para que podamos comprender la pecaminosidad de quebrantar las leyes que él mismo ha establecido en nuestro propio ser.
Nuestro Padre celestial observa la condición deplorable 21 de las personas que algunos por ignorancia pasan por alto los principios de la higiene. Y si permite que la reforma pro salud brille sobre la raza humana. es porque nos ama y tiene piedad de nosotros. Ha publicado su ley y el castigo de transgredirla, con el fin de que todos aprendamos lo que ha establecido para nuestro más alto beneficio. Ha proclamado su Ley tan claramente y la ha hecho tan prominente, que se la puede comparar a una ciudad edificada sobre una montaña. Todos los seres inteligentes la pueden comprender, si lo desean. Nadie más es responsable.
La insensatez de la ignorancia
La obra que acompaña al mensaje del tercer ángel consiste en explicar las leyes naturales y exhortar a que se obedezcan. La ignorancia no es excusa ahora para la transgresión de la ley. La luz brilla con claridad y nadie necesita quedar ignorante; porque el mismo gran Dios es el instructor de los seres humanos. Todos estamos comprometidos, por el deber más sagrado, a prestar atención a la filosofía sana y a la experiencia genuina que Dios nos está concediendo con respecto a la reforma pro salud. El Señor desea que este tema se presente ante el público de tal manera que las mentes de la gente se interesen profundamente en su investigación; porque es imposible que los hombres y las mujeres aprecien la verdad sagrada mientras son víctimas del poder de los hábitos pecaminosos que destruyen la salud y debilitan el cerebro.
Los que están dispuestos a aprender acerca de los efectos de la complacencia pecaminosa sobre la salud, y que comienzan una obra de reforma, aunque sea por motivos egoístas, al hacerlo pueden colocarse en el lugar donde la verdad de Dios alcanzará sus corazones. Y, por otra parte, las personas que han escuchado la presentación de las verdades bíblicas, están en una posición en la cual sus conciencias pueden ser despertadas por el tema de la salud. Ven y sienten 22 la necesidad de romper con la tiranía de los hábitos y apetitos que los han gobernado durante tanto tiempo. Hay muchos que podrían aceptar las verdades de la Palabra de Dios después de ser convencidos por las evidencias más claras; pero sus deseos carnales. que exigen ser complacidos, les controlan el intelecto a tal punto que rechazan la verdad porque se opone a sus deseos sensuales. Las mentes de muchos se rebajan tanto que le impiden a Dios trabajar en favor de ellos o con ellos. Antes que puedan apreciar las demandas de Dios, la corriente de sus pensamientos debe cambiar y se deben despertar sus sensibilidades morales.
El apóstol Pablo exhorta a la iglesia: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional" (Romanos 12: 1). La complacencia pecaminosa contamina el cuerpo e incapacita a las personas para el culto espiritual. Los que aprecian la luz que Dios les ha dado acerca de las reformas de la salud, poseen una ayuda importante en la obra de ser santificados por la verdad, y de llegar a ser aptos para heredar la inmortalidad. Pero el que desprecia la luz y vive en continua violación de las leyes naturales, debe pagar las consecuencias; sus facultades espirituales se anublan, ¿y cómo podrá perfeccionar su santidad en el temor de Dios?
Los hombres han corrompido el templo del alma, y Dios los llama para que despierten y luchen con todas sus fuerzas para recuperar la virilidad que Dios les ha concedido. Sólo la gracia de Dios puede convencer y convertir el corazón; los esclavos de las costumbres pueden obtener poder sólo de él para quebrantar las cadenas que los aprisionan. Es imposible que una persona presente su cuerpo como un sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, mientras continúa practicando hábitos que lo privan de su fortaleza física, mental y moral. Nuevamente el apóstol instruye: "No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de 23 vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Romanos 12: 2).
Como en los días de Noé
Sentado sobre el monte de los Olivos, Jesús instruyó a sus discípulos acerca de las señales que precederían su segunda venida: "Mas como en los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre" (Mateo 24: 37-39). En nuestros días existen los mismos pecados que acarrearon los juicios de Dios sobre el mundo en la época de Noé. En la actualidad, tanto hombres como mujeres se exceden tanto en la comida y en la bebida que terminan en glotonería y borrachera. Este pecado prevaleciente de la indulgencia del apetito pervertido, inflamó las pasiones de los seres humanos en los días de Noé y los condujo a una corrupción generalizada. La violencia y el pecado alcanzaron hasta el cielo. Finalmente esta corrupción moral fue barrida de la tierra mediante las aguas del diluvio.
Los mismos pecados de glotonería y ebriedad entorpecieron las sensibilidades morales de los habitantes de Sodoma de tal modo que el crimen parecía ser el deleite de los hombres y las mujeres de esa ciudad malvada. Por eso Cristo amonestó al mundo así: "Así mismo como sucedió en los días de Lot; comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban; mas el día en que Lot salió de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, y los destruyo a todos. Así será el día en que el Hijo del Hombre se manifieste" (Lucas 17: 28-30).
Aquí Cristo nos ha dejado una lección importantísima. Expone ante nosotros el peligro de transformar la comida y la bebida en lo más importante. Nos presenta los resultados 24 de la complacencia irrestringida de los apetitos. Las facultades morales se debilitan de modo que el pecado no aparece pecaminoso. El crimen se considera livianamente y la pasión controla la mente hasta que se destierran los principios e impulsos nobles, y Dios es blasfemado. Todo esto es el resultado de comer y beber en exceso. Cristo declara que estas serán exactamente las condiciones existentes durante el tiempo de su segunda venida.
El Salvador nos presenta un objetivo más elevado por el cual trabajar que la mera preocupación acerca de qué comeremos o qué beberemos o con que nos cubriremos. La comida, la bebida y el vestido se llevan hoy a tales excesos que se transforman en crímenes. Se encuentran catalogados entre los hábitos distintivos de los últimos días, y constituyen una señal de la pronta venida de Cristo. El tiempo, el dinero y las energías que pertenecen a Dios, y que él nos ha confiado. se desperdician en los excesos del vestido y en los lujos destinados a complacer el apetito pervertido, que menoscaban la vitalidad y acarrean sufrimiento y corrupción. Es imposible que presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo a Dios cuando los llenamos continuamente de contaminación y enfermedad por causa de nuestra propia complacencia pecaminosa. Se debe instruir a la gente acerca de como comer y beber y vestir de modo que se promueva la buena salud. La enfermedad es el resultado de la violación de las leyes naturales. La obediencia a las leyes de Dios es nuestro primer deber. y es algo que le debemos a Dios, a nosotros mismos. y a nuestros semejantes. En esos preceptos están incluidas las leyes de la salud.
Se necesita una obra de reforma
Vivirnos en medio de una "epidemia de crímenes," frente a la cual, en todas partes, los hombres pensadores y temerosos de Dios se sienten horrorizados. Es indescriptible 25 la corrupción prevaleciente. Cada día nos trae nuevas revelaciones de luchas políticas, cohechos y fraudes. Cada día trae su porción de aflicciones para el corazón en lo que se refiere a violencias, anarquía, indiferencia para con los padecimientos humanos, brutalidades y muertes alevosas. Cada día confirma el aumento de la locura, los asesinatos y los suicidios. ¿Quién puede dudar de que los agentes de Satanás están obrando entre los hombres con creciente actividad, para perturbar y corromper la mente, manchar y destruir el cuerpo?
Y mientras que abundan estos males en el mundo, es demasiado frecuente que el Evangelio se predique con tanta indiferencia que no hace sino una débil impresión en la conciencia o la conducta de los hombres. En todas partes hay corazones que claman por algo que no poseen. Suspiran por una fuerza que les dé dominio sobre el pecado, una fuerza que los libre de la esclavitud del mal, una tuerza que les dé salud, vida y paz. Muchos que en otro tiempo conocieron el poder de la Palabra de Dios, han vivido en lugares donde no se reconoce a Dios y ansían la presencia divina.
El mundo necesita hoy lo que necesitaba mil novecientos años atrás, esto es, una revelación de Cristo. Se requiere una gran obra de reforma y sólo mediante la gracia de Cristo podrá realizarse esa obra de restauración física, mental y espiritual. El Ministerio de curación, págs. 101-102.
El panorama *
El mundo está desquiciado. Al observar el cuadro, el panorama nos parece descorazonador. Pero con una seguridad llena de esperanza el Señor les da la bienvenida a los mismos hombres y mujeres que nos causan desalientos. 26 Descubre en ellos cualidades que los capacitarán para ocupar un lugar en su viña. Si se disponen a aprender constantemente, los transformará mediante su providencia en hombres y mujeres capaces de realizar un trabajo que no está más allá del alcance de sus posibilidades; les concederá poder de expresión mediante la impartición del Espíritu Santo.
Hay muchos campos áridos y no trabajados donde el mensaje debe ser llevado por principiantes. El resplandor del panorama que el Salvador observa en el mundo inspirará confianza en muchos obreros, quienes, si comienzan el trabajo humildemente y se entregan a él de corazón, serán idóneos para el tiempo y el lugar. Cristo observa toda la miseria y desesperación que hay en el mundo, cuya contemplación haría que algunos de nuestros obreros de gran capacidad se inclinaran agobiados por un peso tan grande de desánimo, que ni siquiera sabrían cómo empezar a conducir a las personas al primer peldaño de la escalera. Sus meticulosos métodos tendrían poco valor. Sería como si se pararan sobre peldaños altos de la escalera diciendo: "Suban aquí donde estamos nosotros". Pero las pobres almas no saben donde colocar sus pies.
El corazón de Cristo se alegra al ver a los que son pobres en todo el sentido de la palabra; se alegra al ver a los que son mansos, a pesar de las vejaciones: se alegra por el hambre de justicia. al parecer insatisfecha, que algunos experimentan por no saber cómo cambiar. El recibe con agrado, por decirlo así, el mismísimo estado de cosas que desanimaría a muchos pastores. Reprende nuestra piedad equivocada dando la responsabilidad del trabajo en favor de los pobres y necesitados de los lugares difíciles de la tierra, a hombres y mujeres dotados de corazones capaces de compadecerse de los ignorantes y de los que andan descaminados. El Señor les enseña a estos obreros como relacionarse con aquellos a quienes desea ayudar. Se sentirán estimulados 27 al ver que delante de ellos se abren puertas para entrar en lugares donde puedan realizar trabajo médico-misionero. Puesto que poseen muy poca confianza en sí mismos, le rinden toda la gloria a Dios. Puede ser que sus manos sean ásperas e inexpertas, pero poseen un corazón susceptible a la piedad; los embarga el ferviente deseo de hacer algo para aliviar la miseria tan abundante; y Cristo se halla presente para ayudarles. EL obra a través de quienes disciernen misericordia en la miseria, y ganancia en la pérdida de todas las cosas. Cuando la luz del mundo pasa por algún lugar se descubren privilegios en todas las privaciones y aparece orden en la confusión; el éxito y la sabiduría de Dios se revelan en lo que había parecido un fracaso.
Mis hermanos y hermanas, alléguense a la gente al practicar su ministerio. Levanten a los abatidos. Consideren a las calamidades como si fueran bendiciones disfrazadas, y las aflicciones, como misericordias. Trabajen de tal manera que la esperanza brote en lugar de la desesperación...
Dios, la fuente de poder y sabiduría
Quiero decir a cada obrero: Avance con una fe humilde, y el Señor lo acompañará. Pero vele en oración. Esta es la ciencia de su trabajo. El poder es de Dios. Trabaje dependiendo de él, y recuerde que es un colaborador suyo. El es su ayudador. Su fuerza depende de él. El constituirá su sabiduría, su justicia, su santificación y su redención.
La religión y la salud *
Algunos sostienen el punto de vista de que la espiritualidad es detrimental para la salud. Esto es un engaño de Satanás. La religión de la Biblia no es detrimental para la salud del cuerpo ni de la mente. La influencia del Espíritu 28 de Dios es la mejor medicina para la enfermedad. El cielo es todo salud; y mientras más profundamente se experimenten las influencias celestiales, más segura será la recuperación del inválido creyente. Los verdaderos principios del cristianismo se abren delante de todos como una fuente de felicidad inestimable. La religión es un manantial inagotable, en el cual el cristiano puede beber cuanto desee sin que jamás se termine.
Existe una relación muy íntima entre la mente y el cuerpo. Cuando éste se ve afectado, aquélla simpatiza con él. La condición de la mente afecta la salud del sistema tísico. Si la mente es libre y feliz, como resultado de una conducta correcta y por la sensación de satisfacción que se deriva de hacer felices a otros, engendra una alegría que producirá un efecto positivo sobre todo el sistema, hará que la sangre circule más libremente y tonificará todo el cuerpo. La bendición de Dios es un poder sanador, y los que son amplios en beneficiar a otros experimentarán esa bendición maravillosa tanto en el corazón como en la vida entera.
Cuando las personas que han gratificado sus malos hábitos y prácticas pecaminosas se someten al poder de la verdad divina, la aplicación de dichas verdades al corazón aviva las facultades morales, que parecían haberse paralizado. El receptor posee una comprensión más enérgica y clara que antes de fundamentar su alma sobre la Roca eterna. Aun su salud física mejora al establecer su seguridad en Cristo. La bendición especial de Dios que descansa sobre el receptor es, en sí misma, salud y vigor.
Los que caminan por el sendero de la sabiduría y la santificación encuentran que "la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera" (1 Timoteo 4: 8). Pueden gozar de los verdaderos placeres de la vida y no se sienten perturbados por remordimientos inútiles acerca de las horas malgastadas, ni por presentimientos tenebrosos, como sucede muy a menudo con el 29 mundano cuando no es distraído por diversiones estimulantes. La piedad no se halla en conflicto con las leyes de la salud: más bien está en armonía con ella. El temor del Señor es el fundamento de toda prosperidad real.
El amor de Cristo es un poder sanador
Cuando se recibe el Evangelio en su pureza y con todo su poder, es un remedio para las enfermedades originadas por el pecado. Sale el Sol de justicia, "trayendo salud eterna en sus alas" (Malaquías 4: 2, V. M.). Todo lo que el mundo proporciona no puede sanar al corazón quebrantado, ni dar la paz al espíritu, ni disipar las inquietudes, ni desterrar la enfermedad. La fama, el genio y el talento son impotentes para alegrar el corazón entristecido o restaurar la vida malgastada. La vida de Dios en el alma es la única esperanza del hombre.
El amor que Cristo infunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios. Por su medio las energías más potentes de nuestro ser despiertan y entran en actividad. Libra al alma de culpa y tristeza, de la ansiedad y congoja que agotan las fuerzas de la vida. Con él vienen la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida. El Ministerio de curación, pág. 78.
Cómo curaba Cristo *
Este mundo es un vasto lazareto, pero Cristo vino para sanar a los enfermos y proclamar liberación a los cautivos de Satanás. El era en sí mismo la salud y la fuerza. Impartía 30 vida a los enfermos, a los afligidos, a los poseídos de los demonios. No rechazaba a ninguno que viniese para recibir su poder sanador. Sabía que aquellos que le pedían ayuda habían atraído la enfermedad sobre sí mismos; sin embargo no se negaba a sanarlos. Y cuando la virtud de Cristo penetraba en estas pobres almas, quedaban convencidas de pecado, y muchos eran sanados de su enfermedad espiritual tanto como de sus dolencias físicas. El Evangelio posee todavía el mismo poder, y ¿por qué no habríamos de presenciar hoy los mismos resultados?
Cristo siente los males de todo doliente. Cuando los malos espíritus desgarran un cuerpo humano, Cristo siente la maldición. Cuando la fiebre consume la corriente vital, él siente la agonía. Y está tan dispuesto a sanar a los enfermos ahora como cuando estaba personalmente en la tierra. Los siervos de Cristo son sus representantes, los conductos por los cuales ha de obrar. El desea ejercer por ellos su poder curativo.
En las curaciones del Salvador hay lecciones para sus discípulos. Una vez ungió con barro los ojos de un ciego, y le ordenó: "Vé, lávate en el estanque de Siloé... Y fue entonces, lavóse, y volvió viendo" (Juan 9: 7). Lo que curaba era el poder del gran Médico, pero él empleaba medios naturales. Aunque no apoyó el uso de drogas, sancionó el de remedios sencillos y naturales.
A muchos de los afligidos que eran sanados, Cristo dijo: "No peques más, porque no te venga alguna cosa peor" (Juan 5: 14). Así enseñó que la enfermedad es resultado de la violación de las leyes de Dios, tanto naturales como espirituales. El mucho sufrimiento que impera en este mundo no existiría si los hombres viviesen en armonía con el plan del Creador...
Estas lecciones son para nosotros. Hay condiciones que deben observar todos los que quieran conservar la salud. Todos deben aprender cuáles son esas condiciones. Al 31 Señor no le agrada que se ignoren sus leyes, naturales o espirituales. Hemos de colaborar con Dios para devolver la salud al cuerpo tanto como al alma.
Y debemos enseñar a otros a conservar y recobrar la salud. Para los enfermos, debemos usar los remedios que Dios proveyó en la naturaleza, y debemos señalarles a Aquel que es el único que puede sanar. Nuestra obra consiste en presentar los enfermos y dolientes a Cristo en los brazos de nuestra fe. Debemos enseñarles a creer en el gran Médico. Debemos echar mano de su promesa, y orar por la manifestación de su poder. La misma esencia del Evangelio es la restauración, y el Salvador quiere que invitemos a los enfermos, los imposibilitados y los afligidos a echar mano de su fuerza.
El poder del amor estaba en todas las obras de curación de Cristo, y únicamente participando de este amor por la fe podemos ser instrumentos apropiados para su obra. Si dejamos de ponernos en relación divina con Cristo, la corriente de energía vivificante no puede fluir en ricos raudales de nosotros a la gente. Hubo lugares donde el Salvador mismo no pudo hacer muchos prodigios por causa de la incredulidad. Así también la incredulidad separa a la iglesia de su Auxiliador divino. Ella está aferrada sólo débilmente a las realidades eternas. Por su falta de fe, Dios queda chasqueado y despojado de su gloria.
El médico cristiano como misionero *
Aquellos que dejan que Cristo more en sus corazones amarán a las almas por las cuales él murió. Los que en verdad le aman, tendrán un fervoroso anhelo de permitir que ese amor llegue a ser aceptado y comprendido entre los demás. 32
Me entristece ver que tan pocos tienen interés de ayudar a los que viven en la oscuridad. Que ningún creyente verdadero se conforme con vivir ociosamente en la viña del Maestro. Todo poder le fue dado a Cristo en el cielo y en la tierra, y él impartirá su poder a sus seguidores, para realizar la magna tarea de hacer que los hombres se alleguen a él. Él anima constantemente a sus instrumentos humanos, para que realicen la obra del cielo en todo el mundo y les promete estar con ellos todos los días hasta el fin del mundo. Las inteligencias celestiales que son "millones de millones" (Apocalipsis 5: 11) son enviadas como mensajeros para que se unan con las fuerzas humanas en la salvación de las almas. ¿Por qué la fe en las grandes verdades que predicamos no enciende un propósito fervoroso en el altar de nuestros corazones? ¿Por qué, me pregunto, en vista de la grandeza de estas verdades, no todos los que profesan creer en ellas se sienten inspirados con un celo misionero, un celo que debe caracterizar a todos los obreros de Dios?
¿Quién dirá: "Envíame a mí"?
Se necesita hacer el trabajo de Cristo. Que las personas que creen en la verdad se consagren al servicio de Dios. Deberían haber cientos de feligreses empeñados en la obra misionera allí donde ahora hay unos pocos solamente. ¿,Quién comprenderá la importancia y la grandeza divina de la invitación? ¿Quién se negará a si mismo? Cuando el Salvador llame a los obreros, ¿,quién dirá: "Heme aquí, envíame a mí"?
Se necesitan obreros tanto en este país como en el extranjero. En nuestro vecindario hay una obra que realizar que muchos descuidan extrañamente. Todos los que han gustado "la buena palabra de Dios, y las virtudes del siglo venidero" (Hebreos 6: 5) tienen un trabajo que hacer en sus propios hogares y entre los vecinos. Se debe proclamar el 33 Evangelio de salvación entre las gentes. Toda persona que ha sentido el poder de Cristo en su corazón se transforma en un misionero. A los amigos se les debe hablar del amor de Dios. Cada uno puede anunciar dentro de su propia iglesia lo que el Señor significa para él: su Salvador personal; este testimonio, presentado con sencillez, será de mayor provecho que el más elocuente discurso. Además hay una gran obra que hacer, en tratar a los demás con justicia y en humillarse para andar delante del Señor. Los que trabajan dentro de su propio ambiente están ganando una experiencia que los capacitará para llevar a cabo mayores responsabilidades. El trabajo misionero que se hace en el país donde uno vive, prepara al cristiano para la realización de una obra mayor en el extranjero.
El cuidado del enfermo
¿Cómo se puede realizar el trabajo del Señor? ¿Cómo se podrán alcanzar esas almas que se pierden en la medianoche de las tinieblas? Tenemos que hacerle frente al prejuicio; es difícil trabajar con una religión corrompida. los mejores métodos de trabajo deben considerarse con oración. Hay una forma en que muchas puertas se abrirán ante el misionero. Aprenda él a trabajar inteligentemente en favor de los enfermos, como enfermero o enfermera; o aprenda a tratar las enfermedades, como médico; y si se mantiene lleno del Espíritu Santo, ¡cuán vasto campo de servicio no se le presentará!
Cristo es el Salvador del mundo. Durante su ministerio terrenal los enfermos y los afligidos fueron el objeto especial de su compasión. Cuando envió a sus discípulos, los comisionó para que sanaran al enfermo tanto como para predicar el Evangelio. Cuando envió a los setenta, también les ordenó que curaran a los enfermos, mientras predicaban que el reino de Dios estaba cerca. Primero debían atender la 34 salud física, para que se abriera el camino y la verdad llegara a sus almas.
El método de evangelismo de Cristo
El Salvador dedicó más tiempo y energías a la curación de los enfermos que a la predicación del Evangelio. El último encargo que les dio a los apóstoles sus representantes en la tierra fue que impusieran las manos sobre los enfermos, para sanarlos. Y cuando el Maestro vuelva, recompensará a los que hayan visitado a los enfermos y aliviado las necesidades de los afligidos.
Nuestro Salvador experimentaba una tierna simpatía por los pobres y dolientes. Y si nosotros somos seguidores de Cristo debemos cultivar también la compasión y la simpatía. El amor por la humanidad doliente debe reemplazar a la indiferencia por la aflicción humana. La viuda, el huérfano, el enfermo y el moribundo, siempre necesitarán que se les ayude. Entre ellos existe una dorada oportunidad para proclamar el Evangelio y para poner en alto el nombre de Jesús, la única esperanza y consolación del ser humano. Cuando la persona que sufre obtiene sanidad, y se ha demostrado un interés viviente por el alma afligida. entonces el corazón se abre y se puede derramar el bálsamo celestial sobre él. Si acudimos a Jesús y obtenemos de él conocimiento, fortaleza y gracia, podremos impartir su consuelo a los demás, porque el Consolador está con nosotros.
Habrá que vérselas con una gran cantidad de prejuicios, celo falso y piedad fingida, pero tanto en este país como en el extranjero hay más almas que Dios ha estado preparando para recibir la semilla de la verdad de lo que nos podemos imaginar. Estas recibirán gozosamente el mensaje que se les presente.
No debe existir deshonestidad en la vida del obrero. Aunque el error es peligroso para cualquiera, aunque se cometa 35 por equivocación, la hipocresía en la proclamación de la verdad es fatal.
Trabájese con fervor entusiasta
No debemos ser espectadores ociosos de las escenas impresionantes que se llevarán a cabo en preparación de la segunda venida de nuestro Señor. Debemos desplegar el valor y el entusiasmo del soldado cristiano. El que no está con Cristo, es su enemigo. "El que conmigo no recoge, desparrama" (Mateo 12: 30). En los libros del cielo la inactividad se considera como una obra contraria al trabajo de Cristo, porque produce el mismo fruto de la hostilidad abierta. Dios llama a obreros activos.
Mientras más claramente observen nuestros ojos las maravillas del mundo del futuro, más profunda será nuestra solicitud por los habitantes de este mundo. No podemos ser egoístas. Vivimos en una época especial de conflicto entre los poderes de la luz y las tinieblas. Sigamos adelante; dejemos que nuestra luz brille; difundamos sus rayos por todas partes. Cristo y sus mensajeros celestiales colaborarán con las agencias humanas para terminar el trabajo que ha quedado inconcluso. Dejamos de brillar cuando abandonamos nuestros puestos y no demostramos interés por los demás, porque nos gusta la comodidad y preferimos no incomodarnos. Si nos portamos de esta manera, ¡qué tremenda será la culpa, y cuán terribles las consecuencias!
Algunas personas deben prepararse para llegar a ser médicos misioneros y enfermeras cristianos. Las puertas se abrirán y estos fieles hijos de Dios podrán trabajar entre las clases altas y las bajas. Toda influencia se debe consagrar a esta tarea. De la obra misionera que se realice aquí debe surgir una cadena de luces ardientes que circunden la tierra; cada voz debe proclamar: "El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga: y el que quiere, tome del agua de la vida gratuitamente" (Apocalipsis 22: 17). 36
Efectos de hábitos equivocados
Entre los profesos cristianos del mundo existe ahora muy poca fortaleza moral. Muchos han acariciado hábitos equivocados y las leyes físicas y morales se han descuidado hasta el punto en que la virtud y la piedad generales son extremadamente bajas. Los hábitos equivocados rebajan las normas de la salud física y entorpecen las fuerzas mentales y espirituales. La complacencia de los apetitos y pasiones desnaturalizados ejerce una influencia poderosa sobre el sistema nervioso del individuo. Los órganos animales se fortalecen, mientras que las fuerzas morales van perdiendo su vigor. Es imposible que una persona intemperante sea cristiana al mismo tiempo, porque sus facultades superiores llegan a ser esclavas de las pasiones. Testimonies for the church (Testimonios para la iglesia) tomo 3, pág. 51.
Un mundo no amonestado
Hay una enorme tarea delante de nosotros, el trabajo final de dar el último mensaje de amonestación de Dios a un mundo pecador. ¿Pero qué hemos hecho para dar este mensaje? Les ruego que consideren los muchísimos lugares donde ni siquiera hemos entrado. Observen a nuestros obreros que continúan recorriendo el mismo camino mientras alrededor de ellos se halla un mundo descuidado, sumido en la corrupción y la impiedad: un mundo que aún no ha sido amonestado. para mí este es un cuadro terrible. ¡Qué indiferencia más asombrosa manifestamos hacia las necesidades de un mundo que perece! Testimonios para la iglesia, tomo 7, págs. 102-103. 37
SECCIÓN II
ELEMENTOS ESENCIALES DE LA SALUD
Conocimiento de los principios básicos *
Muchos me han preguntado: "¿Qué debo hacer para conservar mi salud mejor?" Mi respuesta es: Deje de transgredir las leyes de su ser; deje de complacer el apetito depravado; consuma alimentos sencillos; vístase en forma saludable, lo que requiere sencillez y modestia: trabaje saludablemente; y no se enfermará.
Es un pecado estar enfermo, porque todas las enfermedades son resultado de la transgresión. Muchos sufren como consecuencia de la transgresión de sus padres. No se los puede censurar por el pecado de ellos; sin embargo tienen el deber de investigar en qué puntos sus padres violaron las leyes de su ser, con lo que impusieron a sus hijos una herencia tan miserable; y al descubrir los errores de aquellos, se deben apartar de ese curso de acción y practicar hábitos correctos con el fin de promover una salud mejor.
Los hombres y las mujeres debieran familiarizarse con la filosofía de la salud. Las mentes de los seres racionales parecerían estar en tinieblas con respecto a sus propias estructuras físicas y cómo conservarlas en una condición saludable. La generación actual le ha confiado sus cuerpos a los médicos y sus almas a los ministros. ¿Acaso no se le paga bien al ministro para que estudie la Biblia en lugar de sus feligreses, de modo que éstos no tengan que molestarse en hacerlo? ¿No es obligación suya decirles lo que deben creer, y decidir todas las cuestiones teológicas dudosas sin que ellos tengan que realizar ninguna investigación especial? 38 Si se enferman, consultan al médico, creen todo lo que les dice, y se tragan cualquier receta que les prescribe; ¿acaso no se le paga bien para que considere deber suyo comprender todas sus enfermedades físicas y los remedios que les debe dar para que se mejoren, sin que ellos tengan que preocuparse por el asunto?. . .
Nuestra felicidad está tan íntimamente relacionada con la salud, que no podemos gozar de aquélla sin que esta última sea buena. para que podamos glorificar a Dios en nuestros cuerpos, necesitamos tener un conocimiento práctico de la ciencia de la vida humana. Por eso, es de primordial importancia que la fisiología ocupe el primer lugar entre los estudios que se eligen para los niños. ¡Cuán pocas personas poseen un conocimiento adecuado acerca de las estructuras y las funciones de sus propios cuerpos y de las leyes naturales que los gobiernan! Muchos andan a la deriva sin ningún conocimiento, como un barco en alta mar sin brújula ni ancla; y lo que es peor, ni siquiera demuestran el menor interés en prevenir las enfermedades ni en cómo conservar sus cuerpos en una condición saludable.
La abnegación es esencial
La complacencia de los apetitos animales ha degradado y esclavizado a muchos. La abnegación y la restricción de los apetitos animales son necesarias para levantar la condición de los seres humanos y establecer y promover entre ellos una salud mejor y principios morales más elevados, y quitar así la corrupción de la sociedad. Cada violación de los principios alimentarios contribuye a embotar las facultades de percepción, haciendo imposible que la persona culpable pueda apreciar las cosas eternas o valorarlas correctamente. La humanidad no debe ignorar las consecuencias de los excesos; esto es de importancia fundamental. La temperancia en todas las cosas es indispensable para la promoción de 39 la buena salud y el desarrollo y el crecimiento de un buen carácter cristiano.
Los que transgreden las leyes divinas en lo que atañe a su organismo, tampoco vacilarán en violar la Ley de Dios dada en el Sinaí. Los que después de haber recibido la luz se nieguen a comer y beber por principio, en lugar de dejarse controlar por el apetito. no se preocuparán porque los demás aspectos de su vida sean gobernados por principios. La investigación del tema de la reforma en la alimentación desarrollará el carácter e invariablemente pondrá de manifiesto a los que eligen hacer; "un dios de sus vientres".
Responsabilidad de los padres
Los padres necesitan despertar e inquirir en el temor de Dios: ¿Qué es verdad? Sobre ellos reposa una tremenda responsabilidad. Deberían poseer conocimientos prácticos de los principios fisiológicos para distinguir entre los hábitos físicos correctos y los perniciosos e instruir a sus hijos acerca de ellos. Las grandes masas humanas son tan ignorantes e indiferentes con respecto a la educación física y moral de sus hijos como lo es la creación animal. Sin embargo se atreven a echarse encima la responsabilidad de ser padres.
Cada madre debiera familiarizarse con las leyes que gobiernan la vida física. Debe enseñarles a sus hijos que la gratificación de los apetitos animales produce un efecto mórbido sobre el sistema y debilita sus sensibilidades morales. Los padres deben buscar la luz y la verdad como si buscaran un tesoro escondido. A los padres se les ha encomendado la sagrada responsabilidad de formar los caracteres de sus hijos mientras son niños. Tienen el deber de ser tanto maestros como médicos de ellos. Deberían comprender las exigencias y las leyes de la naturaleza. La conformidad cuidadosa con las leyes que Dios ha implantado en nuestro ser nos asegurará una buena salud, y en nosotros no se producirá un quebrantamiento de la constitución que nos 40 inducirá a llamar al médico para que nos ponga otra vez en buenas condiciones.
Muchos parecen pensar que tienen el derecho de tratar a sus cuerpos como les parece, pero olvidan que sus cuerpos no les pertenecen. El Creador, que los formó, tiene derechos sobre ellos que no se pueden ignorar impunemente. Cada transgresión innecesaria de las leyes que Dios ha establecido para nuestros cuerpos, constituye virtualmente una violación de la ley de Dios, y a la vista del Cielo es un pecado tan grande como el quebrantamiento de los Diez Mandamientos. La ignorancia de este importantísimo tema es un pecado. La luz brilla sobre nosotros actualmente, y si no la apreciamos ni actuamos inteligentemente con respecto a estas cosas, quedaremos sin excusa, porque el entenderlas es nuestro más elevado interés terrenal.
La sabiduría de las obras de Dios
Indúzcase a la gente a que estudie la manifestación del amor de Dios y de su sabiduría en las obras de la naturaleza. Indúzcasela a que estudie el maravilloso organismo del cuerpo humano y las leyes que lo rigen. Los que disciernen las pruebas del amor de Dios, que entienden algo de la sabiduría y el buen propósito de sus leyes, así como de los resultados de la obediencia, llegarán a considerar sus deberes y obligaciones desde un punto de vista muy diferente. En vez de ver en la observancia de las leyes de la salud un sacrificio y un renunciamiento, la tendrán por lo que es en realidad: un inapreciable beneficio.
Todo obrero evangélico debe comprender que la enseñanza de los principios que rigen la salud forma parte de la tarea que se le ha señalado. Esta obra es muy necesaria y el mundo la espera. El Ministerio de curación, pág. 105. 41
Se debe gobernar el cuerpo *
La vida es un regalo de Dios. Se nos han dado nuestros cuerpos para que los empleemos en el servicio del Señor, y él desea que los cuidemos y les tengamos aprecio. Poseemos facultades físicas y mentales. Nuestros impulsos y pasiones tienen su asiento en el cuerpo, y por lo tanto no debemos hacer nada que contamine esta posesión que se nos ha confiado. Debemos mantener nuestros cuerpos en la mejor condición física posible, y bajo una constante influencia espiritual para que podamos utilizar nuestros talentos de la mejor manera. Léase 1 Corintios 6:13.
El uso equivocado del cuerpo acorta el período de vida que Dios ha asignado para que lo utilicemos en su servicio. Cuando nos permitimos el cultivo de hábitos equivocados, nos acostamos a altas horas de la noche, y satisfacemos las demandas del apetito a expensas de la salud, colocamos los fundamentos de nuestra debilidad. Desequilibramos el sistema nervioso cuando descuidamos el ejercicio físico o recargamos de trabajo la mente o el cuerpo. Los que acortan sus vidas de este modo y no hacen caso de las leyes naturales, son culpables de robarle a Dios. No tenemos derecho de descuidar el cuerpo, la mente, o las fuerzas, ni de abusar de estos dones que deberían utilizarse para ofrecer a Dios un servicio consagrado.
Todos deberían poseer un conocimiento inteligente de la constitución humana, con el fin de mantener sus cuerpos en las mejores condiciones para realizar la obra del Señor. Los que se atreven a formar hábitos que debilitan las energías nerviosas y disminuyen el vigor de la mente o el cuerpo, se vuelven ineficientes para el trabajo que Dios les ha pedido que hagan. Por otra parte, una vida pura y saludable es apta para el perfeccionamiento del carácter cristiano y para el 42 desarrollo de sus facultades mentales y físicas.
La ley de la temperancia debe controlar la vida de cada cristiano. En todos nuestros pensamientos debemos tener presente a Dios; siempre se debe mantener en alto su gloria. Necesitamos desembarazarnos de toda influencia que pudiera mantener nuestros pensamientos cautivos y alejarnos de Dios. Tenemos ante Dios la sagrada obligación de gobernar nuestros cuerpos y controlar nuestros apetitos y pasiones de tal manera que no nos aparten de la pureza y la santidad ni alejen nuestras mentes de la obra que Dios requiere de nosotros. Léase Romanos 12: 1.
Se debe adoptar una alimentación sencilla
Si hubo alguna vez un tiempo en que la alimentación debía ser de la clase más sencilla, es ahora. No debe ponerse carne delante de nuestros hijos. Su influencia tiende a excitar y fortalecer las pasiones inferiores, y tiende a amortiguar las facultades morales. Los cereales y las frutas, preparados sin grasa y en forma tan natural como sea posible, deben ser el alimento destinado a todos aquellos que aseveran estar preparándose para ser trasladados al Cielo. Cuanto menos excitante sea nuestra alimentación. tanto más fácil será dominar las pasiones. La complacencia del gusto no debe ser consultada sin tener en cuenta la salud física, intelectual o moral.
La satisfacción de las pasiones más bajas inducirá a muchos a cerrar los ojos a la luz, porque temen ver pecados que no están dispuestos a abandonar. Todos pueden ver si lo desean. Si prefieren las tinieblas a la luz, su criminalidad no disminuirá por ello. ¿Por qué no leen los hombres y mujeres y se instruyen en estas cosas que tan decididamente afectan su fuerza física, intelectual y moral? Testimonios para la iglesia, tomo 2, pág. 316. 43
Comprados por Dios
"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (1 Corintios 6: 19-20).
No nos pertenecemos. Hemos sido comprados a un precio elevado, a saber, los sufrimientos y la muerte del Hijo de Dios. Si pudiésemos comprender plenamente esto, sentiríamos que pesa sobre nosotros la gran responsabilidad de mantenernos en la mejor condición de salud, a fin de prestar a Dios un servicio perfecto. Pero cuando nos conducimos de manera que nuestra vitalidad se gasta, nuestra fuerza disminuye y el intelecto se anubla, pecamos contra Dios. Al seguir esta conducta no le glorificamos en nuestro cuerpo ni en nuestro espíritu que son suyos, sino que cometemos lo que es a su vista un grave mal.
¿Se dio Jesús por nosotros? ¿Ha sido pagado un precio elevado para redimirnos? Y, ¿no es precisamente por esto por lo que no nos pertenecemos? ¿Es verdad que todas las facultades de nuestro ser, nuestro cuerpo, nuestro espíritu, todo lo que tenemos y todo lo que somos, pertenecen a Dios? Por cierto que sí. Y cuando comprendemos esto, ¡qué obligación tenemos para con Dios de conservarnos en la condición que nos permita honrarle aquí en la tierra, en nuestro cuerpo y nuestro espíritu, que son suyos!
La recompensa de la santidad *
Creemos sin duda alguna que Cristo va a venir pronto. Esto no es una fábula para nosotros; es una realidad. No tenemos la menor duda, ni la hemos tenido durante años, de que las doctrinas que sostenemos son la verdad presente, y 44 que nos estamos acercando al juicio. Nos estamos preparando para encontrar a Aquel que aparecerá en las nubes de los cielos escoltado por una hueste de santos ángeles, para dar a los fieles y justos el toque final de la inmortalidad. Cuando él venga, no lo hará para limpiarnos de nuestros pecados, quitarnos los defectos de carácter, o curarnos de las flaquezas de nuestro temperamento y disposición. Si es que se ha de realizar en nosotros esta obra, se hará antes de aquel tiempo. Cuando venga el Señor, los que son santos seguirán siendo santos. Los que han conservado su cuerpo y espíritu en pureza, santificación y honra, recibirán el toque final de la inmortalidad. Pero los que son injustos, inmundos y no santificados permanecerán así para siempre. No se hará en su favor ninguna obra que elimine sus defectos y les dé un carácter santo. El Refinador no se sentará entonces para proseguir su obra de refinación y quitar sus pecados y su corrupción. Todo esto debe hacerse en las horas del tiempo de gracia. Ahora es cuando debe realizarse esta obra en nosotros. . .
Estamos ahora en el taller de Dios. Muchos de nosotros somos piedras toscas de la cantera. Pero cuando echamos mano de la verdad de Dios, su influencia nos afecta; nos eleva, y elimina de nosotros toda imperfección y pecado, cualquiera que sea su naturaleza. Así quedamos preparados para ver al Rey en su hermosura y unirnos finalmente con los ángeles puros y santos, en el reino de gloria. Aquí es donde nuestro cuerpo y nuestro espíritu han de quedar dispuestos para la inmortalidad.
La obra de la santificación
Estamos en un mundo que se opone a la justicia, a la pureza de carácter y al crecimiento en la gracia. Dondequiera que miramos, vemos corrupción y contaminación, deformidad y pecado. Y ¿cuál es la obra que hemos de emprender aquí precisamente antes de recibir la inmortalidad? 45 Consiste en conservar nuestros cuerpos santos y nuestro espíritu puro, para que podamos subsistir sin mancha en medio de las corrupciones que abundan en derredor nuestro en estos últimos días. Y para que esta obra se realice, necesitamos dedicarnos a ella en seguida con todo el corazón y el entendimiento. No debe penetrar ni influir en nosotros el egoísmo. El Espíritu de Dios debe ejercer perfecto dominio sobre nosotros, e influir en todas nuestras acciones. Si nos apropiamos debidamente del cielo y del poder de lo alto, sentiremos la influencia santificadora del Espíritu de Dios sobre nuestros corazones.
Cuando hemos procurado presentar la reforma pro salud a nuestros hermanos, y les hemos hablado de la importancia del comer y beber, y hacer para gloria de Dios todo lo que hacen, muchos han dicho por sus acciones: "A nadie le importa si como esto o aquello; nosotros mismos hemos de soportar las consecuencias de lo que hacemos". Estimados amigos, estáis muy equivocados. No sois los únicos que han de sufrir a consecuencia de una conducta errónea. En cierta medida, la sociedad a la cual pertenecéis sufre por causa de vuestros errores tanto como vosotros mismos.
Si sufrís como resultado de vuestra intemperancia en la comida y la bebida, los que estamos en derredor vuestro o nos relacionamos con vosotros, también quedamos afectados por vuestra flaqueza. Hemos de sufrir por causa de vuestra conducta errónea. Si ella contribuye a disminuir vuestras facultades mentales o físicas, y lo advertimos cuando estamos en vuestra compañía, quedamos afectados por ello. Si en vez de tener espíritu animoso, sois presa de la lobreguez, ensombrecéis el ánimo de todos los que os rodean. Si estamos tristes, deprimidos y angustiados, vosotros, si gozarais de salud, podríais tener una mente clara que nos mostrase la salida y dirigiese una palabra consoladora. Pero si vuestro cerebro está nublado como resultado de vuestra errónea manera de vivir, a tal punto 46 que no podéis darnos el consejo correcto, ¿no sufrimos acaso una pérdida? ¿No nos afecta seriamente vuestra influencia? Tal vez tengamos mucha confianza en vuestro juicio y deseemos vuestro consejo, porque "en la multitud de consejeros hay salud" (Proverbios 11: 14).
Deseamos que nuestra conducta parezca consecuente ante aquellos a quienes amamos y deseamos buscar el consejo que ellos nos puedan dar con mente clara. Pero ¿qué interés tenemos en vuestro juicio si vuestra energía mental ha sido cargada hasta lo sumo y la vitalidad se ha retirado del cerebro para disponer del alimento impropio que se puso en el estómago, o de una enorme cantidad de alimento, aunque sea sano? ¿Qué interés tenemos en el juicio de tales personas? Ellas lo ven todo a través de una masa de alimentos indigestos. Por lo tanto, vuestra manera de vivir nos afecta. Resulta imposible seguir una conducta errónea sin hacer sufrir a otros.
La carrera cristiana
"¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, mas uno lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Y todo aquel que lucha, de todo se abstiene: y ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como quien hiere el aire: antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado" (1 Corintios 9: 24-27). Los que participaban en la carrera a fin de obtener el laurel que era considerado un honor especial, eran templados en todas las cosas, para que sus músculos, su cerebro y todos sus órganos estuviesen en la mejor condición posible para la carrera. Si no hubiesen sido templados en todas las cosas, no habrían adquirido la elasticidad que les era posible obtener de esa manera. Si eran templados, 47 podían correr esa carrera con más posibilidad de éxito; estaban más seguros de recibir la corona.
Pero, no obstante toda su templanza todos sus esfuerzos por sujetarse a un régimen cuidadoso a fin de hallarse en la mejor condición, los que corrían la carrera terrenal estaban expuestos al azar. Podían hacer lo mejor posible, y sin embargo no recibir distinción honorífica; porque otro podía adelantárseles un poco y arrebatarles el premio. Uno solo recibía el galardón. Pero en la carrera celestial, todos podemos correr, y recibir el premio. No hay incertidumbre ni riesgo en el asunto. Debemos revestirnos de las gracias celestiales y con los ojos dirigidos hacia arriba, a la corona de la inmortalidad, tener siempre presente el Modelo. Fue Varón de dolores, experimentado en quebranto. Debemos tener constantemente presente la vida de humildad y abnegación de nuestro divino Señor. Y a medida que procuramos imitarlo, manteniendo los ojos fijos en el premio, podemos correr esa carrera con certidumbre, sabiendo que si hacemos lo mejor que podamos, lo alcanzaremos con seguridad.
Los hombres estaban dispuestos a someterse a la abnegación y a la disciplina para correr y obtener una corona corruptible, que iba a perecer en un día, y que era solamente un distintivo honroso de parte de los mortales. Pero nosotros hemos de correr la carrera que brinda la corona de inmortalidad y la vida eterna. Sí, un inconmensurable y eterno peso de gloria nos será otorgado como premio cuando hayamos terminado la carrera. "Nosotros dice el apóstol una incorruptible".
Y si los que se empeñan en una carrera terrenal para recibir una corona temporal podían ser templados en todas las cosas, ¿no podemos serlo nosotros, que tenemos en vista una corona incorruptible, un eterno peso de gloria y una vida que se compara con la de Dios? Ya que tenemos este gran incentivo, ¿no podemos correr "con paciencia la 48 carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús"'? (Hebreos 12: 1-2). El nos ha indicado el camino y ha señalado todo el trayecto con sus pisadas. Es la senda que él ha recorrido, y podemos experimentar con él la abnegación y el sufrimiento, y andar en esa senda señalada por su propia sangre.
Cultívese la habilidad
No os deis por satisfechos con alcanzar un bajo nivel. No somos lo que podríamos ser, ni lo que Dios quiere que seamos. Dios no nos ha dado las facultades racionales para que permanezcan ociosas. ni para que las pervirtamos en la persecución de fines terrenales y mezquinos, sino para que sean desarrolladas hasta lo sumo, refinadas, ennoblecidas y empleadas en hacer progresar los intereses de su reino.
Nadie debe consentir en ser mera máquina, accionada por la inteligencia de otro hombre. Dios nos ha dado capacidad para pensar y obrar, y actuando con cuidado, buscando en Dios nuestra sabiduría, llegaremos a estar en condición de llevar nuestras cargas. Obrad con la personalidad que Dios os ha dado. No seáis la sombra de otra persona. Contad con que el Señor obrará en vosotros, con vosotros y por medio de vosotros. Ministerio de curación, pág. 398.
Temperantes en todo *
La reforma de la salud es una parte importante del mensaje del tercer ángel; y como pueblo que profesa esta reforma debemos avanzar continuamente, y nunca retroceder. Es una gran cosa que podamos asegurarnos la salud acatando las leyes de la vida, y muchos no lo han hecho. Gran parte de las enfermedades y los sufrimientos que abundan entre 49 nosotros son el resultado de la transgresión de las leyes físicas, producto de los propios malos hábitos de la gente.
Nuestros antepasados nos han hecho herederos de costumbres y apetitos que plagan al mundo con enfermedades. Las consecuencias de los pecados que los padres cometen al complacer los apetitos pervertidos, recaen dolorosamente sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generaciones. La mala alimentación de muchas generaciones, los hábitos de glotonería y desenfreno de la gente, han hecho que se llenen nuestros hospicios, prisiones y manicomios. La intemperancia en la bebida de té. café, vino, cerveza, ron y brandy, además del uso del tabaco, el opio y otros narcóticos, ha producido una gran degeneración mental y física que continúa creciendo constantemente.
¿Son estos males que azotan a la raza humana un resultado de la providencia de Dios? No; en realidad existen porque la gente ha vivido en forma contraria a su providencia y todavía continúa ignorando sus leyes irresponsablemente. Con las palabras del apóstol, apelo a las personas que no han sido cegadas ni paralizadas por enseñanzas y prácticas erróneas, a los que están listos a rendirle a Dios el mejor servicio de que son capaces: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Romanos 12: 1-2). No tenemos derecho de violar caprichosamente un solo principio de las leyes de la salud. Los cristianos no deben aceptar las costumbres y prácticas del mundo.
La historia de Daniel fue registrada para beneficio nuestro. El eligió una conducta que lo hizo conspicuo en la corte del rey. No se conformó a los hábitos alimentarios de los cortesanos, sino que propuso en su corazón no comer las 50 carnes de la mesa del rey ni beber sus vinos. Esta decisión no fue tomada a la ligera ni de modo vacilante sino que fue ha con inteligencia y practicada resueltamente. Daniel honró a Dios; y en él se cumplió la promesa: "Yo honraré a los que me honran" (1 Samuel 2: 30). El Señor le dio "conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias" y también le concedió "entendimiento en toda visión y sueños" (Daniel 1: 17); de modo que llegó a ser más sabio que todos los miembros de la corte real. más sabio que todos los astrólogos y magos del reino.
Los que sirvan a Dios con sinceridad y verdad constituirán un pueblo peculiar, diferente del mundo y separado de él. Sus alimentos no serán preparados para complacer la glotonería o gratificar el gusto pervertido sino para obtener de ellos la mayor cantidad de fortaleza física y, en consecuencia, la mejor condición mental. . .
La gratificación excesiva en la comida es un pecado. Nuestro padre celestial ha derramado sobre nosotros la gran bendición de la reforma pro salud para que lo podamos glorificar obedeciendo las demandas que hace de nosotros. Los que han recibido la luz acerca de este importantísimo tema tienen el deber de manifestar un mayor interés por los que todavía sufren por falta de conocimiento. Los que esperan el pronto regreso de su Salvador no deberían manifestar una falta de interés en esta gran obra de reforma. La acción armoniosa y saludable de todas las facultades del cuerpo y la mente produce felicidad; mientras más elevadas y limpias sean estas facultades más pura y genuina será la felicidad. Una existencia sin propósitos es una muerte en vida. La mente debería preocuparse de los temas que se refieren a nuestros intereses eternos. Esto contribuirá a la salud del cuerpo y de la mente.
Nuestra fe requiere que levantemos las normas de la reforma y que demos pasos de progreso. Debemos separarnos del mundo si queremos que Dios nos siga aceptando. 51 Como pueblo, el Señor nos amonesta: "Salid de en medio de ellos, y apartaos... y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré" (2 Corintios 6: 17). Pueda ser que el mundo los desprecie por no conformarse a sus normas ni participar en sus diversiones disipadas ni seguir sus costumbres perniciosas; pero el Dios del cielo ha prometido recibirlos y ser para ustedes un padre: "Y seré para vosotros por padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso" (vers. 18).
El mundo no es nuestro criterio
El mundo no debe ser un criterio para nosotros. Hoy es costumbre gratificar el apetito con comidas exuberantes y estímulos artificiales, de modo que se estimulan las propensiones animales y se coarta el crecimiento y el desarrollo de las facultades morales. A menos que los descendientes de Adán decidan practicar la temperancia en todas las cosas. no hay ningún estímulo que se le pueda dar a ninguno de ellos para que lleguen a ser militantes victoriosos en la lucha cristiana. Al hacerlo, no pelearán como quien hiere el aire. Testimonies for the Church, tomo 4, pág. 35.
El ejercicio físico *
Otra preciosa bendición es el ejercicio apropiado. Hay muchos indolentes inactivos, que no sienten inclinación por el trabajo físico o por el ejercicio, porque los cansa. ¿,Qué importa si los cansa? La razón por la que se cansan es que no fortalecen sus músculos por medio del ejercicio, por lo tanto les afecta el más pequeño esfuerzo. Las mujeres y niñas enfermas se sienten más satisfechas al ocuparse en trabajos livianos, como crochet, bordado, o encaje al hilo, 52 que al hacer trabajo físico. Si los enfermos desean recuperar la salud, no debieran descontinuar el ejercicio físico; porque así aumentarán la debilidad muscular y el decaimiento general. Vendad un brazo y dejad de usarlo por unas pocas semanas, después quitadle las vendas y descubriréis que es más débil que el brazo que habéis estado usando moderadamente durante el mismo tiempo. La inactividad produce el mismo efecto en todo el sistema muscular. No permite que la sangre despida las impurezas como sucedería si el ejercicio indujera una circulación activa.
Cuando el tiempo lo permite, todos los que puedan hacerlo, debieran caminar al aire libre en verano e invierno. Pero la ropa debiera ser apropiada para el ejercicio, y los pies debieran estar bien protegidos. Una caminata, aun en invierno, sería más benéfica para la salud que todas las medicinas que los médicos puedan prescribir. para los que pueden caminar, es preferible caminar en vez de cabalgar. Los músculos y las venas pueden realizar mejor su trabajo. Habrá un aumento de la vitalidad, tan necesaria para la salud. Los pulmones tendrían una actividad bien necesaria, puesto que es imposible salir al tonificante aire de una mañana invernal sin llenar bien los pulmones.
Algunos piensan que las riquezas y el ocio son realmente bendiciones. Pero cuando algunas personas se enriquecen, o inesperadamente heredan una fortuna, interrumpen sus hábitos activos, están ociosos, viven cómodamente, su utilidad parece terminar; se vuelven intranquilos, ansiosos e infelices, y su vida pronto se acaba. Los que siempre están ocupados, y llevan a cabo alegremente sus tareas diarias, son los más felices y más sanos. El descanso y la calma de la noche brindan a sus cuerpos cansados un sueño ininterrumpido. . .
El ejercicio ayuda a la digestión. Salir a caminar después de comer, con la cabeza erguida, enderezando los hombros y haciendo un moderado ejercicio, será de gran beneficio. 53 La mente se apartará de uno mismo, y se concentrará en las bellezas de la naturaleza. Cuanto menos se presta atención al estómago después de una comida, mejor. Si constantemente teméis que la comida os haga mal, muy probablemente sucederá así. Olvidaos de vosotros mismos y pensad en algo alegre.
El aire puro y los resfríos
Muchos son víctimas de la idea errónea de que si se han resfriado deben excluir el aire exterior y aumentar la temperatura de su habitación hasta que sea excesivamente alta. El organismo puede estar descompuesto, los poros pueden estar cerrados por el material de desecho, y los órganos internos más o menos inflamados, porque la sangre se ha retirado de la superficie y se ha ido hacia ellos. En estos casos, más que en otros, no se debiera privar a los pulmones de aire puro y fresco. Si hay un momento en que el aire puro es necesario, es cuando alguna parte del organismo, como los pulmones o el estómago, se enferma. Un ejercicio juicioso llevaría la sangre a la superficie, y aliviaría los órganos internos. Un ejercicio vigorizante, aunque no violento, al aire libre, con ánimo alegre, activará la circulación, dando un brillo saludable a la piel y enviando la sangre vitalizada por el aire puro, a las extremidades. El estómago enfermo se aliviará con el ejercicio. Con frecuencia los médicos aconsejan a los enfermos visitar países extranjeros, ir a las termas, o navegar, con el fin de recuperar la salud; cuando, en nueve casos de diez, si se alimentaran moderadamente e hicieran un ejercicio saludable con ánimo alegre, recuperarían la salud y ahorrarían tiempo y dinero. El ejercicio, y un aprovechamiento generoso y abundante del aire y de la luz solar bendiciones que el Cielo brinda liberalmente a todos, darían vida y fuerza al extenuado enfermo. . . 54
Inacción y debilidad
Los que no usan sus extremidades todos los días notarán que se sienten débiles cuando tratan de hacer ejercicio. Las venas y los músculos no están en condiciones de cumplir su función y mantener toda la maquinaria en saludable acción. cada órgano cumpliendo su parte. Los miembros se fortalecen con el uso. Un ejercicio moderado cada día impartirá fuerza a los músculos, que sin ejercicio se ponen fláccidos y endebles. Por medio del ejercicio activo y diario al aire libre, el hígado. los riñones, y los pulmones también se fortalecerán para hacer su trabajo. Traed en vuestra ayuda el poder de la voluntad, que resistirá el frío y dará energía al sistema nervioso. En poco tiempo os daréis cuenta del beneficio del ejercicio y del aire puro y no viviríais sin esas bendiciones. Vuestros pulmones, privados del aire serán como una persona hambrienta privada de alimento. Por cierto, podemos vivir más tiempo sin alimento que sin aire, que es el alimento que Dios ha provisto para los pulmones. Por lo tanto, no lo consideréis un enemigo. sino una preciosa bendición de Dios.
El aire puro y la luz solar *
Nunca se debería privar a los enfermos de una amplia cantidad de aire fresco cuando el clima es agradable. Tal vez sus cuartos no estén construidos de tal manera que las puertas y las ventanas abiertas no ocasionen una corriente directa sobre ellos. exponiéndolos así a contraer un resfrío. En tales casos se deberían abrir las puertas y las ventanas de algún cuarto adyacente y permitir así que el aire fresco entre en la habitación ocupada por el enfermo. para los enfermos, el aire puro resultará de mayor beneficio que los 55 medicamentos, y es mucho más esencial para ellos que la misma comida. Si en lugar de privarlos de aire puro se les redujera la comida, lo pasarían mejor y se recuperarían más pronto. . .
Muchos inválidos han sido confinados durante semanas y aun meses en habitaciones cerradas, sin poder gozar de la luz del sol ni del aire puro y vigorizador del cielo, como Si este fuera un enemigo mortal, cuando estos elementos eran justamente la medicina que necesitaban para mejorar... Estos remedios valiosos que el cielo ha provisto sin dinero y sin precio, fueron descartados y se los consideró no solamente como inservibles, sino como peligrosos enemigos, en tanto que se aceptaron ciertamente los venenos prescritos por los médicos.
Han muerto miles de personas que podrían haber mejorado, por falta de agua pura y aire puro. Y miles de inválidos, que son una carga para ellos mismos y para los demás, piensan que sus vidas dependen de las medicinas que les recetan los doctores. Se cuidan constantemente del aire fresco y hasta evitan el uso del agua. Sin embargo, necesitan de estas bendiciones para recuperarse. Si comprendieran que deben dejar los medicamentos de lado, y acostumbrarse a hacer ejercicios al aire libre y mantener sus casas ventiladas tanto en verano como en invierno, y si usaran agua pura para beber y bañarse, podrían mantenerse comparativamente sanos y felices en lugar de arrastrar una existencia miserable.
Tómese en cuenta la salud de la enfermera
Las enfermeras y sus ayudantes deben cuidar su propia salud, especialmente cuando atienden casos críticos de fiebres y enfermedades contagiosas. Nunca se debe obligar a una sola persona a pasar todo el tiempo en el cuarto del enfermo. Es mejor que dos o tres lo atiendan, pero que sean enfermeras cuidadosas y diligentes que se turnen en la atención 56 del enfermo. Cada enfermero o asistente médico debe mantenerse sano y hacer ejercicio al aire libre lo más que pueda. Esto es muy importante para los que cuidan enfermos, especialmente cuando los familiares y amigos del paciente creen erradamente que es nocivo que el aire entre al cuarto, y por eso se niegan a permitir que se abran las puertas y ventanas. En casos tales se obliga tanto al paciente como a los enfermeros a mantenerse respirando todo el día un aire contaminado, debido a la ignorancia inexcusable de los amigos del paciente.
Muy a menudo las personas que cuidan a los enfermos ignoran las necesidades del sistema y la importancia que el aire libre desempeña en el mantenimiento de la salud; además, desconocen el daño que produce inhalar el aire impuro del cuarto del paciente. En tales casos se pone en peligro la vida del paciente y los que lo cuidan también están propensos a enfermarse y perder la salud y tal vez la vida...
Si es posible, se debe mantener una corriente de aire puro en el cuarto del enfermo día y noche. Pero esta corriente no debe llegarle directamente. Cuando hay una fiebre alta casi no hay peligro de que se resfríe el paciente. Sin embargo, se debe ser extremadamente cuidadoso cuando la enfermedad llega a su punto crucial y la fiebre comienza a bajar. Entonces se hace necesaria una vigilancia constante para mantener la vitalidad del cuerpo. El enfermo debe respirar aire puro y vigorizador. Si no se le puede proveer donde está, es menester cambiarlo de cuarto y de cama, mientras su cuarto y su cama se purifican por medio de la ventilación. Si para mantenerse bien los que están sanos necesitan las bendiciones de la luz del sol, el aire puro, y los hábitos de limpieza, las necesidades del enfermo son todavía mayores y proporcionales a su condición debilitada.
Algunas casas están llenas de mobiliarios costosos, que sirven más para gratificar el orgullo y recibir visitas que 57 para la comodidad, la conveniencia y la salud de la familia. Los mejores cuartos se mantienen oscuros. No se permite la entrada de la luz del sol ni el aire puro por temor a que dañen el costoso mobiliario, o destiñan las alfombras, o arruinen los marcos de los cuadros. Así corren el peligro de enfermarse a causa de la atmósfera encerrada que los rodea. Las salas y los dormitorios se mantienen cerrados por razones similares y los que se acuestan en esas camas que no se han expuesto a la luz ni al aire, corren el riesgo de menoscabar su salud y ponen en peligro su misma vida.
Los cuartos que no se exponen a la luz y al aire, se humedecen. Las camas y las sábanas se humedecen también, y se contamina la atmósfera, porque no ha sido purificada por la luz ni el aire. . .
Las alcobas, especialmente, se deben ventilar y mantener su ambiente saludable por medio de la luz y el aire. Deben levantarse las persianas durante varias horas cada día, y correrse las cortinas, y todas las piezas mantenerse cuidadosamente ventiladas. No se debe permitir que nada destruya la pureza de la atmósfera. . .
Las alcobas deben ser amplias y arregladas de tal manera que el aire circule libremente por ellas día y noche. Los que han excluido el aire puro de sus dormitorios deben cambiar inmediatamente su curso de acción. Deben permitir que aumente gradualmente la circulación del aire en sus casas hasta que se habitúen a ella tanto en el invierno como en verano, sin que corran el riesgo de resfriarse. Para que los pulmones se mantengan saludables, hay que respirar aire puro.
Los que no tienen una amplia circulación de aire en sus cuartos durante la noche, por lo general se levantan agotados y afiebrados, sin saber por qué. Era el aire, el aire vital, lo que todo su sistema reclamaba, sin poderlo obtener. Cuando una persona se levanta por la mañana, se beneficiaría mucho si tomara un baño de esponja, o tal vez 58 una ducha de agua fresca. Este baño eliminaría las impurezas de la piel. Luego debieran quitarse una a una las frazadas y las sábanas y ser expuestas al aire libre. Se deben abrir las ventanas, levantarse las cortinas, y permitir que el aire puro circule libremente por varias horas, o tal vez durante todo el día, por todos los cuartos de dormir. De esta manera la cama y su ropa se mantendrán aireadas y se eliminarán las impurezas del cuarto.
Los árboles y arbustos que crecen en profusión muy cerca de la casa son perjudiciales para la salud, porque obstruyen la libre circulación del aire y no permiten la entrada de los rayos del sol. Como consecuencia, la casa se vuelve húmeda. Durante las estaciones lluviosas, en especial, los cuartos de dormir se mantienen húmedos. Y las personas que los ocupan llegan a enfermarse de reumatismo, neuralgias y molestias pulmonares que generalmente terminan en afecciones más serias. En general los árboles frondosos echan muchas hojas que, si no se limpian inmediatamente, se descomponen y corrompen el ambiente. Un patio adornado de árboles y arbustos a prudente distancia de la casa, ejerce una influencia alegre y saludable sobre toda la familia, si se los mantiene bien cuidados. En la medida de lo posible, se deben construir las casas en terrenos secos y elevados. Si se construye una casa donde el agua tiende a empozarse por un tiempo. y luego se seca, se producen miasmas venenosas, que con el tiempo ocasionan fiebres, dolores de garganta, enfermedades pulmonares y otros malestares.
Muchos han pretendido que Dios los libraría de las enfermedades sólo porque así se lo habían pedido. Pero Dios no ha contestado sus oraciones porque su fe no se ha perfeccionado mediante sus obras. Dios no realizará ningún milagro para evitar que las enfermedades recaigan sobre las personas que no se cuidan, y que continuamente se mantienen violando las leyes de la salud, sin hacer mayor esfuerzo 59 para prevenir tales enfermedades. Cuando hacemos todo lo que está de nuestra parte para conservar la salud, entonces podemos esperar que los benditos resultados se produzcan y pedirle a Dios con fe que bendiga nuestros esfuerzos relacionados con la preservación de nuestra salud. Entonces contestará nuestras oraciones, si al hacerlo su nombre puede ser glorificado. Pero que todos comprendan que tienen un trabajo que hacer. Dios no obrará en forma milagrosa para preservar la salud de quienes, por causa de su descuido irresponsable de las leyes de la salud, siguen un curso seguro hacia la enfermedad.
La respiración profunda
Para tener buena sangre, debemos respirar bien. Las inspiraciones hondas y completas de aire puro, que llenan los pulmones de oxígeno, purifican la sangre, le dan brillante coloración, y la impulsan, como corriente de vida, por todas partes del cuerpo. La buena respiración calma los nervios, estimula el apetito, hace más perfecta la digestión, y produce sueño sano y reparador. Ministerio de curación págs. 206-207.
Supersticiones relacionadas con el aire nocturno
A muchos les han enseñado desde la niñez que el aire nocturno es muy perjudicial para la salud y por tanto debe excluirse de las habitaciones. Para su propio daño cierran las ventanas y puertas de los dormitorios para protegerse del aire nocturno, el cual dicen que es tan peligroso para la salud. Se engañan en esto. En el fresco de la noche puede ser necesario protegerse del frío con abrigo extra, pero debieran proveer aire para sus pulmones.. . Muchos sufren enfermedades porque se niegan a recibir en sus habitaciones 60 en la noche el puro aire nocturno. El puro y gratuito aire del cielo es una de las más ricas bendiciones de que podemos gozar. Testimonios para la iglesia, tomo 2, págs. 527-528.
Influencia del aire fresco
El aire, esta preciosa bendición del cielo que todos podemos disfrutar, nos beneficiará con su influencia bienhechora si tan sólo se lo permitimos. Debemos darle la bienvenida al aire, cultivar un cariño por él, y nos daremos cuenta que es un bálsamo precioso para los nervios. El aire debe estar en constante circulación para mantenerse puro. La influencia del aire puro y fresco permite que la sangre circule saludablemente a través del sistema. Además refresca el cuerpo y promueve la buena salud. Su influencia abarca la mente y le imparte cierto grado de compostura y serenidad. El aire puro despierta el apetito, permite una digestión más completa de los alimentos, e induce un sueño más sereno y profundo. Testimonies for the Church, (Testimonios para la iglesia), tomo 1, pág. 702, (1870).
Una higiene escrupulosa *
Cuando se presenta una enfermedad grave en la familia, es esencial que cada miembro vele estrictamente por su propia limpieza y por su alimentación, con el fin de mantenerse en una condición física saludable, y fortalecerse así contra la enfermedad. También es de suma importancia que el cuarto del enfermo se mantenga bien ventilado desde el mismo comienzo. El hacerlo es de gran beneficio para el enfermo y de importancia capital para quienes se vean 61 obligados a permanecer un tiempo en el cuarto del paciente para cuidarlo. . .
Se ahorraría mucho sufrimiento si todos colaboraran para evitar la enfermedad, obedeciendo estrictamente las leyes de la salud. Se deben observar escrupulosamente los principios de higiene. Hay muchos que, aunque están sanos, no se preocupan por mantenerse siempre saludables. Descuidan su limpieza personal y no se ocupan del aseo de su indumentaria. A través de los poros el cuerpo absorbe constantemente las impurezas, en forma imperceptible, y si la superficie de la piel no se mantiene en condiciones saludables, el sistema se verá recargado de suciedad. Si la ropa que se usa no se lava a menudo ni se ventila al aire, ésta se mantiene sucia con las impurezas que el cuerpo despide mediante la traspiración. Y si las ropas no se limpian frecuentemente de esas impurezas, los poros vuelven a absorber los desperdicios que ya había desechado. Si no eliminamos estas impurezas del cuerpo, se volverán a introducir en la sangre, de donde su presencia será forzada sobre los órganos internos. La naturaleza, para despojarse de estas impurezas dañinas, hace un gran esfuerzo para liberar al sistema. Este esfuerzo produce fiebre y termina más tarde en una enfermedad. Pero aun entonces, si las personas que se hallan enfermas colaboran con la naturaleza, usando agua pura podrían evitar muchos sufrimientos. Sin embargo, en vez de tratar de eliminar los venenos del sistema, muchos introducen en él otros venenos peores en su afán por acabar con el que está adentro.
Si cada familia se diera cuenta de los beneficios que se derivan de observar una limpieza estricta, realizarían esfuerzos denodados para quitar cada impureza tanto de su cuerpo como de su casa, y harían extensivos sus esfuerzos aun a sus alrededores. Mucha gente permite que en los patios de sus casas haya restos de vegetales en descomposición. Estas personas desconocen lo perjudiciales que 62 son estas inmundicias. Estas sustancias en descomposición despiden constantemente olores que envenenan el aire. Y cuando se respira el aire impuro, la sangre se envenena, se afectan los pulmones, y todo el sistema se enferma. Un sinnúmero de enfermedades se pueden producir al respirar esa atmósfera afectada por materias en descomposición.
Hay familias que se han enfermado y han muerto algunos de sus miembros; y los sobrevivientes han murmurado contra su Hacedor por causa de sus aflicciones, sin darse cuenta que ellos mismos habían sido los responsables de sus enfermedades y muertes a causa de sus propios descuidos. Las impurezas de sus propios ambientes han acarreado sobre ellos las enfermedades contagiosas y demás aflicciones que los han inducido hasta a culpar a Dios. Toda familia que valora la salud debe limpiar sus casas y sus alrededores y mantenerlos libres de toda clase de substancias en descomposición.
Dios le ordenó al pueblo de Israel que nunca permitiera en el campamento a personas impuras ni con vestidos sucios. Los que mostraban alguna impureza personal eran echados del campamento hasta la tarde, y se les exigía que se limpiaran y que lavaran sus ropas antes de entrar de nuevo en él. Dios también les ordenó que mantuvieran sus terrenos libres de inmundicias, hasta una gran distancia del campamento, porque el Señor pasaría por el campo, no fuera que viera alguna basura.
En asuntos de limpieza, Dios no requiere menos de nosotros ahora, de lo que requirió del antiguo Israel. El descuido de la limpieza acarreará enfermedad. La enfermedad y la muerte prematura no llegan sin causa. Fiebres persistentes y enfermedades contagiosas prevalecen en algunos vecindarios y aldeas que antes se consideraban saludables; algunos han muerto y otros han quedado inválidos para toda la vida. En muchos casos el agente de la destrucción se encontraba en los propios patios de las casas, de donde surgía 63 el veneno mortal que contaminaba la atmósfera y más tarde era respirado por las familias y por el mismo vecindario. La negligencia y la suciedad que se observan a veces son detestables; y es asombrosa la ignorancia de las consecuencias de estas cosas nocivas sobre la salud. Los lugares así contaminados deben ser desinfectados con cal o cenizas, especialmente durante el verano, o mediante el entierro diario de la basura.
La comida sencilla
Para poder ofrecerle a Dios un servicio perfecto, usted debe tener un concepto claro de sus requerimientos. Debería usar el alimento más sencillo, preparado en la forma más simple, de manera que no se debiliten los delicados nervios del cerebro, ni se entorpezcan ni se paralicen, incapacitándolo para discernir las cosas sagradas, o considerar la expiación, la sangre purificadora de Cristo como algo inestimable.
Los hábitos físicos y la salud espiritual
Se presenta el carácter de Daniel al mundo como un ejemplo poderoso de lo que la gracia divina puede hacer en favor de los hombres caídos por naturaleza y corrompidos por el pecado. La historia de esta vida noble y abnegada constituye un estímulo animador para la humanidad entera. De esta experiencia podemos adquirir fuerza para resistir con hidalguía la tentación, y mantenernos con firmeza y humildad de parte de la justicia ante las pruebas más severas.
La experiencia de Daniel *
Daniel habría podido encontrar fácilmente una excusa 64 para abandonar sus hábitos de estricta temperancia; pero la aprobación divina era de más valor para él que el favor del más poderoso potentado de la tierra; en efecto, le eran más caros que la vida misma. Después que su cortesía le había ganado el favor de Melsar, el oficial encargado de los jóvenes hebreos, Daniel le pidió que le permitiera abstenerse de comer las viandas reales y de beber el vino de la corte. Melsar temía que al satisfacer la demanda de Daniel el rey se disgustara y de ese modo pusiera en peligro su vida misma. Igual que muchos en la actualidad, Melsar temía que una dieta abstemia debilitaría a los jóvenes, que sus fuerzas musculares decaerían y ofrecerían una apariencia pálida y enfermiza, mientras que las comidas suntuosas de la mesa real los harían fuertes y hermosos, y les proporcionarían una energía física superior.
Daniel le suplicó que los probara durante diez días, permitiendo a los jóvenes hebreos tomar alimentos simples en ese lapso mientras sus compañeros participaban de las exquisitas comidas reales. Finalmente la petición fue concedida, y Daniel estuvo seguro de haber ganado la victoria. A pesar de su juventud, conocía los efectos nocivos que el vino y las comidas extravagantes producen sobre la salud física y mental.
Pero al final de los diez días los resultados fueron completamente opuestos a lo que Melsar esperaba. El cambio observado en los jóvenes que habían sido temperantes no se vio sólo en su apariencia personal, sino también en su actividad física y vigor mental, porque superaban en todo sentido a sus demás compañeros que habían complacido las demandas de sus apetitos. Como resultado de esta prueba, Daniel y sus compañeros pudieron continuar con una alimentación sencilla durante todo el curso de su entrenamiento en los deberes del reino.
El Señor miró con buenos ojos la firmeza y el dominio propio de los jóvenes hebreos, y los bendijo. "A estos 65 cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños. Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías. Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey. En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino" (Daniel 1: 17, 19, 20).
Aquí hay una lección para todos, pero especialmente para los jóvenes. El cumplimiento fiel de los requerimientos divinos beneficia la salud física y mental. Se tiene que buscar primeramente la sabiduría y la fuerza de Dios si se ha de alcanzar la más alta norma moral e intelectual; y además, se necesita observar una estricta temperancia en todos los hábitos de la vida. La experiencia de Daniel y sus compañeros constituye un ejemplo del triunfo de los principios sobre la tentación a la indulgencia del apetito. Demuestra que los jóvenes pueden vencer mediante la observancia de los principios religiosos, todas las propensiones carnales y mantenerse fieles a los requerimientos divinos, aunque esto demande un gran sacrificio.
¿Qué habría sucedido si Daniel y sus compañeros se hubieran sometido a las exigencias de los oficiales paganos y, bajo la presión del momento, hubieran comido y bebido como los babilonios? Esa sola transigencia con el mal habría debilitado su capacidad de percibir el bien y de aborrecer el mal. La satisfacción del apetito habría significado el debilitamiento del vigor físico y la pérdida de claridad intelectual y poder espiritual. Un paso equivocado los podría haber conducido a otros, hasta que se cortara la conexión con el cielo y los arrastrara la corriente de la tentación. . .
La vida de Daniel constituye una ilustración sagrada de lo que significa un carácter santificado. El concepto bíblico de la santificación tiene que ver con el hombre completo. . . Es 66 imposible disfrutar de las bendiciones de la santificación cuando una persona es egoísta y glotona. Algunos gimen bajo el peso de las enfermedades a consecuencia de los malos hábitos en el comer y el beber, los cuales hacen violencia a las leyes de la vida y la salud. Muchos debilitan sus órganos digestivos porque se dejan llevar por apetitos pervertidos. El poder de la constitución humana para resistir los abusos que se cometen contra el organismos es maravilloso: pero la persistencia de los hábitos equivocados en la comida y la bebida debilitan todas las funciones del cuerpo. Tratemos de que estas personas débiles consideren cómo habrían podido ser si hubieran vivido en forma temperante, promoviendo una buena salud en vez de abusar de ella. Aun los cristianos profesos estorban la obra de la naturaleza al gratificar sus apetitos y pasiones pervertidos, menoscabando de ese modo sus fuerzas físicas, mentales y morales. Algunos que cometen estos errores pretenden haber sido santificados por el Señor, pero tal pretensión carece de fundamento. . .
La santificación es un principio viviente
Consideremos la apelación que el apóstol Pablo hace a sus hermanos, por las misericordias de Dios, que presenten sus cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios... La santificación no es una mera teoría, una emoción, ni un conjunto de palabras, sino un principio viviente y activo, que se compenetra de la vida de cada día. La santificación requiere que los hábitos referentes a la comida, la bebida y la indumentaria sean de tal naturaleza que preserven la salud física, mental y moral, de modo que podamos presentar nuestros cuerpos al Señor no como una ofrenda corrompida por los malos hábitos sino como "un sacrificio vivo, santo, y agradable a Dios" (Romanos 12: 1).
Que nadie que profesa piedad considere con indiferencia la salud del cuerpo haciéndose la ilusión de que la intemperancia 67 no es pecado ni afectará su espiritualidad. Existe una relación estrecha entre la naturaleza física y la moral. Los hábitos físicos elevan o rebajan la norma de la virtud. El consumo excesivo de los mejores alimentos producirá una condición mórbida de los sentimientos morales. Y si esos alimentos no son de los más saludables, los efectos son todavía más detrimentales. Cualquier hábito que no promueva la salud del cuerpo humano, degrada las facultades elevadas y nobles del individuo. Los hábitos equivocados de comer y beber conducen a la comisión de errores de pensamiento y acción. La complacencia de los apetitos fortalece los instintos animales, dándoles la supremacía sobre las facultades mentales y espirituales.
"Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma" (1 Pedro 2: 11), es el consejo del apóstol Pedro. Pero muchos consideran que esta amonestación se refiere sólo a los licenciosos. sin darse cuenta de su significado más extenso. Estas palabras pueden proteger al cristiano contra la gratificación de cada apetito dañino y cada pasión. Es una advertencia muy enérgica contra el uso de estimulantes y narcóticos, tales como té, café, tabaco, alcohol y morfina. La complacencia de estos apetitos bien puede catalogarse entre las prácticas que ejercen una influencia perniciosa sobre el carácter moral del individuo. Mientras más temprano se formen estos hábitos perjudiciales, más firmemente esclavizarán a sus víctimas en el vicio, y más seguramente les harán rebajar las normas de la espiritualidad.
Las enseñanzas bíblicas causarán sólo una impresión débil en aquellos cuyas facultades se hallen entorpecidas por la indulgencia del apetito. Hay miles que prefieren sacrificar no sólo la salud, sino la vida misma y aun su esperanza de alcanzar el cielo, antes que declarar la guerra contra sus apetitos pervertidos. Una dama, que por muchos años pretendía estar santificada, dijo que si tuviera que 68 escoger entre su pipa y el cielo, diría: "Adiós cielo; no puedo vencer la afición que le tengo a mi pipa". Este ídolo estaba entronizado de tal manera en su alma que dejaba un lugar secundario a Jesús. ¡Sin embargo esta dama pretendía pertenecer totalmente al Señor!
Los que son verdaderamente santificados, no importa dónde se encuentren, mantendrán altas normas de moralidad al practicar hábitos físicos correctos y, como Daniel, constituirán un ejemplo de temperancia y autocontrol para los demás. Todo apetito depravado se convierte en una pasión descontrolada. Toda acción contraria a las leyes de la naturaleza crea en el alma una condición enfermiza. La complacencia de los apetitos causa problemas digestivos, entorpece el funcionamiento del hígado y anubla el cerebro; de este modo pervierte la disposición y el espíritu del hombre. Y estas facultades debilitadas se ofrecen a Dios, quien rehusó aceptar las víctimas para el sacrificio a menos que fueran sin tacha. Tenemos la obligación de mantener nuestros apetitos y hábitos de vida en conformidad con las leyes de la naturaleza. Si los cuerpos que se ofrecen hoy sobre el altar de Cristo fueran examinados con el mismo cuidado con que se examinaban los sacrificios judíos, ¿quién sería aceptado con nuestros hábitos de vida actuales?
Con cuánto cuidado deberían los cristianos controlar sus hábitos con el fin de preservar todo el vigor de cada facultad para dedicarla al servicio de Cristo. Si hemos de alcanzar la santificación del alma, cuerpo y espíritu, debemos vivir en conformidad con la ley divina. El corazón no puede mantenerse consagrado a Dios mientras se complacen los apetitos y las pasiones en detrimento de la salud y la vida misma. . .
Las amonestaciones inspiradas del apóstol Pablo contra la complacencia propia continúan siendo válidas hasta nuestros tiempos. Para animarnos nos habla de la libertad que disfrutan los verdaderamente santificados. "Ahora, pues, 69 ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu' (Romanos 8: 1). A los gálatas los exhorta: 'Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne' (Gálatas 5: 16-17). Además indica algunas formas de pasiones carnales, tales como la idolatría y la borrachera. Después de mencionar los frutos del Espíritu, entre los cuales se halla la temperancia, añade: "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (vers. 24).
Muchos profesos cristianos asegurarían hoy que Daniel fue demasiado exigente y lo tacharían de estrecho y fanático. Consideran de poca monta la cuestión de la comida y la bebida, como para requerir una actitud tan decidida y que pudiera involucrar el sacrificio de toda ventaja terrenal. Pero los que razonan de esta manera se darán cuenta en el día del juicio que se habían alejado de los expresos requerimientos divinos y habían establecido su propio juicio como norma de lo bueno y lo malo. Entonces comprenderán que lo que para ellos parecía sin importancia, era de suma importancia ante los ojos de Dios. Las demandas de Dios se deben obedecer religiosamente. Los que aceptan y obedecen uno de los preceptos divinos porque les parece conveniente hacerlo, mientras ignoran otro porque les parece que su observancia les demandaría un sacrificio, rebajan las normas del bien y con su ejemplo arrastran a otros a considerar con liviandad la sagrada ley de Dios. "Así dice el Señor', debiera ser nuestra norma en todo tiempo.
Abandonando las carnes
El pueblo que se está preparando para ser santo, puro y refinado, y ser introducido en la compañía de los ángeles 70 celestiales, ¿habrá de continuar quitando la vida de los seres creados por Dios para sustentarse con su carne y considerarla como un lujo? Por lo que el Señor me ha mostrado, habrá que cambiar este orden de cosas, y el pueblo de Dios ejercerá templanza en todas las cosas. . .
El peligro de contraer una enfermedad aumenta diez veces al comer carne. Las facultades intelectuales, morales y físicas quedan perjudicadas por el consumo habitual de carne. El comer carne trastorna el organismo, anubla el intelecto y embota las sensibilidades morales...La conducta más segura para vosotros consiste en dejar la carne. Testimonios para la iglesia, tomo 2, págs. 58-59.
Evítese la glotonería
Hay muchos que son incapaces de controlar sus apetitos y se dejan arrastrar por sus deseos a expensas de su propia salud. Como resultado de su intemperancia, el cerebro se entorpece, los pensamientos se aletargan y dejan de realizar lo que habrían podido hacer si hubieran sido abnegados y abstemios. Las personas intemperantes le roban a Dios las energías físicas y mentales que podrían haber consagrado a su servicio si hubieran sido temperantes en todas las cosas. . .
La Palabra de Dios coloca la glotonería al mismo nivel que el pecado de la borrachera. Este pecado era tan ofensivo a la vista de Dios, que le ordenó a Moisés que cualquier muchacho que se rebelara y no permitiera el control de sus apetitos, que comiera rebelde y glotonamente todo lo que se le antojara, debía ser llevado por sus padres ante los gobernantes de Israel para ser apedreado. La persona glotona era considerada como un caso perdido. No era útil para los demás y constituía una maldición para sí misma. A esa persona no se le confiaba ninguna responsabilidad, porque su influencia sería detrimental para los demás, y el 71 mundo lo pasaría mejor librándose de un individuo que sólo lograría perpetuar sus terribles defectos.
Ninguna persona consciente de su responsabilidad ante Dios permitiría que los instintos animales controlen su raciocinio. Los que actúan de esta manera no son verdaderos cristianos, no importa quiénes sean ni cuán elevada sea su posición. El consejo de Cristo es: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto' (S. Mateo 5: 48). Por medio de estas palabras nos enseña que podemos ser tan perfectos en nuestra esfera, como Dios es perfecto en la suya. Testimonies for the Church, (Testimonios para la iglesia), tomo 4, págs. 454, 455.
Lecciones de la experiencia de Juan el Bautista *
Por mucho tiempo el Señor ha estado llamando la atención de su pueblo en cuanto a la reforma de la salud. Esta obra constituye una de las ramas principales en la preparación para la segunda venida del Hijo del hombre.
Juan el Bautista avanzó con el espíritu y el poder de Elías para aparejar el camino del Señor, y encaminar a los hombres por el sendero de la sabiduría de los justos. Fue un prototipo de los que vivirían en los últimos días con el cometido divino de proclamar a la gente las verdades sagradas, con el fin de preparar el camino para la segunda venida de Cristo. Juan fue un reformador. El ángel Gabriel, descendiendo del cielo, pronunció un discurso sobre salud a los padres de Juan. Les dijo que no bebería vino ni otras bebidas fuertes, y que debería ser lleno del Espíritu Santo desde su mismo nacimiento.
Juan se separó de sus amistades y de los lujos mundanales. 72 La sencillez de su indumentaria, un vestido fabricado de pelos de camello, fue una aguda reprensión para la extravagancia ostentosa de los sacerdotes judíos, así como para la demás gente. Su alimentación completamente vegetariana, de algarrobas y miel silvestre, constituía una reprensión contra la complacencia de los apetitos y la glotonería prevaleciente por doquiera.
El profeta Malaquías declara: "¡He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres!" (Malaquías 4: 5-6). Aquí el profeta describe el carácter del trabajo que se debe realizar. Los que lleven a cabo la obra de preparar el camino para la segunda venida de Cristo, están representados por el fiel Elías, del mismo modo como Juan vino con el espíritu de Elías para preparar el camino del primer advenimiento de Cristo. El gran tema de la reforma debe presentarse ante el mundo y las mentes del público deben ser impresionadas. El mensaje debe caracterizarse por la práctica de la temperancia en todas las cosas, para que el pueblo de Dios se vuelva de su idolatría, de su glotonería y de su extravagancia en el vestir y otros asuntos. La abnegación, la humildad y la temperancia que Dios requiere de los justos a quienes dirige y bendice de manera especial, deben ser presentadas a las gentes en contraste con los hábitos extravagantes y destructivos de quienes viven en esta época depravada.
Dios nos ha mostrado que la reforma de la salud está conectada tan estrechamente con el mensaje del tercer ángel como lo está la mano con el cuerpo. En ninguna parte se encuentra mayor causa de decadencia moral y física como en el descuido de este importante tema. Aquellos que dan rienda suelta a los apetitos y pasiones y que cierran los ojos a la luz por temor a descubrir complacencias pecaminosas que no desean abandonar, son culpables ante los ojos de Dios. 73 Quienquiera que rechaza la luz que se le da sobre un asunto, predispone su corazón al rechazo de la luz sobre otros. El que viola las obligaciones morales relacionadas con la comida y el vestido, prepara el camino para quebrantar las exigencias divinas que tienen que ver con los intereses eternos.
Nuestros cuerpos no nos pertenecen. Dios tiene el derecho de exigir que cuidemos de la habitación que nos ha dado, para que presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, y agradable a Dios. Nuestros cuerpos le pertenecen al Dios que nos creó y nosotros estamos moralmente obligados a aprender la mejor forma de preservarlos de la enfermedad. Si debilitamos nuestros cuerpos a causa de la autocomplacencia, satisfaciendo los apetitos y vistiéndonos al compás de modas detrimentales para la salud, solo por el afán de mantenernos en armonía con el mundo, nos convertimos en enemigos de Dios. . .
La providencia divina ha estado impresionando al pueblo de Dios para que abandone las costumbres extravagantes del mundo, se aparte de la complacencia de apetitos y pasiones, y adopte una posición firme sobre la plataforma del dominio propio y de la temperancia en todas las cosas. El pueblo dirigido por Dios será peculiar; un pueblo diferente al mundo. Si aceptan la dirección de Dios cumplirán los propósitos divinos y someterán su voluntad a la suya. Entonces Cristo morará en sus corazones. El templo de Dios será santo. Vuestro cuerpo, dice el apóstol, es el templo del Espíritu Santo. Dios no requiere que sus hijos se nieguen a sí mismos al punto de debilitar sus energías físicas. El exige que sus hijos obedezcan las leyes naturales con el fin de promover una buena salud. El camino de la naturaleza es el sendero que Dios ha marcado y es suficientemente amplio para todos los cristianos. Dios nos ha colmado, con su mano cariñosa, de ricas y abundantes bendiciones para nuestro propio sustento y deleite. Para que nosotros gocemos, sin embargo, del apetito natural que preserva la 74 salud y prolonga la vida, él restringe ese mismo apetito. Cuídense de los apetitos artificiales, nos amonesta, contrólenlos, rechácenlos. Cuando cultivamos un apetito pervertido, transgredimos las leyes de nuestro organismo y nos echamos encima la responsabilidad del abuso de nuestro propio cuerpo y de acarrear enfermedades sobre nosotros mismos. . .
El dominio propio es esencial en toda religión genuina. Los que no han aprendido a negarse a sí mismos se hallan destituidos de la piedad práctica vital. Es inevitable que las demandas de la religión afecten nuestras inclinaciones naturales y nuestros intereses temporales. Todos tenemos una obra que hacer en la viña del Señor.
La benevolencia y la rectitud en la vida de casados *
Los que profesan ser cristianos no debieran casarse hasta después de haber considerado el asunto cuidadosamente y con oración, de un modo elevado, para ver si Dios puede ser glorificado por la unión. Luego debieran considerar debidamente el resultado de cada privilegio de la relación matrimonial, y principios santificadores debieran ser la base de todas sus acciones. Antes de aumentar su familia, debieran considerar si Dios sería glorificado o deshonrado al traer ellos hijos al mundo. Debieran tratar de glorificar a Dios por medio de su unión desde el primero y durante cada año de su vida matrimonial. Debieran considerar con calma cómo pueden brindar a sus hijos lo que necesitan. No tienen derecho a traer hijos al mundo que han de ser una carga para otros. ¿Tienen un trabajo que les permitirá sostener una familia de modo que no necesiten llegar a ser una carga para los demás? Si no lo tienen, cometen un crimen al traer 75 hijos al mundo para que sufran por falta de cuidado, alimento y ropa apropiados. En esta época rápida y corrupta no se consideran estas cosas. La concupiscencia predomina sin que se la someta a control, aunque la debilidad, la miseria y la muerte sean el resultado de su predominio. Las mujeres llevan forzosamente una vida de penuria, dolor y sufrimiento por causa de las pasiones incontrolables de hombres que llevan el nombre de esposos más apropiadamente podría llamárseles bestias. Las madres llevan una existencia miserable, casi todo el tiempo con hijos en los brazos, esforzándose por todos los medios para darles el pan y para vestirlos. Esta miseria se ha multiplicado y llena el mundo.
La pasión no es amor
Hay muy poco amor real, genuino, leal y puro. Este precioso artículo escasea. A la pasión se la llama amor. Más de una mujer se ha sentido ultrajada en su delicada y tierna susceptibilidad porque la relación matrimonial le permitía al que llamaba su esposo tratarla de modo cruel. En estos casos, al darse cuenta de que el amor de su esposo era tan vil, llegaba a sentir repulsión por él.
Un gran número de familias viven en un estado deplorable porque el esposo y padre permite que predominen sus instintos animales sobre sus capacidades intelectuales y morales. Como resultado, frecuentemente se sienten débiles y deprimidos, pero rara vez se dan cuenta de que es el resultado de su conducta equivocada. Tenemos ante Dios la solemne obligación de mantener el espíritu puro y el cuerpo sano, de modo que podamos beneficiar a la humanidad y ofrecer a Dios un servicio perfecto. El apóstol nos advierte: 'No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias" (Romanos 6: 12). Nos insta a seguir adelante cuando dice que 'todo aquel que lucha, de todo se abstiene" (1 Corintios 9: 25). 76 Exhorta a todos los que se consideran cristianos a presentar sus cuerpos "en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios" (Romanos 12: 1). Dice: 'Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" (1 Corintios 9: 27).
El cuidado de la esposa
Es un error generalizado pensar que no es necesario para una mujer embarazada cambiar su modo de vida. En este período importante debiera aliviarse a la madre en sus trabajos. Se están llevando a cabo grandes cambios en su organismo. Este requiere una mayor cantidad de sangre, y por lo tanto, un aumento en la cantidad de alimentos altamente nutritivos que han de convertirse en sangre. A menos que tenga una abundante provisión de alimentos nutritivos, no puede mantenerse físicamente fuerte, y les resta vitalidad a sus hijos. También debe prestar atención a su vestimenta. Debiera cuidar su cuerpo del frío. No debiera malgastar su vitalidad en la zona superficial de su cuerpo por falta de suficiente abrigo. Si se priva a la madre de abundantes alimentos saludables y nutritivos, sufrirá de una deficiencia en la cantidad y calidad de sangre. Su circulación será pobre y su hijo sufrirá esta misma carencia. El hijo será incapaz de retener el alimento necesario en la producción de buena sangre para nutrir el organismo. El bienestar de la madre y el niño depende en mucho de una vestimenta buena y abrigada y una provisión de alimentos nutritivos. Debe considerarse la carga extra que debe soportar la vitalidad de la madre y brindarse una compensación adecuada.
El control del apetito es importante
Pero, por otro lado, la idea de que las mujeres, por causa de su estado especial, pueden permitirse fomentar un 77 apetito descontrolado, es un error basado en la costumbre en vez de la razón. El apetito de la mujer en este estado puede ser variable, irregular y difícil de satisfacer; y por costumbre se le permite ingerir todo lo que le gusta, sin consultar a la razón en cuanto a si cierto alimento puede nutrir su cuerpo y ayudar al crecimiento de su hijo. Los alimentos debieran ser nutritivos, pero no estimulantes. Por costumbre se le permite comer, si lo desea, carne, encurtidos, comida altamente sazonada o pasteles de carne picada; se siguen solamente las inclinaciones del apetito. Este es un gran error y causa mucho daño. El daño es inestimable. Si en algún momento se necesita un régimen alimentario sencillo y un cuidado especial por la calidad de los alimentos ingeridos, es precisamente en este importante período.
Las mujeres que obran por principio, y que han sido instruidas correctamente, no se apartarán de un régimen sencillo, muy especialmente en este tiempo. Tendrán en cuenta que otra vida depende de ellas, y serán cuidadosas en cuanto a sus hábitos. y especialmente en cuanto al régimen alimenticio. No debieran ingerir lo que no es nutritivo o es estimulante solo porque tiene buen gusto. Hay muchos consejeros dispuestos a persuadirlas a hacer aquello que la razón les indicaría no hacer.
Nacen niños enfermos por causa de que los padres complacen su apetito. El organismo no demandaba la variedad de alimento que les atraía. Creer que una vez que imaginamos que deseamos un alimento, éste debe pasar al estómago, es un gran error que las mujeres cristianas no debieran cometer. No debiera permitirse que la imaginación controle las necesidades del organismo. Los que permiten que el gusto los gobierne, sufrirán el castigo de transgredir las leyes de su organismo. Y no se termina aquí el asunto; su inocente hijo también sufrirá... 78
Una atmósfera agradable es esencial
Debiera tenerse mucho cuidado de rodear a la madre de una atmósfera agradable y feliz. El esposo y padre tiene la responsabilidad especial de hacer todo lo que esté a su alcance para aligerar las cargas de la esposa y madre. Debiera colaborar, tanto como le sea posible, con las cargas características de su estado. Debiera ser afable, cortés, amable y tierno, y especialmente complacer sus deseos. Algunas mujeres que están esperando familia reciben la mitad del cuidado que se da a los animales en el establo.
Consejos relacionados con la maternidad *
Toda mujer que va a ser madre, a pesar del medio que la rodee, debe alentar constantemente una disposición alegre, sabiendo que sus esfuerzos le producirán una cosecha diez veces mayor en el aspecto físico y en el carácter moral de su vástago. Pero esto no es todo. Ella podrá, por fuerza de hábito, acostumbrarse a pensar alegre y positivamente, y fomentar así una mentalidad placentera y proyectar su propia disposición alentadora sobre su familia y las demás personas que la rodean.
De este modo, también su salud física mejorará considerablemente. Los principios vitales serán fortalecidos; la sangre no fluirá pesadamente, como cuando se deja invadir por la tristeza y el abatimiento. Su salud mental y moral se vigorizan con la animación de su propio espíritu. El poder de la voluntad será capaz de resistir las impresiones de la mente y llegará a ser un calmante efectivo para sus nervios. Se debe tener un cuidado muy especial con los niños a quienes se ha privado de esta vitalidad que deberían haber heredado de sus padres. La atención cuidadosa a las leyes 79 de su ser les permitirá el desarrollo de condiciones mucho más saludables.
La alimentación de los niños
El período de lactancia es crítico para el niño. Muchas madres, mientras crían a sus hijos, trabajan demasiado, y mientras cocinan, su sangre se calienta con el calor de la estufa, y el niño se ve afectado seriamente, no sólo por la alimentación afiebrada que recibe del pecho de su madre, sino porque la sangre se halla envenenada por una dieta malsana, que ha contaminado todo su sistema incluyendo la leche del bebé. La condición mental de la madre afecta también al niño. Si se siente desdichada, perturbada, irritable, o encolerizada, el alimento que el niño recibe de su madre estará contaminado, y podrá ocasionarle cólicos, espasmos y, ocasionalmente, hasta convulsiones.
También el carácter del niño se afecta en mayor o menor grado por la naturaleza de la comida que recibe de su madre. Cuán importante es, entonces, que la madre mantenga una actitud mental alegre y ejerza un perfecto control sobre su espíritu mientras le da el pecho a su bebé. Si la madre actúa de esta manera, no se dañará el alimento del niño, y la conducta tranquila y amable que conserve mientras cuida del niño, será de singular importancia para el desarrollo mental de la criatura. Si el niño es nervioso y se inquieta con facilidad, la actitud serena y cuidadosa de la madre ejercerá una influencia tranquilizadora y correctiva sobre la criatura y su salud mejorará notablemente.
Muchos niños han sido víctimas de fuertes abusos a causa del cuidado impropio que han recibido. Si estaban inquietos se les daba de comer para mantenerlos callados, cuando en la mayoría de los casos, el alimento excesivo y dañado a causa de los hábitos perniciosos de la madre, era la verdadera causa de su inquietud. Mientras más alimento se les 80 daba, peor se comportaban, porque el estómago ya estaba sobrecargado. . .
A menudo la madre hace planes de realizar cierta cantidad de trabajo durante el día; y cuando los niños la molestan, en lugar de dedicar algunos instantes para atender sus pequeñas necesidades y entretenerlos, con frecuencia les da algo de comer, para aquietarlos. Esta medida surte efecto por poco tiempo, pero más tarde la situación se complica. El estómago de los niños se sobrecarga de alimentos cuando no tienen la más mínima necesidad de comida. Todo lo que se requería era un poquito de tiempo y atención de parte de la madre.
Rechácese la contaminación del tabaco *
El tabaco, no importa cómo se use, es nocivo para el organismo. Es un veneno lento. Afecta el cerebro y entorpece el discernimiento, de modo que la mente no pueda percibir las cosas espirituales, especialmente las verdades que pudieran ejercer un efecto correctivo sobre este vicio inmundo. Los que usan tabaco en cualquier forma, no están libres ante los ojos de Dios. A los que practican este hábito sucio, les resulta imposible glorificar a Dios en sus cuerpos y espíritus, los cuales son de Dios. El Señor no los puede aprobar mientras usan esos venenos lentos, pero certeros, que arruinan la salud y menoscaban las facultades de la mente. Dios es misericordioso con los que practican este pernicioso hábito ignorantes del mal que les causa, pero cuando el asunto se les presenta en su verdadera luz, si continúan practicando su degradante vicio, entonces son considerados culpables delante del Señor.
Dios exigía que los hijos de Israel practicaran hábitos de estricta limpieza. En caso de la menor impureza debían 81 quedar fuera del campamento hasta la tarde, y sólo podían regresar después de lavarse. En ese vasto ejército no había nadie que usara tabaco. Si hubiera habido, habría sido obligado a escoger entre renunciar a la maldita hierba o abandonar el campamento. Y después de lavarse bien la boca, hasta librarse del último vestigio de tabaco, se le habría permitido de nuevo mezclarse con el pueblo de Israel.
La contaminación del tabaco, una ofensa para Dios
A los sacerdotes que administraban las cosas sagradas, para que no profanaran el santuario, se les ordenaba lavarse los pies y las manos antes de entrar en el tabernáculo, a la presencia de Dios, para intervenir por Israel. Si los sacerdotes hubieran entrado en el santuario con sus bocas contaminadas con tabaco, sin lugar a dudas habrían corrido la misma suerte de Nadab y Abiú. Y a pesar de eso, hay profesos cristianos que se postran a adorar a Dios en sus cultos familiares con sus bocas sucias con la inmundicia del tabaco. . .
Se requiere una estricta limpieza
Algunos hombres que han sido apartados por la imposición de las manos para administrar las cosas sagradas, a menudo pasan al púlpito con sus bocas contaminadas, sus labios manchados, y el aliento mancillado por el tabaco. Deben hablar a las gentes en lugar de Cristo. ¿Cómo podría un Dios santo aceptar un servicio tal, cuando exigía que los sacerdotes de Israel realizaran preparativos tan especiales antes de llegar delante de su presencia, para no ser consumidos por su infinita santidad, por deshonrarlo, como en el caso de Nadab y Abiú? Estos ministros pueden tener la seguridad de que el poderoso Dios de Israel es todavía un Dios de limpieza. Ellos profesan servir a Dios mientras practican la idolatría y hacen un dios de sus propios 82 apetitos. El tabaco es su ídolo acariciado, y a él le rinden toda clase de sagrada y alta consideración. Profesan adorar a Dios a la vez que quebrantan el primer mandamiento. Tienen dioses ajenos delante del Señor. "Purificaos los que lleváis los vasos de Jehová" (Isaías 52: 11).
Dios requiere hoy la misma limpieza del cuerpo y pureza del corazón que le exigía al pueblo de Israel. Si Dios era tan estricto acerca de la limpieza con ese pueblo que peregrinaba por el desierto, que pasaba casi todo el tiempo al aire libre, no requerirá menos de nosotros que vivimos en casas techadas, donde las impurezas son más evidentes, y nos hallamos sometidos a una influencia más insalubre.
El uso del tabaco es contrario a la piedad *
Cuando contemplo a hombres que pretenden gozar de la bendición de una satisfacción completa, mientras son esclavos del tabaco, que escupen y ensucian todo lo que se halla a su alrededor, me pregunto: ¿qué aspecto ofrecería el cielo si se permitiera entrar en él a los que usan tabaco? Los labios de quienes pronunciaran el precioso nombre de Cristo estarían contaminados por el uso del tabaco, saturados de un aliento maloliente, y aun el lino de las vestimentas se hallaría impregnado. La persona que ama un ambiente corrompido, está corrompida por dentro. Lo que se ve por fuera indica lo que hay adentro.
Hay hombres que profesan santidad, pero ofrecen sus cuerpos sobre el altar de Satanás, y le queman el incienso del tabaco a su satánica majestad. ¿parece demasiado severa esta declaración? La ofrenda se debe ofrecer a alguna deidad. Puesto que Dios es puro y santo, y jamás aceptará nada que degrade su carácter, no puede menos que 83 rechazar este sacrificio inmundo, costoso y profano. Por lo tanto concluimos que es Satanás quien acepta el honor.
El hombre es propiedad de Cristo
Jesús sufrió la muerte para rescatar al hombre de las garras de Satanás. Vino para ponernos en libertad por la sangre de su sacrificio expiatorio. El hombre que haya aceptado pertenecer a Jesucristo, y cuyo cuerpo sea un templo del Espíritu Santo, no se dejará esclavizar por el terrible vicio del tabaco. Sus facultades pertenecen a Cristo, que lo compró por un precio de sangre. Lo que posee pertenece al Señor. Entonces, ¿como puede ser inocente si gasta cotidianamente el dinero que el Señor le ha confiado, para satisfacer un apetito que no es natural?
Triste despilfarro del dinero
Una enorme suma de dinero se derrocha anualmente en la complacencia de este vicio, mientras las almas perecen necesitadas de la Palabra de vida. ¿Cómo pueden los cristianos que entienden bien este problema, continuar robándole a Dios los diezmos y ofrendas que se usan para el sostén del Evangelio, mientras ofrecen sobre el altar del placer destructivo del tabaco, más de lo que dan para socorrer a los pobres, o suplir las necesidades de la causa de Dios? Si estas personas fueran verdaderamente santificadas, ganarían la victoria sobre cada inclinación perjudicial. Entonces todos estos gastos innecesarios se canalizarían hacia la tesorería del Señor, y los cristianos tomarían la delantera en el campo de la abnegación, el sacrificio propio y la temperancia. Entonces llegarían a ser la luz del mundo. . .
La capacidad natural de percepción se entorpece
Al fumador todo le parece desagradable e insípido si no satisface su vicio favorito. El uso del tabaco entorpece de tal manera la capacidad natural de percepción del cuerpo y 84 la mente, que la persona se vuelve insensible a la influencia del Espíritu de Dios. Cuando le falta su estimulante habitual, el alma y el cuerpo del fumador experimentan un hambre ansiosa, no por la justicia y la santidad de la presencia divina, sino por su ídolo acariciado. Al satisfacer sus apetitos pervertidos los cristianos profesos debilitan diariamente sus facultades haciendo imposible de esa manera que puedan glorificar a Dios.
Un veneno engañoso
El tabaco es uno de los venenos más engañosos y dañinos que existen; y ejerce una influencia estimulante primero y luego depresiva sobre los nervios del cuerpo. Es tanto más peligroso cuanto que sus efectos sobre el sistema son muy lentos y casi imperceptibles al principio. Multitudes han llegado a ser víctimas de su maléfica influencia. Spiritual Gifts, (Dones Espirituales), tomo 4, pág. 128 (1864).
Abstinencia de narcóticos *
Nuestro pueblo retrocede constantemente en lo que se refiere a la reforma de la salud. Satanás sabe que no puede ejercer el mismo control sobre ellos como lo tiene cuando ceden a sus apetitos. La conciencia se embota, la mente se anubla y disminuye su susceptibilidad a ser impresionada, cuando se está bajo la influencia de alimentos dañinos. Pero la culpa del transgresor no se atenúa porque su conciencia violada se halle adormecida.
Satanás se ocupa en corromper las mentes y destruir las almas con sus tentaciones insidiosas. ¿Comprenderá el pueblo de Dios lo que significa la complacencia de un apetito pervertido? ¿Abandonarán el uso de té, café, carnes, y todo 85 alimento estimulante, y dedicarán en cambio a la predicación de la verdad el dinero que gastarían en la complacencia de estos apetitos perjudiciales? Estos estimulantes solo causan daño, y sin embargo vemos que muchos que profesan ser cristianos usan el tabaco. Estas mismas personas, mientras deploran los males de la intemperancia y hablan contra el uso del licor, escupen a cada rato el jugo del tabaco que están mascando. Puesto que el estado saludable de la mente depende del funcionamiento normal de las facultades vitales, cuánto cuidado debiera ejercerse de evitar el uso de todo narcótico y estimulante.
El tabaco es un veneno lento e insidioso, y es más difícil desterrar sus efectos del organismo que los del alcohol. ¿Qué poder puede ejercer un adicto del tabaco contra los avances de la intemperancia? Debe producirse una revolución contra el tabaco en el mundo antes que se pueda aplicar el hacha a la raíz del árbol. Vayamos todavía un poco más lejos. El consumo de té y café estimula el apetito que se tiene por estimulantes más fuertes, como el tabaco y el licor. Pero consideremos el asunto aún más de cerca y examinemos las comidas que se sirven diariamente en los hogares de los cristianos. ¿Se practica en ellos la temperancia en todas las cosas? ¿Se promueven allí las reformas que son tan esenciales para la buena salud y la felicidad? Cada verdadero cristiano ejercerá control sobre sus apetitos y pasiones. Si no es capaz de librarse del yugo del apetito que lo esclaviza, no puede ser un siervo de Cristo verdadero y obediente. Es la complacencia de los apetitos y las pasiones lo que impide que la verdad surta efecto alguno sobre el corazón. Es imposible que el espíritu y el poder de la verdad santifiquen el cuerpo, el alma y el espíritu de una persona que se halla controlada por el apetito y la pasión. 86
El dominio propio y la oración
Cuando Cristo se veía más fieramente asediado por la tentación, no comía. Se entregaba a Dios y gracias a su ferviente oración y perfecta sumisión a la voluntad de su Padre salía vencedor. Sobre todos los demás cristianos profesos, los que aceptan la verdad para estos últimos días debieran imitar a su gran Ejemplo en lo que a la oración se refiere. . .
Jesús pedía fuerza a su Padre con fervor. El divino Hijo de Dios la consideraba de más valor que el sentarse ante la mesa más lujosa. Demostró que la oración es esencial para recibir fuerzas con que contender contra las potestades de las tinieblas y hacer la obra que se nos ha encomendado. Nuestra propia fuerza es debilidad, pero la que Dios concede es poderosa, y hará más que vencedor a todo aquel que la obtenga. Testimonios para la iglesia, tomo 2, pág. 183 (1869).
Los efectos malignos del té y el café *
El consumo de té y café perjudica también el organismo. Hasta cierto punto, el té intoxica. Penetra en la circulación y reduce gradualmente la energía del cuerpo y de la mente. Estimula, excita, aviva y apresura el movimiento de la maquinaria viviente, imponiéndole una actividad antinatural, y da al que lo bebe la impresión de que le ha hecho un gran servicio infundiéndole fuerza. Esto es un error. El té substrae energía nerviosa y debilita muchísimo. Cuando desapareció su influencia y cesa la actividad estimulada por su uso, ¿cuál es el resultado? Una languidez y debilidad que corresponden a la vivacidad artificial que impartiera el té.
Cuando el organismo está ya recargado y necesita reposo, el consumo de té acicatea la naturaleza, la estimula a 87 cumplir una acción antinatural y por lo tanto disminuye su poder para hacer su trabajo y su capacidad de resistencia; y las facultades se agotan antes de lo que el Cielo quería. El té es venenoso para el organismo. Los cristianos deben abandonarlo.
La influencia del café es hasta cierto punto la misma que la del té, pero su efecto sobre el organismo es aún peor. Es excitante, y en la medida en que lo eleve a uno por encima de lo normal lo dejará finalmente agotado y postrado por debajo de lo normal. A los que beben té y café, los denuncia su rostro. Su piel pierde el color y parece sin vida. No se advierte en el rostro el resplandor de la salud.
El té y el café carecen de valores nutritivos
El té y el café no nutren el organismo. Alivian repentinamente, antes que el estomago haya tenido tiempo de digerirlos. Esto demuestra que aquello que los consumidores de estos estimulantes llaman fuerza proviene de la excitación de los nervios del estómago, que transmite la irritación al cerebro, y éste a su vez es impelido a aumentar la actividad del corazón y a infundir una energía de corta duración a todo el organismo. Todo esto es fuerza falsa, cuyos resultados ulteriores dejan en peor condición, pues no imparten ni una sola partícula de fuerza natural. El segundo efecto de beber té es dolor de cabeza, insomnio, palpitaciones del corazón, indigestión, temblor nervioso y muchos otros males.
La indulgencia le disgusta a Dios
"Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto" (Romanos 12: 1). Dios requiere un sacrificio vivo, no uno moribundo ni muerto. Cuando nos demos cuenta de lo que Dios nos pide, entonces comprenderemos que nos exige ser 88 temperantes en todas las cosas. El propósito de nuestra creación es que glorifiquemos a Dios en nuestros cuerpos y espíritus, los cuales son de Dios. ¿Cómo podremos lograr este cometido si gratificamos el apetito en detrimento de nuestras facultades físicas y morales? Dios nos pide que le rindamos nuestro cuerpo como un sacrificio vivo. Por lo tanto, nuestro deber es mantener nuestros cuerpos en la condición más saludable para que podamos cumplir con sus requisitos. "Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios" (1 Corintios 10: 31).
Evítese el uso de drogas venenosas
Una práctica que prepara el terreno para un gran acopio de enfermedades y de males aún peores es el libre uso de drogas venenosas. Cuando se sienten atacados por alguna enfermedad, muchos no quieren darse el trabajo de buscar la causa. Su principal afán es liberarse de dolor y molestias. Por lo tanto, recurren a específicos, cuyas propiedades apenas conocen, o acuden al médico para conseguir algún remedio que neutralice las consecuencias de su error, pero no piensan en modificar sus hábitos antihigiénicos. Si no consiguen alivio inmediato, prueban otra medicina y después otra. Y así sigue el mal.
Las drogas no curan la enfermedad *
Hay que enseñar a la gente que las drogas no curan la enfermedad. Es cierto que a veces proporcionan algún alivio inmediato momentáneo, y el paciente parece recobrarse por efecto de esas drogas, cuando se debe en realidad a que la naturaleza posee fuerza vital suficiente para expeler el veneno y corregir las condiciones causantes de la enfermedad. Se recobra la salud a pesar de la droga, que en la 89 mayoría de los casos sólo cambia la forma y el foco de la enfermedad. Muchas veces el efecto del veneno parece quedar neutralizado por algún tiempo pero los resultados subsisten en el organismo y producen un gran daño ulterior.
Por el uso de drogas venenosas muchos se acarrean enfermedades para toda la vida, y se malogran muchas existencias que hubieran podido salvarse mediante los métodos naturales de curación. Los venenos contenidos en muchos así llamados remedios crean hábitos y apetitos que labran la ruina del alma y del cuerpo. Muchos de los específicos populares y aun algunas de las drogas recetadas por médicos, contribuyen a que se contraigan los vicios del alcoholismo, del opio y de la morfina, que tanto azotan a la sociedad.
El poder restaurador de la naturaleza
La única esperanza de mejorar la situación estriba en educar al pueblo en los principios correctos. Enseñen los médicos que el poder curativo no está en las drogas, sino en la naturaleza. La enfermedad es un esfuerzo de la naturaleza para librar al organismo de las condiciones resultantes de una violación de las leyes de la salud. En caso de enfermedad, hay que indagar la causa. Deben modificarse las condiciones antihigiénicas y corregirse los hábitos erróneos. Después hay que ayudar a la naturaleza en sus esfuerzos por eliminar las impurezas y restablecer las condiciones normales del organismo.
Los remedios naturales
El aire puro, el sol, la abstinencia, el descanso el ejercicio, un régimen alimentario conveniente, el agua y la confianza en el poder divino son los verdaderos remedios. Todos debieran conocer los agentes que la naturaleza provee como remedios y saber aplicarlos. Es de suma importancia darse cuenta exacta de los principios implicados en el 90 tratamiento de los enfermos, y recibir una instrucción práctica que lo habilite a uno para hacer uso correcto de estos conocimientos
El empleo de los remedios naturales requiere más cuidados y esfuerzos de lo que muchos quieren prestar. El proceso natural de curación y reconstitución es gradual y les parece lento a los impacientes. El renunciar a la satisfacción dañina de los apetitos impone sacrificios. Pero al fin se verá que, si no se le pone trabas, la naturaleza desempeña su obra con acierto y los que perseveren en la obediencia a sus leyes encontrarán recompensa en la salud del cuerpo y del espíritu.
Vestir saludablemente *
En todos respectos debemos vestir conforme a la higiene. "Sobre todas las cosas", Dios quiere que tengamos salud tanto del cuerpo como del alma. Debemos colaborar con Dios para asegurar esa salud. En ambos sentidos nos beneficia la ropa saludable. . .
El enemigo de todo lo bueno fue quien instigó el invento de modas veleidosas. No desea otra cosa que causar perjuicio y deshonra a Dios al labrar la ruina y la miseria de los seres humanos. Uno de los medios más eficaces para lograr esto lo constituyen los ardides de la moda, que debilitan el cuerpo y la mente y empequeñecen el alma.
Las mujeres están sujetas a graves enfermedades, y sus dolencias empeoran en gran manera por el modo de vestirse. En vez de conservar su salud para las contingencias que seguramente han de venir, sacrifican demasiado a menudo con sus malos hábitos no sólo la salud, sino la vida y dejan a sus hijos una herencia de infortunio, en una constitución 91 arruinada, hábitos pervertidos y falsas ideas acerca de la vida.
Uno de los disparates más dispendiosos y perjudiciales de la moda es la falda que barre el suelo, por lo sucia, incomoda, inconveniente y malsana. Todo esto y más aún se puede decir de la falda rastrera. Es costosa, no sólo por el género superfluo que entra en su confección, sino porque se desgasta innecesariamente por ser tan larga. Cualquiera que haya visto a una mujer así ataviada, con las manos llenas de paquetes, intentando subir o bajar escaleras, trepar a un tranvía, abrirse paso por entre la muchedumbre, andar por suelo encharcado, o por un camino cenagoso, no necesita más pruebas para convencerse de la incomodidad de la falda larga.
Otro grave mal es que las caderas sostengan el peso de la falda. Este gran peso, al oprimir los órganos internos, los arrastra hacia abajo, por lo que causa debilidad del estómago y una sensación de cansancio, que crea en la víctima una propensión a encorvarse, que oprime aún más los pulmones y dificulta la respiración.
En estos últimos años los peligros que resultan de la compresión de la cintura han sido tan discutidos que pocas personas pueden alegar ignorancia sobre el particular; y sin embargo, tan grande es el poder de la moda que el mal sigue adelante, con incalculable daño para las mujeres. Es de suma importancia para la salud que el pecho disponga de sitio suficiente para su completa expansión y los pulmones puedan inspirar completamente, pues cuando están oprimidos disminuye la cantidad de oxígeno que inhalan. La sangre resulta insuficientemente vitalizada, y las materias tóxicas del desgaste, que deberían ser eliminadas por los pulmones, quedan en el organismo. Además, la circulación se entorpece, y los órganos internos quedan tan oprimidos que se desplazan y no pueden funcionar debidamente.
El corsé apretado no embellece la figura. Uno de los 92 principales elementos de la belleza física es la simetría, la proporción armónica de los miembros. Y el modelo correcto para el desarrollo físico no se encuentra en los figurines de las modistas francesas, sino en la forma humana tal como se desarrolla según las leyes de Dios en la naturaleza. Dios es el autor de toda belleza, y solo en la medida en que nos conformemos a su ideal nos acercaremos a la norma de la verdadera belleza.
Otro mal fomentado por la costumbre es la distribución desigual de la ropa, de modo que mientras ciertas partes del cuerpo llevan un exceso de ropa, otras quedan insuficientemente abrigadas. Los pies, las piernas y los brazos, por estar más alejados de los órganos vitales, deberían ir mejor abrigados. Es imposible disfrutar de buena salud con las extremidades siempre frías, pues si en ellas hay poca sangre, habrá demasiada en otras partes del cuerpo. La perfecta salud requiere una perfecta circulación; pero ésta no se consigue llevando en el tronco, donde están los órganos vitales, tres o cuatro veces más ropa que en las extremidades.
Un sinnúmero de mujeres están nerviosas y agobiadas porque se privan del aire puro que les purificaría la sangre, y de la soltura de movimientos que aumentaría la circulación por las venas para beneficio de la vida, la salud y la energía. Muchas mujeres han contraído una invalidez crónica, cuando hubieran podido gozar de salud, y muchas han muerto de consunción y otras enfermedades, cuando hubieran podido alcanzar el término natural de su vida si se hubiesen vestido conforme a los principios de la salud y hubiesen hecho abundante ejercicio al aire libre.
Para conseguir la ropa más saludable, hay que estudiar con mucho cuidado las necesidades de cada parte del cuerpo y tener en cuenta el clima, las circunstancias en que se vive, el estado de salud, la edad y la ocupación. Cada prenda de indumentaria debe sentar holgadamente, sin entorpecer la circulación de la sangre ni la respiración libre, completa 93 y natural. Todas las prendas han de estar lo bastante holgadas para que al levantar los brazos se levante también la ropa.
Las mujeres carentes de salud pueden mejorar mucho su estado merced a un modo de vestir razonable y al ejercicio. Vestidas convenientemente para el recreo, hagan ejercicio al aire libre, primero con mucho cuidado, pero aumentando la cantidad de ejercicio conforme aumente su resistencia. De este modo muchas podrán recobrar la salud, y vivir para desempeñar su parte en la obra del mundo.
El poder de la voluntad
El poder de la voluntad no se aprecia debidamente. Mantened despierta la voluntad y encaminadla con acierto, y comunicará energía a todo el ser y constituirá un auxilio admirable para la conservación de la salud. La voluntad es también poderosa en el tratamiento de las enfermedades. Si se la emplea debidamente, podrá gobernar la imaginación y contribuirá a resistir y vencer la enfermedad de la mente y del cuerpo. Ejercitando la fuerza de voluntad para ponerse en armonía con las leyes de la vida, los pacientes pueden cooperar en gran manera con los esfuerzos del médico para su restablecimiento. Son miles los que pueden recuperar la salud si quieren. El Señor no desea que estén enfermos, sino que estén sanos y sean felices, y ellos mismos deberían decidirse a estar buenos. Muchas veces los enfermizos pueden resistir a la enfermedad, negándose sencillamente a rendirse al dolor y a permanecer inactivos. Sobrepónganse a sus dolencias y emprendan alguna ocupación provechosa adecuada a su fuerza. Mediante esta ocupación y el libre uso de aire y sol, muchos enfermos demacrados podrían recuperar salud y fuerza. El ministerio de curación, pág. 189 (1905). 94
Debidamente ocupados
La inacción es la mayor desdicha que pueda caer sobre la mayoría de los inválidos. Una leve ocupación en trabajo provechoso que no recargue la mente ni el cuerpo, influye favorablemente en ambos. Fortalece los músculos mejora la circulación y le da al inválido la satisfacción de saber que no es del todo inútil en este mundo tan atareado. Poca cosa podrá hacer al principio; pero pronto sentirá crecer sus fuerzas, y aumentará la cantidad de trabajo que produzca. El ministerio de curación, pág. 183 (1905).
El control de la imaginación *
En la creación el Señor concibió que el hombre fuera activo y útil. No obstante muchos viven en este mundo como máquinas inútiles como si apenas existieran. No iluminan el camino de nadie no son una bendición para nadie. Viven solo para ser una carga para los demás. En cuanto a su influencia en favor del bien son nulos; pero tienen peso en favor del mal. Observen de cerca la vida de esas personas y apenas encontrarán algún acto de benevolencia desinteresada. Cuando mueren, su recuerdo muere con ellos. Su nombre pronto perece por cuanto no pueden vivir ni aun en el afecto de sus amigos por medio de una sincera bondad y actos virtuosos. Para esas personas la vida ha sido un error. No han sido mayordomos fieles. Olvidaron que su Creador tiene derechos sobre ellos y que desea que sean activos en hacer el bien y en bendecir a otros con su influencia. Los intereses egoístas atraen la mente y llevan a olvidarse de Dios y del propósito de su Creador.
Todos los que profesan ser seguidores de Jesús debieran considerar que tienen el deber de preservar su cuerpo en el 95 mejor estado de salud, para que su mente pueda estar clara para comprender las cosas celestiales. Es necesario controlar la mente porque tiene una influencia muy poderosa sobre la salud. La imaginación con frecuencia engaña, y cuando se la complace, acarrea serias enfermedades. Muchos mueren de enfermedades mayormente imaginarias. Conocí a varios que se han acarreado enfermedades reales por la influencia de la imaginación. . .
Algunos temen tanto al aire que envuelven su cabeza y cuerpo de modo que llegan a parecer momias. Permanecen sentados en la casa, generalmente inactivos, temiendo agotarse y enfermarse si hacen ejercicio, ya sea en el interior o al aire libre. Podrían hacer ejercicio al aire libre en los días agradables, si sólo pensaran así. La continua inactividad es una de las mayores causas de debilidad del cuerpo y de la mente. Muchos de los que están enfermos, debieran gozar de buena salud, y poseer así una de las bendiciones más ricas que podrían disfrutar.
Se me ha mostrado que muchos que aparentemente son débiles, y siempre quejosos, no están tan mal como ellos se imaginan. Algunos de éstos tienen una voluntad fuerte, que ejercida correctamente, sería un potente medio para controlar la imaginación, y así resistir la enfermedad. Pero con demasiada frecuencia la voluntad se ejercita de un modo equivocado y obstinadamente se niega a entrar en razón. Esta voluntad ha decidido el asunto; son inválidos, y quieren recibir la atención que se presta a los inválidos, sin considerar la opinión de los demás.
Se me ha mostrado a madres que son gobernadas por una imaginación enferma, cuya influencia sienten el esposo y los hijos. Deben mantener las ventanas cerradas porque a la madre le molesta el aire. Si ella siente frío, y se abriga, piensa que sus niños deben ser tratados de igual modo, y así roba el vigor físico a toda la familia. Todos quedan afectados por una mente, perjudicados física y mentalmente por 96 la imaginación enferma de una mujer, que se considera a sí misma la norma para toda la familia. El cuerpo se viste de acuerdo con los caprichos de una imaginación enferma y se lo sofoca bajo una cantidad de abrigo que debilita el organismo. La piel no puede cumplir su función: el hábito de evitar el aire y el ejercicio, cierra los poros, los pequeños orificios por los cuales el cuerpo respira, e imposibilita la expulsión de las impurezas a través de ese canal. El peso de esta labor recae sobre el hígado, los pulmones, los riñones, etc.. y esos órganos internos se ven obligados a hacer el trabajo de la piel.
Así las personas se acarrean enfermedades por causa de sus hábitos equivocados; a pesar de la luz y el conocimiento, insisten en su proceder. Razonan del siguiente modo: "¿No hemos probado? Y ¿no entendemos por experiencia el asunto?" Pero la experiencia de una persona cuya imaginación está errada, no debiera tener mucho valor para nadie.
La estación que más debiera temer el que se allega a estos inválidos es el invierno. Es por cierto invierno, no solo afuera, sino en el interior, para los que se ven obligados a vivir en la misma casa y dormir en la misma habitación. Estas víctimas de una imaginación enfermiza se encierran en el interior y cierran las ventanas, porque el aire afecta sus pulmones y su cabeza. Su imaginación es activa, esperan pasar frío y por eso pasan frío. No hay modo de hacerles comprender que no entienden el principio que rige estos casos. ¿No lo han comprobado ellos?, objetan. Es cierto que han comprobado un aspecto de la cuestión al insistir en su proceder, y es cierto que pasan frío si se exponen en lo más mínimo. Son tiernos como bebés, y no pueden soportar nada. Sin embargo, siguen viviendo, continúan cerrando las ventanas y las puertas, y manteniéndose cerca de la estufa, disfrutando de su desgracia. Por cierto han comprobado que su proceder no les ha hecho bien, sino que ha aumentado sus dificultades. ¿Por qué esas personas 97 no permiten que la razón influya en su juicio y controle la imaginación? ¿Por qué no probar ahora un procedimiento opuesto, y de un modo razonable obtener ejercicio y aire afuera, en lugar de permanecer en la casa día tras día, más bien como un manojo de mercancías que como un ser activo?
Moderación en el trabajo
Hay muchos que para ganar más dinero arreglan sus negocios de tal manera que mantienen constantemente ocupados a los que trabajan al aire libre y a los miembros de su familia en sus propios hogares. Sobrecargan los huesos, los músculos y el cerebro hasta el extremo; se mantienen archiocupados con el pretexto de que tienen que realizar todo lo que pueden, porque si no lo hacen algo se perderá y eso significa un despilfarro. Creen que todo se debe ahorrar, sin importarles los resultados.
¿Qué habrán ganado estas personas? Tal vez puedan mantener su capital, o logren aumentarlo. Pero, si consideramos el asunto desde otro punto de vista, ¿qué han perdido con esto? El capital de la salud, que es de un valor incalculable tanto para el rico como para el pobre, se ha ido perdiendo imperceptiblemente. A menudo las madres y los hijos toman prestado de los fondos de la salud, pensando que ese capital no se agotará jamás; pero para sorpresa suya se dan cuenta de que el vigor de su vida ha disminuido con el correr del tiempo, hasta agotarse. A esas personas no les queda reserva alguna para un caso de emergencia. La dulzura y la felicidad de la vida se ven amargadas por los dolores insoportables y las noches de insomnio. Desaparecen la fortaleza física y el vigor mental. El marido y padre que, por amor a las ganancias, hizo un arreglo insensato de sus negocios, aunque fuera con el consentimiento de la esposa, corre el riesgo de tener que sepultar a la esposa y a uno o más de sus hijos, como resultado de su comportamiento. Se 98 ha sacrificado la salud y la vida misma por el amor al dinero. Testimonies for the church (Testimonios para la iglesia) tomo 1, pág. 478 (1865).
Temperancia en el trabajo *
Por todas partes se ve la intemperancia en el comer, en el beber, en el trabajo y en casi cualquier cosa. Las personas que se esfuerzan por realizar una gran cantidad de trabajo en un tiempo limitado y continúan trabajando cuando su mejor criterio les indica que deberían descansar, no son nunca ganadores. Viven con capital prestado, porque gastan en el presente las fuerzas vitales que necesitarán en el futuro. Y cuando quieran echar mano de la energía que gastaron tan irresponsablemente, fracasarán en su intento, porque no la hallarán. La fuerza física ha desaparecido y ya no existen las energías mentales. Entonces se dan cuenta de su pérdida, aunque no comprenden su verdadera naturaleza. Ha llegado el momento de necesidad, pero sus tuerzas vitales se han agotado. Todo el que viola las leyes de la salud, tarde o temprano, experimentará sufrimientos en mayor o menor grado. Dios ha dotado a nuestras constituciones con energías que necesitaremos en diversos períodos de nuestra vida. Pero si las agotamos imprudentemente en los excesos de nuestro trabajo el tiempo nos declarará perdedores. Nuestra utilidad disminuirá y nuestra vida misma correrá el peligro de arruinarse.
Como norma, el trabajo del día no debe extenderse hasta las horas de la noche Si se trabaja a conciencia durante todo el día, el trabajo extra que se haga en la noche constituirá una carga adicional impuesta al organismo, por la cual pagará las consecuencias. Se me ha mostrado que los que se comportan a menudo de esta manera, pierden más de lo que 99 ganan, porque agotan sus energías y trabajan a base de nervios sobreexitados. Tal vez no se percaten de consecuencias negativas inmediatas, pero con toda seguridad están menoscabando su organismo.
Que los padres dediquen las noches a sus familias. Dejen con el trabajo sus preocupaciones y perplejidades. Al padre de familia le sería muy provechoso establecer la regla de no menoscabar la felicidad familiar por traer a casa los problemas del trabajo para enfadarse y preocuparse por ellos. Es cierto que a veces puede necesitar el consejo de su esposa con referencia a problemas difíciles, y que ambos obtengan alivio de sus perplejidades al buscar unidos la sabiduría divina; pero cuando se mantiene la mente en constante tensión debido a asuntos de negocio, se perjudicará la salud tanto del cuerpo como de la mente.
Procuremos que las noches sean tan dichosas como sea posible. Hagamos del hogar un sitio donde moren la alegría, la cortesía y el amor. De este modo se transformará en un lugar atractivo para los niños. Pero si los padres se mantienen en constantes problemas, y se muestran irritables y criticones, los niños adoptarán el mismo espíritu de desconformidad y contienda, y el hogar llegará a ser el sitio más miserable de la tierra. Entonces los niños experimentarán mayor placer entre los extraños, en malas compañías o en la calle, que en el hogar. Se podría evitar todo esto si se practicara la temperancia en todas las cosas y se cultivara la paciencia. La práctica de la autodisciplina de parte de todos los miembros de la familia transformará el hogar en un verdadero paraíso. Procuremos que los cuartos sean tan alegres como se pueda, y que los niños encuentren que el hogar es el sitio más atractivo de la tierra. Rodeémoslos de una influencia tan hermosa que no se interesen por buscar la compañía de la calle y que no piensen en los antros del vicio sino con horror. Si la vida hogareña es lo que debiera ser, los hábitos allí formados constituirán una poderosa barrera 100 contra los asaltos de la tentación cuando el joven tenga que abandonar el refugio del hogar paterno.
Orden y limpieza
El orden es la primera ley del cielo y el Señor desea que su pueblo revele en sus hogares el orden y la armonía que prevalecen en las cortes celestiales. La verdad nunca posa sus delicados pies en un camino de inmundicia o impureza. La verdad no produce hombres ni mujeres rudos y desordenados. Eleva a todos los que la aceptan a un nivel superior. Bajo la influencia de Cristo se lleva a cabo una obra de constante pulimiento.
A los ejércitos de Israel les fueron dadas instrucciones especiales acerca de la limpieza y el orden que debían caracterizar todas las cosas, dentro de sus carpas y alrededor del campamento para que el ángel del Señor al pasar por el campamento no viera sus inmundicias. ¿Acaso el Señor prestaría atención a estos pequeños detalles? Ciertamente; porque el registro declara que no fuera que al ver inmundicia, él no pudiera acompañarlos al campo de batalla.
Aquel que fue tan cuidadoso para que los hijos de Israel cultivaran hábitos de limpieza no sancionará ninguna impureza en los hogares de su pueblo en la actualidad. Dios desaprueba las impurezas de cualquier clase. ¿Cómo podemos invitarlo a nuestros hogares a menos que todo esté ordenado limpio y puro?
Una señal externa de pureza interior *
Debiera enseñarse a los creyentes que aunque sean pobres no deben ser sucios en su apariencia personal ni en sus hogares. Se debe ayudar a los que aparentan no 101 comprender el significado ni la importancia de la limpieza. Hay que enseñarles que los que representan al Dios alto y sublime deben mantener sus almas puras y limpias y que esta pureza debe extenderse a su forma de vestir y todo lo concerniente a su hogar, de tal manera que los ángeles ministradores vean las evidencias de que la verdad ha operado un cambio en sus vidas, purificando el alma y refinando los gustos. Después de haber recibido la verdad, los que no cambian su forma de expresarse, su atuendo o su conducta, viven para sí mismos, no para Cristo. No han sido creados de nuevo en Cristo Jesús, para purificación y santidad.
Algunos son muy descuidados en su apariencia. Necesitan ser guiados por el Espíritu Santo en su preparación para un cielo puro y santo. Dios instruyó a los hijos de Israel que cuando vinieran al monte a escuchar la proclamación de la ley debían hacerlo con cuerpos y ropas limpios. Hoy día su pueblo debe honrarlo con hábitos de pulcritud y escrupulosa pureza.
Los cristianos serán juzgados por sus frutos. El verdadero hijo de Dios será ordenado y limpio. Si bien debemos evitar la ostentación y los adornos innecesarios, de ninguna manera hemos de ser descuidados e indiferentes tocante a nuestra apariencia externa. Todo lo concerniente a nuestras personas y hogares, debe ser ordenado y atractivo. Debe enseñársele a la juventud la importancia de presentar una apariencia irreprochable, una apariencia que honre a Dios y la verdad.
El ejemplo de la madre
El vestido de la madre debe ser sencillo, pero aseado y de buen gusto. La madre que viste ropas rasgadas y desaseadas, que piensa que cualquier vestido es apropiado para el hogar, sin importarle cuán sucio o descuidado esté, da a sus hijos un ejemplo que los hará ser desaliñados. Y sobre todo, 102 perderá su influencia sobre ellos. Sus hijos no pueden evitar de notar la diferencia entre ella y quienes visten apropiadamente; y su respeto por ella se debilita. Madres, háganse atractivas, sin necesidad de usar atuendos elaborados sino vestidos apropiados y que les queden bien. Dejen que su apariencia enseñe una lección de buen gusto. Ustedes no deben perder el respeto de sus hijos.
A los niños se les deben enseñar lecciones de pureza desde su infancia. A temprana edad las madres deben empezar a llenar las mentes de sus hijos con pensamientos puros y santos. Y una manera efectiva de hacerlo es manteniendo limpio y puro todo lo que hay alrededor de ellos. Madres, si ustedes desean que los pensamientos de sus hijos sean puros, dejen que el ambiente que los rodea sea limpio. Permitan que sus recámaras se mantengan escrupulosamente ordenadas y limpias. Enséñenles a cuidar su ropa. Cada niño debiera tener un lugar propio donde guardar su ropa. Pocos padres son tan pobres que no puedan proveer una caja grande para este fin, que puede acondicionarse con gavetas y cubrirse atractivamente.
Enséñense verdades espirituales
Para enseñar a los niños hábitos de orden se necesitará ocupar un poco de tiempo cada día; pero éste no es tiempo perdido. En el futuro la madre verá recompensados con creces sus esfuerzos.
Hay que asegurarse que los niños tomen un baño diario y luego frotar sus cuerpos vigorosamente hasta que parezcan relucir. Dígaseles que a Dios no le gusta ver a sus hijos con cuerpos sucios y ropas raídas. Luego hábleseles de la pureza interior. Haga la madre un esfuerzo constante por elevar y ennoblecer a sus hijos.
Vivimos en los últimos días. Pronto Cristo vendrá para llevar a su pueblo a las mansiones que está preparando para ellos. Pero en esas mansiones no puede entrar nada que 103 contamine. El cielo es puro y santo y los que pasen por las puertas de la ciudad de Dios, deben revestirse aquí de pureza interior y exterior.
Baños frecuentes
Las personas saludables no deberían por ningún motivo descuidar el baño personal. Deben bañarse por lo menos dos veces por semana. Los enfermos tienen impurezas en la sangre y su piel no está saludable. La multitud de poros de la piel a través de los cuales el cuerpo respira, se tapan y se llenan de desperdicios. La piel necesita ser limpiada cuidadosa y cabalmente a fin de que los poros cumplan su función de librar el cuerpo de impurezas. Por esta razón las personas enfermas necesitan las ventajas y bendiciones del baño, al menos dos veces por semana y en algunos casos es necesario hacerlo más frecuentemente. Ya sea que la persona esté enferma o sana, la respiración será más fácil si se practica el baño. Gracias a él los músculos se vuelven más flexibles, se vigorizan la mente y el cuerpo, el intelecto se aviva y se despierta cada facultad. El baño relaja los nervios, promueve la transpiración general, acelera la circulación ayuda a librar de obstrucciones el organismo y actúa beneficiosamente sobre los riñones y el sistema urinario. El baño también fortalece las funciones de los intestinos el estómago y el hígado, dando energía y nueva vida a cada uno de ellos. También promueve la digestión y en vez de debilitar el sistema, lo vigoriza. En lugar de aumentar la sensibilidad al frío, un baño tomado apropiadamente fortalece al cuerpo contra el frío, porque mejora la circulación; y los órganos internos que a veces están congestionados, experimentan alivio porque la sangre afluye a la superficie, produciéndose así una circulación más regular a través de todos los vasos sanguíneos. Testimonies for the Church, tomo I págs. 70-71 (1871). 104
Cómo preservar nuestra sensibilidad *
Dios creo al hombre un poco inferior a los ángeles y le confirió atributos que, si son empleados correctamente, lo convertirán en una bendición para el mundo y lo impulsarán a dar la gloria al Dador. Pero, aunque hecho a la imagen de Dios, mediante la intemperancia el hombre ha quebrantado la ley de Dios. La intemperancia de cualquier clase adormece los órganos de la percepción y debilita el poder nervioso del cerebro de manera que las cosas eternas no son apreciadas, sino que son puestas en el mismo plano de lo común. Las facultades superiores de la mente, designadas para propósitos elevados, son esclavizadas por las pasiones más bajas. Si nuestros hábitos físicos no son correctos, nuestras facultades mentales y morales no pueden ser fuertes; porque existe una relación estrecha entre lo tísico y lo moral. El apóstol Pedro lo comprendía y elevó su voz de advertencia a sus hermanos: "Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma" (1 Pedro 2: 1). . .
Los que han recibido luz en lo que concierne a comer y vestir con sencillez en armonía con las leyes físicas y morales, y se han apartado de la luz que les señala su deber, también rehusarán cumplir su deber en otras cosas. Si endurecen sus conciencias a fin de evitar la cruz que deben llevar para estar en armonía con la ley natural, violarán los diez mandamientos para evitar el reproche. Algunos se niegan decididamente a cargar la cruz y a despreciar la vergüenza. Muchos abandonarán sus principios a causa de las burlas. La conformidad con el mundo está ganando terreno entre el pueblo de Dios, los que profesan ser peregrinos y extranjeros, y dicen velar en espera del aparecimiento del Señor. Hay muchos entre los profesos observadores del 105 sábado que están más firmemente atados a las modas y placeres mundanos que a cuerpos y mentes saludables o corazones santificados. . .
Mediante las verdades señaladas para estos tiempos, el Señor está apartando un pueblo del mundo y lo está purificando en Cristo. El orgullo y las modas no saludables, el amor por la ostentación, el amor por la alabanza, todo debe ser dejado en el mundo, si hemos de ser renovados en conocimiento a la imagen de Aquel que nos creó. "Porque la gracia de Dios que trae salvación a todos los hombres, se manifestó, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo templada, y justa, y píamente, esperando aquella esperanza bienaventurada, y la manifestación gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo, que se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y limpiar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras" (Tito 2: 11-14).
A un hermano
Dijo el ángel: "Abstente de los deseos de la carne que luchan contra el alma". Has vacilado en adoptar la reforma pro salud. Pareciera que para ti no es más que un agregado inútil de la verdad. No es así; forma parte de la verdad. Ante ti se presenta la obra más desafiante y más pesada que jamás se te haya presentado. Mientras titubeas y desaprovechas la bendición que es tu privilegio recibir, sufrirás gran pérdida. Testimonies for the Church, tomo 1. pág. 546 (1890). 106
SECCIÓN III
LA ALIMENTACIÓN Y LA SALUD
Relación de la alimentación con la salud y la moralidad *
Se nos ha concedido sólo una vida y cada uno debiera preguntarse: "¿Cómo puedo glorificar a Dios y beneficiar a mis semejantes?" Porque la vida tiene valor únicamente si se la usa para alcanzar estos fines.
El desarrollo propio es un deber
El autodesarrollo es nuestra primera responsabilidad para con Dios y nuestros semejantes. Toda facultad que el Creador nos ha concedido, debe ser desarrollada hasta alcanzar la plenitud de su capacidad, de tal manera que podamos realizar el mayor bien posible. Por lo tanto, el tiempo empleado en cultivar y preservar la salud física y mental está bien usado. No podemos darnos el lujo de impedir el crecimiento o debilitar ninguna función del cuerpo ni de la mente. De lo contrario tendremos que sufrir las consecuencias.
Todo hombre tiene la oportunidad, en gran medida, de elegir su propio destino. Las bendiciones de esta vida y también las del estado inmortal, se hallan a su alcance. Se puede edificar un carácter sólido, y adquirir mayor fortaleza a cada paso del camino. Es posible avanzar diariamente en sabiduría y conocimiento, y descubrir nuevas delicias al progresar, añadiendo virtud sobre virtud, gracia sobre gracia. Las facultades mejorarán con el uso; mientras más sabiduría se obtenga, más aumentará la capacidad de aprendizaje. La inteligencia, el conocimiento y la virtud cobrarán mayor fortaleza y perfecta simetría. 107
Por otra parte, el hombre también puede permitir que sus talentos se enmohezcan por falta de uso, o que los malos hábitos los perviertan, y los corrompa la falta de dominio propio y de fortaleza moral y religiosa. Entonces su trayectoria será descendente; desobedecerá la ley de Dios y las leyes de la salud. El apetito lo dominará y se dejará llevar por sus inclinaciones. Le resultará más fácil permitir que los poderes del mal, que siempre están activos, lo arrastren, que batallar contra ellos e ir hacia adelante. La disipación, le enfermedad y la muerte vendrán como consecuencia. Esta es la historia de muchas vidas que habrían podido ser de gran utilidad en la causa de Dios y de la humanidad.
La tentación del apetito
Una de las tentaciones más fuertes que el hombre tiene que soportar es la del apetito. En el principio el Señor creó al hombre perfecto. Fue creado con una mente perfectamente balanceada, y todos sus órganos estados desarrollados armoniosamente, tanto en tamaño como en fuerza. Pero debido a las seducciones del astuto enemigo, la prohibición de Dios fue desobedecida y las leyes de la naturaleza produjeron todo el castigo de su transgresión.
A Adán y Eva se les permitió comer de todos los árboles de su hogar edénico, con excepción de uno. El Señor dijo a la santa pareja: El día que coman del árbol del bien y del mal, ciertamente morirán. Eva fue seducida por la serpiente y creyó que Dios no actuaría con ellos como había dicho. Ella comió, y creyendo que experimentaría una sensación de vida nueva y más exaltada, llevó el fruto a su esposo. La serpiente había dicho que no morirían, y Eva no sintió ningún malestar al comer la fruta, nada que pudiera considerar como muerte; al contrario, experimentó una sensación agradable, lo cual imaginó ser lo que los ángeles sentían.
Aunque la acción de Eva era contraria al mandato explícito de Jehová, Adán mismo fue seducido por ella. 108
Tal es el caso aún en el mundo religioso. Los mandatos expresos de Dios se transgreden y "por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está en ellos dispuesto para hacer el mal". (Eclesiastés 8: 11). Hay hombres y mujeres que seguirán sus propias inclinaciones, aún frente a las más claras órdenes de Dios y luego se atreverán a orar sobre el asunto pidiéndole a Dios que les permita continuar en dirección contraria a su voluntad. Satanás se acerca a tales personas, tal como lo hizo con Eva en el Edén, y ejerce su influencia sobre ellas. Porque experimentan ciertas emociones, estas personas creen estar teniendo una maravillosa experiencia con Dios. Pero una experiencia verdadera estará en armonía con las leyes naturales y divinas; la experiencia falsa es contraria a las leyes de la vida y los preceptos de Jehová.
El apetito controla a los antediluvianos
Desde la primera derrota frente al apetito la humanidad se ha vuelto más y más complaciente, hasta que la salud ha sido sacrificada sobre los altares del apetito. Los habitantes del mundo antediluviano eran intemperantes en la comida y la bebida. Consumían carne a pesar de que en ese tiempo Dios todavía no había dado permiso al hombre para alimentarse de animales. Continuaron su forma pervertida de comer y beber hasta que la complacencia de sus apetitos depravados no tuvo límite; tanta fue su corrupción que Dios no pudo soportar más. Su copa de iniquidad estaba colmada y Dios purificó la tierra de su contaminación moral mediante el diluvio.
Intemperancia después del diluvio
Al multiplicarse los hombres sobre la faz de la tierra después del diluvio, nuevamente se olvidaron de Dios y corrompieron sus caminos delante de él. Aumentó la intemperancia en todas sus formas, hasta que casi todo el mundo 109 había caído en sus garras. Hay ciudades enteras que han sido barridas de sobre la faz de la tierra por sus crímenes perversos y por la iniquidad que las convirtió en manchas sobre el inmaculado campo de las obras creadas por Dios. La gratificación de los apetitos pervertidos condujo a los hombres a los pecados que causaron la destrucción de Sodoma y Gomorra. Dios señala la glotonería y la embriaguez como la causa de la caída de Babilonia. La indulgencia del apetito y las pasiones fueron la base de todos sus pecados.
La experiencia de Esaú
Esaú deseaba insistentemente un tipo de comida especial, y había complacido su apetito por tanto tiempo, que no vio la necesidad de rehusar el platillo tentador. Permitió que su imaginación acariciara ese platillo hasta que el poder del apetito arrasó toda otra consideración y lo controló. Pensó que sufriría grandes inconvenientes y probablemente moriría si no conseguía ese guisado particular. Mientras más lo pensaba, más se fortalecía su deseo, hasta que la primogenitura perdió su valor y santidad ante sus ojos y la cambió por un plato de lentejas. Esaú pensó que podía disponer de su primogenitura a su antojo pero cuando trató de recuperarla, aun a base de gran sacrificio, sus esfuerzos fueron inútiles. Entonces se arrepintió amargamente de su impulsividad, su tontería, su locura; pero todo fue en vano. Había considerado su bendición muy livianamente y el Señor se la quitó para siempre.
Israel deseó las ollas de Egipto
Cuando el Dios de Israel sacó a su pueblo de Egipto, les quitó la carne de su alimentación, pero les proveyó pan del cielo y agua de la roca. Pero no se satisficieron con esto. Aborrecieron la comida que se les dio y desearon estar de regreso en Egipto, donde podían disfrutar de las ollas de 110 carne. Prefirieron soportar la esclavitud, y aun la muerte, con tal de que no se los privara de la carne. Dios les concedió su deseo y los dejó comer carne hasta que su glotonería produjo una plaga de la cual murieron muchos de ellos.
Se puede citar ejemplo tras ejemplo para mostrar los efectos que produce el dejarse dominar por el apetito. A nuestros primeros padres les pareció asunto de poca importancia la transgresión del mandamiento de Dios referente a no comer de un árbol que era tan bello en apariencia y cuyo fruto tenía un sabor tan agradable, pero quebrantaron su alianza con Dios y abrieron las puertas a un diluvio de culpabilidad y calamidad que inundó al mundo.
La intemperancia y el crimen
El crimen y la enfermedad han ido en aumento con cada generación. La intemperancia en el comer y el beber, y la indulgencia de las bajas pasiones han embotado las más nobles facultades del hombre. La razón, en vez de dominar, ha sido esclava del apetito en forma alarmante. El apetito creciente por comidas elaboradas se ha complacido hasta que se ha hecho costumbre atiborrar el estómago con toda clase de platillos. El apetito se satisface sin medida en las fiestas de placer. A altas horas de la noche se sirven meriendas sazonadas y cenas compuestas de carnes condimentadas con salsas pesadas, pasteles, helados, te, café, etc. No es de sorprenderse que la gente que practica este tipo de alimentación sea de complexión pálida y sufra de trastornos digestivos.
La naturaleza emitirá su voz de protesta en contra de toda transgresión de las leyes de la vida. Soporta los abusos hasta cierto límite pero la retribución finalmente llega y se deja sentir sobre las facultades físicas y mentales. Y estos efectos negativos no terminan con el transgresor, sino que las consecuencias de su indulgencia son visibles en su descendencia, y así la maldad se transmite de generación a generación. 111
Nuestra juventud carece de control propio
Los jóvenes de la actualidad son un índice seguro del futuro de la sociedad; y al observarlos, ¿qué podemos esperar del futuro? La mayoría prefiere las diversiones antes que el trabajo. Les falta valor moral para negarse a sí mismos y responder al llamado del deber. Carecen de control propio y se dejan dominar por la ira ante la más leve provocación. Muchos viven sin principios y son insensibles a los dictados de su conciencia; y con sus hábitos de ocio y derroche se apresuran a participar en toda suerte de vicios y de este modo corrompen la sociedad, convirtiendo a nuestro mundo en una segunda Sodoma. Si los apetitos y las pasiones estuvieran bajo el control de la razón y la religión nuestra sociedad ofrecería un aspecto completamente diferente. Nunca fue el deseo de Dios que las condiciones actuales existieran. Se han producido debido a la flagrante violación de las leyes de la naturaleza.
El carácter se forma en gran medida durante los primeros años de la existencia. Los hábitos establecidos en la infancia tienen mayor influencia que cualquier don natural en la formación de hombres de gran intelecto o de enanos intelectuales porque los hábitos incorrectos pueden distorsionar y debilitar los mejores talentos. Mientras más temprano en la vida una persona adopte hábitos dañinos, más firmemente será dominada por ellos y más ciertamente afectarán su espiritualidad. Al contrario si se forman hábitos correctos y virtuosos en la juventud generalmente marcarán el rumbo de la vida de quien los posee. En la mayoría de los casos se encontrará que las personas que temen a Dios y hacen lo correcto en sus años ulteriores, aprendieron esa lección antes que el mundo estampara su imagen de pecado en el alma. Los de edad madura generalmente son tan insensibles a nuevas impresiones como la roca endurecida; pero la juventud es impresionable. Este es el tiempo para adquirir 112 los conocimientos que se practicarán diariamente a través de la vida; durante estos años se puede formar fácilmente un carácter correcto; es la época para establecer buenos hábitos, y adquirir y mantener la capacidad del dominio propio. La juventud es el tiempo de la siembra, y la semilla sembrada determina la cosecha para esta vida y la venidera.
La responsabilidad de los padres
El primer objetivo de los padres consistirá en la adquisición de conocimientos relativos a la forma correcta de criar a sus hijos, de tal manera que puedan asegurarles cuerpos y mentes sanos. Se deben practicar los principios de la temperancia en todos los detalles de la vida hogareña.
La negación del yo debe ser enseñada a los hijos y practicada en forma consistente desde la niñez. Enséñeseles a los pequeños que deben comer para vivir y no vivir para comer; que el apetito debe ser controlado por la voluntad y que la voluntad debe ser controlada por un raciocinio inteligente y sereno.
Si los padres han transmitido a sus hijos tendencias que hacen más difícil la labor de educarlos de manera que sean estrictamente temperantes, y que cultiven hábitos puros y virtuosos, ¡cuán solemne es su responsabilidad de contrarrestar esas tendencias recurriendo a todos los medios a su alcance! Con cuánta diligencia debieran luchar para cumplir con su deber hacia sus desafortunados hijos. A los padres se les ha confiado el sagrado deber de salvaguardar la condición física y moral de sus hijos. Las personas que gratifican el apetito de un niño y no le enseñan a controlar sus pasiones, podrán ver después en el esclavo del tabaco, o el bebedor de licor, con los sentidos adormecidos y cuyos labios pronuncian falsedad y profanidad, el terrible error que han cometido.
Es imposible que quienes dan rienda suelta al apetito, alcancen la perfección cristiana. Las sensibilidades morales 113 de los hijos no pueden ser despertadas fácilmente a menos que se ejerza cuidado en la selección de sus alimentos. Muchas madres sirven una mesa que constituye una verdadera trampa para la familia. Carnes, mantequilla, queso, pasteles de difícil digestión, comidas condimentadas y aliños son ingeridos igualmente por viejos y jóvenes. Estas cosas realizan su labor de perturbar el estómago, excitar los nervios y debilitar el intelecto. Los órganos productores de sangre no pueden convertir tales comidas en buena sangre. La grasa cocinada en los alimentos dificulta la digestión. El efecto del queso es dañino. El pan de harina refinada no imparte al sistema los nutrientes que se encuentran en el pan de harina integral. Su uso regular no mantendrá al sistema en óptimas condiciones. Las especias irritan la delicada mucosa del estómago y destruyen su sensibilidad. La sangre se afiebra, y las propensiones animales se despiertan, mientras que las facultades morales e intelectuales se debilitan y llegan a ser dominadas por las más bajas pasiones. La madre debiera aprender a presentar una alimentación sencilla, a la vez que nutritiva, ante su familia. Dios ha provisto al hombre suficientes medios para la satisfacción de un apetito no pervertido; y le ha concedido los productos de la tierra: una abundante variedad de alimentos agradables al paladar y nutritivos para el organismo. Nuestro bondadoso Padre celestial dice que podemos comer libremente de éstos. Las frutas y los granos y vegetales, preparados de una manera sencilla, sin especias ni grasa de ninguna clase, complementados con leche o crema, constituyen el régimen más saludable. Imparten alimento al cuerpo y proporcionan poder de resistencia y vigor del intelecto, no producidos por un régimen estimulante.
Los peligros de comer carne
Las personas que consumen carne en abundancia no siempre poseen un cerebro despejado y un intelecto activo, 114 porque el consumo de carne tiende a causar gordura y entorpece las más finas sensibilidades de la mente. La propensión a las enfermedades se ve aumentada con el consumo de carne. No dudamos al decir que la carne no es esencial para mantener la salud y el vigor.
Los que viven con un régimen mayormente a base de carne no pueden evitar consumir de vez en cuando carnes enfermas en mayor o menor grado. En muchos casos el proceso de preparar los animales para el mercado produce condiciones insalubres. Los cuerpos de estos animales alejados de la luz y del aire puro obligados a respirar la atmósfera de establos sucios, pronto se contaminan con materia en descomposición, y cuando esa carne es ingerida por los seres humanos corrompe la sangre y produce enfermedad. Si la persona ya tenía sangre impura. esta condición se verá grandemente empeorada. Pero son pocos los que pueden ser convencidos de que fue la carne lo que envenenó su sangre y ocasionó su sufrimiento. Muchos mueren de enfermedades causadas directamente por el consumo de carne, pero rara vez se sospecha que ésta sea la causa. Algunos no perciben los efectos inmediatamente, pero esto no es evidencia de que no produce daño. En efecto, la carne puede estar dañando el organismo sin que la víctima lo note.
Aunque el puerco es uno de los artículos más comunes en la alimentación de muchos es uno de los más dañinos. Dios no prohibió a los hebreos que se abstuvieran de comer puerco sólo con el propósito de mostrar su autoridad, sino porque no es un artículo adecuado para consumo humano. Dios no creó al puerco para ser comido bajo ninguna circunstancia. Es imposible que la carne de cualquier criatura sea saludable cuando su elemento natural es la inmundicia y se alimenta de toda cosa detestable.
El propósito principal del hombre no es la gratificación de su apetito. Hay necesidades físicas que deben ser 115 satisfechas; pero ¿es necesario que el ser humano sea dominado por el apetito debido a esto? ¿Será que personas que desean ser santas, puras y perfectas, para que se las pueda presentar ante la sociedad de los ángeles celestiales, continuarán quitándole la vida a las criaturas de Dios para disfrutar de su carne como un lujo? El Señor me ha mostrado que este orden de cosas cambiará y que el pueblo peculiar de Dios ejercerá temperancia en todas las cosas.
La preparación correcta de los alimentos es un deber
Ciertas personas parecen pensar que cualquier cosa que se coma se pierde, que cualquier cosa comida para llenar el estómago, será del mismo beneficio que el alimento preparado inteligentemente y con cuidado. Pero es importante disfrutar del alimento que se come. Si no lo hacemos y sólo comemos mecánicamente, no recibiremos la nutrición apropiada. Nuestros cuerpos están constituidos de lo que comemos; y para formar tejidos de buena calidad, debemos ingerir alimentos apropiados y preparados con tal habilidad que se adapten mejor a las necesidades del organismo. Los que cocinan tienen el sagrado deber de aprender a preparar los alimentos de diferentes formas, de modo que sean al mismo tiempo saludables y agradables al paladar. Los métodos incorrectos de preparar alimentos han causado el desgaste de la energía vital de miles. Debido a esto se pierden más almas de lo que muchos se percatan. Esta falta trastorna el organismo y produce enfermedad. En tales condiciones no se pueden discernir con claridad los asuntos celestiales.
Algunos no aceptan que la preparación apropiada de los alimentos constituya un deber sagrado. Debido a esto no se esfuerzan por aprender. Dejan que el pan se fermente antes de hornearlo, y el bicarbonato de sodio que le añaden para remediar el descuido de la cocinera, lo hace totalmente inadecuado para el estómago humano. Se requieren conocimientos 116 y esmero para hacer buen pan. Pero hay más religión en un buen pan de lo que muchos piensan. El alimento puede ser preparado sencilla y saludablemente, pero se requiere habilidad para hacerlo nutritivo y a la vez agradable al paladar. Para aprender a cocinar, las mujeres deben estudiar, y practicar pacientemente lo aprendido. La gente sufre porque no se han tomado la molestia de aprender. A ellos les digo que es tiempo de despertar sus energías adormecidas y buscar conocimiento. No piensen que desperdician el tiempo al adquirir un conocimiento cabal y práctico en el arte de preparar alimentos saludables y agradables al paladar. No importa cuánta experiencia tenga usted en la cocina, si todavía tiene la responsabilidad de una familia, es su deber aprender a cuidar de ellos adecuadamente. Si es necesario, vaya con una buena cocinera y póngase bajo su instrucción hasta que domine el arte.
Los malos hábitos en el comer destruyen la salud
Los malos hábitos en el comer y el beber destruyen la salud y con ello, la dulzura de la vida. ¡Oh, cuántas veces una buena comida, como se la denomina, se ha consumido en detrimento del sueño y el descanso! Miles, por satisfacer un apetito pervertido, han contraído fiebres u otras enfermedades graves que les han acarreado la muerte. Esos deleites fueron adquiridos a un costo demasiado elevado.
No porque sea incorrecto comer para gratificar un gusto pervertido, debemos ser indiferentes en lo que se refiere a nuestra alimentación. Es un asunto de vital importancia. Nadie debería adoptar un régimen empobrecido. Muchos se hallan debilitados por la enfermedad y necesitan alimentos nutritivos y bien cocinados. Los reformadores de la salud especialmente, deberían evitar cuidadosamente los extremos. El cuerpo necesita ingerir alimento en cantidad suficiente. El Dios que concede el sueño a sus amados, también los ha provisto con alimentos apropiados para mantener el organismo saludable. 117
Muchos ignoran la luz y el conocimiento y sacrifican los principios por ceder al paladar. Comen cuando el organismo no necesita alimentos y lo hacen a intervalos irregulares, porque carecen de fortaleza moral para resistir la inclinación. Como resultado, el estómago recargado se rebela y sólo se produce sufrimiento. La regularidad en el comer es muy importante para la salud de cuerpo y la estabilidad de la mente. Nunca debe ingerirse alimento entre comidas.
Comer muy frecuentemente es una causa de dispepsia
Muchos se permiten la satisfacción del pernicioso deseo de comer justo antes de irse a la cama. Pueden haber ingerido sus alimentos regulares, pero porque experimentan una leve sensación de desfallecimiento piensan que deben tomar un bocadillo. La complacencia de estos deseos malsanos se convierte en un hábito y luego se siente que uno no puede ir a dormir sin comida. En muchos casos este aparente desfallecimiento es producido por los órganos digestivos que han sido sobrecargados durante el día y que tratan de deshacerse de la gran cantidad de alimentos que ha sido depositado en ellos. Estos órganos necesitan un período de descanso total para recobrar sus energías perdidas. Nunca se debe volver a comer antes que el estómago haya tenido la oportunidad de recuperarse después de haber digerido los alimentos. Cuando nos acostamos en la noche, el estómago debiera haber terminado su trabajo de tal manera que, lo mismo que todos los otros órganos del cuerpo, pueda descansar. Pero si se le echa más comida, los órganos digestivos se ponen en movimiento nuevamente y continúan funcionando durante las horas de la noche. Debido a esto el descanso se ve perturbado con pesadillas, y en la mañana la persona se siente fatigada. Cuando se continúa con esta práctica, los órganos digestivos pierden su vigor natural y la persona sufre de digestión difícil. La 118 transgresión de las leyes de la naturaleza no afecta únicamente al transgresor, sino también a otros. El transgresor manifiesta impaciencia y se irrita fácilmente con cualquiera que no está de acuerdo con él. No puede actuar ni hablar con calma. Proyecta una sombra dondequiera que va. Así que ¿cómo puede alguno decir: "Es negocio mío lo que yo coma o beba"?
Peligros que deben evitarse
Es posible comer inmoderadamente, aun cuando se trate de alimentos saludables. No es correcto pensar que sólo porque uno ha descartado el consumo de alimentos dañinos, puede comer la cantidad que se le antoje de alimentos sanos. Comer en demasía, no importa cuál sea la calidad de la comida, es nocivo para el organismo.
Muchos cometen el error de beber agua fría con los alimentos. Los alimentos no deben acompañarse con agua. Ingerida con las comidas, el agua disminuye la producción de saliva; y mientras más fría el agua, más daño le causa al estómago. El agua fría o una limonada fría ingerida con los alimentos retardará la digestión hasta que el organismo haya calentado suficientemente el estómago para que pueda llevar a cabo su labor. Mastique lentamente y permita que la saliva se mezcle con los alimentos.
Mientras mayor la cantidad de líquido ingerido con los alimentos, más difícil se torna la digestión, porque el líquido debe ser absorbido primeramente. Además, los líquidos diluyen los jugos gástricos y retardan así la acción digestiva. No consuma demasiada sal; renuncie a los encurtidos, absténgase de comidas picantes, consuma frutas con los alimentos y la irritación que produce tanta sed, desaparecerá. Pero si algo se necesita para calmar la sed, el agua pura es todo lo que la naturaleza requiere. Nunca tome té, café, cerveza, vino o licor. 119
Coma lentamente *
A fin de asegurar una digestión saludable, los alimentos deben ser comidos lentamente. Los que deseen evitar los trastornos digestivos. conscientes de su deber de mantener todas sus facultades en una condición tal que los capacite para rendir el mejor servicio a Dios, harán bien en recordar este hecho. Si su tiempo para comer es limitado, no trague la comida rápidamente, sino coma menos y mastique lentamente. El beneficio obtenido de los alimentos no depende tanto de la cantidad ingerida, como de su completa digestión; ni la gratificación del paladar depende tanto de la cantidad tragada, como del tiempo que permanece en la boca. La persona que experimenta alguna ansiedad o emoción, o se halla apresurada, haría bien en no comer hasta haberse tranquilizado, porque las facultades vitales, ya alteradas, no pueden abastecer los necesarios jugos digestivos. Muchos, cuando viajan mastican casi constantemente cualquier comestible a su alcance. Esta práctica es perniciosa. Si los viajeros comieran alimentos sencillos y nutritivos a horas regulares, no experimentarían tanto cansancio y se enfermarían menos.
La temperancia en todas las cosas es necesaria a fin de conservar la salud: temperancia en el trabajo y temperancia en la comida y la bebida. Nuestro Padre celestial nos dio la luz de la reforma de la salud a fin de protegernos contra los peligros de un apetito depravado, para que los que aman la pureza y la santidad puedan saber cómo usar con discreción todo lo bueno que Dios les ha provisto, y para que mediante el ejercicio cotidiano de la temperancia puedan ser santificados por la verdad.
En nuestros campamentos debemos tener alimentos nutritivos y saludables, preparados de manera sencilla. No debemos transformar estas ocasiones en banquetes. Si apreciamos las bendiciones de Dios, si nos alimentamos con el 120 Pan de Vida, no nos preocuparemos por gratificar los apetitos. Pregúntese cada uno: ¿Cómo está mi alma? Cuando ésta sea nuestra preocupación, experimentaremos un anhelo tan grande por el alimento espiritual, por algo que imparta fortaleza espiritual, que no nos quejaremos si los alimentos son sencillos.
Dios requiere que el cuerpo le sea ofrecido en sacrificio vivo, no en sacrificio muerto o decadente. Las ofrendas de los hebreos debían ser sin mancha, y ¿será acaso agradable para Dios recibir un sacrificio humano lleno de enfermedad y corrupción? El nos dice que nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo; y nos pide que cuidemos de este templo de tal manera que sea una habitación adecuada para su Espíritu. El apóstol Pablo nos da esta admonición: "Porque comprados sois por precio; glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (1 Corintios 6: 20). Todos deben esmerarse por conservar el cuerpo en la mejor condición física posible, para que puedan ofrecer a Dios un servicio perfecto y llevar a cabo sus deberes tanto en el seno de la familia como en la sociedad. 121
El poder del apetito *
Una de las tentaciones más intensas que el hombre tenga que arrostrar se refiere al apetito. Entre la mente y el cuerpo hay una relación misteriosa y maravillosa. La primera reacciona sobre el último, y viceversa. Mantener el cuerpo en condición de buena salud para que desarrolle su fuerza, para que cada parte de la maquinaria viviente pueda obrar armoniosamente, debe ser el primer estudio de nuestra vida. Descuidar el cuerpo es descuidar la mente. No puede glorificar a Dios el hecho de que sus hijos tengan cuerpos enfermizos y mentes atrofiadas. Complacer el gusto a expensas de la salud es un perverso abuso de los sentidos. Los que participan de cualquier clase de intemperancia, sea en comer o beber, malgastan sus energías físicas y debilitan su poder moral. Experimentarán las consecuencias de la transgresión de la ley física.
El Redentor del mundo sabía que la complacencia del apetito produciría debilidad física y embotaría de tal manera los órganos de la percepción, que no discernirían las cosas sagradas y eternas. Cristo sabía que el mundo estaba entregado a la glotonería y que esta sensualidad pervertiría las facultades morales. Si la costumbre de complacer el apetito dominaba de tal manera a la especie que, a fin de romper su poder, el divino Hijo de Dios tuvo que ayunar casi seis semanas en favor del hombre, ¡qué obra confronta al cristiano para poder vencer como Cristo venció! El poder de la tentación al complacer el apetito pervertido puede medirse únicamente por la angustia indecible de Cristo en aquel largo ayuno en el desierto.
Cristo sabía que a fin de llevar a cabo con éxito el plan de salvación, debía comenzar la obra de redimir al hombre donde había comenzado la ruina. Adán cayó por satisfacer 122 el apetito. A fin de enseñar al hombre su obligación de obedecer a la ley de Dios, Cristo empezó su obra de redención reformando los hábitos físicos del hombre. La decadencia de la virtud y la degeneración de la especie se deben principalmente a la complacencia del apetito pervertido.
Una responsabilidad solemne
A todos, especialmente a los predicadores que enseñan la verdad, incumbe la solemne responsabilidad de vencer en lo tocante al apetito Su utilidad sería mucho mayor si dominasen sus apetitos y pasiones; y sus facultades mentales y morales serían más vigorosas si ellos combinasen el trabajo físico con las actividades mentales. Combinando los hábitos de estricta temperancia con el trabajo mental y físico, lograrían hacer mucho más trabajo, y conservarían la claridad de la mente. Si siguiesen esta conducta, sus pensamientos y palabras fluirían más libremente, sus ejercicios religiosos serían más enérgicos y las impresiones hechas en sus oyentes serían más notables.
La intemperancia en el comer, aunque se trate de alimentos de la debida calidad, tendrá una influencia agotadora sobre el organismo y embotará las emociones más sensibles y santas. La temperancia estricta en el comer y beber es altamente esencial para la sana conservación y el ejercicio vigoroso de todas las funciones del cuerpo. Los hábitos estrictamente temperantes, combinados con el ejercicio de los músculos tanto como de la mente, conservarán el vigor mental y físico y darán fuerza y resistencia a los que se dedican al ministerio, a los redactores y a todos los demás cuyos hábitos sean sedentarios. . .
Efectos de los alimentos estimulantes
La intemperancia comienza en nuestras mesas, con el consumo de alimentos malsanos. Después de un tiempo, 123 por la complacencia continua del apetito, los órganos digestivos se debilitan y el alimento ingerido no satisface. Se establecen condiciones malsanas y se anhela ingerir alimentos más estimulantes. El té, el café y la carne producen un efecto inmediato. Bajo la influencia de estos venenos, el sistema nervioso se excita y, en algunos casos el intelecto parece vigorizado momentáneamente y la imaginación resulta más vívida.
Por el hecho de que estos estimulantes producen resultados pasajeros tan agradables, muchos piensan que los necesitan realmente y continúan consumiéndolos. Pero siempre hay una reacción. El sistema nervioso, habiendo sido estimulado indebidamente, obtuvo fuerzas de las reservas para su empleo inmediato. Todo este pasajero fortalecimiento del organismo va seguido de una depresión. En la misma proporción en que estos estimulantes vigorizan temporalmente el organismo, se producirá una pérdida de fuerzas de los órganos excitados después que el estímulo pasa. El apetito se acostumbra a desear algo más fuerte, lo cual tenderá a aumentar la sensación agradable, hasta que satisfacerlo llega a ser un hábito y de continuo se desean estimulantes más fuertes, como el tabaco, los vinos y licores. Cuanto más se complazca el apetito, tanto más frecuentes serán sus demandas, y más difícil dominarlo. Cuanto más se debilite el organismo y menos pueda pasarlo sin estimulantes antinaturales, tanto más aumentará la pasión por esas cosas, hasta que la voluntad quede avasallada y no tenga ya fuerza para negarse a satisfacer el deseo malsano.
La única conducta segura consiste en no tocar ni probar té, café, vino, tabaco, opio ni bebidas alcohólicas. La necesidad que tienen los hombres de esta generación de invocar en su ayuda el poder de la voluntad fortalecida por la gracia de Dios, a fin de no caer ante las tentaciones de Satanás, y resistir hasta la menor complacencia del apetito pervertido, es dos veces mayor hoy que hace algunas 124 generaciones. Pero la actual tiene menos dominio propio que las anteriores. Los que han complacido su apetencia por estos estimulantes han transmitido sus depravados apetitos y pasiones a sus hijos, y se requiere mayor poder moral para resistir la intemperancia en todas sus formas. La única conducta perfectamente segura consiste en colocarse firmemente de parte de la temperancia y no aventurarse en la senda del peligro.
El principal motivo que tuvo Cristo para soportar aquel largo ayuno en el desierto, fue enseñarnos la necesidad de la abnegación y la temperancia. Esta obra debe comenzar en nuestra mesa, y debe llevarse estrictamente a cabo en todas las circunstancias de la vida. El Redentor del mundo vino del cielo para ayudar al hombre en su debilidad, para que, con el poder que Jesús vino a traerle, lograra fortalecerse para vencer el apetito y la pasión, y pudiese ser vencedor en todo.
Muchos padres educan los gustos de sus hijos y forman su apetito. Les permiten comer carne y beber té y café. Los alimentos a base de carne y altamente sazonados, y el té y café, cuyo consumo algunas madres fomentan en sus hijos, los preparan para desear estimulantes más fuertes, como el tabaco. El uso de éste despierta el deseo de ingerir bebidas alcohólicas; y el consumo de tabaco y bebidas reduce invariablemente la energía nerviosa.
Si las sensibilidades morales de los cristianos se aguzaran en el tema de la temperancia en todas las cosas, podrían, por su ejemplo, y principiando en sus mesas, ayudar a los que tienen poco dominio propio, a los que son casi incapaces de resistir a las instancias de su apetito. Si pudiésemos comprender que los hábitos que adquirimos en esta vida afectarán nuestros intereses eternos, y que nuestro destino eterno depende de que nos habituemos a ser temperantes, lucharíamos para ser estrictamente temperantes en el comer y beber. Por nuestro ejemplo y esfuerzo 125 personales, podemos ser instrumentos para salvar a muchas almas de la degradación de la intemperancia, el crimen y la muerte. Nuestras hermanas pueden hacer mucho en la obra de la salvación de los demás, al poner sobre sus mesas únicamente alimentos sanos y nutritivos. Pueden dedicar su precioso tiempo a educar los gustos y apetitos de sus hijos, a hacerles adquirir hábitos de temperancia en todas las cosas, y a estimular la abnegación y la benevolencia para beneficio de los demás.
Los resultados de la indulgencia
No obstante el ejemplo que Cristo nos dio en el desierto de la tentación al negarse a complacer el apetito y al vencer su poder, son muchas las madres cristianas que, por su ejemplo y por la educación que les dan a sus hijos, los están preparando para que lleguen a ser glotones y bebedores. Con frecuencia se permite a los niños que coman lo que prefieren y cuando quieren, sin tener en cuenta su salud. Son muchos los niños a quienes se educa desde su infancia para que lleguen a ser glotones. Por la complacencia del apetito, padecen de dispepsia desde su tierna infancia. La sensualidad y la intemperancia en el comer se desarrollan y fortalecen con el aumento de vigor. El poder mental y físico es sacrificado por la indulgencia de los padres.
La fidelidad en la práctica de la reforma pro salud *
Estoy encargada de dar a nuestra iglesia entera un mensaje tocante a la reforma pro salud; porque muchos han dejado de ser fieles a sus principios.
El propósito de Dios para sus hijos es que éstos alcancen a la medida de la estatura de hombre y mujeres perfectos en 126 Cristo Jesús. Para ello, deben hacer uso conveniente de todas las facultades de la mente, el alma y el cuerpo. No pueden derrochar ninguna de sus energías mentales o físicas.
El asunto de la conservación de la salud tiene una importancia capital. Al estudiar esta cuestión en el temor de Dios, aprenderemos que, para nuestro mejor desarrollo físico y espiritual, conviene que nos atengamos a un régimen alimentario sencillo. Estudiemos con paciencia esta cuestión. Para obrar atinadamente en este sentido, necesitamos conocimiento y discernimiento. Las leyes de la naturaleza existen, no para ser resistidas, sino acatadas.
Los que han recibido instrucciones acerca de los peligros del consumo de carne, té, café y alimentos demasiado condimentados o malsanos, y quieran hacer un pacto con Dios por sacrificio, no continuarán satisfaciendo sus apetitos con alimentos que saben son malsanos. Dios pide que los apetitos sean purificados y que se renuncie a las cosas que no son buenas. Esta obra debe ser hecha antes que su pueblo pueda estar delante de él como un pueblo perfecto.
La responsabilidad personal
El pueblo remanente de Dios debe ser un pueblo convertido. La presentación de este mensaje debe tener por resultado la conversión y santificación de las almas. El poder del Espíritu de Dios debe hacerse sentir en este movimiento. Poseemos un mensaje maravilloso y precioso; tiene una importancia capital para quien lo recibe, y debe ser proclamado con fuerte voz. Debemos creer con una fe firme y permanente que este mensaje irá cobrando siempre mayor importancia hasta la consumación de los tiempos.
Algunos profesos cristianos aceptan ciertas porciones de los Testimonios como un mensaje de Dios, pero rechazan las que condenan sus costumbres favoritas. Tales personas trabajan para su mengua y la de la iglesia. Es de todo punto 127 esencial que andemos en la luz mientras la tenemos. Los que diciendo creer en la reforma pro salud, niegan sus principios en la vida diaria, causan perjuicio a su alma y producen una impresión desfavorable en la mente de los creyentes y de los no creyentes.
Fortalecidos por la obediencia
Una solemne responsabilidad descansa sobre los que tienen conocimiento de la verdad: la de velar para que sus obras correspondan a su fe, que su vida sea refinada y santificada, y que sean preparados para la obra que debe cumplirse rápidamente en el curso de estos últimos días del mensaje. No tienen ni tiempo ni fuerzas que gastar en la satisfacción de sus apetitos. Estas palabras debieran repercutir con fuerza ahora en nuestros oídos: "Arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; pues que vendrán los tiempos de refrigerio de la presencia del Señor."(Hechos 3: 19.) A muchos de los nuestros les falta espiritualidad y se perderán a menos que se conviertan completamente. ¿Queréis arriesgaros a ello?
Muchos se privan de las ricas bendiciones de Dios por su orgullo y falta de fe. A menos que humillen sus corazones ante el Señor, muchos serán sorprendidos y chasqueados cuando resuene el grito: "He aquí, el esposo viene." (Mateo 25: 6.) Conocen la teoría de la verdad, mas no tienen aceite en sus vasos para sus lámparas. En este tiempo, nuestra fe no debe limitarse a un simple asentimiento, a una simple adhesión al mensaje del tercer ángel. Necesitamos el aceite de la gracia de Cristo para alimentar nuestras lámparas, hacer brillar la luz de la vida e indicar el camino a los que están en tinieblas.
Si no queremos tener una vida religiosa enfermiza, debemos, sin tardanza y con celo, trabajar para nuestra salvación con temor y temblor. Muchos no son en manera alguna fieles a sus votos bautismales. Su celo se ha enfriado por el 128 formalismo, los deseos mundanales, el orgullo y el egoísmo. Algunas veces están emocionados; pero no caen sobre la Roca, Cristo Jesús. No vienen a Dios con corazones quebrantados por el arrepentimiento y la confesión. Aquellos en quienes se produce una verdadera conversión manifestarán los frutos del Espíritu en su vida. Pluguiese a Dios que aquellos que tienen tan poca vida espiritual comprendieran que la vida eterna no puede otorgarse sino a quienes han llegado a ser participantes de la naturaleza divina, y han huido de la corrupción que reina en el mundo por la concupiscencia.
Sólo el poder de Cristo puede obrar, en el corazón y la mente, la transformación que deben experimentar todos los que quieran participar con él de la nueva vida, en el reino de los cielos. "El que no naciere otra vez dice el Salvador no puede ver el reino de Dios."(Juan 3: 3.) La religión proveniente de Dios es la única que nos puede conducir a él. Para servirle convenientemente, es necesario haber nacido del Espíritu divino. Entonces seremos inducidos a velar. Nuestros corazones serán purificados, nuestras mentes renovadas, y recibiremos nuevas aptitudes para conocer y amar a Dios. Obedeceremos espontáneamente a todos sus requerimientos. En eso consiste el culto verdadero.
Dios exige que su pueblo progrese constantemente. Debemos aprender que la satisfacción de nuestros apetitos es el mayor obstáculo que se oponga a nuestro progreso intelectual y a la santificación del alma. No obstante todo lo que profesamos en lo que concierne a la reforma pro salud, algunos de entre nosotros se alimentan mal. El halago de los apetitos es la causa principal de la debilidad física y mental, del agotamiento y de las muertes prematuras. Toda persona que busca la pureza de la mente debe recordar que en Cristo hay un poder capaz de dominar los apetitos. 129
Los alimentos a base de carne
Si pudiese beneficiarnos el satisfacer nuestro deseo de comer carne, no os dirigiría esta súplica; pero sé que ello es imposible. Los alimentos preparados a base de carne perjudican a la salud física, y debemos aprender a vivir sin ellos. Los que están en situación de poder seguir un régimen vegetariano, pero prefieren seguir sus propias inclinaciones en este asunto, comiendo y bebiendo como quieren, irán descuidando gradualmente la instrucción que el Señor ha dado tocante a otras fases de la verdad presente, perderán su percepción de lo que es verdad y segarán con toda seguridad lo que hayan sembrado.
Se me ha mostrado que no debe servirse a los alumnos de nuestros colegios carne ni otros productos reconocidos como dañinos para la salud. Ninguna cosa que pudiera hacer apetecer estimulantes debe ser colocada sobre la mesa. Al decirlo, me dirijo tanto a los jóvenes como a los adultos y a los ancianos. Absteneos de las cosas que puedan dañaros. Servid al Señor con sacrificio.
Los niños deben participar con inteligencia en esta obra. Todos somos miembros de la familia del Señor; y él quiere que sus hijos ancianos y jóvenes resuelvan sacrificar sus apetitos y economizar el dinero necesario para construir capillas y sostener a los misioneros.
Estoy comisionada para decir a los padres: Colocaos enteramente, alma y espíritu, del lado del Señor en este asunto. Debemos recordar en estos días de prueba que estamos en juicio delante del Señor del universo. ¿No renunciaréis a las costumbres que os causan daño? Las palabras valen poco; mostrad por vuestros actos de abnegación que queréis obedecer a las órdenes que el Señor da a su pueblo peculiar. Luego, colocad en la tesorería una parte del dinero economizado por medio de vuestro renunciamiento, y habrá recursos para proseguir la obra de Dios. 130
Algunos piensan que no pueden vivir sin comer carne; pero si quisieran ponerse de parte del Señor, decididos a andar resueltamente en la senda en que él nos ha guiado, recibirían fuerza y sabiduría como Daniel y sus compañeros. Dios les daría entendimiento sano. Muchos se sorprenderían al ver cuánto podrían economizar para la causa de Dios mediante actos de renunciamiento. Las sumitas ahorradas por actos de sacrificio contribuirán más para edificar la causa de Dios que las donaciones cuantiosas que no son el fruto de la abnegación.
Los adventistas del séptimo día transmiten verdades trascendentales. Hace más de cuarenta años que el Señor nos dio luces especiales sobre la reforma pro salud; pero, ¿cómo seguimos en esa luz? ¡Cuántos hay que han rehusado poner su vida en armonía con los consejos de Dios! Como pueblo, debiéramos realizar progresos proporcionales a la luz que hemos recibido. Es deber nuestro comprender y respetar los principios de la reforma pro salud. En el asunto de la temperancia, deberíamos dejar muy atrás a todos los demás; sin embargo, hay en nuestras iglesias miembros a quienes las instrucciones no han faltado, y hasta predicadores, que demuestran poco respeto por la luz que Dios nos ha dado tocante a este asunto. Comen según sus gustos y trabajan como mejor les parece.
Colóquense los maestros y directores de nuestra obra firmemente sobre el terreno bíblico en lo que se refiere a la reforma pro salud, y den un testimonio definido a los que creen que vivimos en los últimos tiempos de la historia de este mundo. Debe haber una línea de separación entre los que sirven a Dios y los que se complacen a sí mismos.
Se me ha mostrado que los principios que nos fueron dados en los primeros días de este mensaje no han perdido su importancia y debemos tenerlos en cuenta tan concienzudamente como entonces. Hay algunos que jamás han seguido la luz dada en cuanto al régimen. Ya es tiempo de 131 sacar la luz de debajo del almud para que resplandezca con toda su fuerza.
Los principios del sano vivir tienen una gran importancia para nosotros como individuos y como pueblo. Cuando me llegó el mensaje de la reforma pro salud, yo era débil y predispuesta a frecuentes desmayos. Suplicaba al Señor que me ayudara, y él me presentó el vasto plan de la reforma pro salud. Me mostró que los que guardan sus mandamientos deben entrar en una relación sagrada con él y, por la temperancia en el comer y el beber, guardar su mente y su cuerpo en las condiciones más favorables para servirle. Esta luz fue una gran bendición para mí. Me decidí en favor de la reforma pro salud sabiendo que el Señor me fortificaría. Actualmente, no obstante mi edad, gozo de mejor salud que cuando era joven.
Algunos aseveran que no he seguido los principios de la reforma pro salud conforme los ha preconizado mi pluma; pero puedo afirmar que he practicado fielmente dicha reforma. Los miembros de mi familia saben que ello es verdad.
"Todo a gloria de Dios"
No prescribimos un régimen definido, pero decimos que en los países donde abundan las frutas, los cereales y las nueces, la carne no es el alimento adecuado para el pueblo de Dios. Se me ha indicado que la carne propende a animalizar la naturaleza, a despojar a los hombres y mujeres del amor y la simpatía que debieran sentir por cada cual, y hace predominar las pasiones bajas sobre las facultades más elevadas del ser. Si el comer carne fue alguna vez saludable, no lo es ahora. Los cánceres y tumores y las enfermedades pulmonares se deben mayormente a la costumbre de comer carne.
No hacemos del consumo de la carne una condición para la admisión de los miembros, pero debiéramos considerar la influencia que ejercen sobre otros los creyentes profesos 132 que usan carne. Como mensajeros de Dios, ¿no diremos al pueblo: "Si pues coméis, o bebéis o hacéis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios"? (1 Corintios 10: 31) ¿No daremos un testimonio decidido contra la complacencia del apetito pervertido? ¿Quiere cualquiera de los que son ministros del Evangelio y que proclaman la verdad más solemne que haya sido dada a los mortales, dar el ejemplo de volver a las ollas de Egipto? ¿Quieren los que son sostenidos por el diezmo de la tesorería de Dios permitir que la gula envenene la corriente vital que fluye por sus venas? ¿Harán caso omiso de la luz y las amonestaciones que Dios les ha dado? La salud del cuerpo debe considerarse como esencial para el crecimiento en la gracia y la adquisición de un carácter templado. Si no se cuida debidamente el estómago, será trabada la formación de un carácter moral íntegro. El cerebro y los nervios están en relación íntima con el estómago. De los errores practicados en el comer y beber resultan pensamientos y hechos erróneos.
Todos somos probados en este tiempo. Hemos sido bautizados en Cristo; y si estamos dispuestos a separarnos de todo aquello que tienda a degradarnos y a hacernos lo que no debemos ser, recibiremos fuerza para crecer en Cristo, nuestra cabeza viviente, y veremos la salvación de Dios.
Sólo cuando demostremos ser inteligentes tocante a los principios de una vida sana, podremos discernir los males que resultan de un régimen alimentario impropio. Aquellos que, habiéndose impuesto de sus errores, tengan el valor de modificar sus costumbres, encontrarán que la reforma exige luchas y mucha perseverancia. Pero una vez que hayan adquirido gustos sanos, verán que el consumo de la carne, en el que antes no veían mal alguno, preparaba lenta pero seguramente la dispepsia y otras enfermedades.
Padres y madres, orad y velad. Guardaos mucho de la intemperancia en cualquiera de sus formas. Enseñad a vuestros hijos los principios de una verdadera reforma pro 133 salud. Enseñadles lo que deben evitar para conservar la salud. La ira de Dios ha comenzado ya a caer sobre los rebeldes. ¡Cuántos crímenes, cuántos pecados y prácticas inicuas se manifiestan por todas partes! Como denominación, debemos preservar con cuidado a nuestros hijos de toda compañía depravada.
Enseñemos los principios de la salud
Deben hacerse más esfuerzos para enseñar a la gente los principios de la reforma pro salud. Deberían instituirse clases culinarias para dar a las familias instrucciones tocante al arte de preparar alimentos sanos. Las personas jóvenes y las de edad adulta deberían aprender a cocinar con más sencillez. En todo lugar donde la verdad sea presentada, debe enseñarse a la gente a preparar alimentos de un modo sencillo a la vez que apetitoso. Debe demostrársele que un régimen nutritivo puede ser alcanzado sin hacer uso de la carne.
Enseñad a la gente que más vale prevenir que curar. Nuestros médicos, como sabios educadores, deberían prevenir a cada uno contra la satisfacción de apetitos desordenados y mostrar que el único medio de evitar la ruina del cuerpo y de la mente consiste en abstenerse de las cosas que Dios prohibió.
Se requiere mucho tacto y juicio para ordenar un régimen nutritivo destinado a reemplazar el que seguían antes las personas que aprenden a seguir la reforma pro salud. Se necesita fe en Dios, una voluntad firme y el deseo de ser útiles. Un régimen deficiente arroja descrédito sobre la reforma pro salud. Somos mortales, y debemos proveer a nuestros cuerpos una alimentación fortificante.
Los extremismos en la alimentación
Algunos de nuestros miembros se abstienen concienzudamente de alimentos que no son higiénicos, pero no 134 suministran a su organismo los elementos que necesita para sustentarse. Los que llevan al extremo la reforma pro salud corren el riesgo de preparar alimentos insípidos y que no satisfagan. Los alimentos deben ser preparados de modo que sean apetitosos y nutritivos. No debe despojárselos de lo que nuestro organismo necesita. Yo hago uso de un poco de sal y siempre lo he hecho, porque la sal, lejos de ser nociva, es indispensable para la sangre. Las legumbres debieran hacerse más agradables aderezándolas con un poco de leche o crema, o su equivalente.
Si bien se han dado advertencias con relación a los peligros de enfermedad que derivan de la mantequilla y al mal que ocasiona el uso copioso de huevos por parte de las criaturas, no debe considerarse como violación de nuestros principios el consumo de huevos provenientes de gallinas bien cuidadas y convenientemente alimentadas. Los huevos contienen ciertos principios que obran eficazmente contra determinados venenos.
Algunos, al abstenerse de leche, huevos y mantequilla, no proveyeron a su cuerpo una alimentación adecuada y como consecuencia se han debilitado e incapacitado para el trabajo. De esta manera, la reforma pro salud ha sido desacreditada. La obra que nos hemos esforzado por levantar sólidamente se confunde con las extravagancias que Dios no ha ordenado, y las energías de la iglesia se ven estorbadas. Pero Dios intervendrá para contrarrestar los resultados de ideas tan extremistas. El propósito del Evangelio es reconciliar a la raza pecaminosa. Debe llevar a pobres y ricos a los pies de Jesús.
Llegará el tiempo cuando tal vez tengamos que dejar algunos de los alimentos que usamos ahora, como la leche, la crema y los huevos; pero no necesitamos crearnos dificultades por restricciones prematuras y exageradas. Esperemos que las circunstancias lo exijan y que el Señor prepare el camino. 135
Los que quieran proclamar con éxito los principios de la reforma pro salud deben tomar la Palabra de Dios como su guía y consejera. Sólo procediendo así podrán ocupar una posición ventajosa. No contrarrestemos la reforma pro salud al no reemplazar por manjares sanos y agradables los alimentos nocivos que hemos abandonado. En manera alguna debe fomentarse el uso de estimulantes. Comamos solamente alimentos sencillos y sanos, y demos gracias a Dios constantemente por los principios de la reforma pro salud. Seamos fieles e íntegros en todas las cosas y alcanzaremos preciosas victorias.
Diferentes regímenes en diferentes países
Mientras combatimos la glotonería y la intemperancia, debemos tener en cuenta las condiciones a las que la familia humana está sujeta. Dios ha suplido las necesidades de los que viven en las diferentes partes del mundo. Los que quieran colaborar con Dios deben reflexionar con cuidado antes de especificar qué alimentos deben consumirse o dejarse a un lado. Es necesario tratar con las poblaciones. Si la reforma pro salud se enseñara en su forma extremada a los que no pueden adoptarla por las circunstancias especiales en que se encuentran, de ello resultaría más mal que bien. Se me ha encargado que mientras predico el Evangelio a los pobres les aconseje que coman lo que es más nutritivo. No puedo decirles: "No debéis comer huevos ni leche ni crema, no debéis usar mantequilla al preparar vuestros alimentos". El Evangelio debe ser predicado a los pobres, pero todavía no ha llegado el momento de prescribir el régimen más estricto.
Una palabra a los vacilantes
Los predicadores que se sienten libres para satisfacer sus apetitos están lejos del ideal. Dios quiere que practiquen la reforma pro salud. Quiere que adapten su vida a la luz que 136 nos dio a este respecto. Me entristece ver que aquellos que debieran ser celosos por los principios de la salud no han aceptado todavía la manera correcta de vivir. Ruego a Dios que les haga comprender que están sufriendo una gran pérdida. Si las cosas fuesen lo que debieran ser entre las familias que componen la iglesia, podríamos duplicar nuestro trabajo en favor del Señor.
Para obtener y conservar la pureza, los adventistas del séptimo día deben tener el Espíritu Santo en sus corazones y en sus familias. El Señor me ha mostrado que cuando el Israel de hoy se humille delante de él y quite toda inmundicia del templo de su alma, Dios escuchará sus oraciones en favor de los enfermos y dará eficacia a los remedios empleados contra la enfermedad. Cuando el agente humano haga con fe cuanto pueda para combatir la enfermedad por los sencillos métodos de tratamiento que Dios indicó, el Señor bendecirá estos esfuerzos.
Si después de haberle sido dada tanta luz, el pueblo de Dios continúa fomentando sus malas costumbres y sigue complaciendo sus apetitos en oposición a la reforma, sufrirá las consecuencias inevitables de la transgresión. Dios no salvará milagrosamente de las consecuencias de sus faltas a aquellos que están resueltos a satisfacer a toda costa su apetito pervertido. Les advirtió: "En dolor seréis sepultados" (Isaías 50: 11).
Los presuntuosos que dicen: "El Señor me ha sanado; no tengo necesidad de restringir mi alimentación; puedo comer y beber según me plazca", necesitarán muy pronto, en su cuerpo y en su alma, el poder sanador de Dios. El hecho de que el Señor os haya curado misericordiosamente no es una razón para pensar que podéis seguir las prácticas del mundo. Obedeced a la orden que Cristo daba después de sus curaciones: "Vete, y no peques más" (Juan 8: 11). El apetito no debe ser vuestro dios.
El Señor prometió al antiguo Israel que lo preservaría de 137 todas las enfermedades con que había afligido a los egipcios, si tan sólo quería permanecer en él y hacer todo lo que le exigiera; pero su promesa tenía la obediencia por condición. Si los israelitas hubiesen seguido las instrucciones dadas y sacado provecho de sus ventajas, hubiesen llegado a ser una lección objetiva para el mundo, por su salud y su prosperidad. Los israelitas no realizaron el propósito divino y perdieron así las bendiciones que les eran reservadas. Sin embargo, en José y en Daniel, en Moisés y en Elías, como en otros muchos casos, tenemos nobles ejemplos de los resultados que pueden obtenerse viviendo conforme a las verdaderas normas. La misma fidelidad producirá hoy día los mismos resultados. A nosotros se aplican estas palabras: "Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable" (1 Pedro 2: 9).
¡Cuán numerosos son los que se privan de las ricas bendiciones que Dios les reservaba en lo que se refiere a la salud y los dones espirituales! Muchas almas hay que luchan para alcanzar grandes victorias ya bendiciones especiales para poder cumplir grandes hechos. para alcanzar su propósito, creen que es necesario agotarse en oraciones y lágrimas. Cuando esas personas escudriñen las Escrituras con oración, para conocer la expresa voluntad de Dios, y luego la cumplan de todo corazón y sin ninguna reserva o complacencia propia, entonces hallarán descanso. Sus angustias, sus lágrimas y sus luchas no les procurarán el descanso que anhelan. Ellas deben hacer la entrega completa de su personalidad. Deben hacer lo que les venga a mano, apropiándose la abundante gracia que Dios promete a los que oran con fe.
"Si alguno quiere venir en pos de mí dijo Jesús, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame" (Lucas 9: 23). Sigamos al Salvador en su sencillez y abnegación. 138
Exaltemos al Hombre del Calvario por la palabra y por una vida santa. El Señor se allega muy cerca de aquellos que se consagran a él. Si hubo tiempo cuando fue necesario que el Espíritu de Dios obrase en nuestro corazón y en nuestra vida, es ahora. Aferrémonos a esta divina potencia para vivir una vida de santidad y abnegación.
Participante de la naturaleza divina
Jesús confió en la sabiduría y fuerza de su Padre celestial. Declara: "Jehová el Señor me ayudará; por tanto no he sido abochornado;... y que sé que no seré avergonzado.... He aquí que Jehová me ayudará". Llamando la atención a su propio ejemplo, él nos dice: "¿Quién hay de entre vosotros que teme a Jehová,. . . que anda en tinieblas y no tiene luz? ¡Confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios!"
"Viene el príncipe de este mundo dice Jesús; mas no tiene nada en mí". No había en él nada que respondiera a los sofismas de Satanás. El no consintió en pecar. Ni siquiera por un pensamiento cedió a la tentación. Así también podemos hacer nosotros. La humanidad de Cristo estaba unida con la divinidad. Fue hecho idóneo para el conflicto mediante la permanencia del Espíritu Santo en él. Y él vino para hacernos participantes de la naturaleza divina. Mientras estemos unidos con él por la fe, el pecado no tendrá dominio sobre nosotros. Dios extiende su mano para alcanzar la mano de nuestra fe y dirigirla a asirse de la divinidad de Cristo, a fin de que nuestro carácter pueda alcanzar la perfección. El Deseado de todas las gentes, págs. 98-99 (1898). 139
Resultados de rechazar la luz
La enfermedad que ha visitado a muchas familias en ________ no habría ocurrido si ellos hubieran obedecido la luz que Dios les ha dado. Lo mismo que el antiguo Israel, rechazaron la luz y no vieron la necesidad de restringir su apetito. Los hijos de Israel deseaban la carne y lo mismo que muchos en la actualidad, decían: "Sin carne, moriremos". Dios les dio carne a los israelitas rebeldes, pero su maldición iba con ella. Miles de ellos murieron con la carne que tanto habían deseado aun entre sus dientes. El ejemplo del antiguo Israel constituye una advertencia a no hacer lo que ellos hicieron... ¿Cómo podemos ser tan indiferentes, y escoger nuestro propio camino, para andar tras la vista de nuestros ojos, y apartarnos más y más de Dios como lo hicieron los hebreos? Dios no puede realizar grandes cosas en favor de su pueblo debido a la dureza de corazón y la incredulidad pecaminosa de ellos.
Dios no hace acepción de persona, pero en cada generación los que temen al Señor y obran píamente son aceptados por él, mientras que los murmuradores, incrédulos y rebeldes, no obtendrán su favor ni las bendiciones prometidas a los que aman la verdad y caminan en ella. Los que han recibido la luz y no la siguen, hallarán que sus bendiciones se convertirán en maldiciones y sus misericordias en juicios. Dios quisiera que aprendiéramos a ser humildes y obedientes al leer la historia del Israel antiguo, su pueblo escogido, pero que se destruyó a sí mismo al seguir sus propios caminos. Testimonies for the Church, tomo 3, págs. 171-172 (1872). 140
Fidelidad a las leyes de salud
Estoy convencida de que nadie necesita enfermarse en ocasión de un congreso, si observan las leyes de salud al preparar los alimentos. Si no hacen tortas ni pasteles, sino que preparan sencillo pan de harina de trigo entero, y se alimentan de fruta, enlatada o seca. no necesitan enfermarse al prepararse para las reuniones, ni tampoco durante las reuniones. Nadie debiera pasar todo el congreso sin alimentos calientes. . .
No es necesario que los hermanos y las hermanas se enfermen en el campamento. Si se visten en forma adecuada, de acuerdo con el fresco de la mañana y de la noche, y son cuidadosos en cambiar su vestimenta de acuerdo con los cambios de temperatura para preservar una correcta circulación, y observan estrictamente la regularidad en el sueño y en la ingestión de alimentos sencillos, no comiendo nada entre comidas, no necesitan enfermarse... Los que han estado ocupados en duras faenas día tras día, ahora interrumpen su ejercicio; por lo tanto no debieran ingerir el promedio habitual de alimentos. Si así lo hacen, recargarán el estómago. Deseamos que las facultades del cerebro funcionen con vigor especial en estas reuniones y que estén en las condiciones más saludables para oír la verdad, apreciarla, y retenerla, para que otros puedan practicarla después de regresar de las reuniones. Si el estómago está recargado con exceso de alimentos, aunque sean sencillos, la fuerza del cerebro se usará para ayudar a los órganos digestivos. Hay una sensación de embotamiento en el cerebro. Es casi imposible mantener los ojos abiertos. Las mismas verdades que debieran oírse, comprenderse y practicarse se pierden completamente por causa del malestar o porque el cerebro está casi paralizado como consecuencia de la cantidad de alimentos ingeridos. Testimonies for the Church, tomo 2, págs. 602-603 (1871). 141
Cocina sana *
Muchos no lo consideran un deber, y por esta razón ni siquiera hacen un esfuerzo por cocinar su comida en forma apropiada. Esto se puede lograr en una forma tan sencilla, saludable y fácil, sin el uso de manteca, mantequilla o carne. La pericia debe ir unida con la simplicidad. para lograr esto, las mujeres deben leer, y luego con mucha paciencia deben emplear en la práctica lo que han leído. Muchos sufren por no tomarse la molestia de hacer esto. A los tales les digo: Es tiempo que despierten sus energías latentes y se pongan a leer. Aprendan a cocinar con sencillez, y a la vez de tal manera que puedan lograr platillos sabrosos y saludables.
Puesto que es equivocado cocinar sólo para gratificar el gusto o el apetito, nadie debiera pensar que una dieta empobrecida es correcta. Muchos están debilitados por la enfermedad y necesitan una dieta sustanciosa, nutritiva y bien cocinada. Muchas veces encontramos que el pan integral nos cae pesado, no está bien cocido y tiene un sabor amargo. Esto es el resultado de la falta de interés por aprender y por realizar bien la importante tarea de cocinar. A veces encontramos unos bizcochos de harina gruesa, o bollos blandos, secos, a medio hornear, y otras cosas por el estilo. Luego, algunas personas que cocinan les dirán que son muy hábiles en el estilo antiguo de cocinar, pero en realidad, a sus familias no les gusta el pan integral; y se morirían de hambre si lo tuvieran que comer como parte regular de su dieta.
Muchas veces me he dicho a mí misma que eso no me sorprende en lo más mínimo. Es la forma de preparar los alimentos lo que los hace tan desabridos. Tener que comer estos alimentos, seguramente produciría dispepsia. 142
Estas pobres personas que cocinan y los que tienen que comer sus platillos, podrán decir con toda seriedad que la reforma pro salud no les asienta bien. El estómago no tiene la capacidad de transformar pan mal hecho, pesado y amargo, en buen pan; pero este tipo de pan, sí tiene el poder de convertir un estómago saludable a uno enfermo. Los que comen este tipo de alimento, saben que se están debilitando. ¿Cuál será la razón? Algunas de estas personas se consideran reformadores de la salud, pero no lo son. No saben cocinar. Preparan pasteles, papas y pan integral, pero todo es lo mismo. No hay variación, y no se fortalece el organismo. Creen que es una pérdida de tiempo el dedicarse a obtener una experiencia más completa en la preparación de alimentos saludables y sabrosos.
Aprendan a cocinar
Con frecuencia nuestras hermanas no saben cocinar. A las tales quiero decirles: Yo iría a la mejor cocinera que se pudiera hallar en el país, y permanecería a su lado si fuese necesario durante semanas, hasta llegar a dominar el arte de preparar los alimentos, y ser una cocinera inteligente y hábil. Obraría así aunque tuviese cuarenta años de edad. Es vuestro deber saber cocinar, y lo es también enseñar a vuestras hijas a cocinar. Cuando les enseñáis el arte culinario, edificáis en derredor de ellas una barrera que las guardará de la insensatez y el vicio que de otra manera podría tentarlas. Yo aprecio a mi costurera y a mi copista; pero mi cocinera, que sabe preparar el alimento que sostiene la vida y nutre el cerebro, los huesos y los músculos, ocupa el puesto más importante entre los ayudantes de mi familia. Testimonies for the Church, tomo 2, pág. 370 (1869). 143
Un talento esencial *
Es un deber religioso de los que se ocupan de la tarea de cocinar, aprender a preparar alimentos saludables en maneras diferentes, para que puedan ser ingeridos con gozo. Las madres deben enseñar a sus hijos a cocinar. ¿Cuál otro aspecto de la educación de una joven podría recibir tanta importancia como éste? La alimentación tiene que ver con la vida. Los alimentos mal cocinados, escasos y empobrecidos, deterioran constantemente la sangre, al debilitar los órganos que la producen. Es de suma importancia que se considere el arte culinario como una de las fases más importantes de la educación. Existen pocas personas que realmente sean buenas cocineras. Las jóvenes consideran que llegar a ser cocineras es como rebajarse a un oficio menor. Esto no es así. No observan el asunto desde el ángulo adecuado. El conocimiento de cómo preparar alimentos saludables, especialmente pan, no es una ciencia cualquiera...
Las señoritas deben ser instruidas concienzudamente en el arte de cocinar. Cualesquiera que sean las circunstancias por las cuales atraviesen en la vida, siempre podrán utilizar este conocimiento en forma práctica. Es una rama de la educación, con una influencia más directa sobre la vida humana, especialmente sobre la de nuestros seres queridos. Muchas esposas y madres que no han tenido la educación correcta y carecen de habilidades culinarias, diariamente dan a sus familias alimentos mal preparados, que destruyen implacablemente los órganos digestivos, producen sangre de mala calidad y acarrean frecuentemente ataques agudos de enfermedades inflamatorias y causan una muerte prematura.
Muchos han descendido a la tumba por comer pan agrio y 144 pesado. Se me relató el caso de una sirvienta que hizo pan agrio. Como le quedó pesado, quiso deshacerse de él y ocultar el problema, de modo que les dio la masa a un par de puercos muy grandes. Al día siguiente el dueño de casa encontró a sus puercos muertos. Entonces hizo algunas averiguaciones y la muchacha confesó lo que había hecho. Nunca pensó en el efecto que tal pan tendría sobre los puercos. Si un pan agrio pudo matar a los puercos, aunque estos animales son capaces de devorar víboras de cascabel y casi cualquier cosa detestable, ¿qué efecto tendrá sobre un órgano tan delicado, como el estómago humano?
Cada niña y mujer cristiana tienen el deber sagrado de aprender inmediatamente a hacer buen pan, dulce y liviano, preparado con harina de trigo integral no refinada. Las madres deben llevar a sus hijas a la cocina desde una edad temprana y enseñarles el arte de cocinar. La madre no puede esperar que sus hijas comprendan los secretos de las artes domésticas sin educación. Debe instruirlas pacientemente y con amor, haciendo el trabajo tan agradable como le sea posible, con un rostro alegre y palabras de aprobación. Si fracasan una, dos o tres veces, no las debe censurar. El desánimo ya ha comenzado y se sienten tentadas a decir: "No vale la pena, no puedo hacerlo". Este no es el momento de censurar. El fracaso ha hecho que su voluntad comience a debilitarse. Necesitan el ánimo de palabras de esperanza y aliento, tales como: "No te preocupes por los errores que has hecho. Estás aprendiendo y es de esperar que cometas errores. Inténtalo de nuevo; concéntrate en lo que haces; sé cuidadosa y ciertamente aprenderás".
Muchas madres no se dan cuenta de la importancia de esta rama de conocimiento y en vez de preocuparse por instruir a sus hijos y soportar sus errores mientras aprenden, prefieren hacer el trabajo ellas mismas. Cuando sus hijas cometen un error, las sacan de la cocina diciéndoles: "No vale la pena, tú no puedes hacer nada bien. Me estorbas más de lo que me ayudas". 145
De esta manera los primeros esfuerzos de las que quieren aprender son rechazados y su interés y entusiasmo son enfriados de tal manera que temen intentar de nuevo, y tratarán de coser, tejer y limpiar casas pero nunca cocinar. . .
Las madres deben llevar consigo a sus hijas a la cocina y educarlas pacientemente. Su constitución física mejorará gracias a este trabajo; sus músculos se fortalecerán, y sus meditaciones serán más saludables y 
elevadas al final del día. Podrán sentirse cansadas, pero ¡qué dulce es el descanso después de una cantidad adecuada de trabajo! El sueño, ese dulce restaurador de la naturaleza, vigorizará al cuerpo cansado y lo preparará para los deberes del día siguiente. No les diga a sus hijos que no importa si trabajan o no. Enséñeles que usted necesita de su ayuda, que su tiempo es de valor y que depende del trabajo de ellos.
Pan perjudicial
A veces, durante mis ausencias de casa, sabía que el pan y el alimento en general que había sobre la mesa me iban a perjudicar; pero me veía obligada a comer un poco para sustentar la vida. Es un pecado a los ojos del cielo ingerir tales alimentos. He sufrido por falta de alimento apropiado. para un estómago dispéptico, podéis colocar sobre vuestras mesas frutas de diferentes clases, pero no demasiadas en una comida. De esta manera podéis tener variedad y alimentos de buen gusto, y después de comer os sentiréis bien... Testimonies for the Church, tomo 2, pág. 373 (1869).
Hay que cambiar el régimen
Las personas acostumbradas a complacer su apetito por la carne, las salsas muy sazonadas y una variedad de pasteles grasosos y conservas, no pueden disfrutar inmediatamente de un régimen nutritivo saludable y sencillo. Tienen el 146 gusto tan pervertido que no apetecen una alimentación saludable compuesta de frutas, pan y vegetales. No deben esperar que al principio sean capaces de disfrutar de alimentos tan diferentes de los que acostumbran consumir. Si no pueden gustar de la comida sencilla, debieran ayunar hasta que lo logren. Ese ayuno les será de mayor beneficio que la medicina, porque de ese modo el estómago recargado hallará el descanso que tanto necesitaba; el hambre verdadera puede ser satisfecha con una alimentación sencilla.
Le tomaría tiempo al paladar para recuperarse de los abusos a que ha sido sometido y recobrar su estado natural. Pero la insistencia en el control del modo de comer y beber hará que los alimentos saludables y sencillos sean agradables al paladar y pronto serán ingeridos con mayor satisfacción de la que disfruta un gastrónomo al comer sus platillos suculentos. Entonces el estómago no se verá afiebrado ni sobrecargado con carnes, sino que se mantendrá en condición saludable y realizará con facilidad su labor. Esta obra de reforma no debe tardar. Se necesita realizar un esfuerzo para conservar cuidadosamente la fortaleza de las facultades vitales, eliminando toda carga abrumadora. Tal vez el estómago nunca recobre la salud, pero un régimen adecuado evitará una mayor debilidad y muchos se recuperarán parcialmente, a menos que hayan ido demasiado lejos en su autodestrucción por causa de la glotonería.
Una combinación dañina *
Acerca de la leche y el azúcar, diré lo siguiente: Conozco personas que se han asustado por la reforma pro salud, y han dicho que no querían saber nada de ella, porque hablaba contra el uso copioso de estas cosas. Los cambios deben hacerse con gran cuidado; y debemos obrar cautelosa 147 y sabiamente. Necesitamos seguir una conducta que nos recomiende a los hombres y mujeres inteligentes del país. Las grandes cantidades de leche y azúcar ingeridas juntas son perjudiciales. Comunican impurezas al organismo... El azúcar recarga el organismo y estorba el trabajo de la máquina viviente.
Hubo un caso en el Condado de Montcalm, Michigan, al que me voy a referir. Esta persona era un hombre noble. Medía un metro ochenta y tenía un aspecto agradable. Me llamaron a visitarlo porque estaba enfermo. Antes había conversado con él con respecto a su modo de vivir. "No me gusta el aspecto de sus ojos," le dije. Consumía grandes cantidades de azúcar. Le pregunté por qué lo hacía. Contestó que había abandonado la carne, y que no sabía qué otra cosa podía reemplazarla mejor que el azúcar.
Algunos de vosotros enviáis a vuestras hijas, que son casi mujeres, a la escuela a aprender ciencias antes de saber cocinar, cuando esto debiera ser considerado como de primera importancia. He aquí una mujer que no sabía cocinar; no había aprendido cómo preparar comida saludable. La esposa y madre era deficiente en este aspecto de su educación; y como resultado, como el alimento mal preparado no era suficiente para satisfacer las exigencias del organismo, se comía azúcar sin moderación, lo que enfermaba el organismo. . .
Cuando fui a ver a este hombre enfermo traté de explicarle del mejor modo posible cómo mejorar su situación, y pronto comenzó a sentirse mejor. Pero imprudentemente se esforzó más allá de sus posibilidades, comió alimentos en poca cantidad pero de baja calidad, y se enfermó nuevamente. Esta vez no hubo remedio. Su organismo parecía una masa viviente de corrupción. Murió víctima de una alimentación deficiente. Trató de que el azúcar ocupara el lugar de la buena alimentación, y esto sólo empeoró las cosas. Con frecuencia me siento a las mesas de los hermanos y 148 veo que usan grandes cantidades de leche y azúcar. Estas recargan el organismo, irritan los órganos digestivos y afectan el cerebro. Cualquier cosa que estorba el movimiento activo del organismo, afecta muy directamente al cerebro. Y por la luz que me ha sido dada, sé que el azúcar, cuando se usa copiosamente, es más perjudicial que la carne.
Alimentos desabridos
Conozco familias que han cambiado de un régimen a base de carne a otro deficiente. Su alimento está tan mal preparado que repugna al estómago; y estas personas me han dicho que la reforma pro salud no les sienta bien, pues están perdiendo su fuerza física. Esta es una razón por la cual algunos no han tenido éxito en sus esfuerzos para simplificar su alimentación. Siguen un régimen pobre. Preparan sus alimentos sin esmero ni variación. No debe haber muchas clases de alimentos en una comida, pero cada comida no debe estar compuesta invariablemente de las mismas clases de alimentos. El alimento debe prepararse con sencillez, aunque en forma esmerada para que incite al apetito.
Una dieta empobrecida *
He hablado de cuán importante es que la cantidad y la calidad de los alimentos estén estrictamente de acuerdo con las leyes de la salud. Pero no quisiera recomendar un régimen alimentario empobrecido. Se me ha mostrado que muchos adoptan una opinión errónea acerca de la reforma pro salud y siguen un régimen demasiado pobre. Se sustentan con alimentos baratos y de mala calidad, preparados sin 149 cuidado ni consideración por la nutrición del organismo. Es importante que el alimento sea preparado con cuidado y que agrade al apetito no pervertido. Debido a que por principio descartamos el uso de carne, mantequilla, pasteles de carne, especias, tocino y cosas que irritan el estómago y destruyen la salud, nunca debiera inculcarse la idea de que poco importa lo que comemos.
Hay quienes van a los extremos. Según ellos, deben comer cierta cantidad precisa y de una calidad determinada, y limitarse a dos o tres cosas. Permiten que se les sirva, tanto a ellos como a sus familiares, una pequeña cantidad de alimentos. Al comer cantidades reducidas de alimento, que no son de la mejor calidad, no llevan al estómago lo que nutrirá eficazmente el organismo. El alimento de mala calidad no puede convertirse en sangre buena. Un alimento poco nutritivo empobrecerá la sangre. . .
Se me presentaron dos clases: Primero, los que no vivían de acuerdo con la luz que Dios les había dado... Hay muchos de vosotros que profesáis la verdad, que la habéis recibido porque otros así lo hicieron, y de ningún modo podríais dar razón de vuestra fe. Por esto sois tan débiles e inseguros. En lugar de considerar vuestros motivos a la luz de la eternidad, en vez de tener un conocimiento práctico de los principios que sustentan vuestras acciones, en lugar de haber cavado vosotros mismos hasta el fondo y construido sobre el fundamento correcto, andáis a la luz de lo que otros hicieron. Y fracasaréis en esto como habéis fracasado en la reforma pro salud. Pero si os hubieseis guiado por principios esto no hubiera sucedido.
A algunos no les impresiona la necesidad de comer y beber para la gloria de Dios. La satisfacción del apetito los afecta en todas las relaciones de la vida. Ello se ve en sus familias, en la iglesia, en la reunión de oración y en la conducta de sus hijos. Ha sido la maldición de sus vidas. Es imposible hacerles comprender las verdades destinadas a estos 150 postreros días. Dios ha provisto abundantemente para el sustento y la felicidad de todas sus criaturas; y si no se violasen sus leyes, y si todos obrasen en armonía con la voluntad divina, se experimentaría salud, paz y felicidad, en vez de miseria y malestar continuos.
Otra clase de personas que han adoptado la reforma pro salud son muy estrictas. Toman una posición, y se mantienen empecinadamente en esa posición a toda ultranza...
Ingeridas como alimento las carnes perjudican la sangre. Al cocinar carnes con muchos condimentos, y al comerlas con pasteles y tortas suculentas, se obtiene sangre de mala calidad. El organismo está demasiado recargado para asimilar esa clase de alimentos. Los pasteles de carne y los encurtidos, que nunca debieran hallar cabida en un estómago humano, proporcionarán una sangre de pésima calidad. Y un alimento de mala clase, cocinado en forma impropia y en cantidad insuficiente, no puede formar buena sangre. Los alimentos suculentos a base de carne y un régimen empobrecido producirán los mismos resultados.
Extremos en el régimen alimentario *
Muchos de los conceptos observados por los adventistas del séptimo día difieren grandemente de los practicados por el mundo en general. Los que predican una verdad impopular deben ser consecuentes en su propia vida. No tratarán de ver cuán diferentes de los demás logran ser, sino cuánto pueden acercarse a quienes desean impresionar con el fin de ayudarlos a alcanzar blancos elevados. Tal curso de acción recomendará a los demás las verdades que sostienen ellos mismos .
Los que predican una reforma de la alimentación, deben demostrar tan claramente como les sea posible las ventajas 151 de la higiene mediante lo que sirven en sus propias mesas. Deben ejemplificar sus principios de tal manera que resulten llamativos para las mentes sinceras.
Hay muchos que rechazarán cualquier reforma, por muy razonable que sea, si restringe el apetito. Estas personas consultan al paladar en lugar de la razón y las leyes de la salud. Según ellos, todos los que se aparten del camino acostumbrado y defiendan la reforma, serán considerados radicales, aunque sigan un proceder consecuente.
Pero nadie debe permitir que la oposición y el ridículo lo hagan retroceder en la obra de la reforma o que lo impulsen a tomarla livianamente. Quienes estén imbuidos del espíritu que actuó sobre Daniel, no serán orgullosos ni estrechos de mente, sino que decidirán ponerse firmemente del lado de lo correcto. En todas sus asociaciones, ya sea con sus hermanos o con otros, no se apartarán de los principios, al mismo tiempo que mostrarán una paciencia similar a la de Cristo. Cuando los que predican la reforma de la salud llevan las cosas al extremo, no se debe culpar a la gente si su posición los molesta. A menudo este asunto trae oprobio sobre nuestra fe, y en muchos casos los testigos de tales demostraciones de inconsecuencia nunca más pueden ser convencidos de que hay algo bueno en la reforma. Estos extremistas hacen más daño en unos cuantos meses que el bien que podrían realizar en toda una vida. participan de una labor que a Satanás le encanta ver progresar...
No pensemos que es de poca importancia lo que se come, sólo porque por principio desechamos los alimentos que irritan el estómago y destruyen la salud. Yo no recomiendo un régimen empobrecido. Muchos que necesitan los beneficios de una vida saludable, y que debido a motivos de conciencia adoptan lo que consideran una alimentación sana, se engañan al suponer que un régimen de alimentación de acuerdo con los principios de la reforma de la salud consiste de una cantidad pequeña de alimento preparado sin un 152 cuidado minucioso, y constituido por pastas espesas de cereales cocidos y panecillos pesados. Algunos usan leche con los cereales y les agregan una abundante cantidad de azúcar, pensando que así practican la reforma de la salud. Pero el azúcar y la leche combinadas causan fermentación en el estómago y por lo tanto son dañinas. El uso liberal de azúcar en cualquier forma tiende a congestionar el organismo y es causa frecuente de enfermedad. Algunos piensan que deben limitarse a dos o tres diferentes tipos de alimentos. Pero al consumir pequeñas cantidades de comida de mala calidad, no reciben la alimentación apropiada.
Existe verdadero sentido común en la reforma pro salud. No toda la gente puede comer las mismas cosas. Algunos alimentos, nutritivos y agradables al paladar de una persona, pueden ser dañinos para otra. Hay quienes no pueden consumir leche, mientras que otros subsisten gracias a ella. para algunos los frijoles y chícharos son saludables, mientras que otros no los pueden digerir. Algunos estómagos son tan sensibles que no pueden digerir la harina no refinada. Por eso, es imposible establecer una regla invariable para controlar los hábitos alimentarios de todos.
Las ideas estrechas y un énfasis exagerado sobre asuntos sin importancia, han ocasionado gran daño a la causa de la higiene. Puede ser que un esfuerzo por economizar en la preparación de la comida produzca una alimentación pobre en vez de un régimen saludable. ¿Cuál es el resultado? Una sangre debilitada. He visto casos de enfermedades difíciles de curar, producidas por una alimentación empobrecida. Las personas así afligidas no se vieron obligadas a adoptar ese régimen escaso debido a la pobreza, sino que lo hicieron en obediencia a sus propias ideas erróneas de lo que constituye la reforma de la salud. Día tras día se prepararon los mismos alimentos, sin ninguna variación, comida tras comida, hasta que se produjeron trastornos digestivos y debilidad general. 153
Muchos, al adoptar la reforma pro salud se quejan de que ésta no les asienta; pero después de haberme sentado a sus mesas, llego a la conclusión de que no es la reforma pro salud la culpable, sino los alimentos mal preparados. Ruego a los hombres y mujeres a quienes Dios ha dado inteligencia que aprendan a cocinar. No me equivoco al decir hombres, porque ellos. al igual que las mujeres, necesitan entender la preparación sencilla de los alimentos saludables. Sus negocios frecuentemente los llevan a lugares donde no se los puede obtener. Tal vez tengan que permanecer días y aun semanas en hogares de familias que ignoran estos asuntos. En tales casos, si saben cómo preparar alimentos saludablemente, pueden darle buen uso a ese conocimiento.
Investigue los hábitos alimentarios. Estudie las cosas de causa a efecto, pero no dé un testimonio falso contra la reforma pro salud al seguir ignorantemente un curso de acción contrario a ella. No abuse de su cuerpo ni lo descuide incapacitándolo para rendir a Dios el servicio que él merece. Tengo la certeza de que algunos de nuestros obreros más útiles han muerto debido a su negligencia en ese respecto. Uno de los primeros deberes del ama de casa es cuidar del cuerpo proveyéndole alimentos agradables y fortalecedores. Es mucho mejor tener ropa y muebles más baratos que privarse de artículos necesarios para la mesa.
La mayoría de la gente disfruta de mejor salud si come dos comidas al día en lugar de tres; otros, debido a circunstancias particulares, tal vez necesiten comer algo a la hora de la cena; pero esta comida debe ser muy liviana. Que nadie pretenda imponer su criterio a los demás, para que todos hagan exactamente lo que él hace.
Nunca prive al estómago de lo que la salud demanda, y nunca abuse de él sobrecargándolo con algo perjudicial. Sea temperante. Controle el apetito; manténgalo bajo el dominio de la razón. No sienta que debe cargar su mesa con alimentos malsanos cuando tiene visitas. La salud de su 154 familia y la influencia sobre sus hijos debe tomarse en cuenta tanto como los hábitos y gustos de sus invitados. . .
La reforma pro salud es importante para nosotros y no debemos restarle importancia con nuestras prácticas y opiniones estrechas. Debemos ser fieles a nuestras convicciones de lo que es correcto. Daniel fue bendecido porque hizo consecuentemente lo que sabía que era correcto, y nosotros seremos bendecidos si nos empeñamos en honrar a Dios de todo corazón.*
El exceso en la alimentación *
Muchos que han adoptado la reforma pro salud han abandonado todo lo perjudicial; pero ¿quiere decir esto que porque han dejado estas cosas, pueden comer tanto como quieran? Se sientan a la mesa, y en vez de considerar cuánto deben comer, se entregan al apetito y comen en exceso. Luego, el estómago debe trabajar hasta el extremo durante el resto del día para eliminar la carga que se le ha impuesto. Todo alimento ingerido, del cual el organismo no deriva beneficio, es una carga para la naturaleza en su trabajo. Estorba la máquina viviente. El organismo queda obstruido y no puede realizar su trabajo con éxito. Los órganos vitales quedan recargados innecesariamente, y la fuerza nerviosa del cerebro es desviada al estómago para ayudar a los órganos digestivos a realizar su obra de procesar una cantidad de alimento que no beneficia al organismo.
De esta manera la fuerza del cerebro queda disminuida por las exigencias que se le imponen para ayudar al 155 estómago a llevar su pesada carga. Y después de realizada la tarea, ¿qué sensaciones se experimentan como resultado de este gasto innecesario de fuerza vital? Una sensación de debilidad y desfallecimiento, como que se debiera comer más. Tal vez esta sensación se produce precisamente antes de la hora de comer. ¿Cuál es la causa? El organismo quedó agotado por su trabajo; de ahí viene esa sensación de cansancio. Y pensáis que el estómago dice: "más alimento", cuando su cansancio dice claramente: "dadme reposo".
El estómago necesita períodos de descanso
El estómago necesita descansar a fin de recuperar sus energías agotadas, para dedicarlas al próximo trabajo. Pero en vez de concederle un período de descanso, pensáis que necesita más alimento e imponéis otra carga al organismo y le negáis el reposo que necesita. Es como el caso de un hombre que trabaja en el campo durante toda la primera parte del día hasta cansarse. Al llegar a casa a las doce, dice que está cansado y agotado; pero se le indica que vuelva a trabajar para obtener alivio. Así es como tratáis al estómago. Está totalmente agotado. Pero en vez de darle reposo, se le da más alimento, y luego se desvía la vitalidad de otras partes del organismo hacia el estómago para ayudar en el trabajo de la digestión.
Muchos de vosotros a veces habéis sentido una especie de sopor en el cerebro. Os habéis sentido desganados ante cualquier trabajo que requería esfuerzo ya sea mental o físico, hasta después de haber descansado de esta sobrecarga impuesta al organismo. Luego aparece de nuevo esa sensación de debilidad. Pero vosotros decís que se necesita más comida y hacéis que el estómago soporte una doble carga. Aun cuando seáis estrictos en cuanto a la calidad de la comida, ¿glorificáis a Dios en vuestros cuerpos y espíritus, que son suyos, al serviros tal cantidad de comida? Los que colocan tanta comida en su estómago, y de ese 156 modo recargan el organismo, no podían apreciar la verdad aunque la oyeran explicada en detalle. No podrían despertar el entumecido discernimiento del cerebro para tomar conciencia del valor de la expiación y del gran sacrificio hecho para el hombre caído. Es imposible para tales personas apreciar la grande, preciosa, y sumamente rica recompensa que está reservada para los fieles vencedores. Nunca debiera permitirse que la parte animal de nuestra naturaleza gobierne la parte moral e intelectual.
¿Y cómo influye el comer en exceso sobre el estómago? Lo debilita, los órganos digestivos flaquean, y la enfermedad, con su secuela de males, aparece como resultado. Si las personas ya estaban enfermas, de este modo aumentan sus dificultades y disminuye su vitalidad cada día de su vida. Hacen que su fuerza vital trabaje innecesariamente para digerir la comida que colocan en sus estómagos.
Madres sobrecargadas *
Se realiza una gran cantidad de trabajo con el fin de preparar alimentos que hacen un gran daño al organismo que ya está recargado. Las mujeres pasan una gran parte de su tiempo inclinadas sobre una estufa caliente, ocupadas en la preparación de alimentos profusamente sazonados para complacer el gusto. Como consecuencia, se descuida a los niños y no se les imparte la instrucción moral y religiosa que deben recibir. La madre sobrecargada no se preocupa por cultivar la dulzura de carácter que constituye el sol de su hogar. Las consideraciones eternas se hacen secundarias. Se emplea todo el tiempo en la preparación de comidas que agradan el apetito pero que arruinan la salud, echan a perder el carácter y anublan las facultades del razonamiento. 157
Una reforma en los hábitos alimentarios resultaría en un ahorro de dinero y de trabajo. Las necesidades de la familia se pueden suplir fácilmente con un régimen sencillo y saludable. Los alimentos grasosos y condimentados quebrantan la salud de los órganos del cuerpo y de la mente. Y cuántas personas trabajan muy arduamente por esto. Spiritual Gifts (Dones espirituales), tomo 4, págs. 131-132.
La glotonería es pecado *
Es un pecado ser intemperante en la cantidad de alimentos ingeridos, aun cuando la calidad no pueda objetarse. Muchos piensan que, si no comen carne y los alimentos más elaborados, pueden ingerir alimentos sencillos hasta hartarse. Esto es un error. Muchos profesos partidarios de la reforma pro salud no son nada más que glotones. Colocan en los órganos digestivos una carga tan grande que agota la vitalidad del organismo en el esfuerzo de digerirla. También tiene una influencia depresiva en el intelecto, pues se requiere la energía nerviosa del cerebro para ayudar al estómago en su obra. El comer en exceso aun de los alimentos más sencillos, entorpece los delicados nervios del cerebro y debilita su vitalidad. Comer en exceso tiene un efecto peor sobre el organismo que trabajar en exceso; la intemperancia en el comer postra más efectivamente las energías vitales que la intemperancia en el trabajo.
Los órganos digestivos nunca debieran recargarse con una cantidad o calidad de alimentos que les será difícil digerir. Todo lo que se ingiere en mayor cantidad que la que el organismo pueda usar para convertir en buena sangre, obstruye la maquinaria; pues no puede convertirse ni en músculo ni en sangre, y su presencia recarga el hígado y enferma el organismo. El estómago trabaja en exceso en su esfuerzo por digerir estos alimentos y luego hay una 158 sensación de languidez, que se interpreta como apetito; y sin permitir que los órganos digestivos se tomen tiempo para descansar de su duro trabajo, y reponer energías, se ingiere otra cantidad exagerada y se pone nuevamente en movimiento la agotada maquinaria. El organismo se nutre más deficientemente ingiriendo una cantidad excesiva de alimentos, aunque sean de buena calidad, que ingiriendo una cantidad moderada en períodos regulares. . .
Es imposible tener una concepción clara de las cosas eternas a menos que la mente se espacie en contemplar temas elevados. Todas las pasiones deben sujetarse a las facultades morales. Cuando los hombres y las mujeres profesan una firme fe y una ferviente espiritualidad, sé que su profesión de fe es falsa si no ejercen control sobre todas sus pasiones. Dios requiere esto. La razón por la que prevalece tal oscuridad espiritual es que la mente se satisface con un bajo nivel y no se eleva siguiendo los puros y santos canales celestiales.
Evítense las normas falsas
Y ya que os aconsejamos que no comáis en exceso, aun de los mejores alimentos, queremos dirigir unas palabras de cautela a los extremistas para que no presenten una norma falsa ni procuren luego que todos se conformen a ella. Hay quienes emprenden una obra de reformadores respecto a la salud cuando no están preparados para dedicarse a otra empresa, pues no tienen bastante sentido para cuidar sus propias familias ni para conservar su debido lugar en la iglesia. ¿Qué hacen? ¡Ah, se dedican a ser médicos de la reforma pro salud, como si pudiesen tener éxito en ello! Asumen las responsabilidades del ejercicio de esta profesión, y se encargan de las vidas de hombres y mujeres, cuando no saben nada del asunto. Testimonios para la iglesia, tomo 2, pág. 335. 159
SECCIÓN IV
LA VIDA AL AIRE LIBRE Y LA ACTIVIDAD FÍSICA
El ejemplo de Cristo *
La vida terrenal del Salvador fue una vida de comunión con la naturaleza y con Dios. En esta comunión nos reveló el secreto de una vida llena de poder... Mientras trabajaba en el banco del carpintero y llevaba las cargas de la vida doméstica, mientras aprendía las lecciones de la obediencia y del sufrimiento, hallaba solaz en las escenas de la naturaleza, de cuyos misterios adquiría conocimiento al procurar comprenderlos. Estudiaba la Palabra de Dios, y sus horas más felices eran las que, terminado el trabajo, podía pasar en el campo, meditando en tranquilos valles y en comunión con Dios, ora en la falda del monte, ora entre los árboles de la selva. El alba le encontraba a menudo en algún retiro, sumido en la meditación, escudriñando las Escrituras, o en oración. Con su canto daba la bienvenida a la luz del día. Con himnos de acción de gracias amenizaba las horas de labor, y llevaba la alegría del cielo a los rendidos por el trabajo y a los descorazonados.
En el curso de su ministerio, Jesús vivió mucho al aire libre. Allí dio buena parte de sus enseñanzas mientras viajaba a pie de poblado en poblado. Para instruir a sus discípulos, huía frecuentemente del tumulto de la ciudad a la tranquilidad del campo, que estaba más en armonía con las lecciones de sencillez, fe y abnegación que quería darles. . .
Agradaba a Cristo reunir al pueblo en torno suyo, al raso, en un verde collado, o a orillas del lago. Allí, rodeado de 160 las obras de su propia creación, podía desviar los pensamientos de la gente de lo artificioso a lo natural. En el crecimiento y desarrollo de la naturaleza se revelaban los principios de su reino. Al alzar la vista hacia los montes de Dios y al contemplar las maravillosas obras de su mano, los hombres podían aprender valiosas lecciones de verdad divina. En días venideros las lecciones del divino Maestro les serían repetidas por las cosas de la naturaleza. La mente se elevaría y el corazón hallaría descanso. . .
Al decir Jesús a sus discípulos que la mies era mucha y pocos los obreros, no insistió en que trabajaran sin descanso, sino que les mandó: "Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies". Y hoy también el Señor dice a sus obreros fatigados lo que dijera a sus primeros discípulos: "Venid vosotros aparte,... y reposad un poco".
Todos los que están en la escuela de Dios necesitan de una hora tranquila para la meditación, a solas consigo mismos, con la naturaleza y con Dios... Cada uno de nosotros ha de oír la voz de Dios hablar a su corazón. Cuando toda otra voz calla, y tranquilos en su presencia esperamos, el silencio del alma hace más perceptible la voz de Dios. El nos dice: "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios". Esta es la preparación eficaz para toda labor para Dios. En medio de la presurosa muchedumbre y de las intensas actividades de la vida, el que así se refrigera se verá envuelto en un ambiente de luz y paz. Recibirá nuevo caudal de fuerza física y mental. Su vida exhalará fragancia y dará prueba de un poder divino que alcanzará a los corazones de los hombres. 161
La naturaleza: un libro de lecciones *
Cristo enseñaba a sus discípulos junto al lago, sobre la ladera de la montaña, en los campos y arboledas, donde pudieran mirar las cosas de la naturaleza con las cuales ilustraba sus enseñanzas. Y mientras aprendían de Cristo, usaban sus conocimientos al cooperar con él en su obra.
De esta suerte, mediante la creación hemos de familiarizarnos con el Creador. El libro de la naturaleza es un gran libro de texto, que debemos usar conjuntamente con las Escrituras para enseñar a los demás acerca del carácter de Dios y para guiar a las ovejas perdidas de vuelta al aprisco del Señor. Mientras se estudian las obras de Dios, el Espíritu Santo imparte convicción a la mente. No se trata de la convicción que producen los razonamientos lógicos; y a menos que la mente haya llegado a estar demasiado oscurecida para conocer a Dios, la vista demasiado anublada para verlo, el oído demasiado embotado para oír su voz, se percibe un significado más profundo, y las sublimes verdades espirituales de la Palabra escrita quedan impresas en el corazón.
En estas lecciones que se obtienen directamente de la naturaleza hay una sencillez y una pureza que las hace del más elevado valor. Todos necesitan las enseñanzas que se han de sacar de esta fuente. Por sí misma, la hermosura de la naturaleza lleva al alma lejos del pecado y de las atracciones mundanas y la guía hacia la pureza, la paz y Dios. Demasiado a menudo las mentes de los estudiantes están ocupadas por las teorías y especulaciones humanas, falsamente llamadas ciencia y filosofía. Necesitan ponerse en íntimo contacto con la naturaleza. Aprendan ellos que la creación y el cristianismo tienen un solo Dios. Sean enseñados a ver la armonía de lo natural con lo espiritual. 162
Conviértase todo lo que ven sus ojos y tocan sus manos en una lección para la edificación del carácter. Así las facultades mentales serán fortalecidas, desarrollado el carácter, y ennoblecida la vida toda.
El propósito que Cristo tenía al enseñar por parábolas corría parejas con su propósito en lo referente al sábado. Dios dio a los hombres el recordativo de su poder creador, a fin de que lo vieran en las obras de sus manos. El sábado nos invita a contemplar la gloria del Creador en sus obras creadas. Y a causa de que Jesús quería que lo hiciéramos, relacionó sus preciosas lecciones con la hermosura de las cosas naturales. En el santo día de descanso, más especialmente que en todos los demás días, debemos estudiar los mensajes que Dios nos ha escrito en la naturaleza. Debemos estudiar las parábolas del Salvador allí donde las pronunciara, en los prados y arboledas, bajo el cielo abierto, entre la hierba y las flores. Cuando nos acercamos íntimamente al corazón de la naturaleza, Cristo hace que su presencia sea real para nosotros, y habla a nuestros corazones de su paz y amor.
Y Cristo ha vinculado su enseñanza, no sólo con el día de descanso, sino con la semana de trabajo. Tiene sabiduría para aquel que dirige el arado y siembra la simiente. En el barbecho y en la siembra, el cultivo y la cosecha, nos enseña a ver una ilustración de su obra de gracia en el corazón. Así, en cada ramo de trabajo útil y en toda asociación de la vida, él desea que encontremos una lección de verdad divina. Entonces nuestro trabajo diario no absorberá más nuestra atención ni nos inducirá a olvidar a Dios; nos recordará continuamente a nuestro Creador y Redentor. El pensamiento de Dios correrá cual un hilo de oro a través de todas nuestras preocupaciones del hogar y nuestras labores. Para nosotros la gloria de su rostro descansará nuevamente sobre la faz de la naturaleza. Estaremos aprendiendo de continuo nuevas lecciones de verdades celestiales, y 163 creciendo a la imagen de su pureza. Así seremos "enseñados de Jehová"; y cualquiera sea la suerte que nos toque permaneceremos con Dios. *
En el campo *
Mientras asistía a la reunión campestre de Los Ángeles, en agosto de 1901, en visiones de la noche, me hallaba presente en una reunión de junta. Se estudiaba la cuestión del establecimiento de un sanatorio en el sur de California. Algunos sostenían que este sanatorio debía construirse en la ciudad de Los Ángeles y puntualizaron las objeciones a establecerlo fuera de la ciudad. Otros presentaron las ventajas de localizarlo en el campo.
Entre nosotros había Uno que presentó este asunto muy claramente y con la mayor sencillez. Nos dijo que establecer el sanatorio dentro de los límites de la ciudad sería un error. Un sanatorio debería poseer la ventaja de tener tierras abundantes, para que los inválidos puedan trabajar al aire libre. El trabajo al aire libre es de un valor incalculable para los pacientes nerviosos, pesimistas y débiles. Al usar el rastrillo, el azadón y la pala, hallarán alivio para muchos de sus males. La inactividad es la causa de muchas enfermedades.
La vida al aire libre es buena para el cuerpo y la mente. Es la medicina que Dios ha diseñado para la restauración de la salud. El aire puro, el agua limpia, la luz del sol y los hermosos parajes naturales son sus medios para devolverle la salud al enfermo, en armonía con la naturaleza. El acto 164 de recostarse a la luz del sol o bajo la sombra de los árboles es más valioso que la plata y el oro para el enfermo.
En el campo nuestros sanatorios pueden estar rodeados de árboles y flores, de huertos y viñedos. Aquí los médicos y las enfermeras pueden sacar fácilmente de la naturaleza lecciones que enseñar acerca de Dios. Conduzcan ellos a sus pacientes hacia Aquel cuya mano creó los elevados árboles, el alfombrado pasto y las flores hermosas, y anímenlos a ver en cada brote que surja y en cada capullo que se abra una expresión del amor divino hacia sus hijos.
Es la expresa voluntad de Dios que nuestros sanatorios se establezcan tan lejos de las ciudades como sea prudente. En la medida de lo posible estas instituciones deberían situarse en lugares tranquilos y apartados, donde se tenga la oportunidad de instruir a los pacientes acerca del amor de Dios y del hogar edénico de nuestros primeros padres, que será devuelto a los seres humanos gracias al sacrificio de Cristo.
En los esfuerzos que se realicen para restaurar la salud de los enfermos se deberán utilizar las cosas hermosas de la creación del Señor. Las actividades tales como la observación de las flores, la recolección de frutas maduras, y escuchar los cantos felices de las aves, producen un efecto peculiarmente beneficioso sobre el sistema nervioso. De la vida al aire libre, hombres y mujeres y niños experimentan el deseo de ser puros y sin mancha. Mediante las influencias de las propiedades reanimadoras y vivificantes de los grandes recursos medicinales de la naturaleza, se fortalecen las funciones del cuerpo, se despierta el intelecto, se aviva la imaginación, cobra vida el espíritu y la mente se prepara para apreciar la hermosura de la Palabra de Dios.
Los enfermos recobran la salud cuando estas circunstancias se combinan con la influencia de un tratamiento cuidadoso y de una alimentación sana. El paso débil recupera su elasticidad. El ojo recobra su brillantez. El desesperanzado vuelve a tener esperanza. El semblante, abatido hasta 165 hace poco, luce ahora una expresión de regocijo. El sonido quejumbroso de la voz se ve reemplazado por un tono de contentamiento. Ahora las palabras expresan la convicción de que "Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones" (Salmo 46: 1). Se ha vuelto brillante la esperanza nublada del cristiano. Se ha recuperado la fe. Y se oyen las palabras: "Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento". "Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador". "El da fuerza al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas" (Salmo 23: 4; Lucas 1: 46; Isaías 40: 29). La mente se vigoriza al reconocer que es la bondad de Dios la que provee estas bendiciones. Al ver que sus dones son apreciados, Dios está muy cerca y se muestra complacido.
La fuente de curación
Por medio de los agentes naturales, Dios obra día tras día, hora tras hora y en todo momento, para conservarnos la vida, fortalecernos y restaurarnos. Cuando alguna parte del cuerpo sufre perjuicio, empieza el proceso de curación; los agentes naturales actúan para restablecer la salud. Pero lo que obra por medio de estos agentes es el poder de Dios. Todo poder capaz de dar vida procede de él. Cuando alguien se repone de una enfermedad, es Dios quien lo sana.
La enfermedad, el padecimiento y la muerte son obra de un poder enemigo. Satanás es el que destruye; Dios el que restaura.
Las palabras dirigidas a Israel se aplican hoy a los que recuperan la salud del cuerpo o la del alma: "Yo soy Jehová tu Sanador".
El deseo de Dios para todo ser humano está expresado en las palabras: "Amado, yo deseo que tú seas prosperado en 166 todas las cosas, y que tengas salud, así como tu alma está en prosperidad".
"El es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias; el que rescata del hoyo tu vida, el que te corona de favores y misericordias". El ministerio de curación, págs. 75-76.
El valor de la vida al aire libre
Las grandes instituciones médicas de nuestras ciudades, así llamadas sanatorios, hacen sólo una parte del bien que podrían realizar si estuvieran situadas donde los pacientes pudieran gozar de los beneficios de la vida al aire libre. Se me ha instruido acerca de la necesidad de establecer sanatorios en muchos lugares del país, y se me ha dicho que la obra de estas instituciones contribuirá grandemente al adelanto de la causa de la salud y la justicia.
Las cosas de la naturaleza son bendiciones de Dios, provistas para promover la salud del cuerpo, la mente y el alma. Se ofrecen a los sanos para mantenerlos sanos y a los enfermos para sanarlos. Cuando se las usa en conexión con los tratamientos hidroterápicos, son más efectivas en la restauración de la salud que todas las demás drogas y medicamentos del mundo.
La naturaleza es el médico de Dios *
Los enfermos encuentran en el campo muchas cosas que distraen su atención de sí mismos y de sus sufrimientos. Dondequiera, pueden observar las cosas hermosas de la naturaleza y gozar de ellas: las flores, los campos, los árboles frutales cargados de sus ricos tesoros, los árboles de la floresta con su agradable sombra, y los cerros y valles de 167 variada vegetación con sus múltiples formas de vida.
Pero este ambiente no sólo les sirve para entretenerse, sino que en él aprenden las más preciosas lecciones espirituales. Al hallarse rodeados por las maravillosas obras de Dios, sus mentes se elevan de las cosas visibles a las que no se ven. La hermosura de la naturaleza los induce a pensar en las bellezas inigualables de la tierra nueva, donde no habrá nada que interrumpa su tranquilidad, nada que manche ni destruya, nada que cause enfermedad ni muerte.
La naturaleza es el médico de Dios. El aire puro, la alegre luz del sol, las hermosas flores y los árboles, los huertos y los viñedos, y el ejercicio al aire libre practicado en ese ambiente, son elementos que prodigan salud: son el elixir de la vida. La única medicina que necesitan muchos inválidos es la vida al aire libre. Ejerce una influencia poderosa en la sanidad de las enfermedades causadas por la vida cómoda, esa clase de vida que debilita y destruye las fuerzas físicas, mentales y espirituales.
¡Cuán preciosas resultan la quietud y la libertad del campo para los inválidos débiles acostumbrados a la vida de la ciudad, al brillo de muchas luces y al ruido de las calles! ¡Con cuánto gusto admiran las escenas de la naturaleza! ¡Cuán contentos se sentirían de poder gozar de las conveniencias de un sanatorio en el campo, donde pudieran sentarse al aire libre, gozar del sol, y respirar la fragancia de los árboles y las flores! Existen propiedades salutíferas en el bálsamo de los pinos y en la fragancia de los cedros y los abetos. Y hay otros árboles que contribuyen a la buena salud. No se corten esos árboles irresponsablemente. Cuídense en donde crecen en abundancia, y plántense más donde hay sólo algunos.
Nada tiende más a restaurar la salud y la felicidad del inválido crónico como vivir en un atractivo ambiente campestre. Allí, hasta los casos desahuciados se pueden sentar o recostar al sol o a la sombra de los árboles. Con 168 solo levantar la vista pueden observar la hermosura del follaje. Al hacerlo, se sorprenden de que nunca antes se hayan percatado de la gracia con que se doblan las ramas para formar una sombrilla viviente sobre ellos, prodigándoles exactamente la sombra que necesitan. Mientras escuchan el murmullo de la brisa, experimentan una dulce sensación de descanso y renovación. Los espíritus decaídos reviven. Se recobran las tuerzas gastadas. Sin siquiera notarlo se aquieta la mente agitada y se calma y regulariza el pulso afiebrado. A medida que el enfermo se fortalece, se aventura a dar unos pasos para cortar algunas de las hermosas flores silvestres, esos preciosos mensajeros del amor de Dios para su afligida familia terrenal.
El ejercicio saludable hará milagros
Anímese a los pacientes a pasar muchas horas al aire libre. Háganse planes para mantenerlos afuera donde puedan tener comunión con Dios a través de la naturaleza. Sitúense los sanatorios en terrenos grandes, donde los pacientes tengan la oportunidad de hacer ejercicios saludables mediante el cultivo de la tierra. Esa clase de ejercicios, combinados con tratamientos naturales realizará milagros en la obra de restaurar y fortalecer el cuerpo enfermo, a la vez que aliviar la mente cansada y desgastada. Al hallarse rodeados de condiciones favorables, los pacientes no requerirán de tanto cuidado como si estuvieran confinados en algún hospital de la ciudad. En el campo tampoco se sentirán tan inclinados a mostrarse descontentos ni a quejarse. Estarán dispuestos a aprender acerca del amor de Dios, y listos a aceptar que Aquel que cuida de las aves y las flores en forma tan maravillosa, cuidará del mismo modo de las criaturas hechas a su propia imagen. A los médicos y sus ayudantes se les da así la oportunidad de alcanzar las almas, poniendo en alto al Dios de la naturaleza delante de los que buscan la restauración de su salud. 169
Un pequeño sanatorio rural
Durante la noche se me dio la visión de un sanatorio en el campo. La institución no era grande pero tenía todo lo que necesitaba. Se hallaba rodeada de hermosos árboles, más allá de los cuales se veían huertas y bosquecillos. Había jardines en los terrenos, donde los pacientes, si lo deseaban, podían cultivar flores de todas clases; cada paciente elegía su propio lugar para trabajar. El ejercicio al aire libre que se realizaba en estos jardines constituía una parte del tratamiento regular que se les había prescrito.
Ante mi vista pasó una escena tras otra. En una de ellas pude observar a un grupo de pacientes que acababan de llegar a nuestro sanatorio campestre. En otra vi al mismo grupo; pero, ¡ah, cuán transformados se veían ! La enfermedad había desaparecido, la piel estaba limpia, feliz el rostro; sus cuerpos y sus mentes parecían animados de una vida nueva.
Lecciones objetivas vivientes *
También se me mostró que a medida que en nuestros sanatorios les sea restaurada la salud a los enfermos, y estos regresen a sus hogares, constituirán lecciones objetivas para todos y muchos otros se impresionarán favorablemente al observar la transformación producida en ellos. Muchos de los enfermos y sufrientes abandonarán las ciudades para ir al campo, rehusando conformarse con los hábitos, modas y costumbres de la vida de la ciudad; preferirán buscar la recuperación de su salud en uno de nuestros sanatorios campestres. Así, aunque estemos separados de la ciudad entre 30 y 45 kilómetros, de todos modos podremos alcanzar a la gente, y los que andan en busca de salud tendrán la oportunidad de recuperarla bajo las condiciones más favorables.
Dios realizará milagros en favor nuestro si tan sólo 170 colaboramos con él con fe. Prosigamos, entonces, un curso de acción inteligente, para que nuestros esfuerzos sean bendecidos por el Cielo y coronados con el mejor de los éxitos.
Ejercicio, aire y luz solar *
La principal razón, si no la única, por la que muchos se transforman en inválidos es que la sangre no circula libremente, y los cambios del líquido vital, necesarios para la vida y la salud, no se realizan. No han dado ejercicio a sus cuerpos ni alimento a sus pulmones, que es el aire puro y fresco; por lo tanto, es imposible vitalizar la sangre, la que sigue su curso perezosamente por el organismo. Cuanto más ejercicio hagamos, mejor será la circulación de la sangre.
Más gente muere por falta de ejercicio que por exceso de fatiga; son más los que se echan a perder por el ocio que por el ejercicio. Los que se acostumbran a hacer ejercicio apropiado al aire libre, generalmente tienen una buena y vigorosa circulación. Dependemos más del aire que respiramos que de los alimentos que ingerimos. Los hombres y las mujeres jóvenes y mayores, que desean tener buena salud, y que les gustaría tener una vida activa, debieran recordar que no pueden tenerlas sin una buena circulación. Cualquiera que sea su ocupación o inclinación, debieran decidirse a ejercitarse al aire libre todo lo posible. Debieran considerar que es un deber religioso superar el estado de salud que los ha mantenido confinados en el interior de sus casas, privados del ejercicio al aire libre. 171
Algunos inválidos llegan a obstinarse en este asunto y se niegan a aceptar la gran importancia del ejercicio diario al aire libre, por el cual pueden obtener una provisión de aire puro. Por temor de tomar frío, persisten, año tras año, en hacer su voluntad y vivir en un ambiente sin vitalidad. Es imposible para esta clase de personas tener una circulación saludable. El organismo completo sufre por falta de ejercicio y aire puro. La piel se debilita y se vuelve más sensible a cualquier cambio atmosférico. Se ponen ropa adicional y aumentan el calor de las habitaciones. El día siguiente requieren un poco más de calor y un poco más de ropa para sentirse perfectamente abrigados; y así su estado anímico se altera con los cambios, hasta que tienen muy poca vitalidad para soportar el frío.
Algunos preguntan: "¿Qué haremos? ¿Quiere que pasemos frío?" Si agregáis ropa, que sea muy poca, y haced ejercicio, si es posible, para recuperar el calor que necesitáis. Si realmente no podéis hacer ningún ejercicio activo, calentaos junto al fuego; pero tan pronto como entréis en calor, quitaos la ropa extra y alejaos del fuego. Si los que pueden, se ocuparan de una labor activa para apartar los pensamientos de sí mismos, generalmente se olvidarían de que sentían frío y no se perjudicarían. Debierais bajar la temperatura de vuestra habitación tan pronto como hayáis recuperado vuestro calor habitual. Para los inválidos que tienen los pulmones débiles, nada es peor que un ambiente muy caliente. 172
El plan original
Nunca fue el propósito de Dios que sus hijos vivieran amontonados en las ciudades, apiñados en apartamento y conventillos. Al comienzo colocó a nuestros primeros padres en un jardín, en medio de preciosos paisajes y de los sonidos atractivos de la naturaleza, y esos son los mismos paisajes y sonidos en los cuales anhela que el hombre se regocije todavía hoy. Mientras más nos acerquemos a andar en armonía con el plan original de Dios, más favorable será nuestra posición para recobrar la salud y preservarla. Testimonios para la iglesia, tomo 7, pág. 87.
Confinamiento en la escuela *
El sistema de educación que se ha llevado a cabo por generaciones ha sido dañino para la salud y aún para la misma vida. Muchos niños han pasado cinco horas cada día en aulas pobremente ventiladas de dimensiones insuficientes para acomodar saludablemente a los estudiantes. El aire en tales aulas pronto se convierte en un veneno para los pulmones que lo respiran.
Niños, cuyas extremidades y músculos no son fuertes, y cuyos cerebros están en desarrollo han sido confinados entre paredes, lo que les ha causado gran daño. Muchos ya tienen una salud muy precaria. Estar confinados en las escuelas día tras día los hace nerviosos y enfermizos. Sus cuerpos están mal desarrollados debido a que su sistema nervioso esta exhausto. Y si la lámpara de la vida se apaga, los padres y los maestros no consideran que tuvieron alguna influencia directa en apagar la chispa vital.
Al pararse junto a la tumba de sus hijos, los afligidos padres consideran su sufrimiento como una dispensación 173 especial de la Providencia, cuando, por inexcusable ignorancia, su propia conducta ha destruido la vida de sus niños. En tal condición, es una blasfemia culpar a Dios de su muerte. El quería que los pequeños vivieran y fueran disciplinados, que pudieran tener bellos caracteres y lo glorificaran en este mundo y lo alabaran en el mundo mejor.
Ignorancia de los requerimientos de la naturaleza
Al asumir la responsabilidad de entrenar a los niños, los padres y maestros no sienten su obligación ante Dios de familiarizarse con el organismo físico, capacitándose para tratar los cuerpos de sus hijos y pupilos de tal manera que les preserven la vida y la salud. Miles de niños mueren debido a la ignorancia de los padres y maestros. Las madres gastan tiempo innecesario haciendo ropa para ellas y su familia, con el propósito de lucirlas en público, y después dicen que no tienen tiempo para leer y obtener la información necesaria para cuidar la salud de sus hijos. Piensan que es menos molestia confiar sus cuerpos a los doctores. A fin de estar a la moda, muchos padres han sacrificado la salud y la vida de sus niños.
La mayoría de las madres no se interesan en conocer el maravilloso organismo humano, los huesos, los músculos, el estómago, el hígado, los intestinos, el corazón, los poros de la piel, y no se interesan en entender la interdependencia que existe entre los órganos a fin de funcionar en forma saludable. No saben nada acerca de la influencia que el cuerpo tiene sobre la mente y viceversa. Cada órgano del cuerpo fue diseñado para ser un siervo de la mente. La mente es la capital del cuerpo.
Generalmente se les permite a los niños comer carne, especias, mantequilla, queso, puerco, pasteles elaborados y condimentos . También se les permite comer alimentos no saludables a horas irregulares. Estas cosas, enferman el estómago, estimulando los nervios para realizar una acción 174 no natural, y debilitan el intelecto. Los padres no se dan cuenta que están sembrando la semilla que traerá enfermedad y muerte.
Niños que se han enfermado por mucho estudio
La vida de muchos niños ha sido arruinada al exigírsele demasiado al intelecto y al descuidar al mismo tiempo las facultades físicas. Muchos han muerto en su niñez debido al camino seguido por padres y maestros sin juicio que han forzado su intelecto, con amenazas o lisonjas, cuando eran demasiado jóvenes para estar encerrados en el aula de clases. Sus mentes han sido sobrecargadas con lecciones, en vez de esperar hasta que su constitución física fuera suficientemente fuerte para soportar el esfuerzo mental. Debe permitirse a los niños pequeños que corran libremente como corderitos, que sean felices, y deben proveérseles las oportunidades más favorables para establecer los cimientos de constituciones sanas.
Los padres deben ser los únicos maestros de sus pequeños hasta que éstos hayan cumplido de ocho a diez años. Los padres deben abrir ante sus hijos el gran libro de la naturaleza de Dios, tan pronto como ellos puedan comprenderlo. La madre debe tener menos amor por lo artificial en su hogar, no debe gastar tanto tiempo en coser vestidos con el propósito de lucirlos en público pero sí debe encontrar tiempo para cultivar, en ella y en sus hijos, el amor por los bellos capullos y las plantas florecientes. Al llamar la atención de sus hijos hacia los diferentes colores y la variedad de formas, los puede introducir a Dios, quien hizo todas las cosas bellas que atraen su atención y los deleitan. Ella puede guiar sus mentes hacia el Creador y despertar en sus corazones jóvenes el amor por su Padre celestial, quien ha manifestado tan grande amor por ellos. Los padres pueden asociar a Dios con todas sus obras creadas. El único salón de clases para los niños menores de 175 diez a ocho años, debe estar al aire libre, en medio de las flores del bello escenario de la naturaleza. Y los tesoros de la naturaleza deben constituir su único libro de texto. Estas lecciones, impresas en las mentes de los pequeños en medio de las agradables y atractivas escenas naturales, no serán olvidadas prontamente.
A fin de que los niños y los jóvenes tengan salud, ánimo, vivacidad y un cerebro y unos músculos bien desarrollados, deben pasar suficiente tiempo al aire libre y se les deben regular bien el trabajo y la distracción. Los niños y jóvenes que se mantienen en la escuela confinados a los libros no pueden tener una constitución física saludable. Ejercitar el cerebro mediante el estudio, sin el correspondiente ejercicio físico, tiene la tendencia de atraer la sangre al cerebro y desbalancear la circulación en todo el organismo. El cerebro tiene mucha sangre y las extremidades tienen poca. Deben existir reglas que limiten sus estudios a ciertas horas y una porción de su tiempo debe emplearse en hacer ejercicio físico. Y si los hábitos de la comida, el sueño y el vestido están en armonía con las leyes físicas, podrán obtener una educación sin sacrificar la salud física y mental.
Métodos sencillos
La adopción de métodos más sencillos será apreciada por niños y jóvenes. El trabajo en el jardín y en el campo será un cambio aceptable de la rutina cansadora de lecciones abstractas, a la que nunca deben ser confinadas las mentes tiernas. Será de especial valor para los niños y jóvenes nerviosos que encuentran estas lecciones extenuantes y difíciles de recordar. El estudio de la naturaleza les proporciona salud y felicidad; y las impresiones hechas no se borrarán de sus mentes, porque serán asociadas con objetos que constantemente están ante sus ojos. Consejos para los maestros, pág. 179. 176
Equilibrio entre el trabajo físico y el mental *
Todas las facultades cerebrales deben ser desarrolladas a fin de que los hombres y las mujeres tengan mentes bien balanceadas. El mundo está lleno de hombres y mujeres de mentes obtusas, que han llegado a esa condición debido a que desarrollaron sólo un grupo de sus facultades, mientras que las demás se atrofiaron por falta de uso. La educación de la mayoría de los jóvenes es un fracaso. Estudian demasiado mientras descuidan los aspectos prácticos de la vida. Los hombres y las mujeres se convierten en padres sin considerar las responsabilidades y su descendencia humana. Así la raza se está degenerando rápidamente. La constante aplicación al estudio, tal como lo exigen las escuelas de la actualidad, no prepara a la juventud para la vida práctica. La mente humana siempre será activa; si no lo es en la dirección correcta, lo será en la incorrecta. A fin de conservar el equilibrio de la mente, el trabajo y el estudio deben ser combinados en nuestras escuelas.
Debiera haberse hecho provisión para la educación en mayor escala en generaciones pasadas. En conexión con las escuelas se deberían haber establecido fincas agrícolas y centros de fabricación. También se deberían haber tenido maestros de trabajos manuales y tareas del hogar. Y cada día debiera haberse dedicado una porción del tiempo al trabajo activo, de tal manera que las facultades físicas y mentales se pudieran desarrollar armoniosamente. Si las escuelas se hubieran establecido bajo el plan que hemos mencionado, no habría ahora tantas mentes desequilibradas. . .
He sido inducida a preguntar: ¿Debe sacrificarse todo lo que es de valor en nuestros jóvenes para que puedan obtener una educación escolar? Si hubieran existido establecimientos agrícolas y manufactureros en nuestras 177 escuelas, y si se hubieran empleado maestros competentes para educar a los jóvenes en las diferentes ramas de estudio y trabajo, dedicando una porción de cada día para el mejoramiento de la mente y otra parte para el trabajo físico, ahora existiría una juventud más elevada y dispuesta a entrar en el terreno de acción para influir en la formación de la sociedad. Muchos de los jóvenes que se graduaran de tales instituciones, saldrían con estabilidad de carácter. Tendrían perseverancia, fortaleza y valor para sobrepasar obstáculos y poseerían principios tales que no los dejarían ser movidos de un lado a otro por las malas influencias, por muy populares que éstas fueran. . .
Las jovencitas debieron haber sido instruidas en la manufactura de prendas de vestir, en cortar, hacer y remendar ropa, preparándose así para realizar los deberes prácticos de la vida. Deben haber establecimientos donde los jóvenes puedan aprender diferentes oficios, que requieran tanto el ejercicio de sus músculos como el de sus mentes. Si los jóvenes tuvieran acceso sólo a una educación limitada, ¿cuál sería más esencial, un conocimiento de las ciencias, con todas las desventajas para la salud y la vida, o un conocimiento del trabajo para la vida practica? Respondemos sin vacilación que la última sería de mayor beneficio. Si algo se debe descuidar, que sea el estudio de los libros.
Muchas señoritas se han casado y tienen familia, pero saben poco acerca de los deberes de una madre y esposa. Pueden tocar un instrumento de música pero no saben cocinar. Ignoran cómo hacer un buen pan, algo que es esencial para la salud de la familia. No pueden cortar ni hacer ropa, porque nunca aprendieron. Consideraron estas tareas como cosas de poca importancia y después de casadas, tanto ellas como sus niños, dependen de otras personas para el cumplimiento de estos deberes. Esta ignorancia inexcusable de los deberes más importantes de la vida, es lo que hace infelices a muchas familias. 178
La idea de que el trabajo es degradante ha llevado a muchos a la tumba prematuramente. Aquellos que realizan únicamente tareas manuales, frecuentemente trabajan en exceso, sin tomar períodos de descanso, mientras que los intelectuales sobrecargan el cerebro y sufren por falta de vigor saludable que produce el trabajo físico. Si el intelectual compartiera en cierta medida la carga de la clase trabajadora, y fortaleciera así los músculos, la clase trabajadora podría dedicar una porción de su tiempo a la cultura de la mente y del espíritu. Los de hábitos sedentarios y literarios, deben hacer trabajo físico, aunque no necesiten la remuneración monetaria. La salud debe ser motivo suficiente para inducirlos a combinar la labor física con la intelectual.
Se deben combinar las culturas física, moral e intelectual, a fin de formar hombres y mujeres bien desarrollados. Algunos poseen mayor fortaleza intelectual que otros, mientras que otros se inclinan a disfrutar de la labor física. Ambas clases deben mejorar cultivando los aspectos en que ahora son deficientes. . .
Las mentes de las personas intelectuales trabajan asiduamente, mientras que existe otra clase cuya más elevada ambición en la vida es el trabajo físico. Esta última no ejercita la mente. Sus músculos son ejercitados mientras que sus cerebros pierden el vigor intelectual; en la misma forma como las mentes de los intelectuales son desarrolladas, mientras que sus cuerpos pierden la fortaleza al no ejercitar los músculos. Los que se conforman con dedicar sus vidas al trabajo físico y dejan que otros piensen por ellos, tendrán mucha fuerza muscular, pero sus intelectos serán débiles. Su influencia para el bien es pequeña, comparada con lo que podría ser si desarrollaran sus cerebros al igual que sus músculos. Esta clase es vencida más fácilmente por la enfermedad. El sistema es vitalizado para 179 resistir la enfermedad, mediante la fuerza eléctrica del cerebro.
Las personas que poseen buenas facultades físicas deben aprender a pensar y actuar y no dejar que otros piensen por ellos. Es un error popular considerar que el trabajo es degradante. Debido a él, los jóvenes se muestran ansiosos por conseguir una educación intelectual, a fin de convertirse en maestros, oficinistas, comerciantes, abogados y ocupar casi cualquier posición que no requiera trabajo físico. Las señoritas consideran que el trabajo doméstico es degradante. Y aunque el trabajo físico requerido para realizar las tareas de la casa, si no es muy severo, promueve la salud, ellas buscarán una educación que las capacite para ser maestras u oficinistas, o aprenderán algún oficio que las confinará a empleos sedentarios. El color saludable desaparece de sus mejillas, y la enfermedad hace presa de ellas, porque se privan del ejercicio físico necesario y sus hábitos se pervierten. Quieren disfrutar de la vida delicada, lo cual no es sino enfermedad y decadencia.
Es cierto, las señoritas tienen razón por no escoger emplearse para realizar labores domésticas: porque los que contratan cocineras, generalmente las ven como sirvientas. Frecuentemente sus patrones no las respetan y las tratan como si no fueran dignas de pertenecer a sus familias. No les dan los mismos privilegios que les conceden a la costurera, la secretaria y la maestra de música. Pero no hay trabajo más importante que los quehaceres domésticos. Cocinar bien, presentar alimentos saludables en forma atractiva en la mesa, requiere inteligencia y experiencia. La persona que prepara los alimentos destinados a nuestros estómagos para ser convertidos en sangre que nutra nuestro sistema, ocupa el lugar más importante y elevado. La posición de copista, costurera o maestra de música no puede igualarse a la de la cocinera. 180
Lo que antecede es una declaración de lo que se podría haber logrado mediante un sistema de educación adecuado. El tiempo es muy corto ahora para realizar lo que podría haberse hecho en generaciones pasadas; pero todavía se puede hacer bastante, aun en estos últimos días, para corregir los males existentes en la educación de la juventud. Y debido a que el tiempo es corto, necesitamos trabajar celosamente para dar a los jóvenes une educación que esté de acuerdo con nuestras convicciones. Somos reformadores. Deseamos que nuestros hijos obtengan el mayor provecho de sus estudios. A fin de lograrlo, se les debe emplear en algo que ejercite sus músculos. El trabajo físico diario y sistemático debe constituir una parte de la educación de la juventud, aun en este período tardío. Mucho se puede lograr mediante el trabajo en nuestras escuelas. Siguiendo este plan, los estudiantes poseerán elasticidad de espíritu y vigor de pensamiento, y serán capaces de realizar mayor cantidad de trabajo intelectual que si se dedicaran al estudio solamente. De este modo saldrán de la escuela sin dañar su constitución física y con la fortaleza y el valor necesarios para perseverar en cualquier posición que la providencia de Dios les asigne. 181
Los resultados de la inacción física *
El plan de educación actual abre una puerta de tentación para los jóvenes. Aunque generalmente le dedican muchas horas al estudio también les quedan muchas horas libres. Estas horas se gastan frecuentemente de una manera descuidada. Los malos hábitos se transmiten de uno a otro y el vicio aumenta grandemente. Muchos jóvenes que han recibido instrucción religiosa en el hogar, y llegan a las escuelas relativamente inocentes y virtuosos, son corrompidos por las malas compañías. Pierden el respeto propio y sacrifican los principios nobles. Así se preparan para seguir una ruta descendente. El pecado no les parece tan pecaminoso, porque han abusado tanto de sus conciencias. Estos males, que prevalecen en las escuelas que siguen los planes de educación actuales, podrían remediarse si se combinara el estudio con el trabajo. Los mismos males existen en las escuelas de educación superior, pero en mayor grado, porque muchos de los jóvenes se han educado en el vicio y sus conciencias se han cauterizado.
Muchos padres sobreestiman la firmeza y las buenas cualidades de sus hijos. No parecen considerar que estarán expuestos a la influencia corruptora de jóvenes viciosos. Los padres sienten temor al enviar a sus hijos a escuelas lejanas, pero se consuelan pensando que sus hijos han tenido buenos ejemplos durante su vida escolar. Muchos padres no tienen sino una muy leve idea de la licenciosidad que existe en las instituciones de enseñanza. En muchos casos los padres han trabajado arduamente y han sufrido muchas privaciones para darles a sus hijos una buena educación. Y después de todos sus esfuerzos, muchos han sufrido la amarga experiencia de recibir a sus hijos con hábitos disolutos y cuerpos arruinados. Y frecuentemente son irrespetuosos con los 182 padres, ingratos y sin santidad. Estos padres sufridos, que reciben esa clase de recompensa de parte de sus hijos desagradecidos, lamentan haberlos enviado a ser expuestos a las tentaciones y que regresaran destrozados física, mental y moralmente. Con esperanzas chasqueadas y corazones quebrantados, ven a sus hijos, de quienes esperaban mucho, seguir un curso de vicio y arrastrar una existencia miserable. . .
Estudio inmoderado
Algunos estudiantes se dedican totalmente a sus estudios y se concentran en obtener una educación. Ejercitan el cerebro, pero permiten que las facultades físicas permanezcan inactivas. La mente se sobrecarga mientras los músculos se debilitan por falta de ejercicio. Cuando estos estudiantes se gradúan, es evidente que han obtenido su educación a costa de sus vidas. Han estudiado día y noche, año tras año, manteniendo sus mentes constantemente bajo tensión, pero han descuidado el ejercicio adecuado de los músculos. Lo sacrifican todo por el conocimiento de las ciencias y terminan en la tumba.
Frecuentemente las señoritas se entregan al estudio y descuidan otros aspectos de la educación más esenciales para la vida práctica que el estudio de los libros. Y después de haber obtenido su educación, están enfermas de por vida. Descuidaron su salud permaneciendo demasiado tiempo bajo techo, privándose del aire puro del cielo y de la luz del sol dada por Dios. Estas señoritas podrían haber salido de sus escuelas disfrutando de buena salud, si hubieran combinado los estudios con los quehaceres domésticos y el ejercicio al aire libre.
La salud es un gran tesoro. Es la más rica posesión que los mortales tienen. Si se adquiere riqueza, honor o conocimiento a costa de la salud, se está pagando un precio muy alto. Ninguno de estos logros puede dar felicidad si se 183 carece de salud. Abusar de la salud que Dios nos ha dado es un pecado terrible, porque cada vez que abusamos de ella, nos incapacitamos para hacerle frente a la vida, aunque hayamos obtenido una educación esmerada.
En muchos casos hay padres ricos que no sienten la importancia de entrenar a sus hijos en los deberes prácticos de la vida al mismo tiempo que los educan en las ciencias. No ven la necesidad de darles un conocimiento cabal del trabajo práctico, que será benéfico para el desarrollo mental y moral de sus hijos, y para su utilidad futura. Se deberían tomar estas medidas en beneficio de los hijos, para que si les ocurriera algo desafortunado, puedan salir adelante siendo capaces de mantenerse a sí mismos con el trabajo de sus manos. Si son dueños de un capital de energía, no serán pobres, aunque no tengan dinero. Muchas personas que en su juventud fueron ricas, pueden perder sus riquezas y verse en la necesidad de mantener a sus padres, hermanos y hermanas. ¡Cuán importante es que cada joven aprenda a trabajar de tal manera que esté preparado para hacerle frente a cualquier emergencia! Las riquezas son una maldición cuando sus poseedores permiten que sean un obstáculo para que sus hijos e hijas obtengan un conocimiento práctico del trabajo que los capacitará para tener éxito en la vida diaria.
Con frecuencia, los jóvenes que no son compelidos a trabajar no realizan suficiente ejercicio físico. Debido a que no ocupan sus mentes y manos en trabajos activos, adquieren hábitos de indolencia y a menudo consiguen lo que debe temerse más: una educación callejera, perdiendo el tiempo ociosamente en las tiendas, fumando, tomando y jugando a las cartas. . .
En muchos casos, la pobreza es una bendición, porque evita que los jóvenes y niños sean arruinados por la inactividad. Las facultades físicas y mentales deben ser cultivadas y desarrolladas adecuadamente. La preocupación 184 básica y constante de los padres debiera ser que sus hijos tengan cuerpos bien desarrollados, de tal manera que lleguen a ser hombres y mujeres saludables. Es imposible que este objetivo se alcance sin ejercicio físico. A los niños se les debe enseñar a trabajar, para beneficio de su salud física y moral, aunque no se tenga la necesidad económica. Si han de poseer caracteres puros y virtuosos, deben tener la disciplina de un trabajo bien regulados que ejercite todos los músculos. La satisfacción que los niños tendrán al sentirse útiles y al negarse a sí mismos para ayudar a otros, será el placer más saludable que puedan experimentar. ¿Por qué debieran los ricos perder esta gran bendición?
La indolencia es abominable
Padres, la inactividad es la mayor maldición que puede caer sobre la juventud. No deben permitir que sus hijas permanezcan en cama, desperdiciando las preciosas horas de la mañana que Dios les concede para que las utilicen de la manera más provechosa y de las cuales le tendrán que dar cuenta. La madre que no permite que sus hijas compartan con ella la carga de los quehaceres de la casa, les está haciendo un gran daño. Cuando los padres permiten que sus hijos sean indolentes y gratifiquen su deseo por la lectura de novelas de romance, no contribuyen a su capacitación para hacerle frente a la vida real. La lectura de novelas y cuentos es perjudicial para los jóvenes. Las lectoras de novelas e historias de amor, no son madres prácticas. Construyen castillos en el aire y viven en un mundo irreal, inventado por la imaginación. Se vuelven sentimentales y tienen fantasías enfermizas. Su vida artificial las incapacita para hacer nada de provecho. Su intelecto se ha degradado, aunque se engañan pensando que son más inteligentes y de buenos modales. El ejercicio realizado al hacer las tareas domésticas constituye un beneficio inmenso para las señoritas.
El trabajo físico no impedirá el desarrollo del intelecto. 185 Al contrario, los beneficios recibidos por el trabajo físico mantendrán el equilibrio de la persona, e impedirán que la mente se sobrecargue. Los músculos realizarán el trabajo, trayendo alivio para el cerebro cansado. Hay muchas jovencitas indiferentes inútiles que no consideran femenino realizar trabajo activo. Pero sus caracteres muestran su falta de valor. Se ríen tontamente y tratan de impresionar a otros con su conducta artificial. No pueden hablar como se debe sin reír neciamente. ¿Son éstas señoritas? No nacieron casquivanas, sino que llegaron a esa condición debido a la educación que recibieron. Para ser una señorita, no se necesita ser una chica inútil, que habla sin ton ni son, que viste en forma exagerada y actúa en forma ridícula. Para tener un intelecto saludable se requiere un cuerpo sano. La salud física y un conocimiento práctico de todos los quehaceres del hogar, nunca le harán sombra a un intelecto bien desarrollado; ambos son de suma importancia para una señorita. 186
Cultura física *
Los maestros con frecuencia se encuentran perplejos ante el problema de la recreación apropiada para sus alumnos. Los ejercicios gimnásticos son útiles en muchas escuelas, pero si no hay una vigilancia cuidadosa, son llevados a menudo al exceso. Muchos jóvenes, por hacer despliegue de fuerza en el gimnasio, se han dañado para toda la vida.
El ejercicio en el gimnasio por bien dirigido que sea, no puede sustituir a la recreación al aire libre, para la cual deberían proveer más oportunidades nuestras escuelas. Los alumnos deben hacer ejercicio vigoroso. Pocos males deben ser más temidos que la indolencia y la falta de propósito. Sin embargo, la tendencia de la mayor parte de los deportes atléticos es causa de preocupación para los que se interesan por el bienestar de la juventud. Los maestros se sienten turbados al considerar la influencia que tienen estos deportes, tanto sobre el progreso del estudiante en la escuela, como sobre su éxito en la vida ulterior. Los juegos que ocupan una parte tan grande de su tiempo, apartan su mente del estudio. No contribuyen a preparar a la Juventud para la obra práctica y seria de la vida. Su influencia no tiende hacia el refinamiento, la generosidad o la verdadera virilidad.
Algunas de las diversiones más populares, como el fútbol americano y el boxeo, se han transformado en escuelas de brutalidad. Desarrollan las mismas características que desarrollaban los juegos de la antigua Roma. El amor al dominio, el orgullo en la fuerza bruta, la temeraria indiferencia hacia la vida, están ejerciendo sobre los jóvenes un poder desmoralizador que espanta.
Otros juegos atléticos, aunque no son tan embrutecedores, son apenas menos objetables, a causa del exceso al cual 187 son llevados. Estimulan el amor al placer y a la excitación fomentando la antipatía hacia el trabajo útil, y una disposición a esquivar las responsabilidades y deberes prácticos. Tienden a destruir el gusto por las serias realidades de la vida y sus gozos tranquilos. Así se abre la puerta a la disipación y a la ilegalidad, con sus terribles resultados.
Partidas de placer
Las partidas de placer, tal como se llevan a cabo por lo general, son un obstáculo para el verdadero crecimiento, ya sea de la mente o del carácter. Las compañías frívolas, los hábitos extravagantes, el afán por los placeres y demasiado a menudo por la disipación, nacen como consecuencias y amoldan toda la vida para el mal. En vez de tales diversiones, los padres y maestros pueden hacer mucho para proveer diversiones sanas y vivificadoras.
En este asunto, lo mismo que en todo lo que concierne a nuestro bienestar, la Inspiración ha señalado el camino. En épocas primitivas, la vida del pueblo que estaba bajo la dirección de Dios era sencilla. Vivían en contacto con el corazón de la naturaleza. Los hijos compartían el trabajo de los padres y estudiaban las bellezas y los misterios del tesoro de la naturaleza. En la quietud del Campo y del bosque meditaban en las poderosas verdades transmitidas como legado sagrado de generación a generación. Esta educación producía hombres fuertes.
Ocupaciones al aire libre
En esta época, la vida ha llegado a ser artificial y los hombres han degenerado. Aunque no debemos volver enteramente a los sencillos hábitos de aquellos tiempos primitivos, pendemos aprender de ellos lecciones que harán de nuestros momentos de recreación lo que su nombre implica: momentos de verdadera edificación para el cuerpo, la mente y el alma. 188
Los alrededores del hogar y de la escuela tienen mucho que ver con la recreación. Deberían tenerse en cuenta estas cosas al escoger la casa para vivir o el lugar para establecer una escuela. Aquellos para quienes el bienestar físico y mental es de mayor importancia que el dinero y las exigencias o las costumbres de la sociedad, deberían buscar para sus hijos el beneficio de la enseñanza de la naturaleza y la recreación en el ambiente que ella ofrece. Será de la mayor ayuda para la obra educativa que cada escuela esté situada de modo que proporcione a los alumnos tierra para el cultivo y acceso a los campos y a los bosques.
En lo que a la recreación del alumno se refiere, se obtendrán los mejores resultados mediante la cooperación personal del maestro. El verdadero maestro puede impartir a sus alumnos pocos dones tan valiosos como el de su compañerismo. Puede decirse de los hombres y mujeres, y mucho más de los jóvenes y niños, que solamente los podemos comprender al ponernos en contacto con ellos por medio de la simpatía; y necesitamos comprenderlos para poder beneficiarlos más eficazmente. Para fortalecer el lazo de simpatía que une al maestro y al alumno, pocos medios hay tan valiosos como el del compañerismo agradable fuera del aula. En algunas escuelas el maestro está siempre con sus alumnos en las horas de recreo. Se une a ellos en sus ocupaciones, los acompaña en sus excursiones y parece identificarse con ellos. Convendría a nuestras escuelas que esta costumbre fuese más general. El sacrificio requerido del maestro sería grande pero cosecharía una rica recompensa.
Ninguna recreación que sea útil únicamente para ellos dará por resultado una bendición tan grande para los niños y jóvenes como aquella que los haga útiles para los demás. Los jóvenes, que por naturaleza son entusiastas e impresionables, responden rápidamente a la insinuación. Al hacer planes para el cultivo de las plantas, el maestro debería esforzarse por despertar interés en el embellecimiento 189 de la propiedad escolar y del aula. El beneficio será doble. Los alumnos no estarán dispuestos a echar a perder o desfigurar aquello que tratan de embellecer. Se estimularán el refinamiento del gusto, el amor al orden y el hábito de ser cuidadoso; y el espíritu de compañerismo y cooperación desarrollado será una bendición duradera para los alumnos.
Del mismo modo, al estimular a los alumnos a recordar a los que están privados de esos hermosos lugares y a compartir con ellos las bellezas de la naturaleza, se añade nuevo interés al trabajo en el jardín o a la excursión por el campo o el bosque.
El maestro atento hallará muchas oportunidades para inducir a sus alumnos a practicar actos de servicio. Los niñitos, especialmente, consideran al maestro con una confianza y un respeto casi ilimitados. Es difícil que deje de dar fruto cualquier cosa que sugiera modos de ayudar en el hogar, de ser fieles en los quehaceres diarios, de asistir a los enfermos o ayudar a los pobres. Y así se obtendrá nuevamente un doble beneficio. La sugerencia bondadosa se reflejará sobre su autor. La gratitud y la cooperación de parte de los padres aligerarán la carga del maestro, e iluminaran su camino.
Una salvaguardia contra el mal
La atención prestada a la recreación y a la cultura física interrumpirá sin duda a veces la rutina del trabajo escolar, pero la interrupción no será un verdadero obstáculo. Con el fortalecimiento de la mente y del cuerpo el cultivo de un espíritu abnegado, y la unión del alumno y el maestro por lazos de interés común y amistad, se recompensará cien veces el gasto de tiempo y esfuerzo. Se proveerá un uso correcto a la inquieta energía que con tanta frecuencia es una fuente de peligro para los jóvenes. Como salvaguardia contra el mal, el hecho de estar ocupada la mente con cosas buenas, es de mucho más valor que un sinnúmero de barreras, de reglamentos y disciplina. 190
La salud y la eficiencia *
A fin de proseguir esta grande y ardua labor es necesario que los ministros de Cristo gocen de buena salud. Para lograrlo deben ser regulares en sus hábitos y adoptar un sistema de vida saludable. Muchos se quejan continuamente y sufren de malestares diversos. Esto se debe casi siempre a que no trabajan sabiamente ni observan las leyes de la salud. A menudo pasan mucho tiempo en cuartos calientes y llenos de aire impuro. Allí se ponen a estudiar o a escribir hacen poco ejercicio físico y casi no varían sus actividades. Como consecuencia, la sangre pierde su vigor y las facultades de la mente se debilitan.
Todo el organismo necesita la influencia vigorizadora del ejercicio al aire libre. Unas cuantas horas de trabajo manual cada día, contribuirían a renovar las energías del cuerpo y a descansar la mente. De esta manera se promovería la salud general y se podría realizar una mayor cantidad de trabajo pastoral. La lectura y escritura incesante de muchos ministros los incapacita para el trabajo pastoral. Consumen en un estudio abstracto el tiempo valioso que debieran emplear ayudando a los necesitados en el momento propicio. . .
Nuestros ministros que han alcanzado la edad de cuarenta o cincuenta años no deben sentir que su trabajo es menos efectivo que antes. Los hombres de edad y experiencia son justamente los que deben llevar a cabo esfuerzos vigorosos y bien dirigidos. Se los necesita especialmente en este tiempo; las iglesias no pueden darse el lujo de perderlos. Estos obreros no deben hablar de debilidad física y mental, ni sentir que sus días de servicio se han terminado.
Muchos de ellos han sufrido por el exceso de trabajo mental sin el alivio del ejercicio físico. El resultado ha sido el deterioro de sus facultades y una tendencia a evitar la 191 responsabilidad. Lo que necesitan es más trabajo físico. Esto no ocurre únicamente a las personas que peinan canas, sino que obreros jóvenes también han caído en la misma condición y se han debilitado mentalmente. Tienen una lista de sermones preparados: pero más allá de éstos se sienten desorientados.
El pastor de antaño, que viajaba a caballo y gastaba mucho tiempo visitando su rebaño, disfrutaba de mejor salud, a pesar de sus privaciones, que nuestros ministros de la actualidad, quienes tratan de evitar el cansancio físico tanto como pueden y se confinan a sus libros.
Los ministros de edad y experiencia deben sentir que es su deber, como siervos de Dios, seguir adelante progresando cada día, mejorando en su trabajo y recogiendo constantemente material fresco para presentar ante el pueblo. Cada esfuerzo para exponer el Evangelio debe ser mejor que el anterior. Cada año deben desarrollar una piedad más profunda, un espíritu más amable, mayor espiritualidad, y un conocimiento más cabal de la verdad bíblica. Mientras más avanzan en edad y experiencia, más fácilmente debieran acercarse a los corazones de la gente, teniendo un conocimiento más cabal de ellos. 192
Períodos de relajamiento *
Se me mostró que los observadores del sábado, como pueblo trabajan muy duro sin permitirse cambios de actividad ni períodos de descanso. La recreación es necesaria para los que realizan trabajos físicos y es esencial para las personas cuyo trabajo es mayormente mental. No es esencial para nuestra salvación ni es para la honra de Dios, que se mantenga la mente trabajando sin descanso aunque sea en temas religiosos. Existen diversiones tales como el baile, los juegos de barajas, ajedrez, damas, etc., que no podemos aprobar porque el Cielo las condena. Estas diversiones abren las puertas al mal. No son beneficiosas sino que tienen una influencia estimulante y en algunas mentes fomentan una pasión que las lleva a las apuestas y la disipación. Todos estos juegos debieran ser condenados por los cristianos y debieran ser sustituidos por una recreación saludable.
Que varias familias que viven en una misma localidad se junten y dejen las ocupaciones que los han sobrecargado física y mentalmente y hagan una excursión al campo a la orilla del lago u otro lugar donde el escenario de la naturaleza es bello. Provéanse de alimentos sanos y sencillos de las mejores frutas y legumbres y extiendan sus manteles bajo la sombra de algún árbol o bajo el techo del cielo. El paseo, el ejercicio y el paisaje pronto despertarán el apetito y todos podrán disfrutar de una comida que los reyes envidiarían.
En tales ocasiones padres e hijos deben sentirse libres de preocupación y perplejidad. Los padres deben jugar como niños con sus hijos haciendo cuanto sea posible para que todo resulte placentero. Dedíquese el día entero a la recreación. El ejercicio al aire libre será beneficioso para la 193 salud de las personas que tienen trabajos sedentarios. Todos los que puedan, deben considerar que es su deber proseguir este curso de acción. No tienen nada que perder pero sí, mucho que ganar. Pueden regresar a sus ocupaciones con una vida renovada y nuevas energías para dedicarse a su trabajo con entusiasmo. Además, se sentirán mejor preparados para resistir la enfermedad.
La luz del sol en el hogar *
Si deseáis que vuestros hogares sean agradables y acogedores, iluminadlos con aire y sol. Quitad las pesadas cortinas, abrid las ventanas y las celosías, y disfrutad de la rica luz del sol, aun a costa del color de las alfombras. Los preciosos rayos del sol pueden descolorar vuestras alfombras, pero darán un color saludable a las mejillas de vuestros hijos. Si tenéis la presencia de Dios y poseéis corazones fervientes y amantes, un hogar humilde, iluminado por el aire y el sol y alegrado por una hospitalidad sin egoísmo, será para vuestra familia y para el cansado viajero, un cielo en la tierra. Testimonios para la iglesia, tomo 2, pág. 467. 194
Entretenimientos prohibidos *
Los que se dedican al estudio intenso, deben disfrutar de momentos de relajamiento. La mente no debe estar constantemente restringida a razonamientos extenuantes, porque la delicada maquinaria mental se gasta. El cuerpo, lo mismo que la mente, se debe ejercitar. Pero hay que ser estrictamente temperantes en las diversiones, como en cualquier otro asunto. Y el carácter de estas diversiones se debe considerar juiciosamente. Cada joven debe preguntarse: ¿qué influencia tendrán estas diversiones en mi salud física, mental y moral? ¿se olvidará mi mente de Dios? ¿Se apartará de mí su gloria por causa de ellas?
El juego de barajas debe ser prohibido. Las compañías y tendencias de ese ambiente son peligrosas. El príncipe de las tinieblas preside en el cuarto de juego, y dondequiera que se juegue baraja. En estos lugares los ángeles malignos son los invitados especiales. No hay nada beneficioso para el alma o el cuerpo en estas diversiones. No hay nada que fortalezca el intelecto, nada que provea ideas de valor para el futuro. La conversación versa sobre temas triviales y degradantes. Se escuchan chistes bajos, actitudes frívolas y palabras viles que degradan y destruyen la verdadera dignidad del hombre. Estos juegos constituyen la actividad más insensata, inútil, peligrosa y sin provecho en que puedan involucrarse los jóvenes. Los que participan en el juego de barajas, se alteran emocionalmente y llegan a perder todo interés por alguna ocupación elevadora y beneficiosa. La experiencia en el manejo de las barajas conducirá pronto al deseo de usarlas para beneficio personal. Primero se apuesta una suma pequeña, luego una cantidad mayor, hasta que se adquiere el vicio que indefectiblemente conduce a la ruina. ¡Cuántos no fueron guiados por esta diversión 195 perniciosa a toda práctica pecaminosa, a pobreza, prisión, homicidio y aun al patíbulo! Sin embargo, muchos padres no ven la terrible ruina que se cierne sobre nuestros jóvenes.
El teatro se encuentra entre los lugares de placer más peligrosos. En vez de ser una escuela de moralidad y virtud, como frecuentemente se alardea, es una verdadera fuente de inmoralidad. Estas diversiones fortalecen los hábitos viciosos y las propensiones pecaminosas. Los cantos bajos, las actitudes, expresiones y gestos licenciosos, depravan la imaginación y rebajan la moral. Todo joven que asista a tales exhibiciones, corromperá sus principios. No existe en nuestra tierra influencia más poderosa para envenenar la imaginación, destruir las convicciones religiosas y el gusto por las diversiones tranquilas, que las representaciones teatrales. El amor por estas representaciones aumenta con la complacencia, así como el gusto por las bebidas fuertes se fortalece mientras más se toma. El único camino seguro es evitar el teatro, el circo y todo otro lugar de entretenimiento dudoso.
Hay formas de recreación altamente beneficiosas tanto para la mente como para el cuerpo. Una mente iluminada y analítica encontrará abundante manera de recrearse y entretenerse, en fuentes no sólo inocentes, sino también instructivas. La recreación al aire libre y la contemplación de las obras de Dios en la naturaleza, proporcionarán el beneficio más elevado. 196
El ejercicio como medida de restauración *
Es un gran error pensar que las personas que han abusado de sus facultades mentales y fuerzas físicas, o que han padecido algún quebrantamiento físico o nervioso, necesitan suspender sus actividades corporales con el fin de recuperar la salud. En casos aislados, puede ser necesario mantener reposo completo durante un tiempo definido; pero estos casos son raros. La mayor parte de las veces el cambio sería demasiado drástico para que reportara algún beneficio.
Los que sufren algún quebranto como resultado de un esfuerzo mental intenso necesitan reposar de su actividad intelectual agotadora. Sin embargo, hacerles creer que para ellos sería impropio o peligroso ejercer sus facultades mentales, los induciría a considerar su condición como peor de lo que realmente es. Se vuelven nerviosos y finalmente se transforman en una verdadera carga para ellos mismos así como para las personas que los cuidan. En ese estado de ánimo su recuperación se vuelve muy improbable.
A las personas que han abusado de sus fuerzas físicas no se les debe aconsejar que abandonen completamente el trabajo corporal. Muchas veces privarlos totalmente del ejercicio contribuiría a estorbar la recuperación de su salud. La voluntad funciona a la par con el trabajo de las manos; y cuando la fuerza de la voluntad se aletarga, la imaginación se vuelve anormal, de tal manera que al enfermo le resulta imposible resistir la enfermedad. La inactividad es la peor maldición que podría recaer sobre alguien que estuviera en una condición tal.
El mecanismo maravilloso y delicado de la naturaleza necesita ejercitarse constantemente si ha de cumplir los fines para los cuales ha sido diseñado. Siempre es peligroso el plan de no hacer nada. El ejercicio físico que se deriva del trabajo útil ejerce una influencia feliz sobre la mente, 197 fortalece los músculos, aviva la circulación y concede al inválido la satisfacción de saber cuánto puede aguantar, además de hacerle ver que no es una persona completamente inútil en este ocupado mundo. En cambio, si no se le permite hacerlo, volverá su atención sobre su persona y se mantendrá en constante peligro de exagerar sus dificultades. Si los inválidos se ocuparan de hacer ejercicio físico bien planeado, utilizando sus fuerzas sin abusar de ellas, descubrirían en él un medio efectivo para su recuperación.
El ejercicio de caminar
Las personas débiles e indolentes no deben acceder a su inclinación de mantenerse inactivas, privándose así del aire puro y la luz del sol; más bien necesitan hacer ejercicio al aire libre, caminando o cultivando el jardín. Si lo hacen se sentirán muy fatigados, pero no les hará daño... No es sabio abandonar el uso de ciertos músculos sólo porque se siente dolor al ejercitarlos. Frecuentemente el dolor es causado por el esfuerzo que la naturaleza realiza para dar vida y vigorizar esas partes que se han atrofiado parcialmente debido a la inactividad. El uso de estos músculos inactivos por largo tiempo producirá dolor, porque la naturaleza los está llamando de nuevo a la vida.
El ejercicio de caminar, siempre que se lo pueda hacer, es el mejor remedio para los cuerpos enfermos, porque mediante él se ejercitan todos los órganos del cuerpo. Todos los que pretenden curarse mediante ciertos movimientos, lograrán muchísimo más por el ejercicio muscular que mediante la práctica de dichos movimientos. En algunos casos, la falta de ejercicio debilita y contrae las entrañas y los músculos, y estos órganos debilitados por carencia de ejercicio se fortalecerán únicamente cuando se los ejercite. Ningún ejercicio puede reemplazar la acción de caminar. Al hacerlo se mejora grandemente la circulación de la sangre. Testimonies for the Church, tomo 3. pág. 78 (1871). 198
Los males de la inactividad
El ejercicio físico y el trabajo combinado ejercen una feliz influencia sobre la mente, fortalecen los músculos, mejoran la circulación y dan al enfermo la satisfacción de conocer su propia capacidad de soportar; en cambio, si se lo priva del ejercicio saludable y del trabajo físico, su atención se vuelve sobre sí mismo. Entonces corre constantemente el peligro de pensar que se encuentra en un estado peor de lo que realmente está, y de establecer dentro de él una imaginación enfermiza que le hará temer constantemente sobrecargar su capacidad de soportar. En términos generales, si le dedica a un trabajo bien dirigido, y si usa sus fuerzas sin abusar de ellas, encontrará que el ejercicio físico resultará un agente más poderoso y eficaz en su recuperación que aun el tratamiento hidroterápico que está recibiendo.
La inactividad de las facultades físicas y mentales, en lo que se refiere al trabajo útil, es lo que mantiene a muchos enfermos en una condición de debilidad que no consiguen superar. También le proporciona una gran oportunidad de explayarse en pensamientos impuros, complacencia que ha llevado a muchos a su condición actual de debilidad. Se les ha dicho que han gastado exceso de vitalidad en trabajo duro, cuando, en nueve casos de cada diez, el trabajo que realizaban era lo único que podía revitalizar sus vidas y era el medio de salvarlos de la ruina completa. Mientras tenían la mente ocupada en estas cosas, no podían disponer oportunidades adecuadas para contaminar sus cuerpos y completar la obra autodestructiva. Hacer que esas personas dejen de trabajar con el cerebro y los músculos es concederles una amplia oportunidad de ser llevadas cautivas por las tentaciones de Satanás. Testimonies for the Church, tomo 4, págs. 94-95. 199
Abramos las ventanas del alma
La carga del pecado, con su inquietud y sus deseos no satisfechos, se encuentra en el fundamento mismo de una gran parte de las enfermedades que sufre el pecador. Cristo es el poderoso Sanador del alma enferma por el pecado. Estas pobres personas afligidas necesitan obtener un conocimiento más claro de Aquel que es vida eterna si se lo conoce correctamente. Necesitan que se les enseñe con paciencia y bondad, y sin embargo con fervor, cómo abrir las ventanas del alma, y dejar que la luz del sol del amor de Dios penetre en ella para iluminar las oscuras cámaras de la mente. Las verdades espirituales más exaltadas pueden hacerse comprender por medio de las cosas de la naturaleza. Las avecillas que vuelan, como las florecillas del campo en su radiante hermosura, el grano en crecimiento, las fructíferas ramas de la vid, los árboles en flor, la gloriosa puesta de sol, las nubes carmesíes que anuncian un día hermoso, las estaciones que vienen y pasan, todo esto puede enseñarnos preciosas lecciones acerca de la fe. La imaginación tiene aquí un fructífero campo que explorar. La mente inteligente puede contemplar con la mayor satisfacción las lecciones de la verdad divina que el Redentor del mundo ha asociado con las cosas de la naturaleza.
Cristo reprochó definidamente a la gente de su tiempo porque no habían aprendido de la naturaleza las lecciones espirituales que debieran haber obtenido. Todas las cosas, animadas e inanimadas, expresan al ser humano el conocimiento de Dios. La misma mente divina que está trabajando con las cosas de la naturaleza, habla a las mentes y los corazones de los hombres y crea un anhelo inexpresable por algo que no tienen. Las cosas del mundo no pueden satisfacer sus anhelos. Testimonies for the Church, tomo 4, págs. 579-580. 200
SECCIÓN V
LOS SANATORIOS: SUS OBJETIVOS Y PROPÓSITOS
El propósito de Dios para nuestros sanatorios *
Toda institución establecida por los adventistas debe ser para el mundo lo que José fue en Egipto y lo que Daniel y sus compañeros fueron en Babilonia. En la providencia de Dios, estos elegidos fueron llevados cautivos para acarrear a las naciones paganas las bendiciones que recibe la humanidad mediante el conocimiento de Dios. Eran representantes de Jehová. Nunca debían transigir con los idólatras; debían llevar como honor especial su fe religiosa y su nombre como adoradores del Dios viviente.
Y eso fue precisamente lo que hicieron. En la prosperidad y en la adversidad honraron a Dios, y Dios los honró a ellos. . .
De modo que las instituciones establecidas por el pueblo de Dios en la actualidad deben glorificar su nombre. La única forma como podemos satisfacer sus expectativas es siendo representantes de la verdad para esta época. Dios debe ser reconocido en las instituciones establecidas por los adventistas. Mediante ellas hay que presentar al mundo las verdades para este tiempo con poder convincente.
Se nos ha llamado a presentar al mundo el carácter de Dios tal como le fue revelado a Moisés. En respuesta a la oración de Moisés, "Muéstrame tu gloria el Señor prometió: "Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro".
"Y pasando Jehová por delante de él proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia 201 a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado" (Exodo 33:18-19; 34:6-7). Este es el fruto que Dios desea obtener de su pueblo. Por medio de la pureza de carácter, de la santidad de la vida, con su misericordia y bondad y compasión, deben demostrar que "la ley de Dios es perfecta, que convierte el alma" (Salmo 19: 7).
El propósito de Dios para sus instituciones de la actualidad también puede observarse en el objetivo que procuró realizar por medio de la nación judía. Tenía el propósito de impartir por medio de Israel abundantes bendiciones a todos los pueblos. Mediante ellos debía preparar el camino para la difusión de su luz a todo el mundo. . .
Dios deseaba convertir a su pueblo Israel en objeto de alabanza y gloria. Le había concedido toda ventaja espiritual. Dios no los privó de ninguna cosa favorable a la formación del carácter que los convertiría en representantes suyos.
Su obediencia a las leyes de Dios los transformaría en una maravilla de prosperidad ante las naciones del mundo. El que podía darles sabiduría y habilidad en todo trabajo especializado, continuaría siendo su maestro, y los ennoblecería y elevaría por medio de la obediencia a sus mandamientos. Si hubieran sido obedientes, habrían sido preservados de las enfermedades que afligían a las demás naciones y hubieran sido bendecidos con un intelecto vigoroso. La gloria de Dios, su majestad y poder debían manifestarse en toda su prosperidad. Debían ser un reino de sacerdotes y príncipes. Dios puso a su alcance toda facilidad para que llegaran a ser la mayor nación del mundo. . .
El Señor me dio hace años luz especial concerniente al establecimiento de una institución de salud en la cual los enfermos pudieran ser tratados en una forma muy diferente de como se los trata en cualquier otra institución del mundo. Debía fundarse y conducirse de acuerdo con los principios bíblicos, como instrumento de Dios, y debía ser en sus 202 manos uno de los instrumentos más eficaces para llevar luz al mundo. Era el propósito de Dios que se destacara con habilidad científica, con poder moral y espiritual y como fiel centinela de la reforma en todo sentido. Todos los que tuvieran una parte en estas instituciones debían ser reformadores, debían respetar los principios y obedecer la luz procedente de la reforma pro salud que brillaba sobre nosotros como pueblo.
Un haz de luz
Dios tenía el propósito de que la institución que establecería se destacara como un haz de luz, de advertencia y reproche. El probaría al mundo que una institución conducida con principios religiosos, como asilo para los enfermos, podía mantenerse sin sacrificar su carácter peculiar y santo; y podía mantenerse libre de las características objetables que se encuentran en otras instituciones de salud. Debía ser un instrumento para producir grandes reformas .
El Señor revelo que la prosperidad del sanatorio no debía depender únicamente del conocimiento y la habilidad de sus médicos, sino del favor de Dios. Debía ser conocido como una institución en la cual Dios era reconocido como el Monarca del universo, una institución que se encontraba bajo su supervisión especial. Sus gerentes debían hacer que Dios fuera el primero y el mejor en todo. Y en eso habría poder. Si era dirigida en una forma que Dios podía aprobar, tendría mucho éxito y se encontraría a la cabeza de todas las demás instituciones de esa clase en todo el mundo. Se le dio gran luz, gran conocimiento y privilegios superiores. Y de acuerdo con la luz recibida sería la responsabilidad de quienes habían recibido el cometido de hacer avanzar la institución.
Ahora que nuestra obra se ha extendido y nuestras instituciones se han multiplicado, el propósito de Dios en su establecimiento 203 sigue siendo el mismo. Las condiciones para la prosperidad no han cambiado.
La humanidad sufre debido a la transgresión de las leyes de Dios. El Señor desea que los seres humanos comprendan cuál es la causa de sus sufrimientos y cuál es la única forma como pueden obtener alivio. Quiere que sepan que su bienestar físico, mental y moral depende de su obediencia a su ley. Es su propósito que nuestras instituciones sean como lecciones objetivas que muestren los resultados de la obediencia a los principios correctos.
Hay que difundir los principios de salud
En la preparación de un pueblo para la segunda venida del Señor, debe realizarse una gran obra por medio de la difusión de los principios de salud. La gente debe ser instruida acerca de las necesidades del organismo físico y del valor de la vida saludable como lo enseñan las Escrituras, que los cuerpos que Dios ha creado deben ser presentados ante él como sacrificio vivo, y aptos para rendirle un servicio aceptable. Hay una gran obra que se debe realizar para la humanidad doliente en aliviar sus sufrimientos por medio del uso de los agentes naturales que Dios ha provisto, y en enseñarles cómo prevenir la enfermedad por medio del control del apetito y de las pasiones. Hay que enseñar a la gente que la transgresión de las leyes de la naturaleza es transgresión de las leyes de Dios. Hay que enseñarles la verdad, desde el punto de vista físico tanto como espiritual, que "el temor de Jehová es para vida, y con él vivirá lleno de reposo el hombre; no será visitado de mal" (Proverbios 19: 23). 'El le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos' (Mateo 19: 17). Vive mi ley "como la niña de tu ojo". Las normas de Dios, cuando se las obedece, son "vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo' (Proverbios 4: 22). 204
Nuestros sanatorios tienen poder educador para la gente en estos aspectos. Los que son enseñados, a su vez pueden impartir los conocimientos a otros acerca de los principios restauradores de la salud y conservadores de la salud. En esta forma, nuestros sanatorios deben ser instrumentos para alcanzar a la gente, un instrumento para demostrarles el mal que acarrea desentenderse de las leyes de la salud, y para enseñarles cómo preservar el cuerpo en la mejor condición. Los sanatorios deben establecerse en diferentes países a los que entran nuestros misioneros, y deben ser centros desde los cuales se lleve a cabo la obra de sanar, restaurar y educar.
Debemos trabajar para alcanzar tanto la salud del cuerpo como para salvar el alma. Nuestra misión es la misma que la de nuestro Maestro, de quien se ha escrito que andaba haciendo bien y sanando a los que se encontraban oprimidos por Satanás. Hechos 10:38. Se dice de su obra: "El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel". 'Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores" (Isaías 61: 1; Lucas 4: 18). Al seguir el ejemplo de Cristo de trabajar para el bien de los demás, despertaremos su interés en Dios a quien amamos y servimos.
Monumentos para gloria de Dios
Nuestros sanatorios con todos sus departamentos debieran ser monumentos para la gloria de Dios, sus instrumentos para sembrar las semillas de la verdad en los corazones humanos. Llegarán a hacer esto si se los conduce en forma adecuada.
La verdad viviente de Dios debe darse a conocer en nuestras 205 instituciones médicas. Muchas personas que acuden a ellas están hambrientas y sedientas de la verdad, y cuando ésta se les presenta en forma adecuada será recibida con gozo. Nuestros sanatorios han sido los medios de elevar la verdad para este tiempo y presentarla ante miles. La influencia religiosa que impera en estas instituciones inspira confianza en los enfermos. La seguridad de que el Señor preside en ellas y las muchas oraciones que se elevan en favor de los enfermos realizan una impresión en los corazones. Muchos que nunca antes han pensado en el valor del alma quedan convencidos por el Espíritu de Dios, y no pocos son inducidos a cambiar el curso de su vida. Se realizan impresiones perdurables en muchas personas que habían estado satisfechas mientras pensaban que sus normas personales de carácter bastaban, y que han sentido la necesidad de la justicia de Cristo. Cuando llegue la prueba futura, cuando les llegue el tiempo de su iluminación, no pocas de estas personas tomarán su lugar con el pueblo remanente de Dios. Dios es honrado por las instituciones que se conducen de este modo. En su misericordia ha convertido a los sanatorios en un instrumento poderoso para aliviar los sufrimientos físicos de miles de personas que han sido atraídas a ellos para ser curadas de sus enfermedades. Y en el caso de muchos, el sanamiento físico va acompañado por el sanamiento del alma. Reciben del Salvador el perdón de sus pecados. Reciben la gracia de Cristo y se identifican con él, con sus intereses y su honor. Muchos salen de nuestros sanatorios con nuevos corazones. El cambio ha quedado decidido. Estas personas regresan a sus hogares para ser luces en el mundo. El Señor las convierte en testigos suyos. Su testimonio es: "Venid, oíd todos los que teméis a Dios, y contaré lo que ha hecho a mi alma" (Salmo 66: 16).
En esta forma, nuestros sanatorios, con la mano prosperadora de Dios sobre ellos, han sido los medios para realizar 206 un gran bien. Y deben elevarse todavía mucho más. Dios obrará con la gente que lo honra.
Fuentes de vida
Maravillosa es la obra que Dios se propone realizar por medio de sus siervos, para que su nombre sea glorificado. Dios convirtió a José en la fuente de vida para la nación egipcia. Por medio de José se preservó la vida de toda esa nación. Por medio de Daniel, Dios salvó la vida de los sabios de Babilonia. Y esas liberaciones fueron como lecciones objetivas; ilustran para el pueblo las bendiciones espirituales que les son ofrecidas por medio de la conexión con el Dios a quien José y Daniel adoraban. De modo que Dios desea, mediante su pueblo de la actualidad, acarrear bendiciones al mundo. Cada obrero en quien Cristo mora, cada uno que exprese su amor al mundo, es un obrero juntamente con Dios para bendición de la humanidad. Al recibir del Salvador gracia para impartir a otros, de todo su ser fluye una ola de vida espiritual. Cristo vino como el Gran Médico para sanar las heridas que el pecado había hecho en la familia humana, y su Espíritu, trabajando por medio de sus siervos, imparte al ser humano enfermo por el pecado y doliente, un gran poder sanador que es eficaz para el cuerpo y el alma. "En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia" (Zacarías 13: 1). Las aguas de esta fuente contienen propiedades medicinales que sanarán las enfermedades físicas y espirituales.
De esta fuente fluye el poderoso río de la visión de Ezequiel. "Y me dijo: Estas aguas salen a la región del oriente, ya descenderán al Arabá, y entrarán en el mar; y entradas en el mar, recibirán sanidad las aguas. Y toda alma viviente que nadare por dondequiera que entraren estos dos ríos, vivirá; y habrá muchísimos peces por haber entrado allá 207 estas aguas. y recibirán sanidad; y vivirá . . . Y junto al río, en la ribera, a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca caerán, ni faltará su fruto. A su tiempo madurará, porque sus aguas salen del santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina" (Ezequiel 47:8-12).
Dios desea que nuestros sanatorios se conviertan en un río de vida y de sanidad mediante su poder que obra por medio de nosotros.
La iglesia ha sido calificada para el servicio *
Cristo ha concedido poder a su iglesia para hacer la misma obra que él realizó durante su ministerio. Actualmente él es el mismo médico compasivo que fue cuando vivió en la tierra. Debiéramos ayudar a los afligidos a comprender que en él hay bálsamo sanador para toda enfermedad, poder restaurador para toda invalidez. Sus discípulos de la actualidad deben orar por los enfermos en la misma forma como lo hicieron los discípulos de sus días. Y la salud será restaurada, porque 'la oración de fe salvará al enfermo' (Santiago 5: 15). Necesitamos el poder del Espíritu Santo, la tranquila seguridad de la le que puede reclamar las promesas de Dios. Review and Herald, junio 9. 1904. 208
Aguas vivas para almas sedientas
El Señor necesita hombres y mujeres sabios que trabajen como enfermeros para confortar y ayudar a los enfermos y a los dolientes.
Nuestros sanatorios han sido establecidos con el objeto de salvar almas. En nuestro ministerio diario encontramos muchos rostros preocupados y tristes. ¿ Qué demuestra la tristeza en esos rostros? La necesidad del alma de la paz de Cristo. Los pobres y entristecidos seres humanos acuden a cisternas rotas, las cuales no pueden contener agua, pensando satisfacer su sed. Permitamos que escuchen una vez que diga: "A todos los sedientos: Venid a las aguas" (Isaías 5: 1). "Y no queréis venir a mí para que tengáis vida" (Juan 5: 40).
Deseamos tener sanatorios para que las almas sedientas puedan ser conducidas hacia el agua viva; pero no se trata de sanatorios caros y grandiosos, sino de instituciones con un ambiente hogareño, ubicados en lugares agradables. Los enfermos deben alcanzarse, no por medio de grandes edificios, sino mediante el establecimiento de numerosos sanatorios pequeños, que deben ser como luces que brillan en lugares oscuros. Los que se dedican a esta obra deben reflejar la luz que procede del rostro de Cristo. Deben ser como sal que no ha perdido su sabor. Por medio de la obra de los sanatorios, debidamente realizada, la influencia genuina de una religión pura se extenderá a muchas almas.
Desde nuestros sanatorios, los obreros bien preparados deben salir para dirigirse a lugares en los cuales la verdad nunca ha sido proclamada, a fin de llevar a cabo obra misionera para el Maestro, reclamando para sí la promesa: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo"(Mateo 28: 20). Special Testimonies, Serie B, No. 8, págs. 13-14 (1907). 209
Los sanatorios y la obra evangélica *
Nuestros sanatorios son uno de los medios de mayor éxito para alcanzar a toda clase de gente. Cristo ya no está personalmente en este mundo para ir a las ciudades y a los pueblos y aldeas a fin de sanar a los enfermos. Nos ha encargado que llevemos a cabo la obra misionera médica que el comenzó, y debemos hacer lo mejora posible en el cumplimiento de esta obra. Es necesario establecer instituciones para el cuidado de los enfermos, donde hombres y mujeres puedan ser colocados bajo la atención de médicos misioneros temerosos de Dios y ser tratados sin drogas. A estas instituciones acudirán los que han acarreado enfermedad sobre sí mismos debido a hábitos impropios de comer y beber. A éstos hay que enseñarles los principios de la vida sana. Hay que enseñarles el valor de la abnegación y el dominio propio. Es necesario proveerles un régimen de alimentación sencillo, sano y agradable, y deben ser atendidos por médicos y enfermeras llenos de sabiduría.
Nuestros sanatorios son la mano derecha del Evangelio, y abren puertas a través de las cuales la humanidad doliente puede ser alcanzada con las buenas nuevas de sanamiento por medio de Cristo. En estas instituciones, los enfermos pueden ser enseñados a entregar sus casos al Gran Médico, quien cooperará con sus fervientes esfuerzos para recuperar la salud, y producirá en ellos el sanamiento del alma tanto como la curación del cuerpo.
En nuestros sanatorios se puede llevar a cabo una obra misionera médica admirable. En ellos Cristo y los ángeles trabajan para aliviar el sufrimiento causado por la enfermedad del cuerpo. Pero la obra de ningún modo se detiene allí. Las oraciones ofrecidas por los enfermos y la presentación de las Escrituras les proporciona un conocimiento 210 del gran Médico Misionero. Se dirige su atención hacia Aquel que puede curar toda enfermedad. Aprenden acerca del gran don de la vida eterna, el cual el Señor Jesús anhela derramar sobre quienes lo aceptan. Aprenden a prepararse para las mansiones que Cristo ha ido a disponer para los que le aman. Si me fuere, dijo él, "vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (Juan 14: 3). La palabra de Dios contiene admirables promesas, de las cuales los que sufren del cuerpo o de la mente, pueden recibir consuelo, esperanza y valor.
El plan de proveer instituciones para el cuidado debido de los enfermos se originó en el Señor. El ha instruido a su pueblo para que establezcan esas instituciones. Deben trabajar en ellas médicos temerosos de Dios, que sepan tratar a los enfermos desde el punto de vista del médico cristiano hábil. Estos médicos deben ser fervientes y activos, y servir al señor en su especialidad. Deben recordar que están trabajando en el lugar y bajo la vigilancia del Gran Médico. Son los guardianes de los seres a quienes Cristo compró con su propia sangre, y por lo tanto es indispensable que se dirijan por medio de principios elevados y nobles, y que lleven a cabo la voluntad del Médico Misionero Divino, quien vela constantemente sobre los enfermos y dolientes.
Los que han sido designados guardianes de la salud de los enfermos debieran comprender por medio de la experiencia el poder suavizador de la gracia de Cristo, para que los que acuden a ellos en busca de tratamiento puedan recibir mediante sus palabras el poder elevador y sanador de la propia verdad de Dios. Un médico no se encuentra preparado para la obra misionera médica hasta que ha obtenido conocimiento de Aquel que vino a salvar a las almas perdidas y afligidas por el pecado. Si Cristo es su Maestro, y si poseen conocimiento experimental de la verdad, pueden presentar al Salvador ante los enfermos y los desahuciados. 211
Los enfermos observan cuidadosamente las expresiones, las palabras y los actos de sus médicos, y cuando el médico cristiano se arrodilla junto al lecho del doliente, para pedir al Gran Médico que tome su caso en sus propias manos, impresiona la mente del enfermo, lo cual puede producir como resultado la salvación de su alma.
Se necesitan instituciones en muchos lugares
Cristo abrazó el mundo en su obra misionera, y el Señor me ha mostrado mediante revelación que no es su plan que existan grandes centros ni que se establezcan grandes instituciones, ni que los fondos de nuestro pueblo en todas partes del mundo se agoten sosteniendo unas pocas grandes instituciones, cuando las necesidades de los tiempos exigen que se haga algo, a medida que la Providencia abre el camino en muchos lugares. Debieran establecerse instituciones en diversos lugares en todo el mundo. Hay que entrar primero en un lugar, y luego en otro lugar de la viña, hasta que toda haya sido cultivada. Hay que llevar a cabo esfuerzos donde la necesidad es mayor. Pero no podemos llevar adelante esta guerra agresiva y al mismo tiempo derrochar en forma extravagante los recursos en unos pocos lugares.
El Sanatorio de Battle Creek es demasiado grande. Se requerirá un número grande de obreros para atender a los pacientes que llegan. La décima parte del número de pacientes que vienen a esta institución es el número máximo que se puede atender con los mejores resultados en un centro médico misionero. Habría que establecer centros en las ciudades que no conocen la gran obra que el Señor desea que se efectúe para amonestar al mundo de que el fin de todas las cosas está cerca. "Hay demasiado dijo El Gran Maestro en un solo lugar"._ Testimonies for the Church, tomo 8, págs. 204-205 (1903). 212
En todo el mundo *
Dios ha calificado a su pueblo para que ilumine el mundo. Le ha confiado las facultades mediante las cuales deberán extender su obra hasta que abarque el mundo entero. En todas partes de la tierra deberán establecer sanatorios, escuelas, casas editoras y las facilidades necesarias para el cumplimiento de su obra.
El mensaje final del Evangelio debe llevarse a "toda nación, tribu, lengua y pueblo" (Apocalipsis 14: 6). En muchos países extranjeros todavía hay que establecer y llevar a cabo numerosas empresas para el progreso de este mensaje. La apertura de restaurantes higiénicos y de lugares de tratamiento, y el establecimiento de sanatorios para la atención de los enfermos y los dolientes, es tanto una necesidad en Europa como en América. En muchos países hay que establecer misiones médicas para que obren como manos ayudadoras de Dios en la ministración a los afligidos.
Cristo colabora con los que se dedican a la obra médica-misionera. Los hombres y mujeres que, desprovistos de egoísmo, hacen lo que pueden para establecer sanatorios y lugares de tratamiento en muchos países, serán ricamente recompensados. Los que visiten sus instituciones recibirán beneficio físico, como también mental y espiritual; los fatigados renovarán sus fuerzas, los enfermos serán restaurados a la salud y los afligidos por el pecado serán aliviados. En lugares muy lejanos, se escucharán palabras de agradecimiento y melodías procedentes de los corazones de quienes han sido vueltos del servicio al pecado al de la justicia por medio de estos instrumentos. Mediante sus cantos de agradecida alabanza se dará un testimonio que ganará a otros a la fidelidad y la comunión con Cristo.
La conversión de las almas a Dios es la obra más grande 213 y noble en la cual pueden participar los seres humanos. En esta obra se revela el poder de Dios, su santidad, su paciencia y su amor ilimitado. Cada conversión genuina lo glorifica y hace que los ángeles irrumpan en cánticos de alabanza.
Nos estamos aproximando al final de la historia del mundo, debido a lo cual los diferentes ramos de la obra de Dios deben llevarse a cabo con una abnegación mayor de la que existe en este momento. La obra para estos últimos días es en un sentido especial una obra misionera. La divulgación de la verdad presente, desde la primera letra del alfabeto hasta la última, significa esfuerzo misionero. La obra que debe realizarse exige sacrificio a cada paso que se da. De este servicio abnegado, los obreros saldrán purificados y refinados como oro probado en fuego.
El conocimiento de que hay almas que perecen en el pecado debiera estimularnos para realizar un mayor esfuerzo a fin de dar la luz de la verdad presente a los que se encuentran en las tinieblas, y especialmente a los que viven en lugares donde se ha hecho muy poco para establecer monumentos conmemorativos de Dios. En todas partes del mundo existe una obra que debiera haberse hecho hace mucho, la cual debe realizarse ahora y llevarse a cabo hasta terminarla.
En los países Europeos
Nuestros hermanos, en general, no se han interesado seriamente en el establecimiento de sanatorios en los países europeos. En la obra que se realiza en estos países surgirán situaciones que confundirán en alto grado, debido a las circunstancias peculiares de los distintos campos. Pero por la luz que se me ha dado, se establecerán instituciones que aunque al comienzo serán pequeñas, por la bendición de Dios llegarán a ser grandes y fuertes.
No hay que aglomerar en una sola localidad nuestras instituciones en ningún país. Dios nunca se propuso que se 214 restringiera de ese modo la luz de la verdad. Se requirió que la nación judía, por un tiempo, adorara en Jerusalén. Pero Jesús dijo a la mujer samaritana: "Créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre". "La hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Juan 4: 21, 23-24). Hay que plantar la verdad en todos los lugares a los que tengamos acceso. Debe ser llevada a regiones que carecen del conocimiento de Dios. Los hombres serán recibidos al recibir a Aquel en quien se centran sus esperanzas de vida eterna. La aceptación de la verdad como se encuentra en Jesús llenará los corazones con melodías de alabanza a Dios.
Absorber una gran cantidad de recursos económicos en unos pocos lugares es contrario a los principios cristianos. Cada edificio debe levantarse con referencia a la necesidad de edificios similares en otros lugares. Dios pide a los hombres que ocupan posiciones de confianza en su obra, que no bloqueen el camino del progreso utilizando egoístamente en unos pocos lugares favorecidos o en uno o dos ramos de trabajo, todos los recursos que se pueden obtener.
En los días del comienzo del mensaje, un gran número de personas en nuestro pueblo poseía el espíritu de abnegación ya sacrificio. Así se estableció un comienzo en forma correcta y los esfuerzos realizados produjeron éxito. Pero la obra no se ha desarrollado en la forma como debiera. Se ha concentrado demasiado en Battle Creek, en Oakland y en unos pocos lugares más.
El Señor se ha propuesto que su obra se lleve a cabo con el mismo espíritu con el que comenzó. Hay que amonestar al mundo. Hay que entrar en un campo tras otro. La orden que se nos ha dado es: "Añadid nuevos territorios". Acaso como pueblo, mediante nuestras transacciones comerciales 215 y por medio de nuestra actitud hacia un mundo no salvado, ¿no debiéramos dar un testimonio todavía más claro y decisivo que el que dimos hace veinte o treinta años?
Sobre nosotros ha brillado gran luz con respecto a los últimos días de la historia terrena. Que nuestra falta de sabiduría y energía no dé evidencia de una ceguera espiritual. Los mensajeros de Dios deben estar revestidos con su poder. Deben sentir por la verdad una reverencia elevadora que ahora no poseen. El mensaje solemne y sagrado de amonestación procedente del Señor debe proclamarse en los campos más difíciles y en las ciudades más pecadoras, en todo lugar donde la luz del mensaje del tercer ángel todavía no ha brillado. A todos hay que dar el último llamado a la cena de las bodas del Cordero.
En la proclamación del mensaje, los siervos de Dios serán llamados a luchar con numerosas dificultades y a sobreponerse a muchos obstáculos. A veces la obra resultará difícil, como ocurrió Cuando los pioneros establecían las instituciones en Battle Creek, en Oakland y en otros lugares. Pero que todos hagan lo mejor posible y que conviertan al Señor en su fortaleza, que eviten todo egoísmo y que sus buenas obras sean una bendición para los demás. . .
En todos los países
El Señor nos llama a que despertemos a la comprensión de cuáles son nuestras responsabilidades. Dios ha dado a cada persona su obra. Cada uno debe vivir una vida útil. Aprendamos todo lo que sea posible y luego seamos una bendición para los demás impartiéndoles el conocimiento de la verdad. Que cada uno obre en conformidad con sus habilidades y que ayude voluntariamente a llevar las cargas.
En todas partes hay una obra que se debe realizar para las diversas clases sociales. Debemos llegar hasta los pobres y los depravados, los que han caído a causa de la intemperancia. Y al mismo tiempo, no debemos olvidar a las clases 216 más elevadas, los abogados, los ministros, los senadores y los jueces, muchos de los cuales son esclavos de hábitos intemperantes. No debemos dejar ningún esfuerzo sin hacer para demostrarles que sus almas son dignas de ser salvadas, y que vale la pena luchar para obtener la vida eterna. A los que ocupan posiciones elevadas debemos presentarles el voto de abstinencia total, y pedirles que den el dinero que de otro modo hubieran gastado en la complacencia egoísta del licor y el tabaco, a instituciones en las cuales los niños y los adolescentes puedan prepararse para ocupar posiciones de utilidad en el mundo.
Los ángeles esperan para colaborar
Una gran luz ha estado brillando sobre nosotros, pero ¿cuánto de esta luz hemos reflejado al mundo? Los ángeles celestiales están esperando para que los seres humanos colaboren con ellos en la presentación práctica de los principios de la verdad. Por medio de nuestros sanatorios y empresas semejantes deberá realizarse una gran parte de esta obra. Estas instituciones han de ser monumentos conmemorativos de Dios en las que su poder sanador se puede poner al alcance de todas las clases, elevadas y bajas, ricas y pobres. Todo el dinero invertido en ellas por amor de Cristo producirá bendiciones tanto al que lo da como a la humanidad doliente.
La obra médica misionera es la mano derecha del Evangelio. Es necesaria para el progreso de la causa de Dios. El poder salvador de la verdad se dará a conocer a medida que por medio de ella los hombres y las mujeres sean inducidos a comprender la importancia que tienen los hábitos correctos de vida. Hay que entrar en todas la ciudades por medio de obreros preparados para realizar obra médica misionera. Como mano derecha del mensaje del tercer ángel, los métodos de Dios para el tratamiento de la enfermedad abrirán las puertas para que entre la verdad presente. Hay 217 que hacer circular las publicaciones sobre salud en muchos países. Nuestros médicos de Europa y de otros países debieran despertar a la necesidad de hacer preparar obras de salud por medio de hombres prácticos que puedan poner al alcance de la gente, en el lugar donde ésta se encuentra, las instrucciones más esenciales.
La colaboración de los sanatorios
El Señor dará a nuestros sanatorios cuya obra ya se encuentra establecida, una oportunidad de colaborar con él en la asistencia de las instituciones recién establecidas. Cada nueva institución debe considerarse como una hermana colaboradora en la gran obra de la proclamación del mensaje del tercer ángel. Dios ha dado a nuestros sanatorios una oportunidad de poner en acción una obra que será como una piedra viviente, que crecerá a medida que una mano invisible la haga rodar. Pongamos en movimiento esta piedra mística.
El Señor me ha instruido que amoneste a los que en el futuro establecerán sanatorios en nuevos lugares, que comiencen su obra con humildad, consagrando sus habilidades a su servicio. Los edificios que se construyan no deberán ser grandes ni costosos. Hay que establecer pequeños sanatorios locales en conexión con nuestras escuelas de adiestramiento. En estos sanatorios hay que concentrar hombres y mujeres jóvenes que posean habilidades y consagración, que se conduzcan en el amor y el temor de Dios; los que, cuando estén preparados para graduarse, no piensen que ya saben todo lo que necesitan saber, sino que estén dispuestos a estudiar diligentemente y a practicar cuidadosamente las lecciones dadas por Cristo. La justicia de Cristo irá delante de ellos y la gloria de Dios irá a su retaguardia. 218
El sanatorio de Sydney debe impartir educación *
El Señor ha dado repetidamente instrucciones concernientes a la importancia de esta institución y a la necesidad de su establecimiento. Desea que el sanatorio se construya para que podamos cooperar con sus instrumentos en el alivio del sufrimiento de la humanidad.
En la obra de este sanatorio, los médicos, las parteras y las enfermeras deben colaborar con Dios en la restauración de la salud a los enfermos. Al hacerlo colaboran con él en la restauración de su imagen en el alma. No limitemos al Santo de Israel. ¿Acaso Cristo no oficia por nosotros en el santuario de arriba, a la mano derecha de Dios? ¿Acaso no intercede por los que sufren físicamente y por los que sufren espiritualmente? Los invita a ir a él, quien estuvo muerto, pero quien ahora vive para siempre.
Dios desea que a los seres humanos dolientes se les enseñe a evitar la enfermedad por medio de la práctica de hábitos correctos de comer, beber y vestir. Muchos sufren debido al poder opresivo de prácticas pecaminosas, cuya salud podría restaurarse mediante la observancia inteligente de las leyes de la vida y la salud, por medio de la cooperación con Aquel que murió para que ellos pudieran vivir eternamente. Este es el conocimiento que los hombres y las mujeres necesitan. Deben aprender a estudiar las leyes divinas dadas por Cristo para bien de toda la humanidad. Esta es la obra que se debe realizar en nuestro sanatorio.
Los instrumentos de Dios debieran procurar seguir en los pasos del Sanador Divino. Los que acuden al sanatorio debieran aprender a cuidar su cuerpo, y recordar estas palabras: "No sois vuestros. Porque habéis sido comprados 219 por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios " ( 1 Corintios 6: 19-20). Sí, somos propiedad de Dios y la senda de la obediencia a las leyes de la naturaleza es la senda directa hacia el cielo. El que se convierte de los errores en el comer, el beber y el vestirse, está siendo preparado para escuchar y recibir la verdad en un corazón bueno y bien dispuesto. Muchos, al practicar las leyes de la naturaleza y al recibir la gracia renovadora de Dios en el alma, obtienen nueva vida física y espiritual. "El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia" (Proverbios 9: 10). Hagamos escuchar la voz de la sabiduría, porque "sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz" (Proverbios 3: 17). . .
La gloria del Evangelio
La gloria del Evangelio consiste en que se encuentra fundado sobre el principio de restauración en la humanidad caída de la imagen Divina por medio de una manifestación constante de benevolencia. Esta obra comenzó en las cortes celestiales. Allí Dios decidió dar a los seres humanos evidencia inequívoca del amor que sentía por ellos. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16).
La Divinidad se conmovió de piedad por la humanidad, y el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo se dieron a sí mismos a la obra de formar un plan de redención. Con el fin de llevar a cabo plenamente ese plan, se decidió que Cristo, el Hijo unigénito de Dios, se entregara a sí mismo como ofrenda por el pecado. ¿Con qué se podría medir la profundidad de este amor? Dios quería hacer que resultara imposible para el hombre decir que hubiera podido hacer más. Con Cristo, dio todos los recursos del cielo, para que nada faltara en el plan de la elevación de los seres humanos. Este es amor, y 220 su contemplación debiera llenar el alma con gratitud inexpresable. ¡Oh, cuánto amor, cuánto amor incomparable! La contemplación de este amor limpiará el alma del egoísmo. Hará que el discípulo se niegue a sí mismo, tome su cruz y siga al Redentor.
Todos debieran tener una parte
El establecimiento de iglesias y sanatorios es tan sólo una manifestación adicional del amor de Dios, y en esta obra debiera participar todo el pueblo de Dios. Cristo formó su iglesia aquí abajo con el propósito expreso de manifestar la gracia de Dios por medio de sus miembros. Su pueblo debe levantar monumentos conmemorativos de su sábado en todo el mundo, que es la señal entre él y ellos, de que es él quien los santifica. De este modo deben demostrar que han vuelto a su lealtad y que permanecen firmes en favor de los principios de su ley.
Ventajas de la agricultura
El Señor permitió que el fuego consumiera el edificio principal de la Review and Herald y del sanatorio, y de ese modo eliminó la mayor objeción que existía contra la necesidad de salir de Battle Creek. Era su propósito que en lugar de reconstruir el gran sanatorio, nuestro pueblo edificara plantas en diversos lugares. Estos sanatorios más pequeños debieran haberse establecido en los lugares donde se hubiera podido adquirir tierra de cultivo. Es el plan de Dios que la agricultura se relacione con la obra de nuestros sanatorios y colegios. Nuestra juventud necesita la educación que se obtiene en este ramo de trabajo. Es conveniente, y más que conveniente es indispensable que se realicen esfuerzos para llevar a cabo el plan de Dios en este sentido. Testimonies for the Church, tomo 8, págs. 227-228 (1903). 221
Una advertencia contra la centralización *
Santa Helena, California, Sept. 4, 1902.
A los dirigentes de nuestra obra médica:
QUERIDOS HERMANOS: El Señor trabaja en forma imparcial en todas partes de su viña. Son los hombres quienes desorganizan su obra. El no concede a su pueblo el privilegio de reunir tantos recursos económicos para establecer instituciones en unos pocos lugares, de modo que no quede nada para la organización de instituciones similares en otras partes.
Hay que establecer muchas instituciones en las ciudades de los Estados Unidos, y especialmente en las ciudades del sur, en las cuales hasta ahora no se ha hecho mucho. También hay que iniciar numerosas empresas médicas en países extranjeros, y hacerlas funcionar con éxito. El establecimiento de sanatorios es tan esencial en Europa y en otros países extranjeros como en los Estados Unidos.
El Señor desea que su pueblo comprenda correctamente la obra que debe realizarse, y que como mayordomos fieles procedan sabiamente en la inversión de fondos. Cuando piensen en la construcción de un edificio, él desea que calculen el costo para ver si disponen de recursos con los cuales terminarlo. También desea que recuerden que no debieran reunir egoístamente todos los medios posibles para invertirlos en unos pocos lugares, sino que debieran trabajar con referencia a los numerosos lugares en los cuales es necesario establecer instituciones.
Economía y benevolencia
Según la luz que se me ha dado, los gerentes de todas nuestras instituciones, especialmente de los sanatorios recién establecidos, deben tener cuidado de economizar en 222 el gasto de los recursos, a fin de encontrarse en posición de ayudar a aquellas instituciones similares que deben establecerse en otros lugares del mundo. Aunque tengan grandes cantidades de dinero en la tesorería, de todos modos debieran hacer cada plan con referencia a las necesidades del gran campo misionero de Dios.
No es la voluntad de Dios que su pueblo levante enormes sanatorios en ninguna parte. Hay que establecer muchos sanatorios. No deben ser grandes, sino suficientemente completos para llevar a cabo una obra buena y de éxito.
Se me han dado palabras de advertencia con respecto a la obra de entrenamiento de enfermeras y de evangelistas médicos misioneros. No debemos centralizar esta obra en ningún lugar único. En todos los sanatorios establecidos, hay que entrenar a hombres y mujeres jóvenes para que sean misioneros médicos. El Señor abrirá el camino ante ellos mientras avanzan para trabajar por él.
Las evidencias de que disponemos del cumplimiento de la profecía demuestran que el fin de todas las cosas está cercano. Hay que realizar mucha obra importante en lugares alejados de los centros en los cuales en el pasado nuestra obra ha estado concentrada.
Cuando llevamos agua a un huerto para regarlo, no regamos en un solo lugar dejando el resto seco e improductivo para que clame: "Danos agua". Y sin embargo. esto representa la forma como la obra ha sido llevada a cabo en unos pocos lugares, con descuido del gran campo. ¿Deberán los lugares desolados permanecer desolados? No. Dejad la corriente de agua fluir a todos los lugares, llevando gozo y fertilidad.
Humildad y abnegación
Nunca debiéramos depender del reconocimiento y de la posición que el mundo otorga. En el establecimiento de instituciones, nunca debiéramos tratar de competir con las instituciones 223 del mundo en tamaño ni en esplendor. Obtendremos la victoria, no mediante el recurso de erigir edificios enormes, en competir con los enemigos, sino manifestando el espíritu de Cristo como un espíritu de mansedumbre y humildad. Es mucho mejor llevar la cruz y experimentar chascos, pero obtener la vida eterna al final, que vivir como príncipes y perder el cielo.
El Salvador de la humanidad nació en un hogar humilde, en un mundo malvado y maldecido por el pecado. Fue criado oscuramente en Nazaret, un pueblecito de Galilea. Comenzó su obra en la pobreza y sin posición mundanal. Así Dios introdujo el Evangelio en una forma completamente diferente de la que muchos en la actualidad consideran sabio proclamar el mismo Evangelio.
Al comienzo mismo de la dispensación evangélica, él enseñó a su iglesia a confiar, no en la posición mundanal ni en el esplendor, sino en el poder de la fe y la obediencia. El favor de Dios tiene más valor que el oro y la plata. El poder del Espíritu Santo es de un valor incalculable.
Así dice el Señor: "Los edificios darán carácter a mi obra únicamente cuando quienes los construyan sigan mis instrucciones concernientes al establecimiento de instituciones. Si los que han administrado y sustentado la obra en el pasado hubieran estado siempre controlados por principios puros y abnegados, nunca se hubiera producido una acumulación egoísta de una gran parte de mis recursos en uno o dos lugares. Se hubieran establecido instituciones en numerosas localidades. Las semillas de la verdad sembradas en un número mayor de campos, hubieran brotado y producido fruto para mi gloria.
"Los lugares que han sido descuidados ahora deben recibir atención. Mi pueblo debe llevar a cabo una obra definida y rápida. Los que con pureza de propósito se consagran plenamente a mí, de alma, cuerpo y espíritu, trabajarán con mis métodos y en mi nombre. Todos deberán 224 estar en su puesto, y contemplarme como su Guía y Consejero.
"Instruiré al ignorante y ungiré con colirio celestial los ojos de muchos que ahora viven en oscuridad espiritual. Levantaré a instrumentos que llevarán a cabo mi voluntad para preparar un pueblo a fin de que se presente ante mí en el tiempo del fin. En muchos lugares que antes de esto debieran haber sido provistos con sanatorios y colegios, estableceré mis instituciones y esas instituciones se convertirán en centros educativos para la preparación de obreros".
Oportunidades providenciales
El Señor obrará sobre las mentes humanas en lugares inesperados. Algunos que aparentemente son enemigos de la verdad, en la providencia de Dios invertirán sus recursos para desarrollar propiedades y construir edificios. Con el tiempo, estas propiedades se ofrecerán en venta a un precio por debajo de su costo. Nuestro pueblo reconocerá la mano de la Providencia en esas ofertas y adquirirá propiedades valiosas para usarlas en la obra de educación. Harán planes y llevarán a cabo los negocios con humildad, abnegación y sacrificio. En esta forma, hombres de recursos están inconscientemente preparando auxiliares que capacitarán al pueblo de Dios para avanzar rápidamente en su obra.
En diversos lugares, hay que adquirir propiedades para usarlas en la construcción de sanatorios. Nuestro pueblo debiera buscar las oportunidades de adquirir propiedades fuera de las ciudades, que ya tengan edificios construidos y huertos plantados. El terreno es una posesión valiosa. En relación con nuestros sanatorios debiera haber terreno, pequeñas porciones de los cuales puedan utilizarse para edificar hogares para los colaboradores y otros que reciben preparación para la obra médica misionera. 225
Deber hacia los pobres *
Los administradores del sanatorio no debieran estar gobernados por los principios que controlan otras instituciones de esta clase, en las cuales los dirigentes, actuando por conveniencia, demasiado a menudo tratan con deferencia a los ricos mientras que descuidan a los pobres. Los pobres con frecuencia tienen gran necesidad de simpatía y consejo, lo cual no siempre reciben, aunque desde el punto de vista del valor moral, pueden estar mucho más alto en la estima de Dios que los más ricos. El apóstol Santiago ha dado un consejo definido con respecto a la manera como debemos tratar a los pobres.
"Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae las ropas espléndidas y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: estate tú allí, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?" (Santiago 2: 2-5).
Aunque Cristo era rico en las cortes celestiales, se hizo pobre para que mediante su pobreza nosotros pudiéramos ser hechos ricos. Jesús honró a los pobres compartiendo su condición humilde. De la historia de su vida debemos aprender la forma de tratar a los pobres. Algunos llevan a extremos el deber de la beneficencia, y en realidad perjudican a los pobres al hacer demasiado por ellos. Los pobres no siempre se esfuerzan como debieran hacerlo. Si bien es cierto que no se los debe descuidar y hacerlos sufrir, es necesario enseñarles a ayudarse a sí mismos. 226
No se debe descuidar la causa de Dios prestando a los pobres atención exclusiva. Cristo cierta vez dio a sus discípulos una lección muy importante acerca de este punto. Cuando María derramó el ungüento sobre la cabeza de Jesús, el codicioso Judas hizo un ruego en favor de los pobres y se quejó por lo que consideró un desperdicio de dinero. Pero Jesús vindicó el acto diciendo: 'Dejadla; ¿por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho". "De cierto os digo que dondequiera que se predique este Evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho para memoria de ella" (Marcos 14: 6, 9). Con esto se nos enseña que Cristo debía ser honrado por medio de la consagración de lo mejor de nuestros bienes. Si dirigiéramos toda nuestra atención a aliviar las necesidades de los pobres, la causa de Dios sería descuidada. Ni los unos ni la otra sufrirán si sus mayordomos cumplen su deber, pero la causa de Cristo debe venir primero.
Los pobres debieran tratarse con tanto interés y atención como los ricos. La práctica de honrar a los ricos y despreciar y descuidar a los pobres es un delito a la vista de Dios. Los que están rodeados por todas las comodidades de la vida, o que reciben atenciones especiales del mundo porque son ricos, no experimentan la necesidad de simpatía y de tierna consideración como las personas cuyas vidas han sido una larga lucha con la pobreza. Estos últimos tienen muy poco en esta vida que los haga felices o alegres, debido a lo cual apreciarían las manifestaciones de simpatía y amor. Los médicos y sus colaboradores en ningún caso debieran descuidar a esta clase, porque al hacerlo pueden descuidar a Cristo en la persona de sus santos.
Responsabilidades de la iglesia
Nuestro sanatorio fue levantado para beneficiar a la humanidad doliente, tanto a los ricos como a los pobres, en todo el mundo. Muchas de nuestras iglesias tienen muy 227 poco interés en esta institución, a pesar de que cuentan con evidencia suficiente de que es uno de los instrumentos designados por Dios para llevar a hombres y mujeres bajo la influencia de la verdad y para salvar muchas almas. Las iglesias que tienen pobres en su congregación no debieran descuidar su mayordomía y arrojar la carga de los pobres y enfermos sobre el sanatorio. Todos los miembros de las diversas iglesias son responsables delante de Dios por los afligidos. Debieran llevar sus propias cargas. Si tienen enfermos entre ellos, que desean que reciban el beneficio de algún tratamiento, debieran enviarlos al sanatorio si eso es posible. Al hacerlo, no sólo utilizarán la institución que Dios ha establecido, sino que ayudarán a los que necesitan ayuda, y se preocuparán de los pobres en la forma como Dios requiere.
No era el propósito de Dios que la pobreza desapareciera del mundo. Las clases de la sociedad nunca debían ser igualadas; porque la diversidad de condiciones que caracteriza a la humanidad es uno de los medios por los que Dios ha determinado probar y desarrollar el carácter. Muchos han urgido con gran entusiasmo que todos los seres humanos debieran tener una parte igual en las bendiciones temporales de Dios; pero éste no era el propósito del Creador. Cristo ha dicho que siempre debemos tener a los pobres con nosotros. Los pobres, tanto como los ricos, han sido adquiridos por su sangre; y entre sus seguidores profesos, en la mayor parte de los casos, los pobres le sirven con determinación, mientras que los ricos están constantemente depositando sus afectos sobre los tesoros terrenales, y olvidan a Cristo. Las preocupaciones de esta vida y la codicia por las riquezas eclipsan la gloria de un mundo eterno. Si todos tuvieran la misma cantidad de posesiones mundanales, eso sería la peor desgracia que hubiera caído sobre la humanidad. 228
Nuestros sanatorios del sur de California *
Los médicos y los pastores deben unirse en un esfuerzo por conducir a los hombres y las mujeres a obedecer los mandamientos de Dios. Necesitan estudiar la relación íntima que existe entre la obediencia y la salud. Sobre los médicos misioneros descansa una responsabilidad solemne. Deben ser misioneros en el verdadero sentido de la palabra. No hay que chasquear a los enfermos y a los dolientes que se confían al cuidado de los colaboradores de las instituciones médicas. Hay que enseñarles a vivir en armonía con el cielo. Al aprender a obedecer la Ley de Dios serán ricamente bendecidos en cuerpo y espíritu.
El valor de la vida al aire libre
La ventaja de la vida al aire libre nunca debiera perderse de vista. Cuán agradecidos debiéramos sentirnos porque Dios nos ha dado una hermosa propiedad para un sanatorio en paradise Valley, en Glendale y en Loma Linda. "¡Fuera de las ciudades! ¡Fuera de las ciudades!" ha sido un mensaje durante años. No podemos esperar que los enfermos se recuperen rápidamente cuando se encuentran encerrados entre cuatro paredes en alguna ciudad sin tener nada que ver afuera a no ser casas, casas y casas pero nada que los anime, nada que los avive. Y sin embargo, cuán lentos son algunos en comprender que las ciudades atestadas no son lugares favorables para la obra de los sanatorios.
Aun en el sur de California, no hace muchos años, había algunos que favorecían la construcción de un gran sanatorio en el corazón de los Ángeles. A la luz de la instrucción que Dios me ha dado no podíamos consentir en la realización de ningún plan semejante. En visiones de la noche, el Señor me había mostrado propiedades desocupadas en el país, 229 apropiadas para el propósito de levantar un sanatorio, y en venta a un precio muy por debajo del costo original.
En busca de lugares apropiados
Paso algún tiempo hasta que encontramos estos lugares. Primero adquirimos el Sanatorio paradise Valley, cerca de San Diego. Pocos meses después, en la buena providencia de Dios, nuestros dirigentes se enteraron de la propiedad de Glendale y la compraron y prepararon para el servicio. Pero recibimos luz según la cual nuestra obra de establecer sanatorios en el sur de California no estaba terminada, y en diversas ocasiones se nos dieron testimonios según los cuales la obra médica misionera también debía llevarse a cabo en las vecindades de Redlands. En un artículo publicado en la Review del 6 de abril de 1905, escribí:
"En nuestro viaje de regreso a Redlands, mientras nuestro tren recorría un kilómetro tras otro de huertos de naranjos, pensé en los esfuerzos que debían hacerse en este hermoso valle para proclamar la verdad para este tiempo. Reconocí esta sección del sur de California como uno de los lugares que se me habían presentado con la instrucción de que debía contar con un sanatorio completamente equipado.
"¿Por qué campos como Redlands y Riverside han permanecido casi sin trabajarse? Al mirar por la ventana del vagón y ver los árboles cargados de frutas, pensé: ¿Acaso los esfuerzos fervorosos y cristianos no hubieran producido una cosecha espiritual tan abundante como ésta? Estos pueblos han sido construidos y desarrollados en pocos años, y al contemplar su hermosura y la fertilidad del campo circundante, surgió ante mí una visión de lo que la cosecha espiritual hubiera podido ser si se hubieran hecho esfuerzos cristianos por la salvación de las almas.
"El Señor hubiera designado hombres y mujeres valientes y dedicados para que se encargaran de su obra en estos 230 lugares. La causa de Dios ha de realizar un progreso más rápido en el sur de California que en el pasado. Miles de personas visitan el sur de California cada año en busca de salud, y debiéramos emplear diversos métodos para alcanzarlas con la verdad. Deben escuchar la advertencia de prepararse para el gran día del Señor, que está a las puertas. . .
"Dios nos llama a que presentemos la verdad para este tiempo a los que año tras año acuden al sur de California de todas partes de los Estados Unidos. Obreros que pueden hablar a las multitudes deben ubicarse donde puedan encontrarse con la gente para darles el mensaje de advertencia. Debiera haber en el lugar ministros y colportores en busca de una oportunidad para presentar la verdad y para realizar reuniones. Deben aprovechar sin pérdida de tiempo las oportunidades para poner la verdad presente ante quienes no la conocen. Deben dar el mensaje con claridad y poder para que sea escuchado por los que tienen oídos para oír". . .
Recordemos que uno de los instrumentos más importantes es nuestra obra médica misionera. Nunca debemos perder de vista el gran objetivo por el cual nuestros sanatorios han sido establecidos: El adelantamiento de la obra final de Dios en el mundo.
Loma Linda no sólo debe ser un sanatorio, sino también un centro de educación. El hecho de poseer este lugar pone ante nosotros la pesada responsabilidad de dar un carácter educacional a la obra de esta institución. Hay que establecer aquí un colegio para la preparación de evangelistas médicos misioneros. 231
El sábado en nuestros sanatorios *
Se me ha instruido que nuestras instituciones médicas deben ser testigos de Dios. Se han establecido para aliviar a los enfermos y los afligidos, para reavivar el espíritu de investigación, para diseminar la luz y promover la reforma. Estas instituciones, debidamente dirigidas, serán los medios para llevar el conocimiento de la reforma indispensable para preparar a un pueblo para la venida del Señor ante muchos que de otra manera nos hubiera resultado imposible alcanzar.
Muchos de los que frecuentan nuestras instituciones médicas tienen elevadas ideas acerca de la presencia de Dios en la institución que visitan, y son muy susceptibles a las influencias espirituales prevalecientes. Si todos los médicos, las enfermeras y los colaboradores andan con circunspección delante de Dios, tendrán a su alcance un poder más que humano para tratar con estos hombres y mujeres. Todas las instituciones cuyo personal es consagrado están inundadas por el poder divino; y quienes las frecuentan no sólo obtienen alivio para los sufrimientos corporales, sino que también encuentran un bálsamo sanador para sus almas enfermas por el pecado.
Que los dirigentes entre nuestro pueblo hagan énfasis en la necesidad de mantener una poderosa influencia religiosa en nuestras instituciones médicas. El Señor desea que éstas sean lugares donde se lo honre de palabra y de hecho, lugares donde su ley sea magnificada y las verdades de la Biblia sean hechas prominentes. Los médicos misioneros deben realizar una gran obra para Dios. Deben estar bien despiertos y velar, y revestirse con todas las piezas de la armadura cristiana, y pelear valientemente. Deben ser leales a su Dirigente, deben obedecer sus mandamientos, incluyendo el que les sirve para revelar la señal de su orden. 232
La señal de nuestra orden
La observancia del sábado es la señal entre Dios y su pueblo. No tengamos vergüenza de portar la señal que nos distingue del mundo. Mientras meditaba sobre este asunto recientemente en las horas de la noche, Uno que tenía autoridad nos aconsejó que estudiáramos la instrucción dada a los Israelitas con relación al sábado. "Con todo eso vosotros guardaréis mis sábados había declarado el Señor; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras edades, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico. Así que guardaréis mis sábados, porque santo es a vosotros... Seis días se hará obra, mas el día séptimo es sábado de reposo consagrado a Jehová; cualquiera que hiciere obra el día del sábado morirá ciertamente. Guardarán, pues, el sábado los hijos de Israel; celebrándolo por sus edades por pacto perpetuo: Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel" (Exodo 31: 13-17).
El sábado ha de ser siempre la señal que distinga a los obedientes de los desobedientes. Satanás ha trabajado con poderosa maestría para anular el cuarto mandamiento y conseguir con ello que se pierda de vista la señal de Dios. El mundo cristiano ha pisoteado el sábado del Señor y en su lugar observa un día de reposo instituido por el enemigo. Pero el Señor tiene un pueblo que le es leal. Su trabajo se ha de llevar a cabo en líneas rectas. La gente que ostenta su señal debe establecer iglesias e instituciones que sean monumentos para él. Por humilde que sea su apariencia, estos monumentos testificarán constantemente en contra del falso día de reposo instituido por Satanás y en favor del sábado establecido por el Señor en el Edén, cuando juntas cantaban todas las estrellas del alba y todos los hijos de Dios lanzaban exclamaciones de regocijo.
Hay peligro de que penetre en nuestros sanatorios un espíritu de irreverencia y negligencia en la observancia del 233 sábado. A los hombres de responsabilidad que hay en la obra misionera médica les incumbe el deber de dar instrucción a los médicos, a los enfermeros y auxiliares, con respecto a la santidad del día santo de Dios. Cada médico debe esforzarse especialmente por dar el buen ejemplo. La indolencia de sus deberes le induce naturalmente a sentirse justificado por hacer el sábado muchas cosas que no debiera hacer. En lo posible debe planear su trabajo de modo que pueda dejar de lado sus deberes comunes.
Nunca se debe descuidar el sufrimiento
Con frecuencia los médicos y los enfermeros son llamados en sábado a atender a los enfermos y a veces les resulta imposible tener tiempo para descansar y asistir a los cultos devocionales. Nunca se han de descuidar las necesidades de la humanidad doliente. Por su ejemplo el Salvador nos ha mostrado que es correcto aliviar los sufrimientos en sábado. Pero el trabajo innecesario, como los tratamientos y las operaciones comunes que pueden postergarse, debe ser diferido. Hágase comprender a los pacientes que los médicos y auxiliares deben tener un día de descanso. Hágaseles comprender que los obreros temen a Dios y desean santificar el día que él apartó para que sus hijos lo observen como señal entre él y ellos.
Los educadores y los educandos de nuestras instituciones médicas deben recordar que para ellos y los dirigentes significa mucho observar correctamente el sábado. Al guardar el sábado acerca del cual Dios declara que debe ser santificado, revelan la señal de su orden y muestran claramente que están de parte de su Señor.
Libres de los Estorbos Mundanales
Ahora y siempre hemos de destacarnos como pueblo distinto y peculiar, libre de toda política mundana, sin los estorbos que representaría el confederarse con aquellos que 234 no tienen sabiduría para discernir los requerimientos de Dios tan claramente presentados en su Ley. Todas nuestras instituciones médicas han sido establecidas como instituciones Adventistas del Séptimo Día, para representar las diversas características de la obra misionera médica evangélica, y así preparar el camino para la venida del Señor. Debemos demostrar que procuramos trabajar en armonía con el cielo. Debemos testificar a toda nación, tribu y lengua que somos un pueblo que ama y teme a Dios, un pueblo que santifica su monumento recordativo de la creación, la señal puesta entre él y sus hijos sobrevivientes para mostrar que los santifica. Debemos manifestar claramente nuestra fe en la pronta venida del Señor en las nubes del cielo. Como pueblo nos ha humillado grandemente la conducta que han seguido algunos de nuestros hermanos de responsabilidad al apartarse de los antiguos jalones. Hay quienes, a fin de llevar a cabo sus planes, negaron su fe por sus palabras. Esto demuestra cuán poca confianza se puede poner en la sabiduría y el juicio humanos. Como nunca antes, necesitamos ver ahora el peligro que corremos de ser desviados inadvertidamente de nuestra lealtad a los mandamientos de Dios. Necesitamos comprender que Dios nos ha dado un mensaje decidido de amonestación para el mundo, así como dio a Noé un mensaje de amonestación para los antediluvianos. Procure nuestro pueblo no menoscabar la importancia del sábado para vincularse con los incrédulos. Tenga cuidado de no apartarse de los principios de nuestra fe y de no dar la impresión de que no es malo conformarse al mundo. Sienta gran temor de prestar oído a los consejos de cualquier hombre, fuere cual fuere su puesto, si obra en forma contraria a lo que Dios ha realizado para mantener a su pueblo separado del mundo.
El Señor está probando a su pueblo, para ver quién será leal a los principios de su verdad. Nuestra obra consiste en proclamar al mundo los mensajes del primer ángel, del segundo 235 y del tercero. En el desempeño de nuestros deberes, no debemos despreciar ni temer a nuestros enemigos. No está de acuerdo con la orden de Dios que nos liguemos por contratos con los que no son de nuestra fe. Debemos tratar con bondad y cortesía a los que se niegan a ser leales a Dios, pero nunca hemos de unirnos con ellos para consultarlos acerca de los intereses vitales de su obra. Poniendo nuestra confianza en Dios, debemos avanzar firmemente, para hacer su obra con abnegación, confiar humildemente en él, entregarnos a su providencia nosotros mismos y todo lo que concierne a nuestro presente y futuro, mantener firme el principio de nuestra confianza hasta el fin y recordar que recibimos las bendiciones del cielo, no porque las merezcamos, sino porque Cristo las merece y porque mediante la fe en él aceptamos la abundante gracia de Dios.
Llamados a Ser un Pueblo Santo
Oro a Dios para que mis hermanos comprendan que el mensaje del tercer ángel significa mucho para nosotros, y que la observancia del verdadero día de reposo es la señal que distingue a los que sirven a Dios de los que no le sirven. Despiértense los que se han vuelto soñolientos e indiferentes. Somos llamados a ser santos, y debemos tener mucho cuidado de no dar la impresión de que no tiene importancia el que conservemos o no las características peculiares de nuestra fe. Nos incumbe la solemne obligación de asumir en favor de la verdad y de la justicia, una posición más decidida que la que hemos asumido en lo pasado. La línea de demarcación entre los que guardan los mandamientos de Dios y los que no los guardan debe resaltar con claridad inequívoca. Debemos honrar concienzudamente a Dios y emplear diligentemente todos los medios para cumplir nuestro pacto con él, a fin de recibir sus bendiciones, que son tan esenciales para el pueblo que va a ser probado severamente. Deshonramos grandemente a Dios si damos 236 la impresión de que nuestra fe y nuestra religión no constituyen una fuerza dominante en nuestra vida. Así nos apartamos de sus mandamientos, que son nuestra vida y negamos que él sea nuestro Dios y que seamos su pueblo.
Los grandes sanatorios son innecesarios
Se me ha mostrado repetidas veces que no es prudente dirigir instituciones grandes. La mayor obra en favor de las almas no se hace gracias a la magnitud de una institución. Un sanatorio grande requiere muchos obreros. Y donde se reúnen tantos, es excesivamente difícil mantener una elevada norma de espiritualidad. En una gran institución, sucede con frecuencia que los puestos de responsabilidad son desempeñados por obreros que no son espirituales, que no ejercen prudencia al obrar con aquellos que, si se los tratase sabiamente, se despertarían, convencerían y convertirían .
No se ha hecho, en cuanto a presentar las Escrituras a los enfermos, ni la cuarta parte de la obra que podría haberse hecho, y que se habría efectuado en nuestros sanatorios si los obreros mismos hubiesen recibido cabal instrucción en lo religioso.
Donde muchos obreros están reunidos en un solo lugar, la administración debe tener un nivel espiritual mucho más elevado que el que con frecuencia ha reinado en nuestros grandes sanatorios. Joyas de los testimonios, tomo 3. págs. 124-125. 237
Los entretenimientos en nuestros sanatorios *
Los que llevan las responsabilidades del sanatorio, debieran ejercer mucho cuidado para que las diversiones no sean de tal carácter que rebajen las normas cristianas, y rebasen esta institución hasta el nivel de otras, con lo que debilitarían el poder de la verdadera piedad en las mentes de los que se relacionan con ellos. Entretenimientos mundanos o teatrales no son indispensables para la prosperidad del sanatorio ni para la salud de los pacientes. Cuanto más tengan de esta clase de entretenimientos, tanto menos se sentirán complacidos, a menos que se les presente continuamente algo de la misma clase. La mente se afiebra por la inquietud por algo nuevo y estimulante, lo cual es precisamente lo que no debieran tener. Si se permiten una vez estas diversiones, se esperan nuevamente, y los pacientes pierden su gusto por cualquier actividad sencilla que se les presente para ocupar su tiempo. Lo que muchos pacientes necesitan es reposo en vez de agitación.
En cuanto se introduce esta clase de entretenimiento, desaparecen de muchas mentes las objeciones contra la asistencia al teatro y la disculpa de que en el teatro se presentarán escenas de carácter moral y de buen gusto rompe la última barrera. Los que permiten esta clase de entretenimientos en el sanatorio, harían mejor en buscar la sabiduría de Dios para conducir a esas almas pobres, hambrientas y sedientas, a la Fuente de gozo, paz y felicidad.
Cuando se ha producido un alejamiento del camino recto, resulta difícil regresar a él. Se han eliminado las barreras y se han roto las salvaguardias. Un paso dado en la dirección equivocada prepara el camino para otro. Un solo vaso de vino puede abrir la puerta de la tentación que conducirá al hábito de la bebida. Un solo sentimiento de revindicación 238 puede abrir el camino a una serie de sentimientos que terminarán en homicidio. La menor desviación de lo que es correcto y de los principios conducirá a la separación de Dios y puede terminar en apostasía... Se requiere menos tiempo y trabajo para corromper nuestros caminos delante de Dios que para introducir en el carácter hábitos de rectitud y verdad. A cualquier cosa que se acostumbre el ser humano ya sea una influencia buena o mala encontrará difícil abandonarla.
Los administradores del sanatorio pueden muy bien concluir de inmediato que nunca podrán satisfacer esa clase de mente que encuentra felicidad únicamente en lo que es nuevo y emocionante. Para muchas personas esto ha sido su dieta intelectual durante toda la vida; son dispépticos tanto desde el punto de vista mental como físico. Muchos sufren de enfermedades del alma mucho más que de enfermedades del cuerpo y no encontrarán alivio hasta que acudan a Cristo la fuente de vida. Entonces cesarán las quejas de cansancio, soledad y falta de satisfacción. Los goces que producen satisfacción proporcionarán vigor a la mente y salud y energía vital al cuerpo.
Si los médicos y obreros se complacen a sí mismos pensando que encontrarán una panacea para las diversas enfermedades de sus pacientes proveyéndoles una serie continua de diversiones similares a las que han sido la maldición de sus vidas quedarán chasqueados. Estos entretenimientos no deben colocarse en la posición que debe ocupar la Fuente de agua viva. Las almas hambrientas y sedientas continuarán experimentando hambre y sed mientras participen de estos placeres que no satisfacen. Pero los que beben el agua viva ya no sentirán sed por diversiones frívolas sensuales y emocionantes. Los principios ennoblecedores de la religión fortalecerán las facultades mentales y destruirán el gusto por esta clase de complacencia. 239
Ánimo mutuo *
En la construcción de nuestros sanatorios debemos ejercer mucho cuidado para no incurrir en ninguna extravagancia en el empleo de los recursos. Tenemos el deber de preocuparnos de la sencillez. Sin embargo, hay unos pocos lugares de importancia e influencia especiales en los que se necesitan mejores acomodaciones y más espacio que en la obra de los sanatorios en otros lugares. La impresión que deseamos dejar sobre las mentes de los pacientes es la de las verdades que enseñamos antes que de la magnificencia de los edificios.
No tenemos muchos sanatorios. Existe en nuestro mundo un gran campo para la obra médica misionera genuina. Nuestros sanatorios deben ser como luces que brillan en medio de las tinieblas morales. En ellos, los enfermos y los dolientes deben contemplar el poder de Cristo que obra milagros, revelado en las vidas de los obreros. Cristo dijo: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5: 16). Dejemos que la lámpara con la luz de la Palabra de Dios brille en forma inequívoca.
Que todo lo que se relaciona con el sanatorio y sus alrededores se conserve en orden y limpieza, para que la obra se mantenga en un plano elevado en la estima de la gente y ejerza constantemente una influencia elevadora. . .
Colegios cerca de los sanatorios
Debe llevarse a cabo una obra educacional con respecto a nuestros sanatorios. Existe una estrecha relación entre la obra de nuestros colegios y sanatorios, y cuando es posible, hay ventajas decididas en tener un colegio conectado con un 240 sanatorio. Un arreglo de esta clase proporcionará ventajas definidas para ambos ramos de trabajo.
Pronunciemos palabras de ánimo
No nos desanimemos unos a otros. Unámonos para llevar al éxito todas las fases de la obra del Señor. Si alguien acude a nosotros y habla con desánimo acerca de la obra en una u otra de nuestras instituciones, y nos dice que son extravagantes en exceso, debemos contestar: "Lo siento si eso es así, pero prestémosle nuestra ayuda si están en dificultades'. Cuando hablamos en esta forma, evitaremos gran parte del mal que podría resultar si quitáramos nuestro apoyo y si rehusáramos ayudar a los que posiblemente han sido juzgados equivocadamente. No desanimemos nunca ni siquiera a los que han obrado mal, tratándolos como si hubieran cometido un pecado imperdonable contra nosotros. Más bien animémoslos en toda forma posible y si vemos que se están esforzando en una empresa digna, esforcémonos con ellos. . .
Debemos perseverar en la oración. Es nuestro gran privilegio fijar nuestras almas desvalidas en Jesucristo y confiar para nuestra salvación en sus méritos. Hablemos palabras que elevarán y ennoblecerán y que ejercerán impresiones agradables sobre las mentes de las personas con quienes nos relacionamos. El Señor quiere que seamos santificados y que andemos en humildad de mente ante él. Si obedecemos sus mandamientos nadie podrá lanzarnos ni un solo reproche con razón. Otros podrán hablar de nosotros, podrán esparcir informes malignos acerca de nosotros, pero esos informes serán falsos.
Una comportamiento cristocéntrico
En nuestras instituciones, donde trabajan muchas personas de variado temperamento, es necesario que todos cultiven un espíritu de abnegación. Que nadie piense que tiene 241 el deber de modelar a otros para que concuerden con sus pensamientos u opiniones individuales. Aunque cada uno debe manifestar su propia individualidad, ésta debe encontrarse bajo el control del Espíritu Santo. Si somos bondadosos y semejantes a Cristo, se producirá una unión de los corazones y de los intereses que resultará beneficiosa para todos.
Nuestros sanatorios deben ser instrumentos para impartir a los enfermos una salud que se manifestará en felicidad y paz del alma. Todos los obreros deben colaborar con el médico, porque mediante la manifestación de bondad y ternura, él podrá llevar un bálsamo sanador a los que sufren.
Todos son responsables ante Dios por el uso que hacen de sus habilidades. El es responsable del crecimiento diario en la gracia. Que nadie piense que no comete errores, aunque se encuentre teóricamente establecido en la verdad presente. Pero si se cometen errores, debe existir una pronta disposición para corregirlos. Debemos evitar todo lo que pudiera crear disensión y discordia, porque existe un cielo ante nosotros, y la discordia no existirá entre sus habitantes.
Debemos vivir, no para elevarnos a nosotros mismos sino para ser, como hijos de Dios, lo mejor que permitan nuestras habilidades en la obra que él nos ha encomendado. Debemos preocuparnos de causar una impresión correcta en los demás. Nos estamos preparando para la eternidad, para el sanatorio de arriba, donde el Gran Médico limpiará las lágrimas de todo ojo y donde las hojas del árbol de la vida son para la sanidad de la gente. 242
No hay que presentar con insistencia los conceptos denominacionales a los pacientes *
La religión de Cristo no se debe relegar a un segundo plano ni sus principios sagrados deben rebajarse para satisfacer la aprobación de ninguna clase, por muy popular que sea. Si se rebaja la norma de verdad y santidad, entonces el designio de Dios no se llevará a cabo en la institución que lo hace.
Pero nuestras creencias características no debieran analizarse con los pacientes. Sus mentes no debieran estimularse innecesariamente con temas en los que no estamos de acuerdo con ellos, a menos que ellos mismos lo deseen; y en ese caso, debiera ejercerse mucho cuidado para no agitar la mente hablándoles insistentemente de nuestras creencias características. El Instituto de Salud * no es el lugar donde uno puede entrar apresuradamente en discusiones acerca de diversos puntos de nuestra fe en los que diferimos con el mundo religioso en general. En el Instituto se realizan reuniones de adoración en las que todos pueden participar si así lo desean; pero hay muchísimos temas bíblicos en los cuales podemos espaciarnos sin entrar en puntos objetables que difieren con las ideas de los demás. La influencia silenciosa hará más que una discusión abierta.
Algunos observadores del sábado creen que en las reuniones de oración deben presentar el sábado y el mensaje del tercer ángel, porque en caso contrario se sentirían culpables. Esto es característico de las mentes estrechas. Los pacientes que no están familiarizados con nuestra fe no saben cuál es el significado del mensaje del tercer ángel. La introducción de estos términos, sin una clara explicación, 243 tan solo causa daño. Debemos encontrar a la gente en su propio lugar, y sin embargo no debemos sacrificar un solo principio de la verdad. La reunión de oración será una bendición para los pacientes, los auxiliares y los médicos. Los momentos de oración deben ser interesantes y el culto en común aumentará la confianza de los pacientes en sus médicos y en sus auxiliares. Los auxiliares no deberían ser privados de estas reuniones debido al trabajo, a menos que sea indispensable. Las necesitan y debieran disfrutar de ellas.
Al establecer de este modo las reuniones regulares, los pacientes obtienen confianza en el Instituto y se sienten más en casa. Y de esta forma se prepara el camino para que la semilla de la verdad arraigue en algunos corazones. Estas reuniones interesan especialmente a algunos que profesan ser cristianos y causan una impresión favorable en quienes no lo son. Aumenta la confianza mutua y el prejuicio se debilita y en muchos casos desaparece completamente. Luego surge el deseo de asistir a las reuniones del sábado. Allí, en la casa de Dios, es el lugar donde podemos expresar nuestros sentimientos denominacionales. En ella el ministro puede explayarse claramente acerca de los puntos esenciales de la verdad presente y con el Espíritu de Cristo, con amor y ternura, puede presentar a todos la necesidad de obedecer todos los requerimientos de Dios y dejar que la verdad convenza los corazones.
Para todas las sectas y las clases
Debemos invitarlos a todos, a los encumbrados y a los de niveles bajos, a los ricos y a los pobres, a todas las sectas y clases, para que participen de los beneficios de nuestras instituciones médicas. En nuestras instituciones recibimos gente de todas las denominaciones. Sin embargos somos estrictamente denominacionales en lo que se refiere a nosotros mismos; hemos recibido la sagrada elección de Dios y 244 estamos bajo su teocracia. Pero no debemos imponer insensatamente sobre nadie los puntos peculiares de nuestra fe. Testimonios para la iglesia, tomo 7, pág. 108.
Tratamiento médico, vida recta y oración 

Vi que la razón por la cual Dios no contestaba más plenamente las oraciones que sus siervos elevaban por los enfermos que hay entre nosotros, era que no podía ser glorificado haciéndolo mientras violaran las leyes de la salud. También vi que él se proponía que la reforma pro salud y el Instituto de Salud prepararan el camino para que la oración de fe fuera plenamente contestada. La fe y las buenas obras debieran ir de la mano en la obra de aliviar a los afligidos que viven entre nosotros, y de prepararlos para que glorifiquen a Dios aquí y sean salvados en la venida de Cristo. Dios prohíbe que esas personas afligidas se chasqueen y apesadumbren al encontrar que los administradores del Instituto trabajan solamente desde un punto de vista mundanal, en lugar de añadir a la práctica médica las bendiciones y virtudes del personal médico, que deben ser como padres y madres en Israel.

Que nadie se forme la idea de que el Instituto es el lugar al que se puede ir para ser restaurado por la oración de fe. Este es el lugar donde se puede encontrar alivio de la enfermedad por medio de los tratamientos y de los hábitos correctos de vida, y donde se puede aprender a evitar la enfermedad. Pero si hay un lugar bajo el cielo más que otro donde debieran ofrecerse oraciones calmantes y compasivas por hombres y mujeres de devoción y fe, es en esta Institución. Los que tratan a los enfermos debieran avanzar en su importante obra confiando firmemente en Dios para tener su bendición a fin de obtener los recursos que él ha provisto en su gracia, y a los cuales en su misericordia ha llamado nuestra atención como pueblo, tales como el aire puro, la higiene, el régimen de alimentación saludable, los períodos 245 debidos de trabajo y descanso, y el empleo del agua. No debieran tener ningún interés egoísta fuera de esta obra importante y solemne. -Testimonies for the Church, tomo 1, pág. 561 (1865).
Centros de influencia y enseñanza *
El Señor ha ordenado que se establezcan sanatorios en muchos lugares a fin de que se alcen como monumentos para él. Esta es una de las formas que ha escogido para proclamar el mensaje del tercer ángel. En esta forma la verdad alcanzará a muchos que de otro modo no hubieran sido iluminados por el esplendor del mensaje evangélico. En la presentación de la verdad algunos serán atraídos por una fase del mensaje evangélico y otros por otra fase. El Señor nos ha instruido a que trabajemos de tal modo que alcancemos a todas las clases sociales. El mensaje debe ir a todo el mundo. La obra de nuestros sanatorios debe contribuir al acrecentamiento del pueblo de Dios. Los incrédulos serán convertidos por medio de esta clase de esfuerzo misionero. Las admirables restauraciones de la salud que ocurren en nuestros sanatorios conducirán a muchos a contemplar a Cristo como el sanador del alma y el cuerpo.
Obreros abnegados, con una fe absoluta en Dios, debieran elegirse para hacerse cargo de estas instituciones. Hombres y mujeres sabios, que se desempeñan como enfermeros, deben consolar y ayudar a los enfermos y dolientes. Nuestros sanatorios deben ser luces que brillan en lugares oscuros porque los médicos, los enfermeros y los auxiliares reflejan la luz de la justicia de Cristo...
Los sanatorios deben establecerse y administrarse de tal manera que sean lugares de carácter educacional. Deben demostrar al mundo la benevolencia del cielo. Aunque la 246 presencia visible de Cristo no se discierna, sin embargo los obreros deben reclamar esta promesa: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28: 20). El ha asegurado a sus seguidores que dará poder para continuar la obra que ha comenzado a los que le aman y temen. El anduvo haciendo el bien, enseñando a los ignorantes y sanando a los enfermos. Su obra no se detuvo con una exhibición de su poder sobre la enfermedad. Convirtió toda obra de sanamiento en una ocasión para implantar en el corazón los principios divinos de su amor y benevolencia. Sus seguidores han de trabajar en la misma forma. Cristo no está personalmente en este mundo, pero nos ha comisionado para que llevemos a cabo la obra misionera médica que él comenzó; y nosotros debemos llevar a cabo esta obra en la mejor forma posible. Hay que establecer instituciones para el cuidado de los enfermos a fin de promover esta obra, donde hombres y mujeres afectados por la enfermedad puedan ser colocados bajo el cuidado de médicos y enfermeros temerosos de Dios.
En nuestros sanatorios se debe apreciar la verdad, y no descartarla; y de su personal, debe brillar la luz de la verdad presente en forma clara y definida. Estas instituciones son las agencias que Dios ha establecido para producir un reavivamiento de la moralidad pura y elevada. No establecemos los sanatorios como negocios especulativos, sino para ayudar a los hombres y a las mujeres a practicar hábitos correctos de vida. Los que ahora son ignorantes deben hacerse sabios. Hay que aliviar el sufrimiento y restaurar la salud. Hay que enseñar a la gente la forma de mantenerse sana por medio de la práctica de hábitos correctos. Cristo murió para salvar de la ruina a los seres humanos. Nuestros sanatorios deben ser su mano ayudadora en la enseñanza de la forma de vivir para honrar y glorificar a Dios. Si no se lleva a cabo esta obra en nuestros sanatorios, los que los administran cometerán un grave error. 247
La elevada vocación de los empleados del sanatorio *
Los empleados de nuestros sanatorios han sido llamados a una elevada y santa vocación. Necesitan comprender mejor que en lo pasado el carácter sagrado de su tarea. La obra que ejecutan y el alcance de la influencia que ejercen exige de ellos un esfuerzo fervoroso y una consagración sin reservas. En nuestros sanatorios los enfermos y dolientes deben ser inducidos a comprender que necesitan auxilio espiritual tanto como curación física. En ellos deben recibir todos los cuidados favorables al restablecimiento de la salud; mas hay que hacerles ver también cuáles son los beneficios que provienen de la vida de Cristo y de la comunión con él. Hay que mostrarles que la gracia del Señor, obrando en el alma eleva a todo el ser. Y para ellos el mejor modo de aprender a conocer la vida de Jesús consiste en verla realizada en la vida de sus discípulos.
El que trabaja fielmente tiene los ojos puestos en Jesucristo. Recuerda que su esperanza de vida eterna la debe a la cruz del Calvario, y está resuelto a no deshonrar jamás a quien dio su vida por él. Se interesa profundamente en los sufrimientos de la humanidad. Ora y trabaja. Cuida de las almas como quien deberá dar cuenta, sabiendo que las almas que Dios pone en relación con la verdad y la justicia son dignas de salvarse. Los que trabajan en nuestros sanatorios están empeñados en una guerra santa. Deben presentar los enfermos y a los afligidos la verdad tal como es en Jesús. Deben presentarla en toda su solemnidad y, sin embargo, con tal sencillez y ternura que las almas sean conducidas al Salvador. Deben siempre, en sus palabras y acciones, mostrar que Cristo es la esperanza de vida eterna. Nunca deben hablar de una manera impaciente ni obrar 248 egoístamente. Los empleados deben tratar a cada uno con bondad. Sus palabras deben ser amables. Los que den prueba de verdadera modestia y cortesía cristiana ganarán almas para Cristo.
La atmósfera de paz
Debemos esforzarnos por restablecer la salud física y espiritual de aquellos que acuden a nuestros sanatorios. Preparémonos, pues, para sustraerlos durante cierto tiempo de las circunstancias que los alejaron de Dios, y para colocarlos en un ambiente más puro. Estando al aire libre, rodeados de las bellezas que Dios creó, y mientras respiran una atmósfera limpia y vigorizadora, es más fácil hablar a los enfermos de la vida nueva que es en Cristo Jesús. Allí es donde la Palabra de Dios puede enseñarse con más éxito. Allí es donde los rayos del Sol de justicia penetran mejor en los corazones entenebrecidos por el pecado. Con paciente simpatía, enseñad a los enfermos a comprender que necesitan al Salvador. Decidles que él es quien da fuerza a los débiles; quien da poder a los que no tienen ya energía.
Necesitamos comprender mejor el sentido de estas palabras: 'Debajo de su sombra me senté con gran deleite" (Cantares 2: 3, D.M.). Ellas no evocan en nuestro espíritu la imagen de un apresuramiento febril, sino por el contrario, la de un dulce reposo. Son muchos los que profesan ser cristianos y que manifiestan inquietud y depresión, y los que rebosan actividad, pero no pueden hallar tiempo para reposar tranquilamente en las promesas de Dios. Obran como si no pudieran permitirse tener paz y tranquilidad. A estos dirige Cristo esta invitación: 'Venid a mí,... que yo os haré descansar" (Mat. 11: 28).
Apartémonos de las encrucijadas polvorientas y calurosas que frecuenta la multitud y vayamos a descansar a la sombra del amor del Salvador. Allí es donde obtendremos fuerzas para continuar la lucha; allí es donde aprenderemos a 249 reducir nuestros afanes y a adorar a Dios. Aprendan de Jesús una lección de calma confiada aquellos que están trabajados y cargados. Deben sentarse a su sombra si quieren recibir de él paz y reposo.
El tesoro de la experiencia
Los que trabajan en nuestros sanatorios deben poseer una rica experiencia cristiana, fruto de la verdad implantada en el corazón y nutrida por la gracia de Dios. Arraigados y afirmados en la verdad, deben tener una fe que obre por amor y que purifique el alma. Pidiendo constantemente las bendiciones que necesitan, deben cerrar las ventanas de su alma a la atmósfera contaminada del mundo y abrirlas, por el contrario, hacia el cielo, para dejar entrar los brillantes rayos del Sol de justicia.
¿Quién se está preparando para encargarse de una manera inteligente de la obra médica misionera? Los que acuden a recibir cuidados en nuestros sanatorios deben, mediante esta obra, ser conducidos al Salvador y aprender a unir su debilidad a la fuerza de él. Cada obrero debe ser inteligente y capaz; y entonces podrá presentar de una manera amplia y elevada la verdad tal cual es en Jesús.
Los que trabajan en nuestros sanatorios están constantemente expuestos a la tentación. Serán puestos en relación con incrédulos, y los que no están firmes en la verdad sufrirán por este contacto. Pero los que moran en Cristo arrostrarán a los incrédulos como lo hizo Cristo mismo. Inflexibles en su obediencia, estarán siempre listos para decir una palabra buena en el momento oportuno y a esparcir la simiente de la verdad. Perseverarán en la oración; mantendrán su integridad y darán cada día pruebas de cuán consecuente es su religión. La influencia de tales empleados será una bendición para muchos. Mediante una vida bien ordenada, conducirán almas a la cruz. Un verdadero cristiano confiesa constantemente a su Salvador. Está siempre 250 gozoso, listo para dirigir palabras de esperanza y de consuelo a los que sufren.
"El principio de la sabiduría es el temor de Jehová" (Proverbios 1: 7). Una frase de la Escritura tiene más valor que diez mil ideas o argumentos humanos. Los que se niegan a seguir los planes de Dios oirán finalmente la sentencia: "Apartaos de mí". Mas si nos sometemos a la voluntad de Dios, el Señor Jesús dirigirá nuestra mente y dará seguridad a nuestros labios. Podremos ser fuertes en el Señor y en la potencia de su fortaleza. Al recibir a Cristo, quedamos revestidos de su potencia. Cuando el Salvador habita en nosotros, su fuerza viene a ser nuestra; su verdad es nuestro capital, y ninguna injusticia se advierte en nuestra vida. Llegaremos a poder decir palabras oportunas a quienes no conocen la verdad. La presencia de Cristo en el corazón es una potencia vivificadora, que fortalece todo el ser.
La autosuficiencia es peligrosa
Se me ha ordenado que diga a los empleados de nuestros sanatorios que la incredulidad y la confianza en sí mismos son los peligros contra los cuales deben prevenirse constantemente. Deben guerrear contra el mal con tal celo y ardor, que los enfermos sientan la influencia ennoblecedora de sus esfuerzos desinteresados.
Ningún resto de egoísmo debe mancillar nuestro servicio. "No podéis servir a Dios y a las riquezas" (Mateo 6: 24). Ensalzad ante el mundo al Hombre del Calvario. Ensalzadle por una fe viva en Dios a fin de que vuestras oraciones puedan ser oídas. ¿Comprendemos bien claramente hasta qué punto se acerca Jesús a nosotros? Se dirige a nosotros personalmente. Se revelará a todo aquel que quiera ser revestido del manto de su justicia. Declarará: "Yo... tu Dios, fortaleceré tu diestra" (Isaías 41: 13). Coloquémonos donde pueda verdaderamente sostenernos, donde podamos 251 oírle decir con fuerza y autoridad: "Fui muerto; y he aquí vivo para siempre jamás" (Apocalipsis 1: 18).
Sustitutos adecuados
Cuando se deja la carne hay que sustituirla con una variedad de cereales, nueces, legumbres, verduras y frutas que se preparen en forma creativa y que sean agradables al paladar. Esto es particularmente necesario cuando se trata de personas débiles o que estén recargadas de continuo trabajo. En algunos países donde reina la escasés, la carne es la comida más barata. En tales circunstancias, el cambio de alimentación será más difícil, pero puede realizarse. Sin embargo, debemos tener en cuenta la condición de la gente y la fuerza de las costumbres establecidas, y también guardarnos de imponer indebidamente las ideas nuevas, por buenas que sean. No hay que instar a nadie a que efectúe este cambio bruscamente. La carne debe reemplazarse con alimentos sanos y baratos. En este asunto mucho depende de quién cocine. Con cuidado y habilidad. pueden prepararse manjares nutritivos y apetitosos para sustituir en buena parte la carne. El Ministerio de curación, pág. 244. 252
SECCIÓN VI
OBRA INSTITUCIONAL DE ÉXITO
El secreto del éxito
El éxito del sanatorio depende de que mantenga la sencillez de la santidad y que descarte las locuras del mundo en el comer, beber, vestir y en los entretenimientos. Todos sus principios deben tender a la reforma. Que no se invente nada para satisfacer las necesidades del alma que usurpe el lugar y el tiempo exigido por Cristo y su servicio, porque esto destruirá el poder de la institución como instrumento de Dios para convertir a las pobres almas afligidas por el pecado, quienes, ignorando la senda de la vida y la paz, han buscado la felicidad en el orgullo y en la vana necedad.
"Apoyando un propósito fiel" debiera ser la posición de todos los que se relacionan con el sanatorio. Aunque nadie debiera presentar con insistencia nuestra fe a los pacientes ni dedicarse a las discusiones religiosas con ellos, nuestras revistas y publicaciones, cuidadosamente elegidas, debieran estar a la vista casi en todas partes. Debe predominar el elemento religioso. Este ha sido y siempre será el poder de esa institución. Que nuestro sanatorio no sea pervertido por el servicio de la mundanalidad y la moda. En nuestro país hay un número suficiente de instituciones de la salud que se parecen más a un hotel que a un lugar donde los enfermos y los dolientes pueden obtener alivio para las enfermedades del cuerpo, y donde el alma afligida por el pecado puede encontrar esa paz y reposo en Jesús que no se encuentra en ninguna otra parte. Que los principios religiosos reciban un lugar prominente y se mantengan allí; descártense el orgullo y la popularidad; en todas partes deben verse la sencillez y la sinceridad, la bondad y la fidelidad; entonces el sanatorio será lo que Dios se proponía que fuera; entonces el Señor lo favorecerá. Testimonies for the Church, tomo 4, págs. 586-587 (1881). 253
Cultura moral e intelectual *
En la visión que se me concedió el 9 de octubre de 1878, se me mostró la posición que nuestro sanatorio de Battle Creek debiera ocupar, y el carácter y la influencia que debieran ejercer todos los que se relacionan con él. Esta importante institución ha sido establecida por la providencia de Dios, y su bendición es indispensable para el éxito. Los médicos no son curanderos ni infieles, sino hombres que comprenden el organismo humano y los mejores métodos de tratar la enfermedad, hombres temerosos de Dios con profundo interés por el bienestar moral y espiritual de sus pacientes. Los administradores no debieran realizar ningún esfuerzo por ocultar este interés por el bienestar físico y el espiritual. Mediante una vida de integridad cristiana auténtica pueden dar al mundo un ejemplo digno de imitarse; y no debieran vacilar en dar a conocer que además de su habilidad para el tratamiento de la enfermedad, están continuamente obteniendo sabiduría y conocimiento de Cristo, el Maestro más grande que el mundo ha conocido. Deben poseer esta conexión con la Fuente de toda sabiduría para que su trabaje tenga éxito.
El poder de la verdad
La verdad tiene poder para elevar al que la recibe. Si la verdad de la Biblia ejerce su influencia santificadora en el corazón y el carácter, hará más inteligentes a los creyentes. Un cristiano comprenderá su responsabilidad ante Dios y sus semejantes, si se encuentra debidamente relacionado con el Cordero de Dios, quien dio su vida por el mundo. Sólo mediante un mejoramiento continuo de las facultades intelectuales tanto como de las morales, podemos esperar satisfacer el propósito de nuestro Creador. 254
La falta de eficiencia desagrada a Dios
Dios siente desagrado hacia los que son demasiado descuidados o indolentes hasta el punto de no llegar a ser obreros eficientes y bien informados. Los cristianos debieran poseer más inteligencia y un discernimiento más agudo que los mundanos. El estudio de la Palabra de Dios expande constantemente la mente y fortalece el intelecto. No hay nada que refine y eleve más el carácter y dé más vigor a toda facultad como el ejercicio continuo de la mente para captar y comprender graves e importantes verdades.
La mente humana se empequeñece y debilita cuando trata únicamente de asuntos comunes, sin elevarse nunca por encima del nivel de las cosas temporales para percibir y captar los misterios de lo invisible. La comprensión disminuye gradualmente hasta el nivel de los temas que le resultan constantemente familiares. Las facultades de la mente disminuirán y su habilidad se perderá si no se la ejerce para adquirir conocimiento adicional y si no se la esfuerza para comprender las revelaciones del poder divino en la naturaleza y en la Palabra Sagrada.
Pero el conocimiento de hechos y teorías, por muy importantes que estos sean en sí mismos, es de escaso valor a menos que se lo ponga en práctica. Existe el peligro de que los que han obtenido su educación principalmente de libros, dejen de comprender que son novicios, en lo que concierne al conocimiento experimental. Esto es especialmente válido para los que se relacionan con el sanatorio. Esta institución necesita hombres pensadores y hábiles. Los médicos, administradores, parteras y auxiliares debieran ser personas de cultura y experiencia. Pero algunos no logran comprender lo que se requiere de un establecimiento como éste, de modo que siguen pesadamente adelante, año tras año, sin realizar ninguna mejora evidente. Parecen estar estereotipados; cada día es para ellos una repetición del día anterior. 255
Las mentes y los corazones de estos obreros mecánicos se encuentran empobrecidos. Tienen frente a ellos oportunidades; si estuvieran inclinados al estudio, podrían obtener una educación del valor más elevado, pero no aprecian sus privilegios. Ninguno debiera quedar satisfecho con su educación actual. Todos debieran capacitarse diariamente para llenar algún puesto de confianza...
Influencia de los obreros temerosos de Dios
Los obreros inteligentes y temerosos de Dios pueden realizar un bien enorme en lo que concierne a reformar a quienes acuden al sanatorio como inválidos para recibir tratamiento. Estas personas están enfermas, no solo físicamente, sino también mental y moralmente. La educación, los hábitos y la vida entera de muchas personas han sido equivocadas. No pueden, en pocos días, realizar los cambios necesarios para adoptar hábitos correctos. Deben disponer de tiempo para considerar este asunto y para aprender los métodos acertados. Si todos los que trabajan en el sanatorio son representantes adecuados de la verdad de la reforma de la salud y de nuestra santa fe, ejercerán una influencia para moldear las mentes de sus pacientes. El contraste de los hábitos erróneos con los que armonizan con la verdad de Dios tiene un poder convincente.
Los seres humanos no son lo que podrían ser y lo que la voluntad de Dios se propone que sean. El gran poder de Satanás sobre la humanidad los mantiene en un nivel inferior, pero esto no debe ser así, porque entonces Enoc no hubiera podido elevarse y ennoblecerse de tal manera que llegara a caminar con Dios. Los seres humanos no necesitan dejar de crecer intelectual y espiritualmente durante toda la vida. Pero muchos tienen la mente de tal manera ocupada con sí mismos y con sus propios intereses que no les queda lugar para pensamientos más elevados y nobles. Y la norma de las realizaciones intelectuales tanto como 256 espirituales es demasiado baja. Para muchos, cuanto mayor responsabilidad tiene la posición que ocupan, tanto más complacidos se encuentran con ellos mismos; y abrigan la idea de que la posición es la que da carácter a la persona. Pocos comprenden que tienen ante ellos la tarea constante de desarrollar paciencia, simpatía, caridad, escrupulosidad y fidelidad, que son rasgos de carácter indispensables para quienes ocupan posiciones de responsabilidad. Todos los que trabajan en el sanatorio debieran poseer una consideración sagrada por los derechos de los demás, lo cual no es otra cosa sino obedecer los principios de la ley de Dios.
Algunos en esta institución tristemente tienen deficiencia de las cualidades tan indispensables para la felicidad de todos los que se relacionan con ellos. Los médicos y los auxiliares de los diversos ramos de trabajo debieran cuidarse mucho contra la manifestación de una frialdad egoísta, de una disposición distante y antisocial, porque esto enajenaría los afectos y la confianza de los pacientes. Muchos que acuden al sanatorio son personas refinadas y sensibles, de tacto y agudo discernimiento. Estas personas descubren tales defectos inmediatamente y comentan acerca de ellos. Las personas no pueden amar supremamente a Dios y a su prójimo como a sí mismos y al mismo tiempo ser fríos como témpanos. No sólo privan a Dios del amor que se le debe dar, sino también al mismo tiempo privan a sus semejantes de ese amor. El amor es una planta de crecimiento celestial, y se debe cultivar y alimentar. Los corazones afectuosos y las palabras veraces y amantes, harán felices a las familias y ejercerán una influencia elevadora sobre todos los que entran en contacto con la esfera de su influencia.
Los que aprovechan al máximo sus privilegios y oportunidades serán, en el sentido bíblico, personas talentosas y educadas; no tendrán solamente conocimientos, sino que serán educadas tanto intelectualmente, como en sus maneras y en su comportamiento. Serán refinadas, tiernas, compasivas y afectuosas. . . 257
Tanto alumnos como maestros
Debiéramos recordar siempre que no sólo somos alumnos sino también profesores en este mundo, mientras nos capacitamos personalmente y también a otras personas para una esfera de acción más elevada en la vida futura. La medida de la influencia del hombre se encuentra en el conocimiento de la voluntad de Dios y en su realización. Tenemos la capacidad de mejorar tanto en la mente como en el comportamiento, de manera que Dios no se avergüence de poseernos. En el sanatorio deben existir normas elevadas. Si en nuestras filas hay hombres con poder cultural e intelectual, debieran ser llamados al frente para llenar puestos en nuestras instituciones. Los médicos no debieran ser deficientes en muchos sentidos. Ante ellos se abre un amplio campo de utilidad, y si no se capacitan en su profesión la culpa es únicamente de ellos. Deben ser alumnos diligentes; mediante una estrecha aplicación y fiel atención a los detalles, debieran convertirse en obreros responsables. No debiera ser necesario que nadie los vigile para comprobar que han hecho su trabajo sin cometer errores.
Los que ocupan posiciones de responsabilidad debieran ser tan educados y disciplinados, que todos los que entran en contacto con su esfera de influencia logren ver lo que el ser humano puede llegar a ser, y puede realizar, cuando se relaciona con el Dios de sabiduría y poder. ¿Y por qué un hombre que tiene este privilegio no podría llegar a poseer un poderoso intelecto? La gente del mundo se ha burlado repetidamente diciendo que los que creen en la verdad presente poseen una mente débil, son deficientes en la educación y carecen de posición e influencia. Sabemos que esto no es así; ¿pero no existirá alguna razón para esas aseveraciones? Muchos han considerado que la ignorancia y la falta de cultura son una señal de humildad. Tales personas están engañadas en lo que constituye la verdadera humildad y la mansedumbre del cristiano. 258
La reforma pro salud y el sanatorio
Entre los mayores peligros que amenazan a nuestras instituciones que se ocupan de la salud se encuentra la influencia de médicos, administradores y auxiliares que profesan creer en la verdad presente, pero que nunca se han decidido en favor de la reforma pro salud. Algunos no tienen cuidadosos escrúpulos concernientes a sus hábitos de comer, beber y vestirse. ¿Cómo podría el médico, o cualquier otra persona, presentar este tema en forma debida cuando él mismo se complace en el uso de cosas perjudiciales? La bendición de Dios descansará sobre todo esfuerzo realizado para despertar interés en la reforma pro salud, porque ésta se necesita en todas partes. Debe producirse un reavivamiento concerniente a este asunto, porque Dios se propone realizar mucho por medio de este instrumento.
La medicación por medio de drogas, en la forma como se la practica actualmente, es una maldición. Hay que educar a la gente para que se aleje del empleo de drogas. Hay que usarlas cada vez menos y hay que confiar cada vez más en los recursos de la higiene; entonces la naturaleza responderá a la acción de los médicos de Dios: aire puro, agua pura, ejercicio adecuado y una conciencia limpia. Los que insisten en el uso de té, café y carne sentirán la necesidad de droga pero muchos podrían recuperarse sin medicinas si obedecieran las leyes de la salud. Es necesario utilizar las drogas solo infrecuentemente.
Si el corazón se purifica mediante la obediencia de la verdad, no habrá preferencias egoístas ni motivos corrompidos; no existirá parcialidad. El sentimentalismo amoroso enfermizo cuya influencia marchitadora se ha sentido en todas nuestras instituciones, no se desarrollará. Debiera ejercerse una vigilancia estricta para que esta maldición no envenene ni corrompa nuestras instituciones que se ocupan de la salud. Health, Philanthropic, and Medical Missionary Work, págs. 42-43 (1890). 259
Resultados del esfuerzo fiel *
Vi que hay un gran exceso de recursos entre nuestro pueblo, una porción de los cuales debiera colocarse en nuestro Instituto de Salud. También vi que hay muchos pobres dignos entre nuestro pueblo, que están enfermos y que sufren, y que han estado esperando ayuda del Instituto, pero que no pueden pagar el costo regular del alojamiento, del tratamiento, etc. El Instituto ha tenido que luchar con deudas durante los últimos tres años, de modo que no podría tratar un número grande de pacientes en forma gratuita. Agradaría a Dios que todos nuestros miembros que pudieran hacerlo invirtieran dinero en el Instituto, de manera que pueda ayudar a los humildes y dignos pobres de Dios. En relación con esto, vi que Cristo se identifica con la humanidad doliente, y que los que tengamos el privilegio de hacer aun por el más humilde de sus hijos, a quien él llama su hermano, lo haremos para el Hijo de Dios...
Lo que ha sido necesario para elevar al Instituto de Salud de la pobre condición en que se encontraba en el otoño de 1869 hasta su condición actual marcada por la prosperidad y el progreso, ha exigido sacrificios y privaciones de los cuales sus simpatizantes en general saben muy poco. En ese tiempo tenía una deuda de trece mil dólares, y atendía solamente a ocho pacientes que pagaban sus gastos. Y lo que era peor aún, el comportamiento de gerentes anteriores había sido de tal naturaleza que había desanimado a sus amigos hasta el punto que carecían de interés en proporcionar los recursos necesarios para pagar la deuda, o recomendar a los enfermos que asistieran al Instituto. En este punto de tanto desánimo, mi esposo decidió que era necesario vender la propiedad del Instituto para pagar las deudas y devolver el saldo a los accionistas en proporción a la cantidad de acciones poseídas por cada uno. Pero cierta mañana, en 260 oración en el altar de la familia, el Espíritu de Dios descendió sobre él mientras oraba pidiendo dirección para llevar a cabo transacciones relacionadas con el Instituto, y él exclamó, mientras se encontraba de rodillas: "El Señor vindicará cada palabra que ha pronunciado mediante visiones relacionadas con el Instituto de Salud, y éste se levantará de su pobre condición y prosperará gloriosamente".
A partir de ese momento, nos preocupamos fervientemente de la obra y hemos trabajado lado a lado en favor del Instituto, para contrarrestar la influencia de hombres egoístas que han acarreado oprobio sobre él. Hemos donado de nuestros recursos, con lo que hemos dado un ejemplo a otros. Hemos estimulado la economía y la laboriosidad de parte de todos los que se relacionan con el Instituto y hemos instado a los médicos y a los auxiliares a trabajar activamente por un sueldo reducido, hasta que el Instituto se afirmara nuevamente en la confianza de nuestro pueblo. Hemos dado un testimonio claro contra la manifestación de egoísmo en cualquier persona que se relacione con el Instituto y hemos aconsejado y reprochado el mal. Sabíamos que el Instituto de Salud no tendría éxito a menos que la bendición de Dios descansara sobre él. Si su bendición reposaba sobre él, los amigos de la causa tendrían confianza en que era la obra de Dios y se sentirían seguros al dar sus recursos para convertirlo en una empresa exitosa, a fin de que llevara a cabo la obra que Dios le había asignado.
Los médicos y algunos auxiliares se pusieron a trabajar activamente. Trabajaron con empeño bajo circunstancias desanimadoras. Los doctores Ginley, Chamberlain y Lamson trabajaron con fervor y energía, por un sueldo reducido, para restaurar esta institución que se hundía. Actualmente, gracias a Dios, se ha pagado la deuda original y se han realizado grandes ampliaciones para acomodar a los pacientes, las cuales ya se han pagado. La circulación de la revista Health Reformer (Reformador de la salud), que se 261 encuentra en el fundamento mismo del éxito del Instituto, se ha duplicado, y la revista ha adquirido vida propia. Se ha restaurado plenamente la confianza en el Instituto en las mentes de la mayoría de nuestro pueblo, y ha habido tantos pacientes en el Instituto, durante todo el año, como los que nuestros médicos podían acomodar y atender debidamente.
Hay que mantener una norma elevada
Es mucho más fácil dejar que las cosas en nuestras importantes instituciones funcionen en forma descuidada y sin control, que desarraigar lo que es perjudicial y que corromperá y destruirá la confianza y la fe. Pero sería mucho mejor tener un número más reducido de obreros, y realizar menos, pero hasta donde sea posible, conseguir que los que se dedican a la obra de todo corazón se adhieran a los principios con la firmeza de la roca, amen la verdad completa y obedezcan todos los mandamientos de Dios.
El grupo de personas ataviadas con vestidos blancos que rodean el trono de Dios no estará compuesto por los que amaban los placeres más que a Dios, y que eligieron dejarse llevar por la corriente antes que luchar contra las olas de la oposición. Todos los que se mantienen puros y sin la contaminación del espíritu y la influencia que prevalecen en este tiempo, enfrentarán duros conflictos. Tendrán que pasar por grandes tribulaciones; lavarán los vestidos del carácter y los emblanquecerán en la sangre del Cordero. Cantarán el cántico de triunfo en el reino de gloria. Los que sufren con Cristo participarán de su gloria. Review and Herald, Oct. 16, 1883. 262
La ubicación de los sanatorios *
Los que tienen algo que ver con la elección de un sitio para un sanatorio deben estudiar con oración el carácter y objeto de nuestra obra pro salud. Deben acordarse que han de contribuir al restablecimiento de la imagen de Dios en el hombre. Deben dar, por un lado, los remedios que alivian los sufrimientos físicos, y por el otro el Evangelio que alivia los sufrimientos del alma. Así serán verdaderos misioneros médicos. Deben implantar la verdad en muchos corazones. Ningún egoísmo, ninguna ambición personal debe admitirse en la elección de un sitio para nuestros sanatorios. Cristo vino a este mundo para enseñarnos a vivir y a trabajar. Aprendamos, pues, de él, a no elegir para nuestros sanatorios sitios que satisfagan nuestros gustos, sino los lugares que convengan mejor para nuestra obra.
Fuera de las ciudades
Se me ha mostrado que en nuestra obra médica misionera hemos perdido muchas ventajas por no comprender la necesidad de cambiar nuestros planes concernientes a la ubicación de nuestros sanatorios. Es la voluntad de Dios que estas instituciones se establezcan lejos de las ciudades. Debieran estar en el campo, y sus alrededores ser tan agradables como sea posible. En la naturaleza, huerto de Dios, los enfermos hallarán siempre algo que distraiga su atención de sí mismos y eleve sus pensamientos a Dios.
Se me ha mostrado que los enfermos deben ser cuidados lejos del bullicio de las ciudades, lejos del ruido de los tranvías, y de los coches. Aun la gente que tiene casas en el campo que venga a nuestros sanatorios, apreciará estar en un lugar donde reine la calma. En ese retiro, será más fácil que los pacientes sientan la influencia del Espíritu de Dios. Testimonios para la iglesia, tomo 7, págs. 81-84. 263
En el escenario de la naturaleza
El huerto de Edén, morada de nuestros primeros padres, era extremadamente hermoso. Graciosos arbustos y flores delicadas deleitaban los ojos a cada paso. En ese huerto, había árboles de toda especie, muchos de los cuales llevaban frutos perfumados y deliciosos. En sus ramas, las aves modulaban sus cantos de alabanza. Adán y Eva, en su pureza inmaculada, se regocijaban por lo que veían y oían en el Edén. Aun hoy, a pesar de que el pecado ensombreció la tierra, Dios desea que sus hijos se regocijen en la obra de sus manos. Colocar nuestros sanatorios en medio de las obras de la naturaleza es seguir el plan de Dios, y cuanto más minuciosamente sigamos dicho plan, tanto mayores milagros hará Dios para la curación de la humanidad doliente. Se deben elegir, para nuestras escuelas e instituciones médicas, lugares alejados de las oscuras nubes de pecado que cubren las grandes ciudades, lugares donde el Sol de justicia pueda nacer, trayendo "en sus alas...salud" (Malaquías 4: 2).
Los hermanos dirigentes de nuestra obra deben dar instrucciones a fin de que nuestros sanatorios se establezcan en lugares agradables, lejos del bullicio de las ciudades, allí donde, gracias a sabias instrucciones, el pensamiento de los pacientes pueda ponerse en relación con el pensamiento de Dios. Muchas veces he descrito tales lugares, mas parecería que ningún oído haya prestado atención a lo que he dicho. Ultimamente, las ventajas que ofrecería el establecer nuestras instituciones, y particularmente nuestros sanatorios y escuelas, fuera de las ciudades, me han sido mostradas con claridad convincente. 264
Los alrededores de la ciudad son desfavorables
¿Por qué tienen nuestros médicos tanto deseo de establecerse en las ciudades? Hasta la atmósfera de las ciudades está corrompida. En ellas, los enfermos que tienen hábitos depravados que vencer no pueden ser protegidos de un modo conveniente. Para las víctimas de la bebida, los bares de la ciudad constituyen una tentación continua. Colocar nuestros sanatorios en un ambiente impío, es contrarrestar los esfuerzos que se hagan para restablecer la salud de los pacientes.
En el futuro, la condición de las ciudades empeorará cada vez más, y su influencia se reconocerá como desfavorable al cumplimiento de la obra encomendada a nuestros sanatorios.
El humo y el polvo de las ciudades son muy contraproducentes para la salud. Los enfermos que se ven encerrados entre cuatro paredes, se sienten como prisioneros en sus habitaciones. Cuando miran por la ventana, no ven más que casas y más casas. Los que están así encerrados en sus piezas tienden a meditar en sus sufrimientos y pesares. Hasta sucede a veces que ciertos enfermos se envenenan con su propio aliento.
Muchos otros inconvenientes resultan también de establecer las instituciones médicas importantes en las ciudades grandes.
Los efectos de la vida al aire libre
¿Por qué se habría de privar a los enfermos de las propiedades curativas que se hallan en la vida al aire libre? Se me ha mostrado que si a los enfermos se les estimula a salir de sus habitaciones y a pasar su tiempo al aire libre, a cultivar flores o a realizar algún trabajo fácil y agradable, sus pensamientos se desviarán de su persona hacia objetos más favorables para su curación. El ejercicio al aire libre 265 debiera prescribirse como una necesidad bienhechora y vivificadora. Cuanto más se pueda exponer al enfermo al aire vivificante, tanto menos cuidados necesitará. Cuanto más alegres sean los alrededores, tanto más henchido quedará de esperanza. Rodead a los enfermos de las cosas más hermosas de la naturaleza. Colocadlos donde puedan ver crecer las flores y oír el gorjeo de los pajaritos y su corazón cantará al unísono con los trinos de las aves. Encerradlos, por el contrario, en habitaciones, y se volverán tristes e irritables, por elegantemente amuebladas que estén. Dadles los beneficios de la vida al aire libre. Elevarán su alma a Dios y obtendrán alivio corporal y espiritual.
"¡Lejos de las ciudades! " Tal es mi mensaje. Hace mucho que nuestros médicos deberían haber advertido esa necesidad. Espero y creo que ahora verán su importancia, y ruego a Dios que así sea.
Los peligros de la vida en la ciudad.
Se acerca el tiempo cuando las grandes ciudades serán visitadas por los juicios de Dios. Antes de mucho, esas ciudades serán sacudidas con violencia. Cualesquiera que sean las dimensiones y la solidez de los edificios, o las precauciones tomadas contra incendios, si el dedo de Dios toca esas casas, en algunos minutos u horas quedarán reducidas a escombros.
Las impías ciudades de nuestro mundo serán destruidas. Mediante las catástrofes que ocasionan actualmente la ruina de grandes edificios y de barrios enteros, Dios nos muestra lo que acontecerá en toda la tierra. Nos ha dicho: "De la hoguera aprended la parábola: Cuando ya su rama se enternece, y las hojas brotan, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que el Hijo del hombre está cercano, a las puertas" (Mateo 24: 32, 33). 266
No entre los ricos *
Podrá parecernos que para situar nuestros sanatorios lo mejor sería elegir lugares entre los ricos que esto le daría carácter a nuestra obra y permitiría obtener clientela para nuestras instituciones. Pero no sería sabio hacerlo. "Jehová mira no lo que el hombre mira la apariencia externa; Dios mira el corazón. Cuanto menor sea el número de edificios grandes en derredor de nuestras instituciones, menos molestias experimentaremos. Muchos propietarios ricos son irreligiosos e irreverentes. Sus mentes están llenas de pensamientos mundanos. Los entretenimientos del mundo, el bullicio y la hilaridad ocupan su tiempo. Gastan su dinero en ropas extravagantes y en una vida llena de lujos. En sus casas no se da la bienvenida a los mensajeros celestiales. Prefieren mantenerse lejos de Dios. A los hombres les cuesta aprender la lección de la humildad, y tanto a los ricos como a los que están acostumbrados a darse todos los gustos les resulta especialmente difícil aprenderla. Los que no se consideran responsables ante Dios por lo que poseen se sienten tentados a exaltar el yo, como si las riquezas comprendidas por sus tierras y sus notas bancarias los hicieran independientes de Dios. Llenos de orgullo y vanidad, se adjudican una estima que se mide por sus riquezas.
Hay muchos ricos que son mayordomos infieles a la vista de Dios. El descubre el robo tanto en la forma de adquirir esos medios como en la manera de usarlos. No han tomado en cuenta al Propietario de todas las cosas ni han utilizado los medios que les ha confiado para socorrer a los sufrientes y oprimidos. Han estado amontonando sobre sí mismos ira para el día de la ira; porque Dios recompensará a cada ser humano conforme a sus obras. Estos hombres no adoran a 267 Dios; su ídolo es el yo. Quitan la misericordia y la justicia de su mente y las reemplazan con avaricia y rivalidad. Dios les dice: "¿No los he de castigar por estas cosas?" (Jeremías 9: 9).
Dios no se complacería de ver a ninguna de nuestras instituciones establecerse en una comunidad de carácter tal, por más grandes que parecieran sus ventajas. Los hombres adinerados egoístas ejercen una influencia sobre otras mentes, y el enemigo quisiera trabajar a través de ellos para estorbar nuestro camino. Las asociaciones pecaminosas son siempre nefastas para la piedad y la devoción, y tales relaciones pueden minar los principios aprobados por Dios, El Señor no quiere que ninguno de nosotros haga como Lot, que eligió un hogar en un sitio donde tanto él como su familia estuvieron en constante contacto con el mal. Lot llegó rico a Sodoma; pero salió de allí sin nada, conducido por la mano de un ángel, mientras los mensajeros de la ira divina se aprestaban para derramar la lluvia de fuego que consumiría a los habitantes de aquella ciudad grandemente favorecida y acabaría con su hermosura encantadora, dejando desolado y desnudo ese lugar que Dios había hecho antes muy hermoso.
Nuestros sanatorios no deben situarse cerca de las residencias de los ricos, donde serían considerados como una intrusión y una molestia; donde se harían comentarios desfavorables acerca de ellos, porque reciben a la humanidad doliente de todas las clases sociales. La religión pura y sin contaminación hace que los hijos de Dios sean una sola familia, vinculada a Dios por medio de Cristo. Pero el espíritu del mundo es orgulloso, parcial y exclusivista, y tiende a favorecer a unos pocos.
Al construir nuestros edificios debemos mantenernos alejados de las viviendas de los grandes hombres del mundo, y dejarlos que busquen la ayuda que necesitan separándose de sus amistades para acudir a lugares más apartados. No 268 agradaremos a Dios si construimos nuestros sanatorios entre la gente que viste y vive en forma extravagante y se siente atraída sólo por quienes pueden hacer un gran despliegue de posesiones.
No para los que andan en busca del placer *
¿Por qué establecemos sanatorios? para que los enfermos que acuden a ellos en busca de tratamientos puedan recibir alivio de sus sufrimientos físicos y a la vez obtener ayuda espiritual. Debido a su condición de salud precaria se hallan susceptibles a la influencia santificadora de los misioneros médicos que se esfuerzan por sanarlos. Trabajemos con sabiduría, en favor de sus mejores intereses.
No construimos sanatorios para que sirvan de hoteles. En nuestros sanatorios se deben recibir sólo las personas que deseen conformarse con los principios correctos, y que estén dispuestas a aceptar los alimentos que podemos colocar delante de ellas a conciencia. Si permitiéramos a los pacientes tener bebidas intoxicantes en sus cuartos, o si les sirviéramos carnes, no les podríamos ofrecer la ayuda que deberían recibir al acudir a nuestros sanatorios. Todo el mundo debería saber que excluimos estos artículos por cuestiones de principio tanto de nuestros sanatorios como de nuestros restaurantes. ¿No deseamos ver a nuestros semejantes libres de enfermedades e invalidez, gozando de salud y nuevas fuerzas? Entonces seamos tan leales a los principios como la brújula al polo.
Aquellos cuya obra consiste en trabajar por la salvación de las almas deben mantenerse libres de los planes que el mundo acostumbra. No deben, con el pretexto de ganar la influencia de algún rico, enredarse en planes que deshonren su profesión de fe. No deben vender sus almas por una ventaja 269 financiera. No deberían hacer nada que pudiera retardar la obra de Dios o rebajar las normas de la justicia. Somos los siervos de Dios, y debemos trabajar en armonía con él, realizando su obra a su manera, de tal modo que todos aquellos por quienes trabajamos puedan comprender que nuestra preocupación consiste en alcanzar una norma más elevada de santidad. Aquellos con quienes nos relacionamos han de ver que no sólo hablamos de abnegación y sacrificio! sino que también damos evidencia de estas virtudes en nuestras vidas. El ejemplo que les demos debe inspirar a las personas con quienes nos relacionamos en el trabajo a conocer más de cerca las cosas de Dios.
Si hemos de incurrir en el gasto de construir sanatorios con el fin de trabajar en favor de la salvación de los enfermos y afligidos, debemos planear nuestro trabajo de tal manera que las personas a quienes deseamos ayudar reciban lo que realmente necesitan. Debemos hacer todo lo que podamos por alcanzar la sanidad del cuerpo; pero debemos hacer de la sanidad del alma un asunto de importancia mucho mayor. Se debe mostrar el camino de la salvación a los que llegan como pacientes a nuestro sanatorio, para que puedan arrepentirse y escuchar las palabras: Tus pecados te son perdonados; vete en paz, y no peques más. . .
El tiempo y las fuerzas de hombres capaces de llevar adelante la obra del Señor tal como él lo ha indicado, no deben absorberse en una empresa establecida con el fin de acomodar y entretener a los buscadores de placeres, cuyo deseo supremo consiste en gratificar el yo. Sería un peligro para la seguridad de esos obreros conectarlos con una empresa tal. Mantengamos a nuestros jóvenes y señoritas alejados de tales influencias peligrosas. Y si los hermanos se empeñan en el establecimiento de una empresa tal, no harían avanzar la obra de la salvación de las almas como ellos creen.
Nuestros sanatorios se deben establecer con un solo objetivo: 270 el progreso de la verdad presente. Y se los debería dirigir de tal manera que en la mente de los pacientes que acuden a ellos para tratarse se produzca una impresión decidida en favor de la verdad. La conducta de los obreros, desde el gerente hasta el trabajador que ocupa la posición más humilde, debe dar testimonio en favor de la verdad. Una atmósfera de espiritualidad debe caracterizar a la institución. Tenemos un mensaje de amonestación que dar al mundo, y las personas que lleguen a nuestros sanatorios deben quedar impresionadas con nuestra sinceridad y devoción al servicio de Dios...
Vivimos en el mismo final de la historia de la tierra, y debemos actuar con cautela, comprendiendo cuál es la voluntad del Señor y, dirigidos por su Espíritu, realizar una obra que signifique mucho para su causa, y que consista en la proclamación de un mensaje de amonestación a un mundo infatuado, engañado y que perece en el pecado.
Las condiciones en la ciudad*
Durante años me ha sido dada luz especial acerca de nuestro deber de no centralizar nuestra obra en la ciudades. El ruido y el bullicio que las llenan, las condiciones que en ellas crean los sindicatos y las huelgas, impedirán nuestra obra. Ciertos individuos tratan de logra que las personas de diferentes oficios se sindicalices. Tal no es el plan de Dios, sino de una potencia que de ningún modo debemos reconocer. La Palabra de Dios se cumple: los malos parecen juntarse en haces para ser quemados.
Debemos emplear ahora todas las capacidades que se nos han confiado para dar al mundo el ultimo mensaje de misericordia. En esta obra debemos conservar nuestra individualidad. No debemos unirnos a sociedades secretas ni sindicatos. Debemos permanecer libres en Dios y esperar de Jesús las instrucciones que necesitamos. Todos nuestros 271 movimientos deben realizarse comprendiendo la importancia de la obra que hacemos para Dios. - Testimonies for the Church, tomo 7, págs. 95-97 (1902).
Economía en el establecimiento de los sanatorios*
Como pueblo elegido de Dios no podemos copiar las costumbres y prácticas del mundo, ni imitar la moda que en él impera. No se nos ha dejado en tal ignorancia que hayamos de conformarnos a los modelos que nos ofrece el mundo y contar con la apariencia para que nuestras empresas tengan éxito. El Señor nos ha dicho de dónde proviene nuestra fuerza: "No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos" (Zacarías 4: 6). Cuando lo juzga bueno, el Señor da a quienes guardan su Palabra poder para ejercer fuerte influencia en favor del bien. De hecho, ellos dependen de Dios, y a él tendrán que dar cuenta de la manera en que empleen los talentos que les confió. Deben comprender que son administradores de los bienes del Señor y que deben glorificar su nombre.
La ostentación no es deseable
Los que hayan puesto todos sus afectos en Dios tendrán éxito. En Cristo, se perderán a sí mismos de vista y los atractivos del mundo no tendrán ningún poder para apartarlos de la obediencia. Comprenderán que los adornos exteriores no dan fuerza. No es una apariencia importante la 272 que representa de una manera correcta la obra que debemos realizar como pueblo elegido de Dios. Los que trabajan en relación con nuestra obra pro salud deben estar adornados de la gracia de Cristo. Ello les permitirá ejercer la mayor influencia que sea dable ejercer para el bien.
El Señor obra de buena fe con nosotros. Nos hace promesas a condición de que cumplamos fielmente su voluntad. Por esto, cuando se trata de construir sanatorios, debemos darle el primer lugar, el último y el mejor.
Los que sirven a Dios deben velar para que su gusto por la ostentación no arrastre a otros a los placeres fáciles y a la vanidad. Dios no desea que siervo alguno suyo se meta en empresas costosas e inútiles que endeuden a la gente y la priven de los recursos que podría traer para ayudar a la obra del Señor. Mientras los que profesan creer la verdad presente anden en las sendas del Señor para obrar según la justicia, podrán contar con que el Señor los hará prosperar. Mas si prefieren errar lejos de la senda estrecha, atraerán la ruina sobre sí mismos y sobre los que se dejen guiar por ellos.
Ejemplos de Abnegación
Los que funden establecimientos médicos deben dar el buen ejemplo. Aun cuando haya dinero, no deben gastar más de lo absolutamente necesario. La obra del Señor debe dirigirse teniendo en cuenta las necesidades de cada parte de la viña. Somos todos miembros de una misma familia, hijos de un mismo Padre, y los ingresos del Señor deben emplearse del modo que mejor favorezca los intereses de su causa en el mundo entero. El Señor considera todas las partes del campo, y su viña debe ser cultivada en conjunto.
No debemos gastar en algunos lugares todo el dinero de la tesorería, sino trabajar para edificar la obra en muchos lugares. Deben añadirse constantemente nuevos territorios al reino de Dios. Otras partes de su viña deben recibir la 273 ayuda que dará carácter a la obra. El Señor nos prohíbe valernos de planes egoístas en su servicio, que priven a nuestro prójimo de las facilidades que le permitirían desempeñar su papel en la difusión de la verdad. Debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos.
Nuestros edificios deben representar nuestra fe
Debemos recordar también que nuestra obra ha de corresponder a nuestra fe. Creemos que el Señor vendrá pronto; ¿no debe manifestarse esta convicción por los edificios que construimos? ¿Invertiremos sumas considerables en edificios que pronto quedarán consumidos por la conflagración final? Nuestro dinero representa almas, y debemos emplearlo de manera que dé a conocer la verdad a aquellos que, a causa del pecado, están bajo la condenación divina. Renunciemos, pues, a nuestros planes ambiciosos, y seamos precavidos contra los extremos y la imprevisión, por temor a que, estando vacía la tesorería del Señor, sus obreros no dispongan ya de los recursos necesarios para cumplir la tarea que se les ha confiado.
Nuestras instituciones más antiguas han gastado sumas de dinero que superaban lo necesario. Los que estimaron propio obrar así pensaban que ese gasto daría carácter a la obra, mas el argumento no justifica esos gastos exagerados.
Dios desea que en nuestras instituciones se manifieste siempre el espíritu humilde y manso del Maestro, quien es la Majestad del cielo y el Rey de gloria. No se ha estudiado debidamente la primera venida de Cristo. El vino para ser nuestro Ejemplo en todo. Su vida fue una vida de estricta abnegación. Si seguimos su ejemplo, no gastaremos jamás dinero sin necesidad. No hemos de buscar lo que sólo sería ostentación. Procuraremos más bien que la luz resplandezca por medio de nuestras buenas obras y que Dios sea glorificado por el empleo de los mejores métodos de sanar a los enfermos y aliviar a los que sufren. Lo que da carácter a 274 nuestra obra, no es el dinero que enterramos en la construcción de nuestros edificios, sino nuestra perseverancia en los principios religiosos y la semejanza de nuestro carácter al de Cristo.
Los errores cometidos en el pasado en la construcción de ciertos edificios, deben ser advertencias saludables para lo por venir. Debemos ver en qué se equivocaron otros, y en vez de imitar sus errores, tratar de hacer mejor que ellos. En todo paso adelante, debemos tener en cuenta la necesidad de ahorrar. No debe hacerse ningún gasto inútil. El Señor vendrá pronto, y nuestros gastos en edificios deben armonizar con nuestra fe. Nuestros fondos deben dedicarse a amueblar habitaciones alegres y asegurar a los enfermos buenos alimentos, así como un ambiente favorable para la salud.
Nuestras ideas referentes a construir y amueblar las instituciones deben ser regidas por la práctica de una comunión constante y humilde con Dios. No debe considerarse necesario dar a esos establecimientos una apariencia de riqueza. No debe confiarse en la apariencia como medio de obtener éxito. No es más que un engaño. El deseo de mantener una apariencia inconveniente a la obra que Dios nos ha asignado, que sólo podría mantenerse gastando fuertes sumas de dinero, es un tirano sin misericordia; es como un cáncer que destruye las entrañas.
La comodidad es más importante que la elegancia
Los hombres de buen criterio prefieren la comodidad a la elegancia y el lujo. Es un error pensar que las apariencias atraerán más pacientes, y habrá por consiguiente más ganancias. Aun suponiendo que este proceder aumentase la clientela, no podemos consentir que nuestros sanatorios sean amueblados según las costumbres de lujo de nuestro siglo. La influencia cristiana es demasiado valiosa para quedar así sacrificada. Todo lo que rodea nuestras instituciones, 275 y cuanto esté en ellas, debe armonizar con las enseñanzas de Cristo y la expresión de nuestra fe. En todos sus ramos, nuestra obra debe ser una lección de juicio santificado y no de ostentación y despilfarro.
No son los edificios imponentes y costosos, ni los muebles de lujo, ni las mesas cargadas de manjares delicados, lo que dará a nuestra obra influencia y éxito. Es la fe que obra por el amor y purifica el alma; es la atmósfera de gracia que rodea al creyente; es el Espíritu Santo, obrando en el pensamiento y el corazón, lo que da a nuestra obra el sabor de vida para vida y que permite a Dios bendecirla.
Dios puede comunicarse hoy con su pueblo y darle la sabiduría necesaria para hacer su voluntad, así como se comunicaba antaño con su pueblo y le dio la sabiduría necesaria para construir su santuario. En la construcción de ese edificio, dio una representación de su potencia y majestad; y su nombre debe igualmente quedar honrado hoy por los edificios que se construyen para él. Cada parte debe denotar fidelidad, solidez e idoneidad.
Obreros juntamente con Dios
Los encargados de la construcción de un sanatorio deben representar la verdad trabajando con el espíritu y el amor de Dios. Así como Noé amonestó al mundo al construir el arca, por el trabajo que se haga en la construcción de las instituciones del Señor, se predicarán sermones, y el corazón de algunos se convencerá y convertirá. Sientan, pues, nuestros obreros la necesidad constante de la ayuda de Cristo, para que nuestras instituciones no sean establecidas en vano. Mientras la obra de construcción progrese, acuérdense que como en los días de Noé y Moisés Dios determinó todos los detalles del arca y del santuario, así también en la construcción de las instituciones modernas, él vigila personalmente el trabajo que se realiza. Acuérdense que el gran Arquitecto desea dirigir su obra por su Palabra, por su 276 Espíritu y por su providencia. Por esto, deben tomarse el tiempo de solicitar sus consejos. La voz de la oración y la melodía de los himnos santos deben elevarse hasta él como el humo del incienso. Todos deben comprender que dependen enteramente de Dios. Deben recordar que están levantando una institución por medio de la cual debe cumplirse con éxito una obra que tendrá consecuencias infinitas, y que al hacerla deben ser colaboradores de Dios. "Mirar a Jesús", debe ser nuestro lema. Y ésta es la promesa que se nos hace: "Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar: sobre ti fijaré mis ojos" (Salmo 32: 8).
Ventajas de las construcciones de madera
Los edificios de ladrillo y piedra no son los más deseables para un sanatorio, porque generalmente son fríos y húmedos. Podría argumentarse que los edificios de ladrillo ofrecen una apariencia mucho más atractiva, y que nuestros edificios deben ser atractivos. Pero necesitamos construcciones espaciosas; y si los ladrillos son demasiado costosos, debemos construir de madera. Debemos estudiar la economía y practicarla. Esto se hace indispensable a causa de la enormidad de trabajo que debe realizarse en los diversos aspectos de la viña de Dios.
Se ha sugerido que en las estructuras de madera los pacientes no se sentirán seguros por temor de los incendios. Pero si nos hallamos situados en el campo, y no en la ciudad, donde los edificios están apiñados, el fuego se originaría internamente, no desde afuera; por lo tanto, un edificio de ladrillo no sería ninguna salvaguardia. A los pacientes se les debería explicar que para la salud un edificio de madera es preferible a uno de ladrillo. Testimonies for the Church, tomo 7, págs. 83-84 (1902). 277
Economía en el funcionamiento *
La economía en el empleo de los recursos financieros es un ramo excelente de la sabiduría cristiana. Este asunto no es considerado suficientemente por los que ocupan posiciones de responsabilidad en nuestras instituciones. El dinero es un don excelente de Dios. En las manos de sus hijos es alimento para los hambrientos, bebida para los sedientos y vestido para los desnudos; es una defensa para los oprimidos y un medio de dar salud a los enfermos. Los recursos financieros no debieran gastarse innecesariamente ni en forma extravagante para la gratificación del orgullo o la ambición.
Los principios deben ser un poder controlador
Con el fin de satisfacer las necesidades reales de la gente, los graves motivos de los principios religiosos deben constituir un poder controlador. Cuando los cristianos y los mundanos se reúnen, el elemento cristiano no debe asimilarse con el no santificado. El constaste entre ambos debe mantenerse agudo y positivo. Son siervos de dos señores. Una clase se esfuerza por mantener una actitud humilde y de obediencia a los requerimientos de Dios, en el sendero de la sencillez, de la mansedumbre y la humildad, imitando al Modelo, Cristo Jesús. La otra clase se encuentra en oposición en todo sentido a la primera. Son siervos del mundo y sienten el anhelo y la ambición de seguir sus modas en la forma de vestir extravagante y en la gratificación del apetito. Este es el campo en el cual Cristo ha dado su obra específica a los que trabajan en el sanatorio. No debemos acortar la distancia entre nosotros y los que tienen una orientación mundana aceptando sus normas, descendiendo de la senda elevada abierta para los rescatados por el 278 Señor para que anden por ella. Pero los encantos de la vida cristiana, los principios practicados en nuestro trabajo diario, el control sobre el apetito sometido a la razón, la sencillez en el vestir y la conversación santificada, serán una luz que brillará continuamente en el camino de los que practican hábitos equivocados...
Todos los que se relacionan con nuestras instituciones debieran ejercer un cuidado celoso para que nada se desperdicie, aunque el asunto no tenga que ver directamente con el trabajo que se les ha asignado. Todos pueden contribuir en algo a la economía. Todos debieran realizar su trabajo, no para ganar la alabanza de los hombres, sino para que soporte el escrutinio de Dios.
Cristo dio una vez a sus discípulos una lección sobre economía, la cual es digna de cuidadosa atención. Obró un milagro para alimentar a los miles de personas hambrientas que habían escuchado sus enseñanzas; sin embargo cuando todos hubieron comido y estuvieron satisfechos, no permitió que se desperdiciaran los alimentos. Aquel que en la necesidad podía alimentar vastas multitudes mediante su poder divino, pidió a sus discípulos que reunieran lo que sobró a fin de que nada se perdiera. Esta lección se dio tanto para nuestro beneficio como para los que vivían en los días de Cristo. El Hijo de Dios se preocupa de las necesidades de la vida temporal. No descuidó los fragmentos después de la fiesta, aunque podía realizar esa fiesta cuando quiera que lo deseara. Los obreros de nuestra instituciones harían bien en escuchar esta lección: "Recoged los pedazos que sobraron, para que no se pierda nada" (Juan 6: 12). Este es el deber de todos, y los que ocupan posiciones directivas debieran dar el ejemplo. 279
Lealtad a nuestras instituciones*
El Sanatorio de Battle Creek ha sido edificado bajo la presión de las dificultades. Hubo que tomar medidas decisivas, hubo que firmar contratos con los que se emplearon como auxiliares para que permanecieran en el trabajo durante cierto número de años. Esto ha sido una necesidad muy real. Después que se han conseguido colaboradores y se los ha entrenado mediante esfuerzos considerables y cuidadosos hasta convertirlos en obreros eficientes, pacientes ricos les han hecho ofertas de mejor salario para atraerlos como enfermeros para su propio beneficio especial, en sus hogares. Y estos auxiliares con frecuencia han abandonado el sanatorio para trabajar con ellos, sin tomar en consideración el trabajo realizado para calificarlos como obreros eficientes. Estos no han sido casos aislados sino que se han repetido muchas veces. Luego ha venido gente como clientes de otras instituciones que no se dirigen por principios religiosos, y en forma muy astuta han atraído a los empleados del sanatorio prometiéndoles sueldos más elevados. Algunos médicos han apostatado de la fe y de la institución, y se han retirado porque no se los complacía en todo lo que querían. Algunos han sido despedidos, y después de obtener la simpatía de otros empleados y pacientes, los han alejado; y después de haber realizado grandes gastos y probado sus propios caminos y métodos en la mejor forma posible de acuerdo con su habilidad, han terminado en fracaso y han cerrado las puertas, después de haber incurrido en deudas que no podían pagar. Esto ha sucedido repetidamente. La justicia y la rectitud no han intervenido en las acciones de tales personas. "El camino del Señor" no ha sido elegido, sino su propio 280 camino. Han engañado a los incautos y han conquistado fácilmente a los que se entusiasman con el cambio. Estaban demasiado enceguecidos para considerar lo correcto y lo incorrecto de su conducta. y eran demasiado descuidados para preocuparse de ello.
Por eso ha sido necesario que en el Sanatorio de Battle Creek se hicieran contratos para comprometer a los auxiliares y obreros, de modo que después de haber sido educados y entrenados como enfermeros y como auxiliares de hidroterapia. no se retiraran porque otros les ofrecían condiciones mejores. A algunas personas especiales se les ha adelantado dinero para que se educaran como médicos a fin de resultar útiles a la institución. El Dr. ---- ha puesto sus esperanzas sobre algunas de estas personas para que lo alivien de las responsabilidades que ha tenido que soportar pesadamente. Algunos se han puesto intranquilos e insatisfechos porque quienes han comenzado instituciones en otras partes del país han procurado agradarlos e inducirlos a trasladarse a sus sanatorios. prometiéndoles darles condiciones mejores. En esta forma los obreros, por lo menos algunos de ellos, se han puesto ansiosos, inquietos, autosuficientes e indignos de confianza. aunque no sea fueron del sanatorio, porque pensaban que en otros lugares había oportunidades para ellos. Los que están comenzando a practicar han sentido que ya están preparados para aceptar responsabilidades mayores que sería peligroso confiar a sus manos, porque no han demostrado fidelidad en las cosas pequeñas.
Quisiéramos ahora que todos consideren este asunto desde un punto de vista cristiano. Estas pruebas revelan el verdadero material que forma el carácter. En el Decálogo hay un mandamiento que dice: "No robarás'. Este mandamiento cubre justamente actos como éstos. Algunos han robado la ayuda que otros han tenido la preocupación de conseguir y preparar para su propia obra. Cualquier plan 281 secreto, cualquier influencia ejercida para obtener la ayuda que otros han contratado y entrenado, no es nada menos que un robo directo.
Otro mandamiento dice: "No hablarás contra tu prójimo falso testimonio". Ha habido soborno de los auxiliares que han sido contratados para realizar cierta clase de trabajo, y en quienes se confiaba; se han realizado esfuerzos para restar mérito a los planes y encontrar errores en los administradores que dirigen la institución. El comportamiento de los administradores ha sido puesto en duda con respecto a los empleados cuyo servicio se deseaba obtener. Se ha halagado su vanidad y se les ha hecho creer que no están progresando como merecen, y que debieran ocupar posiciones de más responsabilidad.
Las dificultades más graves a las que los médicos y los administradores de nuestras instituciones tienen que hacer frente, es que hombres y mujeres que han sido conducidos paso a paso, educados y entrenados para ocupar posiciones de confianza, se han engreído, se han hecho autosuficientes y han estimado en demasía sus propias capacidades. Si se les han confiado dos talentos, se sienten perfectamente capaces de manejar cinco. Si hubieran empleado sabia y juiciosamente los dos talentos, y si hubieran sido fieles en las cosas pequeñas confiadas a ellos, y si hubieran realizado cabalmente todo lo que emprendían, entonces hubieran estado calificados para llevar a cabo responsabilidades mayores. Si hubieran podido subir paso a paso por la escalera, un peldaño tras otro, y si hubieran demostrado fidelidad en lo que es más pequeño, eso hubiera sido una evidencia de que estaban capacitados para llevar cargas mayores, y de que serían fieles en lo mucho. Pero les gusta sólo arañar la superficie. No piensan profundamente ni se convierten en amos de sus deberes. Sienten que están listos para tomar el peldaño más alto de la escalera sin darse el trabajo de ascender paso a paso. Nos aflige el corazón cuando 282 paramos la obra que sale de sus manos con la recta norma de fidelidad de Dios que es la única que Dios puede aceptar. Existe un doloroso defecto, una negligencia, un barniz superficial, una falta de solidez, de conocimiento inteligente, de cuidado y escrupulosidad. Dios no puede decir a tales personas: "Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor" (Mateo 25: 21).
Los hombres deben actuar concienzudamente y sentir que están haciendo la obra de Dios. Deben determinar en sus corazones corregir todos los engaños de Satanás que podrían apartarlos del camino recto, para que no elijan la senda del Señor, sino que sigan los impulsos de su propio carácter indisciplinado. Cuando el corazón está santificado y guiado por el Espíritu Santo, la persona no correrá riesgos, sino que se asegurará en todo lo que emprende para llevar a cabo la buena obra de Jesús; y al hacer su obra rectamente se afirma con seguridad en esta vida aferrándose firmemente de arriba, y será guiada en todo camino bueno y santo. Estas personas obedecerán constantemente los principios. Harán su obra, no para asegurar un gran nombre o salarios elevados, no tendrán el propósito de mezclar el yo en todas sus obras, y no aparentarán ser alguien en el mundo, sino que procurarán actuar correctamente en todo ante la vista de Dios. No manifestarán ni la mitad de la ansiedad para hacer una obra grandiosa como para realizar cualquier cosa que tengan que llevar a cabo con fidelidad y tomando en cuenta la gloria de Dios. Estos hombres son grandes ante la vista de Dios. Sus nombres quedan registrados en el libro de vida del Cordero como siervos fieles del Altísimo. Estos son los hombres que son más preciosos ante la vista de Dios que el oro fino, y aún más preciosos que el oro de Ofir. 283
El sanatorio como campo misionero
El sanatorio debe ser una institución misionera en el sentido más pleno de la palabra, y su carácter en este respecto debe preservarse, porque en caso contrario no llevará la aprobación de Dios. Para conseguirla, se requerirá piedad de vida y carácter en todos los obreros. El éxito de esta institución debe considerarse a la luz de la Palabra de Dios. El éxito auténtico llevará las credenciales divinas. Los obreros de Dios se regocijarán en el Señor, y al mismo tiempo estarán satisfechos con sus propios esfuerzos. El momento de regocijarse en el Señor debido al éxito, será el momento de humillarse debido a lo que todavía falta por hacerse a causa del descuido y la infidelidad.
Los hombres que aceptan posiciones en cualquiera de nuestras instituciones debieran hacerlo comprendiendo plenamente cuáles son sus responsabilidades. El Señor ha prometido ser una ayuda real en todo momento de necesidad, de modo que no existe ninguna excusa por no estar haciendo un trabajo misionero más cabal en el sanatorio. Debiera prestarse más atención a obtener capacitación para cada deber. Los obreros debieran procurar mejorar para hacer su obra en la mejor manera posible y con fidelidad, a fin de obtener la aprobación de Dios. Las oportunidades para hacer el bien siempre han estado fuera del alcance de los obreros, porque éstos han fallado en verlas y aprovecharlas, porque el enemigo de lo recto ha ejercido un poder controlador sobre sus mentes.- Health, Philanthropic, and Medical Missionary Work, págs. 46-47 (1888). 284
Adherencia a los principios *
Las tentaciones que asaltaron a Cristo en el desierto: el apetito, el amor al mundo y la presunción, son las tres grandes seducciones que con más frecuencia vencen a los seres humanos. A menudo los gerentes de los sanatorios serán tentados a apartarse de los principios que debieran gobernar estas instituciones. Pero no debieran apartarse de la senda correcta para gratificar las inclinaciones o servir a los apetitos depravados de los pacientes o amigos ricos. La influencia de tal conducta produce solamente mal. Las desviaciones de las enseñanzas presentadas en conferencias o en la prensa ejercen un efecto muy desfavorable sobre la influencia y la moral de la institución, y en gran medida contrarrestarán todos los esfuerzos realizados para instruir y reformar a las víctimas de los apetitos y pasiones depravados y para conducirlas a Cristo, que es el único refugio seguro.
El mal no terminará allí. La influencia no sólo afecta a los pacientes, sino también a los obreros. Una vez que se destruyen las barreras, se da un paso tras otro en la dirección equivocada. Satanás presenta perspectivas mundanas agradables a quienes se apartan de los principios y sacrifican la integridad y el honor cristiano para obtener la aprobación de los impíos. Estos esfuerzos con demasiada frecuencia tienen éxito y él obtiene la victoria cuando debiera encontrar rechazo y derrota.
Cristo resistió a Satanás en nuestro beneficio. Tenemos el ejemplo del Salvador para fortalecer nuestros propósitos y resoluciones débiles; pero a pesar de esto, algunos caerán víctimas de las tentaciones de Satanás, y no caerán solos. Todas alma que no logra obtener la victoria, arrastra a otros mediante su influencia. Quienes no establecen contactos 285 con Dios para recibir sabiduría y gracia a fin de refinar y elevar sus propias vidas, serán juzgados por el bien que hubieran podido realizar, pero que no llevaron a cabo porque se conformaron con una mente mundana y con la amistad de los que no están santificados.
Todo el cielo se interesa en la salvación de los seres humanos, está listo para derramar sobre ellos sus dones benéficos, si cumplen las condiciones establecidas por Cristo: "Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo" (2 Corintios 6: 17).111
Para la gloria de Dios
Se nos ordena que, sea que comamos, bebamos o hagamos cualquier otra cosa, lo hagamos todo para gloria de Dios. ¿Cuántos obran por principios más bien que por impulsos, y obedecen esta orden al pie de la letra? ¿Cuántos de los jóvenes discípulos de la localidad de ________ han hecho de Dios su apoyo y heredad, y han procurado fervientemente conocer y hacer su voluntad? Hay muchos que son siervos de Cristo de nombre, pero no en verdad.
Cuando uno se rige por los principios religiosos, corre poco peligro de cometer graves errores, porque el egoísmo, que siempre enceguece y engaña, queda subordinado. El sincero deseo de hacer bien a otro, predomina de tal manera que se olvida al yo. El sustentar firmes principios religiosos es un tesoro inestimable. Es la influencia más pura, elevada y sublime que puedan sentir los mortales. Los que disponen de ella cuentan con un ancla. Reflexionan antes de dar un solo paso, no sea que su efecto perjudique a otros y los aparte de Cristo.- Joyas de los testimonios, tomo 1, pág. 201. 286
El capellán y su obra
Es de suma importancia que la persona elegida para atender los intereses espirituales de los pacientes y auxiliares, sea un hombre de juicio sólido y de principios firmes, un hombre que ejerza influencia moral, que sepa cómo tratar con las mentes. Debiera ser una persona de sabiduría y cultura, inteligente y capaz de expresar sus afectos. Puede ser que al principio no sea completamente eficiente en sentido, pero debiera, mediante pensamiento atento y ejercicio de sus habilidades, calificarse para esta importante obra. Se necesitan gran sabiduría y consideración para servir aceptablemente en esta posición, y sin embargo debe poseer una integridad a toda prueba, porque tendrá que hacer frente al prejuicio, a la intolerancia y al error en sus múltiples formas.
Esta posición no debiera ser llenada por una persona de temperamento irritable y combativa. Debe cuidarse de que la religión de Cristo no resulte repulsiva debido a la dureza o a la impaciencia. El siervo de Dios debiera buscar, por medio de la humildad, la gentileza y el amor, representar en forma adecuada nuestra santa fe. Aunque nunca hay que ocultar la cruz, debiera presentar también el amor incomparable del Salvador. El obrero debe estar lleno con el Espíritu de Jesús, porque entonces los tesoros del alma se presentarán en palabras que llegarán al corazón de los que escuchan. La religión de Cristo, ejemplificada en la vida diaria de sus seguidores, ejercerá una influencia diez veces mayor que los sermones más elocuentes... Si todas las personas que se relacionan con el sanatorio representan correctamente las verdades de la reforma pro salud y de nuestra santa fe, ejercerán una influencia para modelar las mentes de los pacientes. El contraste que se produce entre los hábitos erróneos y los hábitos de los que están en armonía con la verdad de Dios, tiene un poder convincente.- Testimonies for the Church, tomo 4, págs. 546-547 (1878). 287
Manténgase la pureza de la verdad *
Las personas que se encuentran al frente de las instituciones del Señor tienen gran necesidad de la fuerza, la gracia y el poder sustentador de Dios, para que no caminen en contra de los principios sagrados de la verdad. Muchísimos individuos parecen incapaces de comprender la obligación que tienen de preservar la pureza de la verdad, libre del menor vestigio de error. Su peligro consiste en considerar la verdad como algo de baja estima, dejando así sobre las mentes la impresión de que lo que creamos no tiene gran importancia, siempre que, al llevar a cabo nuestros planes humanos, nos podamos exaltar ante el mundo como personas que ocupan una posición superior y los asientos más elevados.
Dios llama a hombres y mujeres de corazones tan cabales como el acero, que sin tomar en cuenta las circunstancias, mantengan una integridad inalterable. Llama a seres humanos que se mantengan separados de los enemigos de la verdad. Llama a hombres que no osarían apoyarse sobre el brazo de carne entrando en sociedad con los mundanos, ni siquiera con el fin de obtener medios para hacer avanzar la obra del Señor, aunque sea para la construcción de edificios. La alianza que Salomón llevó a cabo con los incrédulos le produjo oro y plata en abundancia, pero su prosperidad llegó a ser su propia ruina. Actualmente los hombres no son más sabios que él y están igualmente propensos a ceder ante las influencias que causaron su caída. Durante miles de años Satanás ha estado acumulando experiencia en el arte de engañar; y se acerca a los que viven en esta época con un poder casi irresistible. Nuestra única seguridad se encuentra en obedecer la Palabra de Dios, que nos ha sido dada como guía segura y consejero. Hoy, los que forman parte del pueblo de Dios deben mantenerse como personas distintas 288 y separadas del mundo, de su espíritu y de sus influencias.
"Salid de en medio de ellos, y apartaos" (2 Corintios 6: 17). ¿Oiremos la voz de Dios y obedeceremos, o le prestaremos atención a medias a este asunto y trataremos de servir a Dios y a Mamón? Delante de nosotros hay un trabajo serio para cada uno. Los pensamientos correctos y los propósitos puros y santos no vienen a nuestra mente en forma natural. Tendremos que luchar para alcanzarlos. En todas nuestras instituciones: casas editoras, colegios y sanatorios, se deben arraigar los principios puros y santos. Si nuestras instituciones han de llegar a ser lo que Dios pretende que sean, los que tienen que ver con ellas no trazarán planes de acuerdo con los patrones de instituciones mundanas. Asumirán una posición peculiar, y serán gobernados y controlados por las normas bíblicas. No se colocarán en armonía con los principios del mundo con el fin de conseguir clientela. Ningún motivo ejercerá suficiente fuerza como para desviarlos de la línea recta del deber. Los que se encuentran bajo el control del Espíritu de Dios no buscarán sus propios placeres ni diversiones. Si Cristo preside sobre el corazón de los miembros de su iglesia, ellos responderán a la invitación: "Salid de ella. pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados" (Apocalipsis 18: 4).
Por el bienestar de los demás
En lo que respecta a la conducta con los pacientes, todos deberían estar motivados por objetivos más elevados que los intereses egoístas. Todos deberían sentir que esta institución es Uno de los instrumentos de Dios llamado a aliviar la enfermedad del cuerpo y conducir a la persona enferma de pecado a Aquel que puede sanar tanto el alma como el cuerpo. Además de la realización de los deberes especiales que se les asignan, todos deberían manifestar 289 interés por el bienestar de los demás. El egoísmo es contrario al espíritu del cristianismo.- Testimonies for the Church, tomo 4 , pág. 564 (1881).
La clase de obreros que se necesitan *
Debiéramos tener cuidado de conectar con todos nuestros sanatorios a personas que representen correctamente la obra. Los caracteres deben formarse aquí siguiendo la similitud divina. No es la ropa costosa lo que nos dará influencia, en cambio, por medio de la verdadera humildad cristiana debemos exaltar a nuestro Salvador. Nuestra única esperanza de tener éxito en hacer el bien a la gente del mundo que acude a nuestros sanatorios como pacientes, es que cada miembro del personal mantenga una conexión viva con Dios. La ropa de los auxiliares del sanatorio debe ser modesta y limpia, pero la vestimenta no es tan importante como el comportamiento. Lo que es más importante es que vivamos la verdad, que nuestras palabras armonicen con la fe que profesamos. Si los obreros de nuestros sanatorios se entregaran a Dios y ocuparan una posición elevada como creyentes en la verdad, el Señor reconocería esto y veríamos que se lleva a cabo una gran obra en estas instituciones.
Auxiliares experimentados
No es lo mejor traer a nuestros sanatorios un número excesivo de personas no experimentadas, que llegan como aprendices, mientras existe una carencia de obreros experimentados y eficientes. Necesitamos más mujeres que manifiesten dignidad, y hombres que tengan principios genuinos y sólidos, hombres firmes que teman a Dios y que puedan llevar responsabilidades con sabiduría. Algunos pueden 290 venir y ofrecer trabajar por un sueldo reducido, porque les agrada el ambiente del sanatorios o porque desean aprender; pero no es una verdadera economía dotar a una institución mayormente con auxiliares inexpertos.
Si las personas debidas se relacionan con la obra, y si todos humillan sus corazones ante Dios, aunque actualmente exista una pesada deuda en la institución, el Señor obrará en tal forma que la deuda disminuirá, y las almas se convertirán a la verdad, porque verán que los obreros siguen los caminos del Señor y guardan sus mandamientos. Esta es la única esperanza de prosperidad para nuestros sanatorios. Es inútil pensar en otra cosa. No podemos esperar que la bendición de Dios repose sobre nosotros si servimos a Dios cuando nos conviene, y lo abandonamos cuando deseamos buscar el placer.
No es necesario satisfacer las exigencias del mundo con respecto al placer. Hay otros lugares en el mundo en los cuales la gente puede encontrar diversión. En nuestros sanatorios necesitamos hombres y mujeres firmes; necesitamos los que revelarán la sencillez de la verdadera piedad. Cuando los enfermos acuden a nuestras instituciones, debiera hacérseles comprender que existe un poder divino en acción y que los ángeles de Dios se encuentran presentes.
El tacto es indispensable
La obra espiritual de nuestros sanatorios no debiera ponerse bajo el control de los médicos. Esta obra requiere reflexión y tacto, y un amplio conocimiento de la Biblia. Debiera buscarse para nuestros sanatorios a pastores que posean estas calificaciones. Debieran de elevar la norma de la temperancia desde un punto de vista cristiano y demostrar que el cuerpo es el templo del Espíritu Santo, y hacer comprender a la gente la responsabilidad que tienen como posesión adquirida por Dios, de convertir la mente y el cuerpo 291 en un templo santo, adecuado para la morada del Espíritu Santo.-Testimonies for the Church, tomo 7, pág. 75 ( 1902).
Cómo tratar con el sentimentalismo *
Los administradores de la institución deben mantener siempre una norma elevada y velar cuidadosamente sobre la juventud que les ha sido confiada por los padres como aprendices o auxiliares en los diversos departamentos. Cuando los jóvenes de ambos sexos trabajan juntos, se crean vínculos de simpatía entre ellos, los cuales frecuentemente se convierten en sentimentalismo. Si los administradores actúan con indiferencia en este sentido, estas almas pueden experimentar un perjuicio duradero y se comprometerá el elevado tono moral de la institución. Si pacientes o auxiliares continúan su familiaridad por engaño después de haber recibido juiciosa instrucción, no debiera permitírseles quedar en la institución, porque su influencia afectará a los que son inocentes y confiados. Las jovencitas perderán su modestia y pudor y serán inducidas a actuar en forma engañosa debido a que sus afectos han sido confundidos. . .
Los jóvenes deben aprender a actuar con franqueza, y al mismo tiempo con modestia, en sus asociaciones. Hay que enseñarles a respetar las leyes justas y la autoridad. Si rehúsan hacerlo, deben ser despedidos, no importa qué posición ocupen, porque desmoralizarán a otros. El descaro manifestado por las jovencitas al andar en compañía de jóvenes, al quedarse prolongadamente en los lugares donde éstos trabajan, al entrar en conversación con ellos, al hablar de cosas comunes e insustanciales, desmerece la femineidad. 292
Las rebaja, aun ante la estimación de quienes se entregan a tales cosas. . .
Los que profesan la religión de Cristo no se rebajen a tener conversaciones frívolas, a manifestar familiaridades con mujeres, ya sean casadas o solteras. Que se mantengan en su lugar debido con toda dignidad. Al mismo tiempo debieran ser sociables, bondadosos y corteses con todos. Las jovencitas debieran manifestar reserva y modestia. No debieran dar ocasión para que se hable mal de ellas. . . Los que dan evidencias de que sus pensamientos corren por un canal interior, cuya conversación tiende a ser corrupta antes que elevadora, debieran ser eliminados de inmediato de la institución, porque ciertamente desmoralizarán a otros.
Recordemos siempre que nuestras instituciones promotoras de la salud son campos misioneros. . . ¿Excusaríamos la liviandad y los actos descuidados diciendo que fueron el resultado de la impremeditación de nuestra parte? ¿Acaso los cristianos no tienen el deber de pensar sobriamente? Si Jesús se encuentra entronizado en el corazón, ¿se desenfrenarán los pensamientos?. . .
La pureza moral, el respeto de sí mismo, una fuerte capacidad de resistir, deben alentarse firmemente. No debiera manifestarse ni el mínimo alejamiento de la reserva. Un acto de familiaridad, una indiscreción, pueden poner en peligro el alma al abrir la puerta de la tentación y de ese modo debilitar el poder de resistir.
El poder ennoblecedor de los pensamientos puros
Debemos sentir siempre el poder ennoblecedor de los pensamientos puros. La única seguridad para el alma consiste en pensar bien, pues acerca del hombre se nos dice: 'Cual es su pensamiento en su alma, tal es él" (Proverbios 23: 7).293
El poder del dominio propio se acrecienta con el ejercicio. Lo que al principio parece difícil, se vuelve fácil con la práctica hasta que los buenos pensamientos y acciones llegan a ser habituales. Si queremos podemos apartarnos de todo lo vulgar y degradante y elevarnos hasta un alto nivel donde gozaremos del respeto de los hombres y del amor de Dios.- El ministerio de curación, pág. 392.
La crítica y la censura *
Los que visitan nuestras instituciones y ven trabajos que no se realizan en la forma más adecuada si tienen la experiencia necesaria y conocen una forma mejor de administrar, debieran compartir sus impresiones con los encargados y ayudarles a comprender cuál es el procedimiento correcto que deben seguir. Los que no hacen esto descuidan su deber y son infieles a la responsabilidad que Dios les ha dado. Si tales personas se retiran de esa institución sin decir nada a los dirigentes, y comentan con otras personas ajenas a la institución que encontraron fallas en la administración, que encontraron que en los departamentos se incurría en gastos sin beneficio para la institución, fallan en manifestar el espíritu cristiano y son infieles a sus hermanos y a Dios. El Señor quiere que difundan luz si es que la poseen; y si no tienen un plan de acción bien estructurado para sugerir, hacen mal en hablar a otros de los errores que han visto. Si no dan a los obreros el beneficio de su sabiduría supuestamente superior si se limitan a encontrar errores sin decir en forma correcta cómo se puede mejorar, no solo dañan la reputación de la institución sino también de los obreros quienes podrían estar actuando en la mejor forma que saben. 294
Hay que considerar cuidadosamente estas cosas. Que cada hombre y mujer se pregunte: "¿De parte de quién estoy? ¿Estoy trabajando para edificar o para derribar uno de los instrumentos de Dios?"
Hay algo que me entristece mucho, y es que no siempre existe armonía entre los obreros en nuestras instituciones. He pensado, ¿es posible que haya alguien que encuentre faltas en las personas con quienes se relaciona en la obra? ¿Hay alguien que sugerirá a los pacientes o a los visitantes o compañeros en la obra que hay muchas cosas que debieran hacerse pero que no se hacen, y que hay otras muchas cosas que no se hacen correctamente? Si lo hacen, no están haciendo la obra de los cristianos.
Los hombres a quienes se ha designado para diferentes posiciones de confianza deben ser respetados. No esperamos encontrar hombres perfectos en todo sentido. Puede ser que busquen la perfección del carácter, pero son finitos y están propensos a errar. Los que trabajan en nuestras instituciones debieran considerar que es su deber proteger celosamente tanto la obra como los obreros contra la crítica injusta. No debieran aceptar ni hablar prontamente palabras de censura contra nadie que esté relacionado con la obra de Dios, porque al hacerlo, Dios mismo puede resultar reprochado y la obra que él hace por medio de sus instrumentos puede retrasarse grandemente. Las ruedas del progreso pueden quedar bloqueadas cuando Dios dice: "Avanzad".
Entre nuestro pueblo existe el gran mal de dar rienda suelta a los pensamientos, de poner en duda y criticar todo lo que otros hacen, hacer una montaña de un grano de arena, y pensar que sus propios métodos son los correctos, mientras, si se encontraran en el mismo lugar que su hermano, tal vez no harían ni la mitad de lo que éste hace. para algunos es tan natural encontrar errores en lo que otro hace como lo es respirar. Han formado el hábito de criticar a los demás, cuando ellos mismos son quienes debieran ser 295 censurados y su manera impía de hablar y sus sentimientos duros debieran ser quemados de sus almas por el fuego purificador del amor de Dios. . .
Una persona que permite que la sospecha o la censura recaigan sobre sus compañeros en la obra, mientras no reprocha a los que se quejan ni presenta fielmente el asunto a la persona afectada, está realizando la obra del enemigo. Está regando la semilla de la discordia y la dificultad, cuyo fruto encontrará en el día de Dios. . .
Esta falta de respeto por los demás, esta desconsideración por el derecho y la justicia, no son una cosa poco frecuente. Se encuentran en mayor o menor medida en todas nuestras instituciones. Si alguien comete un error, hay quienes se dedican a hablar de ello hasta que lo convierten en un asunto de grandes proporciones. En vez de esto, todos los que trabajan en nuestras instituciones debieran respetar el principio sagrado de guardar los intereses y la reputación de las personas con quienes se asocian, así como les gustaría que se protegiera su propia reputación.
Resultados de albergar un pecado
El baluarte más fuerte del vicio en nuestro mundo no es la vida perversa del pecador abandonado ni del renegado envilecido; es la vida que en otros aspectos parece virtuosa y noble, pero en la cual se alberga un pecado, se consiente un vicio. Para el alma que lucha secretamente contra alguna tentación gigantesca, que tiembla al borde del precipicio, tal ejemplo es uno de los alicientes más poderosos para pecar. Aquel que, a pesar de estar dotado de un alto concepto de la vida, de la verdad y del honor, quebranta voluntariamente un solo precepto de la santa ley de Dios, pervierte sus nobles dones en señuelos del pecado. El genio, el talento, la simpatía y aun los actos generosos y amables pueden llegar a ser lazos de Satanás para arrastrar a otras almas 296 hasta hacerlas caer en el precipicio de la ruina, para esta vida y para la venidera.- El discurso maestro de Jesucristo, pág. 81.
Contemplando a Jesús *
Anoche tuve una experiencia admirable. Me encontraba en una reunión en la que se hacían y contestaban preguntas. Desperté a la una y me levanté. Caminé por el cuarto durante un tiempo, mientras oraba fervientemente pidiendo claridad de mente, fortaleza de los ojos y fuerzas para escribir las cosas que deben escribirse. Le rogué al Señor que me ayudara a dar un testimonio que despertara a su pueblo antes que fuera demasiado tarde para siempre. . .
Estaba preocupada en la consideración de asuntos relacionados con el progreso futuro de la obra de Dios. Los que han tenido poca experiencia en los comienzos de la obra, con frecuencia yerran en sus juicios acerca de cómo ésta debiera progresar. Son tentados en numerosos puntos. Piensan que sería mejor si los obreros talentosos recibieran un sueldo más elevado, de acuerdo con la importancia de la obra que realizan.
Pero Uno que tenía autoridad estuvo entre nosotros en la reunión en la que me encontraba presente la noche anterior y pronunció palabras que deben decidir este asunto. Dijo: "Contemplad a Jesús, el Autor y Consumador de vuestra fe, repasad su obra después que se revistió de humanidad, y recordad que él es vuestro modelo. En la obra de salvar almas, su vida divina y humana en nuestro mundo debe ser nuestra guía. El hizo el mundo, sin embargo, cuando vivió en esta tierra no tenía un lugar donde apoyar su cabeza".
Si se asignara sueldos más elevados a los obreros más talentosos, los que llevan a cabo la parte más laboriosa de la 297 obra también desearían recibir mayor sueldo, y dirían que su trabajo es tan indispensable como cualquier otro.
Hay que hacer avanzar la obra a lo largo de diversas líneas. Hay que anexar nuevos territorios. Pero no hay que convertir a Jerusalén en un centro. Si se establecen esos centros, se producirá un esparcimiento del pueblo reunido en ellos, por acción del Señor Dios del cielo.
La obra de Dios debe llevarse a cabo sin ostentación. Han de establecerse instituciones, nunca debiéramos competir con las instituciones del mundo en tamaño o esplendor. No debemos asociarnos con quienes no aman ni temen a Dios. Los que no tienen la luz de la verdad presente, que son incapaces de soportar la presencia del que es invisible, se encuentran rodeados por tinieblas espirituales peores que la medianoche más oscura. En su interior, todo es monotonía. No conocen el significado del gozo en el Señor. No tienen interés en las realidades eternas. Su atención se detiene en las cosas pasajeras de la tierra. Se introducen apresuradamente en la vanidad y tratan por medios ilícitos de obtener ventaja. Habiendo olvidado a Dios, la fuente de las aguas vivas, cavaron para sí mismos cisternas rotas que no pueden retener agua. Que no sea ésta la experiencia de los que han probado el poder del mundo que está por venir.
Economía y abnegación
Sembrad las semillas de la verdad dondequiera que tengáis oportunidad. Al establecer la obra en nuevos lugares, economizad en toda forma posible. Reunid los fragmentos; que nada se pierda.
Estamos aproximándonos al final de la historia terrena, y las diferentes ramas de la obra de Dios deben llevarse a cabo con mayor abnegación de la que se ha visto hasta ahora. La obra para estos últimos días es una obra misionera. La verdad presente, desde la primera hasta la última letra del alfabeto, significa esfuerzo misionero. La obra que debe 298 realizarse exige sacrificio en cada paso que se da hacia el progreso. Los obreros deben salir de la prueba purificados y refinados, como oro probado en fuego.
Colaboración entre los colegios y los sanatorios
Sería conveniente que nuestras escuelas de evangelistas fueran establecidas en la proximidad de nuestras instituciones de salud, de manera que los alumnos pudieran familiarizarse con los principios de una vida sana. Tienen un gran valor las instituciones que producen obreros capaces de dar razón de su fe y que estén animados por una fe que obra por la caridad y purifica el alma. He recibido claras instituciones en el sentido de que doquiera se pueda deben establecerse escuelas cerca de los sanatorios, de modo que esas instituciones puedan ayudarse mutuamente. El que creó al hombre se interesa por los que sufren. Ha dirigido el establecimiento de nuestros sanatorios y la erección de nuestras escuelas cerca de ellos, a fin de que esas instituciones sean medios eficaces para formar hombres y mujeres para la obra que tiene por objeto aliviar los padecimientos de la humanidad.
Los Adventistas del Séptimo Día que trabajan en la obra médica deben recordar que el Señor Dios omnipotente reina. Cristo es el médico más grande que alguna vez haya pisado el suelo de este planeta maldito por el pecado. El Señor quiere que su pueblo se allegue a él en busca de su poder sanador. El bautizará a los suyos con el Espíritu Santo y los hará idóneos para servirle de modo que sean una bendición en la obra de devolver la salud espiritual y física a los que la necesitan. . .
El Señor quiere que los obreros hagan esfuerzos especiales para dirigir a los enfermos y dolientes al gran Médico que formó el cuerpo humano.- Joyas de los testimonios, tomo 3, págs. 376-377. 299
Imparcialidad en los sueldos *
QUERIDO HERMANO:
No pensé que pasaría tanto tiempo antes de cumplir mi promesa de escribirle. He estado meditando en el asunto de los sueldos, lo que constituía una preocupación para usted. Usted sugiere que si pagáramos sueldos más altos podríamos contratar a personas de habilidad que podrían desempeñar importantes cargos de confianza. Eso podría ser así, pero lamentaría mucho ver a nuestros obreros trabajar por el sueldo que reciben. La causa de Dios necesita obreros que hagan un pacto con él por medio del sacrificio, que trabajen por amor a las almas y no por el sueldo que reciben.
Su sentimiento concerniente a los sueldos, mi muy respetado hermano, es el lenguaje del mundo. Servicio es servicio, y una clase de trabajo es tan esencial como la otra. A cada persona se le da su trabajo. Hay trabajo duro y exigente que se debe realizar, trabajo que significa exigencias desagradables y que requiere habilidad y tacto. En la obra de Dios, las facultades físicas tanto como las mentales deben ponerse a contribución, y ambas son indispensables. Las unas son tan necesarias como las otras. Si intentáramos trazar una línea entre el trabajo mental y el físico, nos colocaríamos en una posición muy difícil.
El experimento de pagar sueldos elevados se ha puesto a prueba en las casas publicadoras. Algunas personas han recibido sueldos elevados, mientras que otras que hacían un trabajo igualmente fuerte y exigente, han recibido apenas lo necesario para sustentar a sus familias. Sin embargo, las exigencias para ellos han sido igualmente grandes, y con frecuencia estas personas han trabajado en exceso y han estado agotadas, mientras otras, que no soportaban ni la mitad de la misma carga, recibían el doble de salario. El Señor 300 ve todas estas cosas, y ciertamente pedirá cuenta a los responsables, porque es un Dios de justicia y equidad.
Los que tienen conocimiento de la verdad para este tiempo debieran ser puros, limpios y nobles en todas sus transacciones comerciales. Nadie entre los siervos de Dios debiera sentir hambre y sed por ocupar las posiciones más elevadas de director o gerente. Tales posiciones están cargadas de gran tentación.
Nuestras enfermeras son instadas a prometer trabajar para algunas personas y por cierta cantidad de dinero. Se comprometen a servir de ese modo, y después se encuentran insatisfechas. Es necesario que se demuestre más igualdad en el trato con nuestras enfermeras. Hay entre nosotros enfermeras inteligentes y concienzudas, que trabajan fielmente y en todo tiempo. Necesitamos enfermeras como éstas, y debieran recibir un sueldo mejor, de modo que si se llegaran a enfermar pudieran disponer de dinero suficiente para tomarse un descanso y realizar un cambio. Además, con frecuencia los padres de esas enfermeras y enfermeros practican gran abnegación para hacer posible que sus hijos sigan el curso de enfermería. Es tan sólo justo que cuando estos hijos han completado su educación reciban remuneración suficiente que les permita ayudar a sus padres, en caso de que necesiten ayuda.
Economía por principio
Los que tienen las manos abiertas para responder a los pedidos de ayuda económica para sostener la causa de Dios y aliviar el sufrimiento de los necesitados, no son personas que manejan con flojedad e irresponsabilidad sus negocios. Siempre tienen cuidado de mantener sus gastos dentro de sus entradas. Son económicos por principio; consideran que tienen el deber de ahorrar, a fin de tener algo para dar.- Testimonies for the church, tomo 4, pág. 573 (1881). 301
Compensación *
Dios no desea que su obra se halle constantemente en apuros económicos por causa de las deudas. Cuando sea necesario agregar una nueva construcción a los edificios ya existentes en una institución, cuiden de no gastar más de lo que tienen. Es preferible aplazar las mejoras hasta que la Providencia abra un camino para realizarlas sin incurrir en deudas pesadas y tener que pagar intereses.
Nuestro pueblo ha considerado a las casas editoras como instituciones de depósito capacitándolas así para suministrar medios con el fin de sostener diversas ramas de la obra en diferentes campos ayudando de este modo al establecimiento de otras empresas. Esto es bueno, aunque no se ha hecho lo suficiente en estos renglones. El Señor lo ve todo. Sin embargo, de acuerdo con la luz que se me ha dado, debería realizarse todo esfuerzo posible para mantenerse libre de deudas.
La obra de publicaciones está fundamentada en la abnegación y se la debe conducir sobre la base de estrictos principios económicos. El problema de las finanzas puede ser controlado si, cuando los fondos son escasos, los obreros consienten en sufrir una reducción de salario. El Señor me reveló que este principio debería ser adoptado en nuestras instituciones. Cuando el dinero escasea, debiéramos restringir nuestras necesidades.
Deben hacerse cálculos adecuados para el costo de las publicaciones, y entonces que todos los obreros de las casas editoras estudien la forma de economizar en cada aspecto del trabajo, aun cuando esto ocasione marcados inconvenientes. Vigílense los gastos pequeños. Deténgase cada fuga. Es la suma de las pérdidas pequeñas lo que se hace pesado al final. Recojan los pedazos; que nada se pierda. 302
No desperdicien los minutos conversando; los minutos desaprovechados echan a perder las horas. La diligencia perseverante que obra por la fe siempre se verá coronada de éxito.
Algunos piensan que la vigilancia en las cosas pequeñas está por debajo de su dignidad. Lo consideran como evidencia de una mente estrecha y de un espíritu tacaño. Pero no pocos barcos se han hundido a causa de un agujero pequeño. No se debe permitir que se desperdicie nada que podría servir a un propósito útil. Con toda certidumbre la falta de economía acarreará deudas sobre nuestras instituciones. Aunque se recibiera mucho dinero, se perdería en los pequeños despilfarros de cada rama de la obra. La economía no es mezquindad.
Cada hombre y mujer empleados en la casa editora debería constituirse en un centinela fiel, que cuide de que nada se desperdicie. Todos debieran estar en guardia contra las supuestas necesidades que requieren un desembolso de medios. Algunas personas viven mejor con 400 dólares al año de lo que otros hacen con 800. Lo mismo sucede con nuestras instituciones; algunos pueden manejarlas con mucho menos capital de lo que pueden otros. Dios desea que todos los obreros practiquen la economía y especialmente que sean mayordomos fieles.
Cada obrero de nuestras instituciones debe recibir una compensación adecuada. Si los trabajadores reciben sueldos satisfactorios, pueden experimentar el placer de hacer donaciones a la causa. No es justo que algunos reciban una gran cantidad de salario mientras que otros, que realizan un trabajo fiel y esencial, reciban muy poco.
Sin embargo, hay casos en los cuales debe hacerse una diferencia. Hay personas conectadas con las casas editoras que llevan responsabilidades muy pesadas sobre sus hombros y cuyo trabajo es de gran valor para la institución. En muchos otros trabajos se habrían tenido que preocupar 303
enormemente menos y, financieramente, habrían obtenido un provecho mucho mayor. Todos pueden ver que es injusto pagarles a esas personas sueldos no más elevados de los que se pagan a un mero trabajador manual.
Si el Señor responsabiliza a una mujer para realizar cierta labor, su trabajo debiera ser estimado de acuerdo con lo que vale. Algunos podrían considerar que es recomendable la práctica de permitir a algunas personas que dediquen todo su tiempo y esfuerzo a la obra sin recibir ninguna recompensa monetaria. Pero Dios no aprueba estos arreglos. Cuando una escasez de fondos requiere abnegación, la carga no debe descansar sola y enteramente sobre unas pocas personas. Que todos se unan en el sacrificio.
El Señor desea que las personas a quienes ha confiado sus bienes muestren bondad y liberalidad, no mezquindad. Que en sus transacciones no traten de obtener cada centavo posible de los demás. Dios observa tales métodos con desprecio. . .
El Señor necesita hombres que vean la obra en su grandeza, y que comprendan los principios que se han entretejido con ella desde sus comienzos. No desea que se introduzca un orden mundano de cosas para que plasme la obra en líneas completamente distintas de las que él ha establecido para su pueblo. La obra debe llevar el carácter de su Originador.
En el sacrificio realizado por Cristo por la humanidad caída, la misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron. Cuando estos atributos se separan de la obra más admirable y aparentemente de éxito, no queda nada.
Dios no ha separado a unos pocos hombres para darle su favor, ni ha dejado a otros sin preocuparse de ellos. No elevará a uno y rebajará ni oprimirá a otro. Todos los que están verdaderamente convertidos manifestarán el mismo espíritu. Tratarán a sus semejantes en la forma como 304 tratarían a Cristo. Nadie ignorará los derechos de otros. Los siervos de Dios deben sentir un respeto tan grande por la obra sagrada que manejan, que no introducirán ni siquiera un vestigio de egoísmo.
Salarios exorbitantes
A nadie se le debe adjudicar un salario exorbitante, aunque esté dotado de capacidades y calificaciones especiales. El trabajo realizado para Dios y su causa no debe ser colocado sobre una base mercenaria. Los obreros de la casa editora no realizan una labor más pesada, ni tienen gastos mayores, ni responsabilidades más fuertes que los que tienen los obreros empleados en otras líneas. El trabajo de ellos no es más agotador que el de un fiel ministro. Al contrario, por regla general los ministros realizan mayores sacrificios que los que tienen que hacer los obreros de nuestras instituciones. Los ministros deben ir adonde se los envía; son soldados, listos a salir en cualquier momento a enfrentarse con cualquier emergencia. A menudo están obligados a separarse en gran medida de sus familiares. Por lo general, los obreros de las casas editoras poseen un hogar permanente y pueden vivir con sus familias. Este hecho les ahorra muchos gastos y debería tomarse en cuenta cuando se fijan los escalafones de compensación de los que sirven en el ministerio, en comparación con los que trabajan en las casas editoras.
Los que se dedican de todo corazón a trabajar en la viña del Señor obteniendo el mayor provecho de sus capacidades, no deben ser quienes establezcan los mayores precios por sus propios servicios. En lugar de hincharse de orgullo y autoimportancia, y de medir con exactitud cada hora de servicio, deberían comparar sus esfuerzos con la obra del Salvador y considerarse a sí mismos como siervos inútiles.
Hermanos, no traten de descubrir cuál es el mínimo que 305 pueden hacer con el fin de alcanzar la norma más baja; sino levántense para asirse de la plenitud de Cristo, con el fin de hacer mucho para él.- Testimonios para la iglesia, tomo 7, págs. 199, 200 (1902).
Ayudando a los necesitados *
Como instrumentos de Dios, debemos tener corazones de carne, llenos de la caridad que nos impulsa a ayudar a los que tienen más necesidades que nosotros. Si vemos a nuestros hermanos y hermanas luchar bajo la pobreza y las deudas, si vemos las iglesias necesitadas de ayuda financiera, debemos manifestar un interés abnegado en ellos y ayudarles en proporción a la forma como Dios nos ha prosperado. Si los administradores de una institución ven otras instituciones que luchan valientemente para abrirse paso, con el fin de hacer una obra parecida a la obra de las instituciones que ellos dirigen, no deben sentir celos. No deben tratar de eliminar un equipo de trabajo para exaltarse a sí mismos como una institución superior. Más bien debieran reducir algunos de sus planes mayores para ayudar a los que luchan. Debieran ayudarles a llevar a cabo alguno de sus planes para aumentar sus facilidades. No deben usar todo su dinero en ampliar sus propias facilidades y en aumentar sus responsabilidades. Debieran reservar parte de sus recursos para establecer instituciones de salud y escuelas en otros lugares. Necesitarán gran sabiduría para saber dónde ubicar estas instituciones, de manera que la gente reciba el mayor beneficio posible. Todos estos asuntos deben recibir atenta consideración.
Los que ocupan posiciones de responsabilidad necesitarán sabiduría de lo alto para actuar justamente, para amar la misericordia y para demostrar misericordia, no sólo a unos 306 pocos, sino a todas las personas con quienes entran en contacto. Cristo identifica sus intereses con los de su pueblo, no importa cuán pobres y necesitados sean. Hay que establecer misiones para la gente de color, y todos debieran procurar hacer algo y hacerlo ahora.
Existe la necesidad de que se establezcan instituciones en diferentes lugares, que hombres y mujeres se pongan a trabajar para hacer lo mejor que puedan en el temor de Dios. Nadie debiera perder de vista esta misión y trabajo. Todos debieran procurar llevar a una conclusión feliz la obra puesta en sus manos. Todas nuestras instituciones debieran recordar esto y luchar por alcanzar el éxito; pero al mismo tiempo debieran recordar que su éxito aumentará en proporción a su ejercicio desinteresado de la liberalidad, a su capacidad de compartir su abundancia con instituciones que luchan por levantarse. Nuestras instituciones prósperas debieran ayudar a las instituciones que Dios ha dicho que debieran vivir y prosperar, pero que todavía luchan por su existencia. Existe entre nosotros una cantidad muy limitada de amor real y abnegado. El Señor dice: "Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor". "Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros" (1 Juan 4: 7-8, 12). No le agrada a Dios ver que los hombres se preocupan únicamente de sus propias cosas mientras cierran los ojos a los intereses de los demás.
Lo que una institución puede hacer por otra
En la providencia de Dios, el Sanatorio de Battle Creek ha prosperado grandemente, y durante el año que viene sus administradores debieran restringir sus necesidades. En lugar de llevar a cabo todo lo que desean para ampliar sus facilidades, debieran realizar un trabajo abnegado para Dios, y extender la mano de la caridad a fin de favorecer 307 instituciones radicadas en otros lugares. ¡Cuánto beneficio podrían llevar al Retiro Rural de Salud, en Santa Helena, dando unos pocos miles de dólares a esa empresa! Esa donación animaría a los administradores, y los inspiraría a avanzar hacia adelante y hacia arriba.
Se hicieron donaciones al Sanatorio de Battle Creek en sus comienzos, ¿y no debiera este sanatorio considerar cuidadosamente lo que podría hacer por su institución hermana en la costa del Pacífico? Mis hermanos de Battle Creek, ¿no les parece que está de acuerdo con la orden de Dios restringir sus necesidades, reducir sus operaciones de construcción y no ampliar nuestras instituciones en ese centro? ¿Por qué no sentirían ustedes que es su privilegio y deber ayudar a los que están en necesidad?
Se necesita una reforma
Se me ha instruido en el sentido de que se necesita una reforma a lo largo de estas líneas, y que debiera existir mayor liberalidad entre nosotros. Existe constantemente el peligro de que aun los adventistas resulten vencidos por la ambición egoísta y por el deseo de concentrar todos los recursos financieros y el poder en los intereses sobre los que presiden en forma especial. Existe el peligro de que los hombres permitan que surjan en sus corazones sentimientos de celos y que sientan envidia por intereses que son tan importantes como los que ellos manejan. Los que aprecian la gracia del cristianismo puro no pueden considerar con indiferencia ninguna parte de la obra de la gran viña del Señor. Los que están genuinamente convertidos tendrán un interés igual en la obra en todas partes de la viña, y estarán listos para ayudar en cualquier lugar donde se requiera su ayuda.
El egoísmo estorba a los hombres para que no envíen ayuda a los lugares en los que la obra de Dios no es tan próspera como en las instituciones sobre las que ellos ejercen supervisión. Los que tienen responsabilidades 308 debieran buscar cuidadosamente el bien de todos los ramos de la causa y la obra de Dios. Debieran estimular y sustentar los intereses en otros campos, tanto como los intereses en el suyo propio. En esta forma los vínculos de la fraternidad se fortalecerán entre los miembros de la familia de Dios en la tierra y las puertas se cerrarán contra los celos egoístas y la envidia que la posición y la prosperidad ciertamente levantarán a menos que la gracia de Dios controle el corazón. "Pero esto digo - escribió el apóstol Pablo -: el que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra" ; "para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios. Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos; así mismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros. ¡Gracias a Dios por su don inefable!" (2 Corintios 9: 6-8, 11-15). . .
La cuestión de los sueldos
La institución se encuentra actualmente en una condición de prosperidad, y sus administradores no debieran insistir en pagar sueldos inferiores, como fue necesario en los primeros años. Los obreros dignos y eficientes debieran recibir salarios razonables por su trabajo, y debiera permitírseles 309 que usen su propio juicio en la forma de emplear sus sueldos. En ningún caso debieran tener exceso de trabajo. El médico jefe debiera tener un sueldo mayor.
Deseo decir al médico jefe: "Aunque usted no tiene la cuestión de los sueldos bajo su supervisión inmediata, conviene que usted estudie cuidadosamente este asunto; porque es responsable, como cabeza de la institución. No permita que los obreros se sacrifiquen en una forma tan grande. Restrinja su ambición de ampliar la institución y de acumular responsabilidades. Permita que una parte de los recursos financieros que fluyen hacia el sanatorio sean dados a las instituciones necesitadas. Esto es correcto. Está de acuerdo con la voluntad de Dios, y acarreará la bendición de Dios sobre el sanatorio".
Quiero decir particularmente a la junta de directores: "Recordad que los obreros deben ser pagados de acuerdo con su fidelidad. Dios requiere que nos tratemos mutuamente con estricta fidelidad. Algunos de vosotros estáis sobrecargados de trabajo y responsabilidades. y se me ha instruido acerca de que existe el peligro de que lleguéis a ser egoístas y de que seáis injustos con quienes empleáis".
Toda transacción comercial, ya sea que tenga que ver con un obrero que ocupa una posición de responsabilidad, o con el obrero más humilde relacionado con el sanatorio, debiera ser de tal naturaleza que Dios la apruebe. Debéis andar en la luz mientras tengáis la luz, no sea que la oscuridad sobrevenga sobre vosotros. Sena mucho mejor gastar menos en edificios y dar a los obreros sueldos que estén de acuerdo con el valor del trabajo, y ejercer misericordia y justicia hacia ellos.
De acuerdo con la luz que al Señor le ha agradado concederme, sé que a él no le agradan muchas cosas que han ocurrido con referencia a los obreros. Dios no me ha presentado los detalles de todo, pero he recibido advertencias de que en muchas cosas se requiere una reforma definida. Se me ha 310 mostrado que existe necesidad de padres y madres en Israel que se unan con la institución. Hombres y mujeres consagrados debieran ser empleados, quienes, por no estar continuamente urgidos por cuidados y responsabilidades, puedan atender los intereses espirituales de los empleados. Es necesario que tales hombres y mujeres trabajen constantemente desde un punto de vista misionero en esta gran institución. No se ha hecho ni la mitad de lo que debiera haberse realizado en este sentido. Estos hombres y mujeres debieran trabajar por los empleados desde el punto de vista espiritual, instruyéndolos acerca de la forma como pueden ganar almas, mostrándoles que es necesario hacer esto, no mediante el recurso de hablar mucho, sino por medio de una vida cristiana consecuente. Los obreros están expuestos a influencias mundanales, pero en vez de ser moldeados por estas influencias, debieran ser misioneros consagrados, controlados por una influencia que los eleve y refine. Así aprenderán a relacionarse con los incrédulos y a ejercer una influencia que ganará a muchos de ellos para Cristo.
Conductos portadores de bendición *
Cooranbong, N. S. W., Agosto 28, 1895.
Dios tiene una obra para cada creyente que trabaja en el sanatorio. Cada enfermera debiera ser un canal portador de bendición, debiera recibir luz de lo alto y dejarla brillar para que otros la vean. Los obreros no deben conformarse con las exhibiciones a la moda de los que acuden al sanatorio en busca de tratamiento, sino que deben consagrarse a Dios. La atmósfera que rodea sus almas debe tener un sabor de vida para vida. Las tentaciones los asaltarán por todos lados, pero ellos deben pedir la presencia y la dirección de Dios. El Señor dijo a Moisés: "Ciertamente estaré contigo"; y se da la misma seguridad a todos los obreros fieles y consagrados. 311
Los obreros de los sanatorios *
QUERIDO HERMANO:
¿Se ha enterado usted de lo que el Dr._______ se propone cobrar por sus servicios? Cuando un médico trabaja con habilidad, hay que reconocer su talento, pero existe el peligro de caer en la confusión. Si introducimos un nuevo sistema de pagar a nuestros cirujanos sueldos elevados, puede ser que después de un tiempo tengamos un problema grave que resolver. Otros médicos exigirán sueldos elevados, y también nuestros pastores requerirán que se los considere. . .
Existe una gran necesidad de reformas definidas con respecto a nuestro trato con los obreros de nuestros sanatorios. Es necesario emplear a obreros fieles y concienzudos, y cuando hayan realizado una cantidad razonable de trabajo durante el día, debe dejárselos en libertad para que descansen.
Tan sólo una cantidad razonable de trabajo debiera requerirse, por la cual el obrero debiera recibir un sueldo adecuado. Si los auxiliares no reciben períodos apropiados de descanso de su duro trabajo, perderán su fuerza y vitalidad. Así no podéis hacer justicia a la obra ni podéis representar lo que un empleado del sanatorio debiera ser. Habría que emplear más auxiliares, si es necesario, y la obra debiera disponerse de tal manera que cuando uno ha cumplido un día de trabajo, debiera quedar libre para tomar el descanso necesario a fin de mantener sus fuerzas.
Que ningún hombre considere que es su deber juzgar la cantidad de trabajo que una mujer debiera realizar. Una mujer competente debiera ser empleada como supervisora, y si alguien no realiza su trabajo fielmente, la supervisora debiera encargarse del asunto. Hay que pagar sueldos justos, y cada mujer debe ser tratada con bondad y cortesía, y sin reproche. 312
Y los encargados del trabajo de los hombres deben tener cuidado de no ser excesivamente exigentes. Los hombres debieran tener horas regulares de trabajo, y una vez cumplido su horario, no se les debe escatimar sus períodos de descanso. Un sanatorio debe ser todo lo que su nombre indica.
Cada obrero debiera procurar educarse personalmente a fin de realizar su trabajo en forma expeditiva. La supervisora debiera enseñar a quienes están a su cargo a realizar un trabajo rápido y cuidadoso. Hay que enseñar a los jóvenes a realizar el trabajo con tacto y en forma cabal. Luego cuando se cumplen las horas de trabajo, todos sentirán que el tiempo se ha empleado fielmente y los obreros tienen derecho justo a un período de descanso.
En todos los sanatorios debiera proveerse oportunidades educacionales para los obreros. Habría que dar a los obreros toda ventaja posible que sea consecuente con la obra que se les ha asignado.
Reconocimiento del trabajo honrado
Los obreros deben recibir una compensación adecuada al número de horas de trabajo honrado que han dado. El que le dedica tiempo completo al trabajo debe recibir de acuerdo con ese plan. Si alguno pone toda su mente, alma y fuerza para sobrellevar las cargas, debe ser remunerado de acuerdo con su actividad.- Testimonios para la iglesia, tomo 7, pág. 199 (1902). 313
El ejemplo de Cristo *
QUERIDO HERMANO:
Una vez usted sugirió que si los gerentes de nuestras instituciones ofrecieran sueldos más elevados, asegurarían obreros de mejor calidad y así realizarían un trabajo mejor. Hermano, este razonamiento no está en armonía con los planes del Señor. Somos todos siervos suyos. No nos pertenecemos. Hemos sido comprados por un precio y debemos glorificar a Dios en nuestro cuerpo y espíritu, los que le pertenecen. Esta es una lección que todos debemos aprender. Necesitamos la disciplina indispensable para el desarrollo de un carácter cristiano cabal.
Nuestras instituciones deben estar completamente bajo la supervisión de Dos. Fueron establecidas con sacrificio, y únicamente con sacrificio se puede llevar a cabo su trabajo con éxito.
Una obra en crecimiento
Sobre todos los que se dedican a la obra del Señor descansa la responsabilidad de cumplir su comisión: 'Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo " (Mateo 28: 19-20).
Cristo mismo nos ha dado el ejemplo de la forma como debemos trabajar. Leamos el capítulo cuatro de Mateo y aprendamos los métodos que Cristo, el Príncipe de la vida, siguió en su enseñanza. "Y dejando a Nazaret, vino y habitó en capernaum, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí, para que se cumpliese lo dicho por el profeta 314 Isaías, cuando dijo: Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles; el pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció" (Mateo 4: 13-16).
"Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: "Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí. vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron" (Mateo 4:18-22).
Estos humildes pescadores fueron los primeros discípulos de Cristo. El no dijo que recibirían cierta suma de dinero por su servicio. Debían compartir con él su abnegación y sus sacrificios.
"Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el Evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y se difundió su fama por toda Siria; y le trajeron todos los que tenían dolencias, los afligidos por diversas enfermedades y tormentos, los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó" (Mateo 4: 23-24).
Cristo era, en todo el sentido de la palabra, un misionero médico. Vino a este mundo a predicar el Evangelio y a sanar a los enfermos. Vino como sanador de los cuerpos tanto como de las almas de los seres humanos. Su mensaje era que la obediencia de las leyes del reino de Dios proporcionaría salud y prosperidad a los hombres y mujeres. . .
Cristo pudo haber ocupado la posición más elevada entre los más destacados maestros de la nación judía. Pero eligió en cambio llevar el Evangelio a los pobres. Fue de lugar en 315 lugar, para que los que se encontraban en los lugares poblados y en los sitios apartados pudieran comprender las palabras del Evangelio de la verdad. Trabajó en la forma como desea que sus obreros trabajen en la actualidad. Junto al mar, sobre la falda de la montaña, en las calles de la ciudad, se oyó su voz que explicaba las escrituras del Antiguo Testamento. Su explicación fue tan distinta de la explicación dada por los escribas y fariseos, que llamó la atención de la gente. Enseñó como alguien que tenía autoridad, y no como los escribas. Proclamó el mensaje evangélico con claridad y poder.
Nunca existió un evangelista como Cristo. Era la mayúscula majestad del cielo, pero se humilló para adoptar nuestra naturaleza a fin de encontrar a los hombres en el lugar donde están. Cristo, el Mensajero del Pacto, llevó las nuevas de la salvación a todos, ricos y pobres, libres y esclavos. ¡Cómo se agolpaba la gente junto a él! Venían de lejos y de cerca en busca de sanamiento, y él los sanaba a todos. Su fama como Gran Sanador se difundió por toda Palestina, desde Jerusalén hasta Siria. Los enfermos acudían a los lugares por donde pensaban que pasaría, a fin de pedir su ayuda, y él los sanaba de sus enfermedades. También acudían los ricos ansiosos de escuchar sus palabras y de recibir un toque de su mano. Así iba de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y sanando a los enfermos - el Rey de gloria ataviado con el humilde ropaje de la humanidad. "Ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos" (2 Corintios 8: 9). 316
Sencillez y economía *
En el establecimiento y desarrollo de la obra hay que manifestar la economía más estricta. Es necesario emplear obreros que sean productores tanto como consumidores. En ningún caso se debe invertir el dinero para la ostentación. La obra médica misionera evangélica debe llevarse a cabo con sencillez, como lo fue la obra de la Majestad del cielo, quien al ver la necesidad de un mundo pecador y perdido, depuso sus atavíos y corona reales para revestir su divinidad con humanidad, a fin de ponerse a la cabeza de la humanidad. Llevó a cabo de tal manera su obra misionera que nos dejó un ejemplo perfecto para que fuese seguido por los seres humanos. Declaró: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Mateo 16: 24). Todo verdadero médico misionero obedecerá estas palabras. No se esforzará por seguir las costumbres mundanas y hacer ostentación pensando que en esa forma ganará almas para el Salvador. No, no. Si la Majestad del cielo pudo abandonar su hogar glorioso para venir a este mundo manchado y desfigurado por la maldición para establecer un método correcto de llevar a cabo la obra médica misionera nosotros como sus seguidores debiéramos practicar la misma abnegación y sacrificio.
Cristo presenta a todos esta invitación: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11: 28-30). Si todos llevaran el yugo de Cristo si todos aprendieran en su escuela la lección que él enseña, habría recursos suficientes para establecer la obra médica evangélica en muchos lugares.
Que nadie diga: "Me dedicaré a esta obra por una suma 317 estipulada. Si no recibo esta suma, no haré el trabajo". Los que hablan en esta forma demuestran que no llevan el yugo de Cristo; no están aprendiendo su humildad y mansedumbre. Cristo pudo haber venido a este mundo con un séquito de ángeles, pero en cambio vino como un bebé y vivió una vida de humildad y pobreza. Su gloria estaba en su sencillez. Sufrió por nosotros privaciones y pobreza. ¿Rehusaremos negarnos a nosotros mismos por amor a él? ¿Rehusaremos ser obreros médicos misioneros a menos que podamos seguir las costumbres del mundo, y hacer ostentación como el mundo la hace?. . .
Hermano, hermana, tome su trabajo en el lugar donde se encuentra. Haga lo mejor que pueda, y contemple siempre a Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe. En ninguna otra forma podemos hacer la obra de Dios y magnificar su verdad que siguiendo los pasos de Aquel que abandonó su elevado puesto de mando para venir a nuestro mundo, a fin de que mediante su humillación y sufrimiento, los seres humanos pudieran llegar a ser participantes de la naturaleza divina. Por amor a nosotros, él se hizo pobre, para que mediante su pobreza alcanzáramos la posesión de las riquezas eternas. . .
Ahora se necesitan hombres inteligentes, abnegados y dispuestos a sacrificarse, hombres que comprendan la solemnidad de la importancia de la obra de Dios, y quienes, como filántropos de Cristo. puedan cumplir la comisión de Cristo. La obra médica misionera que nos ha sido dada significa algo para todos nosotros. Es una obra para salvar almas; es la proclamación del mensaje evangélico. 318
SECCIÓN VII
EL MÉDICO CRISTIANO
Un llamamiento responsable *
"El principio de la sabiduría es el temor de Jehová'. (Salmo 111: 10). Los profesionales, cualquiera que sea su vocación, necesitan sabiduría divina. Pero el médico necesita especialmente esa sabiduría para tratar con toda clase de mentes y enfermedades. Ocupa un puesto de responsabilidad aún mayor que la del ministro del Evangelio. Está llamado a ser colaborador con Cristo, y necesita sólidos principios religiosos, y una firme relación con el Dios de la sabiduría. Si recibe consejo de Dios, el gran Médico colaborará con sus esfuerzos; y procederá con la mayor cautela, no sea que por su trato equivocado perjudique a algunas de las criaturas de Dios. Será tan fiel a los principios como una roca, aunque bondadoso y cortés con todos. Sentirá la responsabilidad de su cargo, y su práctica de la medicina indicará que le mueven motivos puros y abnegados, y un deseo de adornar la doctrina de Cristo en todas las cosas. Un médico tal poseerá una dignidad nacida del cielo, y será en el mundo un agente poderoso para el bien. Aunque no lo aprecien los que no estén relacionados con Dios, será honrado del cielo. A la vista de Dios será más precioso que el oro de Ofir. . .
Un ejemplo de temperancia
El médico debe ser una persona estrictamente temperante. Los males físicos de la humanidad son innumerables y a él le toca tratar con las enfermedades en toda la variedad de sus formas. Muchos de los sufrimientos que se esfuerza por aliviar son el resultado de intemperancia y de otras formas 319 de indulgencia egoísta. Se lo llama a atender a personas jóvenes y a otras de edad madura, que han atraído las enfermedades sobre sí mismas debido al uso del tabaco narcótico. Si es un médico inteligente, será capaz de conectar la enfermedad con su causa; pero a menos que él mismo esté libre del uso del tabaco, se mostrará reticente a colocar el dedo sobre el problema para explicar fielmente a sus pacientes la causa de la enfermedad. No se preocupará por inculcar en los jóvenes la necesidad de vencer el hábito antes que se vuelva permanente. Si él mismo usa el tabaco, ¿cómo puede hablarles de sus efectos malignos a los jóvenes sin experiencia, y no sólo sobre ellos mismos, sino también sobre los que los rodean?. . .
Entre toda la gente del mundo, el médico y el ministro deberían ser las personas que cultiven los más estrictos hábitos de temperancia. El bienestar de la sociedad demanda de ellos una abstinencia total, puesto que su influencia habla constantemente en favor o en contra de la reforma moral o del mejoramiento de la sociedad. Pecan voluntariamente si ignoran las leyes de la salud o se muestran indiferentes hacia ellas, puesto que los demás los consideran personas más sabias que la demás gente. Esto es especialmente cierto con respecto a los médicos, a quienes se les han confiado las vidas de los seres humanos. Se espera que ellos no participen de ningún hábito que pudiera debilitar sus fuerzas vitales. . .
No debemos preguntarnos qué hace el mundo, sino: ¿qué están haciendo los profesionales con respecto a la maldición del uso del tabaco que prevalece por todas partes? ¿Serán fieles en seguir los dictados de la razón inteligente, los hombres a quienes Dios ha concedido entendimiento y que ocupan una posición de responsabilidad sagrada? ¿Llegarán a ser hombres y mujeres a quienes se puede seguir, estos individuos responsables que tienen bajo su cuidado a personas cuya influencia se ejercerá para el bien o para el mal? 320 ¿Enseñarán ellos, por precepto y ejemplo, a obedecer las leyes que gobiernan el organismo físico? Si no le dan un uso práctico al conocimiento que tienen de las leyes que gobiernan su propio ser, si prefieren la gratificación pasajera antes que la sanidad de la mente y el cuerpo, no están preparados para que se les confíen las vidas ajenas. Tienen el deber moral de mantener la dignidad que Dios les ha dado, libre de la esclavitud de cualquier apetito o pasión.
La persona que fuma o mastica tabaco comete un perjuicio, no solamente contra sí misma, sino también contra todas las personas con quienes llega a relacionarse. Si hay que obtener los servicios de un médico, se debe pasar por alto al adicto al tabaco. Nunca podría ser un consejero seguro. Si la enfermedad tiene su raíz en el uso del tabaco, el médico se sentirá tentado a decir una cosa por otra y aducir una causa falsa, porque ¿cómo podría condenarse a sí mismo en lo que practica diariamente?
Hay muchas maneras de practicar el arte de sanar; pero hay una sola que el cielo aprueba. Los remedios de Dios son los simples agentes de la naturaleza, que no recargarán ni debilitarán el organismo por la fuerza de sus propiedades. El aire puro y el agua, el aseo y la debida alimentación, la pureza en la vida y una firme confianza en Dios, son remedios por cuya falta millares están muriendo; sin embargo, estos remedios están pasando de moda porque su uso hábil requiere trabajo que la gente no aprecia. El aire puro, el ejercicio, el agua pura y un ambiente limpio y amable, están al alcance de todos con poco costo; mientras que las drogas son costosas, tanto en recursos como en el efecto que producen sobre el organismo.
Médico de males espirituales
La obra del médico cristiano no acaba al curar las dolencias del cuerpo; sus esfuerzos deben extenderse a las enfermedades de la mente, a salvar el alma. Tal vez no tenga el 321 deber de presentar los puntos teóricos de la verdad a menos que se lo pidan, pero puede conducir a sus pacientes a Cristo. Las lecciones del divino Maestro son siempre apropiadas. Debe llamar la atención de los quejosos a las evidencias siempre nuevas del amor y el cuidado de Dios, a su sabiduría y bondad según se manifiestan en sus obras creadas. La mente puede entonces ser conducida por la naturaleza al Dios de la naturaleza, y concentrarse en el cielo que él ha preparado para los que le aman.
El médico debe saber orar. En muchos casos debe intensificar el dolor para salvar la vida; y sea el paciente cristiano o no, siente mayor seguridad si sabe que su médico teme a Dios. La oración dará a los enfermos una confianza permanente; y muchas veces, si sus casos son presentados al gran Médico con humilde confianza, esto hará más para ellos que todas las drogas que se les puedan administrar.
Satanás es el originador de la enfermedad; y el médico lucha contra su obra y poder. Por doquiera prevalece la enfermedad mental. El noventa por ciento de las enfermedades que sufren los hombres tienen su fundamento en esto. Puede ser que alguna aguda dificultad del hogar esté royendo como un cáncer el alma y debilitando las fuerzas vitales. A veces el remordimiento por el pecado mina la constitución y desequilibra la mente. Hay también doctrinas erróneas, como la de un infierno que arde eternamente y el tormento sin fin de los impíos, que, al presentar ideas exageradas y distorsionadas del carácter de Dios, han producido el mismo resultado en las mentes sensibles. Los incrédulos han sacado partido de estos casos desgraciados para atribuir la locura a la religión. Pero ésta es una grosera calumnia, y no les agradará tener que enfrentarla algún día. Lejos de ser causa de locura, la religión de Cristo es uno de sus remedios más eficaces; porque es un calmante poderoso para los nervios.
El médico necesita sabiduría y poder más que humanos 322 para saber atender a los muchos casos aflictivos de enfermedades de la mente y del corazón que está llamado a tratar. Si ignora el poder de la gracia divina, no puede ayudar al afligido, sino que agravará la dificultad; pero si tiene firme confianza en Dios, podrá ayudar a la mente enferma y perturbada. Podrá dirigir sus pacientes a Cristo, enseñarles a llevar todos sus cuidados y perplejidades al gran Portador de cargas.
Dios ha señalado la relación que hay entre el pecado y la enfermedad. Ningún médico puede ejercer durante un mes sin ver esto ilustrado. Tal vez pase por alto el hecho; su mente puede estar tan ocupada en otros asuntos que no se dé cuenta de ello; pero si quiere observar sinceramente, no podrá menos que reconocer que el pecado y la enfermedad llevan entre sí una relación de causa a efecto. El médico debe reconocer pronto este hecho y actuar de acuerdo con él. Después de conquistar la confianza de los afligidos al aliviar sus sufrimientos, y de rescatarlos del borde de la tumba, puede enseñarles que la enfermedad es el resultado del pecado; y que es el enemigo caído el que procura inducirlos a seguir prácticas que destruyen la salud y el alma. Puede inculcar en sus mentes la necesidad de abnegación y de obedecer a las leyes de la vida y la salud. Especialmente en la mente de los jóvenes puede implantar los principios correctos.
Dios ama a sus criaturas con un amor a la vez tierno y fuerte. Ha establecido las leyes de la naturaleza; pero sus leyes no son exigencias arbitrarias. Cada "No harás," sea en la ley física o moral, contiene o implica una promesa. Si obedecemos, las bendiciones acompañarán nuestros pasos; si desobedecemos, habrá como resultado peligro y desgracia. Las leyes de Dios están destinadas a acercar más a sus hijos a él. Los salvará del mal y los conducirá al bien, si quieren ser conducidos; pero nunca los obligará. . .
Los médicos que aman y temen a Dios son pocos 323 comparados con los infieles y los abiertamente irreligiosos; y se debe buscar la ayuda de los primeros en lugar de preferir a los últimos. Bien se puede desconfiar del médico que no tiene temor de Dios. Ante él se abre una puerta hacia la tentación, y el astuto enemigo le sugerirá la comisión de pensamientos y acciones bajos. Unicamente el poder de la gracia divina puede aquietar la pasión turbulenta y fortalecer contra el pecado. A los que son moralmente corruptos no les faltan oportunidades para mancillar las mentes puras. ¿Pero cómo se presentará el médico licencioso en el día de Dios? Mientras profesaba cuidar a los enfermos, ha traicionado sus responsabilidades sagradas. Ha degradado tanto el alma como el cuerpo de las criaturas del Señor y ha encaminado sus pies por el sendero que conduce a la perdición. ¡Cuán terrible es tener que confiar a nuestros seres amados en las manos de hombres impuros, que pueden envenenar las costumbres y arruinar el alma! ¡Cuán fuera de lugar está junto a la cama del enfermo el médico que no tiene temor de Dios!
Familiaridad con el sufrimiento
El médico se ve casi diariamente frente a frente con la muerte. Está, por así decirlo, pisando el umbral de la tumba. En muchos casos, la familiaridad con las escenas de sufrimiento y muerte resulta en descuido e indiferencia para con la desgracia humana y temeridad en el tratamiento de los enfermos. Tales médicos parecen no tener tierna simpatía. Son duros y abruptos, y los enfermos temen su trato. Esos hombres, por grande que sea su conocimiento y habilidad, beneficiarán poco a los dolientes; pero si el médico combina el conocimiento del ramo con el amor y la simpatía que Jesús manifestó para con los enfermos, su misma presencia será una bendición. No considerará al paciente como una simple pieza de mecanismo humano, sino como un alma que se puede salvar o perder. 324
Los médicos necesitan simpatía
Los deberes del médico son arduos. Pocos se dan cuenta del esfuerzo mental y físico al cual está sometido. Debe alistar toda energía y capacidad con la más intensa ansiedad en la batalla contra la enfermedad y la muerte. A menudo sabe que un movimiento torpe de la mano, que la desvíe en la mala dirección el espacio de un cabello, puede enviar a la eternidad un alma que no está preparada para ella. ¡Cuánto necesita el médico fiel la simpatía y las oraciones del pueblo de Dios! Sus requerimientos en este sentido no son inferiores a los del ministro o misionero más consagrado. Como está muchas veces privado del descanso y del sueño necesarios, y aun de los privilegios religiosos del sábado, necesita una doble porción de la gracia, una nueva provisión diaria de ella, o perderá su confianza en Dios, y el peligro de hundirse en las tinieblas espirituales será mayor para él que para los hombres de otras vocaciones. Y sin embargo, con frecuencia, se le hace objeto de reproches inmerecidos, se lo deja solo, sujeto a las más fieras tentaciones de Satanás, y se siente incomprendido, traicionado por sus amigos.
Muchos, sabiendo cuán penosos son los deberes del médico, y cuán pocas oportunidades tienen los médicos de verse aliviados de cuidados, aun en sábado, no quieren elegir esta carrera. El gran enemigo está procurando constantemente destruir la obra de las manos de Dios, y hombres de cultura y de inteligencia, están llamados a combatir este poder cruel. Se necesita que un número mayor de la debida clase de hombres se dedique a esta profesión. Debe hacerse un esfuerzo esmerado para inducir a hombres idóneos a que se preparen para esta obra. Deben ser hombres cuyo carácter se base en los amplios principios de la Palabra de Dios, hombres que posean energía natural, fuerza y perseverancia que los capacitará para alcanzar una alta norma de excelencia. No cualquiera puede llegar a tener éxito como médico. 325
Muchos han asumido los deberes de esta profesión sin estar preparados en todo sentido. No tienen el conocimiento requerido; tampoco la habilidad ni el tacto, ni el cuidado ni la inteligencia necesarios para asegurar el éxito.
Un médico puede hacer una obra mucho mejor si tiene fuerza física. Si es débil, no puede soportar el trabajo agotador que acompaña a su vocación. Un hombre que tenga una constitución física débil, que sea dispéptico, o que no tenga perfecto dominio propio, no puede ser idóneo para tratar con toda clase de enfermedades. Debe ejercerse gran cuidado de no alentar a que estudien medicina, con gran costo de tiempo y recursos, ciertas personas que podrían ser útiles en alguna posición de menos responsabilidad, pero no pueden tener esperanza razonable de alcanzar éxito en la profesión médica.
Infidelidad y deslealtad
Algunos han sido escogidos como hombres que podrían ser útiles como médicos, y se les ha estimulado a que tomasen el curso de medicina. Pero algunos que comenzaron sus estudios como cristianos en las facultades de medicina, no dieron preeminencia a la ley de Dios; sacrificaron los principios y perdieron su confianza en Dios. Les pareció que, solos, no podían guardar el cuarto mandamiento y arrostrar las burlas y el ridículo de los ambiciosos amadores del mundo, los superficiales, los incrédulos, y los infieles. No estaban preparados para arrostrar esta clase de persecución. Tenían ambición de subir más en el mundo, tropezaron en las sombrías montañas de la incredulidad y se volvieron indignos de confianza. Se les presentaron tentaciones de toda clase y no tuvieron fuerza para resistirlas. Algunos de estos hombres se han vuelto deshonestos, maquinadores, y son culpables de graves pecados.
En esta época hay peligro para cualquiera que inicie el estudio de la medicina. Con frecuencia sus instructores son 326 hombres sabios según el mundo y sus condiscípulos incrédulos, que no piensan en Dios, y corren el peligro de sentir la influencia de esas compañías irreligiosas. Sin embargo, algunos han terminado el curso de medicina, y han permanecido fieles a los principios. No quisieron estudiar en sábado, y demostraron que los hombres pueden prepararse para desempeñar los deberes del médico sin chasquear las expectativas de aquellos que les proporcionaron recursos con que obtener su educación. Como Daniel, honraron a Dios, y él los guardó. Daniel se propuso en su corazón no adoptar las costumbres de las cortes reales; no quiso comer de las viandas del rey ni beber de su vino; buscó en Dios fuerza y gracia, y Dios le dio sabiduría, capacidad y conocimiento sobre los astrólogos, magos, y hechiceros del reino. En él se verificó la promesa: "Yo honraré a los que me honran" (1 Samuel 2: 30).
El médico joven tiene acceso al Dios de Daniel. Por la gracia y el poder divinos, puede llegar a ser tan eficiente en su vocación como Daniel en su exaltada posición. Pero es un error hacer de la preparación científica lo de suma importancia y descuidar los principios religiosos que son el mismo fundamento del éxito en el ejercicio de la profesión. A muchos se los alaba como hombres hábiles en su profesión, a pesar de que desprecian la idea de que necesitan confiar en Jesús para obtener sabiduría en su trabajo. Pero si estos hombres que confían en sus conocimientos de la ciencia fuesen iluminados por la luz del cielo, ¡a cuánta mayor excelencia podrían alcanzar! ¡Cuánto más fuertes serían sus facultades, con cuánta mayor confianza podrían atender los casos difíciles! El hombre que se vincula estrechamente con el gran Médico del alma y del cuerpo, tiene a su disposición los recursos del cielo y de la tierra, y puede obrar con una sabiduría y una precisión infalibles, que el impío no puede poseer.
Aquellos a quienes se ha confiado el cuidado de los enfermos, 327 ya sean médicos o enfermeras, debieran recordar que su obra debe soportar el escrutinio del penetrante ojo de Jehová. No existe campo misionero más importante que el ocupado por los médicos fieles y temerosos de Dios. No existe otro campo en el que un hombre pueda realizar mayor bien o ganar más joyas que brillarán en la corona de su regocijo. Puede llevar la gracia de Cristo, como dulce perfume, a los cuartos de los enfermos y visitas; puede llevar el verdadero bálsamo sanador al alma enferma por el pecado. Puede dirigir la atención de los enfermos y los moribundos al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. No debiera escuchar a los que dicen que es peligroso hablar de los intereses eternos a aquellos cuyas vidas corren peligro, por temor a empeorarlos, porque en nueve casos de cada diez, el conocimiento de un Salvador que perdona el pecado los mejorará tanto de la mente como del cuerpo. Jesús puede limitar el poder de Satanás. El es el médico en quien el alma enferma por el pecado puede confiar para que cure las enfermedades del cuerpo tanto como las del alma. 328
La obra del médico por las almas *
Mientras ejerce su profesión todo médico puede, por la fe en Cristo, poseer una cura del más alto valor: un remedio para el alma enferma de pecado. El médico convertido y santificado por la verdad queda anotado en el cielo como colaborador de Dios, como discípulo de Jesucristo. Por la santificación de la verdad, Dios da a los médicos y enfermeras sabiduría y habilidad para tratar a los enfermos, y esta obra abre la puerta de muchos corazones. Los hombres y mujeres son inducidos a comprender la verdad que es necesaria para salvar el alma y el cuerpo.
Este es un elemento que da carácter a la obra para este tiempo. La obra misionera médica es como el brazo derecho del mensaje del tercer ángel que debe ser proclamado a un mundo caído; y los médicos, gerentes y obreros de cualquier ramo, al desempeñar fielmente su parte, están haciendo la obra del mensaje. Así la proclamación de la verdad va a toda nación, lengua y pueblo. En esta obra los ángeles celestiales tienen una parte. Despiertan gozo espiritual y melodías en los corazones de aquellos que han sido librados del sufrimiento, y el agradecimiento a Dios brota de los labios de muchos que han recibido la verdad preciosa.
Cada médico de nuestras filas debe ser cristiano. Solamente los médicos que son verdaderos cristianos según la Biblia, pueden desempeñar debidamente los altos deberes de su profesión.
El médico que comprende su responsabilidad, sentirá la necesidad de la presencia de Cristo con él en su obra para aquellos en cuyo favor hizo tan grande sacrificio. Dejará subordinado todo lo demás a los intereses superiores que conciernen a la vida que puede salvarse para la eternidad. Hará cuanto esté en su poder para salvar tanto el cuerpo 329 como el alma. Tratará de hacer la misma obra que Cristo haría si estuviese en su lugar. El médico que ame a Cristo y las almas por quienes Cristo murió, tratará fervientemente de llevar a la pieza de los enfermos una hoja del árbol de la vida. Tratará de proporcionar el pan de vida al doliente. A pesar de los obstáculos y dificultades que haya de arrostrar, ésta es la obra solemne y sagrada de la profesión médica.
Hay que practicar los métodos de Cristo
La verdadera obra misionera es aquella en la cual la obra del Salvador está mejor representada, sus métodos copiados más de cerca, mejor fomentada su gloria. La obra misionera que no alcance esta norma se registra en el cielo como defectuosa. Será pesada en las balanzas del santuario y hallada falta.
El médico debe tratar de dirigir la mente de sus pacientes a Cristo, el Médico del alma y el cuerpo. Aquello que los médicos sólo pueden intentar hacer, Cristo lo realiza. El agente humano se esfuerza por prolongar la vida. Cristo es la vida. El que pasó por la muerte para destruir a aquel que tiene el imperio de la muerte es la fuente de toda vitalidad. En Galaad hay bálsamo y médico. Cristo soportó una muerte atroz en las circunstancias más humillantes para que tuviésemos vida. Dio su preciosa vida para vencer la muerte. Pero se levantó de la tumba, y las miríadas de ángeles que vinieron a contemplarle mientras recuperaba la vida que había depuesto, oyeron sus palabras de gozo triunfante cuando, de pie sobre la tumba abierta de José, proclamó: "Yo soy la resurrección y la vida".
Cristo iluminó la tumba
La pregunta: "Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?" (Job 14: 14), ha sido contestada. Al llevar la penalidad del pecado y al bajar a la tumba, Cristo la iluminó para todos los que mueren con fe. Dios, en forma humana, sacó a luz 330 la vida y la inmortalidad por el Evangelio. Al morir, Cristo aseguró la vida eterna a todos los que crean en él. Al morir condenó al instigador del pecado y la deslealtad a sufrir la pena del pecado: la muerte eterna.
El Poseedor y Dador de la vida eterna, Cristo, fue el único que pudo vencer la muerte. El es nuestro Redentor; y bienaventurado es todo médico que es, en el verdadero sentido de la palabra, un misionero, un salvador de las almas por las cuales Cristo dio su vida. Un médico tal aprende del gran Médico día tras día a velar y trabajar por la salvación de las almas y los cuerpos de hombres y mujeres. El Salvador está presente en la pieza del enfermo, en la sala de operaciones; y su poder, para gloria de su nombre, realiza grandes cosas.
El médico puede señalar a Jesús
El médico puede hacer una obra noble si está relacionado con el gran Médico. Puede hallar oportunidad de decir palabras de vida a los parientes del enfermo, cuyos corazones están llenos de simpatía por el doliente; y puede enternecer y elevar la mente del doliente para inducirle a mirar al que puede salvar hasta lo sumo a todos los que se allegan a él en busca de salvación.
Cuando el Espíritu de Dios obra sobre la mente del afligido y le induce a indagar la verdad, trabaje el médico por el alma preciosa como trabajaría Cristo. No trate de insistir ante él acerca de ninguna doctrina especial, sino señálele a Jesús como el Salvador que perdonará el pecado. Los ángeles de Dios impresionarán la mente. Algunos se niegan a ser iluminados por la luz que Dios quisiera dejar resplandecer en las cámaras del espíritu y en el templo del alma; pero muchos responderán a la luz, y en esas mentes quedarán disipados el engaño y el error en sus diversas formas.
Debe aprovecharse cuidadosamente toda oportunidad de trabajar como Cristo trabajó. El médico debe hablar de la 331 ternura y del amor de Cristo y de las obras de sanidad que realizó. Debe creer que Jesús es su compañero y que está a su lado. "Porque nosotros, coadjutores somos de Dios" (1 Corintios 3: 9). Nunca debe el médico descuidar la oportunidad de dirigir la mente de sus pacientes a Cristo, el Médico supremo. Si el Salvador mora en su corazón, sus pensamientos serán siempre encauzados hacia el Sanador del alma y el cuerpo. Conducirá la mente de sus pacientes a Aquel que puede curarlos, al que, mientras estaba en la tierra, devolvía la salud a los enfermos y sanaba el alma tanto como el cuerpo, diciendo: "Hijo, tus pecados te son perdonados" (Marcos 2: 5).
Nunca debe dejar el médico que la familiaridad con el dolor le haga descuidado o carente de simpatía. En caso de enfermedad grave, el paciente siente que está a la merced del médico. Mira al médico como su única esperanza terrenal, y éste debe conducir al alma temblorosa hacia Aquel que le supera, a saber el Hijo de Dios, que dio su vida para salvarle de la muerte, que se compadece del doliente, y quien por su poder divino dará habilidad y sabiduría a todos los que se la pidan.
Cuando el paciente no sabe cómo puede resultar su caso, es el momento en que el médico puede impresionar su mente. No debe hacerlo con el deseo de distinguirse, sino para conducir el alma a Cristo como Salvador personal. Si la vida se salva, es un alma por la cual el médico ha de velar. El paciente siente que el médico es la misma vida de su vida. ¿Y con qué fin ha de aprovecharse esta gran confianza? Siempre para ganar un alma para Cristo y magnificar el poder de Dios.
La alabanza sea para Dios
Cuando pasó la crisis y el éxito es evidente, sea el paciente creyente o incrédulo, pásense algunos momentos con él en oración. Dad expresión a vuestro agradecimiento porque 332 su vida fue perdonada. El médico que sigue una conducta tal, lleva a su paciente a Aquel de quien depende la vida. Las palabras de gratitud pueden fluir del paciente al médico; porque, Dios mediante, ligó esta vida con la suya; pero sean la alabanza y el agradecimiento dados a Dios, como el que está presente aunque invisible.
En el lecho de la enfermedad, a menudo se acepta y confiesa a Cristo; y esto sucederá con más frecuencia en lo futuro de lo que ha sucedido en lo pasado; porque el Señor hará obra abreviada en nuestro mundo. Los labios del médico deben pronunciar palabras de sabiduría y Cristo regará la semilla sembrada, haciéndola llevar fruto para vida eterna.
Una palabra oportuna *
Perdemos las oportunidades más preciosas al descuidar de hablar una palabra en sazón. Con demasiada frecuencia, queda sin usar un talento precioso que debiera multiplicarse mil veces. Si no velamos para ver el áureo privilegio, pasará. En tal caso el médico dejó que algo le impidiera hacer la obra que le era señalada como ministro de la justicia.
No hay demasiados médicos piadosos para servir en su profesión. Hay mucha obra que hacer, y los ministros y médicos han de trabajar en perfecta unión. Lucas, el escritor del Evangelio que lleva su nombre, es llamado el médico amado, y los que hacen una obra similar a la suya están viviendo el Evangelio.
Incontables son las oportunidades del médico para amonestar al impenitente, alentar al desconsolado y desesperado, y aconsejar para salud de la mente y del cuerpo. Mientras instruye así a la gente en los principios de la verdadera temperancia y como guardián de las almas da consejos a los que están mental y físicamente enfermos, el médico desempeña su parte en la gran obra de preparar a un pueblo para el Señor. Esto es lo que la obra médica misionera ha de 333 realizar en relación con el mensaje del tercer ángel.
Los ministros y médicos han de obrar armoniosamente y con fervor para salvar a las almas que se están enredando en las trampas de Satanás. Han de dirigir a hombres y mujeres a Jesús, su Justicia, su Fortaleza, y la Salud de su rostro. Continuamente han de velar por las almas. Hay quienes están luchando con fuertes tentaciones, en peligro de ser vencidos en la lucha con los agentes satánicos. ¿Los pasaréis por alto sin ofrecerles ayuda? Si veis un alma que necesita ayuda, entablad conversación con ella aun cuando no la conozcáis. Orad con ella. Conducidla a Jesús.
Esta obra incumbe tan ciertamente al médico como al predicador. Por esfuerzos públicos y privados, el médico debe tratar de ganar almas para Cristo.
En todas nuestras empresas y en todas nuestras instituciones, Dios ha de ser reconocido como el Artífice maestro. Los médicos han de ser representantes suyos. La fraternidad médica ha hecho muchas reformas, y ha de seguir progresando. Los que tienen en su mano la vida de los seres humanos deben ser educados, refinados, santificados. Entonces el Señor obrará por su medio para glorificar su nombre. 334
La esfera de los médicos principales *
Se me han dado preciosas instrucciones concernientes a los obreros de nuestros sanatorios. Estos obreros deben mantenerse en dignidad moral ante Dios. Los médicos cometen un error cuando se exclusivamente a la rutina de las tareas del sanatorio, porque consideran que su presencia es esencial para el bienestar de la institución. Cada médico debiera ver la necesidad de ejercer toda la influencia que el Señor le ha dado en una esfera tan amplia como sea posible; se requiere de él que haga brillar su luz ante los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en los cielos.
Los médicos principales de nuestros sanatorios no deben excluirse del trabajo de comentar la verdad con otros. Su luz no debe ser escondida bajo un almud, sino colocada donde pueda beneficiar a los creyentes y a los incrédulos. El Salvador dijo de sus representantes: "Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5:13-16). Esta es la obra que es incomprensiblemente descuidada, y debido a ese descuido, las almas se pierden. ¡Despertad, mis hermanos, despertad!
Su luz debe brillar en el extranjero *
Nuestros médicos principales no glorifican a Dios cuando confinan sus talentos y su influencia a una sola institución. 335 Tienen el privilegio de demostrar al mundo que los reformadores de la salud ejercen una influencia decidida en favor de la justicia y la verdad. Debieran darse a conocer fuera de las instituciones donde trabajan. Es su deber compartir su luz con todas las personas a quienes puedan alcanzar. Si bien es cierto que el sanatorio puede ser su campo especial de trabajo, sin embargo hay otros lugares importantes que también necesitan su influencia. A los médicos se ha dado esta instrucción: Dejad que vuestra luz brille entre los hombres. Dejad que cada talento se utilice para proporcionar a los incrédulos sabio consejo e instrucción. Si nuestros médicos cristianos consideraran que no deben realizar una obra descuidada sino que deben aprender a manejar sabiamente los temas de la verdad bíblica, y trataran de presentar su importancia en cada ocasión posible, se destruiría mucho prejuicio y se alcanzaría a las almas. . .
No debemos ser una iglesia desconocida, sino que debemos permitir que la luz brille para que el mundo la reciba. "Me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo" (Isaías 65: 19), declaró Dios por medio de su siervo Isaías. Estas palabras encontrarán su cumplimiento cuando los que son capaces de ocupar posiciones de responsabilidad dejen brillar su luz. Nuestros médicos principales tienen una obra que realizar fuera del ambiente de nuestro propio pueblo. Una influencia no debe ser limitada. Los métodos de trabajo de Cristo deben llegar a ser sus métodos, y deben aprender a practicar las enseñanzas de su palabra. Todos los que están a la cabeza de una institución se encuentran bajo la obligación sagrada ante Dios de hacer brillar su luz de la verdad presente cada vez con más fuerza en todo lugar donde se ofrezca la oportunidad.
Los obreros de nuestros sanatorios no debieran pensar que la prosperidad de la institución depende solamente de la influencia del médico jefe. En cada institución debiera haber hombres y mujeres que ejerzan una influencia justa y 336 refinadora, y que sean capaces de llevar a cabo responsabilidades. Las responsabilidades principales debieran ser compartidas entre varios obreros, a fin de que el médico jefe no se vea esclavizado por su práctica. Debiera dársele oportunidad de ir donde se necesitan palabras de consejo y ánimo. Como representante del Médico Principal, que ahora se encuentra en las cortes celestiales, debe hablar a las nuevas congregaciones para ampliar su experiencia. Debe recibir constantemente nuevas ideas, compartir constantemente sus conocimientos y recibir constantemente de la Fuente de toda sabiduría. Necesitamos mantenernos siempre en una posición donde podamos recibir mayor luz, tener pensamientos nuevos y más profundos, y obtener un concepto más claro de la estrecha relación que debe existir entre Dios y su pueblo. Obtendremos estos conceptos y estas ideas asociándonos con las personas a quienes hemos sido llamados a hablar palabras de misericordia y de gracia perdonadora. En toda nuestra obra debiéramos mantener presente el valor del intercambio de talentos. Debiéramos realizar firmes esfuerzos para alcanzar a las almas y ganarlas para la verdad. Se requiere de nosotros que demos a conocer los principios de la reforma pro salud en las grandes reuniones de nuestro pueblo en nuestros campamentos de reavivamiento espiritual. Se necesita una variedad de dones en estas ocasiones, no sólo para la obra de hablar a los que no son de nuestra fe, sino para instruir a nuestro propio pueblo acerca de la forma de trabajar para obtener el éxito. Que nuestros médicos aprendan a participar en esta obra, mediante la cual proporcionan al mundo brillantes rayos de luz. 337
Preparados para toda buena obra *
El Señor escuchará y contestará la oración del médico cristiano, y éste podrá alcanzar una norma elevada si tan sólo se aferra de la mano de Cristo y decide no soltarla. Hay oportunidades doradas que se abren para el médico cristiano, porque puede ejercer una preciosa influencia sobre las personas con quienes se relaciona. Puede guiar y modelar las vidas de sus pacientes mediante el acto de presentarles los principios celestiales.
El médico debiera dejar que los hombres vean que él no considera su obra como algo de poca importancia, sino como una obra elevada y noble, que lleva aparejada la sagrada responsabilidad de tratar tanto con las almas como con los cuerpos de aquellos por quienes Cristo pagó el precio infinito de su preciosísima sangre. Si el médico tiene la mente de Cristo, tendrá una disposición gozosa, esperanzada y feliz, pero no liviana. Comprenderá que los ángeles celestiales lo acompañan en el cuarto de los enfermos y encontrará palabras de verdad para sus pacientes, que los alegrarán y bendecirán. Su te abundará en sencillez y en una confianza infantil en el Señor. Podrá repetir al alma arrepentida las amorosas promesas de Dios y así colocar la mano temblorosa de los afligidos en la mano de Cristo, para que encuentren descanso en Dios.
En esta forma, mediante la gracia que le ha sido impartida, el médico cumplirá las expectativas que su Padre celestial tiene en él. En las operaciones delicadas y peligrosas, sabrá que Jesús se encuentra a su lado para aconsejarlo, fortalecerlo y habilitarlo para actuar con precisión y habilidad en sus esfuerzos por salvar la vida humana. Si la presencia de Dios no se manifiesta en el cuarto del enfermo, Satanás 338 estará allí para sugerir experimentos peligrosos y procurará alterar los nervios para que la vida sea destruida y no salvada.
Un médico ocupa una posición muy importante porque tiene que ver con las almas mórbidas, las mentes enfermas y los cuerpos afligidos, más que el ministro del Evangelio. El médico puede presentar una norma del carácter cristiano, si habla en sazón y fuera de sazón. De este modo es un misionero para el Señor, que hace fielmente la obra del Maestro, y recibirá una recompensa en el momento debido.
Que los cristianos sean reservados y no divulguen secretos a los incrédulos. Que no comuniquen ningún secreto que desmerezca al pueblo de Dios. Deben cuidar sus pensamientos y cerrar la puerta a la tentación. Deben trabajar como si estuvieran a la vista del Observador divino. Deben trabajar pacientemente, esperando que por la gracia de Cristo, puedan tener éxito en su profesión. Deben mantener en su lugar las barreras que el Señor ha erigido para su seguridad. Deben proteger sus corazones con toda diligencia, porque de ellos mana la vida, o la muerte.
Un médico debiera atender estrictamente su trabajo profesional. No debiera permitir que nada aparte su mente de su obra, o distraiga su atención de las personas que se vuelven a él en busca de alivio del sufrimiento. Las palabras de seguridad y esperanza habladas oportunamente al que sufre, con frecuencia aliviarán su mente y ganarán un lugar de confianza para el médico. La bondad y la cortesía debieran manifestarse; pero la conversación común e insulsa que se oye de costumbre entre los que pretenden ser cristianos, no debiera escucharse en nuestras instituciones. La única forma como podemos llegar a ser verdaderamente corteses, sin afectación, sin familiaridad indebida, es beber en el Espíritu de Cristo, y obedecer esta orden: "Sed santos, porque yo soy santo" (1 Pedro 1: 16). Si obramos siguiendo los principios establecidos en la Palabra de Dios, no tendremos 339 inclinación a manifestar una familiaridad indebida.
Los obreros en nuestras instituciones debieran ser ejemplos vivientes de lo que desean que lleguen a ser los pacientes de la institución. Un espíritu correcto y una vida santa constituyen una instrucción constante para los demás. La cortesía vacía del mundo carece de valor a la vista de Aquel que pesa las acciones. No debieran existir parcialidad ni hipocresía. El médico debiera estar listo para llevar a cabo toda buena obra. Si su vida está oculta con Cristo en Dios, será un misionero en sentido más elevado.
Cuando los médicos cristianos se encuentran juntos, deben comportarse como hijos de Dios. Deben comprender que han sido contratados para trabajar en la misma viña, por lo que destruirán las barreras egoístas. Manifestarán un profundo interés mutuo desprovisto de todo egoísmo. El que es un reformador puede realizar mucho bien al procurar que otros acepten la reforma. Mediante precepto y ejemplo puede ser un sabor de vida para vida. Si se pudiera descorrer la cortina, veríamos lo interesados que están los ángeles de Dios en las instituciones para el tratamiento de los enfermos. La obra que realiza el médico, mantenerse entre los vivos y los muertos, es de importancia especial.
Dios ha puesto una gran obra en las manos de los médicos. Los afligidos hijos de los hombres se encuentran en cierta medida a su merced. Los pacientes observan con interés a los que cuidan de su bienestar físico. Estudian las acciones y las palabras, y hasta las expresiones del rostro del médico. El corazón del que sufre rebosa de gratitud cuando se alivia su dolor mediante los esfuerzos de su fiel médico. El paciente siente que su vida está en las manos del que lo atiende, y el médico o la enfermera pueden así comentar con él fácilmente los temas religiosos. Si el que sufre se encuentra bajo el control de la influencia divina, el médico o la enfermera cristianos pueden dejar caer suavemente las preciosas semillas de la verdad en el huerto del corazón. 340
Pueden presentar la promesa de Dios ante los desvalidos. Si el médico practica la religión, puede impartir la fragancia de la gracia divina al corazón ablandado y subyugado de la persona que sufre. Puede dirigir los pensamientos de su paciente hacia el Gran Médico. Puede presentar a Jesús al alma enferma por el pecado.
Con frecuencia el médico es hecho un confidente y el paciente le cuenta sus aflicciones y pruebas. En esas ocasiones tiene oportunidades preciosas para pronunciar palabras de consuelo y seguridad en el temor y amor de Dios, y de impartir consejo cristiano. El médico debiera sentir un profundo amor por las almas por las cuales Cristo murió. Digo en el temor de Dios que únicamente el médico cristiano puede cumplir correctamente los deberes de esta profesión sagrada.
Dando testimonio de la verdad
Nuestros sanatorios deben establecerse con un solo objetivo: la proclamación de la verdad para este tiempo. Y deben dirigirse de tal manera que se realice una impresión debida en favor de la verdad en las mentes de los que acuden para ser tratados. Cada obrero, mediante su conducta, debiera dar testimonio de lo que es correcto. Tenemos un mensaje de advertencia que dar al mundo, y nuestro celo y nuestra devoción al servicio de Dios deben dar testimonio de la verdad. Testimonies for the Church, tomo 8, pág. 200 (1904). 341
La cura mental *
Muy íntima es la relación entre la mente y el cuerpo. Cuando una está afectada, el otro simpatiza con ella. La condición de la mente influye en la salud mucho más de lo que generalmente se cree. Muchas enfermedades son el resultado de la depresión mental. Las penas, la ansiedad, el descontento, remordimiento, sentimiento de culpabilidad y desconfianza, menoscaban las fuerzas vitales y llevan al decaimiento y a la muerte.
Algunas veces la imaginación produce la enfermedad, y es frecuente que la agrave. Muchos hay que llevan vida de inválidos cuando podrían estar sanos si pensaran que lo están. Muchos se imaginan que la menor exposición del cuerpo les causará alguna enfermedad, y efectivamente el mal sobreviene porque se le espera. Muchos mueren de enfermedades cuya causa es puramente imaginaria.
El valor, la esperanza, la fe, la simpatía y el amor fomentan la salud y alargan la vida. Un espíritu satisfecho y alegre es como salud para el cuerpo y fuerza para el alma. "El corazón alegre es una buena medicina" (Proverbios 17: 22, V. M.).
En el tratamiento de los enfermos no debe pasarse por alto el efecto de la influencia ejercida por la mente. Aprovechada debidamente, esta influencia resulta uno de los agentes más eficaces para combatir la enfermedad.
Influencia de una mente sobre otra
Sin embargo, hay una forma de curación mental que es uno de los agentes más eficaces para el mal. Por medio de esta supuesta ciencia, una mente se sujeta a la influencia directiva de otra, de tal manera que la individualidad de la más débil queda sumergida en la de la más fuerte. Una 342 persona pone en acción la voluntad de otra. Sostiénese que así el curso de los pensamientos puede modificarse, que se pueden transmitir impulsos saludables y que es posible capacitar a los pacientes para resistir y vencer la enfermedad.
Este método de curación ha sido empleado por personas que desconocían su verdadera naturaleza y tendencia, y que lo creían útil al enfermo. Pero la así llamada ciencia está fundada en principios falsos. Es ajena a la naturaleza y al espíritu de Cristo. No conduce hacia Aquel que es vida y salvación. El que atrae a las mentes hacia sí las induce a separarse de la verdadera Fuente de su fuerza.
No es propósito de Dios que ser humano alguno someta su mente y su voluntad al gobierno de otro para llegar a ser instrumento pasivo en sus manos. Nadie debe sumergir su individualidad en la de otro. Nadie debe considerar a ser humano alguno como fuente de curación. Sólo debe depender de Dios. En su dignidad varonil, concedida por Dios, debe dejarse dirigir por Dios mismo, y no por entidad humana alguna.
Dios quiere poner a los hombres en relación directa consigo mismo. En todo su trato con los seres humanos reconoce el principio de la responsabilidad personal. Procura fomentar el sentimiento de dependencia personal, y hacer sentir la necesidad de la dirección personal. Desea asociar lo humano con lo divino, para que los hombres se transformen en la imagen divina. Satanás procura frustrar este propósito, y se esfuerza en alentar a los hombres a depender de los hombres. Cuando las mentes se desvían de Dios, el tentador puede someterlas a su gobierno, y dominar a la humanidad.
La teoría del gobierno de una mente por otra fue ideada por Satanás, para intervenir como artífice principal y colocar la filosofía humana en el lugar que debería ocupar la filosofía divina. De todos los errores aceptados entre los 343 profesos cristianos, ninguno constituye un engaño más peligroso ni más eficaz para apartar al hombre de Dios. Por muy inofensivo que parezca, si se aplica a los pacientes, tiende a destruirlos y no a restaurarlos. Abre una puerta por donde Satanás entrará a tomar posesión tanto de la mente sometida a la dirección de otra mente como de la que se arroga esta dirección.
Temible es el poder que así se da a hombres y mujeres mal intencionados. ¡Cuántas oportunidades proporciona a los que viven explotando la flaqueza o las locuras ajenas! ¡Cuántos hay que, merced al dominio que ejercen sobre sus mentes débiles o enfermizas, encuentran medios para satisfacer sus pasiones licenciosas o su avaricia!
En algo mejor podemos ocuparnos que en dominar la humanidad por la humanidad. El médico debe educar a la gente para que desvíe sus miradas de lo humano y las dirija hacia lo divino. En vez de enseñar a los enfermos a depender de seres humanos para la curación del alma y cuerpo, debe encaminarlos hacia Aquel que puede salvar eternamente a cuantos acudan a él. El que creó la mente del hombre sabe lo que esta mente necesita. Dios es el único que puede sanar. Aquellos cuyas mentes y cuerpos están enfermos han de ver en Cristo al restaurador. "Porque yo vivo, dice vosotros también viviréis" (Juan 14: 19). Esta es la vida que debemos ofrecer a los enfermos, diciéndoles que si creen en Cristo como el restaurador, si cooperan con él, obedeciendo las leyes de él, les impartirá su vida. Al presentarles así al Cristo, les comunicamos un poder, una fuerza valiosa, procedente de lo alto. Esta es la verdadera ciencia de curar el cuerpo y el alma. 344
Una compasión como la de Cristo *
Se me mostró que los médicos de nuestro Instituto debieran ser hombres y mujeres de fe y espiritualidad. Debieran poner su confianza en Dios. Hay muchos que vienen al Instituto y que por su propia complacencia pecaminosa han acarreado sobre sí enfermedad de casi todo tipo. Esta clase de personas no merecen la simpatía que frecuentemente requieren. Y resulta doloroso para los médicos dedicar tiempo y fuerzas a esta clase de gente, que se encuentran rebajados física, mental y moralmente.
Pero hay una clase de personas que por ignorancia han vivido en violación de las leyes de la naturaleza. Han trabajado intemperantemente y han comido con intemperancia, porque era la costumbre hacerlo. Algunos han soportado muchos tratamientos de numerosos médicos, pero no han mejorado, sino que han empeorado. Finalmente son arrancados de los negocios, de la sociedad y de sus familias; y como último recurso, acuden al Instituto de Salud, con una débil esperanza de encontrar alivio. Este tipo de enfermos necesitan simpatía. Debieran ser tratados con la mayor ternura, y debiera cuidarse de hacerles comprender las leyes que rigen su ser, con el fin de que dejen de violarlas y se dirijan por ellas para evitar el sufrimiento y la enfermedad, que son la pena por la violación de las leyes de la naturaleza. . .
Recordemos a Cristo, quien entró en contacto directo con la humanidad sufriente. Aunque en muchos casos los afligidos se habían acarreado enfermedades sobre sí mismos por su comportamiento pecaminoso y su violación de las leyes naturales, Jesús se compadeció de su debilidad, y cuando acudían a él con las más repulsivas enfermedades, él no se apartaba de ellos por temor a contaminarse, sino que los tocaba y los libraba de la enfermedad. 345
La curación de los leprosos
"Y al entrar en una aldea, le salieron al encuentro diez hombres leprosos, los cuales se pararon de lejos y alzaron la voz, diciendo: ¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros! Cuando él los vio les dijo: Id, mostraos a los sacerdotes. Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados. Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz, y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias; y este era samaritano. Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quién volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero? Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado" (Lucas 17: 12-19).
Aquí hay una lección para todos nosotros. Estos leprosos estaban tan corrompidos por la enfermedad, que habían sido apartados de la sociedad para que no contaminaran a otros. Las autoridades les habían fijado un límite. Jesús se encontraba cerca de ellos, y en su gran sufrimiento clamaron a él quien era el único que tenía poder para aliviarlos. Jesús les ordenó que se presentaran a los sacerdotes. Tenían fe y creían en el poder de Cristo para sanarlos. Cuando se alejaban, se dieron cuenta que ya no padecían más la enfermedad tan horrible. Pero uno solo sintió gratitud, uno solo sintió su profunda deuda con Cristo por la gran obra que había hecho en él. Este regresó alabando a Dios, y con gran humildad cayó a los pies de Cristo reconociendo con agradecimiento la obra realizada en su favor. Y este hombre era un extranjero; los otros nueve eran judíos.
Por amor a este hombre, quien haría un uso correcto de la bendición de la salud, Jesús sanó a los diez. Los otros nueve se retiraron sin reconocer la obra que se había realizado y no agradecieron a Jesús por la sanidad que recibieron.
Algo parecido sucederá con los médicos del Instituto de 346 Salud. Pero si en su obra realizada para ayudar a la humanidad doliente, uno de cada veinte realiza un uso adecuado de los beneficios recibidos y aprecia los esfuerzos efectuados en su favor, los médicos debieran sentirse agradecidos y satisfechos. Si se salva una vida de cada diez, y si se salva un alma de cada cien para el reino de Dios, todos los que se relacionan con el Instituto habrán sido ampliamente pagados por sus esfuerzos. Sus ansiedades y preocupaciones no se habrán perdido completamente. Si el Rey de gloria, la Majestad del cielo, trabajó por la humanidad doliente y tan pocos apreciaron su ayuda divina, los médicos y auxiliares del Instituto no debieran quejarse si sus débiles esfuerzos no son apreciados por todos y parecen pasar inadvertidos por algunos. . .
Tratar con hombres y mujeres cuyas mentes, tanto como sus cuerpos, se encuentran enfermos, es una obra hermosa. Los médicos del Instituto necesitan gran sabiduría para curar el cuerpo por medio de la mente. Pero pocos comprenden el poder que la mente tiene sobre el cuerpo. Una gran cantidad de las enfermedades que afligen a la humanidad tienen su origen en la mente, y pueden ser curadas únicamente si se restaura la mente a la salud. Existe un número mucho mayor de lo que imaginamos de personas que están mentalmente enfermas. La enfermedad del corazón hace que muchos se tornen dispépticos, porque el problema mental ejerce una influencia paralizadora sobre los órganos digestivos.
Con el fin de alcanzar a esta clase de pacientes, el médico debe tener discernimiento, paciencia, bondad y amor. Un corazón enfermo y afligido, una mente desanimada, necesitan un tratamiento suave, y esta clase de mente puede ser sanada por medio de una tierna simpatía. Los médicos primero debieran ganar su confianza y luego mostrarles al Médico que todo lo puede sanar. Si se logra dirigir sus mentes hacia el Portador de las Cargas y si pueden tener fe 347 en que él se interesará en ellos, entonces se efectuará la curación de sus cuerpos y mentes enfermos.
Paciencia y simpatía *
Siempre surgirán cosas que molestarán, confundirán y probarán la paciencia de los médicos y los auxiliares. Deben estar preparados para esto sin ponerse nerviosos ni alterarse. Deben mantener la calma y una actitud bondadosa, independiente de lo que suceda... Deben considerar siempre que están tratando con hombres y mujeres con mentes enfermas, quienes frecuentemente ven las cosas bajo una luz extraviada y que sin embargo piensan que comprenden los asuntos perfectamente.
Los médicos debieran comprender que la blanda respuesta quita la ira. Debiera utilizarse un plan de acción en una institución en la que se tratan personas enfermas, con el fin de controlar con éxito las mentes enfermas y beneficiar a los pacientes. Si los médicos pueden guardar la calma en medio de una tempestad de palabras desconsideradas y violentas, si pueden controlar su propio espíritu cuando son provocados y tratados con hostilidad, ciertamente son vencedores. "El que se enseñorea de su espíritu" es mejor "que el que toma una ciudad"(Proverbios 16: 32). Subyugar el yo y colocar las pasiones bajo el control de la voluntad es la mejor conquista que los hombres y las mujeres pueden realizar. Testimonies for the Church, tomo 3, págs. 182-183 (1872). 348
Un mensaje para nuestros médicos *
El médico cristiano debe ser un mensajero de misericordia para los enfermos, portador de un remedio tanto para el alma enferma de pecado como para el cuerpo afligido por la enfermedad. Al mismo tiempo que usa los remedios sencillos que Dios ha provisto para aliviar el sufrimiento físico, debe hablar del poder de Cristo para sanar los males del alma.
¡Cuánta necesidad hay de que el médico viva en íntima comunión con el Salvador! Los enfermos y sufrientes con quienes se relaciona tienen necesidad de la ayuda que sólo Cristo puede dar. Necesitan oraciones respaldadas por el Espíritu Santo. La persona afligida se abandona a la sabiduría y la misericordia del médico, cuya preparación y fidelidad pueden ser su única esperanza. Entonces, sea el médico un mayordomo de la gracia de Dios, un guardián tanto del alma como del cuerpo.
El médico que ha recibido la sabiduría de arriba, que sabe que Cristo es su Salvador personal, sabe también cómo trabajar con las almas temblorosas, culpables y enfermas de pecado que acuden a él en busca de ayuda, porque él mismo ha sido llevado al Refugio. El puede responder con seguridad a la pregunta: "¿Qué puedo hacer para ser salvo?' El puede contar la historia del amor del Redentor. Por experiencia propia puede hablar del poder del arrepentimiento y la fe. El Señor trabaja con él y mediante él mientras se halla a la cabecera del sufriente, tratando de hablarle palabras que le traigan consuelo y ayuda. A medida que la mente del afligido se aferra del poderoso Salvador, la paz de Cristo llena su corazón; y la salud espiritual que recibe constituye la mano ayudadora de Dios en la restauración de la salud del cuerpo. 349
Son preciosas las oportunidades que tiene el médico de despertar en los corazones de aquellos con quienes se relaciona una comprensión de la tremenda necesidad que tienen de Cristo. A él le toca sacar cosas nuevas y viejas de la tesorería del corazón mientras expresa las anhelantes palabras de consuelo e instrucción. Ha de sembrar constantemente la semilla de la verdad, sin presentar temas doctrinales, sino hablando del amor del Salvador que perdona los pecados. Su deber no consiste solamente en dar instrucción de la Palabra de Dios línea sobre línea, precepto sobre precepto; también debe humedecer esa instrucción con sus lágrimas y fortalecerla con sus oraciones, de modo que las almas sean salvadas de la muerte.
Los médicos corren el riesgo de olvidar el peligro del alma a causa de la ansiedad ferviente, y a veces febril, que experimentan en su empeño por evitar los peligros del cuerpo. Médicos, estén alertas, porque en el tribunal de justicia de Cristo deben volver a encontrar a quienes hoy atienden junto al lecho de muerte.
La solemnidad de la obra del médico, su contacto constante con los enfermos y los que mueren, requiere que, en la medida de lo posible, se los exonere de los trabajos seculares que otros pueden realizar. Con el fin de darle tiempo para familiarizarse con las necesidades espirituales de los pacientes, no se deberían colocar cargas innecesarias sobre él. Su mente debería hallarse siempre bajo la influencia del Espíritu Santo, de modo que pueda pronunciar palabras oportunas que despierten fe y esperanza.
Junto a la cama del moribundo no se deben hablar palabras que tengan que ver con credos y controversias. Se debe traer al enfermo ante Aquel que está dispuesto a salvar a todos los que se llegan a él con fe. Esfuércese fervorosa y tiernamente por ayudar al alma que vacila entre la vida y la muerte. 350
Dirija la mente hacia Jesús
El médico nunca debería inducir a sus pacientes a fijar su atención en él. Debe enseñarles a asirse con la mano de la fe de la mano extendida del Salvador. Entonces su mente será iluminada con la luz que brilla del Sol de justicia. Lo que los médicos tratan de hacer, Cristo ya lo llevó a cabo, de hecho y en verdad. Ellos tratan de salvar la vida; Cristo es la vida.
El esfuerzo que realiza el médico por conducir las mentes de sus pacientes hacia la acción sanadora debe hallarse libre de toda pretensión humana. No se debe apegar a la humanidad, sino elevarse libremente hacia lo espiritual, aferrándose a las cosas de la eternidad.
El médico no debe ser hecho el blanco de críticas descomedidas. Esto coloca preocupaciones innecesarias sobre él. Sus responsabilidades son pesadas, y necesita la simpatía de quienes colaboran con él en su trabajo. Se lo debe sostener por medio de la oración. Recibirá ánimo y esperanza al saber que se lo aprecia.
El pecado y la enfermedad
El médico cristiano inteligente experimenta una comprensión cada vez mayor de la relación que existe entre el pecado y la enfermedad. Se esfuerza por ver cada vez con mayor claridad la relación que hay entre causa y efecto. Comprende que los que siguen el curso de enfermería deben recibir una instrucción cabal en los principios de la reforma de la salud y que se les debe enseñar a ser estrictamente temperantes en todas las cosas, porque el descuido de las leyes de la salud es inexcusable en quienes han sido llamados a enseñar a otros cómo vivir.
El médico le hace daño a su prójimo cuando ve que un paciente sufre de alguna enfermedad causada por hábitos equivocados de comer y beber, pero no se lo dice ni lo 351 instruye respecto a la necesidad de una reforma. Los borrachos, los enfermos mentales, y los que llevan vidas licenciosas, todos acuden al médico y demuestran en forma clara e incontestable que el sufrimiento es un resultado del pecado. Hemos recibido una gran luz con referencia a la reforma de la salud. Entonces, ¿por qué no nos esforzamos más decididamente por contrarrestar las causas que producen la enfermedad? ¿Cómo pueden callar nuestros médicos cuando son testigos de la lucha continua con el dolor, y trabajan incesantemente por aliviar el sufrimiento? ¿Cómo pueden evitar levantar la voz en amonestación? ¿Tienen realmente bondad y misericordia si no enseñan los principios de una temperancia estricta como remedio para la enfermedad?
Médicos, estudien la amonestación que Pablo dio a los romanos: "Así, que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Romanos 12: 1-2).
Los médicos deben conservar su energía
Los médicos no deben trabajar en exceso, hasta que se agote su sistema nervioso, porque esta condición del cuerpo no favorecerá la tranquilidad de la mente, los nervios firmes y un espíritu gozoso. . .
Todos los médicos debieran disfrutar del privilegio de poder alejarse periódicamente del Instituto de Salud, especialmente los que soportan cargas y responsabilidades. Si hay escasez de ayuda que no permite hacer esto, debiera conseguirse más ayuda. Tener médicos sobrecargados y por lo tanto descalificados para realizar los deberes de su 352 profesión, es algo que se debe temer. Debiera prevenirse, si fuera posible, porque su influencia va contra los intereses del Instituto. Los médicos debieran mantenerse en buen estado de salud. No debieran enfermarse debido al exceso de trabajo ni por ninguna imprudencia cometida de su parte. Testimonies for the Church, tomo 3, pág. 182 (1872).
Una obra que perdurará *
Santa Elena, California, junio 25, 1903.
A los Médicos de Nuestro Sanatorio
Apreciados hermanos: Los que ocupan posiciones de responsabilidad en la obra del Señor son representados como vigías en las murallas de Sion. Dios les pide que hagan sonar la alarma en el pueblo. Que ésta se escuche en todo el valle. El día de calamidad de aflicción y destrucción se cierne sobre los obradores de injusticia. La mano del Señor caerá con severidad especial sobre los vigías que hayan dejado de presentar al pueblo en forma clara su obligación hacia él, quien es su dueño por creación y redención.
Hermanos míos, el Señor les pide que examinen cuidadosamente su corazón. Les pide que entretejan la verdad en su práctica diaria y en todos sus tratos unos con otros. Requiere de ustedes una fe que obre por amor y que purifique el alma. Corren peligro al tratar con ligereza las exigencias sagradas de la conciencia; es peligroso que den un ejemplo que induzca a otros a ir en la dirección equivocada.
Los cristianos debieran llevar consigo, dondequiera que vayan, la dulce fragancia de la justicia de Cristo, y demostrar que cumplen con la invitación que dice: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y 353 ligera mi carga" (Mateo 11: 29-30). ¿Están ustedes aprendiendo diariamente en la escuela de Cristo: aprendiendo a disipar las dudas y las sospechas, a ser justos y nobles en su trato con sus hermanos, por su propio bien y por amor de Cristo?
La verdad presente conduce hacia arriba
La verdad presente conduce hacia adelante y hacia arriba, y reune a los necesitados, a los oprimidos, a los dolientes y a los menesterosos. Todos los que han de venir deben ser llevados al redil. En sus vidas debe producirse una reforma que los convertirá en miembros de la familia real, en hijos del Rey celestial. Los hombres y las mujeres, al escuchar el mensaje de verdad, serán inducidos a aceptar el sábado y a unirse con la iglesia por medio del bautismo. Deben llevar la señal de Dios mediante la observancia del sábado de la creación. Deben conocer por sí mismos que la obediencia a los mandamientos de Dios significa la vida eterna.
Los recursos financieros y el trabajo ferviente se pueden invertir con seguridad en una obra como ésta, porque es una obra que perdurará. Así es como los que han estado muertos en la transgresión y el pecado son puestos en comunión con los santos y se los ha de sentar en los lugares celestiales con Cristo. Se colocan sus pies sobre un fundamento seguro. Se los capacita para alcanzar una norma elevada, y hasta las alturas más excelsas de la fe, porque los cristianos hacen caminos rectos para sus pies, para que el cojo no sea apartado de sus sendas.
Todos deben desempeñar una parte
Cada iglesia debiera trabajar por los que perecen dentro de sus propios límites y por los que se encuentran fuera de ellos. Los miembros deben brillar como piedras vivas en el templo de Dios y reflejar la luz celestial. Nadie debe realizar una obra casual, descuidada ni esporádica. 354 Apoderarse firmemente de las almas que están por perecer significa más que orar por un borracho, y luego, porque llora y confiesa la contaminación de su alma, declararlo salvado. Hay que pelear la batalla una vez tras otra.
Que los miembros de cada iglesia consideren su deber especial trabajar por los que viven en sus vecindarios. Que todos los que dicen encontrarse bajo el estandarte de Cristo sientan que han entrado en pacto con Dios, para realizar la obra del Salvador. Que los que se encargan de esta obra no se cansen de hacer el bien. Cuando los redimidos estén delante de Dios, habrá preciosas almas que dirán presente cuando se llame su nombre y que estarán allí debido a los esfuerzos fieles y pacientes realizados en su favor, y por los ruegos e instancias fervientes a refugiarse en la Fortaleza. Y los que en este mundo hayan trabajado conjuntamente con Dios, recibirán su recompensa.
Los ministros de las iglesias populares no permitirán que se presente la verdad desde sus púlpitos. El enemigo los induce a resistir la verdad con rencor y malicia. Se urden falsedades. La experiencia de Cristo con los dirigentes judíos se repetirá. Satanás se esforzará por eclipsar todo rayo de luz que brilla desde Dios hasta su pueblo. Trabaja por medio de los pastores como trabajó mediante los sacerdotes y dirigentes en los días de Cristo. ¿Se unirán a ellos los que conocen la verdad para estorbar, avergonzar y alejar a los que tratan de trabajar en la forma designada por Dios para promover su obra, para plantar el estandarte de la verdad en las regiones de las tinieblas?
El mensaje para este tiempo
El mensaje del tercer ángel que comprende los mensajes del primer y segundo ángeles, es el mensaje para este tiempo. Debemos levantar el estandarte que lleva como inscripción: "Los mandamientos de Dios y la fe de Jesús". El mundo está por enfrentarse con el Legislador para dar 355 cuenta de su ley quebrantada. No es éste el momento de perder de vista los grandes temas que se encuentran ante nosotros. Dios pide que su pueblo magnifique y honre su ley.
Cuando las estrellas del alba cantaban y todos los hijos de Dios se regocijaban, el sábado fue dado al mundo para que los seres humanos recordaran siempre que Dios había creado el mundo en seis días. Al descansar el séptimo día, lo bendijo como día de reposo y lo dio a los seres que había creado, para que lo recordaran como el verdadero Dios viviente.
Por medio de su poderosa fuerza, a pesar de la oposición del faraón, Dios libró a su pueblo de Egipto, para que observara la ley que había sido dada en el Edén. Lo llevó al Sinaí para que escuchara la proclamación de esa ley.
Al proclamar los Diez Mandamientos a los hijos de Israel con su propia voz, Dios demostró su importancia. Dio a conocer su majestad y autoridad como Soberano del mundo con una pavorosa grandeza. Hizo esto para impresionar a la gente con el carácter sagrado de su ley y la importancia de obedecerla. El poder y la gloria con que la ley fue promulgada revela su importancia. Es la fe que una vez fue dada a los santos por medio de Cristo nuestro Redentor que hablaba desde el Sinaí.
La señal de nuestra relación con Dios
Los hijos de Israel, mediante la observancia del sábado debían distinguirse del resto de las naciones. "Vosotros guardaréis mis sábados; porque eso es señal entre mí y vosotros por vuestras edades, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico". "Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó". "Guardarán, pues, el sábado los hijos de Israel, celebrándolo por sus edades por pacto perpetuo" (Exodo 31: 13, 17, 16). 356
El sábado es una señal de la relación que existe entre Dios y su pueblo: una señal que indica que son sus súbditos obedientes, y que observan su santa ley. La observancia del sábado es el medio ordenado por Dios para preservar el conocimiento de sí mismo y distinguir entre sus súbditos leales y los transgresores de su ley.
Esta es la fe que una vez fue dada a los santos, que se presentan con poder moral ante el mundo y mantienen firmemente su fe.
Encontraremos oposición al proclamar el mensaje del tercer ángel. Satanás pondrá por obra todo recurso posible para invalidar la fe que una vez fue dada a los santos. "Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme" (2 Pedro 2: 2-3). Pero todos deben escuchar las palabras de la verdad a pesar de la oposición.
La ley de Dios es el fundamento de toda reforma duradera. Debemos presentar al mundo la necesidad de obedecer esta ley en forma clara y distinta. La obediencia a la ley de Dios es el mayor incentivo para la industria, la economía, la verdad y el trato justo entre un hombre y sus semejantes.
El fundamento de una reforma perdurable
La ley de Dios debe ser el medio de llevar a cabo la educación en la familia. Los padres se encuentran bajo la más solemne obligación de obedecer esta ley, y deben dar a sus hijos un ejemplo de la más estricta integridad. Los hombres que ocupan posiciones de responsabilidad, cuya influencia es abarcante, deben cuidar su comportamiento y sus obras, y mantener el temor de Dios constantemente ante ellos.
"El principio de la sabiduría es el temor de Jehová" (Salmo 111: 10). Los que escuchan con diligencia la voz del Señor y guardan gozosamente sus mandamientos se 357
encontrarán entre los que verán a Dios. "Nos mandó Jehová que cumplamos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, para que nos vaya bien todos los días, y para que nos conserve la vida, como hasta hoy. Y tendremos justicia cuando cuidemos de poner por obra todos estos mandamientos delante de Jehová nuestro Dios, como él nos ha mandado" (Deuteronomio 6: 24-25).
Nuestra obra como creyentes en la verdad consiste en presentar la inmutabilidad de la ley de Dios ante el mundo. Los pastores y los maestros, los médicos y las enfermeras, se encuentran unidos a Dios por medio de un pacto y bajo la obligación de presentar la importancia de obedecer su ley. Debemos distinguirnos como pueblo que guarda los mandamientos. El Señor ha declarado explícitamente que tiene una obra que debe realizarse para el mundo. ¿En qué forma se hará? Busquemos el método más adecuado y luego realicemos la voluntad del Señor.
Cada uno en su lugar *
Los médicos del Instituto de Salud no debieran sentirse obligados a efectuar el trabajo que los auxiliares pueden hacer. No debieran servir en las salas de baño ni en los retretes, porque así gastarían su vitalidad haciendo cosas que corresponden a otros. No debiera haber falta de auxiliares para atender a los enfermos y cuidar a los débiles que necesitan vigilancia. Los médicos debieran reservar sus fuerzas para la realización exitosa de sus deberes profesionales. Debieran decir a otros lo que deben hacer. Si no hay un número suficiente de personas de confianza que puedan hacer esas cosas, habría que emplear a personas adecuadas e instruirlas en forma debida, y habría que pagarles una remuneración adecuada por sus servicios. Testimonies for the Church, tomo 3, págs. 177-178 (1872). 358
Peligros y oportunidades *
Sanatorio, California, junio 3, 1907.
El médico se encuentra en una posición difícil. Se verá asediado por fuertes tentaciones, y a menos que sea protegido por el poder de Dios, lo que oiga y vea en su trabajo lo desanimará y contaminará su alma. Sus pensamientos deben elevarse constantemente hacia Dios. Esta es su única seguridad. Un médico tiene numerosas oportunidades para ganar almas para Dios, para animar a los desanimados y aliviar la desesperación que invade el alma cuando el cuerpo es torturado por el dolor.
Pero algunos que han elegido la profesión médica son apartados con demasiada facilidad de los deberes que corresponden a un médico. Algunos debilitarán sus facultades por utilizarlas mal, de modo que no pueden rendir a Dios un servicio perfecto. Se colocan donde no pueden actuar con vigor, tacto y habilidad, y no comprenden que al desentenderse de las leyes de la salud se tornan deficientes y en esa forma roban y deshonran a Dios.
Los médicos no debieran permitir que su atención se distraiga de su trabajo; tampoco debieran confinarse tan estrechamente a su trabajo profesional que se perjudiquen la salud. Obrando con el temor de Dios, debieran utilizar con sabiduría la fortaleza que Dios les ha dado. Nunca debieran pasar por alto los medios que Dios ha provisto para la preservación de la salud. Tienen el deber de colocar bajo el control de la razón toda facultad que Dios les ha dado.
El valor del reposo, el estudio y la oración
El médico, más que nadie, debiera tomar seguido horas de descanso regulares hasta donde sea posible. Esto le 359 proporcionará la capacidad de resistir mientras lleva a cabo la pesada carga de su trabajo. El médico, en su ocupada vida encontrará que la investigación de las Escrituras y la oración ferviente le darán vigor mental y estabilidad de carácter.
Debemos tratar de satisfacer las expectativas de Jesucristo. El nos ayudará en todo esfuerzo realizado para ir en la dirección correcta. Recordemos que no existe una acción en la vida, ni un motivo del corazón, que no estén abiertos a la gracia del Salvador.
Siempre está abierta la vía de acceso al trono de Dios. No siempre podemos orar de rodillas, pero nuestras peticiones silenciosas pueden ascender constantemente hacia Dios a fin de solicitar poder y dirección. Cuando seamos tentados, como lo seremos, podemos correr hacia el lugar secreto del Altísimo. Sus brazos eternos nos sostendrán. Que estas palabras nos llenen de gozo: "Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas" (Apocalipsis 3: 4).
Cuando Cristo se forme en el interior como la esperanza de gloria, estaremos bien equilibrados y no seremos mudables, sino que nos elevaremos por encima de las influencias desanimadoras que desintegran a los que no están firmes en Cristo. El médico podrá probar que es posible ser un médico sabio y de éxito, y al mismo tiempo un cristiano activo que sirve al Señor con sinceridad. La piedad es el fundamento de la verdadera dignidad y plenitud de carácter.
La perfección y la prontitud son indispensables
A menos que los médicos de nuestros sanatorios sean hombres con hábitos de perfección, a menos que atiendan sus deberes con prontitud, su obra llegará a ser un reproche y los instrumentos designados por el Señor perderán su influencia. El médico que es negligente en el cumplimiento 360
del deber humilla al Gran Médico, de quien debiera ser un representante. Debiera mantenerse un horario estricto con todos los pacientes, los encumbrados y los humildes. No debiera permitirse ningún descuido de parte de ninguno de los enfermeros. Hay que cumplir siempre la palabra empeñada y atender prontamente los compromisos, porque esto significa mucho para los enfermos.
Refinamiento y delicadeza
Entre los médicos cristianos debiera existir la tendencia a mantener el orden más elevado de refinamiento y delicadeza auténticos, y el mantenimiento de las barreras de reserva que debieran existir entre hombres y mujeres.
Vivimos en un tiempo cuando el mundo se representa en la misma condición que el mundo en el tiempo de Noé, y como en el tiempo de Sodoma. Se me muestran constantemente los grandes peligros que corren los jóvenes y los hombres y mujeres que acaban de entrar en la edad adulta, y no me atrevo a callar. Se necesita un mayor refinamiento, tanto en pensamiento como en asociación. Se necesita que los cristianos sean más elevados y delicados en palabras y comportamiento.
La obra del médico es tal que si existe vulgaridad en su naturaleza, ésta se manifestará. Por lo tanto, el médico debiera cuidar esmeradamente su manera de hablar y evitar toda vulgaridad en su conversación. Cada paciente a quien trata lee los rasgos de su carácter y el tono de su condición moral a través de sus acciones y su conversación.
La luz que el Señor me ha dado concerniente a este asunto es que hasta donde sea posible las mujeres que son médicos debieran cuidar a los pacientes femeninos y los médicos hombres debieran encargarse del cuidado de los pacientes masculinos. Todos los médicos debieran respetar la delicadeza de sus pacientes. Es incorrecto que las damas se expongan ante médicos hombres. Su influencia es detrimental. 361
Los tratamientos íntimos no debieran ser administrados por los médicos varones a las mujeres en nuestras instituciones. Nunca una paciente debiera estar sola con un médico varón, ya sea para un examen o un tratamiento íntimo. Que los médicos mantengan fielmente una actitud de delicadeza y modestia bajo todas las circunstancias. En nuestras instituciones médicas siempre debiera haber mujeres de edad madura y experiencia adecuada capaces de dar tratamiento a las pacientes femeninas. Las mujeres debieran ser educadas y capacitadas en forma tan cabal como sea posible para que puedan atender las enfermedades íntimas que afligen a las mujeres, a fin de que sus partes íntimas no sean expuestas ante los hombres. Debiera haber un número mucho mayor de médicos mujeres, educadas no sólo para actuar como enfermeras entrenadas, sino también como médicos en todo el sentido de la palabra. Es una práctica horrible la exposición de las partes íntimas de la mujer ante un hombre, o el tratamiento de hombres realizado por mujeres.
Las mujeres que actúan como médicos debieran rehusar firmemente mirar las partes íntimas de los hombres. Las mujeres debieran ser cabalmente educadas para que trabajen en favor de las mujeres, y los hombres para que trabajen en favor de los hombres. Que los hombres sepan que deben tratarse por médicos hombres y que no pidan ser tratados por médicos mujeres. Es un insulto para las mujeres, y Dios aborrece esta clase de familiaridad.
Mientras se llama a los médicos a que enseñen la pureza social, ellos deben practicar la delicadeza que es una lección constante de pureza práctica. Las mujeres pueden hacer un trabajo noble como médicos; pero cuando los hombres piden a un médico mujer que les practiquen exámenes y tratamientos que exigen la exposición de sus partes privadas, ella debe rehusar definidamente realizar ese trabajo. 362
En la obra médica existen peligros que el médico debe comprender y protegerse constantemente contra ellos. Los hombres verdaderamente convertidos son los que debieran emplearse como médicos en nuestros sanatorios. Algunos médicos se consideran autosuficientes y piensan que son capaces de cuidar por sí mismos su propio comportamiento; cuando en realidad, si se conocieran a sí mismos, sentirían su gran necesidad de ayuda de lo alto, y de una inteligencia superior.
Algunos médicos varones no están calificados para actuar como médicos de las mujeres debido a la actitud que manifiestan hacia ellas. Se toman libertades hasta que la transgresión de los principios de la castidad se torna en algo común. Nuestros médicos debieran considerar en la forma más elevada la dirección dada por Dios a su iglesia cuando fue liberada de Egipto. Esto les impediría manifestar un comportamiento vulgar y descuidado en relación con los principios de la castidad. Todos los que viven dirigiéndose por medio de las leyes dadas por Dios en el Sinaí, pueden convertirse en personas de confianza.
Se necesitan parteras hábiles
No está en armonía con las instrucciones dadas en el Sinaí que los médicos varones actúen como parteros. La Biblia habla de que las mujeres eran atendidas por mujeres en ocasión del parto, y así es como debiera ser siempre. Debiera educarse y entrenarse a las mujeres para que actúen como parteras. Y es igualmente importante que se prepare a mujeres educadas para que traten las enfermedades femeninas, como también debiera haber médicos hombres cabalmente preparados para que actúen como médicos y cirujanos y los sueldos de las mujeres debieran ser proporcionales a su servicio. Debiera ser apreciada en su trabajo como lo es el médico varón en el suyo.
Eduquemos a las damas para que se hagan competentes 363 en el tratamiento de las enfermedades femeninas. En algunos casos necesitarán el consejo y la asistencia de médicos varones experimentados. Cuando se vean junto a una prueba, que todos obren guiados por la sabiduría suprema. Que todos recuerden que necesitan y que pueden tener la sabiduría del Gran Médico en su trabajo.
Debiéramos tener un colegio donde las mujeres puedan ser entrenadas como médicos mujeres, para realizar el trabajo mejor posible en el tratamiento de las enfermedades femeninas.
La obra médica debiera mantenerse en una condición muy elevada entre nosotros como pueblo. Los médicos debieran recordar que es su trabajo preparar tanto las almas como los cuerpos para la vida celestial. Su servicio realizado para Dios no debe estar corrompido por prácticas malignas.
Todo practicante de la medicina debiera estudiar cuidadosamente la Palabra de Dios. Debieran leer el relato de los hijos de Aarón en Levítico 10:1-11. Este es un caso en el cual el empleo de vino anubló los sentidos. El Señor exige que el apetito y todos los hábitos de la vida del médico se mantengan bajo estricto control. Mientras tratan con los cuerpos de los pacientes, deben recordar constantemente que los ojos de Dios escudriñan su obra.
Hay que entenderlas causas de la enfermedad
La parte más exaltada de la obra del médico consiste en conducir a hombres y mujeres bajo su cuidado a que comprendan que la causa de la enfermedad es la violación de las leyes de la salud, y estimularlos a que obtengan conceptos de la vida más elevados y santos. Debiera darse instrucción que actúe como un antídoto contra las enfermedades del alma y del cuerpo. Unicamente los sanatorios en los que se encuentran establecidos los principios correctos serán instituciones saludables. El médico que conociendo el remedio 364 para las enfermedades del alma y el cuerpo, descuide la parte educativa de su obra, tendrá que dar cuenta de su descuido en el día del juicio. Hay que mantener una estricta pureza de lenguaje y de acción.
Los peligros del éxito *
Es una época peligrosa para cualquier persona que tenga talentos que puedan ser valiosos para la obra de Dios; porque Satanás está constantemente asediándola con sus tentaciones, procurando siempre llenarla de orgullo y ambición y cuando Dios la usa, en nueve de cada diez casos se torna independiente, autosuficiente, y se siente capaz de mantenerse sola. Este será su peligro, Dr. ________, a menos que usted viva una vida de constante fe y oración. Debe poseer un sentido profundo y permanente de las cosas eternas y aquel amor por la humanidad que Cristo demostró en su vida. Una estrecha relación con el cielo le dará el tono adecuado a su fidelidad y constituirá el fundamento de su éxito. Su sentimiento de independencia debe conducirlo a la oración y su sentido del deber debe llamarlo al esfuerzo. La oración y el esfuerzo, el esfuerzo y la oración, deberán ser el negocio de su vida. Debe orar como si la eficiencia y la alabanza se debieran a Dios, y trabajar como si el deber fuera suyo propio. Si desea poder, puede tenerlo, puesto que está esperando que lo use. Tan sólo crea en Dios, crea en su Palabra, actúe con fe y recibirá las bendiciones.
En este asunto, el genio, la lógica y la elocuencia no sirven de nada. Dios acepta y oye las oraciones de los que tienen un corazón humilde, confiado y contrito. Cuando Dios ayuda, todos los obstáculos desaparecen. Cuántos hombres de grandes habilidades naturales y mucha erudición 365 han fallado al ser colocados en posiciones de responsabilidad, mientras que los que poseían habilidades espirituales más débiles, con un ambiente menos favorable, han tenido un éxito admirable. El secreto radica en que los primeros confiaban en sí mismos, mientras los últimos se habían unido con Aquel cuyo consejo es admirable y cuyas obras son poderosas para cumplir lo que desea.
Debido a que su trabajo es siempre urgente, le resulta difícil conseguir tiempo para meditar y orar; pero no debe dejar de hacerlo. La bendición del cielo, que se obtiene mediante la súplica diaria, será como el pan de vida para su alma y aumentará su fortaleza espiritual y moral, lo mismo que un árbol plantado junto a las aguas de un río, cuyo follaje permanecerá siempre verde y cuyo fruto aparecerá en el tiempo debido.
Su descuido en la asistencia a la adoración pública de Dios es un grave error. Los privilegios del servicio divino resultarán tan beneficiosos para usted como lo son para otros, y son igualmente indispensables. Probablemente usted no puede gozar de estos privilegios con tanta frecuencia como otros. A menudo lo llamarán los sábados para que visite a los enfermos y puede ser que ese día resulte agotador para usted. El trabajo de aliviar el sufrimiento fue considerado por nuestro Salvador como una obra de misericordia y no una violación del sábado. Pero cuando usted dedica regularmente los sábados a escribir o trabajar sin introducir ningún cambio especial, usted perjudica su propia alma, da a otros un ejemplo que no es digno de imitarse y no honra a Dios.
Ha dejado de percibir la verdadera importancia, no sólo de la asistencia a las reuniones religiosas, sino también de dar testimonio por Cristo y la verdad. Si usted no obtiene fortaleza espiritual llevando a cabo fielmente todo deber cristiano, entrando así en una relación más estrecha y sagrada con su Redentor, se debilitará su fortaleza moral. 366
La Biblia como consejera *
Dios desea que los que se desempeñan como misioneros médicos del Evangelio aprendan con diligencia las lecciones del Gran Maestro. Deben hacerlo si desean encontrar paz y reposo. Al aprender de Cristo, sus corazones se llenarán de la paz que solamente él puede proporcionar.
El libro que es indispensable que todos estudien es la Biblia. Estudiadla con reverencia y temor piadoso, resulta el mayor de todos los educadores. En ella no hay engaño. Sus páginas rebosan de verdad. ¿Deseamos obtener conocimiento de Dios y de Cristo, a quien él envió al mundo para vivir y morir por los pecadores? Un estudio fervoroso y diligente de la Biblia es necesario para obtener este conocimiento.
Muchos de los libros que se amontonan en las grandes bibliotecas confunden la mente más de lo que ayudan al entendimiento. Sin embargo, hay personas que gastan grandes sumas de dinero en la adquisición de tales obras y emplean años en su estudio, cuando tienen a su alcance el Libro que contiene las palabras de Aquel que es el Alfa y Omega de la sabiduría. El tiempo pasado en un estudio de esos libros podría emplearse mejor en conocer a Aquel cuyo conocimiento adecuado es vida eterna. Unicamente los que adquieren este conocimiento podrán escuchar las palabras: "Estáis completos en él" (Colosenses 2: 10).
Estudiad más la Biblia y menos las teorías de la fraternidad médica, y gozaréis de mejor salud espiritual. Vuestra mente estará más clara y vigorosa. Mucho de lo que se abarca en un curso de medicina es positivamente innecesario. Los estudiantes de medicina dedican una gran cantidad de tiempo a un aprendizaje que es inútil. Muchas de las teorías que aprenden pueden compararse en valor a las 367 tradiciones y máximas enseñadas por los escribas y fariseos. Muchas de las complicaciones con que tienen que familiarizarse perjudican su mente.
Dios me ha estado presentando estas cosas durante muchos años. En nuestros colegios e instituciones médicos necesitamos hombres que posean un profundo conocimiento de las Escrituras, hombres que hayan aprendido las lecciones enseñadas en la Palabra de Dios, y que puedan enseñar esas lecciones a otros en forma clara y sencilla, tal como Cristo enseñó a sus discípulos el conocimiento que él consideraba más importante.
La receta del Gran Médico para obtener reposo
Si nuestros obreros médicos misioneros siguieran la receta del Gran Médico para obtener reposo, fluiría a través de sus almas una corriente sanadora de paz. Esta es la prescripción: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y carga los, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga" (Mateo 11: 28-30).
Cuando nuestros obreros médicos misioneros pongan en práctica esta receta, y obtengan del Salvador poder para revelar sus características, su obra científica tendrá una mayor solidez. Debido a que la Palabra de Dios ha sido descuidada, se han llevado a cabo cosas extrañas en la obra médica misionera. El Señor no puede aceptar lo que se hace en la actualidad.
Estudiad la Palabra que Dios en su sabiduría, amor y bondad ha hecho tan clara y sencilla. El capítulo seis de Juan nos dice lo que significa el estudio de la Palabra. Los principios revelados en las Escrituras deben enseñarse a todos. Debemos comer la Palabra de Dios; esto significa que no debemos apartarnos de sus preceptos. Debemos introducir sus verdades en nuestra vida diaria y captar los 368 misterios de la divinidad.
Orad a Dios. Estad en comunión con él. Estudiad la mente de Dios, como quienes se esfuerzan por alcanzar la vida eterna y que necesitan conocer su voluntad. Podéis revelar la verdad únicamente como la conocéis en Cristo. Debéis recibir y asimilar sus palabras; éstas deben llegar a formar parte de vosotros. Esto es lo que significa comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios. Debéis vivir por cada palabra que procede de la boca de Dios; es decir, lo que Dios ha revelado. No todo ha sido revelado; porque no podríamos soportar tal revelación. Pero Dios ha revelado todo lo que es necesario para nuestra salvación. No debernos dejar su palabra para aceptar las suposiciones de los seres humanos.
Obtened un conocimiento experimental de Dios llevando el yugo de Cristo. El concede sabiduría a los humildes y a los mansos, y les permite juzgar lo que es la verdad y captar las razones fundamentales. a fin de señalar los resultados de ciertas acciones. El Espíritu Santo enseña a los estudiantes de las Escrituras a juzgar todas la cosas por medio de las normas de justicia y de verdad. La revelación divina le proporciona los conocimientos necesarios.
Y los conocimientos necesarios serán dados a todos los que acuden a Cristo, que reciben y practican sus enseñanzas y que convierten sus palabras en una parte de su vida. Los que se colocan bajo la instrucción del gran Médico Misionero, a fin de ser colaboradores juntamente con él, tendrán un conocimiento que el mundo, con toda su sabiduría tradicional, no puede suplir.
Convertid la Biblia en vuestro consejero. Llegaréis a familiarizaros rápidamente con ella si mantenéis vuestra mente libre de la escoria del mundo. Cuanto más se estudie la Biblia, tanto más profundo llegará a ser el conocimiento de Dios. Las verdades de su palabra serán escritas en vuestra alma y realizarán una impresión imborrable. 369
No sólo se beneficiará el estudiante mismo por el estudio de la Palabra de Dios. Su estudio es vida y salvación para todos los que se relacionan con él. Experimentará una responsabilidad sagrada de impartir el conocimiento que recibe. Su vida revelará la ayuda y el poder que recibe de la comunión con la Palabra. La participación del Espíritu se verá en los pensamientos, las palabras y las obras. Todo lo que diga y haga proclamará que Dios es luz y que en él no hay tinieblas. El Señor Jesús puede decir de los tales: "Vosotros sois colaboradores juntamente con Dios".
Las calificaciones necesarias
Se me mostró que los médicos y los auxiliares debieran poseer las cualidades más elevadas, debieran tener un conocimiento práctico de la verdad, debieran infundir respeto y su palabra debiera ser digna de confianza. Debieran ser personas que no tengan una imaginación enfermiza, que tengan perfecto autocontrol, que no sean caprichosos ni inconstantes, y que no tengan celos ni hagan suposiciones mal intencionadas; personas que tengan una fuerza de voluntad que no ceda ante las pequeñas indisposiciones, que carezcan de prejuicios, que no piensen el mal, que piensen y actúen con calma y consideración, y que no pierdan de vista la gloria de Dios y el bien de los demás. A nadie se debiera elevar a una posición de responsabilidad nada más porque la desea. Debieran promoverse a una posición determinada únicamente los que estén calificados para desempeñarla. Los que han de desempeñar responsabilidades primero deben ser probados y dar evidencia de que carecen de celos, que no tomarán entre ojos a determinada persona, que no favorecerán a unos pocos amigos e ignorarán a otros. Dios quiere que todos actúen rectamente en esa institución. Testimonies for the Church, tomo 1, pág. 567 (1867). 370
La oración por los enfermos *
En lo que se refiere a la oración por los enfermos... He estado considerando diversas cosas que me han sido presentadas en el pasado con referencia al tema.
Supongamos que veinte hombres y mujeres se presenten para que se ore por ellos en alguna de nuestras reuniones espirituales campestres, lo cual no sería inusitado, porque los que sufren harán todo lo posible para obtener alivio y para recuperar las fuerzas y la salud. De estas veinte personas, pocas han considerado la luz sobre el tema de la pureza y la reforma pro salud. Han descuidado la práctica de los principios correctos en el comer y el beber, y en el cuidado de sus cuerpos. Algunos de los que están casados han formado hábitos vulgares y se han entregado a prácticas impías; por otra parte entre los solteros, algunos han sido descuidados con la salud y la vida, puesto que la luz ha brillado sobre ellos con toda claridad, pero no han respetado la luz y tampoco han andado con prudencia. Sin embargo, solicitan las oraciones del pueblo de Dios y piden la actuación de los ancianos de la iglesia.
Si volvieran a recuperar la bendición de la salud, muchos de ellos seguirían el mismo camino de descuidadas transgresiones de las leyes de la naturaleza, a menos que sean iluminados y completamente transformados. . .
El pecado ha llevado a muchos de ellos al lugar donde se encuentran: a un estado de debilidad de la mente y del cuerpo. ¿Debiera orarse al Dios del cielo para que su sanidad descienda sobre ellos en ese momento, sin especificar ninguna condición? Yo digo que no, decididamente no. ¿Entonces qué debiera hacerse? Presentar sus casos ante Aquel que conoce el nombre de cada persona.
Presentad estos pensamientos a las personas que acuden 371 para pedir que se ore por ellas: somos humanos y no podemos leer los corazones ni saber los secretos de sus vidas. Estos son conocidos únicamente por ustedes y Dios. Si ahora se arrepienten de sus pecados, y si alguno de ustedes puede ver que en algún caso ha andado contrariamente a la luz dada por Dios y ha descuidado de honrar el cuerpo, que es templo de Dios, y mediante hábitos equivocados ha degradado el cuerpo, que es propiedad de Cristo, confiese estas cosas a Dios. A menos que el Espíritu Santo obre sobre ustedes en forma especial para que confiesen sus pecados de naturaleza privada a alguna persona, no hablen de ello con nadie.
Cristo es su Redentor, y no tomará ventaja de sus confesiones humilladoras. Si tienen pecados de carácter privado, confiésenlos a Cristo, quien es el único Mediador entre Dios y el hombre. "Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo" (1 Juan 2: 1). Si han pecado reteniendo de Dios sus diezmos y ofrendas, confiesen su culpa a Dios y a la iglesia, y obedezcan lo que él ha ordenado: "Traed todos los diezmos al alfolí" (Malaquías 3: 10). . .
Una experiencia muy solemne
La oración por los enfermos es algo muy solemne, y no debiéramos ocuparnos de esta obra en forma descuidada ni apresurada. Debiéramos averiguar si los que serán bendecidos con salud se han dedicado a hablar mal de otros, si han tenido desavenencias con los demás y si han participado en disensiones. ¿Han manifestado espíritu de discordia entre los hermanos y hermanas de la iglesia? Si han llevado a cabo estas cosas debieran confesarlas delante de Dios y la iglesia. Después de haber confesado lo que han hecho mal, estas personas que buscan oración pueden ser presentadas delante de Dios con fervor y fe, siguiendo la inspiración del Espíritu Santo. 372
Pero no siempre es seguro pedir sanamiento incondicional. Las oraciones que se hacen debieran incluir el siguiente pensamiento: "Señor, tú conoces todo secreto del alma. Tú estás familiarizado con estas personas; por Jesús, su abogado, concédeles su vida. El las ama más de lo que nosotros podemos. Por lo tanto, si ha de ser para tu gloria y para el bien de estas personas afligidas concederles la salud, te rogamos en el nombre de Jesús que les proporciones salud en esta ocasión". En una petición de esta naturaleza no se manifiesta falta de fe.
El Señor "no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres" (Lamentaciones 3:33). "Como el Padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le temen. Porque él conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo" (Salmo 103: 13-14). El conoce nuestro corazón porque lee todo secreto del alma. El sabe si las personas por quienes se ora podrán soportar las pruebas que les sobrevendrán si sobreviven. El conoce el fin desde el principio. Se permitirá que muchos duerman en el sueño de la muerte antes de las terribles pruebas que afligirán al mundo en el tiempo de angustia. Esta es otra razón por la cual debiéramos decir después de nuestra ferviente petición: "Pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lucas 22: 42). Tal petición nunca quedará registrada en el cielo como una oración sin fe.
Se pidió al apóstol que escribiera: "Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen" (Apocalipsis 14: 13). Este pasaje nos indica que no todos se recuperarán; y si no recuperan la salud no debieran ser juzgados indignos de la vida eterna. Si Jesús, el Redentor del mundo oró: "Padre mío, si es posible, pase de mi esta copa" y a continuación añadió: "Pero no sea como yo quiero, sino como tú" (Mateo 26: 39), cuán apropiado es que los mortales finitos se entreguen de la 373 misma forma a la sabiduría y voluntad de Dios.
Según su voluntad *
Al orar por los enfermos, debemos orar que, si es la voluntad de Dios, puedan recuperar la salud; pero en caso contrario, que él les conceda su gracia y consuelo, y que su presencia los sustente en sus sufrimientos.
Muchos que debieran hacer los arreglos finales de su vida, no lo hacen cuando tienen esperanza de que recuperarán la salud como respuesta a la oración. Alentados por una falsa esperanza, no sienten la necesidad

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